Mercedes de la Garza Camino

El encuentro del español con las lenguas mayances en la literatura indígena de la época colonial 1Mercedes de la Garza Camino
Directora del Instituto de Investigaciones Filológicas Universidad Nacional Autónoma de México

La vocación de escribir

Los antiguos pueblos mayas crearon una extraordinaria cultura, cuyos vestigios materiales han pervivido causando la admiración de los hombres occidentales desde el momento mismo de la conquista española. Entre estos testimonios se encuentran las ruinas de grandes ciudades, bellas obras escultóricas y un gran número de textos, escritos en caracteres jeroglíficos sobre piedra, estuco, madera, cerámica, hueso, jade y otros materiales, así como en códices elaborados con tiras de papel de amate. Todos estos textos constituyen la expresión gráfica de la historia, las ideas y los sentimientos de los mayas.

La escritura maya es la más avanzada de la América prehispánica. Después de un largo camino de investigación epigráfica, hoy se sabe que la escritura usa signos llamados logogramas para expresar palabras completas, mientras que otros signos representan sílabas o vocales. Una de sus peculiaridades está en que un término se escribía de maneras diferentes; por ejemplo, el título ajaw, señor, puede estar compuesto de un logograma, un logograma complementado con una sílaba, que da la clave fonética para su lectura, o un signo compuesto solo por sílabas (Martin y Grube, 2002: 11).

En ningún momento se utilizaron más de 500 signos, de los cuales han sido descifrados alrededor de 300. Así, pese al gran avance que ha logrado la epigrafía, queda mucho por hallar, pero el desciframiento de los códigos de la escritura maya, aunque todavía incompleto, ha ofrecido una nueva imagen de los antiguos mayas, «desde una amplia visión del cosmos hasta una pragmática estructura de gobierno» (Martin y Grube, 2002: 6).

El conocimiento de la escritura era monopolio de los grupos de poder; la escritura era enseñada no solo a los que habrían de ocupar cargos sacerdotales, sino también a los mandatarios, y quizá a algunos otros miembros del linaje gobernante, pero fueron los sacerdotes quienes elaboraron y manejaron los textos. Esto no significa que el pueblo permaneciera completamente ajeno al contenido de ellos, pues este era dado a conocer en las festividades religiosas, en las cuales los sacerdotes hacían una transmisión oral, apoyándose en los textos, que seguramente era más rica que los datos escritos; asimismo, en estas ceremonias se llevaban a cabo representaciones dramáticas de los mitos, los propios ritos y la historia, materias fundamentales de los textos escritos.

A la llegada de los españoles, todavía se elaboraban códices y, según sus cronistas del siglo xvi, eran muy numerosos. Sin embargo, solo se han conservado tres manuscritos mayas: el Dresde, el París (o Peresiano) y el Madrid (o Trocortesiano), que ningún maya puede ya leer. ¿Qué ocurrió con los libros y con sus creadores?

Los frailes españoles, en su afán de «desterrar la idolatría» y sabiendo tal vez que los códices eran para los mayas objetos sagrados que contenían su tradición religiosa e histórica y, además, la clave para conocer el futuro y la pauta de su comportamiento en el mundo, destruyeron todos los libros que pudieron encontrar, y los sacerdotes mayas fueron perseguidos, torturados y muertos. El obispo fray Diego de Landa, a quien debemos uno de los libros más importantes sobre la cultura maya, la Relación de las cosas de Yucatán, pero a quien hay que atribuir también algunas de las más lamentables acciones en contra de los mayas, entre las que está el famoso «Auto de fe de Maní», escribe:

Hallámosles gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa en que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual sintieron a maravilla y les dio mucha pena .

(Landa, 1966: 105)

Y fray Diego López Cogolludo informa que junto con los libros de sus antiguos ritos, se quemaron «sus historias de sus antigüedades» (1867: 498-99).

Por su parte, los mayas vieron esta destrucción como una gran tragedia, pues con la pérdida de los códices y de los sacerdotes se perdió para ellos la memoria de su pasado. Dice un autor del Libro de Chilam Balam de Chumayel:

No teníamos ya buenos sacerdotes que nos enseñaran… no teníamos sabiduría, y al fin se perdió el valor y la vergüenza. Y todos fueron iguales…

(1985: 35)

Así desaparecieron, desde los primeros siglos de la colonia, los textos y quienes los sabían leer, pero el afán maya de conservar por escrito sus tradiciones religiosas, sus ritos, su acontecer histórico, sus fiestas e, incluso, sus vivencias de la naturaleza, trascendió al profundo cambio ocasionado por la implantación de un nuevo orden político-social y una nueva religión. Algunos hombres mayas, lejos de abandonar su herencia cultural, con una notable conciencia histórica, realizaron una labor que casi siempre es más profunda y perdurable que cualquier acto político: escribir libros. Lo hicieron en sus propias lenguas, aprovechando el aprendizaje del alfabeto latino.

