Carlos Coello Vila

Lenguas en contacto en el área andinaCarlos Coello Vila
Presidente de la Comisión de Lexicografía, Academia Boliviana de la Lengua

Aspectos generales

Con acertado criterio, Rodolfo Cerrón Palomino, nuestro coordinador, nos ha sugerido que enfoquemos nuestras exposiciones en torno al aporte y la influencia de las lenguas nativas en el desarrollo del castellano americano en las áreas geográficas que nos competen, y dejemos de lado la inveterada polémica entre los que ven esta influencia desde una óptica prohispánica o proindigenista o, lo que es lo mismo, entre los que sustentan sus teorías en la sustratofia o en la sustratofobia. Posiciones ideológicas que han sido superadas y sustituidas por esfuerzos de descripción y explicación del fenómeno de contacto de las lenguas indígenas y el español de América.

Desiderata

Podemos retomar las pautas que con mucho sentido propusieron, entre otros, Malberg1 y Lope Blanch2 y postular trabajos empíricos de sólidos fundamentos, adecuada metodología y buena ejecución si queremos completar y enriquecer los estudios existentes sobre el tema.

Investigadores de ámbitos y latitudes diversos han aportado sus mejores esfuerzos para señalar las tareas prioritarias que debemos acometer para cubrir eficazmente las casillas vacías que hay que llenar aún con contribuciones nuevas, sobre todo en campos que han sido descuidados u olvidados. Mencionemos solo algunos exponentes del área andina: Javier Albó,3 Alberto Escobar,4 Rodolfo Cerrón Palomino, 5 Rocío Caravedo, Juan Carlos Godenzzi, 6 Eva Gugenberger, José Luis Rivarola, 7 Alfredo Torero, Germán de Granda8 y otros.

De los extranjeros, Klaus Zimmermann ha propuesto que hay que considerar «las características lingüísticas de las variedades diatópicas (…) y también la búsqueda neutral de lo que ha pasado en el contacto y dónde, con qué extensión y con qué duración se ha realizado»; 9 en el nivel diastrático, habrá que incluir los estratos popular y familiar, así como las jergas y las hablas marginales; deberá tenerse en cuenta la variedad diafásica y no dejar de lado los niveles pragmáticos y de lingüística textual, entre los que caben, según el mismo autor, «la adopción de tipos de textos, sistemas de escritura, estilos y figuras retóricas, al igual que de sistemas de cortesía con sus normas, su terminología y/o sus significados sociales».10 Tampoco deben excluirse las medias lenguas o interlectos11 que surgen en el proceso de adquisición del castellano por los aimaras y quechuas monolingües, ni las hablas peculiares de los bilingües que tienen estas lenguas como maternas, ni prescindir de «la correspondencia entre el peso lingüístico atribuido a los diferentes niveles y la conciencia que el hablante tenga de ella»,12 de innegables connotaciones psico y sociolingüísticas, motivadas en las valoraciones múltiples y en los conflictos que viven los hombres y las mujeres que se comunican mediante lenguas indígenas en el seno de nuestras comunidades.

También es necesario darle al léxico la real importancia que tiene en el contacto, no solo por la considerable cantidad de préstamos que el castellano toma de las lenguas andinas, sino, sobre todo, por razones cualitativas, ya que toda incorporación de nuevas palabras produce un desplazamiento de las relaciones conceptuales existentes entre los términos que cubren un campo semántico. Y no se debe prescindir del papel que desempeñan en la sintaxis las palabras de relación, los nexos y las preposiciones, que cobran dimensiones inéditas por desplazamientos, sustituciones y funciones inexistentes en las lenguas en contacto.

Dicho al paso, no hay que perder de vista que todos estos planteamientos se refieren al contacto vivo que se da entre las lenguas en un aquí y ahora concretos.

Por esta misma razón, el problema de las lenguas en contacto debe ocupar una posición de preeminencia en el proceso de la enseñanza-aprendizaje allí donde se trata de la adquisición de una segunda lengua y del perfeccionamiento de la lengua materna.13

Finalmente, los estudios deben tener una doble orientación: de las lenguas nativas al castellano y de este a aquellas.

