Según los estimados más conservadores dentro de los Estados Unidos continentales se encuentran más de 45 millones de hablantes nativos del español más otros millones sin contar que lo hablan como segunda lengua, por lo cual Estados Unidos se perfila como el segundo país mundial de habla española. La masiva presencia de la lengua española en Estados Unidos puede sorprender ya que no es la lengua oficial, a diferencia de las naciones hispanohablantes, cuyas poblaciones hispanas son más pequeñas. Además de ser la lengua más hablada en Estados Unidos después del inglés, el español es la lengua que ha provocado la mayor hostilidad entre hablantes y no hablantes. No solo existe un fuerte resentimiento de su mera existencia como competidor del inglés —ya vemos los vociferantes brotes de «English only» o «official English»—, sino también de su postulada pérdida de «pureza» una vez que se encuentra dentro de las fronteras estadounidenses. Está implicado el supuesto efecto desnaturalizador del inglés, que se considera tanto masivo en su alcance como perjudicial para la integridad del español como lengua legítima. La vehemencia de estos sentimientos hace contraste con la situación de otras lenguas que han llegado al territorio estadounidense como consecuencia de la colonización o inmigración. El alemán de Pennsylvania, «Pennsylvania Dutch», y de los menonitas fundamentalistas Amish se considera como pintoresco y encantador a pesar de que dentro de las naciones europeas de habla alemana esas variedades dialectales son muy poco canónicas. Vale lo mismo para el francés acadiano de Luisiana, orgullosamente simbólico de la cultura «cajún», que se deriva de variedades dialectales rústicas y vernáculas del francés europeo y muestra las huellas del contacto multisecular con el inglés. Otras lenguas de inmigrantes en Estados Unidos —portugués, checo, sueco, polaco, griego—, que llegaron todas ellas en forma de un mosaico de dialectos vernáculos y rurales, pasan desapercibidas en cuanto a los comentarios metalingüísticos, aunque los inmigrantes correspondientes hayan sido víctima de chistes feos y actos de discriminación. Tal vez la única otra lengua que ha provocado comentarios despectivos y estereotipos lingüísticos es el italiano, pero no desde Italia ni de parte de los ítalo-americanos. Por lo tanto conviene preguntar por qué el español ha sido víctima de una crítica desproporcionada en el ámbito bilingüe estadounidense y al mismo tiempo qué elementos verídicos pueden haber contribuido a la avalancha de comentarios insensatos sobre los efectos perjudiciales de la coexistencia lingüística no tan pacífica. Naturalmente no podemos ofrecer una respuesta adecuada en pocas páginas; nos limitaremos a unas reflexiones generales sobre las principales cuestiones relevantes.
Desde el primero momento en que la lengua española llegó a ser identificada con los Estados Unidos ha sufrido una campaña de publicidad negativa, promulgada desde el exterior y también desde el interior del país. El estudio serio de las variedades del español que se encuentran en los Estados Unidos se ve estorbado por el debate —estridente aun cuando estéril— sobre el supuesto lenguaje híbrido conocido popularmente como «[e]spanglish», es decir una mezcolanza de español e inglés universalmente considerada como enfermedad lingüística de consecuencias mortales para la vitalidad de la lengua española, no solo en los Estados Unidos, sino a través del mundo. El ensayista puertorriqueño Salvador Tió (1954) se reivindicaba la creación de esta palabra en la década de 1950, pero el concepto del espanglish se ha difundido por todo el mundo y aun se ha convertido en negocio literario en las obras paródicas del escritor mexicano radicado en Estados Unidos Ilan Stavans (2000, 2003). Algunos investigadores y activistas han propuesto que «espanglish» sea la caracterización más acertada del habla de los hispanos en Estados Unidos (por ejemplo, Morales 2002, Zentella 1997). Pero es más usual que «espanglish» conlleve una connotación despectiva y la insinuación falsa de que el bilingüismo español-inglés en los Estados Unidos difiere de manera cualitativa de otros entornos bilingües en el mundo.
Dejando al lado la cantidad muy reducida de hablantes del español que se encontraban en los Estados Unidos desde la época colonial, los principales eventos internos que involucraban la lengua española y las personas que la hablaban se presentarán a continuación en forma sumamente abreviada. En cada uno de los casos el español se proyectaba como la lengua de un «enemigo», ya sea otra nación, las reivindicaciones de una población interna o un grupo de intrusos indeseables.
