La Enciclopedia del Español en el Mundo, el más completo catálogo sobre la difusión del español en todo el planeta, revela que las telenovelas desempeñan un papel fundamental para que una legión de televidentes de todo el mundo se interese por el idioma de Cervantes y por la cultura hispanoamericana.
En los artículos sobre Rumania, Albania, Malasia, Indonesia, Kenia e Israel, los autores de la monumental obra del Instituto Cervantes mencionan las telenovelas entre los factores que contribuyen a difundir el español en el mundo.
Cuatro de ellos mencionan otro elemento fundamental de la cultura popular, la música, y dos el fútbol, sobre todo por el interés que ha despertado la actuación de algunos astros destacados de ese deporte en equipos españoles.
Las cifras confirman esa proyección internacional: la telenovela venezolana Topacio se exportó a 45 países, las de Telemundo llegan a 87 naciones, las venezolanas van a 100 países, Televisión Azteca exporta a más de 120 y la telenovela Kassandra logró un lugar en el libro de marcas mundiales de Guinness con su difusión en 128 de los 195 países del mundo.
Una revisión de las telenovelas hispanoamericanas que se difundían en febrero del 2010 dio resultados sorprendentes. En Azerbaiyán, el canal Líder transmitía La fea más bella, Tierra de pasiones y Dame Chocolate. Los armenios podían ver Gata Salvaje por el canal C1. En Bosnia, Pin<BH transmitía Destilando amor, Marina y Heridas de amor. Los canales btv, nova y TV7 de Bulgaria ofrecían Luna la heredera, Rubí y Sos mi vida. En Croacia se podía ver Duelo de pasiones por HRT. Sos mi vida y Rubí, además de Cuando seas mía, estaban a disposición de los televidentes checos. En Malasia, astro Prima y TV3 lanzaban al aire El cuerpo del deseo y La mujer en el espejo. En Mauricio, los canales MBC1 y MBC2 echaban Luna la heredera. Georgia, por medio de IMEDI, transmitía Gata salvaje. Los televidentes del Canal Creta en Grecia podían ver La extraña dama. En Polonia, Tú o nadie y Celeste eran ofrecidos por Polonia 1. Rebelde se daba en el Kanal A de Eslovenia, mientras que en Serbia, los canales PIN y Fox daban Marina, Destilando amor, La viuda de blanco y La fea más bella.
Una cantidad de portales extranjeros están dedicados a las telenovelas. En febrero del 2010, el checo www.latin.cz ofrecía reseñas de diez telenovelas hispanoamericanas, entre ellas Corazón salvaje y Perro amor, además de noticias, galería de fotos, encuestas y comentarios. El www.telenovele-slo.net/portal, esloveno, destacaba Vidas robadas (Ukradena zivljenja) con Facundo Arana, Soledad Silveyra, Juan Gil Navarro y Mónica Antonópulos. En Croacia funciona www.aspunice.net, que a fines del 2009 tenía noticia sobre Dame chocolate, Rebelde, Cuidado con el ángel y Amor en custodia. En Lituania está el www.telenovelas.ten.lt, que además de anunciar Estamos unidos en portada, en febrero del 2010 tenía 21 459 mensajes recibidos. Y en www.telenovela-world.com, en inglés y español, se pueden ver 25 foros de actores y actrices además de una cantidad de portales de telenovelas.
No menos rico es el anecdotario en torno de las telenovelas en el mundo. La ilustre autora cubana Delia Fiallo, orgullosa de haber escrito Kassandra, la telenovela récord, nos cuenta que durante el conflicto por Kosovo, hubo en esa región todavía serbia «una petición a (Slobodan) Milosevic y al ministerio de justicia venezolano exigiendo que se interrumpiera el proceso contra Kassandra, acusada de haber cometido un asesinato y decían en su solicitud ‘sabemos que es inocente’…».
La venezolana Lupita Ferrer, una de las actrices de telenovelas más famosas en la historia del género, por su parte, nos reveló que «estando en Nueva York me llamó el alcalde Michael Bloomberg porque él también disfruta de las telenovelas. ¡Me conocía de las telenovelas!».
Las proezas de Kassandra no terminan allí. El productor y realizador venezolano Alberto Giarrocco nos dice que «esta telenovela produjo un hecho insólito: en el conflicto de Sarajevo se acordó el cese de las actividades durante la hora de emisión».
Por su parte Marimar hizo que las mezquitas de Costa de Marfil llamaran más temprano a la oración para que la población no se perdiera un solo capítulo o, más bien, para no restar feligreses.
Según nos cuenta el actor paraguayo Arnaldo André, «estaba en Río de Janeiro y un grupo de turistas israelíes me llamó por el nombre de mi personaje, Lázaro, en un español más o menos dificultoso».
En Albania se generalizó la moda de poner a los recién nacidos nombres de personajes de telenovelas.
El interminable anecdotario es ilustrativo de la enorme difusión de los «culebrones» o «teleseries» que el filólogo Alberto Gómez Font califica de «escaparates del idioma» y el libretista Luis Zelkowicz de «catedrales del habla popular».