El proceso de contacto (a decir de Zimmermann) no solamente debe verse como una influencia mutua y complementaria, sino, desde el punto de vista teórico, como una relación causal, donde los efectos de las lenguas amerindias sobre el español resultan tan poco fuertes precisamente porque los efectos del castellano sobre los idiomas indígenas son tan profundos.14

Todo esto es necesario para que nuestros esfuerzos no caigan en el vacío y nuestras perspectivas descubran más amplios horizontes.

Delimitación y desarrollo

El contacto entre lenguas que se da en los vastos territorios de América difiere de una a otra región por diversas razones: la fortaleza de algunas lenguas que han resistido durante siglos la opresión de la lengua dominante, el número de hablantes, la vitalidad de algunas etnias (quechua y aimara) que mantienen vivas muchas de sus tradiciones y manifestaciones culturales, la amplitud con que algunas sociedades admiten el empleo alternativo de las lenguas, aunque la nativa no se emplee en el ámbito de los poderes del Estado (guaraní), la gradual desaparición de algunas lenguas (sobre todo las amazónicas) que sufren procesos radicales de marginación por el contacto con comunidades monolingües castellanas y, en fin, otras relaciones de diversa naturaleza.

La errática política lingüística hispana repercutió, por cierto, en las provincias coloniales desde que se instaló el régimen colonial.

El contacto entre el castellano y las lenguas habladas en el Perú sufrió un desarrollo previsible. Al monolingüismo paralelo (de una parte castellano y de otra aimara o quechua) le sucedió un bilingüismo creciente y expansivo.

Así, resultó natural que este y el mestizaje fueran de la mano a partir de la primera generación mestiza. Sobre una base indígena matriarcal amplia y un reducido aporte semental hispano, fue surgiendo una nueva clase mestiza bilingüe. El contingente de matrimonios hispanos y criollos es posterior. El viajero Alcides D’Orbigny afirma que en Chuquiago, Nuestra Señora de La Paz, durante el siglo xix, la población se comunicaba en lengua aimara. En esta y otras ciudades del altiplano y de la sierra, el aimara era la lengua materna de muchos mestizos (como el quechua era la lengua propia de los que habitaban, sobre todo, en la región de los valles) y el castellano su segunda lengua (que adquirieron por necesidades de supervivencia en las minas, en fincas y haciendas, en los «obrajes», en los cuarteles y en las vergonzantes instituciones coloniales y republicanas de la mita y el pongueaje); los criollos, a su vez, hablaban en castellano, pero se comunicaban con el pueblo llano en aimara, lengua que aprendieron en el trato constante con la gente de servicio y en mercados y tambos donde se efectuaba el comercio de los productos agrícolas.

A partir de la revolución nacional boliviana del 52, se abolió el latifundio y la reforma agraria fracturó la relación que antes existía entre patrones e indios. La cancelación o debilitación del contacto determinó que los hijos de los mestizos y los criollos bilingües se hicieran exclusivamente castellanohablantes. Paralelamente, la población indígena adquirió, de manera paulatina, la lengua de la clase dominante merced a la educación y al ejercicio de nuevas funciones públicas de servicio: agentes de tránsito, de policía y municipales, más otras de naturaleza privada, como el pequeño comercio informal.

El bilingüismo del área andina es del tipo social III,15 en el que uno de los grupos es monolingüe y el otro bilingüe. Este último, caracterizado como oprimido, debe aprender la lengua del otro grupo, que es el dominante.

Un tratamiento general del problema del contacto lingüístico debería estudiar las influencias que ejercen las lenguas quechua y aimara sobre el castellano de los monolingües y las que ejerce este sobre aquellas. También tendrían que estudiarse las interferencias lingüísticas que producen estas lenguas sobre los hablantes bilingües que tienen el castellano como segunda lengua. Y no deberían dejarse de lado las influencias que proceden del sustrato y del adstrato sobre los monolingües de castellano.