El resurgimiento de la vocación de escribir

Las lenguas mayances habladas hasta hoy en el vasto territorio maya son alrededor de veintisiete y, fuera del área, hacia el norte de Veracruz y sur de Tamaulipas, encontramos una más, el huasteco. Este grupo de lenguas quizá forma parte de un grupo mayor, el macromaya, que a su vez está emparentado con otras grandes divisiones lingüísticas. La diversificación de estas lenguas parece haberse iniciado a partir de un primer grupo ubicado en los altos de Guatemala, desde 1800 a. C. (Mc Quown, 1971).

Los nuevos libros escritos en algunas lenguas mayances, ya con el alfabeto latino, recogieron datos consignados en sus antiguos códices y las tradiciones orales que eran complemento de ellos, así como los acontecimientos y las emociones que a sus autores les tocó vivir. Dichos textos indígenas constituyen una de las fuentes básicas para el conocimiento de la historia de los mayas prehispánicos del periodo posclásico y nos proporcionan valiosa información sobre el contacto cultural en la colonia (De la Garza, 1980, Prólogo).

La creación de estos textos pudo lograrse gracias a la extraordinaria labor de los primeros misioneros españoles; estos, por necesidades de la evangelización, adaptaron los caracteres latinos para representar los sonidos de las lenguas mayances e inventaron símbolos especiales para representar consonantes glotalizadas que no existen en español, como la ch', la dz y la p'. La c siempre es fuerte, la v suena u, la x suena sh, la h suena como j suave. Además de crear el sistema de representación gráfica, los frailes estudiaron y ordenaron los diversos elementos del lenguaje, y elaboraron un buen número de gramáticas y vocabularios.

Así, la tradición indígena de conservar por escrito su historia y sus creencias, aunada a la labor de adaptación del alfabeto latino a las lenguas indígenas realizada por los frailes, constituyó la base de la sobrevivencia de la literatura maya prehispánica y la creación de una distinta en la época colonial. Entre los nuevos libros destacan, por su importancia histórica y literaria, algunos debidos a los quichés, a los cakchiqueles y a los yucatecos; hay también documentos en tzutuhil, pokomchí, pokomam, chontal y otras lenguas mayances.2

De los textos más importantes que se conocen existen las versiones en lenguas indígenas; de otros documentos solo se conservan copias en español, muchas veces traducciones de los propios indígenas, y es posible que algunos solo hayan sido escritos en español, particularmente los que tenían la finalidad de ser presentados ante las autoridades con fines legales.

Los libros contienen textos religiosos, históricos, cronológicos, astronómicos, médicos, literarios y legales, entre otros. Recogen los mitos y los rituales indígenas y la historia de su grupo para darlos a conocer a la comunidad o con el fin de confirmar la nobleza y antigüedad de los linajes, probar la legítima posesión de las tierras y solicitar privilegios, como limitar los tributos. Fueron redactados por los miembros de algunas familias nobles, muchas veces a petición de las autoridades españolas. Por ello, todos los textos fueron «libros de la comunidad», popol vuh, y eran guardados cuidadosamente por alguna familia principal del pueblo y heredados de padres a hijos.

En muchos de ellos, fundamentalmente los de contenido histórico, encontramos que los diversos depositarios anotaron durante siglos enteros las cosas que consideraron de importancia para la comunidad, dignas de ser recordadas o útiles para la defensa de su territorio, y esta fue la manera de mantener la identidad y perpetuar el ser histórico de los grupos mayas.

Hay así dos grupos principales de textos: uno de ellos lo constituyen los que hemos llamado libros sagrados de la comunidad, escritos para preservar la herencia espiritual de los mayas, cuyo contenido es fundamentalmente religioso e histórico. Los principales, entre los que conocemos, son el Popol Vuh y el Rabinal Achí de los quichés, el Memorial de Sololá de los cakchiqueles y el Ritual de los Bacabes, los Cantares de Dzitbalché y los Libros de Chilam Balam de los mayas yucatecos.

El otro grupo está formado por los textos escritos con la finalidad principal de preservar la herencia material de los mayas, por lo que los hemos denominado libros histórico-legales. Estos últimos son principalmente crónicas, títulos de propiedad, tratados de tierras y probanzas de méritos y servicios. Pero como los autores tratan de dar fe de la nobleza de sus linajes y la antigüedad de ellos en la posesión de las tierras, muchos de los escritos son importantes textos históricos, que se inician con narraciones sobre los orígenes; estos documentos tienen un rico acervo de datos sobre la historia y la organización política y social de los antiguos mayas, y algunos ponen el énfasis en registrar los acontecimientos de la conquista española y nos dan una valiosa información sobre la sociedad colonial.

