Precisiones sobre la identidad dialectal dominicana Orlando Alba
Catedrático de Lingüística Hispánica (Universidad Brigham Young, Provo, Utah, Estados Unidos)

Preliminares

Cuando se intenta descubrir la identidad de una realidad, sea una persona, un país o un dialecto, suelen buscarse los rasgos exclusivos o privativos de la entidad en cuestión. La noción de identidad se centra así en la idea de lo distinto, lo peculiar, es decir, lo ausente en el resto de las cosas. Esta concepción concuerda con el segundo sentido que da para dicho término el diccionario académico: «Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás». Pero, por otro lado, el significado de la palabra desde la perspectiva etimológica podría redefinirse como la mismidad, o la condición de ser algo o alguien lo que es, ya que procede del sustantivo identĭtas, y este de ídem, que significa ‘el mismo’, ‘lo mismo’. Y en principio, nada impide que los elementos fundamentales que caracterizan una cosa sean compartidos con otra. El adjetivo idéntico se define, precisamente, como lo que es igual que otro con que se compara, por lo que se puede decir de una mesa que es idéntica a otra, y en sentido ponderativo, que un hijo es idéntico a su padre.

Esta dualidad se encuentra en la base de la diferente interpretación que tradicionalmente se ha dado al tema de la homogeneidad o la diversidad dialectal antillana. Se sabe que muchos investigadores consideran que las tres Antillas hispánicas integran una zona lingüísticamente análoga que hace posible hablar del español antillano como una entidad dialectal única.1 Esta visión unitaria, que en cierto sentido considera los dialectos de las islas como idénticos entre sí, se apoya en el hecho de que las islas del Caribe hispánico comparten muchos rasgos lingüísticos. En el terreno fonético se piensa en fenómenos de reducción consonántica, como la realización de la /s/ implosiva a través de las variantes sibilante, aspirada o elidida; la velarización de la /n/ final de palabra; la articulación aspirada de la jota; la neutralización de /l/ y /r/ en el habla popular. Con respecto a la sintaxis, la coincidencia se revela en la presencia constante del sujeto pronominal frente al verbo (Cuando tú me llames, yo te digo); la no inversión del orden sujeto-verbo en la oración interrogativa (¿Qué tú piensas? ¿Dónde usted va?); la preferencia por el posesivo pospuesto (en el cuarto de nosotros); la difusión paulatina del leísmo, especialmente en estilos formales, como son las despedidas de cartas, presentaciones (Le saluda atentamenteTengo el gusto de invitarle…). En el campo léxico, suele destacarse el uso de arcaísmos peninsulares, como bravo (enojado), bregar (trabajar), frisa (manta). Tampoco falta la mención de marinerismos como amarrar (atar), guindar (colgar), zafar (soltar); de indigenismos como ají, batey, bohío, cazabe, conuco, guanábana, güira, higüero; y de afronegrismos del tipo bembe o bemba (labio grueso), cachimbo (pipa), champola (refresco de guanábana), guarapo (jugo de la caña de azúcar), guineo (banana), mofongo (plátano frito molido con chicharrones), ñame (tubérculo comestible).

Sin embargo, a pesar de las semejanzas en el modo de hablar de las tres islas antillanas, es posible defender la idea de la individualidad lingüística de cada una y cuestionar la existencia de un único español del Caribe desde dos puntos de vista: el subjetivo y el objetivo.

La diversidad dialectal desde la perspectiva subjetiva

Desde el punto de vista subjetivo, está claro que los antillanos tienen conciencia de su identidad lingüística nacional. La impresión de unidad y hasta de uniformidad del español caribeño que tienen algunos investigadores contrasta con las creencias y las apreciaciones subjetivas de los propios ciudadanos puertorriqueños, dominicanos y cubanos. Para los hablantes de la región, sus respectivos dialectos resultan inconfundiblemente distintos. Y por eso, muchos dominicanos son capaces de reconocer por su manera de hablar a un puertorriqueño o a un cubano. Y cuando no logran identificarlos de forma positiva, al menos descubren negativamente que no son, que no hablan como dominicanos. Lo mismo ocurre, naturalmente, en sentido inverso. Un ejemplo de la percepción de la diferencia lo aporta la siguiente anécdota contada por un conocido humorista dominicano:2

Lo dominicano somo una raza que no damo a conocer dondequiera que vamo. El dominicano no tiene que ver para darse a conocer. Mira. Lo dominicano vamo a Puerto Rico, y hablamo como puertorriqueño. Cruzamo pa Miami y hablamo una mehcla de puertorriqueño con cubano. Y ponemo vaina de aquí. Y te dicen, pueh nene, epérate un momento, que tengo que ir a chequear esa vaina, chico. Que eso e, etá del carajo. Porque se te meclan toda la cosa. El caso e no quedar mal.

Resulta evidente que cuando dice y hablamo como puertorriqueño, y más adelante, una mehcla de puertorriqueño con cubano, el humorista manifiesta la percepción, compartida por muchos de sus compatriotas, de que la forma de hablar de los dominicanos es distinta a la de sus dos vecinos antillanos. En su caricaturización, enfatiza especialmente el factor de la entonación y un elemento léxico emblemático de cada isla: nene para Puerto Rico y chico para Cuba.