Algunas realizaciones

No existen estudios exhaustivos sobre el tema. Algunos trabajos parciales han sido descalificados por diversas razones. Los estudios, restringidos en el pasado a los niveles fonológico y lexicográfico, se han ampliado, sobre todo en el Perú, al campo morfosintáctico, pero distan aún de ser integrales.16

En Bolivia, al margen de algunas investigaciones pioneras, como las de Charles Kany, sobre semántica y sintaxis hispanoamericana,17 existen otros trabajos de mérito, como los emprendidos por Xavier Albó,18 Joaquín Herrero,19 Richard Laprade,20 Martha Hardman,21 Nila Gutiérrez Marrone22 y José G. Mendoza.23

Por cierto, la influencia del castellano sobre las lenguas nativas o vernáculas es mayor que la que estas ejercen sobre aquel por razones que tienen relación con la asimetría de las lenguas en contacto y la situación de diglosia que impera aún en toda el área andina. Pero no corresponde que tratemos aquí esta cuestión.

Tampoco cabe aquí tratar el tema del llamado interlecto, de las lenguas criollas y del fenómeno de la motosidad.

En cambio, es pertinente traer a colación la investigación realizada por Laprade de la influencia del aimara sobre el castellano de La Paz.24

Los paceños mestizos y criollos del xix y primera parte del xx fueron, en gran medida, bilingües. El castellano que hablaban estaba salpimentado de préstamos e innumerables interferencias.

Muchos aspectos fonológicos se deben (según cree Laprade) a estas. Entre las principales: la conservación de la –d– intervocálica de los participios, la de la –s– final, muy marcada, y la persistencia de la /λ/ se fundan (dice) en el consonantismo del sustrato aimara. Otro caso es la pérdida de la última vocal átona, como ocurre con juevs, grands, pasajs, etcétera, que los paceños eliden, lo mismo que los aimaras eliden la vocal final de las palabras trisilábicas. La mayor o menor perceptibilidad de las vocales suele ser una pauta para establecer la estratificación social entre popular y culto.

En el plano léxico, los préstamos y los calcos de las lenguas andinas al castellano sirven, en muchos casos, para llenar vacíos semánticos, porque con lexemas simples se expresan contenidos que en castellano requieren de construcciones perifrásticas, como acullico[ai. akhulli], ‘acción de extraer el jugo de las hojas de coca mediante la saliva y la presión de los molares’; chaqui [ai. chakhi, qu. chaki], 'sed inducida por la ingesta de bebidas alcohólicas'; chiti [ai. chiti], ‘niño de tres a ocho años’; hualaycho [ai. walaychu], 'persona que pasa el tiempo jugando sin hacer nada útil'; macurca [ai. makhurkha],'dolor muscular ocasionado por el ejercicio físico', etcétera.

La gama de préstamos es tan variada que se extiende a todos los campos de la actividad humana: alimentos (caya, chairo, chalona, chamillo, etcétera), bebidas (tirillo [ai. tirillu], ‘bebida alcohólica de mala calidad’), utensilios (llajuero [ai. llajwa], 'salsa picante'), vestimentas (mancancha [ai. manqhancha], ‘falda interior que levanta el vestido’), cualidades (moco, -a [ai. muqu 'enano'], ‘persona de baja estatura’), etcétera.

Además, el porcentaje de los indigenismos en el castellano andino es elevado.25 Frecuentes en el lenguaje coloquial, han trascendido a la esfera de la lengua escrita: el periodismo26 y, sobre todo, la literatura indigenista y costumbrista.27 Los préstamos de las lenguas nativas son reconocibles tanto por la fonética (aspiradas y glotales), como por la morfología de esta lengua (sufijos).

De igual manera, los sociolectos recurren a préstamos de las lenguas nativas.28

Se sostiene que la morfosintaxis es impermeable a las influencias del sustrato. La observación nos muestra que estas influencias están presentes en las lenguas andinas. Examinemos solo algunos casos aislados de larga data en el castellano de La Paz.

Los artículos determinados el, la acompañan, en el dialecto paceño, a los nombres de pila. Así, se dice: la Josefa, la Lucha, el Carlos, el Rodo, etcétera, tal vez por influjo del sufijo /-xa/, marcador de sexo en aimara.

Otro caso es el empleo, en el español coloquial paceño, de pues, nomás, siempre y pero, en posición final de oración. Estas partículas, que funcionan como los sufijos aimaras correspondientes [-ya], [-kim], [-puni], [-raki], no tienen significado preciso, pero modifican el contenido del segmento al que acompañan, porque introducen un matiz persuasivo y atenúan el tono y el énfasis de las órdenes, súplicas y peticiones. Pierden, así, su función conjuntiva y adquieren otras funciones.

