En este trabajo se analiza la relación entre dos lenguas con estatus social diferente, pero que conviven durante varios siglos en una misma región de la Argentina. Por un lado, el español cuya presencia en las provincias de Neuquén y Río Negro1 —o sea la Patagonia norte— data del último tercio del siglo xix. Por otro, está la lengua mapuche cuyo período de expansión se inicia en el siglo xvii y abarca desde el norte de la provincia de Santa Cruz hasta el sur de Santa Fe incluyendo parte de Córdoba, San Luis, La Pampa, sur de Mendoza, Buenos Aires, Río Negro, Neuquén y Chubut, dejando claras marcas en la toponimia de todo el área. En la actualidad pueden hallarse rasgos de esta lengua en la variedad no estándar del español patagónico y, en especial, en el etnolecto denominado español mapuchizado.
Los trabajos de Lenz (1940:244-249; Alonso 1953: 268-321) constituyen el punto de partida para el estudio del contacto mapuche-español. Como antecedentes generales pueden citarse también las publicaciones de Giese (1950), Oroz (1950) y Rabanales (1953) que analizaron los hispanismos en el mapuche. Con posterioridad otros investigadores se han ocupado del contacto entre las dos lenguas estudiando las interferencias en ambas direcciones. Al respecto pueden citarse los trabajos de Cassano (1972), Sepúlveda (1976), Salas (1978), Acuña (1987), Acuña y Menegotto (1992, 1994, 1995a; 1995b, 1997, 1998a; 1998b), Díaz-Fernández (1994), Malvestitti (1994), Fernández Garay (1996), Hernández Salles y Ramos Pizarro (1978, 1979, 1983a; 1983b), Lagos Altamirano y Olivera Ahumada (1988), Fernández (1997a; 1997b, 2005), Virkel (1999, 2004) que han tratado los préstamos, así como las situaciones de contacto que han dado origen a una variedad denominada español mapuchizado.2
Para ello se ha recurrido a investigaciones propias y de estudiosos que se han ocupado de esta temática.
Con respecto a esta variedad deben señalarse varios aspectos vinculados exclusivamente con el contexto investigativo patagónico. En primer lugar, se trata de estudios relativamente recientes que se inician a fines del siglo xx, en la década del 80. Los mismos surgen como consecuencia de investigaciones sobre la variedad no estándar del español patagónico o apaisanado3 (Fernández, 2005) en los que, inicialmente, no se establecen diferencias claras entre esta variedad y la mapuchizada. Sobre la influencia del mapuzungu en la variedad no estándar apaisanada hay que señalar que ambas comparten numerosos rasgos; muestra de ello es que, en general, los investigadores comenzaron refiriéndose al español rural no estándar como mapuchizado confundiendo variedades que son distintas. Esto es explicable debido a la homogeneidad de la población desde el punto de vista socioeconómico, por su bajo nivel de escolaridad, por compartir igual grado de aislamiento, durante largos períodos del año, así como por la conformación mixta (mapuches y criollos-paisanos) de los grupos familiares.
Con posterioridad (Fernández, 2005) un enfoque más pormenorizado permitió establecer algunas características propias de cada una de las variedades.
En segundo lugar, se considera como español mapuchizado a las construcciones agramaticales, a los rasgos fonológicos y a los préstamos léxicos que se diferencian de la variedad estándar regional patagónica y de la variedad de español apaisanado en la que evidencian influencia del modelo propio del mapuzungu.4 Vale decir que se tienen en cuenta rasgos que no son compartidos con otras variedades.
Los usuarios de español mapuchizado tienen como lengua materna el mapuche (L1) y desde la misma se aproximan al español, su L2; al hacerlo mantienen el modelo de la L1. Consecuentemente, al comunicarse en L2 recurren a este etnolecto, cuyo grado de inteligibilidad no responde a las pautas de la variedad regional del español patagónico.
Veamos algunos casos en el plano fonológico.
En mapuche los alófonos para /f/ fricativa, labial que están en variación libre son: [f] labiodental, fricativo, sordo; [j] bilabial, fricativo, sordo; [v] labiodental, fricativo, sonoro y [ß] bilabial, fricativo, sonoro (Suárez, 1959 y Goldbert ,1975).
Por ejemplo, en el español mapuchizado, bruja se realiza como [fruja], o sea que [b] (labial, oclusiva, sonora) del español cambia por [f]; también suele darse, aunque escasamente, el cambio de sonora por sorda [b] [p] (chomba) /ĉompa/.
Ocurre que en español se diferencian las fricativas sonoras de las sordas. El fonema /f/ en español concuerda con el mapuche, pero en esta lengua puede ser pronunciado como [v], [f], [j], [ß] e incluso [p]. Al estar en variación libre el hablante elige cualquiera de las posibilidades que le ofrece el sistema. Esto significa que en el etnolecto se refuncionaliza el sistema.