Otra muestra de la percepción de la propia idiosincrasia lingüística se descubre en las expresiones de una señora dominicana de nivel sociocultural bajo que, por medio de un vídeo, le envía un mensaje a una amiga norteamericana que se ha mudado a Puerto Rico:

Mira, rubia, tú sí ere mala, ni siquiera llama, ni te acuerda de nosotro. Te queremo, loca vieja. Mira, rubia, ¿cuándo viene, nena? Soy boricua ahora. Llama a uno.

Luego de recriminarla por no haberse comunicado por teléfono, la señora alude de forma festiva al hecho de que su amiga se ha ido a vivir a Puerto Rico, llamándola nena, un vocativo que en las Antillas se considera típicamente puertorriqueño, y describiéndose irónicamente a sí misma como boricua, es decir, puertorriqueña. Al hacerlo, intenta hablar con vocabulario y entonación propios de Puerto Rico, revelando así su creencia de que ambos modos de hablar son distintos.

En una encuesta realizada recientemente en Santo Domingo y en Santiago, se solicitó a 235 estudiantes universitarios que manifestaran su opinión acerca de la siguiente afirmación: «La manera de hablar de los dominicanos es diferente a la de los cubanos y los puertorriqueños». Según se puede observar en la gráfica número 1, una aplastante mayoría del 97 % de la muestra evalúa positivamente el enunciado. Y tres de cada cuatro jóvenes no solamente aprueban la idea expresada en la oración, sino que confiesan estar muy de acuerdo con ella. Estas cifras confirman la hipótesis de que, al menos desde la perspectiva subjetiva de las creencias que sostienen los hablantes, existe un modo de hablar típico de los dominicanos.

Gráfica 1. «La manera de hablar de los dominicanos es diferente a la de los cubanos y los puertorriqueños».

Otro aspecto que permite establecer una diferencia sociolingüística entre las tres Antillas desde la perspectiva subjetiva, es la presencia de un sentimiento de inseguridad lingüística en la mente de muchos dominicanos y su ausencia, o la presencia atenuada de dicha actitud, entre los hablantes de los otros dos dialectos.3 A este propósito resulta pertinente hacer referencia al fenómeno de la hipercorrección en la pronunciación de la /s/ que se descubre en la actuación de los locutores y reporteros de las noticias en la televisión dominicana.4 Los datos del trabajo de Alba sobre este tema revelan que los presentadores y reporteros de Cuba, de Puerto Rico y de otros países no tienen reparo en pronunciar variablemente la /s/, utilizando unas veces la variante [s] y otras, la variante relajada [h]. En cambio, sus homólogos dominicanos, en un obvio despliegue de inseguridad lingüística, pronuncian de forma exclusiva la variante sibilante. Es como si se avergonzaran del uso de la variante aspirada, a pesar de ser esta la forma preferida por los hablantes cultos del país. No sería absurdo pensar que el sentimiento de inseguridad lingüística, presente en la conciencia de muchos dominicanos y que conduce a una especie de menosprecio del modo de hablar propio, sea el causante de una reacción extrema, exagerada, de hipercorrección, de parte de los locutores, de los reporteros, de los presentadores y, por qué no, incluso de los productores de las noticias y los dueños de los medios orales de comunicación. Si este sector de la población opina que el habla culta de sus compatriotas no es correcta ni apropiada para usos formales, resulta lógico que, consciente o inconscientemente, los comunicadores intenten alejar la manera de hablar empleada en la transmisión de las noticias, del modo como se expresan ellos mismos y los demás miembros de la comunidad en situaciones naturales. Y lo hacen utilizando como recurso la retención sistemática del segmento /s/, cuya eliminación muy frecuente se ha convertido en emblema del habla popular («incorrecta») dominicana.

Gráfica 2. Variantes de /s/ en el habla de presentadores y reporteros de noticias en TV dominicana.

En la gráfica 2 se ofrecen los datos correspondientes a las variantes de la /s/ final de sílaba y de palabra que aparecen en las intervenciones de 10 reporteros y presentadores de la televisión dominicana. La cantidad total de casos de /s/ registrados fue de 523. Según se observa, las cifras de la gráfica son realmente impresionantes: revelan una pronunciación prácticamente invariable y uniforme de la /s/.

Para ilustrar la realidad expresada por los porcentajes de la gráfica, se muestran aquí los siguientes textos, correspondientes a sendos reporteros de noticias:

Vamos a iniciar esta entrega con la autoridad metropolitana de transporte, que ha detenido cerca de dos mil vehículos en dos días, por circular sin renovar las placas. Los apurados dueños reconocen sus faltas y realizan gestiones tales como pagar la multa que encarece aún más el impuesto para renovar el marbete. Los vehículos son quitados a sus dueños cuando cometen alguna infracción…

Lanzaron escombros a la vía y obstruyeron el tránsito vehicular. Denunciaron que las autoridades veganas han prometido varias veces la reparación de esa importante vía en el Pinito y nunca han cumplido su promesa.