1836-1848: Con la independencia de Texas de México seguida de la guerra entre México y los Estados Unidos, un inmenso territorio poblado de personas de habla española súbitamente se encuentra dentro de las nuevas fronteras estadounidenses. Se presentaba como a los mexicanos y su lengua diabólicos, primero en anticipación de la guerra y luego en su secuela, aumentado frenéticamente por eventos puntuales como el sitio del Álamo. A pesar de que el Tratado de Guadalupe Hidalgo les garantizaba derechos de lengua y de propiedad a los recién conquistados, los mexicanos fueron sistemáticamente despojados de sus tierras y sus derechos civiles por medio de maniobras legales e ilegales.
1849: La fiebre de oro de California presentaba un escenario dramático en que especuladores anglo-estadounidenses arrebataban tierras a los «enemigos» de habla española.
1898: Como consecuencia de la guerra hispano-norteamericana, Cuba y Puerto Rico caen bajo la administración política y militar estadounidense. Después de una ocupación militar de cuatro años Cuba recibe su independencia, pero la enmienda Platt de la constitución cubana autorizaba intervenciones militares norteamericanas en cualquier momento en que la gobernación de Cuba inquietase a los políticos estadounidenses. Puerto Rico quedó en un limbo político y sus residentes no recibieron ciudadanía estadounidense hasta unos años después, y el primer sistema de educación pública instaurado por el gobierno norteamericano solo empleaba el idioma inglés, desconocido por la mayoría de puertorriqueños.
1910-1920: Durante la revolución mexicana millares de mexicanos de todos los estratos sociales buscaban refugio del caos revolucionario cruzando la frontera del norte. Por primera vez la lengua española fue trasladada deliberadamente a áreas donde había prevalecido el inglés, y por primera vez el español como lengua «extranjera» entró al suroeste estadounidense desde el exterior.
1912: Nuevo México logra el estatus de estado. En ese momento el territorio que hasta el día de hoy tiene la proporción de latinos más alta aspiraba a juntarse a la unión norteamericana. Para combatir el prejuicio de los políticos en Washington que no querían permitir que un estado «mexicano» formase parte de los Estados Unidos, los activistas políticos nuevomexicanos montaban una campaña frente a la opinión pública de la «pureza» de Nuevo México (es decir la ausencia de la lengua española y las personas que la hablaban).
1918-1930: Los programas Bracero reclutaban trabajadores agrícolas de las áreas más empobrecidas de México, en los estados del centro y el sur. Durante la primera guerra mundial escaseaban trabajadores agrícolas en las granjas estadounidenses y el gobierno norteamericano inició el programa Bracero para un suministro «temporario» de mano de obra. Igual que ha sucedido con otros programas de reclutamiento de trabajadores «invitados», disminuyó la necesidad de obreros mexicanos durante la Gran Depresión (1930-1942), pero resultaba imposible devolverlos a su país de origen. Este programa marca el inicio de peregrinaje anual de la frontera mexicano-estadounidense a los estados del centro y norte durante la temporada de cosecha agrícola, que continúa hasta el momento.
La Segunda Guerra Mundial conllevó otra ola de xenofobia aún más cruel y estridente que el aislamiento que seguía a la primera guerra. En la costa occidental los mexicano-americanos (muchos de los cuales habían nacido en Estados Unidos) eran hostigados y aun deportados involuntariamente. En los motines «zoot suit» de Sleepy Lagoon en Los Ángeles (1943) soldados y marineros estadounidenses atacaron a jóvenes mexicano-americanos; este fue el primer amotinamiento racial de una comunidad latina que luchaba contra el exterminio cultural, y agudizaba aún más las problemáticas relaciones sociales entre latinos y anglo-estadounidenses en zonas urbanas.
1948: Operación Fomento/Operation Bootstrap. Aunque algunos puertorriqueños trabajaban en ciudades norteamericanas desde las primeras décadas del siglo xx, sobre todo en las industrias tabacaleras y textiles, después de la Segunda Guerra Mundial el flujo migratorio alcanzaba proporciones considerables con la Operación Fomento iniciada en 1948. En las ciudades norteamericanas los puertorriqueños sufrían una pobreza abrumadora y una cruel discriminación racial, y se veían reducidos a ocupantes de los tugurios y guetos de Nueva York y otras ciudades del noreste. El prejuicio antipuertorriqueño en esa zona del país todavía persiste, así como el estereotipo del lenguaje mal hablado de los «nuyoricans», que aun alcanza la población de la isla.
