Isadora de Norden

El recuerdo de babel. El español en los organismos internacionalesIsadora de Norden
Directora ejecutiva Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC)

Todas las sociedades, tarde o temprano descubren que hay otros grupos que hablan un lenguaje distinto al suyo. Advertir que, para otros hombres, los sonidos que nos sirven para designar a esto o aquello —pan, cielo, demonios, árboles— nombran a otros objetos o no designan nada y son mero ruido, debe haber sido una experiencia sobrecogedora.1

Esta afirmación de Octavio Paz se vive cotidianamente dentro de los organismos internacionales. O mejor: estos organismos son, en parte, una experiencia sobrecogedora constante de lo que significa el encuentro entre diferentes, el intercambio en medio de profundas asimetrías, los propósitos comunes ubicados en contextos en los que existen poderes e intereses en contraste permanente.

La figura de los organismos internacionales queda muy bien dibujada en las palabras que sobre el sentido de las Naciones Unidas le dirigió el presidente Roosevelt al Congreso norteamericano:

Las Naciones Unidas —dijo— significan el fin del sistema de acción unilateral, las alianzas exclusivas, las esferas de influencia, los equilibrios de fuerzas y todos los demás expedientes que han sido ensayados a lo largo de los siglos y han fracasado.

Mantener la paz y llevar adelante grandes causas comunes son los signos que están presentes en la creación de estos organismos.

Pero el poder y los intereses no quedan fuera de los límites institucionales, sino que conforman el propio espacio de las acciones internacionales. En efecto, en los organismos convergen formas de comprensión, prioridades, énfasis políticos, como también historias, culturas y lenguas diversas.

De algún modo, la imagen de Babel sigue estando presente. El mismo Octavio Paz nos recuerda que «en casi todas las sociedades hay un relato que, como el de Babel, explica la quiebra de la unidad original y su dispersión en multitud de lenguas y dialectos».

Ese relato para los cristianos es el de Pentecostés, en el que

(…) se vive la reconciliación de los idiomas, la reunión del otro y de los otros en la unidad del entendimiento. Y el milagro mayor es que la unidad se logra sin menoscabo de la identidad: cada uno, sin cesar de ser él mismo, es el otro.

El portento de esas figuras simbólicas es su persistencia en las creaciones de los seres humanos aun en las épocas más recientes y en las construcciones aparentemente más profanas.

Quien conozca los organismos internacionales sabe perfectamente que en ellos hay dimensiones cognitivas que se manifiestan en cánones, formas de interpretación, modos de argumentar y de juzgar y relaciones particulares con el mundo normativo, lo que significa que hay unas estructuras de pensamiento que se expresan en discursos, acuerdos y declaraciones, así como en la forma de actuar de su diplomacia.

El poder del lenguaje, el poder en el lenguaje

En Alicia a través del espejo, Humpty Dumpty está sentado sobre un muro observando la impaciencia de la niña porque no logra descifrar los versos del sinsentido. «Para saber cuál es el sentido de las palabras —le dice el personaje a Alicia—, debes saber quién es el que tiene el poder. Eso es todo».

Y esto es cierto, no solo para los universos que se hallan más allá del espejo, sino para los que suponemos que están más acá, en el terrenal mundo donde también existen los organismos internacionales.

Las lenguas son un instrumento fundamental en la estructura de las organizaciones. Temerosos de Babel y conocedores del poder y las capacidades del lenguaje, las instituciones internacionales buscan acceder a lo común a través de la uniformidad en los idiomas.

Si en el periodo colonialista la relación entre el colonizador y el colonizado pasaba por la imposición de la lengua del primero y la extinción del idioma del segundo, en los tiempos de las relaciones internacionales las lenguas oficiales aparentemente garantizan la comprensión simétrica y el intercambio entre pares.

Sin embargo, hay una disposición geográfica del poder lingüístico en la vida de estas instituciones, que a pesar de sus pretensiones unificadoras genera desbalances y provoca hegemonías.

Es evidente la hegemonía del inglés frente a otras lenguas oficiales como el francés o el español. Y esta diferencia no solamente se explica por la expansión territorial de cada una de estas lenguas, por el número de sus hablantes, sino sobre todo por la relevancia que tiene el inglés en la economía, la política y la tecnología mundiales. La hegemonía del inglés y su transformación en una lengua «mundial» es una de las características del paso de la época de las relaciones internacionales de fines del xix y comienzos del siglo xx a la época de la globalización.