Frente a los textos anteriores, resulta oportuno analizar el comentario que en un panel de televisión hizo un conocido abogado, ex rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo:

Ninguna política de manera aislada resuelve el problema, eh, ni siquiera el, la reforma del sihtema penitenciario y convertirlo en el mejor modelo penitenciario, eso solo no resuelve el problema. Ahora, eh, tiene que haber una, una cantidad de medidas y entre ellah el tema de la pena es correcto. Yo ehtoy totalmente de acuerdo con que es saludable, como una de lah tantah medidah que hay tomar para mejorar el sihtema de juhticia en la República Dominicana, poner la pe, la cadena perpetua, simplemente, por el hecho de que aquí nadie cumple la pena que le ponen. Voy a repetirlo: nadie cumple la, la pena que le ponen. Al que, al que lo condenan a treinta, o lo indultan o se va a loh quince, y así por el ehtilo. Pero en cadena perpetua, entonceØ ahí no tiene ninguna posibilidad. EntonceØ hay crímeneh muy graveh que yo creo sí que ameritan cadena perpetua.

Fácilmente se comprueba el visible contraste que con relación al habla de los reporteros revela el texto anterior, en el que la aspirada [h] es la variante mayoritaria de /s/. De un total de 18 casos de /s/ en posición final de sílaba, 12 (el 67 %) se manifiestan con el alófono aspirado [h]. En los dos primeros ejemplos, sin embargo, dicho segmento es realizado de manera constante como sibilante [s]. Con este comportamiento, los periodistas o locutores que presentan las noticias en la televisión dominicana marcan una neta diferencia con la norma lingüística culta de su propio país que, incluso en los estilos más formales, incluye elevados porcentajes de la variante aspirada.

Gráfica 3. Variantes de /s/ en hablantes cultos en entrevistas de TV.

La gráfica 3 recoge las variantes de /s/ producidas por 10 hablantes cultos dominicanos (abogados, médicos, economistas, etcétera) cuando participaban en entrevistas en distintos programas de televisión. Según se puede observar, la variante aspirada [h] aparece con una frecuencia casi tres veces mayor que la sibilante [s], en un contexto comunicativo que, si bien es cierto que se puede catalogar de natural, implica, sin embargo, un alto nivel de formalidad, como es la situación de un programa de debate o una entrevista por televisión.

Ese marcado distanciamiento de la pronunciación de los locutores dominicanos con respecto a la de los hablantes cultos de su país, no se percibe tanto en la actuación de sus homólogos de Cuba y de Puerto Rico, que parecen aceptar la variante aspirada de la /s/ como válida para el uso en las transmisiones de noticias de la televisión. El primero de los siguientes ejemplos corresponde a una reportera cubana y el segundo, al presentador y a un reportero de un programa de noticias de Puerto Rico. En ambos casos la /s/ aparece alternativamente bajo las variantes [s] y [h], lo que resulta congruente con la pronunciación formal de los hablantes cultos de sus respectivos países.

En la velada hizo entrega del original de «Canción de cuna para dehpertar a un negrito», una poesía ehcrita por Nicoláh Guillén, en mil novecientos cincuenta y tres, y que se encontraba en los archivos del periódico Gramma. La jornada de la prensa en Camagüey, prevé en su programación el intercambio con ehtudiantes de periodihmo y organismos de la Provincia, la colocación de una ofrenda floral a José Martí, entre otras acciones. Dehde Camagüey, Judith Márqueh Díah, Sihtema Informativo de la Televisión Cubana.

Chelsea Clinton reiteró en la ihla nena el compromiso de su madre de devolver y limpiar lah tierrah que fueron ocupadah por la Marina. Rafael Elín López noh tiene la noticia de primera plana. – En un acto estrictamente proselitihta, en el que otra vez, en el caso de la campaña Clinton, la prensa no puede preguntar, Chelsea Clinton caminó por lah calleh de Vieques y visitó varios centroh comunitarios con loh lídereh localeh de la campaña de su madre, la senadora por Nueva York.

En resumen, la actuación de los presentadores y reporteros de las noticias televisivas constituye al menos un síntoma de que en la mente de una parte de la población dominicana persiste un sentimiento de inseguridad lingüística o de falta de apego a su propio modo de hablar que está ausente o, si existe, es muy discreto en el caso de los cubanos y de los puertorriqueños.5

La diversidad dialectal desde la perspectiva objetiva

Desde el punto de vista objetivo, existen importantes diferencias dialectales entre las tres Antillas. Los estudios de conjunto destacan la unidad lingüística antillana porque se apoyan en la consideración global de ciertos hechos: debilitamiento consonántico, elementos léxicos de origen marinero, indígena, africano. Suponen que esos procesos fonéticos están presentes en las tres islas con la misma proporción y que el vocabulario arcaico, indígena, etcétera está integrado por las mismas unidades. Sin embargo, el análisis cuantitativo de varios fenómenos evidencia distinciones lingüísticas notables entre las tres Antillas.