Para el lingüista Humberto Hernández, las telenovelas «son determinantes en la actual expansión y conquista de la lengua española en el mundo. Son buenas transmisoras de la lengua española en todas sus variedades lingüísticas y están haciendo una buena promoción del español en el mundo».
El autor de la popularísima Betty la fea, Fernando Gaitán, considera que el género «es el principal medio del continente con más penetración que el cine, la novela o el teatro».
Coincide con la opinión de Enrique Durand, jefe de redacción de CNN en español, quien nos dice que las telenovelas «son un vehículo penetrante e influyente en la difusión del español en países de otra habla, no sólo desde el punto de vista lingüístico sino también cultural».
Para Ferrer, las telenovelas «desempeñan un papel importante en la difusión del idioma ya que ayudan a que la gente lo estudie y aprenda».
Y Adriana Bianco, la Adrianita que fue considerada «la Shirley Temple del cine argentino», las considera «excelentes embajadoras de nuestra cultura, aunque sea una aproximación muy panorámica».
Si bien la enorme mayoría admite la monumental difusión de las obras del género en el planeta, no todos las miran con buenos ojos. Uno de los representantes de esa minoría es Delibor Soldatic, jefe de cátedra de Estudios Ibéricos en la Facultad de Filología de la Universidad de Belgrado. «Según un sondeo improvisado entre los estudiantes», dice, «unos quieren estudiar español porque ‘suena hermoso’ o porque lamentablemente se ven impresionados por las telenovelas, mientras que otros aspiran a leer en el original a Cervantes, García Lorca o García Márquez».
Por su parte el actor mexicano Ariel López Padilla esgrime un optimismo cauteloso: «no sé si realmente promueven el español en países no hispanohablantes, pero al menos nos conocen por estas producciones televisivas».
«Hoy día —dice un artículo en el Correo de la UNESCO— (la telenovela) es un producto tan emblemático de América Latina como la salsa o el fútbol».
Y en un giro original que refleja la proyección internacional de la telenovela, se ha atribuido al éxito del género «un ejemplo de imperialismo cultural invertido» o «la venganza de Moctezuma».
La televisión israelí cuenta con los canales Viva y Viva Platina que emiten telenovelas ininterrumpidamente subtituladas en hebreo, lo que permite que los televidentes escuchen el español original. Una africana le dijo a Humberto López Morales, el secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua, que las telenovelas subtituladas en suahili, además de entretener, eran muy útiles para el aprendizaje del español.
Ese parece ser el factor decisivo en la utilidad de las novelas para difundir el idioma. Según reconoce un artículo sobre el español en Rumania, «el éxito de las telenovelas suramericanas, que se emiten siempre subtituladas al rumano y sin doblar, ha habituado a muchas rumanas a la lengua de Cervantes».
La emisión de las telenovelas hispanas en su versión original y con subtítulos en el idioma del país en que se emite, dice la revista Triana Abril, «ha provocado que miles de personas en el mundo —sobre todo mujeres— hablen y entiendan español sin haber pasado por la escuela de idiomas».
Delia Fiallo recordó que «estábamos haciendo un viaje por Grecia mi hija, mi esposo y yo. Una mucama del barco, que era húngara, le habló a mi hija en español, y ésta le preguntó ‘¿Cómo sabes español’ y le respondió ‘Por una telenovela, Kassandra’. La telenovela salía con subtítulos pero con audio en español desde Venezuela. Y mi hija le dijo ‘Ven que te presento a la autora: ¡es mi mamá!’ En un español perfecto nos dijo que se había interesado a aprender español por mi novela».
La exitosa autora aventura una explicación de la atracción que ejerce ese español exportado a los cuatro rincones del mundo. Por lo general, dice, las telenovelas latinoamericanas salen al aire en el extranjero «con ‘letreritos’ traducidos, pero llevan el diálogo con las voces de sus intérpretes, y al parecer la cadencia y suavidad del idioma latino cautivan e invitan a ser aprendido».
Por el contrario el doblaje es el peor enemigo de la difusión del español, según coinciden nuestros encuestados, ya que impide la transmisión de ese canto de sirena que suele ser el tono, el timbre, la dicción y el ritmo del idioma. El galán argentino Duillo Marzio nos dice que «como la mayoría de las telenovelas son dobladas en otros países, no creo que ayuden a difundir el español». Y la actriz mexicana Alondra se muestra igualmente escéptica porque «las telenovelas mexicanas, que son por cierto las de mayor éxito en el mundo, desde hace décadas se difunden en otros países de no habla hispana pero dobladas en el idioma del lugar».
Osmán Viloria, que fue fundador y director general de la Academia Nacional de Ciencias y Artes del Cine y la Televisión de Venezuela, y su asistente Viviana Cusi son tajantes: opinan que las telenovelas contribuyen a la difusión de la cultura hispanohablante «siempre y cuando no estén dobladas a otros idiomas». De mantener el audio, dicen, pueden despertar curiosidad y un posible interés por aprender el español.
Una estadounidense que estudia un curso de telenovela en Georgia, Erinn Williams, es de la misma opinión. Cuando se le preguntó si el género contribuía a promover el español en países que hablan otros idiomas, respondió «No realmente. A menos que sepan español antes, la gente probablemente se limita a usar subtítulos».