Los libros sagrados de la comunidad, cuidadosamente protegidos por alguna familia del poblado, eran leídos en reuniones de la comunidad indígena, siguiendo la tradición de los antiguos sacerdotes, quienes transmitían al pueblo el contenido de sus códices por medio de discursos pronunciados en las ceremonias religiosas. Solo que estas nuevas ceremonias eran reuniones clandestinas que se llevaban a cabo en las noches y en lugares lejanos al pueblo, debido a la persecución de que eran objeto tal tipo de actos y quienes los realizaban.

Fray Francisco Ximénez, a quien debemos el rescate del Popol Vuh, nos ilustra sobre el valor que sus textos sagrados tenía para los mayas, al relatar:

Pero como fue con todo sigilo que se conservó entre ellos con tanto secreto, que ni memoria se hacía entre los ministros antiguos de tal cosa, e indagando yo aqueste punto, estando en el Curato de Santo Tomás Chichicastenango, hallé que era Doctrina que primero mamaban con la leche y que todos ellos casi lo tienen de memoria, y descubrí que de aquestos libros tenían muchos entre sí…

(Ximénez, 1929, I: 5).

Los textos religiosos e históricos de los libros sagrados, que en algunos fragmentos tienen influencia cristiana, fueron muy probablemente redactados utilizando antiguos códices, pues la complejidad de los mitos y la abundancia de datos históricos y fechas que poseen no pudieron haber sido retenidos en la memoria formando parte únicamente de la tradición oral. El autor del Popol Vuh lo confirma cuando dice:

Esto lo escribiremos ya dentro de la ley de Dios, en el Cristianismo; lo sacaremos a la luz porque ya no se ve el Popol Vuh, así llamado… Existía el libro original, escrito antiguamente, pero su vista está oculta al investigador y al pensador…

(11)

En los libros sagrados se hallan los mitos cosmogónicos indígenas, incluso con ideas que se contraponen a las cristianas, como la de que los hombres hechos de barro no sirvieron y se deshicieron con el agua, mientras que, en los textos histórico-legales, se presentaron versiones del Génesis adaptadas a la propia historia y también al entorno indígena; los mayas son en ellos hijos de Adán, la primera pareja perdió el Paraíso, y relatan incluso su salida de Egipto y el cruce por el mar. Por ejemplo, El Título de Pedro Velasco dice: «Vinimos del Paraíso Terrenal porque fue comido el zapote prohibido» (1989: 173).

Es obvio que los autores de estos últimos textos no estaban muy influidos por el cristianismo, como afirman algunos estudiosos, sino que buscaban un beneficio material o, al menos, no ser despojados de sus escasos bienes, como dicen ellos mismos.

Y otros textos, escritos para ser cantados, bailados o representados, como El libro de los Cantares de Dzitbalché y el Rabinal Achí, parecen haber tenido asimismo el propósito de afirmar entre los mayas sus convicciones religiosas, mantener su identidad histórica y exaltar a los reyes, pues en esas ceremonias clandestinas de los primeros siglos de la colonia se hacían también representaciones dramáticas con un sentido ritual. Los manuscritos que contenían el texto de las representaciones probablemente eran legados de padres a hijos dentro de las familias de maestros oficiales de danzas o holpopob.

No pretendo abordar aquí el análisis lingüístico y literario que merecen todos estos textos, únicamente quiero destacar algunas de sus peculiaridades y ejemplificar cómo se produce el encuentro del español con las lenguas indígenas en las que fueron redactados.

Los que considero libros sagrados son sin duda los más ricos literariamente. Además del lenguaje simbólico y metafórico que predomina en los textos religiosos, uno de los principales recursos estilísticos es repetir una misma idea en diferentes términos o formas, es decir, el paralelismo de las frases o difrasismos,3 tanto binarios como múltiples, por ejemplo: «nuestra abuela/nuestro abuelo», «las montañas/los valles», «el cielo/la tierra». Los difrasismos son aquí, como afirma Michela Craveri, la expresión verbal de una peculiar concepción del mundo, en la que los diferentes seres están ligados entre sí formando un todo armónico. Así, la palabra tiene función vinculatoria del hombre con la naturaleza y con los dioses. Además, abundan los recursos fonéticos como las aliteraciones (vínculo de palabras de sonido semejante, pero diferente significado), con el fin de imprimir un ritmo peculiar al poema (Craveri, 2004: 309).

Estas características del estilo revelan diversos niveles de significación (léxica y literaria) y dificultan a veces la comprensión del texto, pero le dan una simetría, un ritmo peculiar, propio para ser recitado, lo cual corrobora las afirmaciones de los cronistas de que los textos sagrados eran aprendidos de memoria sobre la base de lo registrado en los códices, que fueron simplemente un apoyo para la expresión oral. Esta modalidad estilística, propia del pensamiento mítico, fue común a las literaturas mesoamericanas y a las literaturas religiosas de otras partes del mundo.