1959-60: Como consecuencia de la revolución cubana millares de refugiados del régimen de Fidel Castro llegaron a los Estados Unidos, sobre todo al área metropolitana de Miami. Aunque la primera ola de inmigrantes representaba las clases profesionales, algunos con raíces familiares en Estados Unidos y un dominio del inglés, esto representaba la primera «toma» de un extensa área metropolitana de parte de una población hispanohablante que no podía ser confinada a un gueto y así invisibilizada, tal como había ocurrido con los mexicanos en el suroeste y los puertorriqueños en el noreste. Todavía es palpable el resentimiento de muchos residentes no hispanos de Miami, quienes se ven obligados a aprender y hablar español para avanzar económicamente.
1974: El dictamen Lau vs. Nichols de la Corte Suprema creaba la posibilidad de programas de educación bilingüe para las comunidades de habla española, y el polemizado debate sobre el valor de la educación bilingüe para hablantes del español se ha prolongado hasta la actualidad.
1980: Con el puente marítimo de Mariel millares de cubanos «nuevos» llegaron a los Estados Unidos, entre ellos representantes de sectores sociales previamente ausentes en las colonias cubanas: la clase obrera, de zonas rurales y algunos aun con antecedentes delictivos. Aun los cubanos establecidos en Estados Unidos manifestaban sentimientos ambivalentes frente a los recién llegados, mientras que el resto de la nación norteamericana se resignaba a asimilar otro grupo de extranjeros necesitados.
1980-90: La revolución sandinista acabó con la dinastía de la familia Somoza, que había gobernado en Nicaragua durante más de cuatro décadas; poco después muchos nicaragüenses que habían apoyado a los sandinistas perdían la esperanza y huían decepcionados a los Estados Unidos, sobre todo a Miami y Los Ángeles. La mayoría de los refugiados nicaragüenses provenían de la clase media y la clase profesional, pero, a pesar de sus actitudes anticomunistas, no se llevaban bien con las colonias cubanas ni con otros sectores derechistas de la sociedad norteamericana, que los veían simplemente como otro grupo de intrusos hispanohablantes.
1980-1989: En la misma década millares de refugiados de las guerras sucias de Guatemala y El Salvador llegaron a los Estados Unidos; huían de los escuadrones de la muerte, los grupos paramilitares y los programas de contrainsurgencia patrocinados por el gobierno estadounidense. En su inmensa mayoría estos refugiados centroamericanos provenían de zonas rurales pobres; en los Estados Unidos intentaban hacerse pasar por mexicanos, para evitar la persecución de los oficiales del servicio de migración.
Décadas de 1990 y 2000: Llega una creciente población de inmigrantes dominicanos a las ciudades del noreste: Nueva York, Boston, Filadelfia. Muchos se arriesgan la vida en pequeñas embarcaciones conocidas como yolas y en la opinión pública son iguales a los «boat people» haitianos y los «raft people» (balseros) cubanos. Estigmatizados ya en el Caribe como hablantes de un español «inferior», los dominicanos siguen luchando contra las inhóspitas condiciones sociales que les esperan en muchas ciudades estadounidenses.
Esta línea cronológica demuestra que los hablantes del español y la misma lengua española han figurado prominentemente en la opinión pública por más de un siglo, casi siempre con respecto a la lucha de los latinos por los derechos humanos y civiles más fundamentales. Tal como ha sucedido con otros sectores que han atravesado momentos similares, la consecuencia colateral es un prejuicio nutrido de información equivocada y xenofobia.
Durante el último siglo y medio las relaciones entre Estados Unidos y el mundo hispanohablante —sobre todo América Latina— han sido muy variadas. En algunas ocasiones Estados Unidos ha ayudado a pueblos hispanohablantes de manera casa desinteresada y en beneficio de personas humildes; el Cuerpo de Paz es un ejemplo cabal. Al mismo tiempo es lícito afirmar que dentro de América Latina, España, y la mayor parte de Europa y el hemisferio occidental son más duraderas las memorias de las muchas intervenciones militares, ocupaciones y conquistas territoriales, apoyo a regímenes represivos, y coerción económica incesante de parte de los enormes conglomerados multinacionales, desde la producción bananera hasta la industria minera. Las intervenciones militares proveen los titulares más espectaculares y están en estrecha correlación con las observaciones desde el exterior sobre la situación del español dentro de los Estados Unidos.
