El español, lengua hablada por cerca de 440 millones de personas en todo el mundo, más allá de su valor académico y cultural, supone una aportación muy concreta a la riqueza de los países que la usan, lo que podríamos denominar un poder de compra que puede cifrarse en torno del 9 % del PIB mundial. Este dato, un poderoso argumento de interrelación económica para el conjunto de países de habla hispana, resulta un factor de desarrollo económico, social y político de primera categoría. El español se convierte así en un activo económico internacional de primer orden que ha de considerarse al mismo nivel que otros indicadores de riqueza y una lengua que va ganando con fuerza espacio en el nuevo entorno digital 2.0., aunque no ocupa aún el tercer lugar que tiene en el mundo como lengua hablada tras el chino mandarín y el inglés.
Nosotros, a través del proyecto «El Valor Económico del Español: una empresa multinacional», hemos querido identificar, conceptualizar y cuantificar las ventajas que el uso del español procura a los países de habla hispana. Este vasto proyecto de investigación interdisciplinar aspira también a crear opinión sobre la importancia y el carácter estratégico de ese importantísimo activo intangible. En él participan quince estudiosos de varias universidades españolas y la colaboración de destacados expertos de universidades de Estados Unidos, de México y de Colombia.
El español, segunda lengua de comunicación internacional, agrupa hoy una comunidad lingüística multinacional formada por una veintena de países que lo tienen como lengua oficial y por muy amplios colectivos de hispanohablantes en Estados Unidos, Brasil y numerosos países europeos, hasta sumar 440 millones de personas. Por otro lado, tenemos una deuda hacia América Latina: la nuestra es una empresa de telecomunicaciones donde la lengua común es la herramienta básica, su materia prima; de hecho, el Grupo goza hoy de una posición privilegiada en este ámbito gracias, en buena medida, a que nuestro desarrollo en América Latina ha sido muy importante y qué duda cabe que se ha visto favorecido por la existencia de una lengua común. Hay una lengua que nos une, una puerta en Europa abierta para América Latina y viceversa, un vehículo que no sólo nos sirve de comunicación, sino que crea riqueza. Desempeñamos una labor en los 20 países en que los que estamos presentes, donde damos servicio a más de 220 millones de clientes que se hablan diariamente más de 10 lenguas distintas. Entre ellas, aparte del español y de las otras lenguas de España, el inglés, el portugués, el alemán, el checo, el eslovaco, etc.
Además, en el mundo cada vez más globalizado en el que se desarrolla nuestro negocio, las personas que formamos parte de Telefónica trabajamos con empresas aliadas en las que se hablan otros idiomas como, por ejemplo, el chino o el italiano. El español es la base de lo que creemos un proceso de internacionalización y hermanamiento. En los últimos años nuestro Grupo ha consolidado su presencia en América Latina y se ha expandido por Europa, convirtiéndose en la mayor operadora integrada del mundo por número de clientes, una de las 50 empresas mayores del mundo por capitalización bursátil y una de las 100 mayores por nivel de ingresos. La filosofía como Grupo reside precisamente en ser conscientes de que el uso internacional del idioma de Cervantes ha contribuido a cambiar la percepción y el peso de las empresas españolas en el mundo.
También, sin lugar a dudas, el peso demográfico del español y su creciente difusión internacional han puesto de relieve las implicaciones políticas y económicas de pertenecer a una gran comunidad lingüística. De las tendencias futuras de la demolingüística se derivan consecuencias que van más allá de los sectores de actividad directamente relacionados con el idioma, como la educación, las industrias culturales o los medios de comunicación, y que tienen que ver con las posibilidades de interacción —política, económica, cultural— que ofrece a sus hablantes el hecho de compartir una misma lengua. Si la base demográfica del español y su difusión internacional son factores primarios de su valor económico, el estudio de la dimensión económica de la lengua española, como la de otras lenguas internacionales, ha de partir necesariamente de una geografía humana del español.
El español es, a principios del siglo xxi, el tercer idioma más hablado del mundo, con más de 400 millones de hablantes repartidos principalmente por una veintena de países. El detalle de la demografía del español distingue entre los hablantes del español como grupo de dominio nativo, formado por 402 millones de personas, y los hablantes del español con competencia limitada, que podrían estar en torno a los 25 millones. Si añadimos a estas cifras la estimación —muy aproximada— de los aprendices de español, los hablantes de español en uno u otro grado superarían los 440 millones.
