Murray-Gell-Man es el físico teórico ganador del Premio Nobel en 1969 por sus investigaciones sobre partículas fundamentales. En 1963, concibió lo que podría ser el material de que está hecho todo lo existente: los quarks. Cuando le preguntaron qué le había motivado el nombre de quark, contestó que le sonaba bien y luego lo encontró en Finnegans Wake, de James Joyce. 1
Otro físico, Mandelbrot, el padre de la Geometría Fractal, explica cómo relaciona esta disciplina con la naturaleza: después de observar la imagen digital resultante de la iteración de un modelo fractal en el monitor de un equipo de cómputo, producto de un algoritmo basado en la ley de potencia correspondiente, Mandelbrot recalca que «(…) dejando vagar la mente, resulta difícil no asociarlas con diversos aspectos de la Naturaleza». 2 Así crea, entre otros, los términos copo de nieve y montañas que nunca existieron, dos metáforas.
Nos preguntamos realmente qué es un término. El término es de quien lo crea y no necesariamente tienen que ser grandes científicos de la física, estos pueden surgir de la cotidianidad del entorno de un trabajador cinematográfico, con un perfil sociocultural bajo, que identifica un aparato para detonar estopines en cierta secuencia, en el área de efectos especiales, con una vedette de su época y crea el término tongolele, ya que tanto el aparato como la vedette se tongonean.
¿Cómo afecta un término como tongolele para lograr una unidad terminológica en lengua española, qué hacemos con él?3
Uno de los objetivos de la terminología es la normalización, 4 pues lo deseable, pero no siempre posible, es contar con términos unívocos para establecer una comunicación especializada eficaz.
La terminología ha propuesto tradicionalmente la unificación, pero hoy en día la situación es más compleja, ya no es un principio de validez universal, sino que se ha de condicionar a la situaciones y las funciones terminológicas diferentes que se pueden producir, y hay quienes proponen que más que una estandarización de la terminología habría que hablar de una concertación y divulgación.
Entendemos los lenguajes de especialidad como un subconjunto de la lengua general, por lo tanto como parte de la lexicología del español. Definimos los vocabularios especializados como el conjunto de términos que emplean los especialistas de una actividad profesional particular, ya sea técnica o científica, cuya función básicamente referencial lo hace operar como puente entre la lengua y la realidad externa. Partimos de la idea de que los fundamentos teóricos de un enfoque lingüístico de las lenguas de especialidad solo pueden provenir de la lingüística general, de una manera más específica, de la lingüística aplicada como respuesta a las necesidades de la sociedad.
Este léxico profesional lo organiza y atiende la terminología. De manera general, la terminología es, desde la teoría y la práctica, una disciplina que permite identificar el vocabulario de una especialidad de forma sistemática en una situación comunicativa específica en los textos propios de la especialidad y entre los profesionales del área, analizarlo desde la lingüística y, si es necesario, crearlo entre el especialista y el terminólogo, además de normalizarlo para un funcionamiento concreto, con la finalidad de responder a las necesidades de expresión de sus usuarios.
En los vocabularios especializados, ya sean técnicos o científicos, se manifiestan no solo vocabularios fríos perfectamente ordenados y hasta coercitivos, sino que intervienen en la comunicación profesional otros aspectos como los socioculturales, ya que las lenguas son sistemas culturales que vehiculan una determinada percepción del mundo y que los grupos sociales jerarquizan por medio del uso. También podemos hablar de perspectivas psicosociales, pues en las comunidades los individuos se identifican colectivamente; de situaciones de políticas lingüísticas, cuando las hay; de aspectos económicos, dado que la lengua refleja los tiempos. La terminología se crea en la lengua con la cual se desarrolla la ciencia o la tecnología o bien en la que se vehicula y sufre de influencias teóricas de escuelas científicas y, por supuesto, de situaciones gramaticales y lingüísticas.
Existe una normalización terminológica puntual, como en los casos de los símbolos y los números atómicos de los elementos químicos; en el de algunas taxonomías, como la de la bacteria de Bergey, que se actualiza en diferentes ediciones; en las normas internacionales de navegación aérea; en la clave morse, etcétera. Existen instituciones de regulación que se encargan de emitir normas para la integración de terminologías y su buen manejo y desarrollo.5
Nuestro interés en esta comunicación es, de acuerdo con las descripciones que hemos venido realizando del comportamiento lingüístico de los vocabularios especializados en el español de México, presentar algunas fluctuaciones entre la normatividad y el cambio lingüístico por las que la terminología transcurre y las causas que las motivan.
