La memoria y la escritura Tino Villanueva
Profesor emérito de la Universidad de Boston (Estados Unidos)

Penétrese en la memoria y allí estará el sempiterno pasado esperándonos. Allí se encontrarán almas vivas; sucesos que vuelven a suceder; revelaciones que desembocan en otras revelaciones, con el inmediato resultado de haber podido rescatar lo olvidado, lo ya perdido.

Mas no siempre a la memoria —voluntaria o involuntaria— le da por revelarnos la vida ya vivida. Verdad es que en ocasiones nos deja plenamente examinar los pormenores de lo ya acaecido, en tanto que, en otras, se comporta reticente, ocultándonos por completo ese pretérito. Luego, caprichosa y repentinamente puede permitirnos discernir ese pasado, pero tan solo parcialmente, permaneciendo el resto del drama en penumbra donde las cosas apenas se entrevén.

De tal manera se comporta Mnemosina —la musa de la memoria, según los griegos de la antigüedad— sin dejar de ser musa, o sea, sin dejar de ser inspiración tanto para lo bueno como para lo malo. Para lo malo, he dicho. Digo esto último puesto que puede haber acontecimientos que no deseamos particularmente recordar. Las remembranzas pueden ser emocionalmente amenas, agradables, hasta reconfortantes o, al contrario, desagradables, inquietantes. El poeta, el escritor en general, sin embargo, no es capaz de fácilmente rechazar los recuerdos perturbadores; antes bien les da orden, intenta comprenderlos y, finalmente, con candor autobiográfico, los transmuta en sustancia poética, haciendo con esos recuerdos literatura. Visto así, se llega al convencimiento de que para el poeta o para la poeta, hacer memoria es meterse en su propio yo a fin de recuperar episodios olvidados de su vida.

A fin de cuentas, toda escritura es metáfora de la memoria, así como lo es cualquier signo conscientemente trazado sobre una superficie dada, ya sean caracteres jeroglíficos, planos y mapas; como lo es también la pintura; la fotografía; la grabación en DVD o en cinta magnetofónica o cinematográfica. Total que el almacenamiento de datos, ya sean auditivos o visuales, no son más que representaciones metafóricas de la memoria.

Claro está que todos tenemos memoria. No obstante, al escritor no le basta la simple actividad mecánica de rememorar, de sacar a la luz rebrotes de escenas pasadas, sino que decide darles una expresión determinada a esas memorias. Para el escritor, para la escritora, hacer memoria y nada más le resulta un ejercicio incompleto si no se llega a la escritura literaria. En fin, la memoria, cuando actúa eficazmente, figura como inspiración, como agente creador capaz de generar textos literarios, ya sean de poesía o de prosa. Recordar es escribir.

Todo este preámbulo no tiene otro propósito más que el de aseverar que el tema predominante de los diez poemas que integran, Primera causa, una plaquette de la que soy autor, en formato bilingüe (español-inglés), de 1999, es precisamente el de la memoria y la escritura, dos impulsos que para este escritor coexisten, van ligados en armonía, expresando una identidad completa. Los tres poemas a los que ahora daré lectura los considero representativos de este breve poemario.

Imaginé un papel

Imaginé un papel—presencia blanca
de fiel contraste a la vida,
porque la vida brota,
cumple su rito de calma o tormenta
y de repente es indeleble.

De verdad era un papel, lo tuve
entre las manos: blanco-papel-todo-blanco,
su blancor total era inasible—
alta razón de la materia que más que nada
pide la vital coloración de lo que existe
y ha existido.

Era de noche y no pude más,
y menos detenerme. Miré y admiré
y me acerqué al inmenso mar más ancho
de lo blanco. Esbocé unas palabras
sobre la imprimatura blanca: blanco mineral.
Papel blanco.

En el principio era un papel;
y sobre el papel una memoria,
y la memoria se hizo verbo—
lo que se olvida y luego retorna,
lo que siempre ha sido mío y nunca acaba,
que cuando acaba, acaba siendo lo que escribo.

Más la voz que el tiempo

Quería escribir y me dolía.
Toda la tarde atado al escritorio,
a un papel sobre la mesa de trabajo,
equivocándome,
defendiéndome del error y del ocaso.

Quiero decir que pasaron horas,
luego días: ¿y cómo entender la existencia
que refulgió en el aire y en penumbra?
¿Cómo decirlo exactamente, cómo trazarlo
con bolígrafo o a lápiz?
Lento es rememorar en claro,
recorrer las sombras del recuerdo—
allí también está la vida.

Memoria mía, memoria mía,
dame lo que es mío y enséñame
la pura manera de contar lo que se ha ido
—que pueda más la voz que el tiempo.

Así dijo el Señor

Al principio nadie dijo nada.
Sería primavera del 56 —recuerdo aquel bochorno
pegajoso y maloliente del salón pacificado—
y tal enunciación venía
del Director de secundaria, señor de voz
indiferente a nuestras vidas.
Y como nos llamaban latinoamericanos
en aquel entonces, pusimos atención:
«Boy and girls…», resonó el altavoz
por los salones. «Chicos, he venido escuchando
demasiado español últimamente.
Les recuerdo que vivimos en los Estados Unidos;
por lo tanto,
hablen en americano en estos recintos».
Así dijo el señor con ese tono altivo que tenía,
como diciéndonos que el español
nos perjudicaba.

Mas no me lo tragué del todo, como el agua
no se traga el aceite y sigue viviendo.
Hacía calor y bajo el orden azul del cielo,
crucé el umbral de mis dos mundos:
«El que sabe dos lenguas vale por dos»,
decía el abuelo en casa.

Nada es eterno
y salí de allí como pude un día,
de aquel salón y de muchos más,
y me dediqué a lo que nace de los libros,
quizá porque allí
se abrían otros horizontes—la paz y el compás
de lo que vive entre las páginas.

Hoy me declaro saludable;
respiro bien para dentro y para fuera
en ritmos esdrújulos y graves,
sobresdrújulos y agudos,
porque el arte bien labrado es también sabiduría:

Juventud, divino tesoro

*
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero…

*
Verde que te quiero verde.

*
voy por tu cuerpo como por el mundo,
tu vientre es una plaza soleada…1

Andar, desandar. Nada es eterno.
Le he dado la vuelta al mundo
y de pronto en el camino
me he encontrado con esta memoria todavía.
En la clara actualidad: lo marginado
se ha movido más al centro;
lo de afuera se transforma en lo de adentro.
Y si antes no supe dar un contracanto,
ahora conmigo traigo esta asamblea de palabras
a favor de esta república
donde se habla en español.2

Notas

  • 1. Las cuatro citas se extraen de los poemas siguientes:
    • «Juventud, divino tesoro…», Canción de otoño en primavera, Rubén Darío.
    • «Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, / y un huerto claro donde madura el limonero…», Retrato, Antonio Machado.
    • «Verde que te quiero verde», Romance sonámbulo, Federico García Lorca.
    • «voy por tu cuerpo como por el mundo, / tu vientre es una plaza soleada…», Piedra de sol, Octavio Paz.
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  • 2. Los poemas proceden de Primera causa / First Caus, de Tino Villanueva (Merrick, N.Y.: Cross-Cultural Communications, 1999). Traducción al inglés: Lisa Horowitz. Volver