El enunciado de la primera sección subraya el carácter prospectivo del Congreso. El examen de la situación de la lengua española en el momento en que se inicia el proceso de la Independencia, en las diferentes regiones y grupos sociales, servirá de punto de partida para determinar su posterior trayectoria y escrutar el horizonte inmediato.
De manera análoga, el estudio de interrelaciones entre lenguas originarias y lengua española fijará las coordenadas en que ha de inscribirse una consideración muy ancha que, con un planteamiento transversal, ha de ir abordando aspectos específicamente lingüísticos, sociales y culturales, apuntando siempre a la función de la lengua como instrumento de comunicación y de convivencia.
Doscientos años permiten valorar lo que la lengua española supuso en la configuración de las repúblicas hispanoamericanas. Y también, de manera específica, lo que América ha aportado a la lengua española, que ha sido un enriquecimiento formidable en el campo lingüístico y de la creación. En ese marco los numerosos exilios que en las más variadas direcciones se han producido en el mundo hispanohablante han servido para fomentar un trasvase de experiencias cívicas, sociales y culturales, a veces ignoradas y que, sin embargo, han tenido una gran trascendencia.
Todas esas vías abiertas han de conducir a la consideración de la proyección actual e inmediata del español en el panorama internacional.
El español es hoy, con sus más de 450 millones de hablantes, la tercera lengua más hablada en el mundo, tras el chino y el inglés, y todo indica que el crecimiento demográfico continuará a lo largo de este siglo. Es el idioma oficial de una veintena de países y se ha convertido en la segunda lengua de comunicación internacional.
Tres hechos agrandan en nuestro tiempo la dimensión económica de aquellas lenguas que, como el español, son lenguas de comunicación internacional. Primero, la avanzada y creciente globalización de los procesos productivos y de los mercados de bienes y servicios, con una amplitud que va mucho más allá de lo alcanzado en cualquier otra fase histórica de apertura y mundialización de las actividades económicas. Segundo, la mayor demanda de productos culturales —entre ellos, los de mayor contenido idiomático— conforme aumenta la renta en un mundo interrelacionado que ve al tiempo multiplicarse la información, y no sólo en los países desarrollados. Tercero e implícito en el anterior, el despliegue de la sociedad del conocimiento, cuyo principal soporte es la lengua, lo que equivale a decir que sus cimientos son lingüísticos.
La comunidad hispanohablante se encuentra hoy en activa expansión por los cinco continentes y es fuente de importantes réditos económicos.
La lengua es uno de los factores determinantes en la elección del destino por parte de los emigrantes. Estudios recientes muestran que la lengua hace que se multiplique por casi 2,5 la cuota de los emigrantes que proceden de países en los que se comparte idioma; además, en tanto que la lengua es expresiva de una comunidad de referentes culturales, se aminoran sustancialmente los costes de integración social y laboral de ese colectivo de la población inmigrante, al tiempo que se facilita de algún modo la reversión de rentas.
Por sectores, la relevancia económica de la lengua alcanza los porcentajes más altos en educación, en comunicaciones, en industrias culturales y en otras actividades empresariales, que incluyen desde sectores de gran significación y magnitud, como la publicidad, a las denominadas «industrias de la lengua» (tecnología lingüística, intérpretes y traductores…), pasando por servicios empresariales.
El análisis de los intercambios comerciales revela que la lengua española tiene un alto efecto multiplicador de la cuota de mercado de las exportaciones, mayor incluso que el inglés entre los países anglosajones. Desde la perspectiva de la internacionalización empresarial, la comunidad idiomática ha jugado un papel de primer orden, al reducir muy notoriamente los costes de transacción a ese tipo de actividad mercantil. Una comunidad lingüística que reúne a más de 450 millones de hablantes, constituye un mercado natural de enormes proporciones para todo tipo de productos de las industrias culturales (editoriales, discográficas, audiovisuales, etc.), agrandando sobremanera los límites de los respectivos recintos nacionales.
Por otra parte, una plena participación política, condición necesaria de la cohesión social y nacional, requiere el conocimiento del idioma común. Esta condición afecta de modo particular a las minorías originarias y a los emigrantes.
La presencia de la lengua española en las nuevas tecnologías crece día a día, planteando grandes posibilidades y retos a su evolución. Proliferan nuevos y hasta ahora impensables soportes para la creación literaria, al tiempo que la comunicación es inmediata, global e integradora. Para afrontar el desafío descomunal se hace cada vez más necesario aunar los esfuerzos de la comunidad iberoamericana en la sociedad de la información con iniciativas concretas, que permitan identificar con claridad los contenidos producidos en español. En definitiva, se trata de construir un espacio hispánico de comunicación, en el que la presencia del español tenga una dimensión no solo cuantitativa —más español en la red— sino también cualitativa: la lengua, la palabra como garantía de la libertad y el progreso de los individuos y de la sociedad.
En esa misma línea el Congreso debatirá sobre fenómenos de actualidad, como la política de convergencia de grupos de comunicación periodística, la proliferación de medios de comunicación dirigidos a los inmigrantes o el creciente impulso lingüístico de la industria editorial y de la traducción.
Junto a los creadores y los lingüistas se propone el V Congreso Internacional de la Lengua Española reunir en Valparaíso a representantes hispanos de todas esas áreas, en la seguridad de que el contacto resultará fecundo.
Una de las aportaciones básicas de la Asociación de Academias de la Lengua Española a la conmemoración del Bicentenario será el Diccionario de americanismos, que se presentará a la comunidad hispánica en el Congreso.
Además de una dimensión económica, política y social, el español, como lengua de comunicación universal, tiene una incidencia en los procesos educativos, con particulares implicaciones en los países donde convive con otras lenguas. Las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías permiten crear un espacio iberoamericano del conocimiento, en el que la comunidad académica queda unida a través de la lengua común y de Internet. Por otra parte, la continua renovación tecnológica supone un desafío a las formas tradicionales de enseñanza y obliga a replantear el enfoque pedagógico.
Los problemas relativos a la calidad y a la equidad educativa constituyen una preocupación básica de los responsables de las políticas en este campo y de la sociedad en su conjunto. En este sentido, la lengua española se perfila como un factor decisivo de inclusión social y de igualdad educativa, que puede influir de manera determinante en la lucha contra la desigualdad y la pobreza. Una de las principales estrategias para lograrlo consiste en avanzar por la vía de un programa integrador de la lectoescritura, como eje del aprendizaje global y, al mismo tiempo, como instrumento de ciudadanía. Lograr que todas las personas alcancen una formación básica en tal sentido es, sin duda, uno de los más importantes desafíos de este siglo.
Por otra parte, la pluralidad lingüística y cultural de la sociedad iberoamericana determina la configuración de un modelo de educación intercultural bilingüe.