La documentación escrita existente en el Archivo General de la Nación (Uruguay) se remonta a lo sumo al siglo xviii1 y abarca los siglos xix y XX de manera mucho más completa. La mayoría de estos documentos del siglo xviii son producto de la administración colonial española, pertenecen a los municipios y sus cabildos y a los habitantes españoles primero, y criollos luego, de Montevideo, aunque también existen otros pertenecientes a las primeras ciudades fundadas por los españoles en el interior del país: Santo Domingo de Soriano, Colonia del Sacramento, Maldonado, Pando, Canelones, Melo, etcétera.
Los documentos generados en el cumplimiento de las actividades de las autoridades españolas comprenden copias, para el cabildo de Montevideo y el gobernador, de las reales cédulas emanadas del poder central de Madrid, las disposiciones comerciales, etcétera; los documentos de la administración colonial reflejan reglamentos y órdenes de los virreyes de Lima primero y, en el caso de Montevideo, a partir de 1776 del virrey del Río de la Plata en Buenos Aires.
La documentación administrativa más numerosa pertenece al cabildo de la ciudad de Montevideo,2 que comenzó a actuar desde 1729 hasta 1829.
A este breve recuento habría que sumar otros documentos dimanados, sobre todo, de la administración colonial borbónica que revelan su preocupación en la materia militar y demográfica, por ejemplo, los padrones de población. Finalmente recordaremos la documentación que da cuenta de la vida religiosa y especialmente la privada de los habitantes de la jurisdicción de Montevideo reflejada en sus testamentos,3 compra y venta de esclavos, sus manumiciones y aun cartas familiares.
El acervo del siglo xix es más voluminoso y rico. Su base sigue siendo la administrativa y en este caso se refiere al Estado uruguayo, que nació a la vida independiente en 1828.
Los estudios pioneros de Adolfo Elizaincín sobre «Los tratamientos voseantes y tuteantes en el español hablado en la Banda Oriental (siglo xviii)», los de Virginia Bertolotti «Acerca de la frase sustantiva en el español de la Banda Oriental en el siglo xviii» y el de Marisa Malcuouri sobre «Dos fenómenos fónicos en la Banda Oriental del Siglo xviii» en la misma época confirman lo afirmado anteriormente.4
El de Virginia Bertolotti y Magdalena Coll sobre «Los cambios de las formas de tratamiento en la ruptura del orden colonial»,5 centrado en el análisis de las formas pronominales para la segunda persona, insiste precisamente en el comienzo de cambios en el uso del idioma español vinculados tanto a la diversidad regional como sobre todo a los cambios sociales y culturales que provocó la revolución de las colonias. El idioma español tanto escrito como oral debía reflejar, de alguna manera, la ruptura del orden social y político jerárquico en pro de un igualitarismo que se postulaba como una conquista política.
Por último, es preciso señalar que la documentación del siglo xix, poco estudiada desde la filología por nuestros lingüistas e historiadores, creemos, puede revelar la consolidación tanto del español como idioma dominante en nuestra oralidad y en nuestra escritura, como su regionalización.
La aparición de la poesía gauchesca, desde los cielitos antimonárquicos de Bartolomé Hidalgo6 en la segunda década del siglo xix, hasta «Los tres gauchos orientales»7 de Antonio Lussich en 1872, testimonia la variante regional del español más extrema.
En el terreno literario también, los ensayos de Alejandro Magariños Cervantes8 y la poesía del poeta de la Patria Juan Zorrilla de San Martín, particularmente en su «Tabare»9 de 1888, muestran el ejemplo antagónico, el culto del español considerado por metropolitano, más culto, y aquel que debía seguir siendo el patrón y modelo de la alta cultura uruguaya.
La existencia de numerosos archivos privados10 con cartas personales, etcétera, permite entender el estudio sobre la evolución de la lengua española escrita en el Uruguay y llegar a conclusiones más precisas.
La documentación del siglo xviii, de cuando éramos colonia española y la región era llamada Banda Oriental, permite afirmar lo que parece obvio, pero en el caso del Río de la Plata denota también su originalidad: Montevideo y Buenos Aires, como las demás ciudades del Virreinato del Río de la Plata, escriben y se comportan culturalmente casi como cualquier ciudad española de la época. Ello ocurría así tanto por razones demográficas como culturales. Buena parte de los criollos habitantes del Virreinato tenían algún antecedente español en sus venas y la impronta de los hábitos, las costumbres y las creencias y la mentalidad colectiva eran comunes a la madre patria y al Imperio americano español.
Los historiadores españoles de la religiosidad popular en las ciudades en el siglo xviii, Máximo García Fernández, Roberto J. López, Lourdes Mateo Bretos, David González Cruz, Manuel José de Lara Ródenas, Juan del Arco Moya, María José García Gascón y Anastasio Alemán Illa,11 el argentino Alberto David Leiva,12 que investigó el mismo tema en la ciudad de Salta, y el uruguayo José Pedro Barrán,13 que hizo lo propio en Montevideo, todos coinciden en que las creencias religiosas reflejadas en las formas testamentarias son básicamente idénticas y que los matices que las diferencian tanto dan cuenta de lo regional como de lo personal.
Así, por ejemplo, las fórmulas de encomendación del alma a Dios, tan caras para los testadores, eran casi idénticas en Valladolid y en Montevideo; además de la igualdad de conceptos, de las 31 palabras de la fórmula de Valladolid, 23 se hallan (y la mayoría encadenadas en la llamada frase sustantiva) en Montevideo.
Las investigaciones de los lingüistas uruguayos sobre las características del español escrito en el Uruguay colonial revelan las mismas similitudes culturales con el español escrito en la metrópoli del siglo xviii, y a la vez el muy tímido nacimiento de algunas particularidades regionales.
De este modo, creemos, es posible comprobar cómo la documentación custodiada en el Archivo General de la Nación testimonia la evolución del idioma español en el Uruguay.