El análisis del español como lengua internacional ofrece un retrato complejo, con un vasto catálogo de variaciones regionales, situaciones de plurilingüismo y escenarios de contacto con otras lenguas, pero también un conjunto geográficamente compacto (nueve de cada diez hispanohablantes habita en países contiguos de América con amplias mayorías nativas) y un alto índice de comunicatividad entre sus hablantes.
La comparación de las tendencias del español con las de otras lenguas internacionales muestra que el español goza de buena salud demográfica. Aunque el crecimiento de la comunidad lingüística, que alcanzó su mayor ritmo a lo largo del siglo xx, se ha ralentizado considerablemente y tiende a estabilizarse al paso de la transición demográfica, es aún la lengua de origen europeo con mayor vitalidad vegetativa. El grupo de dominio nativo pronto alcanzará al del inglés, si no lo ha hecho ya, y crece más rápido que el chino, de lejos la lengua con el mayor grupo nativo del mundo. Sólo el árabe crece significativamente más que el español. En este panorama, sin embargo, hay que introducir un factor importante que altera de algún modo la evolución natural de la población, y este es el de las migraciones internacionales, que mueven hablantes de un lugar a otro, producen situaciones de multilingüismo y, al menos a corto plazo, pueden modificar los equilibrios sociolingüísticos en los países de acogida. El caso más notorio en las últimas décadas es el de la inmigración de origen hispano en los Estados Unidos, donde los hispanohablantes constituyen desde hace pocos años la primera minoría cultural, que muestra una tendencia mayor que anteriores grupos de inmigración a mantener el bilingüismo con el inglés. La geografía humana del español ha de tener en cuenta estos desplazamientos por cuanto el impacto económico de una lengua está en función de la capacidad productiva de sus hablantes.
Las comparaciones muestran, de otro lado, que si se considera, además del grupo de lengua nativa, el grupo de competencia limitada o de hablantes como segunda lengua, el inglés toma enormes distancias sobre el español y el resto de las lenguas del mundo. Es precisamente en el amplio conocimiento y uso del inglés como segunda lengua internacional donde radica su condición de lengua franca de la globalización. El español es una gran lengua internacional, o hablada en distintas naciones, y tiene el futuro, por así decirlo, asegurado, gracias a su fuerte arraigo regional en América. Pero como muestra el caso del inglés y el de otras lenguas internacionales, el peso demográfico es una condición necesaria pero no suficiente para convertirse en una lengua franca internacional. Si el español ha de desempeñar algún papel en el mundo del futuro será por su capacidad de atracción como segunda lengua, que brota, no sólo de las dimensiones del grupo de sus hablantes, sino además de su utilidad económica y su prestigio cultural.
El Valor Económico del Español también ha investigado el papel que la lengua tiene en los procesos de decisión de los emigrantes y en los resultados de su experiencia migratoria, tomando como referencia el caso español. Se parte de identificar la lengua como un factor que incide en los costes que el emigrante asume para acceder al nuevo país y para instalarse en su mercado de trabajo como un activo que se incorpora al capital humano del emigrante y como un canal de integración en el nuevo entorno social. En relación con estas dimensiones plurales de la lengua, se han analizado cuatro aspectos relevantes:
En cada uno de estos ámbitos se han accedido a conclusiones de interés, que ahora resumimos muy sumariamente.
En primer lugar, una aproximación sencilla a la decisión migratoria sugiere que ésta es el resultado de un balance entre los beneficios netos —presentes y futuros— asociados al desplazamiento y los costes que éste puede suponer para el emigrante y su familia. La emigración será tanto más probable cuanto mayores sean los rendimientos esperados de la emigración y cuanto menores sean los costes — no sólo económicos— que aquella comporta. El dominio de la lengua del país de destino constituye un factor que limita los riesgos y reduce los costes asociados a la instalación e integración del emigrante en el mercado de destino. Por este motivo, cabe suponer que la posesión en el país de origen de una lengua que es oficial en el país de destino facilita la decisión migratoria. Los estudios internacionales tienden a confirmar este supuesto. El caso español no se distancia de este patrón de comportamiento internacional. Nuestro estudio confirma, en línea con alguna de las investigaciones precedentes en esta materia, que el dominio del español constituye uno de los determinantes que con mayor peso ha condicionado la composición de los flujos migratorios hacia España.
