Ensayo sobre flujos lingüísticos: contacto e identidad en el españols visto desde México
Ensayo sobre flujos lingüísticos: contacto e identidad en el español visto desde MéxicoPedro Martín Butragueño Profesor-investigador
Introducción
¿Qué pasaría si reclasificáramos las variedades del español teniendo como perspectiva las relaciones actuales entre diferentes áreas y regiones, y no teniendo en cuenta criterios de base histórica o de estructuración de rasgos lingüísticos, es decir, mirando sobre todo a lo que ya está ocurriendo y a lo que puede ocurrir en los próximos años?
Para una tarea de tal envergadura necesitaríamos un modelo de flujos, semejante a otros modelos de representación empleados en dinámica de sistemas, como los que se emplean para explicar muchos aspectos propios de las complejidades de la vida social y la vida natural, en aquellas situaciones en que entran en juego multitud de variables diferentes. Tal sistema de representación debería ocuparse de las relaciones entre los flujos externos (políticos, económicos, sociales, culturales) y su reflejo en los hechos lingüísticos. Se trataría, en suma, de construir un modelo sociolingüístico de la difusión de la variación entre comunidades de habla, como se ha intentado por ejemplo para el inglés cruzando los avances de variables específicas a través de varias ciudades con los desplazamientos de viajeros (cf. Labov 2010).
Aunque los fenómenos de difusión son esencialmente procesos que se establecen entre distintas comunidades de habla, no pueden desligarse en un modelo general de los fenómenos de transmisión, que se generan dentro de una misma comunidad de habla (íd.). En sus aspectos más básicos, el primer tipo de procesos se relaciona con el estudio del contacto entre variedades, y el segundo con el estudio del desarrollo de la identidad. Ambas son, en buena medida, las dos grandes fuerzas motoras de quizá todos los procesos de cambio y variación lingüística (Martín Butragueño 2014a, cap. 1; Villena y Ávila-Muñoz 2014).
Un modelo de variación y cambio debe, en consecuencia, incorporar las dimensiones de contacto y de identidad entre sus principales mecanismos. Otro supuesto que se adopta aquí es que un modelo de variación lingüística es un tipo de modelo cultural, y como tal necesita anclarse en la perspectiva de un observador específico, y no simplemente en términos abstractos generales. En ese sentido, se adopta aquí un punto de vista que pretende considerar la variación del español en términos de contacto y de identidad, tal como son vistos desde México.
Disponemos de diferentes modelos sociolingüísticos de variables lingüísticas específicas (por ejemplo, de la asibilación de róticas en la ciudad de México, cf. Martín Butragueño 2014a, cap. 5), e incluso de modelos de ciudades específicas (por ejemplo, de Los Ángeles —Silva-Corvalán 1996—, de Nueva York —Otheguy y Zentella 2012— o de Madrid —Cestero, Molina y Paredes 2015—), pero en general disponemos de pocos modelos sociolingüísticos de variedades específicas del español. Las páginas que siguen pretenden ser un esbozo de ese modelo para la variedad del español mexicano, en especial para el español mexicano central.
Se presenta en primer término el modelo general del español visto desde México; en segundo lugar, se repasan algunos fenómenos reveladores del papel del español mexicano en sus fases de expansión; en un tercer momento, se exponen cuáles son algunos de los flujos internos de mayor calado; a continuación, se describe con brevedad la fase de retracción del español mexicano; por fin, se discuten algunas de las nuevas relaciones sociolingüísticas y se establecen algunas conclusiones básicas.
1. Flujos generales tomando México como nodo central
Dada la realidad pluricéntrica de las lenguas globales (Blommaert 2010), como ocurre con el español, es factible considerar los hechos desde la perspectiva de cualquiera de esos grandes centros o nodos. En ese sentido, me gustaría considerar ahora las cosas desde la perspectiva posible desde México en general y desde la Ciudad de México en particular, no solo por sus respectivos tamaños, como el país y la ciudad más poblados del mundo hispanohablante, sino por la cantidad y variedad de flujos que allí se acumulan.
La figura 1 resume el modelo básico que se propone para definir qué es el español,1 si se adopta un punto de vista en el que el observador se encuentra en México o específicamente en la Ciudad de México. Bajo este modelo, el español mexicano se entiende como un proceso extendido en el tiempo y en el espacio. En el tiempo, porque varios de los tramos del proceso se han producido en diferentes momentos temporales, o han sido o son más acentuados en ciertas etapas. En el espacio, porque algunos tramos de variación ocurren de manera más o menos simultánea, pero en sentidos diferentes. Se trata, en realidad, de una abstracción conveniente para mostrar que se producen una serie de realidades que coexisten aunque sus efectos sean contrarios. Hay que insistir en que es una perspectiva específica del español, lengua sobre la que sin duda existen otras. El perspectivismo se comenta más adelante, en la discusión, como alternativa parcial a los modelos pluricéntricos (Hamel 2013a, Lara 2013, 2015, Zimmermann 2013).