En el siglo xix se llevaron a cabo guerras expansionistas contra México y España al lado de fracasados intentos de anexar Cuba, la República Dominicana y Nicaragua, pero los eventos más dramáticos ocurrieron en el siglo xx, que se desenvolvían a la par de las opiniones sostenidas en el exterior sobre la lengua española dentro de las fronteras estadounidenses. El espacio no permite una lista exhaustiva de todos los conflictos entre Estados Unidos y el mundo de habla española, pero una lista selecta pero representativa sirve para ejemplificar el crecimiento de la imagen de Estados Unidos como matadero y cementerio de la lengua española.
1903: Panamá se independiza de Colombia. La nación de Panamá fue «creada» por intereses creados norteamericanos cuando el gobierno colombiano resistía la construcción de un canal interoceánico. Hasta la celebración de los tratados Torrijos-Carter de1977 la zona del Canal era un territorio de facto de Estados Unidos, y no fue hasta 1999 que los panameños volvieron a ejercer soberanía sobre todo el territorio nacional.
1907: Se produjo una confrontación militar con Nicaragua en el Golfo de Fonseca
1909-1934: Se realizaba una ocupación militar efectiva de Nicaragua, a veces directamente y en otros momentos a través de gobiernos fantoches.
1916-1924: Se producía la ocupación militar de la República Dominicana.
1954: La Agencia Central de Inteligencia organizó el derrocamiento del presidente guatemalteco democráticamente elegido, Jacobo Arbenz; esto representa el primer triunfo reconocido de los servicios secretos norteamericanos para efectuar un cambio de régimen.
1961: Se dio a conocer la fracasada invasión de Cuba por cubanos exiliados y soldados mercenarios. La invasión de Playa Girón (Bahía de Cochinos) ocurrió en un momento en que Fidel Castro todavía disfrutaba de una gran popularidad en casi toda América Latina.
1965: Se produjo la invasión norteamericana de la República Dominicana.
1968: Según la opinión pública mexicana la masacre de la plaza de Tlatelolco en la ciudad de México, efectuada durante una masiva manifestación estudiantil, estaba vinculada al apoyo estadounidense a los gobiernos represivos; posteriormente se dio a conocer que la CIA había aportado ayuda logística a la policía mexicana durante la crisis.
1973: Es bien conocida la participación estadounidense en el golpe militar chileno que destituyó al presidente Salvador Allende, democráticamente elegido, y que resultó en su muerte. Estados Unidos apoyaba a la represiva dictadura militar de Augusto Pinochet como parte de su estrategia mundial anticomunista.
Década de 1980: Estados Unidos apoyaba activamente dictaduras derechistas en la Argentina, Uruguay, Paraguay, El Salvador, Guatemala, Honduras y otras naciones latinoamericanas, siempre bajo el auspicio de enfrentar la amenaza del comunismo internacional durante la Guerra Fría.
1980-1990: Durante el primer régimen sandinista en Nicaragua, Estados Unidos organizó un movimiento de insurgencia (los «contras») que incluía exmiembros de la Guardia Nacional somocista junto con soldados mercenarios y otros nicaragüenses opositores del gobierno sandinista.
1982: Estados Unidos apoyaba abiertamente a Gran Bretaña en la Guerra de las Malvinas, provocando un aumento en los sentimientos antinorteamericanos en América Latina, aun en naciones que habían expresado su repugnancia por la dictadura militar argentina responsable por el conflicto.
1989: Se realizó una invasión de Panamá para destituir al excolaborador de la CIA Manuel Noriega, quien estuvo preso en Estados Unidos durante más de dos décadas.
1999: Bombarderos de la marina estadounidense matan a un empleado civil puertorriqueño, David Sanes, durante una práctica bélica en la zona militarizada de la isla de Vieques. La tragedia provocó masivas protestas en Puerto Rico, los Estados Unidos continentales y a través de América Latina. No fue hasta cuatro años después que la marina norteamericana suspendió los bombardeos en Vieques.
Pos-11 septiembre 2001: Desde los atentados del 11 de septiembre 2001 la frontera Estados Unidos-México está fuertemente militarizada, a pesar de que en ningún momento se haya considerado la frontera con México como punto de entrada de terroristas.