En cambio su compañera de curso, Deena Lipson, cree que el gusto por el idioma no sólo entra por el sonido sino también por el diálogo y por la acción. Nos comenta que «si uno ve una telenovela, lo más probable es que sea en español, y puede tener o no subtítulos. De un modo u otro, uno está escuchando español y teniendo una experiencia del lenguaje, de modo que creo que decididamente ayudan a promover el idioma debido a esta experiencia».
En dos ponencias en el Primer Congreso de la Lengua en la ciudad mexicana de Zacatecas, en 1997, se sugirió utilizar el formato de la telenovela para contribuir a la enseñanza del español. En una de ellas, la autora cubana María Elena Pelly propuso específicamente «la inclusión en la clase de español como lengua materna el análisis —según niveles de enseñanza— de rasgos variacionales observables en productos televisivos procedentes de otros países hispanohablantes como telenovelas, series, aventuras, etc.». En la otra, la mexicana Camen Koleff y la sueca Marianne Akerberg propusieron una telenovela para enseñar el idioma.
En el Segundo Congreso de la Lengua en Valladolid, cuatro años después, Thalia Dorwick, vicepresidenta y jefa de ediciones de humanidades, ciencias sociales y lenguas de McGraw-Hill, anunciaba lo que calificó de «curso innovador de español en multimedios». Dijo que el programa Destinos se basaba en una telenovela cultural en video que abarcaba todas las poblaciones de hispanohablantes en el mundo.
Y en las postrimerías del 2009, la Radio Televisión Española RTVE promovía su programa Hola ¿qué tal? que a decir de Diego Ibáñez, su director de operaciones comerciales, presentaba «el modo telenovela que le da una perspectiva de humor, con una mezcla de caracteres y acentos».
No solamente el género sino el mismo medio de transmisión parece ser un vehículo pedagógico idóneo, como dice Gloria Bazzochi en su artículo «El uso de la televisión en la clase de español como lengua extranjera», en la Enciclopedia del Español en el Mundo: «la exposición a situaciones de contacto con la lengua y la cultura a través de un instrumento familiar y cotidiano como es la televisión puede contribuir también a tomar mayor conciencia de la propia cultura en un significativo proceso de interacción mutua».
Actores, actrices, productores, libretistas involucrados en el género aseguran que las telenovelas facilitan el aprendizaje del español y muchos de ellos esgrimen anécdotas a modo de prueba.
Adriana Bianco «Adrianita», residente en Miami, sostiene que en Estados Unidos muchos estudiantes ven telenovelas en los canales hispanos para aprender español. Del 1 al 7 de noviembre del 2009 se difundían 27 telenovelas hispanas en Estados Unidos por medio de Univisión, Telefutura, Telemundo y Azteca América.
Mucha gente de habla inglesa aprende español con las telenovelas. La ciudad de Nueva York evoca un recuerdo de Arnaldo André, el galán paraguayo que entró por la puerta grande en las telenovelas argentinas. «Me acuerdo que estaba en el hotel y había un grupo de cuatro o cinco norteamericanos que veían mi novela», nos cuenta, «y me dijeron que lo hacían para aprender el idioma».
«Tengo muchísimos amigos angloparlantes acá en Estados Unidos que complementan sus estudios de español con las telenovelas», dice el libretista Zelkowicz, particularmente capacitado para hablar sobre el aspecto pedagógico del género ya que es profesor de literatura y castellano.
Y Giarrocco, el productor, observa que los televidentes de habla no hispana que deciden aprender el idioma aprovechan las telenovelas para practicar conversación.
La profesora venezolana Carolina Acosta Alzuru ha concretado en realidad el sueño de los proponentes de las telenovelas como herramienta para enseñar español: ha logrado una cátedra en la Universidad de Georgia.
Con gran cantidad de interesados, Acosta Alzuru enseña en inglés la materia «Telenovelas, culture & society» en la Escuela Grady de Periodismo y Comunicación de Masas en esa universidad.
La profesora nos indica que en el período lectivo correspondiente al invierno del 2009-2010, tenía 24 estudiantes —21 estadounidenses y tres hispanos— de 19 a 22 años, a quienes «les exijo un nivel de español».
Acosta Alzuru agrega que sus alumnos tienen que escoger una telenovela en español (que pueden buscar en Internet o comprar) y escribir un análisis, después entrar en Internet para buscar reacciones en Facebook, Twitter o blogs, y finalmente elegir un aspecto de la telenovela que eligieron o del género en sí y aportar seis entradas al blog de la profesora.
Pero aparte de la cátedra, muchos estadounidenses —interesados o no en estudiar formalmente el español— están fascinados con el melodrama de los culebrones. El blog CARAY CARAY ofrece resúmenes en inglés de todas las telenovelas que están en el aire en Estados Unidos. Pero, como acota la profesora venezolana, «ellos las ven en español».
¿Y qué dicen los estudiantes de la cátedra de Georgia?
Erinn Williams dijo que se anotó en el curso de la profesora venezolana porque buscaba un curso sobre Hispanoamérica que no tuviera que ver con historia o política sino con su cultura.