La partícula pues se realiza ps (con elisión vocálica), sibilante, y desempeña el papel de hacer menos secas las respuestas breves: sí pues (sí… ps), no pues (no… ps), ya pues (ya… ps), o de atenuar las órdenes y los ruegos: dameps, vengaps, etcetera. Estas partículas desempeñan una función «rítmica y expresiva»29 y los matices significativos dependen de la entonación. En el plano suprasegmental, caracterizan el habla local. En efecto, Laprade sostiene que «en el español paceño ‘pues’ y ‘ps’ parecen indicar una gentileza suave de la palabra o frase precedente o pueden reflejar la actitud o humor del hablante».30 En el aimara, el sufijo ya o su alófono y desempeñan estas y otras funciones, como sostienen los gramáticos Hardman, Vásquez y Yapita en un texto de enseñanza de esta lengua.31 Por ejemplo, el sufijo y puede acompañar a los verbos añadiendo el sentido de súplica. Por ejemplo, saramay, ‘andá pues’. La exclamación del castellano paceño ¡ah!, realizada ¡ahps!, se emplea para aguijonear la curiosidad de la persona que pregunta algo personal e íntimo.

También el sufijo –lla, del quechua, con el significado de ‘solo’, ‘solamente’, ‘justo’, ‘justamente’, ha influido en el uso de la partícula nomás del castellano.32 Esta partícula tiene su correlato en el sufijo aimara [-ki], que aparece al final de frases u oraciones a las que modifica con la función de atenuar la fuerza enunciativa y añade un rasgo de cortesía o de gentileza. Así, walikiw, ‘bien nomás’; ukakiw, ‘ahí nomás’; mantaskakim, ‘entrá nomás’; suyt’akimay, ‘esperá nomás pues’.33

El sufijo [-puni] o [-pini], del aimara, significa ‘siempre’, y se presume que también ha presionado desde el sustrato, porque aparece después del segmento oracional al que modifica y le proporciona una carga enfática o de intención continuada en el lenguaje popular, como se aprecia en: «Yo soy siempre», «Voy a venir siempre», «Conozco siempre». En fórmulas interrogativas, demanda una confirmación del interlocutor, mas lo hace de manera cortés y considerada. Así: «¿No me (lo) prestas siempre?».

La partícula pero aparece también clausurando oraciones con una alta frecuencia, por lo que es otro rasgo que caracteriza el habla paceña. Verbigracia: «Me lo devuelves pero», «¿Traes dinero pero?», «No voy a volver pero», etcétera. Su equivalente es el sufijo aimara [-raki], y lo mismo que este tiene la particularidad de combinarse y encadenarse con nomás, siempre y pues para dar diferentes matices significativos al enunciado. Como ha mencionado el propio Laprade, nomás/pues/pero se suceden en el decurso, aunque también se suele añadir siempre, antes o después de pero. El fenómeno se da en el aimara de manera paralela, aunque no del todo equivalente. Veamos estas dos series de correspondencia aproximada entre las dos lenguas:

comémanq’am
comé puesmanq’amay
comé nomás puesmanq’akimay

De las posibles combinaciones suelen salir construcciones acumulativas como estas: «Comé nomás»/«Comé nomás pues»/«Comé nomás pues pero»/«Comé nomás pues siempre pero» ~ «Comé nomás pues pero siempre».