Gracias, pues, a la pertenencia a una comunidad lingüística internacional, un mayor número de emigrantes procedentes de países de habla hispana eligen España como país de destino. El efecto asociado a la lengua es, además, en el caso del español superior al asignado al inglés en la inmigración norteamericana. El fundamento de la relación propuesta tiene consecuencias en el ámbito de la política migratoria. Si la comunidad de lengua incrementa la tasa migratoria es porque el conocimiento del idioma del país de destino reduce los costes a los que se enfrenta el emigrante en su instalación y acogida en el nuevo entorno. De similar manera cabe suponer que serán también menores los costes que para el país de acogida tiene la integración de esos emigrantes que conocen y hablan la lengua oficial del país (con todo lo que la lengua porta de usos y significados).
Por lo que se refiere al aprendizaje del español, se ha puesto en evidencia que, aún con la proximidad de la llegada, el proceso de adquisición de un nivel suficiente de conocimiento del español es rápido y exitoso para los muchos inmigrantes que tienen como lengua materna o conocen una lengua romance, pero no tanto para los que no conocen una lengua de ese tipo, entre los que una tercera parte aún tienen un conocimiento muy deficiente diez años después de su llegada. Los resultados analíticos que el nivel educativo, la proximidad lingüística y la duración de la residencia son los determinantes principales de un buen nivel de español. Por ello, las expectativas sobre la evolución de este proceso de logro de habilidades lingüísticas de los inmigrantes son relativamente optimistas, ya que es una población joven y con un elevado porcentaje de procedentes de países de lengua romance. Las expectativas pueden ser preocupantes para grupos de asiáticos o africanos, con menor nivel educativo y elevada lejanía lingüística, con riesgos de carencias lingüísticas serias. El carácter también determinante del nivel educativo y de la escolarización de la segunda generación, apuntan a la importancia de las políticas educativas de amplio espectro, y no sólo de las políticas lingüísticas, como medio de reducir los riesgos de penalización económica y social por esas carencias.
Las comparaciones de los ingresos mensuales medios de los inmigrantes han mostrado que las diferencias pueden alcanzar hasta un 30 por 100 más favorable para quienes hablan muy bien el español; los premios salariales del tipo de competencias lingüísticas son más reducidos, pero alcanzan valores cercanos al 10 por 100 a favor de los inmigrantes que dominan la lectura y la escritura en español. En conjunto, los resultados obtenidos permiten concluir que el dominio de la lengua española constituye un recurso significativo y cooperativo con otros componentes del capital humano en la consecución de los logros laborales de los inmigrantes en España. Si bien la influencia de la lengua podría parecer de una entidad moderada, cabe subrayar el sentido positivo de esta influencia y la consistencia de las estimaciones, más aún cuando el colectivo de referencia de esta investigación está limitado a los inmigrantes económicos.
Por último, los resultados del efecto del idioma sobre la integración social apuntan también a una influencia positiva aunque débil. Una influencia que es más clara para los inmigrantes que no son de lengua materna española pero que la han aprendido hasta hablarla con un buen dominio. Cabe decir que la influencia del español es más positiva sobre los logros laborales (empleo y salario) que para los de integración social, lo que es congruente con el carácter dominante de la inserción laboral de los inmigrantes en su fase inicial, caracterizada por niveles altos de segregación ocupacional y de escasa movilidad laboral ascendente. Ello hace más razonable que la influencia del capital lingüístico común se refleje más en la integración laboral que otras dimensiones de la integración social, y que, en conjunto, refleje el predominio de un patrón de asimilación segmentada.
La lengua es un poderoso facilitador de los flujos económicos internacionales y, desde el punto de vista de las empresas, un gran factor —no el único, pero que sí puede llegar a ser decisivo— de su internacionalización. La magnitud de los intercambios comerciales y de las inversiones exteriores depende, en gran medida, de la potencia económica de los países y de la distancia que les separa. Distancia no solo física (o geodésica), importante en el comercio, sino, si cabe de un modo más perceptible en el caso de los flujos de capital, también psicológica. Una lengua común, en efecto, reduce, por un lado, unos costes de transacción — los de la comprensión idiomática— fundamentales para los intercambios, al tiempo que, por otro, acorta la distancia psicológica con que los empresarios examinan unos y otros mercados y deciden a cuál de ellos comenzar a exportar, o en cuál establecerse primero.
El español, lengua hablada por cerca de 450 millones de personas en todo el mundo, y cuyo «poder de compra» —atribuyéndoles la renta media de sus países— puede cifrarse en torno del 9 % del PIB mundial, se convierte en un poderoso argumento de interrelación económica para el conjunto de países de habla hispana. El caso de España, una vez alcanzada la madurez económica —y de su tejido empresarial— que precisa una proyección activa hacia el exterior, es muy revelador del aprovechamiento de esa ventaja.
