Si la palabra es garantía de la libertad, la tecnología es garantía de la difusión de la palabra.
Esta realidad se comprobó nuevamente en los minutos, las horas y los días que siguieron al terremoto que devastó una amplia región de Chile en la madrugada del 27 de febrero de 2010. Twitter y otras redes sociales virtuales asumieron un rol protagónico en conectar a las personas, en buscar a los desaparecidos y en difundir información personal y periodística.
Hace apenas ocho meses, el apagón mediático en las primeras horas del golpe en Honduras creó un vacío informativo que fue llenado por los «twitteros» y otros usuarios de los servicios de la blogosfera.
Y pocas semanas antes de la crisis hondureña, los «twitteros» dentro de Irán, en abierto desafío a la veda informativa impuesta por las autoridades, dieron testimonios al mundo de manifestaciones opositoras multitudinarias y de la represión por el gobierno.
Twitter se transforma de red social en red informativa. De mera curiosidad mediática se vuelve un elemento esencial en la cobertura de las crisis políticas y los desastres naturales. Y con esta transformación surge un género periodístico ciudadano y quizás lingüístico que combina la observación inmediata, la narración en tiempo real, la mini autobiografía, la agilidad verbal y a veces algo de poesía, color o humor, con un límite de 140 caracteres y una difusión con alcance teóricamente sin límites.
Sin embargo es un género que también se presta a la especulación irresponsable, la deformación, y la manipulación de los datos.
¿Qué impacto tiene el microbloging en la difusión noticiosa y en el uso de la lengua española? ¿Propicia la evolución o la corrupción de la información y del idioma? ¿Cuál es y debe ser la respuesta de los periodistas tradicionales ante este fenómeno?
La forma verbal de «Twitter» se ha traducido al español de distintas maneras: twittear, gorjear, parlotear. Se trata del envío de textos, denominados tweets, de un máximo de 140 caracteres. Estos microblogs aparecen en la página de perfil del usuario en la web y se envían también instantáneamente a otros usuarios que han elegido la opción de recibirlos.
Twitter funciona a través de casi cualquier plataforma cibernética, particularmente los servicios móviles; esta flexibilidad es una de las claves de su éxito.
Twitter es sencillo, accesible, inmediato y eminentemente portátil. Como resultado, crece vertiginosamente y los hispanohablantes están entre sus más asiduos usuarios. Hace apenas cuatro meses el español llegó a ser un idioma «oficial» de Twitter1 al comenzar a ofrecerse como una de las opciones lingüísticas, con acentos, la ñ, etc. Una evidencia de la pujanza del idioma español es el hecho de que sólo el inglés y el japonés precedieron al español como idiomas apoyados tecnológicamente por Twitter.
El rol de Twitter también ha evolucionado rápidamente. Comenzó como un medio de comunicación social entre amigos y familiares cuya encomienda al «twittear» era simplemente responder a la pregunta, «¿Qué estás haciendo ahora?».
Pero cuando ocurrió el terremoto en Chile la pregunta a responder en Twitter ya no era «¿Qué estás haciendo ahora?» si no, «¿Dónde estás?» «¿Cómo estás?», como bien señala el periódico El Mercurio. Una usuaria le dijo al rotativo que «Twitter fue lo mejor para encontrar y buscar gente, tomó el viejo rol de la radio».2
Los mensajes de los «twitteros» también sirvieron de fuente noticiosa. Alertaban a los medios periodísticos sobre diferentes acontecimientos y ángulos de cobertura. Y los canales de televisión, en particular los de noticias —CNN Chile y TVN 24 Horas—, colocaban en una sección de la pantalla los mensajes textuales de los «twitteros», integrándolos sin costuras a la oferta informativa televisiva.
A diferencia de la situación en Chile, en las primeras horas luego del golpe en Honduras en junio del 2009, Twitter no era un complemento de la cobertura periodística sino que dentro del país la sustituyó directamente; la televisión y la radio habían sido sacadas del aire por el nuevo gobierno o hacían caso omiso de los acontecimientos.
Pero al igual que en Chile, los canales de televisión hondureños, al recuperar sus señales, se sirvieron de los mensajes de los «twitteros» y de los videos enviados desde teléfonos móviles o cámaras de aficionados para enriquecer su cobertura.
¿Pero cuán eficaz y preciso es Twitter como medio noticioso?
Veamos algunos ejemplos de los «twitteos» sobre la crisis hondureña.
En la madrugada del 28 junio, el usuario Yozafath Norori envió una serie de mensajes:
GOLPE DE ESTADO - Se fue la luz aviones militares no paran de salir de las FFAA
El «titular» («Golpe de estado») es tajante y conciso. No refleja nada de los puntos constitucionales que esgrimió el nuevo gobierno hondureño para argumentar que no se trataba realmente de un «golpe». Pero la gran mayoría de los titulares de periódico tampoco.
La siguiente frase («Se fue la luz») no sigue las reglas del periodismo tradicional; no amplía directamente el titular. Pero refleja el aspecto de la crisis que más directa e inmediatamente afecta a este usuario, la carencia de servicio eléctrico. Falta un punto o punto y coma luego de «luz», pero se hace entender.