Por ahora, interesa exponer las etapas esquematizadas en el modelo. Por un lado, la trayectoria, en forma de curva de Gauss, representa tres tramos. En el primero de ellos, el español visto desde México viene desplazando a las lenguas indígenas originarias, creciendo en esencia desde las zonas urbanas hacia las rurales, en un proceso que se ha acentuado en los últimos 150 años aproximadamente, de modo que el español funciona como lengua «A» en una relación generalmente diglósica que comienza con condiciones de bilingüismo incipiente, se expande en una cierta estabilización y, en numerosos casos, desplaza la lengua originaria. Esta situación se ha reproducido innumerables veces y ha dado lugar a una enorme variedad de situaciones.
La parte central de la curva marca los flujos intracomunitarios. Se propone la existencia de procesos de convergencia lingüística, que aunque afectan a todo el país son especialmente notorios en el centro de México, así como la existencia de dinámicas de divergencia al servicio de identidades locales, especialmente claras en las áreas periféricas, como el norte de la república o la península de Yucatán. El punto de referencia central coincide con el constructo ideal del español mexicano central, aunque si se buscara el correlato empírico sería con claridad la Ciudad de México. A estos conjuntos de flujos habría que añadir los recibidos y emitidos desde y hacia otras regiones del mundo hispanohablante.
La llamada etapa de desplazamiento tiene lugar cuando el español de raigambre mexicana se vuelve emigrante, en especial en Estados Unidos. Aunque el fenómeno es muy complejo, y al igual que en el caso desplazador hay que considerar comunidad por comunidad, es claro también que en el panorama general tiende a contraerse y a perder su papel de referencia. Incluso cuando subsiste tiende a diluirse su relación con el eje de referencia y termina a fin de cuentas por no formar parte del sistema de flujos en que consiste el español visto desde México.
Obsérvese que se han marcado como «focalizados» o «difusos», en el sentido del célebre trabajo de Le Page (1978), diversos sectores del sistema de flujos, para hacer referencia a aquellas etapas constructivas relativamente homogéneas y convergentes, frente a aquellas otras que ofrecen soluciones muy variadas o incluso divergentes con respecto al sentido general del constructo idealizado llamado «español visto desde México».
2. Expansión por desplazamiento: contacto y conflicto con las lenguas originarias
La primera parte de la curva hace entonces referencia al papel del español como variedad alta «A», en su papel como desplazador de otras lenguas. La historia lingüística de México puede resumirse en la historia del desplazamiento de las lenguas originarias por el español (Martín Butragueño 2012), especialmente de 1770 en adelante (Parodi 2010). Decirlo en estos términos es demasiado general y es necesaria mayor concreción para entender las consecuencias en el contexto de un modelo de flujos.
Es casi un lugar común señalar que se sabe muy poco acerca del contacto y del conflicto lingüístico entre el español y las lenguas originarias mexicanas (Parodi 2010, Zimmermann 2010), pues aun cuando existen bastantes trabajos relevantes sobre el problema del bilingüismo (como los de Hamel 2008, 2013b, Muñoz Cruz 2014, Flores Farfán 2013, Flores Farfán y Ramallo 2010, Chamoreau, Estrada y Lastra 2010, o el propio Zimmermann 2010, 2012, por citar algunos trabajos relativamente recientes) o el excelente recuento sobre la inmigración lingüística urbana de Martínez Casas (2014), buena parte de la bibliografía existente se centra más en los conflictos generales que en el análisis específico de los detalles del proceso mismo de desplazamiento (cuando lo hay, aunque sea una situación bastante común). Ahora conviene hacer referencia a un grupo de trabajos recientes que está arrojando luz adicional sobre el asunto, por emplear muestras amplias y estratificadas, con metodología comparable y herramientas analíticas vinculadas al estudio del cambio y la variación lingüísticos.
Los niveles de bilingüismo son muy diferentes y es necesario tener en cuenta esa realidad para desarrollar una taxonomía general del bilingüismo; no existe algo así como una encuesta nacional de bilingüismo, lo cual sería una tarea esencial en términos teóricos, descriptivos y aplicados. El Instituto Nacional de Lengua Indígenas (INALI) consigna 68 agrupaciones lingüísticas y 364 variantes, tratando con mucha prudencia la cuestión de si se trata de lenguas o dialectos (2008). Ethnologue menciona 283 lenguas. Actualmente están en marcha varios proyectos dialectológicos detallados de lenguas como el náhuatl, entre varias otras, que deberían aportar mayor claridad con respecto a las relaciones dialectológicas y lingüísticas. Tan compleja realidad, que ha llevado a algunos autores a hablar de comunalectos (Valiñas 2010), tiene también reflejo en una tipología muy variada de contactos lingüísticos con el español (y a veces entre varias lenguas indígenas).