2010: Una de las manifestaciones más feas de xenofobia y racismo es la ley antiinmigrante SB1070 de Arizona, que fue aprobada durante una extensa campaña publicitaria. Las demostraciones públicas de racismo e intolerancia hacia las personas de ascendencia mexicana/latinoamericana repercutieron por todo el mundo, y provocaron repugnancia en las naciones de habla española.
2016: En la arena política surgen de nuevo la intolerancia y el racismo en los debates entre precandidatos a la presidencia.
Una vez más esta cronología abreviada revela una confrontación constante entre Estados Unidos y las naciones de habla española. La percepción de una lucha global entre la sociedad anglo-norteamericana y las sociedades hispanas contribuye a los sentimientos antiestadounidenses y a la creencia de que los latinos que viven en Estados Unidos exponen su lengua al riesgo de desaparecer o peor aún, de convertirse en un lenguaje indescifrable para los hablantes del español «verdadero».
En el exterior, es generalizada la opinión que los dialectos hispano-norteamericanos se van convirtiendo en híbridos parcialmente acriollados, resultado de una comunidad que habla en español a la vez que piensa en inglés. La preocupación por la presencia del inglés en el repertorio lingüístico de los hispanohablantes en Estados Unidos resulta en la ecuación equivocada español + inglés = español deteriorado. Así que Odón Betanzos Palacios (1997, 2001), en la época presidente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, opinaba que «... el espanglish es un problema temporal, pasajero y todo vendrá a su cauce normal cuando nuevas generaciones de hispanohablantes en Estados Unidos reconozcan y aprecien la bendición del bilingüismo…». Adoptando una postura ideológica, y considerando que el spanglish consiste principalmente en el empleo de anglicismos por los hispanohablantes, el distinguido crítico literario Roberto González-Echeverría (1997) lamenta las implicaciones negativas del spanglish: «... El spanglish, la lengua compuesta de español e inglés que salió de la calle y se introdujo en los programas de entrevistas y las campañas de publicidad, plantea un grave peligro a la cultura hispánica y al progreso de los hispanos dentro de la corriente mayoritaria norteamericana. Aquellos que lo toleran e incluso lo promueven como una mezcla inocua no se dan cuenta de que esta no es una relación basada en la igualdad. El spanglish es una invasión del español por el inglés…». Este rechazo del spanglish por ser muestra de derrota y sumisión de las comunidades hispanas radicadas en los Estados Unidos nos recuerda el lamento de Odón Betanzos Palacios, al hablar de «el problema de algunos hispanos en Estados Unidos, de los que no han podido ni tenido la oportunidad de aprender ninguna de las dos lenguas (español e inglés)».
Debemos rechazar con vehemencia la afirmación de que la verdadera lengua de los hispanos en los Estados Unidos es el «espanglish» porque, en realidad, la situación es otra, ya que existen grandes cantidades de hispanohablantes estadounidenses cuyo dominio del castellano no se distingue en absoluto del habla de los respectivos países ancestrales, salvo en el caso de unos préstamos léxicos del inglés.
Cuando indagamos en las múltiples acepciones de la palabra spanglish, ninguna de las cuales sería aceptable por un sociolingüista, resulta que esta palabra tan pintoresca como tramposa puede referirse a por lo menos las siguientes manifestaciones lingüísticas, de acuerdo a las circunstancias. Hay que insistir que todas son productos del bilingüismo normal y polifacético en un ambiente de contacto de lenguas; ninguna difiere de lo que ocurre en otras comunidades bilingües a través del mundo.
El cambio de código: la alternación entre dos lenguas en el transcurso de la misma conversación, a veces dentro del mismo enunciado. El fenómeno, que se produce de alguna manera en cada comunidad bilingüe, no altera la estructura gramatical de ninguna de las lenguas: si empiezo a hablar en español and then I switch to English for a little while, just for fun, lo dicho en español está en buen español y lo dicho en inglés está en buen inglés. Este malabarismo lingüístico parece ser caótico y asistemático, pero una amplia serie de investigaciones ha demostrado que el proceso está regido por restricciones detalladas, tanto sintácticas como pragmáticas (Lipski 1985b). Y solo se emplea esta modalidad mixta entre interlocutores bilingües dispuestos a participar en este elegante baile de palabras. En ninguna otra circunstancia se me habría ocurrido dirigirme a esta ilustre audiencia en un idioma que no fuera el que celebramos en este congreso. En la literatura hispano-estadounidense el cambio de código ha figurado en la obra de muchos autores conocidos como Rolando Hinojosa (premio Casa de las Américas y National Book Award), Tato Laviera, Alurista, Sandra Cisneros, Ed Vega, Miguel Algarín y muchos otros.