En las palabras que los dioses creadores del Popol Vuh dicen a los adivinos Ixpiyacoc e Ixmucané cuando les piden ayuda para la formación del hombre, podemos apreciar los difrasismos o paralelismos de los componentes de las frases y de la estructura de las frases mismas:

Entrad pues, en consulta, abuela, abuelo, nuestra abuela, nuestro abuelo, Ixpiyacoc, Ixmucané, haced que aclare, que amanezca, que seamos invocados, que seamos adorados, que seamos recordados por el hombre creado, por el hombre formado, por el hombre mortal, haced que así se haga.

(1980: 16).

Otra peculiaridad del estilo de los textos sagrados es la enumeración de cualidades, de seres, de atributos, etcétera, que responde al mismo afán de expresar un hecho o una idea en todas las formas posibles o describiendo todos los detalles. A veces las repeticiones y las enumeraciones tornan monótono el texto, pero esta monotonía siempre está impregnada de un hondo sentido poético que comunica la elevada sensibilidad del hombre maya. Por ejemplo, para afirmar que no había seres antes del ordenamiento del mundo, el Popol Vuh dice:

No había todavía un hombre ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques…

(1980: 13).

En el lenguaje de los textos sagrados se emplean metafóricamente objetos, colores y seres naturales, como flores, animales, árboles y piedras, para expresar las ideas, las vivencias y las acciones. Como es manifiesto también en las artes plásticas de los mayas, el medio natural en el que vivieron, extraordinario por su majestuosidad, su variedad y su belleza, domina toda la creación maya; está presente en todo pensamiento, en toda imagen, en todo ritual, en toda afección humana. Es la naturaleza la que condiciona el espíritu, pero el espíritu se torna a la vez naturaleza, al expresarse simbolizado en árboles, en aves, en jaguares, en flores. Todas las ideas, las virtudes y las pasiones humanas en el arte maya toman formas vegetales, animales y minerales, lo cual nos habla de una unidad indisoluble del hombre con su medio. En este sentido, cabría decir que la cultura maya es, esencialmente, una cultura de la naturaleza.

Un fragmento del Libro de Chilam Balam de Chumayel relata el reordenamiento del mundo después de un gran diluvio:

Y se levantó el Primer Árbol Blanco, en el Norte. Y se levantó el arco del cielo, señal de la destrucción de abajo. Cuando está alzado el Primer Árbol Blanco, se levantó el Primer Árbol Negro, y en él se posó el pájaro de pecho negro… Y se levantó la Gran Madre Ceiba, en medio del recuerdo de la destrucción de la tierra. Se asentó derecha y alzó su copa pidiendo hojas eternas. Y con sus ramas y raíces, llamaba a su Señor.

(1985: 89).

Por otra parte, en los textos que desde nuestra perspectiva podemos llamar históricos hallamos varias formas expresivas, pero se distinguen de los textos religiosos por el escaso uso de las metáforas y el afán de claridad y precisión. Constituyen muchas veces, como los contenidos en el Popol Vuh, una narración fluida, que busca explicar los hechos, como debió de ser la versión oral de la historia que se hacía en la época prehispánica. En otros textos, como los Libros de Chilam Balam, están registradas las fechas de los acontecimientos con la inigualable precisión del sistema calendárico maya. Sin embargo, los textos históricosestán siempre permeados por lo que nosotros consideramos mito; los acontecimientos reales a veces se expresan alegóricamente, haciendo intervenir en ellos a los dioses protectores, y al mismo tiempo que se relatan las peregrinaciones, la fundación de ciudades, las guerras y las sucesiones, se explica en forma mítica el origen del fuego, de la cultura y de los rituales, porque, para ellos, todo esto es la verdad sobre su origen y su devenir. Destaca en estos textos el tono de exaltada veneración por los hechos de los ancestros, sobre todo por los fundadores de los linajes, que aparecen como grandes chamanes, lo que da a las obras un carácter de verdaderos poemas épicos.

En libros como el Popol Vuh,la estructura retórica, en la que se advierte la fusión de un texto escrito y un texto oral, es típicamente indígena, muy distinta de la de los libros occidentales, lo que corrobora su autenticidad como obra de un autor indígena. Se trata más de una obra poética que de una narración (Craveri, 2004: 11), es decir, la obra es un texto escrito para ser recitado o cantado con una voz y un tono especiales, lo que confirma que a una posible versión jeroglífica prehispánica se aunó la explicación oral que era complemento de ella cuando la obra se transcribió a los caracteres latinos. Es, por ello, un texto ritual que seguramente se recitaba en las ceremonias clandestinas de la comunidad indígena que mencionamos antes.

El español en los textos indígenas

Por otra parte, en estos y otros muchos textos indígenas se da un extraordinario encuentro de las lenguas autóctonas con el español, que los autores aprendieron muy pronto.