Debe tenerse en cuenta que estamos hablando de una realidad muy dinámica, constantemente renegociada y en proceso de cambio. Torres (en proceso) está llevando a cabo una investigación sobre los tepehuanos del sur, en Santa María Ocotán, Durango, y en la propia ciudad de Durango, sobre la situación general de bilingüismo incipiente, sobre el español de contacto desarrollado de formas diferentes según los hablantes (en particular sobre el sistema de clíticos) y sobre los líderes en el proceso de bilingüización, todavía en etapas muy tempranas; existe una gran variación de individuo a individuo. En contraste, Avelino (en proceso) trabaja, también con una muestra amplia y estratificada, con los otomíes de San Andrés Cuexcontitlán, en las cercanías de Toluca, la capital del Estado de México. Emplea una metodología muy semejante a la de Torres, lo que permite comparaciones detalladas. Se trata, en este caso, de un proceso de desplazamiento relativamente avanzado, especialmente en el centro de la comunidad, con grupos progresivamente residuales. También se ha trabajado con el sistema de clíticos en el español de Yucatán (Reig y Hernández 2014), variedad con un largo bagaje de contacto con el maya yucateco, y en el español de contacto con el chichimeco jonaz (Lizárraga 2014b).2 Los hallazgos muestran diferencias interesantes con las investigaciones realizadas en el entorno andino (véanse los trabajos reunidos en Palacios 2015), por ejemplo, en los relativamente bajos índices de elisión de clíticos en los datos de español mexicano en contacto.
Otro ejemplo interesante es el contacto prosódico, poco estudiado hasta ahora y que puede ser extraordinariamente revelador de las relaciones antiguas y modernas.3 Así, Olivar (2015) ha estudiado diversos materiales de contacto entre náhuatl y español en Canoa, Puebla. La figura 2 muestra uno de sus ejemplos.
Ejemplos como el de la figura 2 son muy reveladores para el conocimiento del desarrollo del español mexicano central. Por un lado, permiten estudiar de manera directa la interferencia de rasgos prosódicos en entornos bilingües, lo que permite apreciar en detalle los procesos, y comparar por ejemplo el prealineamiento de los acentos tonales presente en algunos de estos datos con el apuntado para otras situaciones (como en el caso de la entonación del español cuzqueño, en contacto con el quechua —O'Rourke 2004, 2005, 2012— o del español yucateco, en contacto con el maya yucateco, cf. Michnowicz y Barnes 2013, Uth en prensa). Por otro, es particularmente relevante poder considerar datos prosódicos bilingües producidos por el contacto entre el español poblano y el náhuatl central. Su estudio puede sugerir cómo pudo haberse gestado prosódicamente el español mexicano central, de modo que el presente permita atisbar el pasado.
El ejemplo de la figura 3, a su vez, muestra también varios rasgos muy llamativos, considerando además que el chinanteco es una lengua de gran complejidad tonal. Si se proyecta la línea de declinación global a través de los picos tonales, esta resulta ser prácticamente plana, frente a lo que es esperable en lenguas de prominencia. Obsérvese, por otra parte, la gran cantidad de movimientos locales, pues salvo los picos diferidos de mi amigo y de cómo, todos los otros acentos tonales son bitonales tempranos, culminados en su propia sílaba, sin que ello parezca particularmente ligado a algún tipo de prominencia de carácter informativo. Es decir, existe una gran cantidad de movimientos tonales locales, resueltos de forma temprana (lo que también se ha observado en otras variedades de contacto, como recuerdan Michnowicz y Barnes 2013). Lo mismo puede decirse de los movimientos de la intensidad: la tendencia global de los picos no es declinante, mientras que existen profundos movimientos de ascenso y descenso4.
En un trabajo reciente,5 Guerrero y Torres (2015) llevan a cabo un estudio minucioso sobre los niveles de bilingüismo en tres situaciones distintas.
Como revela el cuadro 1, existen diferencias importantes según dominios y entre comunidades con respecto al uso del español como elección fundamental. Por dominios, el uso cuando se está en la ciudad triplica casi al presente en las fiestas, y mientras la escuela y el mercado tienen porcentajes globales semejantes, estos son superiores a los alcanzados por la iglesia o el trabajo. Más notables todavía son las diferencias según las varias comunidades. En un extremo, el bilingüismo incipiente tepehuano-español de Santa María Ocotán alcanza apenas el 20.0 % de uso. En el otro, la situación otomí-español de El Espíritu alcanza el 69.3 %.