En realidad, todo depende del alcance de la investigación. Lógicamente, el resultado de la comparación cambia según los rasgos lingüísticos que se elijan para hacer el estudio. Es indudable que el español hablado en las tres islas coincide si se toman en cuenta, por ejemplo, el seseo, el yeísmo, la velarización de la /n/ final, la denominación guagua para el autobús, la no inversión del orden sujeto-verbo en la interrogación. Pero no sucede igual si en la comparación se trabaja con fenómenos como la variedad de realizaciones de las líquidas /r/ y /l/ en posición implosiva, la pronunciación de la erre, el uso de ciertos pronombres, la entonación, y una larga serie de unidades léxicas, como los términos referentes a la cometa, al autoestop, o a la papaya, entre otros.

Por otra parte, la impresión de homogeneidad también ha sido fomentada por el hecho de que con frecuencia la comparación se ha quedado al nivel de la norma culta de los diversos países.6 Se sabe que a medida que desciende el nivel sociocultural de los hablantes, se acrecienta el grado de diferenciación dialectal entre las regiones y, a la inversa, las divergencias se reducen cuando se comparan grupos de nivel alto. Se trata de una consecuencia lógica de la acción niveladora que ejercen la educación, los viajes y otros factores. La comparación del habla de un obrero de Cuba y uno dominicano dará como resultado un mayor número de diferencias que la de un médico habanero y uno santiaguero. Por esta razón, cuando se detallan los rasgos del modo de hablar de dos países, es normal que entre los hechos relevantes, los realmente distintivos, se descubran más formas estigmatizadas, exclusivas del nivel social bajo, que fenómenos cultos, de uso general.

Diferencias cuantitativas

En muchas ocasiones, un dialecto o modo de hablar se diferencia de otro no por la presencia frente a la ausencia de ciertos rasgos, sino más bien porque estos rasgos se encuentran con mayor o con menor frecuencia en uno u otro modo de hablar. Un examen cuidadoso permite descubrir distinciones fonéticas cuantitativas entre los dialectos de Puerto Rico y de la República Dominicana. De acuerdo con los análisis de López Morales7 y de Alba,8 el desgaste de la /s/ se encuentra en una etapa mucho más avanzada en la República Dominicana que en Puerto Rico. Los datos del cuadro 1 ponen de manifiesto que en el español dominicano de Santiago, la elisión de la sibilante sobrepasa el 60 % de los datos globales y la variante aspirada apenas aparece alrededor del 20 % de las ocasiones. Sin embargo, en San Juan de Puerto Rico, los índices de elisión se mantienen por debajo del 20 % en posición interna de palabra, y los de aspiración se elevan hasta alcanzar el 80 %, con lo que se revela el mayor conservadurismo de la modalidad puertorriqueña.

Cuadro 1
  San Juan, PR Santiago, RD
interna final interna final
[s]: % 10 % 10 % 11 %
[h]: 81 % 44 % 29 % 20 %
[Ø]: 12 % 46 % 61 % 69 %

Cuadro 1. Porcentaje de las variantes de /s/ implosiva, interna de palabra (esto) y final de palabra (dos), en San Juan, Puerto Rico, y en Santiago, República Dominicana.

Los textos siguientes, tomados de conversaciones libres de dos jóvenes universitarias, permiten ilustrar la situación que denuncian las cifras anteriores. En cada caso, las realizaciones aspiradas aparecen indicadas con el símbolo h, y las elisiones con ø.

Estudiante universitaria puertorriqueña:

Noh hemoh unido, porque hemoh vihto que ehtamoh peleando lo mihmo, gente no solo ambienta-lihtah, ciudadanoh comuneh y corrienteh, que eso eh lo que se le hace difícil a la gente entender. Somos ciudadanoh comuneh y corrienteh que noh han pasado ehtah cosaø y hemoh vihto que ehtá pasando lo mihmo en todoh ladoø y noh hemoh unido para que se ehcuche nuehtra voh, a ver si por fin pasa algo.

Estudiante universitaria dominicana:

Y a nosotroø loø ingenieroø, como ella dijo, se noø cataloga aquí, principalmente, en este país, de que privamoø que sabemoø mucho Cálculo, mucha Física, y que todo lo sabemoø. No es así. Bueno, ella eøpecificó Ingeniería Civil, pero quiero defender loø ingenieroø. Simplemente que a nosotroø noø dan tanta Física y tanto Cálculo que de alguna forma tenemoø que sacarlo en cara, ¿uøted no cree?

Una rápida mirada a las breves muestras anteriores pone en evidencia que mientras la estudiante puertorriqueña utiliza casi de forma exclusiva la variante aspirada [h], la dominicana, en cambio, conserva la sibilante [s] en unas pocas palabras, pero elimina completamente el sonido en la mayor parte de los casos.

Cuando se considera el habla de los sujetos de clase social baja, se manifiesta con mucha mayor claridad la situación del desgaste experimentado por el segmento /s/ en la modalidad dominicana. En este caso, la elisión alcanza unos índices extremos que se aproximan al 100 % del total, como queda confirmado en los siguientes textos:

Ama de casa dominicana de clase baja:

Nosotroø, por ejemplo, mi papá se iba, una veh mi papá trabajaba en una presa. Y cuando él se iba a trabajar, era como a las cinco o a laø cuatro de la mañana, cuando nosotroø noø levantábamoø ya él se había ido y no lo veíamoø en el día entero, haøta las seiø de la tarde o la siete que él llegaba. Pero cuando él llegaba, nosotroø lo eøperábamoø, aunque no trajera nada, lo eøperábamos siempre, ¡ey!, para que él contara, eh, como, qué sé yo, lo que hizo en el día. Que él siempre tenía algo que contar, aunque fuera una mentira.