En primer lugar, hallamos en los documentos escritos en lenguas mayances préstamos del náhuatl, que algunas lenguas ya tenían desde antes de la conquista, como los términos nagual y macegual. Estas palabras a veces se pluralizan con un sufijo maya: mazeualob, lo que implica su utilización común en las lenguas mayas.Son también claros ejemplos de préstamos del náhuatl los nombres de poblados, como Acalán, antes Itzamkanac (Ysancanac), llamado Tamagtun en chontal; Utatlán, que fue Gumarcah, la capital quiché a la llegada de los españoles, y Zapotitlán, que en cakchiquel era Xetutul, «Bajo los zapotes». Y hay algunos nombres de personajes importantes en nahuat,4 como el del rey pipil Nacxit Xuchit, que equivale a Quetzalcóatl.

Destacaré enseguida varios ejemplos de préstamos del español hallados en los Libros de Chilam Balam de Chumayel y de Maní, escritos en maya yucateco.

Obviamente, los nombres de personas y apellidos castellanos se escriben en español. Hay también numerosos términos en español que corresponden a realidades por ellosdesconocidas. Entre estos están nombres de cargos, como capitán y alguacil; nombres de fiestas cristianas y sacramentos, como Cuaresma y Confirmación, y términos tomados de los catecismos, como limosna y Circuncisión, esta palabra está escrita en español, a pesar de que conocían la práctica, a la que llamaban suy k’up; esto se debe a que se refieren a la de Cristo. Asimismo, escriben vírgenez, aunque sí tenían palabra para ello.

También en español se registran términos como conquistador y justicia; nombres de plantas y animales europeos, como cebollas, zidras, higos, granada, león, pollos; pero al caballo lo llaman tzimín, venado, porque lo identificaron con este animal. Para referirse al tigre y al león, asientan: «balam león»; aquí se toma el nombre de un felino americano, balam, ‘jaguar’, para aplicarlo al tigre, y no hacen lo mismo con el puma, al que llamaban koh, que podría haberse aplicado al león. A la vaca y el toro los llaman uácax, palabra que acentúan en la primera sílaba, como vacas; ello muestra que incluso se rompieron las reglas de acentuación de las lenguas mayas, que acentúan en la última sílaba, con algunas excepciones.

Hay en estos libros varios textos calendáricos, astrológicos y astronómicos, pero que se refieren no al calendario y a la astronomía mayas, sino a los europeos, por lo que incluyen numerosas palabras en español. Por ejemplo, los nombres de los signos del zodíaco, que hallamos antecedidos por la palabra signo, que no pueden traducir.

Aunque los mayas conocían tan bien los eclipses que los podían predecir, en los textos coloniales usan las palabras eclipse de Sol para referirse a ellos. El concepto maya era Chi’bil k’in, ‘comido el Sol’ (Cordemex). También usan la palabran española conhunzion, escrita con h, lo cual es un ejemplo de que el sonido de la j fuerte no existe en todas las lenguas mayas. Ocurre lo mismo con el signo Heminis, que se escribe con h. También en los escritos astronómicos hallamos el término planeta, que pluralizan tanto con la s como con el sufijo maya, de lo que resulta planetasob, y aplican el sufijo marcador de colectivos para crear sustantivos abstractos o el marcador de sustantivo poseído, por ejemplo, planetazil y planetazilob, que no existen en español, pues serían planetal y planetales o, en su caso, su planeta o sus planetas.

Además de las astronómicas, algunas otras palabras españolas se pluralizan con el sufijo en maya, como españolesob y pintoresob, en los que duplicaron el plural: es, del español y ob, del maya. También usan pintorob, aunque existe en maya la palabra para pintor: ts’ib, ‘pintar’; ts’ibal, ‘pintura’.

Otras expresiones en español corresponden a dolencias, por ejemplo, «mal del corazón», enfermedad desconocida para ellos, pues el corazón en lenguas mayances implica espíritu, centro anímico, personalidad. Para el reúma, no usan la palabra maya ch’onoh ol, sino reumae, tal vez hallada en tratados médicos escritos en latín.

Las fechas se asientan según el calendario gregoriano, combinando el maya y el español tal vez porque ya no se usaba el sistema calendárico maya y porque era muy difícil hacer la equivalencia. Por ejemplo, la frase «ti haab de mil quinientos cuarenta y uno», ‘en el año de 1541’ (Fundación de Mérida). Y usan expresiones como «mil quinientos diecinueve años», que significa ‘en el año de 1519’. Obviamente, los nombres de los meses del calendario gregoriano están en español.

Hallamos asimismo términos como palomae y castillae, que integran un sufijo maya de enfático del objeto en toda la frase (en español se daría el énfasis con la entonación).

Una expresión muy notable es Tun Gracia, ‘Piedra de Gracia’, para designar al maíz, término caribe que en maya es ixim. Ello expresa el carácter sagrado del maíz para los indígenas, que equiparan con la Gracia Divina.