«Como el curso duraba un semestre, supuse que había algo más sobre las telenovelas más complejo de lo que yo creía», nos escribe. «Había mucho que aprender. Básicamente era un vistazo entre bambalinas al mundo de las telenovelas. Creo que el aspecto de la producción y del consumo fue lo más interesante. El mundo de las telenovelas tiene un ritmo vertiginoso. Para los que trabajan en él no hay tiempo para relajarse hasta que termina el espectáculo. El mundo es sorprendente ya que la gente es muy abierta como para compartir sus vidas con cualquiera que quiera aprender. ¡Me encanta!».
Su compañera de clase Deena Lipson opina que al ver una telenovela «uno participa en uno de los principales aspectos para aprender un idioma… escuchar. Al escuchar uno está aprendiendo. Esto puede ayudarte a mejorar el vocabulario fácilmente, porque oyes una palabra y no la sabes y por eso la buscas en el diccionario y puedes usarla en el futuro».
«Aprendí mucho en esta clase —nos dice—; vine sin saber nada sobre el mundo de la telenovela y me voy sabiendo muchísimo. En nuestra clase hemos abarcado la cultura latinoamericana en general, el consumo y producción de las telenovelas y las cadenas de televisión en otros países, sólo para mencionar unos pocos aspectos».
En el artículo sobre el español en Israel en la Enciclopedia del español en el mundo, Ivonne Lerner y Alberto Madrona Fernández señalan la importancia que tiene la difusión ininterrumpida de telenovelas en español con subtítulos en hebreo.
«Este fenómeno en particular ha contribuido aun más a que el español y la cultura hispana en general estén de moda en Israel y que, con relativa frecuencia, los adolescentes israelíes acudan al Instituto Cervantes a realizar el examen de nivel de español con un dominio oral de la lengua española (tanto de la expresión oral como de la comprensión auditiva) gracias a las horas pasadas delante del televisor».
Así lo confirma Beatriz Katz, del Cervantes en Israel, citada por López Morales, según la cual «no habríamos podido llegar a tener centenares de estudiantes, que hasta rinden sus exámenes en español, sin las telenovelas. Gracias a la popularidad de estas telenovelas, muchos estudiantes llegan con conocimientos previos de español a las aulas, lo que favorece su elección en el bachillerato; lo entienden y lo hablan ‘de oídas’».
¿Y cuál es el secreto a voces de muchas interesadas en aprender el idioma de sus actores predilectos? Aunque también de algunos cuantos varones.
El productor Giarrocco nos dice que hay «clubes de fans que propician el estudio del español para que sus integrantes puedan escribir a los actores de sus novelas favoritas.
Una prueba evidente de ello es el galán puertorriqueño Osvaldo Ríos, protagonista de Kassandra, la novela que ha batido todos los récords. «Gracias al éxito de mis telenovelas —nos dice— he tenido la oportunidad de viajar por más de 50 países del mundo… y en todos y cada uno de ellos sus habitantes me han manifestado que han aprendido el idioma español, gracias a las telenovelas. De hecho, en la gran mayoría de estos países, tengo clubes de fans, y hablo español con ellos, debido a que lo aprendieron viendo mis trabajos. A diario hablo con más de 100 fans de todo el mundo a través de Facebook y otras redes sociales de la red cibernética, y algunos de ellos hablan mejor español que muchos latinoamericanos que conozco».
En un autorizado estudio sobre las telenovelas en su libro La globalización del léxico hispánico, López Morales destaca la importancia del género para ampliar la nómina pasiva, definida como la terminología que se entiende aunque no se use, como el caribeño «chévere», que muchos españoles han llegado a conocer por medio de las telenovelas aunque no lo usen en su conversación. Equivale a ampliar el arsenal léxico.
Después de afirmar que la radio y la televisión producen ese saludable efecto, el secretario de la Asociación de Academias lo saluda con entusiasmo: «¡Excelente!», escribe. «Todo lo que sea ampliar la nómina pasiva de un hablante de español es un signo muy positivo».
Muchas voces en el ámbito académico y el mundo del espectáculo se hacen eco de esa afirmación.
En el I Congreso de la Lengua en Zacatecas, la cubana Maria Elena Pelly dice que las telenovelas, como fuente de difusión de variantes dialectales, «permite apropiarse pasiva o activamente de rasgos más o menos típicos de otras regiones hispanohablantes. Aumenta en cada espectador el conocimiento de su lengua, con lo cual ella se fortalece».
Y el experto en el tema Raúl Ávila, en el II CILE en Valladolid, dijo que los medios «nos pueden ayudar a aprender nuevos sinónimos, variantes geográficas que no están en los libros correspondientes como volante, dirección, manubrio o timón… y si la más usual es la primera, todos tendremos que aprenderla e incorporarla, por lo menos, a nuestro léxico pasivo».
