El estudio de la variación gramatical en el español se suele llevar a cabo a través de dos recorridos alternativos. El habitual en la dialectología es delimitar una cierta área dialectal y caracterizarla luego por sus rasgos fonéticos, léxicos y gramaticales. El otro, preferido por los gramáticos, consiste en partir de un cierto rasgo y observar sus diferentes realizaciones a través de un territorio más o menos amplio. En esta presentación, por razones de tiempo, me circunscribiré a una sola área (el español rioplatense) y a un único rasgo (la hipercaracterización que, en ciertas condiciones, recibe el complemento directo), en posición antepuesta (1a, 1b) o pospuesta (1c-1f):
(1)
Ambas construcciones, aunque restringidas a la lengua conversacional, son usadas por hablantes de todos los niveles sociales y de todas las edades, sin estigmatización alguna. En estos ejemplos el complemento directo aparece destacado mediante los dos elementos subrayados con trazo continuo: la preposición a y un pronombre átono acusativo (lo, la, los, las), que duplica el objeto léxico (subrayado con punteado). Lo peculiar de la construcción consiste en la extensión de la distribución de preposición y pronombre a contextos anómalos en otras zonas (a con objetos de cosa; el pronombre átono anticipando al objeto léxico pospuesto) y la combinación de ambos. Estos elementos, a veces denominados redundantes o pleonásticos, ponen de manifiesto, sin embargo, el valor discursivo que se le asigna al complemento directo: sus características semánticas (referente definido, específico, individuado, a menudo animado) y pragmáticas (información supuesta, accesible, «familiar») corresponden a las de un tópico, es decir, un tema destacado que se presenta como aquello de lo que se va a hablar.
En (1a) el segmento antepuesto (a la investigación) introduce un nuevo tema o retoma un tema ya introducido, desgajándolo del resto de la oración para destacarlo, a veces mediante una pausa. En cambio, el de (1c) (a este caso) aparece integrado en el predicado en la posición típica del complemento directo, y su función es la de mantener la continuidad temática del discurso. Aunque el concepto de tópico ha recibido diferentes interpretaciones en la lingüística contemporánea (Sornicola, 2005), aquí se entenderá en el sentido amplio que incluye las varias opciones a (1a), en las que se destaca un segmento marcado como portador de información temática, como en el siguiente paradigma:1
(1)
a. A la investigación no la realizan los laboratorios.
a’. No la realizan los laboratorios a la investigación.
a”. No la realizan los laboratorios la investigación.
a”’. La investigación, no la realizan los laboratorios.
a””. No la realizan los laboratorios, la investigación.
Las dos primeras construcciones, (1a) y (1a’), son específicamente rioplatenses; la siguiente, también pospuesta pero sin preposición, alterna como variante con (1a’). Las dos últimas alternativas, en las que el tópico aparece dislocado a izquierda o a la derecha, respectivamente, son generales a todo el mundo hispanohablante.
La complejidad del problema2 proviene de diversos factores, como la proximidad entre las construcciones que forman el paradigma anterior, la incidencia de un factor no discreto como la entonación, los juicios encontrados de los hablantes, no encasillables según los criterios habituales en la sociolingüística. El conflicto entre datos empíricos, análisis teóricos, cambio sintáctico y normativa se centra en el par constituido por (1a’) y (1a”): algunos hablantes solo cuentan con una de los opciones (hoy mayoritariamente la primera), otros usan ambas en variación libre, pero para un tercer grupo constituye una oposición con diferencias pragmático-discursivas muy sutiles.
Entre las lenguas románicas, el español, como el rumano y algunos dialectos del italiano meridional, se caracteriza por la posibilidad de que, en determinadas condiciones, el complemento directo sea introducido por una preposición. La extensión diacrónica de la preposición a oscureció la distinción entre el complemento directo y el indirecto, de la que derivan las confusiones en el sistema casual de los sustitutos pronominales átonos (leísmo y fenómenos relacionados en gran parte del español europeo).
Como se sabe, la presencia de la preposición a es obligada en el español cuando el complemento directo reúne ciertas propiedades semánticas relativas a la clase a la que pertenece el sustantivo (la designación de personas, que se amplía en la vaga zona de la personificación [2a]) o que corresponden al grupo nominal del que forma parte: la preposición contribuye a la referencia a individuos concretos e identificables, es decir, específicos, y, como se ve en el contraste de (2b), rechaza los objetos que no distinguen una entidad particular. Esta «a personal» o «distintiva» también es sensible al tipo léxico del predicado, como lo muestran las alternancias de (2c); si bien esta opción no conlleva una diferencia en el significado referencial, se reconoce el carácter más individualizado y más dinámico de los objetos directos preposicionales (Laca, 1995; Delbecque, 2002). A su vez, la preposición explicita la estructura de la oración en su conjunto cuando cumple la función diacrítica de marcar al complemento directo en oposición al sujeto, como en (2d):
(2)
Las condiciones de empleo y los valores de la preposición a en el español rioplatense no son ajenas a la compleja casuística a la que da lugar el complemento directo preposicional en el español actual (cfr. el tratamiento de a en el Diccionario Panhispánico de Dudas [DPD]); más bien, las expande, como se verá enseguida, con un mayor peso relativo de las condiciones pragmático-discursivas, propias de la lengua hablada.
