El castellano popular paceño posee un conjunto de rasgos peculiares que permiten caracterizarlo. Estos rasgos se aprecian en los diálogos de la vida cotidiana, como se ve en el texto de esta pieza de costumbres, que sigue:
—¿Y eso? ¿Ya has hecho?
—¡Ay, caray! ¡me había olvidado! ¿Pa ahura es no?
—¡Ya ves! Vos te estabas confiando y todo...
—Pa que’ps te comprometes, che, Maxcicho. Que’ps ha de tomar la gente. ¡No ves que es con cantina pagada! ¡Hacelo’ps ahuritita!
—No estés rogando, Carminacha. De cualquera parte hemoste estar comprando. ¿Acaso nos vamos a poner a llorar de lo que algunos se hacen los interesantes?
—No digas eso, Juanita. No es por estarme haciendo el interesante… les estaba haciendo la burla nomás… Ya están tres botellas listas.
—Será ps pa que vos te lo tomes. Yo no puedo estar atenida a tus burlas. ¡Ocurrencia también ja!
—No es pa’que me digas eso. Con buena voluntad hey preparado todo.
—¡Tray’ps entonces, sonso!
—No, no, no, que se lo tenga nomás. Capaz que después nos esté echando en cara.
—(Humildemente) ¿Cuándo´ps y de que’ps tey echado en cara, pa que digas eso?
—¡Mejor no me hables, che!
—¡No se peleyen´ps ahura! Tray nomás, Maxcicho (Transición) ¡Apurate, apurate, pues! No le hagas caso, pues. Servicial nomás es el Maxcicho.
—¡Entonces que no se haga’ps la burla!
—(Maxcicho con las tres botellas) Aquí están. ¿Ves? Las tres. Tomá Juanita.
—¿Cuánto es, pues? A la noche te lo hey de dar.
—(Bajando la cabeza) No loy hecho pa que me pagues. Hey querido… hey querido regalarte porque hoy diya es tu coronación… Tomá. Recibime.
—(Con soberbia) Dejá’ps aycito.
Raúl Salmón, Miss Ch’ijini, La Paz: Ed. Juventud, 1998.
Algunos aspectos que se aprecian en el texto pertenecen al nivel fónico-fonológico, como las siguientes figuras de dicción, presentes en el lenguaje popular paceño:
Por supuesto, en este lenguaje popular son frecuentes otros metaplasmos por adición: prótesis (dentrar por entrar, endenantes por denantes); supresión: aféresis (hela por hiela); apócope (usté por usted, ponré por pondré), transposición (redepente por de repente, polvadera por polvareda), contracción o sustitución (presentes en el texto), en posición inicial, final y media de las palabras de la lengua hablada informalmente.
La afirmación del notable viajero alemán Alcides D’Orbigny, que estuvo en La Paz en el siglo xix, de que el aimara era entonces la principal lengua de comunicación de los paceños resulta altamente ilustrativa para juzgar el influjo de esta lengua sobre el castellano de los pobladores de la actual capital política de Bolivia.
Es, sin duda, el fundamento para pensar que desde el momento en el que la lengua de los conquistadores entró en contacto con las lenguas nativas de los Andes se inició un lento proceso de hibridación que continuó y aún continúa hasta el presente, teniendo al bilingüismo como principal catalizador de este fenómeno.
Si bien es cierto que el castellano es la lengua más importante de comunicación de los paceños hoy, el aimara pesa, aún, desde el sustrato y, por supuesto, desde el adstrato o por influencia del contacto en los que solo hablan castellano.
Se puede estudiar la influencia del aimara sobre los hablantes paceños de castellano coloquial en tres grupos:
Los bilingües que hablan aimara como lengua materna pueden clasificarse, por lo menos, en dos grupos:
El interlecto es un fenómeno que ha sido descrito con cierta extensión porque posee características contrastantes que se destacan de manera nítida en diversos niveles de lengua, sobre todo en el de la producción oral y en la organización sintáctica del discurso.
Merecerían estudios exhaustivos el bilingüismo simétrico de los que tienen el aimara como lengua materna, el de los bilingües que hablan castellano como L1 y el de los monolingües castellanohablantes.