Usan la palabra Dios, en vez de Ku (‘lo sagrado’, concepto más amplio y abstracto); los mayas hablaban de los Bolontiku, ‘deidades del inframundo’, y de los Oxlahuntikú, ‘deidades de los niveles celestes’, lo que indica que para ellos el Dios cristiano fue otra cosa, tal vez una especie de padre. Sin embargo, en compuestos, como Verdadero Dios, usan las palabras mayas Hahal Ku.

Cuando hablan de la Trinidad cristiana, asientan en maya Padre e Hijo, pero en español Dios espíritu santo, pues no encontraron equivalencia para esta noción.

El dios supremo de la religión maya, Itzamná, podía manifestarse como serpiente emplumada; en el Libro de Chilam Balam de Chumayel lo llaman Canhel, nombre que puede derivar de ángel o de arcángel, seres celestes también emplumados. En el mito contenido en este libro, los seres del inframundo subieron al cielo y le robaron su Ángel, por eso lo escriben como Angelili, con el sufijo de sustantivo poseído. Y cuando hablan de los ángeles cristianos, pluralizan en maya: angelob, ‘los ángeles’.

También hallamos en los Libros de Chilam Balam varias palabras en latín, como Dominus vobiscum. Y, finalmente, hay frases incomprensibles que pueden ser una combinación de yucateco, español y latín corruptos. Por ejemplo, «Abiento bocayento de la zipil na fente note. Sustina gracia». De aquí, solo zipil na es maya.

Enlos libros de la misma época escritos en quiché hay menos préstamos del español que en los libros yucatecos. Por ejemplo, en el Título Yax, hallamos que la palabra Don se añade a los nombres de personas: «Don Carlos Quinto, enperador de Alemania». Usan la palabra Título porque es un término legal para el cual no hay equivalente en quiché. Lo mismo ocurre con los nombres dejerarquías eclesiásticas, como «obispo don franco moroquin», que se refiere a Francisco Marroquín; ello expresa que la fonética no les fue particularmente fácil.

Hay en los libros quichés varios términos nahuas, como Tulan y utlatecat, del náhuatl, que significa ‘de Utatlán’. Y unión de palabras nahuas y mayas, como nawal ajaw, ‘señor mágico’. A los españoles los llaman castilan winak, ‘hombres de Castilla’.

Las lenguas indígenas en los textos en español

Y los textos que los mismos indígenas tradujeron al español o que escribieron en esta lengua contienen innumerables términos indígenas para los cuales no encontraron posibilidades de traducción, palabras no solo de las lenguas mayances, sino también del náhuatl, que los españoles habían adoptado en general para interpretar toda lengua indígena, e incluso se hallan términos de las islas del Caribe, como maíz, coa y canoa.

Estos textos contienen muchas formas anómalas del español, lo cual se debe a que los indígenas empiezan a utilizar el nuevo idioma adaptándolo a su forma peculiar de pensamiento, esto es, con la estructura de sus propias lenguas. En varios de ellos se advierten, como en los textos que conocemos en lenguas indígenas, pautas formales de la oralidad combinada con un texto escrito. Muchas veces se hacen traducciones literales que muestran las estructuras mentales indígenas, como la frase: «Los monos muy ligeros sienten su delito en su corazón» (Sacapulas, 41). Otro ejemplo es: «Allí fue donde ya no quiso Cagcoh seguirle ni le testó ningún pedazo de tierra por más que quisieron amamantarlo» (Cahcoh, 17).

Citaré otros ejemplos del Título Cagcoh (Testamento y título de los antecesores de los señores de Cagcoh, San Cristóbal Verapaz), versión indígena en español de un original perdido en lengua pokomchí, y del Título de Sacapulas, versión en español de un manuscrito quiché que procede de la municipalidad de Sacapulas, departamento de El Quiché (se encuentran ambos en el Archivo General del Gobierno de Guatemala). En estos dos documentos se hacen relaciones sobre el origen del grupo que aluden al origen del ser humano narrado en los mitos cosmogónicos; se conservan, así, fragmentos de gran riqueza simbólica; también se registra la historia de la comunidad para mostrar su legitimidad en la posesión de las tierras.

El Título Cagcoh es uno de los textos legales menos conocidos y más originales, y revela un gran esfuerzo por expresarse en español. Lo firman los alcaldes, quienes asientan, acerca de su sometimiento a los conquistadores:

No somos más que ocho barrios que nos hemos quedado que al principio de todo tuvimos al gusto de intitular esta ciudad. Ahora de tantos que fuimos no nos hemos quedado más que solo ocho hombres, no habiendo más que solo nosotros, hijos criollos y nacidos aquí… De la tierra salimos sin ninguna resistencia, y nos hicimos a la christiana, según la recomendación de los primeros hombres que son nuestros abuelos.

(Cagcoh,13).