Ese conocimiento de términos que favorece la telenovela —aunque sea para agregar al bagaje sin usarlos necesariamente— podría permitir que muchos hispanohablantes se enterasen de los más universales, como «piscina», que para la comunicación general es preferible al mexicano «alberca» o el argentino «pileta». Asimismo permitiría conocer las diferentes acepciones de los términos en distintas latitudes, como los casos de «coche» y «carro» que tienen valor opuesto en Colombia y en el Río de la Plata, o para que la generalidad se entere de que la gasolina también puede ser llamada «nafta» en Argentina y «bencina» en Chile.
«Hay un aspecto positivo que se encuentra en la emisión de las telenovelas latinoamericanas», dice el profesor universitario español José María García, «que permite a los hispanohablantes conocer, aunque sea de forma pasiva, las formas de expresión de otros países».
«Coincido en que la influencia es sobre la norma pasiva», tercia el productor y realizador venezolano Giarrocco. «Sin embargo creo que la telenovela ha acercado mucho a los distintos países de habla hispana. Hoy, en cualquiera de nuestros países, es posible ‘reconocer’ la identidad de cada producto por las palabras usadas en el ‘habla popular’ y por las costumbres y modo de socializar. Creo que existe un mayor conocimiento de la diversidad cultural. Un idioma tan rico como el español se enriquece aun más con las ‘formas’ populares de cada país aunque sea un aporte pasivo».
Uno de los más entusiastas defensores de las telenovelas como vehículo de difusión del español es nada menos que Gregorio Salvador, ex subdirector de la Real Academia Española.
El autor de «Un vehículo de cohesión lingüística: el español hablado en los culebrones», dijo enfáticamente: «Las telenovelas son algo extraordinariamente beneficioso para el mantenimiento del español».
«El léxico nuevo que va apareciendo en cada país se va intercambiando a través de las telenovelas con el de otros países, enriqueciéndose mutuamente el español que se habla en cada lugar», afirmó.
Y como para que no quedaran dudas de que hay académicos que reconocen los méritos del género, Salvador afirmó que «en nuestra Academia, algunos consideramos que gracias a las telenovelas, y a muchas otras cosas, claro está, se está nivelando y cohesionando la lengua».
Uno de quienes comparten —aunque con una importante salvedad— la opinión del académico es el jefe de redacción de CNN en español y permanente defensor del buen decir, Enrique Durand. «No hay duda —nos dice— de que las telenovelas ayudan a enriquecer el léxico en los propios países hispanohablantes, con la asimilación de vocablos nuevos que han ido ganando favor en el habla popular». Pero también advierte que «la otra cara de la moneda, lamentablemente, es el sello de aceptación que otorga en algunos casos el uso de palabras vulgares o groseras».
Guillermo Álamo, periodista especializado en televisión y miembro de la Asociación de Periodistas de Televisión y Radiofonía Argentina) sostiene que con el lenguaje de las telenovelas, «el español se enriquece aun cuando no comprendamos otros modismos; en Argentina se ven telenovelas colombianas, mexicanas y venezolanas, con acento y regionalismos, y eso es positivo porque nos permite conocer otras modalidades de países latinoamericanos, familiarizarnos con nuevas terminologías».
No son menos quienes consideran que los culebrones contribuyen a la unificación de la lengua. El director de la Academia Argentina de Letras, Pedro Luis Barcia, sostiene que «hoy los diarios y las telenovelas son el mejor instrumento de unificación idiomática».
Para el filólogo español Alberto Gómez Font, coordinador de Fundéu, las telenovelas son a la vez vehículo y reflejo de la unidad del segundo idioma internacional en el mundo. Por una parte, nos dice, «las telenovelas desempeñan un papel muy importante de difusión y son propiciadoras de unidad» y por otra destaca que son «reflejo de unidad del idioma».
A su juicio, sirven para que los hablantes que no tienen oportunidad de viajar «conozcan de primera mano» las distintas variedades de su lengua «y así aprendan a aceptar de forma natural que no sólo existe su forma de hablar, su forma de pronunciar o su forma de llamar las cosas».
Y acaso las telenovelas pueden motivar a viajar a quienes tengan oportunidad de hacerlo? Así lo revela Clarisa Moraña, traductora argentina e hija de Oscar Moraña, un pionero del estudio semiológico de la telenovela ya fallecido. «He conocido mujeres a quienes las telenovelas las condujeron a viajar a otros países», nos dice. «Una dulce y humilde jovencita ecuatoriana que conocí en Caracas tomó la decisión de irse a vivir a Venezuela porque le gustaba lo que veía en las telenovelas. Además, hace un par de años, la hija de un colega mexicano quiso acompañar a su padre en su viaje a la Argentina para conocer el país donde se había desarrollado Floricienta, una telenovela para público infantil».
En su misma comunicación en el II CILE, el experto Ávila observó que además de permitir a los televidentes conocer cómo se habla en otras latitudes, las telenovelas favorecen la unidad al limitar las divergencias. Dijo que la televisión trasnacional refuerza la unidad del español y que su masiva comunicación promueve la convergencia lingüística «y limita, consecuentemente, los usos divergentes».