También es claro el patrón que surge al considerar el uso total o parcial del español. Si los datos de Santa María Ocotán y de Misión de Chichimecas rondan el 60 %, los de El Espíritu promedian alrededor de 95 %. También por dominios son muy claras las diferencias, oscilándose entre el 50 % de los usos en la casa y en las fiestas, y el 92 % en la ciudad.
Obsérvese que el estudio de estas situaciones de contacto es doblemente interesante. En sí mismas, porque revelan aspectos sociales y lingüísticos que requieren grandes dosis de investigación y que deberían ser uno de los objetivos centrales de la investigación en lingüística. Por otro lado, nos proporcionan perspectivas sobre qué pudo haber ocurrido en situaciones análogas del pasado. Aunque con ciertas diferencias, el principio de uniformidad (Labov 1994, 2001, 2010) permite proyectar hacia atrás los procesos del presente, e incluso documentar en vivo diferentes etapas teóricas o supuestas cuando se piensa en comunidades pretéritas, con la diferencia de que se dispone de un acceso en principio ilimitado a los datos.
3. Los flujos internos
Numerosos datos permiten reconstruir varios de los flujos comunicativos que sin duda tienen repercusiones lingüísticas. La figura 1 hacía referencia a algunos procesos convergentes, esencialmente en el centro del país, y a otros divergentes, sobre todo en la periferia y en muchos casos asociados al reforzamiento de la identidad lingüística.
Varios trabajos van demostrando de manera paulatina que se trata de una realidad muy dinámica que ha tenido efectos claros en las últimas décadas y que los sigue teniendo de manera sostenida en este momento y previsiblemente en los próximos años.
De entre los muchos procesos en juego, quisiera referirme a algunos aspectos en particular.
a) Las redes de ciudades. En Martín Butragueño (2010) se plantea la necesidad de realizar muestreos urbanos basándose en la idea de que las ciudades de México forman un sistema urbano y no simplemente un agregado. El flujo de relaciones entre ciudades, incluida la consideración de los desplazamientos de sus habitantes entre unas y otras, es de gran importancia para entender la difusión de fenómenos de variación y cambio lingüístico. Tan importante como el peso demográfico es considerar los diferentes subsistemas urbanos:
La megalópolis central, encabezada por la Ciudad de México, pero en relación con Toluca, Cuernavaca, Pachuca, Tlaxcala, Puebla y Querétaro.
Otros grandes subsistemas son los formados por las áreas metropolitanas de Guadalajara y Monterrey, a los que se vinculan diferentes ciudades, como ocurre con Aguascalientes y Saltillo, respectivamente.
Un tercer tipo de subsistema es el formado por las ciudades fronterizas; algunas de ellas están fuertemente ligadas a los Estados Unidos, como es el caso de Tijuana, vinculada a la megalópolis de la Costa Oeste, o el caso de Ciudad Juárez, que posee fuertes lazos con El Paso, Texas. Las ciudades fronterizas del noreste, como Reynosa, Matamoros y Nuevo Laredo, se encuentran integradas al subsistema de Monterrey.
Existen también ciudades industriales fuera del área de influencia inmediata de la ciudad de México, como Hermosillo o San Luis Potosí.
También reclaman un lugar ciertas ciudades portuarias o turísticas, como Cancún o Puerto Vallarta que, a su vez, constituyen superficies urbanas de gran pujanza en la actualidad (Garza 2003, pp. 93-94).
Habría que añadir a la lista ciudades de alcance más regional, pero de enorme interés lingüístico, como Veracruz, Acapulco o Mérida.
Como una respuesta inicial a la idea de subsistemas, en los últimos años (2010-2015) se ha estado levantando el COEM o Corpus oral del español de México (Martín Butragueño, Mendoza y Orozco en proceso). En el marco del COEM se han levantado pequeñas muestras sociolingüísticas (de entre 12 y 20 informantes) en una docena de ciudades repartidas por todo el país: La Paz, Chihuahua y Monterrey; Acapulco, Guadalajara y Morelia; la Ciudad de México, Puebla, Xalapa y Veracruz; y Mérida, Oaxaca y Tuxtla Gutiérrez. También se dispone de algunas grabaciones en Los Altos, Guanajuato, Hermosillo y Reynosa. Además de estar en marcha la transcripción de diferentes aspectos del corpus, se están realizando ya varios análisis de entonación en los materiales recogidos. En una segunda etapa (idealmente), deberían completarse los levantamientos en ciudades representativas del sistema urbano descrito sucintamente supra, al tiempo que en poblaciones de menor tamaño vinculadas a las regiones encabezadas por las ciudades muestreadas, de modo que se pudiera mostrar el eje que va de lo urbano a lo rural. Es decir, se trataría de mostrar las redes de relaciones por las que hipotéticamente se difunden los cambios lingüísticos.
b) Los flujos migratorios internos han tenido y tienen un papel fundamental en la focalización de variedades, al efectuarse el proceso común de transformación de variedades rurales en variedades urbanas populares y el efecto colateral de urbanización y en general de influencia urbana sobre los enclaves rurales. Una prueba muy evidente la proporciona el cambio lingüístico experimentado por ciertos patrones prosódicos, pues el prealineamiento de los acentos tonales tiende a amortiguarse, así como las inflexiones circunflejas marcadas y las junturas finales complejas, lo que tiende a ocurrir incluso en diferentes configuraciones focales, como muestran Martín Butragueño y Mendoza (en prensa).
