Sobre el anglicismo en el español caribeño de la diáspora estadounidense Andrew Lynch
Universidad de Miami (Estados Unidos) y Academia Norteamericana de la Lengua Española

En primer lugar, quisiera expresar mi agradecimiento a los distinguidos directores de la Real Academia Española y del Instituto Cervantes, y al Señor Gobernador de Puerto Rico por la amable invitación para que asista al Congreso Internacional de la Lengua Española y participe en este panel. Es para mí un verdadero honor hallarme aquí en compañía de tan admirados colegas, los profesores Humberto López-Morales, Orlando Alba y Luis Ortiz-López. Ya que mis colegas han enfocado la situación de las islas del Caribe, yo quisiera dirigir nuestra atención a la diáspora de origen caribeño en los Estados Unidos.

Tal como llevan afirmando de forma contundente investigadores como Carmen Silva-Corvalán desde hace ya varios años, la influencia del inglés en las variedades del español que se habla en los Estados Unidos se limita principalmente a los niveles léxicos y pragmático-discursivos; solo en algunas instancias la variación morfosintáctica puede atribuirse a la influencia indirecta del inglés debido a patrones pragmático-discursivos, o lo que llamamos «maneras de decir» en inglés (Klee y Lynch 2009). Entre los ejemplos más discutidos de este último fenómeno están frases del tipo ¿Cómo te gustó la película que vimos anoche? o Te llamo para atrás. Dicho de otro modo, aunque nos hallamos frente a formas o modos de expresión anglohablantes al hablar en español, resulta difícil hablar de inserción o incursión del inglés en las estructuras morfosintácticas del español. A nivel léxico, no obstante, sí que se observa la influencia indiscutible del inglés. Es en este preciso aspecto que voy a centrarme hoy aquí.

Es innegable que la hegemonía del inglés en los Estados Unidos —así como la imperiosa influencia cultural y económica de esa nación en las islas del Caribe— hacen que los anglicismos sean un rasgo importante del español en estas zonas del mundo hispanohablante. Ya en 1970, Rose Nash describió el llamado spanglish en Puerto Rico como una «relexificación» gradual del español a través de préstamos, adaptaciones e innovaciones de los tipos que se observan en todas las lenguas (p. 230). Nash concluyó que la influencia del inglés en Puerto Rico estaba llevando a la creación de una variedad distintiva del español en la isla, variedad que en el futuro resultaría parcialmente ininteligible para los que no formaran parte de las comunidades en donde se habla.

Pero unos 45 años después de la afirmación de Nash, estando aquí en San Juan, nos damos cuenta de que su predicción acerca de la potencial falta de inteligibilidad del español en Puerto Rico fue quizás un tanto precipitada. Esto nos lleva a cuestionar la naturaleza del llamado «anglicismo» en términos sociales y estructurales, dentro de una trayectoria espacio-temporal y un marco teórico de cambio lingüístico, no solo aquí en Puerto Rico, sino también en los Estados Unidos. Como bien han afirmado Ricardo Otheguy (2003) y John Lipski (2004), el uso del préstamo, del calco, y la alternancia de códigos no constituyen una lengua híbrida ni estructuralmente diferente—y mucho menos «criolla»—, sino una manera de hablar el español en contacto con el inglés. El llamado spanglish se debe conceptualizar no como un sustantivo, sino como un verbo. Cito a Otheguy (2003), con quien estoy muy de acuerdo, al observar la situación del español en Nueva York: «El que no haya una variedad reconocible que pudiera llamarse spanglish no debe… regocijar en exceso a los que amamos el español, pues la causa primordial de la ausencia de un spanglish la constituye, no sin un punto de triste ironía… la casi desaparición del español en la tercera generación. Pues sucede que los hablantes que empiezan a dejar entrever en su español rasgos mixtos… no han llegado nunca a formar comunidad ni a cuajar en un habla estable. O sea, que esos posibles rasgos espanglizantes no se reproducen» (cf. Lynch 2013).

Pero cabe notar aquí que la realidad que observamos y documentamos de modo empírico en los tratados de lingüística puede diferir de las realidades presentadas y representadas en los mundos de la creación literaria o de los discursos culturales. Si afirma la escritora puertorriqueña Giannina Braschi que, para ella, el spanglish constituye una lengua en sus obras, no estoy yo, como lingüista, para decirle que no es así o que ella no puede afirmar que es así. Vale la pena mencionar lo que es para mí uno de los ejemplos literarios más brillantes de lo que NO es spanglish: el cuento irrisorio de la puertorriqueña Ana Lydia Vega titulado «Pollito chicken».