Hoy, después de más de cuarto de siglo, afirmamos con Laprade que

(…) parece que el uso de los post positivos pues, nomás, siempre y pero del español paceño es un caso de la influencia del sustrato aimara de frecuencia y distribución de las partículas del español estándar. Y lo que resulta de mayor importancia es que el mismo proceso gramatical —como un rasgo integral del sistema aimara― ha penetrado y ha sido incorporado en el uso de los hablantes nativos de español en La Paz. 34

La oposición conocimiento personal/conocimiento no personal, que en las lenguas andinas se expresa mediante sufijos, es otro caso donde se manifiesta la influencia del sustrato aimara en el castellano paceño. Oposición que es muy importante, ya que permite saber si una información la ha obtenido uno mismo o si proviene de otra u otras personas. Cuando alguien no posee un conocimiento testimonial de lo que dice o cuenta, se emplea el sufijo [-siw, ‘dijo’]. En el español paceño, se oyen frases como: «Ha ido al campo, dice», «Ha venido al templo, dice», etcétera. En el castellano de Cochabamba, es muy frecuente el estilo directo: «Volveré, dijo», o de manera más popular: «Volveré, diciendo, dijo», donde se advierte la influencia de la construcción quechua «Kutimusaj, nispa, nirqa».35

En español el pluscuamperfecto se expresa mediante verbo + participio pasado. Este tiempo, que hace referencia a un pasado remoto en la lengua general, señala, en el castellano paceño, el carácter no testimonial de la información y la sorpresa que produce un hecho que se desconocía, o sirve para dar a entender que uno ha hecho algo sin querer, casi involuntariamente, como puede apreciarse en estos ejemplos: «Había vendido su auto», ‘yo no lo sabía, pero me acaban de decir que había…’; «Se había casado mi hermano», ‘qué sorpresa que se haya…’; «Me había tomado dormido con la vecina, hijita», ‘sin querer me he acostado con la vecina’.

La referencia al tiempo, con estas funciones, en aimara, está dada por el sufijo [-tayna]. Laprade trae estos ejemplos: «Akaskataynawa», ‘aquí había estado’; «wali kusw aymar parliritayna», ‘había sabido hablar aimara muy bien’.

Hardman, Vásquez y Yapita señalan que «virtualmente todos los bilingües aimara-español creen que la forma del tiempo pluscuamperfecto del español refleja el conocimiento no personal».36

En síntesis, parece indiscutible que la naturaleza sufijante de la lengua aimara ha influido en la sintaxis del español paceño y motivado la tendencia a construcciones que emplean partículas aditivas, como pues, nomás, pero y siempre, en posición final, y que están desde hace mucho tiempo presentes en el español paceño, tal como lo expuso Laprade en sus ensayos de 1976 y de 1981.

Este fenómeno, que se da también en el quechua, ha sido explicado con lucidez por Stefan Pfänder, quien ha puesto de relieve otras aristas. Nos muestra que

(…) en el español andino la función temporal de esta oposición (perfecto vs. pluscuamperfecto) es neutralizada en función de otra nueva. El llamado pluscuamperfecto (muchas veces con una forma de decir: dice, diciendo) expresa también aquí una distancia mayor con el hablante, pero en un sentido «testimonial», ya no temporal. Por ejemplo: «(dice) había estado arriba» se diría en español peninsular: «alguien me ha contado que había estado arriba en este momento». Posiblemente no es una casualidad que precisamente el pluscuamperfecto asuma esta función que en quechua es gramaticalizada por medio de los sufijos –sqa vs. –rqa. Se podrá tratar de un cambio lingüístico metafórico. El puente asociativo modela la distancia con el hablante.37

Conclusión

El castellano andino presenta muchos más casos que los expuestos, propios de una lengua que se ha ido gestando en una situación especial de contacto lingüístico. Las causas de la presencia de fenómenos divergentes pueden ser múltiples, las mismas que nos llevan a concluir que el castellano andino presenta algunas variedades que representan (en palabras de Weinreich) «estadios más avanzados en la evolución de la lengua». 38