Préstamos del inglés. En cualquier entorno bilingüe se introducen préstamos espontáneos sin que esto implique el deterioro de la lengua receptora. La lengua española, en su largo y variado camino desde el latín vulgar, rozando con el fenicio, el griego, el euskera, el celtíbero, y otros idiomas aún menos conocidos, no empezaba a cuajarse en un idioma con conciencia propia hasta la planificación lingüística del rey Alfonso X en el siglo xiii. Siglos más tarde, el inglés —primero de Gran Bretaña y luego de los Estados Unidos— llegaba a ser la fuente principal de nuevos elementos léxicos. En aquel momento el mundo de habla española ya contaba con numerosas academias, que servían como porteros para aceptar o rechazar los neologismos y las innovaciones, agarrándose firmemente al lema nostálgico que todo tiempo pasado fue mejor. En los últimos años las academias de la lengua española han actuado con mayor agilidad para reconocer vocablos y configuraciones innovadores (en el transcurso del congreso se agregó la palabra puertorriqueñeidad al repertorio oficial). El destino lingüístico anhelado por los puristas y los que quieren moldear la lengua a su propia imagen sería una lengua paralizada en el tiempo e incapaz de responder ni al momento presente ni mucho menos al futuro, y perdería casi todo su potencial creativo. El mundo de habla española sería mucho menos agradable sin chocolate, café y azúcar (y en Puerto Rico sin mofongo, gandules y yautía), menos habitable sin casas, las habitaciones menos cómodas sin almohadas y alfombras, las indicaciones direccionales más complicadas sin mapas y sin izquierda, los bailes menos divertidos sin merengue, jarocho, guaracha y cumbia y las fiestas menos alegres sin guarapo, chicha, cingani, pisco y otros brebajes, todos a base del alcohol. En el transcurso de este congreso escuchamos en medio de intervenciones presentadas enteramente en español audio book, power point, LED, reality show, disclaimer, big bang, smart phone, y otras tantas, en boca de expositores que jamás serán acusados de hablar espanglish.
Cognados parciales, o aun «falsos amigos», de acuerdo a los patrones de la lengua receptora. Cualquier individuo bilingüe en Estados Unidos entenderá inmediatamente que la Hillary está corriendo para presidenta, aun cuando la ilustre señora esté sentada y no corra a ninguna parte. Y en el suntuoso hotel que nos hospedaba durante el congreso, las cafeteras en el salón del desayuno ofrecen café regular, aunque en esta isla espectacularmente cafetalera si el café fuera realmente de calidad regular nadie lo tomaría. Pero en Cataluña se puede oír que el salón está atacado a [al lado de] la cocina o que el padre va a colgar [acostar] a los hijos sin acusaciones de un catañol. Debemos mencionar que a pesar de lo que afirmaba el Premio Nobel español Camilo José Cela, ningún supermercado en Estados Unidos «delibera groserías». Los roces entre palabras fonética y etimológicamente parecidas son consecuencias naturales de un bilingüismo sano y saludable y no afectan en lo más mínimo la integridad de la lengua.