Obrero dominicano:

Y necesitaban una persona para que trabajara como maquiniøta fijo, porque un señor, lamentablemente, que fue el que me llevó, el padrino mío, diøcutió con una persona y dijo que no iba a trabajar máø, y le tiró su puñetazo. Lamentablemente salió el padrino y se quedó el ahijao. El ahijao atendió el asunto. Resolví la máquina como ocho meseø. Me fijaron como maquiniøta. A todo el mundo lo fijan como aparador, a mí me fijaron como maquiniøta. Otra eøcala buena. Me guøtó esa. Luego me interesé, comencé punchando con una llave, reparando cositaø luego. Eøtudié, eøtudié, eøtudié haøta que en la graduación me dieron mi diploma, fui uno de loø mejoreø

Diferencias cualitativas

Pero las diferencias fonéticas existentes no solo son de carácter cuantitativo. Las realizaciones de otros fonemas permiten establecer diferencias fonéticas cualitativas que, como se sabe, tienen un poder de discriminación dialectal mucho mayor que las primeras. La distinción no se basa en este caso en la presencia numérica desigual de las mismas variantes de una variable en diversos dialectos, como pasa con las realizaciones [s], [h] y [Ø] del fonema /s/, sino en la utilización de un fenómeno típico o exclusivo de una zona geográfica o de un grupo social determinado. Son ejemplos de esta situación, la pronunciación velar de la vibrante múltiple /r/ y la realización fricativa de la /ĉ/ en el español de Puerto Rico, hechos que no aparecen de forma usual y generalizada en la República Dominicana ni en Cuba.9

Con relación al proceso de velarización de la vibrante múltiple, López Morales indica que «Puerto Rico se destaca del resto del Caribe hispánico por este fenómeno que resulta prácticamente desconocido en otros dialectos de la zona».10 Por tal razón, muchos hablantes de las islas vecinas utilizan este rasgo emblemático de Puerto Rico para caricaturizar y hacer burla de sus habitantes. Los análisis sociolingüísticos que se han hecho sobre el fenómeno dejan ver que se trata de un caso con una fuerte estigmatización. Es producido por hablantes que pertenecen a todos los niveles del espectro social, pero las diferencias de frecuencia son muy grandes. Las cifras aumentan considerablemente a medida que se baja a los estratos inferiores.

A continuación se ofrecen algunas ilustraciones del fenómeno, tomadas de conversaciones libres realizadas por hablantes de Puerto Rico.

El tanque de oxígeno se usa para respirar. Y ¿quién te lo dio? ¿Tu abuelo? ¿Y tu abuelo te dijo algo? Me dijo: No te lo lleves, no te lo lleves. Eso sería el único chiste… que se me ocurre.

Se me atahcó aquí, eh, la carreta de bueyes.

Con respecto al relajamiento de la palatal /ĉ/, Vaquero señala que «las realizaciones del fonema africado /ĉ/ presentan gran variación: en Puerto Rico pueden organizarse en seis tipos, con marcada tendencia a la fricación».11 Esta propensión señalada por Vaquero al describir la pronunciación puertorriqueña, no ha sido documentada en el español dominicano ni en el cubano.

El siguiente ejemplo proviene de la conversación de una empleada gubernamental en Puerto Rico:

Y realmente no sé, no sé realmente si esa es la deuda que tiene el muchacho, o si el papá está mintiendo. Por cuarenta dólares es, es poco. Una vida vale mucho, mucho más que eso.

Por su parte, la vocalización de las líquidas implosivas caracteriza de forma cualitativa el español de gran parte de la República Dominicana: comei (comer), paique (parque), aigo (algo). Se trata de un fenómeno fuertemente estigmatizado, convertido en emblema del habla popular de la región norte dominicana, que no se ha propagado en el español cubano ni en el puertorriqueño.12 El texto que se muestra corresponde a un obrero de la zona norte dominicana:

Y yo poi lo meno donde encuentro una peisona que me dice «vamo a tai paite», que yo veo poi lo meno que e una peisona que yo sé que no me puede hacer un daño, poøque como etá la cosa ahora mihmo también.

En el español de Cuba, lo más representativo en el terreno fonético es la asimilación de las líquidas a la consonante siguiente ([kobbáta] corbata, [ággo] algo), originando un proceso de geminación muy minoritario en la República Dominicana y en Puerto Rico, según atestigua la bibliografía correspondiente en cada país.13

Los ejemplos siguientes pertenecen a dos cubanos: un obrero y un profesor, respectivamente:

Lo que sí no puedo per[d]der[l] eh la ehperanza de lograr[l]lo.

Los cubanos estamos todos regados por el mundo preguntándonos el por[k]qué de esta mal[d]dición de estar todos tan separados.