Abundan las ideologías, pero no abunda el léxico prestado o calcado. Las investigaciones empíricas demuestran que los anglicismos no son tan prevalentes como sugiere el imaginario cultural o la percepción popular que, como afirma Francisco Moreno-Fernández, puede ser engañosa. En un estudio del léxico disponible en hispanohablantes de Chicago en el 2004, Moreno-Fernández notó que el índice de anglicismos era muy inferior al 1 % (2015, p. 262). En Los Ángeles, en conversaciones grabadas con hablantes mexicanos de segunda generación, Carmen Silva-Corvalán (1994) observó que la frecuencia de los calcos era de 0,9 por cada 10 minutos de habla. Entre cubanos radicados en West New York, Ricardo Otheguy, Ofelia García y Mariela Fernández (1989) notaron que los préstamos constituían tan solo el 0,8 % de un corpus que abarcaba casi 13.000 palabras, y los calcos de una sola palabra formaban el 0,1 % del corpus de la primera generación y el 1,6 % del de la segunda generación. En un estudio más reciente realizado por Rachel Varra (2013) en la Ciudad de Nueva York, basado en un corpus de entrevistas sociolingüísticas con 146 hablantes de origen puertorriqueño, cubano, dominicano, mexicano, colombiano y ecuatoriano, se observó que, de más de casi 622.000 palabras producidas en las entrevistas, solo 5 de cada 1000 palabras eran préstamos del inglés. Y aquí en Puerto Rico, como observa Moreno-Fernández en su recién publicado libro La maravillosa historia del español, los estudios lingüísticos muestran que la proporción de anglicismos «no es muy diferente de la que se encuentra en Madrid» (2015, p. 262).

Pero inciden el factor socioecónomico y el uso generacional. Si aquí en Puerto Rico los índices de bilingüismo guardan correlación con la clase social y el espacio urbano, en Estados Unidos la generación parece ser el factor clave. Volviendo al estudio de Rachel Varra en Nueva York, esta autora hizo dos hallazgos muy relevantes. Primero, que los hispanohablantes de clase socioeconómica media en la Gran Manzana producían más préstamos que los de clase obrera (con índices de 5,0 frente a 3,0 respectivamente), y segundo, que el índice de préstamos en los hablantes de segunda generación constituía el doble del uso de préstamos en los hablantes de primera generación (8,8 frente a 4,0 respectivamente). Esta última observación nos puede parecer perfectamente normal y natural, poco digna de comentario, pero tal vez lo que sí nos puede sorprender es que a pesar de su uso más amplio de préstamos, los hablantes de segunda generación están mucho menos dispuestos que sus padres hispanohablantes a considerar los préstamos como aceptables.

Al menos eso nos lo indican dos investigaciones realizadas entre cubanos radicados en Miami. El año pasado, llevé a cabo un estudio (Lynch, en prensa) sobre la difusión social de innovaciones léxicas por influencia del inglés en el español de 130 hablantes cubanos en Miami, teniendo en cuenta la percepción, adopción y aceptación de cuatro formas lingüísticas distintas: préstamos, calcos fonológicos, calcos semánticos y calcos sintácticos. La metodología y el marco teórico fueron los mismos que utilizaron Ricardo Otheguy y Ofelia García en Miami en 1983 (estudio publicado en 1988). El estudio comparativo entre mis resultados con aquellos obtenidos por Otheguy y García hace tres décadas corrobora lo que ya afirmaran estos autores: contrariamente a lo que cabría esperar, la habilidad lingüística en inglés se traduce en menores niveles de aceptabilidad de innovaciones léxicas por influencia de esta lengua. Ambos estudios demuestran que los hablantes con mayores habilidades lingüísticas en las dos lenguas son más conscientes de todos los tipos de calcos y se muestran mucho más reacios al uso de los préstamos. Los hablantes de primera generación, por su lado, con menos conocimiento y competencia en inglés, tienden a percibir el calco y el préstamo como características dialectales o normales de la variedad del español que se habla en Miami. Esta tendencia es aún más acusada en hablantes de niveles inferiores de educación formal. Subrayo que los calcos sintácticos fueron la innovación léxica más aceptada y, junto con los calcos fonológicos, la más difundida, lo cual nos sugiere que estos dos tipos de calco tal vez tengan más futuro en el español hablado por cubanos en Miami que el préstamo, forma que parece ser más marcada por su alta perceptibilidad y consecuente estigmatización sociolingüística (Lynch, en prensa).

Ahora bien, ¿cuál es el impacto del contacto dialectal en los procesos de innovación léxica en los Estados Unidos? Las mayorías históricas puertorriqueñas y cubanas en Nueva York y Miami, respectivamente, se han visto eclipsadas por un amplio abanico de hablantes del español de orígenes diversos en las dos últimas décadas. Ana Celia Zentella ya observó en 1990 en Nueva York como ciertos lexemas que eran propios del español colombiano y cubano eran adoptados por hablantes puertorriqueños por considerar estas variantes socialmente más prestigiosas, mientras que las variantes dominicanas eran rechazadas por su carente prestigio social. Es decir, la preponderancia de puertorriqueños y dominicanos no era equiparable a la preferencia o adopción de variantes léxicas propias de estos dialectos. En Miami, Antoni Fernández Parera (en prensa) ha hecho un hallazgo similar que confirma que, a pesar de la prevalencia de cubanos en la ciudad, las variantes léxicas propias del español cubano no son generalmente adoptadas por aquellos hablantes de otros orígenes dialectales; se prefiere pelear a fajar; traje de baño a trusa; papaya a fruta bomba; gemelos a jimaguas. Aquí incide, sin lugar a dudas, la tendencia a preferir lo que Humberto López-Morales (2006) caracteriza como «términos neutralizadores» en el proceso de globalización léxica del español de nuestra época.