Los calcos. En toda comunidad de habla caracterizada por un bilingüismo extendido y estable se producen muchos calcos sintácticos, es decir la traducción de modismos y expresiones idiomáticas particulares a una de las lenguas en contacto. En siglos pasados, el español calcaba expresiones árabes tales como vaya con Dios, hijo de algo (hidalgo); del francés, no hay de que, y muchas otras. En el Ecuador contemporáneo se puede escuchar dame cerrando la puerta y en Paraguay, se murió un poquito mi perrito (para expresar aflicción), considerados como regionalismos graciosos pero no dañinos. Pero en los Estados Unidos se da el muy criticado calco para atrás (patrás), calco de las expresiones inglesas a base de back: por ejmplo, estoy muy ocupado, luego te llamo patrás; vengan patrás; te lo doy patrás; etcétera (Lipski 1985a, 1987; Otheguy 1993). El denominador común de los calcos sintácticos es que no violan ninguna regla sintáctica o de selección léxica del español, sino que se injertan fácilmente en el repertorio de modismos y giros sintácticos regionales. Si no se supiera el origen de las expresiones en la lengua inglesa y si no se conocieran las circunstancias difíciles que rodean la incorporación de muchos grupos de inmigrantes hispanohablantes en los Estados Unidos, no serían motivo de asombro estas expresiones, sino que serían consideradas simples regionalismos de origen desconocido. Igualmente imprevisibles a partir del español castizo son los colombianismos ¿Te provoca un tinto? (‘¿te apetece un café [solo]?’), me van a mamar gallo (‘tomar el pelo o fastidiar’) o, al pedir el piso a un ascensorista, regálame el quinto. ¿Y qué decirle al cubano que pide una hamburguesa con todos los hierros [‘todos los condimentos’]? En estos casos no está implicada la presencia de otra lengua en condición de dominio hegemónico, de manera que estas expresiones no atraen la crítica vociferante que sufren los calcos sintácticos del español en los Estados Unidos.
El español desechable. Por fin podemos mencionar el uso cómico, despectivo e irrespetuoso de palabras seudoespañolas, que la antropóloga Jane Hill (1993a, 1993b) ha denominado junk Spanish, ‘español de basura o desechable’, y que nada tiene que ver con la legítima producción lingüística hispano-estadounidense.
Dentro de las comunidades de habla hispano-estadounidenses la hibridez se ha visto como un fenómeno indeseable, que debilita y destruye la «pureza» de la lengua. Desde un punto de vista objetivo, es una postura completamente equivocada. La hibridez representa el orden natural del mundo y el vigor es un principio biológico fundamental. Aplicado a una construcción social como una lengua, el vigor híbrido es más que una metáfora llamativa, es una realidad apoyada por tanta evidencia empírica como en las ciencias naturales. A través del tiempo han fracasado los muchos atentados contra la hibridez del español así como los esfuerzos de imponer pautas externas, pero estos esfuerzos frustrados han resultado en sufrimiento innecesario. Solo hay que mencionar todas las aulas anónimas en España y Latinoamérica donde niños inocentes son despojados de su herencia lingüística y —humillados y hostigados— obligados a hablar un lenguaje «puro». El español, al igual que otras lenguas, ha sobrevivido los muchos ataques contra su existencia y aun sus experiencias cercanas a la muerte le han inyectado mayor vigor y agilidad. La conversión del español en una lengua nacional de los Estados Unidos en vez de un frágil brote producto de un invernáculo que se marchita en contacto con el mundo exterior ha producido la respuesta inmunitaria esperada de parte de los puristas, reforzada por la intolerancia y los prejuicios ya mencionados.
Ha llegado la hora de asignarle a Estados Unidos una casilla propia dentro de la dialectología hispánica, en vez de considerar a los casi 45 millones de hispanohablantes estadounidenses meramente como pasajeros en una enorme balsa que flota sin rumbo. En el siglo que ha transcurrido desde los primeros trabajos descriptivos, el español en Estados Unidos se ha acompañado de un guion —tanto metafórico como explícitamente expresado— que restringe el debate a la comparación entre los hispanohablantes en Estados Unidos y sus países ancestrales. Aunque en los primeros momentos este guion era en realidad un cordón umbilical que sostenía a una población de inmigrantes desde sus respectivos países de origen, al igual que las otras variedades del español en el mundo, que han aguantado el colonialismo y la globalización neocolonial, la lengua española en Estados Unidos ha logrado su autonomía lingüística tanto en términos de una masa crítica de hablantes como en su demostrada capacidad de innovación en vez de imitación. El reconocimiento del español estadounidense como ámbito lingüístico propio no conlleva un rechazo de los aportes de otras naciones hispanohablantes; al igual que los vínculos culturales entre España e Hispanoamérica y entre Gran Bretaña y los Estados Unidos, el español estadounidense es producto de la reproducción y diversificación natural de una lengua de inmigración en tierras nuevas.
No se ha formado una nueva lengua en Estados Unidos, llámese «espanglish», «Tex-Mex» o cualquier otro nombre basado en la miscegenación español-inglés (Lipski 2004, 2007, 2008, 2010, 2011, 2013, 2014). El número dos de la lengua española a nivel mundial reúne todas las condiciones necesarias para colocarse plenamente dentro del marco no del espanglish, sino del español mundial.