También la duplicación pronominal es más extendida en el español rioplatense, como señala el DPD. En otras variedades del español es obligatoria solo con los pronombres personales (3a) y, con grupos nominales, cuando van antepuestos (3b). En los casos menos frecuentes de posposición, va separado por pausa del resto de la oración (3c), por lo general, como información que se añade para evitar un posible malentendido:
(3)
Estas construcciones existen también en el español rioplatense, junto con las más marcadas de (1) o de (4):
(4)
El complemento directo preposicional de cosa va antepuesto en (4a) y (4b), pero pospuesto en (4c). El demostrativo neutro pospuesto eso se duplica sin a en (4d), pero en (4e) lleva a. En (4f) el complemento directo duplicado es una oración sustantiva, y en (4f) la duplicación del relativo es un pronombre reasuntivo. Aunque estas construcciones no han sido aceptadas en la lengua escrita, se usan en la lengua conversacional con diferentes grados de aprobación.
La duplicación pronominal extendida prácticamente no se registra en los estudios dialectales dedicados al español de la Argentina (Donni de Mirande, 19963 ni en ninguno de los artículos recogidos en Fontanella de Weinberg 2000), aunque fue señalada y analizada en un trabajo pionero de Barrenechea y Orecchia (1971). En este se muestra el carácter más restringido y facultativo de la duplicación del complemento directo, frente al casi obligatorio del indirecto. También se indican los factores que la favorecen, que son, en orden decreciente, el carácter humano, la posición antepuesta y el carácter determinado del objeto.
Ahora bien, los ejemplos de (1) y de (4) presentan interesantes diferencias cuando se comparan con los del corpus en el que se basan Barrenechea y Orecchia (Habla culta de la ciudad de Buenos Aires, recogido entre 1968 y 1970), sobre todo en lo que respecta a la presencia de la preposición a. Los objetos directos duplicados van en su mayoría antepuestos (37 casos); los duplicados pospuestos apenas superan la mitad (19 casos). Entre los 37 antepuestos, la mayoría (32) designa referentes no humanos, mientras que, de los 19 pospuestos, 12 son humanos. Los 4 antepuestos que van introducidos por la preposición a corresponden a la regla general de la a personal: son humanos. También en los pospuestos los humanos llevan preposición, pero no la llevan los no humanos, como se ve en (5), con la excepción del último ejemplo (5d):
(5)
Como se advierte en el corpus citado, la presencia de la preposición delante de los complementos directos duplicados dista de ser sistemática, y mucho menos obligatoria. Lo mismo ocurre en los tres primeros ejemplos de (6), recogidos por Suñer (1988), y en los dos últimos de Silva Corvalán (1980-1981), tomados del español hablado en Chile, que también presenta un índice considerable de duplicación:
(6)
En el rioplatense actual, los ejemplos de (5) y (6) tienden a usarse con la preposición a, como única opción entre los jóvenes,4 lo que llevaría a pensar en una innovación gramatical reciente. Sin embargo, en algunas obras normativas de la primera mitad del siglo pasado, se advierte contra el uso de la «a inútil» o «a redundante». Así, en El castellano en la Argentina (1928), Arturo Costa Álvarez se queja de la indebida proliferación de a delante de los complementos directos:
Tiene nuestro escritor una subconciencia borrosa de que no debe ponerla; pero, sin recursos para dilucidar la razón de esa resistencia instintiva, del secreto impulso que lo mueve a no ponerla, resuelve la cuestión escribiéndola; prefiere pecar por carta de más y no por carta de menos (254).
En la misma línea, en el Boletín de la Academia Argentina de Letras (xvi, 1947), Rodolfo Ragucci incluía entre los «Neologismos de mis lecturas» la «a redundante»:
Cuando el complemento directo es nombre apelativo de cosa, se omite la preposición. Esta regla general, con frecuencia no se tiene en cuenta entre nosotros, y se oyen construcciones como estas: Trae al libro, Cosecharon al maíz, etc. Y esto aún más, cuando entra un pronombre pleonástico: Ya me la sé a la lección (268).
Ambas citas atestiguan, pues, la difusión de a delante de los complementos directos no humanos duplicados y, en particular, los ejemplos de Ragucci delante de los pospuestos, como una opción típica del español rioplatense de las primeras décadas del siglo xx, coexistente con la canónica y general construcción sin preposición, que atestiguan mayoritariamente textos como los recogidos en el Habla Culta de Buenos Aires. Hasta aquí, entonces, las dos construcciones parecen fluctuar en variación libre.