Otro aspecto, del que no puede prescindirse, es el contexto sociolingüístico en el que se desenvuelven las lenguas andinas y el castellano, siguiendo el criterio de la tipología del bilingüismo, según el cual este fenómeno corresponde al tipo III (Appel / Muysken, 1996), en el que uno de los grupos en contacto es monolingüe y el otro bilingüe. Este último grupo debe, por fuerza, adquirir la lengua del grupo monolingüe, aunque sea numéricamente mayoritario, porque es socialmente dominado u oprimido.
Desde luego, la desiderata puede ir más allá. Se puede estudiar la mutua influencia que ejercen las lenguas andinas sobre el castellano y la de este sobre aquellas. Otro punto digno de tenerse en cuenta es el estudio de la influencia de cada una de las lenguas mayoritarias de los Andes, el quechua y el aimara, sobre el castellano o el estudio comparado de la misma influencia. De hecho, existen más estudios y, por tanto, una bibliografía más amplia de la relación quechua-castellano que de la relación aimara-castellano y de la que toma comparativamente las dos lenguas andinas y el castellano.
Para el presente trabajo, nos quedamos con la influencia del aimara sobre los monolingües en castellano y con los bilingües que hablan castellano con plena eficiencia comunicativa.
La investigación puede realizarse en todos los niveles lingüísticos, cubriendo tanto el plano segmental como el suprasegmental de la lengua.
Dentro del primero, cabe estudiar los niveles fónico-fonológico, morfosintáctico y léxico-semántico. En el segundo plano, pueden describirse y analizarse la entonación, el tono, el acento, el tempo del discurso y otros fenómenos conocidos como paralingüísticos.
Algunos aspectos referidos al plano segmental fueron estudiados y examinados con mayor o menor acierto. Así lo atestigua la bibliografía en curso. Pero los que pertenecen a la órbita suprasegmental y a los fenómenos paralingüísticos del castellano coloquial paceño no han merecido, que sepamos, la atención de los investigadores y estudiosos del contacto de referencia.
De otra parte, la influencia de la lengua aimara sobre el castellano en el plano fónico-fonológico disminuye gradualmente en la escala que va del bilingüismo incipiente (interlecto) al bilingüismo simétrico, es decir, autosuficiente. Pero también se da, de modo particular, en procesos de elisión, reducción y sustitución vocálicas. Así, es frecuente la caída de la vocal átona entre consonantes sordas (luns por lunes, tards por tardes, pasajs por pasajes) o a final de palabra (pareds por paredes, papels por papeles). También la partícula modal pues sufre reducción vocálica en el habla de los paceños, inclusive monolingües (ya’ps, sí’ps, buen’ ps).
Otra vez, como ocurrió con el latín, la lengua del conquistador puede resultar, a la postre, la lengua vencida, reemplazada, en el uso, por la fuerza y proyección de la lengua adquirida por el conquistado.
En el plano morfosintáctico, se aprecian algunas diferencias significativas comparadas con el plano anterior. Primero, son fenómenos menos evidentes porque se camuflan dentro de estructuras menos expuestas a la observación. En segundo lugar, aparecen tanto en hablantes bilingües como en monolingües castellanos desprevenidos a la influencia del sustrato, del adstrato y del contacto lingüístico.
Por ejemplo, cabe mencionar el uso de un doble posesivo: el primero de ascendiente hispano (tus tres botellas de ti) y otro de prosapia nativa (de la Carmencita su pollera).
Otro fenómeno morfosintáctico frecuente es la nueva función que adquiere el pluscuamperfecto por influencia del aimara, que se pone de manifiesto en la oposición testimonial-no testimonial, oposición que en las lenguas andinas se da mediante sufijos. Es un rasgo que Stefan Pfänder ha llamado evidencialidad como una nueva forma de modalidad verbal, en la que lo esencial es si el hablante es o no es «la fuente de la información» (Maurer, 2001). Ilustran este uso innumerable ejemplos: No había venido la semana pasada /Pensé que había sido soltero /Había sido el portero.
Del mismo modo, el empleo de las partículas modales ya pues, no más, siempre, pero tienen en el castellano paceño, lo mismo que en el andino, un uso divergente al uso peninsular o de la lengua general. Suelen ir al final del enunciado y hasta acumulativamente desempeñando funciones diversas y precisas. En nuestro texto, aparecen algunas muestras:
que se lo tenga nomás
¡Apurate, apurate, pues!
También es usual el empleo del deíctico aquí, allí precedido de la preposición en, por influencia de la lenguas nativas, en las que se refuerza la direccionalidad con una partícula específica. Se oye mucho decir: Hemos vivido en aquí muchos años / Lo ha dejado en aquí / En allí tiene su casita.