A las distinciones anteriores hay que añadir las notables diferencias en las curvas de entonación propias de cada isla que, sin duda, constituyen la marca más visible que permite a los hablantes antillanos reconocer la procedencia de sus vecinos. En el caso particular del español dominicano, un rasgo muy peculiar de la entonación, que se ha generalizado sobre todo en el habla femenina, consiste en una subida considerable del tono en enunciados con valor aclaratorio, enfático, en el interior de la oración.14 Estas secuencias alcanzan una altura tonal propia de interrogaciones hasta llegar justo antes de la última sílaba acentuada, para caer bruscamente en la sílaba final, como se comprueba en el espectrograma 1, que reproduce la secuencia «en el Grupo Médico Bolívar».

Espectrograma 1: «en el Grupo Médico Bolívar».

El enunciado presentado en el espectrograma 1 forma parte del texto siguiente, producido por una señora dominicana de clase media:

Me lo mandó a hacer el encefalograma, me lo mandó a hacer en el Grupo Médico Bolívar, pero yo no se lo hice allá porque había que llamar para coger cita. Y se lo hice en el Veinte-treinta. Luego se lo llevé, me dijo que ese estudio no servía, que yo tenía que volvérselo a hacer al Grupo Médico Bolívar.

Para resaltar contrastivamente las diferencias, a continuación se muestran los esquemas que caracterizan la curva de entonación propia de la interrogación. La misma frase es pronunciada por un hablante de cada una de las tres Antillas. Se trata de la pregunta «¿Llamó Helena?», que proporciona como ilustración la Real Academia Española en la reciente obra que acompaña el tomo de «Fonética» de la Nueva gramática.15 Como es lógico, de la comparación de estos tres ejemplos no se pueden extraer conclusiones definitivas. Para ello habría que realizar una investigación mucho más amplia, apoyada en una muestra representativa que incluya hablantes de ambos sexos y de distinta condición sociocultural. Pero las diferencias reveladas por el análisis al menos son un indicio de la existencia de unos patrones peculiares que podrían corroborar la percepción que tienen muchos antillanos de la individualidad dialectal de cada isla.

La confrontación de las tres gráficas permite apreciar unas diferencias importantes. En primer lugar, es notable el contraste que revela la curva de entonación desde el punto en que comienza a subir, el valle, hasta el lugar donde empieza a bajar, el pico final.16 En el caso de Cuba, la diferencia entre ambos puntos es de 165 Hz (200 Hz en el punto bajo y 365.3 Hz en el más alto). Estas cifras revelan un salto brusco que representa más del doble del que se observa en la gráfica correspondiente a la hablante puertorriqueña, donde la diferencia es solo de 74 Hz (188.4-262.4 Hz). Pero la oposición es aún más apreciable cuando se coteja la curva cubana con la dominicana. En esta ocasión, la distancia es cuatro veces mayor, ya que el hablante dominicano produce un aumento de apenas 39 Hz entre el punto más bajo y el más alto de la secuencia interrogativa (111 frente a 150 Hz). Por su parte, otro factor digno de mención es la duración de las sílabas tónicas, que marca una diferencia muy destacada, especialmente entre Cuba y la República Dominicana: 213 ms frente a 141 ms, respectivamente, para la sílaba acentuada de la palabra «Helena». Asimismo, merece subrayarse la colocación del pico culminante con relación a las sílabas tónicas. En tanto las gráficas cubana y puertorriqueña manifiestan una correspondencia entre el pico y la última sílaba acentuada de la frase, en la dominicana el pico se sitúa justo antes de la sílaba tónica, en la He de «Helena».

Espectrograma 2. Cuba: «¿Llamó Helena?».
Espectrograma 3. Puerto Rico: «¿Llamó Helena?».
Espectrograma 4. República Dominicana: «¿Llamó Helena?».

En el terreno sintáctico también existen diferencias de tipo cualitativo entre las tres Antillas. Por ejemplo, en el habla popular dominicana se dan fenómenos como la doble negación (No, todavía no ha salido no.) y el uso del pronombre ello ante verbos impersonales (Ello hay. Ello no se sabía), que no se encuentran difundidos en el español de las otras islas. Por su parte, en Puerto Rico es común el orden lo más que, en vez de lo que más: Eso es lo más que me duele. Lo más que le ilusiona ahora a Juan es poder regresar a su pueblo. A su vez, en la República Dominicana y en Cuba es normal el uso del alomorfo diminutivo -ico cuando la última consonante de la raíz es una t- (ratico, gatico), un fenómeno que no ocurre en Puerto Rico.

En cuanto al léxico, existen unidades que marcan una oposición entre las tres Antillas. Dentro de la región, son exclusivos de Cuba los términos fruta-bomba (papaya), fula (dólar), guanajo (tonto), marañón (anacardo), papalote (cometa); de Puerto Rico, chango (bromista), chiringa (cometa), coquí (pequeño sapo), monga (gripe), pon (autoestop); y de la República Dominicana, chichigua (cometa), chin (poquito), lechosa (papaya), yipeta (vehículo todoterreno), yunyún (granizado). Y de forma muy comprensible, la presencia de los anglicismos resulta mucho más intensa en Puerto Rico que en las otras islas, donde no circulan normalmente préstamos que pertenecen al léxico usual de los puertorriqueños, como bill, break, brown, counter, dry cleaning, issue, laundry.