Notas

  • 1. B. Malmberg: «L’extension du castillan et le problème des sustrats», Actes du Colloque International de Civilisations, Litérattures et langues Romanes, Bucarest, 1959, pp. 249-260.Volver
  • 2. J. M. Lope Blanch: «En torno a la influencia de las lenguas indoamericanas sobre la española», Actas del II Congreso Internacional sobre el español de América, México: UNAM, 1986, pp. 65-75.Volver
  • 3. Albó, Xavier: «El futuro de los idiomas oprimidos», Cuadernos de Investigación, 2, La Paz: CIPCA, 1974. 2.ª edición, 1977.
    —«Sociolingüística del valle de Cochabamba», ponencia presentada en el V Simposio del PILEI, San Pablo, enero de 1969.Volver
  • 4. Escobar Zambrano, Alberto: Lenguaje y discriminación social en América Latina, Lima: Milla Batres, 1972.
    Variaciones sociolingüísticas del castellano en el Perú, Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1978.Volver
  • 5. Cerrón Palomino, Rodolfo: Lingüística quechua, Cuzco: CERA Bartolomé de las Casas, 1987.
    Lingüística aimara, Cuzco: CERA Bartolomé de las Casas, 2000.
    Castellano andino, Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003.Volver
  • 6. Godenzzi, Juan Carlos: El quechua en debate, Cuzco: CERA Bartolomé de las Casas, 1992.Volver
  • 7. Rivarola, José Luis: «La formación del español andino: Aspectos morfosintácticos», ponencia presentada en el Primer Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, Cáceres: Actas, marzo-abril, 1987.
    La formación lingüística de Hispanoamérica, Lima: PUCP, 1990.Volver
  • 8. De Granda, Germán: «El influjo de las lenguas indoamericanas sobre el español. Un modelo interpretativo sociolingüístico de variantes areales de contacto lingüístico», Revista Andina, 25, 1995.Volver
  • 9. Zimmermann, Klaus: «Aspectos teóricos y metodológicos de la investigación sobre el contacto de lenguas en Hispanoamérica», Lenguas en contacto en Hispanoamérica. Nuevos enfoques, Frankfurt am Main: Klaus Zimmermann, Vervuert Verlag-Bibliotheca Ibero-Americana, 1995, p. 19.Volver
  • 10. —Ob. cit., pp. 19-20.Volver
  • 11. Escobar Sambrano, Alberto: «Observaciones sobre el interlecto», en: Luis Enrique López et al. (eds.): Temas en Lingüística aplicada, Lima: Multisercios Editoriales. También José G. Mendoza: El castellano hablado en La Paz: sintaxis divergente, La Paz: UMSA, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 1991 y Ofelia Moya C.: «Problemas fonológicos del interlecto: una experiencia de interacción social», Lengua, 7, Carrera de Lingüística e Idiomas, La Paz: UMSA, 1997. Volver
  • 12. Zimmermann, Klaus: ob. cit., p. 20.Volver
  • 13. Cfr. Cerrón Palomino, que se refiere al tema en varios estudios recogidos en Castellano andino, libro ya citado.Volver
  • 14. Zimmermann, Klaus: ob. cit., p. 27.Volver
  • 15. Cfr. Appel, René y Pieter Muysken: Bilingüismo y contacto de lenguas, Barcelona: Ariel, 1966. En la página 10 se define este tipo de bilingüismo de este modo: «En el tercer tipo de bilingüismo social, un grupo es monolingüe y el otro bilingüe. En la mayoría de los casos este último grupo es minoritario, quizá no desde un punto de vista numérico o estadístico, pero sí desde una perspectiva sociológica: es un grupo no dominante u oprimido».Volver
  • 16. Cfr. R. Cerrón Palomino: Castellano andino, cap. IX: «Calcos sintácticos en el castellano andino», en el cual presenta un caso de influencia de sustrato en el orden de las oraciones subordinadas que, siguiendo el tipo de construcción del quechua, sigue la ordenación OS + OP, divergente de la sintaxis española, que se organiza normalmente en OP + OS.Volver
  • 17. Ya citado.Volver
  • 18. Ya citado.Volver
  • 19. Joaquín Herrero: «Apuntes del castellano hablado en Bolivia», Boletín de Filología Española, 9, Madrid: CSIC, 1969, pp. 37-43.Volver