Esta oscilación entre complementos directos de cosa pospuestos introducidos por a o sin ella se pone de manifiesto también en un intercambio entre gramáticos en un artículo académico dedicado al tema. En efecto, Dumitrescu (1997) hace referencia a un letrero que le llamó la atención en Buenos Aires A esta plaza la cuidan Aerolíneas Argentinas y usted, a lo que la editora del volumen, Ofelia Kovacci, acota en nota que el mismo letrero en otras plazas de la ciudad se escribe sin a. Dumitrescu atribuye a la preposición un valor pragmático particular, que denomina prominencia discursiva y define así: «[E]l papel de la a en el acusativo es el de marcar a un referente distinguido por alguna característica pragmática, o discursiva, que lo hace sobresalir entre los referentes de otras entidades presentes en el contexto» (311). Silva Corvalán reconocía un valor pragmático similar, que denominaba topicalidad, en la construcción duplicada del español chileno, aunque no lleva preposición.
En el español rioplatense la alternancia entre ambas construcciones ha favorecido la más marcada. Ahora bien, para saber si la fluctuación corresponde verdaderamente a variación libre, resulta necesario contextualizar las ocurrencias de una y otra construcción en un texto en el que aparezcan ambas. Así, si se analizan los ejemplos de (7), extraídos de pasajes dialogados o de cartas de Boquitas pintadas (1969) de Manuel Puig, la fluctuación en el empleo de la preposición deja de ser errática o arbitraria y se encauza en una cierta dirección que se explica por factores discursivos:
(7)
Así, en (7a) alternan las dos construcciones en condiciones similares (objetos de cosa antepuestos y determinados), el primero con a (al sobre) y el segundo sin ella (la hoja de adentro), en aparente variación libre. Sin embargo, en el contexto precedente se habla de cartas y se menciona dos veces el sobre y ninguna la hoja de adentro, que se introduce aquí con artículo definido por asociación metonímica. De manera similar, se hicieron varias referencias a los gusanos en el contexto inmediato a (7b), mientras que la única referencia a la antena previa a (7c) aparece varias páginas antes (139). En todos estos ejemplos la selección de uno u otro tipo de complemento directo depende, pues, de su ubicación discursiva; la duplicación pronominal, a su vez, está condicionada por la posición antepuesta. Por el contrario, la duplicación del complemento directo pospuesto de (7d) no depende del contexto lingüístico ni de su posición sintáctica, sino de una motivación cognitivo-afectiva, el grado de cercanía que reviste el referente para los dos interlocutores. Solo si uno de los interlocutores no participa de esta cercanía, es posible la construcción no duplicada (¿No viste a mi mamá?), pero en caso contrario en el español rioplatense no cabe otra opción.
En las secciones anteriores se ha comprobado que la duplicación pronominal no va acompañada necesariamente, como planteaba Jaeggli, por la presencia de a, aunque es posible que este resultado obedezca a la presión normativa que permiten suponer las citas de Costa Álvarez y Ragucci. De hecho, resulta más natural la presencia de a delante de un tópico (8a), que de un foco (8b), en el que el complemento directo no se duplica, como se ve en el siguiente contraste:
(8)
En todo caso, la duplicación pronominal constituye el recurso más importante para indicar el carácter topicalizado del grupo nominal. A medida que se extiende su empleo en diferentes contextos:
(9)
el pronombre redundante se convierte en una marca de función que reitera o anticipa los rasgos gramaticales del complemento directo: la función sintáctica mediante el caso del pronombre, y las propiedades flexionales de género y número por concordancia. Dada la altísima frecuencia del pronombre y la ampliación de las categorías a las que sustituye, se suele caracterizar la construcción duplicada como una suerte de «conjugación objetiva», como la del euskera, en la que el verbo incluye propiedades flexionales que reflejan las del objeto directo. Sin embargo, aunque muy extendida, la duplicación rioplatense no está totalmente gramaticalizada, como lo indican su carácter facultativo con la mayor parte de los objetos pospuestos y la función estilística que retiene, vinculada con la «topicalidad» (Silva Corvalán), la «individuación» (Laca), la «prominencia discursiva» (Dumitrescu) y la «relevancia expresiva» (García, 1996).
Por otra parte, la posición que ocupa el complemento directo puede incidir en su relación con el pronombre átono y en la función que este desempeña: así, el clítico anafórico solo puede ser estrictamente correferencial con el complemento directo antepuesto, mientras que el pospuesto a menudo restringe al clítico catafórico que lo anticipa, como se ve en los siguientes ejemplos:
(10)
Si bien en el primer par de ejemplos la diferente posición del objeto se relaciona con el contexto previo y no con la interpretación del clítico, en (9d) el objeto a usted desambigua la referencia de lo y en (9e) la relación entre el objeto léxico coordinado y el pronombre singular lo permite entender que el referente es una única persona.
La hipercaracterización del complemento directo del español rioplatense se construye, pues, a partir de dos recursos gramaticales que se caracterizan por destacar al objeto y establecer una vinculación más o menos fuerte con la información que se transmite en el intercambio oral. Si bien tanto la a inútil como el pronombre duplicado son, cada uno, elementos redundantes en su valor estrictamente gramatical y semántico, al combinarse se potencian de una manera pragmáticamente eficaz.