Investigaciones recientes llevadas a cabo en Miami por Gabriela Alfaraz (2014) y también por Phillip Carter y Salvatore Callesano (2015) sobre la percepción de diferentes variedades dialectales del español demuestran que las variedades caribeñas se perciben generalmente como menos correctas que cualquiera de las variedades de Sudamérica o Centroamérica que se hablan en Miami. De hecho, de entre todas las variedades consideradas por Alfaraz (2014) en Miami, el español puertorriqueño y el dominicano son de los menos valorados, junto con el español hablado por los cubanos más recientemente llegados de la isla. A raíz de estos resultados, tiene sentido que las variantes léxicas de origen caribeño se hallen en una posición desfavorecida en los procesos de contacto dialectal. A este respecto, en la mayoría de contextos caribeños como Miami y Nueva York, los anglicismos juegan un papel importante, puesto que, al igual que los lexemas de carácter más global, pueden servir para neutralizar diferencias dialectales muy marcadas, así fomentando la solidaridad en las comunidades hispanohablantes (Zentella 1990).

Para concluir, vale la pena señalar el hecho de que aunque los hablantes de origen mexicano y las variedades mexicano-americanas del español representan una mayoría en los Estados Unidos, las variedades caribeñas del español siguen prevaleciendo en Nueva York, ciudad global por excelencia, y en Miami, centro vital de la banca, el comercio, y los medios de comunicación en español para toda América Latina. Creo que es en estas dos urbes donde se vislumbra un futuro bastante prometedor para la lengua española y, en sus dimensiones léxicas y pragmático-discursivas, un futuro bastante creativo. El futuro hispanohablante de los Estados Unidos está íntimamente vinculado al Caribe, a voces caribeñas, y a voces que reflejan realidades bilingües. Tal como afirmara el Rey en su discurso de inauguración de este congreso, las lenguas «…no son contradictorias con la diversidad: basta con aceptarla de forma natural en cada una de ellas, sin detrimento de sus componentes». En ese sentido, podríamos pensar que el anglicismo es un aspecto vital del español como lengua de la globalización, que convive necesariamente con el inglés, sin detrimento de su integridad ni de su capacidad de expresión.

Bibliografía

  • Alfaraz, Gabriela (2014). «Dialect Perceptions in Real Time: a Restudy of Miami Cuban Perceptions». Journal of Linguistic Geography 2, pp. 74-86.
  • Carter, Phillip y Salvatore Callesano (2015). «Perceptions of Spanish and English in Miami: the Implicit Association Test». Trabajo presentado en Southeastern Conference on Linguistics 82, Raleigh: North Carolina State University.
  • Fernández Parera, Antoni (s. f.) (en prensa). «Lexical Influences and Perceptions of Cuban Spanish in Miami». Cuban Spanish Dialectology: Variation, Contact and Change. Edición a cargo de Alejandro Cuza. Washington, DC: Georgetown University Press.
  • Klee, Carol y Andrew Lynch (2009). El español en contacto con otras lenguas. Washington, DC: Georgetown University Press.
  • López-Morales, Humberto (2006). La globalización del léxico hispánico. Barcelona: Espasa Libros.
  • Lipski, John (2004). «Is “Spanglish” the Third Language of the South?: Truth and Fantasy about US Spanish». Trabajo presentado en LAVIS-III, Tuscaloosa: University of Alabama.
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  • — (2013). «Observaciones sobre comunidad y (dis)continuidad en el estudio sociolingüístico del español en Estados Unidos». El español en los Estados Unidos: E pluribus unum? Enfoques multidisciplinarios. Edición a cargo de Domnita Dumitrescu y Gerardo Piña-Rosales. Nueva York: Academia Norteamericana de la Lengua Española, pp. 67-83.
  • Moreno-Fernández, Francisco (2015). La maravillosa historia del español. Barcelona: Espasa Libros.
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  • Otheguy, Ricardo, Ofelia García y Mariela Fernández (1989). «Transferring, Switching and Modeling in West New York Spanish: an Intergenerational Study». International Journal of the Sociology of Language 79, pp. 41-52.
  • Silva-Corvalán, Carmen (1994). Language Contact and Change. Spanish in Los Angeles. Oxford: Oxford University Press.
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