Una de las consecuencias más claras es la aparición de subcomunidades en las ciudades. El caso de Ecatepec, en la zona metropolitana de la Ciudad de México, es particularmente interesante para entender la estratificación del español en una zona de nivel socioeducativo bajo y, dadas las amplias capas migratorias, para analizar cómo se regenera el tejido de la identidad sociolingüística. Una investigación reciente a partir de materiales extraídos del Corpus sociolingüístico de la Ciudad de México considera la concordancia del haber existencial, el uso de lo que es y algunas realizaciones prosódicas, bajo la perspectiva de que la distribución variable de los procesos sociolingüísticos en esta zona encaja en la realidad lingüística general de la ciudad, pero con ciertas características especiales. Entre esas características se encuentra el mayor grado de avance de ciertos procesos, como la pluralización de haber, pero también el mayor grado de conservación de algunos patrones de raigambre tradicional, como los enunciados aseverativos con inflexiones tonemáticas relativamente marcadas, junto a otros que explotan elementos vernáculos otorgándoles nuevas formas, como los tonemas significativamente largos asociados a junturas complejas. El punto es que Ecatepec sí forma parte del complejo sociolingüístico de la ciudad de México, pero con ciertos atributos particulares, que a su vez construyen una nueva identidad, distinta a la herencia migratoria y a la integración progresiva en el espacio urbano global6.
c) El continuum central. Si se conjuntan todas estas realidades, es posible hablar de la ciudad lingüística de México, como lugar en el que confluyen multitud de voces y desde el que emerge una identidad lingüística que afecta en mayor o menor grado a todo el país. Ciertamente, el mayor efecto se siente especialmente en el conjunto de ciudades (Toluca, Cuernavaca, Querétaro, Puebla, Pachuca) que tienden a convertirse en la megalópolis central, y en general en toda el área que podemos entender como de español mexicano central. No debe entenderse necesariamente como una zona homogénea. Quizá la mejor forma de explicar la idea sea considerar el corte que ofrece la ruta (o conjunto de rutas, antiguas y modernas) que apunta al oriente del país al considerar el transecto entre el Puerto de Veracruz y la Ciudad de México. Además del Corpus sociolingüístico de la Ciudad de México (Martín Butragueño y Lastra 2011, 2012 y 2015), dentro del Corpus oral del español de México (Martín Butragueño, Mendoza y Orozco en proceso) se han levantado datos de la propia Ciudad de México, Puebla, Xalapa y Veracruz. Para Puebla se dispone también del Corpus sociolingüístico de Puebla levantado por Palacios (en proceso). Ceballos (2006) encontró pruebas de retracción de debilitamiento de /s/ en Veracruz, por ejemplo (sobre esta variables deben considerarse también datos de otras latitudes, como La Paz: Gil Burgoin 2011; Acapulco: Reyes Taboada 2014; El Ciruelo, Oaxaca: Espinosa 2008).
d) El deseable transecto debe conducir a establecer con mayor claridad la frontera con las Tierras Bajas, aunque estas deban entenderse en el conjunto de hablas centrales. Algún trabajo preliminar en los alrededores de Xalapa mostraba resultados preliminares7. Ciertamente, no cabe esperar un salto abrupto en las soluciones lingüísticas, pero un buen camino podría ser explorar las relaciones entre ciudades relativamente cercanas de diferentes tamaños sucesivos. Dada la relativamente reciente expansión general del español y considerando la forma en que se ha difundido, las fronteras deben buscarse más bien a partir de las zonas de influencia progresivamente decantadas desde las zonas urbanas, no desde las áreas de tradición rural. En ese sentido, es muy probable que la historia de la diferenciación clásica entre Tierras Altas y Bajas esté todavía inscrita en los alrededores de las principales ciudades del transecto, en especial de aquellas cercanas al antiguo camino hacia el este de la Ciudad de México, atravesando por Puebla y Orizaba, para llegar a Veracruz (Garza 1985, p. 68).