  • 20. Richard Laprade: «Some cases of aimara influence on La Paz spanish», en M. J. Hardman: The Aimara language in its social and cultural context, La Florida: University of Florida Social Sciences Monograph, 67, 1981. Cfr. del mismo autor Some salient dialectical features of La Paz Spanish, tesis, University of Florida, 1976, y algunos de los ensayos del volumen editado por M. J. Hardman en 1981. Volver
  • 21. Harman, Martha (editora y compiladora): The Aymara Language in Its Social and Cultural Context, Florida: University Presses of Florida, 1981.
    «The Mutual Influence of Spanish and the Andean Languages», en: Eugenio Chang-Rodríguez (comp.): Spanish in the Western Hemisphere, edición de Word, 33. Volver
  • 22. Gutiérrez Marrone, Nila: «Estudio preliminar de la influencia del quechua en el español estándar de Cochabamba», en G. Scavnicky: Dialectología hispanoamericana: estudios actuales, Washington: Georgetown University Press, 1980, pp. 58-93.
    —«Influencia sintáctica del quechua y aimara en el español boliviano», en D. Sola: Language in the Americas, proceedings of the Ninth PILEI Symposium, Ithaca: Cornell University, 1984, pp. 92-105.Volver
  • 23. Mendoza, José G.: El castellano hablado en La Paz: sintaxis divergente, La Paz: UMSA, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 1991.
    Gramática castellana con referencia a la variedad hablada en Bolivia, La Paz: UMSA, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 1992. Volver
  • 24. Ya citado.Volver
  • 25. El Diccionario del Español de Bolivia (DEBol), redactado en Augsburgo y aún inédito, tiene 1650 entradas que proceden del aimara, con 5000 acepciones, aproximadamente, el 11 % de la macroestructura. Del quechua provienen 2773 lemas, con más de 7000 acepciones. Gran parte de estas unidades léxicas se refieren a realidades propias del mundo andino, que no tienen referentes en el español. Volver
  • 26. Cfr. Coello Vila, Carlos: «Origen de los bolivianismos», Signo, Cvadernos Bolivianos de Cvltvra, 58-59, pp. 153-164. Sobre bolivianismos en el periodismo, se da la referencia siguiente: en 238 artículos de la columna «Palabra suelta» de Raúl Rivadeneira Prada, se hallaron 1312 ejemplos en contexto; y en 42 piezas de «La noticia de perfil» del humorista Alfonso Prudencio Claure (Paulovich) se encontraron centenares de ejemplos de uso con bolivianismos. En el libro Cuán verde era mi tía, del mismo autor, contamos 476, de los cuales 74 son indigenismos: 21 aimarismos, 28 quechismos, 21 términos comunes a ambas lenguas y 4 de otras lenguas indígenas.Volver
  • 27. En menos de 150 libros, que vaciamos para elaborar un diccionario ejemplificado de bolivianimos, hallamos más de 10 000 ejemplos de uso. Para mencionar un solo ejemplo, en el pequeño libro Animalversiones (106 páginas), del humorista Jorge Mancilla Torres (Coco Manto) recogimos 374 bolivianismos, 67 de ellos indigenismos: 44 del aimara, 15 de quechua y 8 comunes a ambas lenguas.Volver
  • 28. Coello Vila, Carlos: Diccionario coba. Sociolecto de la delincuencia boliviana. En la nomenclatura, 133 de 1957 entradas pertenecen a esta jerga: 56 del aimara y 77 del quechua. Es un porcentaje elevado, si se tiene en cuenta que se seleccionaron las voces exclusivas de esta jerga, dejando fuera las que han pasado a ser coloquiales o de uso popular.Volver
  • 29. Ch. Kany: American spanish, ob. cit.Volver
  • 30. R. Laprade: Some cases…, ob. cit., p. 215 (nuestra trad.).Volver
  • 31. Hardman, M. J., Juana Vásquez y Juan de Dios Yapita: Aymar artatiqañataki, Ann Arbor: University microfilm, 1975.Volver
  • 32. Ch. Kany: American spanish, ob. cit.Volver
  • 33. R. Laprade: Some cases…,ob. cit.Volver
  • 34. Ibídem.Volver
  • 35. Herrero, Joaquín: Apuntes, ob. cit.Volver
  • 36. Hardman, M. J. et al.: Aymar artatiqañataki, ob. cit.Volver
  • 37. Pfänder, Stefan: «Buscar la lengua perfecta. Sobre los criterios implícitos de valoraciones lingüísticas», Lexi-Lexe, 2, La Paz: Revista del Instituto Boliviano de Lexicografía y otros Estudios Lingüísticos, 2001, p. 63.Volver
  • 38. Weinreich, Uriel: Lenguas en contacto ,Caracas: Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 1959, p. 25.Volver