El cuadro 2 reúne algunos términos distintivos de cada dialecto.

Cuba

Puerto Rico

R. Dominicana

  • boniato («batata»)
  • botella («autoestop»; dar o pedir…)
  • cheche («fanfarrón»)
  • chico (forma apelativa)
  • fruta bomba («papaya»)
  • guajiro («campesino»)
  • guanajo («tonto»)
  • jelengue («desorden»)
  • marañón («anacardo»)
  • papalote («cometa»)
  • sinsonte («pájaro que canta»)
  • ¡ay, bendito! (interjección)
  • chango («tímido»)
  • chavo («centavo», «dinero»)
  • chiringa («cometa»)
  • coquí («sapo pequeño»)
  • monga («catarro», «gripe»)
  • nene (forma apelativa)
  • pantalla («pendiente», «arete»)
  • parcha («maracuyá», «chinola»)
  • piragua («granizado»)
  • pon («autoestop»; dar o pedir…)
  • bola («autoestop»; dar o pedir…)
  • cajuil («anacardo», «marañón»)
  • campuno («rural» - despectivo)
  • chichigua («cometa»)
  • chinola («maracuyá», «parcha»)
  • comparón («orgulloso»)
  • concho («tipo de taxi»)
  • frío frío («granizado»)
  • lechosa («papaya»)
  • pariguayo («tonto», «ridículo»)
  • yipeta («todoterreno», «SUV»)
Cuadro 2. Algunos términos distintivos de cada isla del Caribe.

Conclusión

Se podría argüir que las distinciones señaladas resultan escasas en relación con los múltiples rasgos lingüísticos comunes a las tres Antillas. Y, lógicamente, las semejanzas no solo son, sino que tienen que ser más numerosas que las discrepancias. No puede olvidarse que, a fin de cuentas, en las tres islas se habla la misma lengua, por lo que las diferencias entre el modo de hablar en una y otra quedan necesariamente enmarcadas dentro del sistema español. Además, cuando se establece una comparación, se parte de la premisa de que los elementos que se contrastan son semejantes, homogéneos, es decir, pertenecientes a la misma clase. Para que dos entidades sean confrontables, se espera que haya entre ambas una base común de comparación. Por eso, se compara un lápiz con un bolígrafo o con una pluma, pero no con una gallina ni con la libertad, por ejemplo. En consecuencia, dando por sentada la coincidencia general o básica de la mayoría de sus propiedades, unos pocos rasgos resultan suficientes para establecer la oposición entre dos realidades, ya sean dos novelas, dos pinturas, dos personas o dos dialectos.

Aunque es obvio que el español de las tres grandes islas antillanas comparte muchos rasgos, no muestra la homogeneidad lingüística necesaria para poder ser considerado como una sola entidad dialectal. Al contrario, cada isla posee y manifiesta su propia idiosincrasia lingüística.

Según se ha mostrado en este artículo, en el plano objetivo son muy importantes las diferencias fonéticas cuantitativas y también las cualitativas entre los dialectos de cada país. Asimismo, son distintas algunas estructuras sintácticas, y una serie de unidades léxicas actúan también como elementos distintivos. A todo esto se añade la entonación, posiblemente el indicador de mayor fuerza diferenciadora desde el punto de vista dialectológico y sociolingüístico.

Por otra parte, las diferencias se revelan también desde la perspectiva subjetiva. Hay evidencias de que los hablantes tienen plena conciencia de su propia identidad lingüística nacional. Por esa razón, muchos no solamente son capaces de distinguir por su manera de hablar a los ciudadanos de las otras dos islas, sino que a veces incluso los caricaturizan y se burlan de su variedad lingüística, porque son distintos en cada una de las Antillas los juicios evaluativos y las actitudes de los hablantes ante determinados hechos, como la entonación, variantes fonéticas peculiares, algunas formas sintácticas y ciertas unidades léxicas.

Por tanto, según la concepción de Labov,17 aun aceptando que las coincidencias lingüísticas objetivas entre las islas hispánicas de las Antillas son predominantes, hay que concluir que las tres pertenecen a la misma comunidad lingüística (obviamente, en todas se habla español), pero que no componen una misma comunidad de habla. Y esto equivale a reconocer, en definitiva, que no comparten el mismo modo de hablar, es decir, el mismo dialecto.

Referencias bibliográficas

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  • Zamora, Juan y Guitart, Jorge (1982). Dialectología Hispanoamericana. Teoría-Descripción-Historia, Ediciones Almar, Salamanca.