e) La derivación septentrional corresponde a la principal partición de orden secundario en la zonificación del español mexicano. Su génesis, derivada en buena medida de la del español mexicano central, es descrita en detalle por Mendoza Guerrero (2010). Morúa y Serrano (2004) y Serrano (2009 y ms.) han mostrado en términos de actitudes y creencias y en términos de dialectología perceptual la personalidad del norte en general y del noroeste en particular. El Corpus oral del español de México está aportando datos de La Paz, Chihuahua y Monterrey, así como algunos materiales adicionales de Hermosillo y Reynosa, como se ha comentado (Martín Butragueño, Mendoza y Orozco en proceso). En términos prosódicos, uno de los rasgos más prominentes es el escalonamiento septentrional, consistente en la realización de un acento tonal nuclear con un notorio grado de elevación, de unos 4 o 5 st (L+¡H*), que ya no desciende en la juntura, sino que tiende a permanecer sostenido (M%). Los rasgos prosódicos (junto con los léxicos) pueden ser esenciales para establecer diferencias de peso entre las áreas septentrionales y el centro del país8.
f) Pero las divisiones de orden primario en la zonificación lingüística del español de México son propias del límite con el sur-sureste. Mérida es quizá la única ciudad en México donde deben emplearse herramientas de macro-sociolingüística urbana para estudiar una situación de contacto lingüístico. Existen varios trabajos recientes, como las tesis de Rosado (2003, 2012) y los trabajos que ha venido publicando Michnowicz (Michnowicz 2006, 2008, 2009, 2012, Michnowicz y Barnes 2013, entre otros). La prosodia del español yucateco, muy diferente a la de otras zonas del país, está siendo explorada también por Uth (en prensa), así como por Martín Butragueño, Mendoza y Orozco (2015). Varios de estos trabajos (como los de Rosado) sugieren la existencia de dos grandes procesos en curso: por un lado, la retracción de patrones tradicionales (como ocurre con la realización oclusiva de /b, d, g/, o con la labial nasal final en vez de la alveolar); por otro, el reforzamiento de fenómenos tradicionales que se vuelven conscientes y sobre los que se reclama valor identitario (lo que puede ser especialmente notable en el léxico). Algo parecido ocurre con ciertas hablas chiapanecas, como las de Tuxtla Gutiérrez, donde se ha verificado últimamente que el voseo no solo está absolutamente vigente, sino que tiene fuerte valor identitario, como ha mostrado Oseguera (2013).
4. Retracción por desplazamiento
La retracción del español visto desde México se muestra a la derecha de la figura 1, presentada supra. La presencia de los mexicanos en Estados Unidos es uno de los casos de contacto lingüístico más estudiados y mejor conocidos desde todos los puntos de vista, aun reconociendo que es mucho lo que queda por hacer. Mucho menos analizado es el conjunto de consecuencias lingüísticas y sociales que tienen lugar sobre los lugares de origen de los migrantes, desde la llegada de nuevos influjos hasta el estrangulamiento demográfico de las generaciones intermedias, lo que provoca que en muchos casos los niños sean criados por sus abuelos, lo que puede tener consecuencias lingüísticas inesperadas. Conviene hacer algunas reflexiones al respecto, aunque estas cuestiones van más allá de lo que es posible considerar ahora.
La relación con Estados Unidos va, por supuesto, mucho más allá de las relaciones migratorias directas o indirectas. Existe un amplio abanico cultural de vínculos, en ambas direcciones, que pasan por los medios de comunicación, por los entornos comerciales o por las redes sociales. El español mexicano se retrae en Estados Unidos por diferentes vías, a veces por desplazamiento ante el inglés, otras veces porque adquiere valores propios o porque es parte importante de una koineización hispana (Parodi 2014). Pero incluso en los casos de mantenimiento, el fuerte componente rural de este español, las soluciones diferenciadas respecto a las hablas en México, y la competencia limitada o simplemente oral de muchos de los hablantes ya foráneos provocan que, desde México, el español estadounidense de origen mexicano se vea como claramente diferente y en general se valore negativamente.
Otro papel muy llamativo de Estados Unidos es el de ser, junto con España, uno de los nodos catalizadores de las relaciones entre países hispanohablantes, en parte por la relación directa que se da entre quienes viven o pasan por allí, en parte por ser la fuente común de muchos fenómenos económicos, sociales, culturales y desde luego lingüísticos. Una de las perspectivas más interesantes en ese sentido es el conjunto de trabajos sobre contacto dialectal que vienen surgiendo en los últimos tiempos: Potowski ha estudiado el contacto dialectal intrafamiliar (2011) y en general el contacto dialectal en Estados Unidos (2013), así como el contacto entre mexicanos y puertorriqueños en Chicago (2014); para Los Ángeles, cf. Parodi (2011, 2014); para Nueva York, Otheguy y Zentella (2012); sobre dialectos peninsulares en Estados Unidos, véase Pérez Castillejo (2013); para salvadoreños y mexicanos en Houston, cf. Hernández (2002), etc.