No todos comparten esa opinión, y no sólo en el ambiente académico. Una reducida minoría en el mismo ambiente del espectáculo manifiesta escepticismo. «Las telenovelas manejan un lenguaje muy coloquial que limita el español», comenta el actor mexicano Ariel López Padilla. «No creo que aporten mucho a los hispanohablantes; más bien limitan la riqueza expresiva del español». Adriana Bianco, «Adrianita», es algo menos contundente: «No creo que la televisión enriquezca el español —afirma—, pero en lugares apartados de Latinoamérica el impacto de la TV puede ayudar a un mayor desarrollo de la lengua».
Viloria y Cusi toman una posición intermedia. «La telenovela se convierte en un elemento que empobrece y enriquece al mismo tiempo —nos escriben—. Empobrece al difundir expresiones coloquiales, y enriquece al tratar de reflejar la cultura y el modo de vida de la sociedad». Y para aclararlo afirman que la telenovela «si bien difunde parte de nuestra manera práctica de hablar y nuestra cultura, no enriquece como tal el vocabulario, por lo menos de una manera profunda. Simplemente ayuda en el proceso de comprender ideas y expresiones utilizadas en los diferentes países hispanohablantes, influyendo lentamente en la evolución y modernización del idioma».
El autor Zelkowicz le encuentra otro mérito al género como complemento de la literatura, puesto que «en los países de habla hispana, las telenovelas son generadoras y reproductoras del habla que no siempre la literatura pone en evidencia».
Dos informes a congresos de la lengua precisan la contribución que a su juicio aportan las telenovelas. Josefina Vilar y Ramón Alvarado, de México, dijeron en el I CILE que la televisión contribuye a la conformación de una «conciencia lingüística», y otro mexicano, Alejandro Burillo Azcárraga, afirmó en el III CILE en Rosario que los medios de comunicación, entre ellos la televisión y sus productos, poseen «la enorme capacidad de crear un lenguaje común iberoamericano».
Finalmente Salvador, el ex subdirector de la RAE, conjetura que las telenovelas pueden ser el camino del retorno de muchos léxicos que estaban ignorados en España.
Las telenovelas, afirmó, «pueden modificar la historia futura de la lengua; los culebrones pueden hacer mucho más por el idioma castellano que, por ejemplo, una reunión de academias».
Nada mueve más al público que las emociones porque, como nos dice la venezolana Valentina Párraga, que después de ser escritora jefe de telenovelas de Venevisión pasó a ocupar el mismo cargo en Telemundo de Miami, «no hay nada más globalizado, globalizante y comprensible a todos los espectadores que el melodrama».
O como dice Guillermo Orozco Gómez en «La telenovela en México: ¿de una expresión cultural a un simple producto para la mercadotecnia?», el éxito de Los ricos también lloran (que tuvo una inusitada repercusión en Rusia, entre muchos otros países), «quizás se deba porque se toca lo elementalmente humano».
«Las emociones son el común denominador del género humano», tercia Delia Fiallo, una autora que conoce el éxito como pocos. «Desde el hombre de las cavernas hasta el último hombre sobre la tierra siempre estuvo y estará el miedo, la ambición, los celos, la envidia, el amor y el odio».
¿Dónde radica el valor emotivo de las telenovelas? Para la mexicana Alicia Poloriato, según su intervención en el I CILE, «el lenguaje verbal cotidiano… parece ser el enlace afectivo y efectivo con las audiencias hispanohablantes, para las cuales la oralidad contiene un valor emotivo muy fuerte».
Y esa oralidad se tiñe de distintos tonos porque, al estar de Gómez Font, transmite «una expresión de sentimientos con acento mexicano, colombiano, venezolano, español, argentino».
Durand, de CNN, resalta que las tramas emocionales «atrapan la atención de la gente».
Pero ni la trama ni el lenguaje son suficientes para explicar el impacto que produce la exaltación emocional en el telespectador, sino también la cinésica. Así lo dice gráficamente la profesora Alzuru: «como en las telenovelas se exagera ‘el show de las emociones’ y las emociones son universales, es más fácil asociar la acción con las palabras».
O, como dice Fernando Gaitán, las telenovelas forman parte de la educación sentimental de Latinoamérica.
Para algunos, como los autores del blog La otra orilla, las telenovelas «reconfortan» a los telespectadores.
¿Y cómo puede precisarse ese efecto que ejerce el género sobre el espectador? Dos voces coinciden en calificarlo de «catarsis», una en el ámbito académico (Rocío Fernández de Díaz del Castillo, de Colombia, en el II CILE) y otra en el ámbito del espectáculo (Malín Falú, de la telemisora HITN de Nueva York, para quien «el idioma es el vehículo y la catarsis de la gente al sentirse identificados con unos personajes»).
La revista Video Forum abrió rumbos para la investigación semiológica de la telenovela ya en los años 70 en Caracas, donde presentó estudios pioneros para la comprensión del género.
Uno de ellos fue Manuel Bermúdez, recientemente fallecido, quien en el primer número de la publicación opinó que «con la conciencia que toman del lenguaje los escritores del llamado boom latinoamericano, el personaje, antes que un títere manejado por el autor, se convierte en función y acción que generan las palabras, y éstas son emitidas de acuerdo con un código que está ligado estrechamente al lector o receptor del mensaje. De esta manera se forma un proceso comunicativo que los especialistas llaman enunciación y que en el fondo no es otra cosa que la identificación recíproca del autor y el público a través del lenguaje».