Desde el punto de vista del comercio, la lengua común se erige —dentro de los modelos de gravedad que permiten una aproximación cuantitativa a este fenómeno— en una variable determinante, de gran importancia y significación estadística, dentro de los flujos actuales de mercancías. En las estimaciones de Jiménez y Narbona, la «lengua común», genéricamente considerada, supone un factor de multiplicación cercano a tres. Que el español lo sea sustancialmente por encima de esa proporción e, incluso, tan pronto como entran en juego los factores institucionales en el modelo, por encima de lo que la propia lengua inglesa —más allá de su otro papel como lingua franca de los negocios internacionales— representa para los países anglosajones, está reflejando su importancia como elemento aglutinador para los intercambios comerciales dentro del condominio hispánico.
Desde el punto de vista de las inversiones directas exteriores, este efecto es si cabe más intenso. En el caso del español y, sobre todo, al observarlo desde España, la comunidad de lengua —y de lazos interpersonales, históricos y culturales que ésta procura— ha sido un factor decisivo, sin el cual es imposible explicar el enorme montante de flujos de inversión orientados hacia América Latina desde el decenio de 1990. Los países de habla hispana han sido, además, el gran «banco de pruebas» de la internacionalización empresarial de España en pocos años. La gran tarea pendiente es materializar esa ventaja del español como activo económico internacional en un conjunto de países que precisan para ello de más desarrollo y, en particular, mayor calidad institucional. Países en los que el español es aún, más bien, un intangible que suple otras carencias, aproximando lo que éstas distancian. Un recurso potencial, en suma, que hay que materializar.
Hemos estudiado también la relación existente entre la Sociedad de la Información y la presencia de los idiomas en Internet en tres comunidades lingüísticas de proyección internacional, como son la hispanohablante, la francófona y la anglófona. En términos generales, aunque la Sociedad de la Información en la comunidad hispanohablante se encuentra aún a gran distancia de los niveles que se muestran en las otras dos áreas de referencia, en los últimos años esta brecha se ha reducido. Respecto a la posición de los idiomas en Internet, el inglés mantiene un claro liderazgo. Sin embargo, en los últimos años se observa una disminución de su peso relativo en esta red, debido a la presencia cada vez mayor de idiomas asociados a países muy poblados y en clara expansión como China.
El español mantiene una baja posición en Internet (en torno al 4 por 100 de las páginas web están escritas en nuestro idioma), por debajo de la que le correspondería según su peso poblacional. Esto se debe a que la principal variable que determina su presencia en este medio no es el peso poblacional de un idioma, sino el desarrollo de la Sociedad de la Información de los países donde se habla esa lengua. De hecho, un aumento de la dotación de los accesos fijos en los países hispanohablantes, hasta alcanzar los niveles que en este indicador muestran los países anglófonos, permitiría cuadruplicar la presencia del castellano en Internet.
No obstante, existen muchos otros factores condicionantes de la presencia de los idiomas en esta red, vinculados a la consideración de «lengua franca» de un idioma, caracterización que en la actualidad recae sobre el inglés. En todo caso, el español, siendo una de las lenguas más habladas del mundo, tiene la oportunidad de situarse también entre las principales lenguas con presencia en el mayor escaparate idiomático que existe en la actualidad. El camino para conseguir esta meta pasa porque los países hispanohablantes, en especial los latinoamericanos, acometan cuanto antes los esfuerzos precisos en el desarrollo de las infraestructuras de conexión, así como en otros ámbitos en los que muestran un retraso relativo, como la educación, que permitan ampliar la Sociedad de la Información a la mayor parte de la población hispanohablante.
El sector público tiene un papel relevante tanto en el diseño como en el desarrollo de las políticas de promoción y calidad que son necesarias para el desarrollo de ELE. Sin embargo, un primer reto inmediato para las políticas públicas reside en conseguir que esté disponible información fiable sobre el sector. Sin una cuantificación adecuada es muy difícil el diseño de las políticas e imposible la medida del impacto de las mismas o el análisis de su eficiencia de las políticas públicas ni se va a poder medir el impacto de las mismas. Nuestro estudio expone las importantes carencias existentes que hacen necesarios nuevos esfuerzos de cuantificación. Esta cuantificación apropiada no será posible si no se crea una institución del tipo Observatorio de ELE, percibida por todos los actores como positiva, que recabe estos datos.