Tampoco desde dentro del propio México se es ajeno al contacto hispánico, y existen numerosos fenómenos relevantes, algunos de ellos todavía poco estudiados. Es el caso del papel lingüístico de los diferentes exilios (español, chileno, argentino) o de la inmigración laboral desde otros países (cf. Rodríguez Cadena 2006, Soler 2014, Pesqueira 2008, 2011, 2012, 2014a, 2014b); la relación con Centroamérica; el papel de México en América y en España a través del cine, la televisión, la literatura, la prensa o las jergas políticas; el papel creciente de las redes sociales; el trasiego de palabras por multitud de canales (viajes, deportes, reuniones de especialistas, etc.).
5. Discusión: nuevas relaciones y previsiones posibles
La posibilidad de generar un modelo lingüístico completo de toda una sociedad descansa, en buena medida, en comprender y en poder ponderar los diferentes flujos de transmisión y de difusión que concurren en ella. El campo de la transmisión lingüística es, en última instancia, el de la generación y regeneración de la identidad local, constituida frente a otras construcciones sociolingüísticas identitarias. El campo de la difusión tiene que ver con la globalización de comportamientos a través del contacto. Ya se comentado que en la evolución temporal de estas grandes fuerzas existen momentos focalizados (o de simplificación, ordenamiento, reducción de la variación) y momentos difusos (de mezcla, de reordenamiento, de aumento de la variación). Además, se ha defendido la idea del papel central de la perspectiva sociolingüística, es decir, de cómo ve los hechos y los procesos una comunidad lingüística determinada (o una comunidad de práctica, cf. Eckert 2000, 2008, si nos situamos en una escala mucho más pequeña) y no un analista que aspira a tener una visión neutral, no identitaria, acerca de esos mismos hechos.
Se defiende aquí la idea de modelo de perspectiva sociolingüística, que caracteriza la realidad de los flujos de variación, cambio y prestigio, tal como se ven desde el ángulo de un observador determinado (como se está diciendo, un sujeto social, sea una comunidad de práctica o una comunidad de habla, una institución específica o un país entero), tal que puede focalizar una realidad mayor o menor, amplia o cercana, dependiendo de lo que interese a ese observador. Es compatible con la idea de pluricentrismo (programa del observador omnisciente), pero es más realista en términos sociales, pues pide dar cuenta de las perspectivas diferenciadas, sea por realidad de vida, por el tamaño de la comunidad, por tipo de sujeto o hasta por motivos políticos, etc. Debe insistirse en que se trata de un modelo dinámico, pues su estructura no solo varía según el foco del observador, sino que cambia rápidamente en el tiempo9.
Además de los modelos de policentrismo y en general de los modelos derivados del contacto lingüístico (Guerrero y San Giacomo 2014) y dialectal (Martín Butragueño 2014b), conviene traer a colación la semántica cultural de Parodi (2010), dentro de la cual se examinan en detalle las reestructuraciones de los signos lingüísticos y la relación entre variedades en los momentos de contacto y confrontación, especialmente aplicados en su caso a la situación del español en Estados Unidos y a la gestación de las sociedades hispanoamericanas.
Los últimos años han dado lugar a nuevas realidades o han incrementado las ya existentes. La transformación urbana desde mediados del siglo xx ha venido a subrayar el papel de las ciudades, que en el caso del español colonial y postcolonial es doblemente importante. El techo urbano no se ha cubierto plenamente en México. La Ciudad de México ejerce influencia en todo el país, pero el sistema urbano en su conjunto es el verdadero difusor de los procesos de cambio lingüístico, así se considere la expansión y retracción de la asibilación de las róticas (Martín Butragueño 2014a, cap. 5), la difusión y el freno de la pluralización de haber existencial (Lastra y Martín Butragueño 2016), la propagación del tuteo (Orozco 2010) o el camino seguido por la mayor parte de los préstamos y las innovaciones léxicas (Franco 2014). Aunque existen diferentes testigos empíricos para comprender las situaciones actuales y pasadas (como el transecto hacia las Tierras Bajas o los procesos de contacto en pequeñas comunidades), el testimonio de mayor peso en el modelo de variación y cambio lo proporcionan sin ninguna duda las ciudades.