El último elemento del mensaje («aviones militares no paran de salir de las FFAA») comunica que los despegues son incesantes pero no dimensiona la actividad.
Veamos otro mensaje de Norori:
Como sigan pasando helicópteros tan bajo se van a llevar los tendederos de ropa en las terrazas
Utiliza un lenguaje coloquial que crea en la mente del lector una imagen visual específica y viva, contrastando las ruidosas máquinas bélicas, los helicópteros, con una tarea cotidiana doméstica. Impactante.
Otro mensaje de Norori dice:
Totalmente incomunicado. No luz, No TV, No radio, Solo twitter.
Podríamos agregar a la lista: no verbos. Sin embargo, se entiende.
Cabe señalar que este último mensaje calza con la frase trillada y frecuentemente mal aplicada de Marshall Mcluhan de que «El medio es el mensaje». En este caso, el protagonismo de Twitter, anunciado por Twitter, realmente convierte al medio en el mensaje.
Otro «twittero» hondureño, jsalviac, informó:
Militares imponen toque de queda para frenar que acción popular restituya a Zelaya
Con apenas 81 caracteres, este usuario da fe, en un estilo algo telegráfico, de un ambiente de militarización, la existencia de un toque de queda y la posibilidad de un movimiento ciudadano antigolpista que lleve al regreso del depuesto presidente Zelaya al poder. Dice mucho en pocas palabras y con claridad.3
En las horas luego del terremoto en Chile, muchos mensajes en Twitter se caracterizaron igualmente por su claridad y contundencia. Algunos reflejaban opiniones definitivas, como el de un usuario que denunció que se estaba saqueando «descaradamente» un supermercado y otros que culpaban a empresas constructoras específicas por el colapso de edificios. No eran mensajes con «objetividad periodística» pero su sentir ciertamente encontraría cabida en las páginas de opinión de un periódico.
La «limitación» de los 140 caracteres obliga a los usuarios a ir al grano si desean una comunicación eficaz. Veamos de que otras maneras impacta esta limitación a Twitter como medio periodístico y de expresión personal y, por que no, literaria. El marco de 140 caracteres define a Twitter como medio; es parte de su encanto. Entre otras cosas, limita la cantidad de estática o basura que se puede crear. Además:
Sin embargo, un posible riesgo dada la preeminencia del inglés en el mundo de Twitter es la contaminación o la corrupción del español por los anglicismos o una sintaxis foránea. Los usuarios hispanohablantes advierten que por ahora es esencial conocer las abreviaturas anglosajonas que forman parte del argot de los «twitteros» para entenderse en la web.4 Pero el idioma español ha sabido adaptarse a las nuevas tecnologías e hispanizarlas adecuadamente; un ejemplo es el propio Twitter, como mencionamos anteriormente.
En cuanto al impacto en la comunicación periodística en español de un medio con un límite de 140 caracteres, no se debe suponer que sea inherentemente nocivo. La historia de la aplicación de la tecnología al periodismo indica que los medios nuevos suelen convivir y no sustituir a los existentes: la radio no eliminó a los periódicos, ni la televisión a la radio, ni Internet a la televisión, por lo menos no por ahora. Inclusive Twitter se utiliza frecuentemente como flecha para dirigir al usuario hacia una opción virtual más robusta: se pueden agregar enlaces en los «twitteos» dirigiendo a páginas web, sitios de contenido musical, álbumes de fotos, portales de videos y otros.
Pero hagamos una advertencia. Como bien afirma el columnista Moisés Naím, es tentador pensar que los efectos de Twitter y las otras redes sociales son netamente liberadores y positivos, una manera de poner en manos del ciudadano promedio el poder mediático y darle la vuelta a los gobiernos totalitarios, como en el caso de Irán. Pero Naím señala que los gobiernos no son ningunos «cibertontos»; por ejemplo, el gobierno chino cuenta con personas que intervienen en los chats presentándose como simples participantes pero cuya misión es la de sabotear la conversación. En Rusia, el Kremlin financia empresas de Internet que diseminan mensajes de apoyo al régimen. O sea que Twitter se presta también a la diseminación de la propaganda gubernamental, de la desinformación, de mentiras.
Otro aspecto preocupante que señala Naím es que la vigilancia de los mensajes electrónicos permite a un gobierno represivo enterarse, por ejemplo, de una convocatoria de activistas vía Twitter para una protesta opositora. Utilizando las tecnologías más avanzadas los gobiernos pueden detectar patrones de conducta y estructuras sociales en la red.5
Dados estos peligros y las pasiones y las imprecisiones que pueden caracterizar los «twitteos», los medios periodísticos tienen la obligación de aumentar su escepticismo y redoblar su función fiscalizadora y de verificación al navegar el océano de información, de rumores, de reclamos, de acusaciones, de opiniones y, a veces, necedades, que se maneja a través de Twitter.
Pero si aplican los mejores criterios periodísticos y éticos, si practican la transparencia en su comunicación con el público y observan un cuidado lingüístico, los medios noticiosos tradicionales pueden hacer de Twitter una fuente y un complemento aún más valioso de lo que ha mostrado ser hasta ahora a la labor periodística tradicional.