El Programa Erasmus debe ser considerado dentro del ámbito de ELE ya que supone una cifra muy importante de potenciales y reales estudiantes de español (más de 25.000 alumnos anuales con una estancia media de 6,5 meses por alumno que gastan en España 135 millones de euros), que se sitúan en el escalón más alto de toda la enseñanza de ELE, que se completa con la enseñanza de contenidos en español.
Es necesaria una atención al análisis de las condiciones profesionales de los profesores de ELE para saber si esta actividad está generando puestos de trabajo de alto valor añadido. La capacidad del sector para generar empleo, valor añadido y, en definitiva, bienestar, va a depender de manera crucial de su capacidad para crear puestos de trabajo adecuadamente remunerados para los profesionales formados específicamente en ELE y existe un amplio campo para el desarrollo de políticas públicas dirigidas al empleo de profesores de ELE.
Además de políticas de promoción internacional, donde existen claras economías de escala y evidentes fallos del mercado (ya que los agentes individuales no pueden apropiarse de todos los beneficios que genere la promoción exterior por lo que harán menos difusión de la que sería óptima), existe un importante margen de actuación pública y acción colectiva para reforzar el atractivo del estudio del español y la imagen de España y de los otros países hispanohablantes como destino para el aprendizaje de ELE.
Existe un amplio margen para actuaciones conjuntas en defensa del español de todos los países que componen el condominio lingüístico, en campos tan dispares como:
Sin duda la cultura tiene un valor estético y simbólico más importante que su contenido material; pero necesita de un soporte empresarial y forma parte de la actividad económica de un país. Hablamos de «industrias culturales» para referirnos a ese soporte económico y empresarial de la cultura. La lengua española tiene un papel central en la creación y difusión de los bienes culturales, y por tanto en el valor de las industrias culturales.
Con El Valor Económico del español hemos delimitado un «mapa» de las industrias culturales en las que el español tiene un peso importante, que son las siguientes: artes escénicas; música; cine; televisión y radio; libros; prensa y revistas; archivos y bibliotecas; juegos, juguetes y videojuegos; turismo idiomático; publicidad; y parte de la informática. Hemos analizado en cada sector el peso del idioma, que hemos reflejado en una «ponderación de lengua española», igual que hemos asignado una «ponderación de cultura» en aquellos sectores en que sólo una parte de la actividad está relacionada con la cultura. Con ambas ponderaciones llegamos a una valoración económica para España del conjunto de las «industrias culturales en español» y de cada uno de sus subsectores.
Las «industrias culturales en español» representan en la economía española un valor de 31.737 millones de euros, con datos de 2007; y esto supone un 3,3 % del PIB. Con estimaciones todavía provisionales, hemos calculado un valor de 32.816 millones de euros en 2008 y de 31.635 en 2009, años marcados por la crisis económica. Es una contribución muy importante a la economía nacional; los aspectos económicos de la cultura deben estudiarse junto con las facetas creativas o simbólicas, tanto para entender la economía como la propia cultura. Pero además de esta contribución directa del idioma al valor de las industrias culturales, la difusión del idioma español en todo el mundo posibilita que ese mismo valor económico se corresponda con una gran oferta de talento creativo y una importante facilidad para la difusión de los bienes culturales producidos. Podemos decir que el español, en las industrias culturales, no sólo crea valor económico sino que contribuye a que ese valor económico «rinda más» en términos culturales.
Cada una de las industrias culturales posee características propias. En las artes escénicas destaca, junto al teatro convencional, la fuerza de los espectáculos musicales con danza y música y cantados en español. La música «latina» gana presencia en el sector musical, en los países hispanohablantes pero sobre todo en Estados Unidos. El cine español poco a poco va estando presente en el mundo, pero sobre todo el cine «en español», a través de doblaje, es rey absoluto de las pantallas en España. La televisión es hoy casi omnipresente y en ella las imágenes son tan importantes como la palabra hablada. Los libros son una industria cultural clásica y solidamente asentada. La edición de diarios y revistas en español se hace global gracias a las ediciones en Internet. A estos sectores tradicionales hemos añadido el turismo relacionado con el aprendizaje de la lengua y cultura españolas; los juegos, juguetes, y videojuegos, puesto que una parte de ellos tienen que ver con la cultura y la lengua; la publicidad, que transmite valores y contenidos simbólicos en castellano, y la parte de la informática que el público utiliza para acceder a los contenidos culturales.