¿Qué cabe esperar para los próximos años desde un modelo de perspectiva sociolingüística? Por un lado, el acercamiento al techo urbano, que suele tener un límite técnico (de alrededor del 85 % de la población) y en consecuencia la importancia de la globalización y de los procesos focalizados. Por otro, y en parte como compensación, el reforzamiento de los procesos identitarios emblemáticos, especialmente en las áreas periféricas, aunque también en las propias áreas centrales (por ejemplo, la identidad chilanga). Es decir, el reforzamiento de ciertos rasgos especialmente llamativos desde un punto de vista individual y social, aunque no constituyan el núcleo de la variación, o aunque el análisis lingüístico detenido revele que no necesariamente su magnitud o su calado es tan trascendental. A mi juicio, se van a ir desarrollando elementos que indicen (en el sentido de Eckert 2000) esos valores de localidad, y que los indicen de manera muy clara y perceptible.
6. Conclusiones básicas
Parece interesante aspirar a construir representaciones generales de toda una macro-comunidad de habla, de modo tal que puedan reunirse los patrones asociados a variables lingüísticas puntuales con el sentido identitario mismo de esa comunidad. Para ello, puede pensarse en modelos dinámicos que representen de modos cada vez más específicos los diferentes flujos que entran en juego, de manera semejante a como se hace para representar otros sistemas complejos (como la economía, el tráfico o las epidemias).
El (esbozo de) modelo que se presenta consta de una fase de expansión y otra de retracción. La fase de expansión está asociada a la propagación del español mexicano a través de espacios urbanos y al desplazamiento de las lenguas originarias (una forma extrema de contacto). La fase de retracción tiene que ver, especialmente, con el desplazamiento o transformación del español mexicano en Estados Unidos (asimismo en contacto). Entre medias, la fase central corresponde a las formas nacionales, teniendo precisamente como referencia fundamental la del español mexicano central y en especial el de la Ciudad de México (como generadora de identidad). En este conjunto existen etapas de focalización y de difusión.
Casi por definición, las etapas más intensas del español de México como desplazador y como desplazado son momentos difusos por sus grandes dosis de variación. Los flujos intra-comunitarios, en cambio, son en general momentos de focalización, por la reducción de variación que entrañan. Dentro de estos, sin embargo, es posible distinguir un estrato plenamente focalizado, el del español mexicano central, y dos momentos de semi-focalización (o subfocalización) y de semi-difusión (o subdifusión), es decir, la convergencia central instalada en el proceso de desdialectalización de las hablas centrales, y la divergencia periférica, con procesos renovados de variación y cambio en el sentido de la renovación identitaria.
Estas tendencias generales se han ilustrado con una serie de ejemplos, al tiempo que se ha sugerido una serie de vías posibles para continuar explorando la posibilidad de un modelo sociolingüístico detallado del español de México, a la luz de algunas investigaciones ya en curso de realización o en espera de que se emprendan otras especialmente deseables.
Debe insistirse en la necesidad de que cualquier modelo de cambio y variación general, de la misma manera que aquéllos centrados en variables específicas o en comunidades de habla, se sustenten en una fuerte base empírica que permita abordar los problemas con el suficiente realismo. Al tiempo, estos modelos de carácter más general son necesarios para dar sentido a una pléyade de investigaciones puntuales, así como para establecer prioridades a la hora de llevar a cabo investigaciones específicas futuras.
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Notas
1. Para una visión muy preliminar de este modelo, véase Martín Butragueño (2012).
2. Para los clíticos en español de contacto con otomí, véase también Lizárraga
3. Como se analiza en Martín Butragueño (2015), de donde se entresacan los párrafos que siguen.
4. Además, parecen existir cesuras tras mi amigo Rigoberto y les va enseñar, lo que justificaría postular varias frases fonológicas que seccionan el material. Resulta atractivo pensar que estas frases fonológicas tienen un efecto sobre la asociación de los acentos tonales, en el sentido de que pueden propiciar la aparición de acentos tempranos en su colindancia por la derecha. En cualquier caso, el punto crucial es que las frases fonológicas parecen tener un papel más relevante que en el español general.
5. También la cuestión del léxico local revela un contacto mucho más intenso que el que tradicionalmente se ha considerado, como revelan los trabajos de San Giacomo en Tagcotepec (cf. Guerrero y San Giacomo 2014) o el propio Diccionario de mexicanismos (Academia Mexicana de la Lengua, en preparación).
6. El trabajo en que se estudia la situación lingüística de Ecatepec es Martín Butragueño (en dictamen).
7. La investigación es de Luis David Meneses Hernández.
8. Sobra decir, en este caso y en realidad en todos los mencionados, que existen muchos estudios pertinentes realizados por diferentes investigadores, y que los trabajos que se mencionan son solo ejemplos de entre los que se podrían considerar.
9. La idea de perspectiva no debe confundirse con visiones catastrofistas en términos de fragmentación, ni mucho menos con peticiones ingenuas de autonomía lingüística. Se trata más bien de reconocer la realidad en la que se mueven los miembros de una estructura social determinada, como observadores y participantes de la realidad que les rodea, tal como esta se presenta en un momento específico.