Otra opinión interesante de los contribuyentes de Video Forum la da Mónica Rector en el número 6 de la revista, donde enumera tres elementos interesantes que ve en el género:
La figura central de Video Forum fue el argentino Oscar Moraña que después de ser profesor de arte y comunicación social en dos universidades argentinas se exilió en Venezuela y llegó a ser jefe del departamento de investigaciones semiológicas de Radio Caracas Televisión. Hizo trabajos en telenovelas experimentales en lo que se dio en llamar «telenovela de laboratorio».
En dos de sus muchas contribuciones a la revista, en particular en los números 3 y 5, Moraña hace hincapié en la preocupación del género por la claridad de la denotación temporal y en su dimensión pragmática. Pero su aporte más importante es haber caracterizado la telenovela como «un discurso fundamentalmente fático en la medida que su preocupación predominante es la de mantener el contacto con el receptor».
En síntesis, la penetración de la telenovela responde a su esencia melodramática, a su exposición de las emociones que son comunes a toda la humanidad. Su efecto se logra a través de la oralidad, con su valor afectivo, que capta la atención del público, y merced a la marcada adecuación de las acciones con el diálogo. Favorece la identificación del telespectador con los protagonistas y sus dramas, provoca las catarsis lacrimógenas y en definitiva pone énfasis en la función fática, es decir, mantener abierto el canal de comunicación.
En las telenovelas, como en todo, hay que distinguir entre las buenas y las malas. Así lo advierte Lupita Ferrer, quien aclara que cuando la producción es buena y está escrita por escritores, es beneficiosa y contribuye al conocimiento del español y de la cultura hispana.
La televisión puede unir o separar a la audiencia lingüísticamente, según la gran actriz. «Yo he trabajado siempre en producciones que respetan la lengua y que han alcanzado grandes audiencias internacionales justamente por tener un español entendible y correcto», nos dice, y agrega que a veces cambia un vocablo de común acuerdo con el director o el guionista para hacerlo más comprensible. «El actor también tiene una responsabilidad frente a su idioma y lo que dice».
«Debemos ser instrumento de perfeccionamiento del idioma», agrega, y asegura que siempre trata de expresarse lo mejor posible. «Me crea una responsabilidad enorme lo que usted me dice», agrega al enterarse de que académicos de la talla de Gregorio Salvador y Humberto López Morales han reconocido el valor de su género predilecto en la difusión del español en el mundo.
Algunas voces en el mundo del espectáculo advierten sobre el cuidado que los realizadores y protagonistas del género deben tener —y que a su juicio no siempre tienen— para cuidar el lenguaje.
Uno de ellos es el actor argentino Duilio Marzio, quien nos dice textualmente que «un mayor cuidado del español en la televisión ayudaría a su difusión y al buen uso de la lengua». Otro es el paraguayo Arnaldo André, según el cual «los que trabajamos en televisión debemos cuidar muchísimo el lenguaje», pero asegura que «somos respetuosos de la lengua española».
Muchos ponen de manifiesto que el género se ha visto enriquecido con el aporte de profesionales y que desde su mismo comienzo ha habido adaptaciones de grandes obras literarias a la pantalla chica, como el caso de Doña Bárbara.
Ya en 1979 en la revista pionera Video Forum, de Venezuela, foro de semiólogos e investigadores de la telenovela, se ponía de manifiesto el aporte e interés de muchos escritores por el género. Así lo decía Mabel Coccato en el número 3 de la publicación: «Se advierte en algunas instituciones educativas la preocupación por el género al tomar como tema de estudio las telenovelas. También a partir de este momento, la participación de escritores o dramaturgos de reconocida trayectoria en el país, al igual que la presencia de directores provenientes de otros medios expresivos, como el teatro o el cine, producen interés, polémica y valorización de las obras».
Y acota que «la jerarquización de la telenovela» se advierte en el hecho de que hasta 1970 los autores de los libretos solían usar seudónimos, mientras que a partir de esa fecha «se identifican sistemáticamente los autores de las distintas obras, escritas especialmente o adaptadas para televisión».
Amelia Ortiz de Urbina y Asbel López se preguntan en el Correo de la UNESCO si las telenovelas «son algo más que un conjunto bien orquestado de golpes bajos y emociones fáciles».
«Con sus fórmulas repetitivas no llegan a menudo al gran arte —dicen— pero los guiones no siempre son pueriles ni los diálogos y los personajes nuevos previsibles de lo que podría suponerse. Detrás de las telenovelas hay 40 años de oficio y profesionalismo y una industria que puede costear los mejores actores, guionistas y directores del continente».
Así lo confirma Malín Falú, quien dice que «hay editores, escritores y otros profesionales que vigilan el idioma, la expresión o la proyección en base a la clase».
Uno de los escritores destacados a quienes les ofrecieron escribir telenovelas es el chileno Antonio Skármeta. Según nos dice, la oferta provino de la promotora mexicana Argos. «Recibí esa oferta y la consideré muy seriamente», dijo. «Yo quería hacerla y ellos querían una telenovela diferente, con calidad literaria. Querían que lo intentara porque habían visto Il Postino. Pero lo postergué porque tenía otros proyectos. Algún día podré volver a considerarlo».