Lo explica el investigador brasilero Renato Ortiz, que comienza por cuestionar las comprensiones que entienden el inglés como una especie de «lengua franca» y sugieren de esa manera una cierta neutralidad en relación con las relaciones lingüísticas, olvidando que la lengua se encuentra siempre contextualizada, no existe independiente de los sujetos sociales y se genera dentro de condiciones sociales de producción del discurso. Por eso Ortiz critica las ideas que subrayan que «en comparación con otros idiomas el inglés sería más flexible, conciso, pragmático y moderno» y que su preponderancia dependería fundamentalmente de sus cualidades intrínsecas. Recuerda que un argumento semejante fue muy popular cuando el francés, en el siglo xviii, fue considerado como una lengua universal. «Una lengua —dice— no es solo un instrumento de comunicación, sino también un instrumento de poder». 2

Las lenguas oficiales en los Estados son el resultado de su papel en la unificación del mercado lingüístico, ya sea por medio de actitudes represivas o de instituciones totalizantes como la escuela o la Administración pública, que definen las normas en relación con las cuales se deben ajustar las variaciones lingüísticas. «Una lengua oficial —escribe Ortiz— adquiere por tanto, un valor simbólico y se impone como hegemónica dentro de la pluralidad de las hablas».3

No sucede nada diferente cuando se trata de organizaciones internacionales. Entre otras cosas, porque, en la globalización, el inglés se ha convertido en una lengua mundial que deja de ser una lengua extranjera y se convierte en segunda lengua. Lo que era externo (extranjero) se convierte en interno (nativo), esto es, parte de la vida cotidiana de las personas.

La utilización del inglés en el trabajo (publicaciones científicas, informática), en la publicidad, en el mundo de los negocios y en las relaciones internacionales, son señales de la existencia de un fenómeno de disglosia a escala mundial.4

Más allá de ser lengua oficial

El español es una de las lenguas que tiene una importancia «relativa» en los organismos internacionales. En muchos de ellos es, en efecto, una de las lenguas oficiales.

Es interesante explorar las razones de esta condición del español, para constatar su futuro dentro de los organismos internacionales y, especialmente, sus posibilidades de aumentar su influencia en el contexto mundial.

Es indudable que el carácter oficial del español tiene que ver con un reconocimiento a la importancia geopolítica de la lengua y sobre todo a su distribución y ubicación territorial. El español es hablado por cerca de 450 millones de personas en el mundo y está entre las cuatro lenguas con más hablantes del planeta.

Un elemento decisivo es la cercanía del territorio hispanohablante con los Estados Unidos y especialmente los asentamientos de latinos en ese país. Las luchas de los latinos por la defensa de sus derechos sociales, económicos y políticos en los Estados Unidos, sus movimientos para la legalización de la migración, su incidencia creciente en el panorama electoral norteamericano, su defensa del español como segunda lengua que debería ser enseñada a sus hijos en las escuelas estadounidenses y su afirmación identitaria con una cultura que une a salvadoreños con colombianos y a mexicanos con guatemaltecos son dimensiones que representan cada vez más en la importancia del español en Norteamérica y en los organismos internacionales.

Las migraciones latinoamericanas a Europa son también una dimensión de la valorización del español, ya que los fenómenos migratorios forman parte de las agendas de muchos organismos internacionales.

La consolidación de comunidades en la diáspora es una dimensión clave de la difusión lingüística, como sucede, por ejemplo, con los mercados audiovisuales en las diásporas africanas o indias, que se convierten en consumidores de los productos del cine hindú o de los vídeos nigerianos, lo que, con otros resultados, incide en la expansión del inglés.

En la medida en que el mundo hispano genere más pensamiento propio, más aporte al debate internacional, más circulación de las ideas, el español cobrará aún más fuerza en el contexto de los organismos internacionales. Hablo desde el CERLALC, uno de sus objetivos tiene que ver precisamente con la producción y la circulación del libro y especialmente del libro en español. Lo que el libro difunde son ideas, ficciones, pensamiento crítico, sentidos de futuro. Todo ello en escalas cada vez mayores es lo que facilitará el desarrollo del español dentro de los organismos internacionales.

Una interacción fluida con el mundo es indispensable para el fortalecimiento de una lengua como el español. Los idiomas que se encierran no siempre se preservan. La vida interna y externa de un idioma es el resultado de su contraste, de su exposición a la conversación, de su inserción sin complejos en el contexto global. Hablando del escritor italiano Antonio Tabucchi, Sergio Pitol escribe:

Sospecho que si este joven narrador italiano no hubiese vivido en Lisboa y recorrido el mundo como un portugués, es decir, marcándose como puntos de referencia los actuales y antiguos confines lusitanos, si no se hubiera sumergido en la edad debida en la literatura de ese país y amado sus peculiaridades más específicas, su obra habría sido diferente. Sería, de eso estoy seguro, menos original.

Ubicarse en Internet es uno de los mecanismos más importantes para la expansión de una lengua. Los organismos internacionales son generadores de información permanente sobre temas que interesan a mucha gente: estadísticas, informes y documentos componen una de las tareas de las entidades internacionales, que a su vez replican los medios de comunicación. El español, como lengua oficial de la gran mayoría de ellos, circula mundialmente en este torrente informativo.

No es poca entonces la influencia que tienen los organismos internacionales en la difusión del español. Mucho más que su uso en las salas de reuniones, donde Babel cada cierto tiempo asoma su figura, su papel está en lograr que el español hable cada vez más con voz propia (con ideas propias) y que aumente su capacidad, en un mundo global, de hablar interculturalmente con los otros.

Notas

  • 1. Octavio Paz: «Lectura y contemplación», Sombras de obras, Barcelona: Seix Barral, 1983, p. 13.Volver
  • 2. Renato Ortiz: Mundialización y cultura, Bogotá: Convenio Andrés Bello, 2004, p. 104.Volver
  • 3. Ídem.Volver
  • 4. Ídem, p. 106.Volver