En los fragmentos que cito se advierte un uso mucho menor de preposiciones y de artículos, como ocurre en las lenguas indígenas, así como las reiteraciones que caracterizan a los textos en dichas lenguas. Por ejemplo,

De allí sale hasta el Tablón de Piedra. De allí sale en Siquineb y de allí sale hasta el lugar llamado de los Tecolotes y de allí sale hasta la cueva. De allí sale hasta el llamado Nechecal…

(Cagcoh, 20).

Este documento es también un buen ejemplo de la conservación de los nombres indígenas de los gobernantes traducidos directamente al español:

El grande Tilom se llamaba el primer hombre. Salió de la Tierra… tuvo un hijo llamado Tilón Colorado; [este] tuvo un hijo llamado Pelo Colorado… De ahí tuvo por hijo a Cuero de Tigre… [este] tuvo un hijo llamado Piedra .

(Cagcoh, 21).

Respecto al origen de su grupo, dicen los pokomchís:

Cuando vino el primer hombre, es decir, el primer jefe de nuestra raza, salió al lugar llamado Agua Colorada… [En el Anonal] donde tuvieron su principio nacieron los de Cagcoh que se les nombraba.

(Cagcoh,13-14).

El origen es presentado como la salida de la oscuridad:

Cuando llegamos a tomar posesión [de esta tierra] era en medio de la noche para abajo, en una terrible obscuridad. Que así se dice que era la noche del trabajo antes fuésemos llenos de gracia… siendo reconocido todavía por animal bárbaro.

Aquí advertimos la idea cristiana de recibir la gracia, adaptada a su mito cosmogónico; pero, cuando narran la conquista y la evangelización, asientan:

En Cagcoh se hizo cuanto pudo y le respondieron los inocentes que no necesitaban nada; que ellos tenían su Dios; que no querían otro ni otra fe de Dios más que la de ellos. Hasta unos dijeron que para qué servía Dios, y que para qué servían los padres; que si seguía en su conquista sería el padre recibido en la punta de los dientes, y lo haremos pedazos, y al mismo tiempo manifiesto mi valor.

(Cagcoh, 15).

Sin embargo, se refieren a la lengua española como «las palabras de Dios», lo cual es claro reflejo de la evangelización, que de todos modos hubieron de recibir.

En cuanto al Título de Sacapulas, se trata de una obra muy compleja por su estilo y los múltiples símbolos que se incluyen en el relato. Se inicia también con la narración del origen: «La venida de nuestro padre y abuelo fue como entre obscuro y claro por hallarse todavía sin la gracia de Dios» (Sacapulas, 33).

El texto presenta luego una versión en la que se integra parte de la historia bíblica con el mito náhuatl del origen en siete cuevas. En el mismo fragmento se hace expresa una de las ideas más comunes entre los pueblos indígenas, sobre un alter ego animal que todo hombre posee. Usan el término náhuatl de nagual. El alter ego de los chamanes o brujos era el más poderoso, y el chamán podía transformarse a voluntad en él. Aquí introducen un animal europeo que tal vez consideraron muy poderoso por estar asociado con el demonio cristiano. Cito el párrafo completo:

Que fue cuando vinieron los primeros pueblos que fueron siete y vinieron de la otra banda del mar y sus olas entre siete cuevas y siete barrancas nuestros primeros padres y habiendo venido vinieron a dar a la orilla del mar siendo veinte pueblos y trece contrarios sin conquistar y dijeron cuando salieron a la orilla del mar…

El más adelantado que llamaban Cosahueca [dijo] me hallo solo detenido en el agua… y se despidieron grandes rayos, relámpagos y centellas entonces se abrió el mar y pasaron todos y se dividió la mar cuando pasaron y vinieron a dar a un lugar de un llano grande. Aquí fue donde… el principal nuestro antiguo Canil, dándole a cada uno a trece pueblos sus lenguas… En conjunto de ochenta ceibas que tenía por encanto y ochenta lugares como a modo de casillas, un cono de cabra nagual. Este era el nagual de nuestro padre que llaman Camil, nosotros los sacapultecos, que llaman hombre le decían cabro nagual eres de los toltecas… Ahora pues por otra parte, y una cabra era nagual del Tolteca y este era el que les cargaba en unión de Aguilucho Frijoles Verdes, los primeros siete pueblos era lo que buscaban.

(Sacapulas, 33-35).

También advertimos que se integraron al español fórmulas rituales, por ejemplo «Tomaron asiento», que significa ‘tomaron el poder’ (Sacapulas, 41), y «El principalato del más lucido petate», que simboliza el más alto poder (Sacapulas, 47).