Medir el valor económico de la cultura es importante para entender tanto la cultura como la economía, pero sin olvidar que, por definición, la cultura tiene un valor simbólico y estético por encima de su valor utilitario, lo que no siempre se refleja en su valor económico.
Es bien conocido el principal resultado de la obra El valor económico de la lengua española, producto de un equipo de investigación dirigido por Martín Municio en 2003, y que proyectaba para 2004 un valor del español en el PIB del 15 por 100. Pues bien, en la presente contribución, a cargo de dos de los principales miembros de aquel equipo, se desvelan cálculos fechados hasta 2007 —y proyectados hasta 2010— que confirman, con importantes matices y ampliaciones, lo que sabíamos hasta ahora.
Para ello, se utilizan dos técnicas complementarias: la primera, basada en la selección de productos y la posterior determinación de su valor de mercado; la segunda, radical novedad metodológica de este estudio, sustentada en la selección de colectivos de trabajadores que, dentro de las empresas, realizan tareas para las cuales el idioma es materia prima o insumo productivo esencial. El resultado combinado de ambas técnicas resalta, si cabe de un modo más preciso y fundamentado, la importancia que tiene el idioma español para el crecimiento económico, en términos de renta y empleo.
En síntesis, se obtiene que, entre 2000 y 2007, y con el novedoso «procedimiento ampliado», el valor económico del español en el PIB aumentó en un punto porcentual, del 14,6 al 15,6 por ciento. Lo que ha significado un salto en términos monetarios desde los 92 mil millones de euros (92 millardos) contabilizados para 2000 a 164 millardos en 2007.
En términos de empleo, las cifras son si cabe más impresionantes: a tenor del «procedimiento ampliado» se habría pasado en estos años de casi 2,6 millones de puestos de trabajo relacionados con el español en 2000 (el 15 por 100 de la ocupación) a cerca de 3,5 millones en 2007 (el 16, 2 por 100); esto es, unos 900 mil puestos de trabajo más en solo siete años.
Desde el punto de vista sectorial, cinco grupos de actividades —las industrias especializadas en los productos más relacionados con la lengua— concentran las cifras más altas de ese «valor económico del español»: educación (1); comunicaciones (2); servicios culturales (3) e industria editorial (4), encuadradas ambas dentro del conjunto más amplio de «industrias culturales»; y lo que se denominan otras actividades empresariales (5), que incluyen sectores como la publicidad, las «industrias de la lengua» y servicios empresariales del tipo de los «centros de llamadas» y los «servicios de información».
Por último, dos importantes observaciones complementan los principales resultados del estudio aquí esbozados. Por un lado, y contemplando las cifras para el conjunto del período, destaca cómo la valoración económica del español ha crecido de modo sostenido; y lo ha hecho, además, con mayores tasas de crecimiento que las variables macroeconómicas de referencia. Por otro lado, al proyectar los datos hasta 2010 —teniendo en cuenta la coyuntura de crisis posterior a 2008—, las previsiones de Girón y Cañada apuntan a que este peso relativo de español, tanto el términos de producto como de ocupación, se mantendrá sustancialmente en muy parecidas proporciones.
Como conclusión y por todo lo dicho, estamos en condiciones de afirmar aquí, en Valparaíso, y después de varios años de investigación alentada por el Grupo Telefónica y su Fundación que el español, desde el punto de vista del comercio, se erige en una variable determinante para los flujos actuales de bienes y servicios.
Los dos ejes de cohesión hoy más activos en el mundo iberoamericano son la internacionalización empresarial y la política lingüística panhispánica de la Asociación de Academias de la Lengua Española. Si la lengua, genéricamente considerada, supone un factor de multiplicación cercano a tres, el español lo es sustancialmente por encima de esa proporción, según apunta nuestro programa: la lengua española es elemento aglutinador de primer categoría para los intercambios comerciales dentro del condominio hispánico y su importancia en las inversiones directas exteriores es crucial, sin la cual es imposible explicar el enorme montante de flujos de inversión panhispánicos orientados hacia América Latina desde el decenio de 1990.
Hacer buena empresa a escala internacional equivale, hoy por hoy, no sólo a generar beneficios, sino sobre todo a ensanchar lazos y fronteras del idioma, puesto que constituye un ingrediente cultural y social que va más allá incluso de cualquier consideración económica: una política lingüística común y fuerte es un factor vertebrador y un garante de pautas culturales compartidas y de valores socialmente duraderos y prevalecientes entre Europa y América. Seguiremos trabajando y poniendo todo nuestro empeño para que se mantengan.
Muchas gracias.