Osvaldo Hurtado

El camino económico de la lengua españolaOsvaldo Hurtado
Profesor de Español, Universidad de Boston

Fueron los Estados económicamente prósperos y militarmente poderosos los que consiguieron que sus hablas se extendieran más allá de las fronteras nacionales. Mediante guerras de conquista, soldados, navegantes y colonos impusieron idiomas y culturas a los pueblos vencidos. Las lenguas de los países que no tuvieron capacidad económica para armar ejércitos victoriosos permanecieron enclaustradas dentro de sus territorios.

Por los caminos de la conquista y la colonización se difundieron el chino mandarín en Asia central, el griego y el latín en las riveras del mar Mediterráneo, el árabe en el oriente medio y en el norte de África, el quichua en la región andina, el portugués en Brasil y África y los idiomas de Inglaterra y Francia en sus colonias de América, África y Asia.

En el globalizado mundo contemporáneo, a diferencia de lo que antes ocurría, la pacífica influencia cultural de las sociedades con elevados niveles de desarrollo es la que lleva los idiomas de un lugar a otro. Es tan fuerte la admiración que despiertan y el magnetismo que suscitan que no necesitan valerse de ninguna forma de imposición, pues los pueblos de su entorno, y aún de lejanas latitudes, espontáneamente hacen suya la lengua extranjera. De lo que un buen ejemplo son los jóvenes de diversas culturas que se familiarizaron con el idioma inglés escuchando, cantando y bailando el universal rock.

En la transmisión de las lenguas, en lugar de las guerras de conquista, hoy cuenta el crecimiento demográfico, los planetarios medios de comunicación, los millones de viajeros que deambulan por los cinco continentes, empresas y negocios multinacionales, la popular industria del entretenimiento, los masivos movimientos migratorios, el milagroso internet, el lenguaje creado por las innovaciones tecnológicas y los avances del conocimiento.

Los países que han liderado estos procesos, o se han inscrito en ellos, son los que consiguen propalar sus lenguas incluso en pueblos ubicados en lugares remotos. Es lo que ha sucedido con el idioma inglés, convertido en la lengua franca del siglo xxi gracias al destacado papel que Estados Unidos ha tenido en la conformación de la sociedad moderna. El renacimiento de China y la posibilidad de que en pocos años más su economía se convierta en la primera del mundo, está haciendo que Occidente se interese en el aprendizaje de una lengua que ignoró durante siglos.

La poderosa España de Carlos V y Felipe II, por entonces dueña de los mares, implantó el idioma español en el inmenso territorio americano y en Filipinas. La posterior pérdida de su poderío económico y el surgimiento de Estados Unidos, hicieron que la lengua de Cervantes fuera reemplazada por la de Shakespeare en Filipinas y en la Florida. El repliegue del idioma español continuó en los años siguientes, cuando el débil estado mexicano no pudo detener el avance anglosajón en California, Texas y Nuevo México.

La recuperación económica de España, el explosivo aumento de la población latinoamericana y las constantes emigraciones,  revirtieron el retroceso sufrido por la lengua española en el siglo xix, en beneficio del inglés y del francés. Tan significativo ha sido su avance, que al finalizar la primera década del siglo xxi disputa estrechamente con el inglés la primacía por ocupar el segundo lugar como la lengua materna con el mayor número de hablantes.

En menos de medio siglo España abandonó el atraso, dejo atrás la pobreza, conformó una democracia ejemplar, se integró a Europa, que tan esquiva le había sido, y se proyectó a otros continentes. Es la octava economía del mundo y sus inversiones en el extranjero equivalen a las de Alemania y superan a las de Italia, Reino Unido y Japón. Entre las quinientas mayores empresas globales figuran trece españolas; la industria de la moda compite con las afamadas marcas italianas y más de un canal de televisión envía su señal a los cinco continentes.

Al desarrollo de España acompañaron las virtuosas secuelas que suele conllevar el progreso económico. Ha crecido la presencia del idioma español en foros internacionales, misiones de paz, en los negocios multinacionales y en la cooperación con el Tercer Mundo. No sólo en Europa, sino en Asia y África, comerciantes y operadores de servicios turísticos aprenden el español para atender a los acomodados viajeros peninsulares. Aprendizaje que también hacen quienes visitan España, convertida en segundo destino turístico, no sólo por su riqueza histórica, sino por los confortables servicios, las buenas vías de comunicación, las bulliciosas ciudades, las acogedoras playas y las deliciosas viandas que ofrece a los huéspedes. Millones de televidentes siguen el desempeño de los equipos que integran la renombrada liga española de fútbol. Lo mismo acontece con las figuras estelares del tenis, el ciclismo, el automovilismo, el baloncesto, la música y el canto. Como también con actores y actrices del vanguardista cine español que se lucen en las difundidas producciones cinematográficas de Holywood.

Parecidos aportes a la difusión de nuestro idioma, y quizá mayores, habría podido hacer Hispanoamérica si no hubiera seguido sendas económicas equivocadas por varias décadas. Conviene recordar que a mediados del siglo xx el nivel de desarrollo de Argentina y Venezuela era superior al de España. Si bien quedan países que persisten en la ejecución de modelos anticuados, afortunadamente es mayor el número de los que se hallan empeñados en poner al día sus economías. Chile es el ejemplo más destacado. La modernización que experimenta la región le ha permitido revertir años de retroceso e incrementar su participación en la economía mundial. Y si es cierto que las lenguas van detrás del progreso de las naciones, en la medida en que el desarrollo de Hispanoamérica se afiance la influencia de la lengua española aumentará.

Hasta ahora, la contribución de América Latina a tal propósito ha transcurrido por senderos un tanto diferentes. Las elevadas tasas de crecimiento demográfico hicieron que el número de hispanohablantes más que se triplicara entre 1950 y 2009. Las olas migratorias han llevado la lengua española a Estados Unidos, Australia, Italia y a otros países europeos. En algunas ciudades del sur de Estados Unidos predomina el idioma español, se lo escucha pronunciar en las calles de Los Ángeles, Washington y Nueva York y se difunde a través de periódicos, revistas y estaciones de televisión y radio.

Los hispanohablantes están en mejores condiciones que anteriores inmigrantes para continuar usando el idioma nativo en los Estados Unidos. Son tan numerosos que representan un 16 % de la población, se hallan concentrados geográficamente, mantienen contactos regulares con los países de origen y conservan elementos importantes de su cultura. Se estima que el año 2050 uno de cada tres estadounidenses tendrá origen latinoamericano y en los estados del sur hay ciudades en las que ya son una mayoría. Por este motivo y porque el dominio del inglés y el español eleva las oportunidades económicas, es fuerte el incentivo para que crezca el número de anglosajones bilingües.

No son estos los únicos agentes que están impulsando nuestro idioma. En el poblado Brasil se ha introducido el aprendizaje del español en los establecimientos educativos y son muchos los brasileños que lo hablan o al menos consiguen expresarse en portuñol. Hispanoamérica es el quinto destino turístico mundial y crece constantemente el número de quienes viajan al extranjero. Por todas partes se difunde el tango, la salsa, el merengue y otros ritmos y canciones latinoamericanas, en un mundo globalizado en el que los jóvenes suelen dedicar más tiempo a escuchar música popular que a la lectura.

Estas razones, sucintamente esbozadas, me llevan a creer que la lengua española atraviesa una circunstancia excepcional, no vivida desde cuando España conquistó, colonizó y cristianizó América.