Los ejemplos que he destacado son prueba de la creación de unas modalidades del español entre los indígenas mayas a las que se trasladaron las características que hallamos en el estilo de los textos escritos en lenguas mayances durante la época colonial. Y estas modalidades del español perviven hasta nuestros días en el habla de las distintas etnias mayances, que conservan también una entonación y un ritmo peculiares propios de las lenguas indígenas.5

Bibliografía

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  • Garza, Mercedes de la: Literatura maya,compilación, prólogo y cronología de Miguel León-Portilla, Venezuela: Biblioteca Ayacucho, 57, 1980.
  • «El Título de Pedro Velasco», El Título de Yax y otros documentos quichés de Totonicapán, Guatemala, 1989.
  • El Título de Yax y otros documentos quichés de Totonicapán, Guatemala, edición facsimilar, transcripción, traducción y notas de Robert M. Carmack y James L. Mondloch, México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1989 (Fuentes para el estudio de la cultura maya, 8).
  • Chilam Balam de Maní, en Códice Pérez, trad. Ermilo Solís Alcalá, Mérida, México: Imprenta Oriente, 1949.
  • Diccionario Maya Cordemex, Alfredo Barrera Vásquez, et al., Mérida, México: Cordemex, 1980.
  • Landa, fray Diego de: Relación de las cosas de Yucatán, México: Porrúa, 1966 (Biblioteca Porrúa, 13).
  • Libro de Chilam Balam de Chumayel, trad. Antonio Médiz Bolio, prólogo, introducción y notas de Mercedes de la Garza, México: Secretaría de Educación Pública, 1985 (Serie Cien de México).
  • Lope Blanch, Juan M.: Estudios sobre el español de Yucatán, México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas, 1987 (Publicaciones del Centro de Lingüística Hispánica, 24).
  • López Cogolludo, fray Diego: Historia de Yucatán, 2 vols., Mérida, México: Imprenta de Manuel Aldana Rivas, 1867.
  • Martin, Simon y Nicolai Grube: Crónica de los reyes y reinas mayas. La primera historia de las dinastías mayas, trad. Lorenzo Ochoa Salas y Fernando Borderas Tordecillas, México: Planeta, 2002.
  • Mc Quown, Norman: «Los orígenes y diferenciación de los mayas, según se infiere del estudio comparativo de las lenguas mayanas», en Evon Z. Vogt y Alberto Ruz Lhuillier: Desarrollo cultural de los mayas, México: Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Estudios Mayas, 1971.
  • Roys, Ralph L.: The Book of Chilam Balam of Chumayel, University of Oklahoma Press, Norman, 1967 (The Civilization of American Indian Series).
  • Scholes, France V. y Eleanor B. Adams: Don Diego Quijada, Alcalde Mayor de Yucatán, 2 vols., México: Antigua Librería Robredo de José Porrúa e hijos, 1938 (Biblioteca Porrúa, 41-43).
  • Título Cagcoh, de los señores de San Cristóbal Verapaz, en Mario Crespo Morales: Algunos títulos indígenas del Archivo general de Guatemala, tesis para optar por el grado de Licenciado en Historia, Universidad de San Carlos, Guatemala: Facultad de Humanidades, 1968.
  • Título de Sacapulas, en Mario Crespo Morales: Algunos títulos indígenas del Archivo general de Guatemala, tesis para optar por el grado de Licenciado en Historia, Universidad de San Carlos, Guatemala: Facultad de Humanidades, 1968.
  • Ximénez, fray Francisco: Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, 3 vols., Guatemala: Biblioteca Goathemala de la Sociedad de Geografía e Historia, vols. I-III, 1929.

Notas

  • 1. De los documentos conocidos podemos mencionar los siguientes: escritos en quiché: Popol Vuh, Rabinal Achí, Título de los Señores de Totonicapán, Título del Ajpop Huitzitzil Tzunún, Título de los Señores de Sacapulas (con versión en español), Título Tamub o Historia quiché de Don Juan de Torres. Escritos en cakchiquel: Anales de los cakchiqueles (llamado también Memorial de Solóla) e Historias de los Xpantzay. Escritos en maya yucateco: Libros de Chilam Balam, un conjunto de alrededor de diecisiete libros provenientes de distintos poblados de la península de Yucatán, de los que toman sus nombres, los más conocidos son los de Chumayel, Tizimín, Káua, Ixil, Tecax, Nah, Tusik y Maní; en la misma lengua se escribieron otros textos como Cantares de Dzitbalché, Códice de Calkiní, Códice Pérez, Crónicas de los Xiú, Crónica de Chac-Xulub-Chen y Ritual de los Bacabes.Volver
  • 2. Hay múltiples testimonios, escritos por españoles, por los que sabemos que los frailes sometían a los indios a diversos tormentos físicos para obligarlos a confesar los actos de «idolatría». Ver Scholes y Adams.Volver
  • 3. Difrasismo: ruptura de un verso (o unidad de significado) en dos o más imágenes complementarias (Craveri, 2004: 309).Volver
  • 4. CNahuat, sin la tl final, es una variedad sureña de esta lengua.Volver
  • 5. En la fonética también hay influencia de las lenguas indígenas en muchas zonas, por ejemplo, en Yucatán. Ver Juan M. Lope Blanch, 1987.Volver