Notas

  • 1. La obra de conjunto más completa sobre el español de la zona es la de Humberto López Morales, El español del Caribe, Editorial Mapfre, Madrid, 1992. En la página 295, el autor afirma: «el Caribe hispánico presenta una situación de relativa identidad». Y son bien conocidas las propuestas de división dialectal del español hispanoamericano que se han formulado. En todas se colocan a las tres islas dentro de la misma zona: Pedro Henríquez Ureña, «Observaciones sobre el español de América», Revista de Filología Española, VIII, (Madrid, 1921), pp. 357-390; José Pedro Rona, «El problema de la división del español americano en zonas dialectales», en Presente y futuro de la lengua española, Tomo I, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1964, pp. 215-226; Juan Zamora y Jorge Guitart, Dialectología Hispanoamericana. Teoría-Descripción-Historia, Ediciones Almar, Salamanca, 1982.Volver
  • 2. El fragmento citado se puede escuchar en Youtube, disponible en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=JWL4Jvvw7N0Volver
  • 3. El concepto de inseguridad lingüística se ha popularizado desde las investigaciones iniciales de Labov en los grandes almacenes de la ciudad de Nueva York. Una descripción muy completa y clara sobre el tema es ofrecida por López Morales en su Sociolingüística, 2004, Madrid: Gredos, pp. 277-279. La inseguridad lingüística se revela cuando hay una oposición entre la actuación y la evaluación que hacen los hablantes de su propio modo de hablar, es decir, cuando existe un contraste entre las formas consideradas correctas y las que en efecto se utilizan en el habla espontánea.Volver
  • 4. El tema ha sido estudiado por Orlando Alba, «Hipercorrección en los programas de noticias en la televisión de la República Dominicana», en Raúl Ávila (ed.), Variación del español en los medios, El Colegio de México, México, 2011, pp. 165-192. Aparece también en Orlando Alba, La identidad lingüística de los dominicanos, 2009, Santo Domingo: Ediciones Librería La Trinitaria, pp. 79-112.Volver
  • 5. Para más detalles acerca del sentimiento de inseguridad lingüística de los dominicanos, puede consultarse la obra de Orlando Alba, Cómo hablamos los dominicanos, 2004, Santo Domingo: Grupo E. León Jiménez, pp. 314-325 (disponible en internet: http://scholarsarchive.byu.edu/books/3/). Además, Orlando Alba, «Nuestro español es peor, pero es nuestro español», Español Actual, 80 (Madrid, 2003), pp. 85-92.Volver
  • 6. Con referencia a la llamada homogeneidad del español americano, José Pedro Rona afirma que «este verdadero lugar común pudo conservarse debido al hecho de que el contacto entre hispanoamericanos se realiza casi siempre en un nivel cultural elevado o semielevado, nunca en un nivel cultural bajo, sobre todo cuando las distancias entre los dos hablares que se comparan son relativamente grandes». Véase «El problema de la división del español americano en zonas dialectales», 1964. Presente y futuro de la lengua española, Tomo I, Madrid: Ediciones de Cultura Hispánica, p. 215.Volver
  • 7. Ver Humberto López Morales, Estratificación social del español de San Juan de Puerto Rico, México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1983, p. 42.Volver
  • 8. Orlando Alba, Variación fonética y diversidad social en el español dominicano de Santiago, Santiago: PUCMM, 1990, pp. 58 y 77.Volver
  • 9. En Cuba, solamente en Yateras, una pequeña población del oriente de la isla, parece producirse el fenómeno de la velarización.Volver
  • 10. Humberto López Morales, op. cit., 1983, p. 139.Volver
  • 11. María Vaquero, «Antillas», en Manuel Alvar (director), Manual de dialectología hispánica. El español de América, Editorial Ariel, S.A., Barcelona, 1996, pp. 51-67.Volver
  • 12. El hecho de que este y los demás hechos citados sean peculiares de una sola zona geográfica o de determinado grupo social en una de las islas, demuestra precisamente que ni siquiera dentro de un mismo país hay completa homogeneidad lingüística, reforzando así la idea de la diversidad dialectal antillana que se defiende en este trabajo.Volver
  • 13. Sobre el tema, puede verse el artículo de Puica Dohotaru (2007), «El segmento fonológico –/R/ en el habla popular de la ciudad de La Habana», en Marlen Domínguez Hernández (ed.), La lengua en Cuba. Estudios, Universidad de Santiago de Compostela, Santiago, 2007, pp. 101-146. Según este estudio, en la zona de La Habana, la variante mayoritaria del segmento /r/ es la asimilada a la consonante siguiente.Volver
  • 14. Sobre este y otros esquemas propios de la entonación dominicana, pueden verse los trabajos de Erik Willis, «Tonal Prominence Relations in Dominican Spanish Declaratives and Interrogatives», Journal of Portuguese Linguistics, 5/6 1 & 2, (Lisboa, 2007), pp. 179-202; y Erik Willis, «Dominican Spanish Absolute Interrogatives in Broad Focus», en Timothy Face (ed.), Laboratory Approaches to Spanish Phonology, Mouton de Gruyter, Berlín, 2004, pp. 61-91.Volver
  • 15. Real Academia Española, Las voces del español. Tiempo y espacio, Espasa, Madrid, 2011.Volver
  • 16. Dejo constancia aquí de mi agradecimiento al colega Scott Alvord, por su valiosa ayuda en la confección e interpretación de las gráficas, realizadas con el programa computacional Praat.Volver
  • 17. William Labov, Sociolinguistic Patterns, University of Pennsylvania Press, Philadelphia, 1984, p. 158. De acuerdo con el autor, una comunidad de habla no se puede concebir como un grupo de hablantes que utilizan las mismas formas, sino como un grupo que comparte las mismas normas con relación a la lengua.Volver