Los diminutivos son moneda de uso corriente. Abarcan casi todas las categorías de palabras, no solo la de los nombres. Es posible hallar adverbios temporales, espaciales y modales en diminutivo. A menudo suelen sumarse registros que denotan aprecio, menosprecio o cargas festivas, irónicas y burlescas (Carminacha).
En lo que toca al léxico, la superficie más permeable de la lengua, son incontables los préstamos y calcos que el castellano paceño ha tomado del aimara. En el Diccionario ejemplificado e ilustrado de bolivianismos, que venimos elaborando en el Instituto Boliviano de Lexicografía desde 1999, registramos más de dos mil quinientas voces que tienen esa procedencia. Cubren todos los campos de la actividad humana y no pertenecen exclusivamente a la flora, fauna y cultura específica de Bolivia. También existen algunos verbos que se han castellanizado (acullir, chuchur, etc.).
Mas todos estos rasgos que pertenecen al plano segmental de la lengua, y otros no mencionados aquí por razones de espacio, se han estudiado con alguna profundidad. Afirmamos líneas arriba que el plano suprasegmental y, de manera particular, el paralingüístico, es el que menos atención ha merecido, y es el que motiva, sobre todo, la presentación de esta comunicación.
En efecto, pertenecen a este campo la realización de algunas consonantes, como la -s y la -r:la marcada pronunciación de la primera /s/, casi sibilante en posición implosiva o a final de palabra; y la producción de la /ř/, como sonora fricativa linguopalatal /ž/, vibrante múltiple que se da de manera mucho menos tensa que en la norma supranacional.
Otro aspecto que cabe examinar en el mismo plano es la abundante expresión de voces interjectivas que tiñen el discurso de sabor local. Así, el paceño abusa de la interjección ¡yaaaa!, con prolongación vocálica, según el grado de incredulidad del hablante o de su humor circunstancial, que da pie a que los habitantes de otras regiones de Bolivia los caractericen: Paceñito había sido… ¡yaaaa!. Otras interjecciones son también muy usuales: ¡ja!; ¡¿Acaso!???, que expresa marcado descreimiento sobre lo que dice el interlocutor; ¡choy! y sus variantes ¡chu!, ¡chuy! o ¡ja!, que denota cierta burla y reproche, que aparece en el texto de referencia:
¡Ocurrencia también ja!
Numerosas interjecciones salpican y condimentan el habla de los paceños y sirven para representar las más variadas sensaciones: frío, dolor, alegría, reprobación, nostalgia y otras, con múltiples variantes que matizan significativamente los enunciados. ¡Achalay!, ¡alalay!, ¡alalita!, ¡alilíu! expresan sensación de frío, según se aprecia en estos versos de la copla:
Media noche, canto del gallo, palomita / llego a tu puerta, Susanita. /alalau, viento frío, palomita / ábreme tu puerta, señorita. EOP, Cultura Callawaya,445.
También las onomatopeyas representan y reproducen los sonidos más impensables de la naturaleza, pintando en lo vivo el habla popular de los paceños: ¡chátaj!, ¡llachaj!, ¡koltín!, etc.
Para demostrar que las sensaciones, los sentimientos y las emociones más profundas se expresan de manera peculiar según la lengua de que se trate, cito unas líneas de un artículo jugoso, «Plurilingüismo a la paceña», de la periodista Lupe Andrade:
Constatado mi monolingüismo suspirativo, me puse a examinar esa profunda huella andina en mi propia parlanza y la de todos los paceños, comprobando que cuanto más instintiva es la reacción, más auténtico es el origen. Un corte, quemadura, tropezón y golpe en las canillas nos duele en criollo neto: ¡Á-chi-chíu! (o alternativamente ¡atatáu!), con el acento fuertemente apoyado en la penúltima vocal (…). Nuestro á-chi-chíu más bien se extiende de acuerdo a la intensidad del dolor, separando las tres sílabas con sufrido énfasis: á-chi-chíu.
El estudio de lo paralingüístico en la lengua de una determinada comunidad, en un aquí y en un ahora concretos, permite penetrar en el alma intrincada de los hablantes que llevan sobre sí la pesada y latente carga del sustrato.
Develar el misterio que se esconde detrás del habla popular, hasta donde sea posible, a través de las manifestaciones concretas del habla, es el propósito del presente trabajo.