Estos cambios no sólo se han dado en el habla oral sino también en la escritura (Fernández, 2005: 83-87) lo cual afirma la profundidad y estabilidad de los mismos. Con respecto a los lugares de registro se hallaron en escuelas de comunidades mapuches de la provincia de Neuquén (Painefilu, Aucapán, entre otras), pero también en escuelas rurales de Cipolletti (Río Negro), Centenario, Añelo (Neuquén) con alumnos de origen mapuche y no mapuche, aunque en estos de manera ocasional.5
El nivel morfosintáctico es el más complejo en la incorporación de estructuras del mapuzungu. En el caso del número, el mismo es expresado con un morfema específico: pu que pluraliza la secuencia; la ausencia del morfema indica el singular.
En el ejemplo cuatros año puede interpretarse que se trata de un caso de transferencia del sustantivo años al adjetivo cuatro. Así es muy usual esta construcción que se explica por la ausencia del fonema /s/ (fricativo dental) en la lengua mapuche.
Esa misma ambigüedad aparece en el género dado que se usa wentru (hombre) o alka (macho) o zomo (mujer) para marcar el masculino o el femenino. De allí que resulte indistinto decir la idiomia de nosotro (el idioma nuestro/ de nosotros) o el foto (la foto). También puede mencionarse la fluctuación en el tratamiento entre el vos y el usted o la caída de /s/ en final de palabra.
Se registran otros rasgos como:
la omisión y uso atípico de los pronombres objetivos (dativos y acusativos) y reflexivos (se); diferente orden de constituyentes; uso generalizado del se en construcciones no reflexivas; desaparición y uso particular de preposiciones; problemas de concordancia de número sujeto-objeto; concordancia tú/vos/usted atípicas.
(Fernández, 2005: 29).
Con respecto al plano léxico puede señalarse que es el más productivo en préstamos incorporados al español general. Esto se ha dado en la fitonimia a través de vocablos como coihue, coirón, luma, michay, ñancolahuén, colihue, chapel, ñire, maitén; en la toponimia por nombres como Bariloche, Mainqué, Choele Choel, Buta Ranquil, Chimpay, Chichinales. Chos Malal, Neuquén, Limay. En la lengua general se han incorporado también numerosos términos tales como laucha, diuca, malón, guata y antropónimos muy usuales como Ailén, Nahuel, Ayelén, Antu (Fernández, 2003).
Desde el punto de vista teórico, la contactología (Zimmerman 1995) o las lenguas en contacto (Weinrecich 1953) ofrecen explicaciones al cambio lingüístico desde la perspectiva social.
Al decir de Escobar y Wölck (2009:13): «El estatus innovativo del producto lingüístico del contacto, y en algunos casos de la variedad lingüística de contacto, se establece primeramente mediante la diferenciación de las características lingüísticas de la variedad en cuestión con otra que se considera modelo o que no se emplea en un contexto de contacto lingüístico».
Puede considerarse que la variedad de contacto analizada responde a la mayoría de las condiciones que Wölck (2009:164) señala para el etnolecto, esto es:
Señala, además, otras dos características que se darían en los «casos norteamericanos»:
Con respecto a los puntos a) y b) las comunidades mapuches patagónicas son estables, desde hace más de dos siglos comparten un territorio acotado que hasta hace pocos años se conocía como «reservas».
Sobre los puntos c) y d) hay que indicar que el español mapuchizado es estigmatizado peyorativamente. Los mapuches que emplean esa variedad constituyen el grupo caracterizado por la baja escolaridad o analfabetismo, situación de pobreza, habitante de zonas rurales aisladas; el rasgo más saliente es que su primera lengua es el mapuzungu y su acceso al español puede considerarse socialmente rudimentario.
Con respecto al quinto ítem señalado (e) debe agregarse que se da la situación inversa a la mencionada por Wölck, ya que precisamente tienen escasa competencia en la lengua dominante, en cambio (ítem f) se trata de una variedad de transición que tiende a desaparecer como ocurriera con el cocoliche en Argentina. La relación establecida entre estas dos lenguas ha producido lo que en la actualidad puede considerarse también un cronolecto empleado casi exclusivamente entre hablantes mayores de 50 o 60 años. En general, a partir de esa edad es que la L1 pasa a ser el español y no el mapuzungu.
Debe señalarse, en acuerdo con lo mencionado por Wölck (2009: 164) que «Los etnolectos nunca son radicalmente distintos a la variedad más cercana de la lengua mayoritaria. Sus rasgos son suficientes para que los hablantes vecinos puedan usarlos como marcadores de etnicidad y, a veces, de estatus inferior».
Consecuentemente, el español mapuchizado puede caracterizarse como etnolecto, ya que reúne la mayoría de las condiciones que exige Wölck.
El español mapuchizado es un etnolecto o una variedad no estándar asociada a un estrato social bajo que tiene rasgos adquiridos por el contacto o por la adquisición de la segunda lengua, esto es el español. Debe señalarse que en la medida en que el mapuzungu deja de ser la lengua materna o L1 esa variedad tiende a desaparecer.
Por último, hay que mencionar que el español apaisanado y el mapuchizado son variedades no estándar que parten de lenguas diferentes. La primera del español rural patagónico y la segunda del mapuzungu.