Gregorio Salvador no cree que las telenovelas roben lectores a la literatura. Por su parte Delia Fiallo, graduada en filosofía y letras antes de dedicarse de lleno a escribir telenovelas de éxito internacional, hace un interesante análisis sobre el género. «Al igual que la literatura clásica española se enriqueció al adoptar la picaresca y el refranero», nos dice, «los mismo ocurre con los pueblos hispanos adonde llega este género multitudinario que con su gran poder de penetración ejerce una especie de intercambio lingüístico, arrastrando de un lugar a otro los giros idiomáticos de sus personajes populares».
«Los elitistas de la cultura —agrega— califican a la telenovela como un género menor, asociado al folletín, y no le perdonan su melodramática intención de conmover hasta las lágrimas, quizás porque las lágrimas van pareciendo ridículas ante el avance de una sociedad mecanizada, fuerte y reprimida, que más bien busca desahogarse por los caminos de la violencia».
La autora recuerda que la telenovela no es literatura sino entretenimiento, y que «no pretende culturizar» porque no está dirigida al hombre ilustrado sino al hombre medio.
Agrega que «la fuerza del medio es tan grande que a veces sobrecoge al autor y lo concientiza, porque sabe además que se trata de una literatura comprometida, dirigida hacia personas sencillas y confiadas, y tremendamente receptivas hacia los mensajes que a través de nuestras historias les queremos enviar».
En su libro La globalización del léxico hispánico, López Morales destaca la riqueza léxica de las telenovelas, condición que según explica se mide estableciendo una relación entre las palabras que poseen contenido semántico y el total de los vocablos del texto, y remite a los trabajos que en tal sentido ha hecho el investigador mexicano Raúl Ávila.
En su análisis de las telenovelas en su país, Ávila encuentra dos méritos en el género: en primer lugar una riqueza léxica en algunos casos superior al habla del mexicano medio, y segundo un uso de extranjerismos de apenas del 0,2 % al 0,3 %.
El ejemplo de la telenovela Desencuentro es elocuente: no sólo era más «densa» que el habla del hablante culto de México sino también que el ensayo Tiempo nublado de Octavio Paz.
Valentina Párraga, la escritora jefa de telenovelas de Telemundo, coincide con Lupita Ferrer que en los culebrones hay de todo, «como en botica», lo bueno, lo malo y lo mediocre. «Desde el erudito escritor y dramaturgo prestado a la televisión que asume su paso por el melodrama sin pruritos y va dejando lucrativas y emocionantes historias y diálogos de gran belleza».
«Pero si sacamos un balance», nos dice, «nosotros los 'escribidores', como el Pedro Camacho de Vargas Llosa, podemos ser acusados de muchas cosas, especialmente cursis, sí… Pero amamos nuestro idioma, e intentamos que la mayoría de nuestros personajes hablen el mejor español posible».
El panorama de las telenovelas es promisorio, tal como lo pintan académicos y artistas, aunque hay algunos nubarrones en el horizonte.
Uno de ellos, a juicio de la profesora venezolana Acosta Alzuru, es que se está mexicanizando el lenguaje de las telenovelas. Nos comenta que ahora el ‘español neutral’ es ‘alberca’ y ‘platicar’ en vez de piscina y conversar. Eso le preocupa porque considera que «empieza una hegemonía de un tipo de idioma».
Pero esa preocupación queda chica al lado de otra mucho mayor sobre las que varios de nuestros consultados llamaron la atención.
El libretista Luis Zelkowicz cree que los beneficios que aportan las telenovelas a la difusión del español «están a punto de perderse», porque si antes se compraban los capítulos de las telenovelas ya realizados, ahora las plantas están comprando los libretos para hacer sus propias versiones. Y señala que ése es el caso de Ugly Betty, la versión en inglés de Betty la Fea. El guión de Sin tetas no hay paraíso —que en algunos mercados se suavizó a Sin senos y que otros presentan como Sin t…— fue comprado por productores en Rusia, Italia y Estados Unidos, además de España.
En otros casos, las cadenas o canales extranjeros compran talento y no el producto terminado. Televisa asesoró la producción de telenovelas en otros países como India y Kenia. Algunas cadenas pequeñas de Europa del Este han optado por contratar los servicios de guionistas hispanoamericanos, como el caso de Alicia Carvajal que se fue a los Balcanes a dirigir Villa María, que se difundió simultáneamente en Bosnia, Croacia y Serbia.
Mientras hasta hace unos pocos años las cadenas extranjeras consumían las telenovelas que compraban, dice el blog La otra orilla, bajo el título «Las telenovelas: enamorando al mundo», ahora prefieren desarrollar sus propias producciones locales para exportarlas.
Y le da nombre al peligro concreto representado por uno de los mercados que ha pasado de importador a exportador, Taiwán, que ahora produce sus propias «chinovelas».
Nota final: El autor reconoce y agradece el aporte de dos personas cuya contribución fue decisiva para este informe: Adriana Bianco y Clarisa Moraña.