Indistintamente vamos a presentar observaciones realizadas en condiciones reales, es decir, como lo hemos venido trabajando con los especialistas, en el uso, y también aludiremos a algunas situaciones de terminología in vitro, las que aparecen en los diccionarios terminológicos.
En las investigaciones hemos partido del principio de la capacidad de la lengua española para nombrar nuevas realidades, pero ¿cuáles son las fuerzas internas y externas que condicionan a las terminologías a actuar de distintas formas?
En general se observa un movimiento de doble dirección aparentemente contradictorio, tanto en las lenguas como en la sociedad de la información del mundo globalizado. Existe, de una parte, la tendencia a una uniformidad lingüística, sobre todo en los usos especializados, que como dijimos sería lo deseable y, por la otra, a mantener la defensa de la diversidad lingüística de todos los territorios.
A continuación vamos a presentar y destacar, para ponerlos en la mesa de discusión, algunos de los movimientos y dificultades que hemos observado en los vocabularios técnicos y científicos analizados.
La nanotecnología6 es una técnica de frontera del interés de varias disciplinas: la medicina, la física, la química y la tecnología de fabricación de materiales, entre otras.
En el caso de la física, los equipos de profesionales que se dedican a ella son multiculturales e internacionales, y su lengua franca es el inglés. En ocasiones existe entre los especialistas mexicanos un temor de emplear un término en español por las polémicas teóricas que puede desatar su empleo, como es el caso de los conceptos absorbencia (documentado en español en el siglo xviii) y absorbancia, forma que documenta la física en la actualidad. 7 Observamos que en el inglés se emplean las dos formas absorbance y absorbency, en ocasiones se toman como sinónimos y la forma más reciente es absorbance, que hace referencia a la capacidad de absorber radiación.
México controla satélites en órbita desde 1985.8 La capitación de los ingenieros controladores se realizaba en los Estados Unidos, la explicación tecnológica y el software provienen del inglés, los técnicos lo aplican en esta lengua. Solamente cuando requieren elaborar informes para los administradores del sistema lo llevan al español. También traducen cuando requieren elaborar manuales de capacitación para nuevos profesionales (se capacitaban ingenieros del centro y el sur del continente americano).
Destacan en el empleo de los términos en esta tecnología dos aspectos: el uso del calco sintáctico y semántico como forma más frecuente de traducción y el empleo continuo de las siglas que provienen del inglés. Durante el trabajo cotidiano, estas se pronuncian con los nombres de las letras en español de México, como en el término acceso múltiple por diferenciación de código CDMA, sé-dé-éme-á, Code Division Multiple Access.
Se da en las terminologías en general, sobre todo en las de creación más reciente, un número mayor de términos poliléxicos. El empleo de unidades terminológicas monoléxicas es menos frecuente. Un aspecto que nos llama la atención de estas unidades es que, como se podría esperar y se afirma en algunos textos de la especialidad, suelen estar constituidas por formantes cultos. En un trabajo de investigación reciente, observamos que no es tan frecuente el empleo de formantes cultos, y los que se emplean no están considerados en los libros de texto de etimologías, ni en los de consulta.
Cabe destacar, como un aspecto que debería tener especial interés en la lengua general, la forma de expansión de las terminologías, que responde a las distintas demandas de la realidad tecnológica de la especialidad, como vemos en los siguientes términos:
Núcleo sustantivo Significado del núcleo Términos
modo modalidad de funcionamiento modo dwell
modo normal
modo ascendente
modo de standby
modo de transición
modo de operación solar
modo de apuntamiento de giróscopo
modo de apuntamiento de sol
modo de control de actuador
modo de control de orientación
modo de mantenimiento en estación
modo de operación en eclipse
modo de apuntamiento a Tierra
De gran dificultad resulta para el terminólogo lingüista el análisis de este tipo de términos, ya que en las investigaciones realizadas en las gramáticas descriptivas no se ha revisado de manera consistente el tema de la expansión de unidades significativas mayores de tres o cuatro palabras. Sí tenemos información abundante y bien estructurada de la teoría y la práctica terminológicas sobre estas unidades, sobre todo muy desarrollada en la detección automática de textos en estos primeros años del siglo xxi. Quizá, paradójicamente, de esto resultaría una aportación de la terminología al conocimiento de estructuras sintácticas de la lengua general de términos mayores de cuatro o cinco elementos, como el que aparece y forma parte de los glosarios oficiales del Tratado de Libre Comercio Canadá-Estados Unidos-México: bienes obtenidos o producidos en su totalidad en territorio de una o más de las partes. Este es un vocabulario especializado curiosamente difícil, ya que el no tenerlo bien establecido con sus equivalencias en español, inglés y francés puede acarrear problemas legales importantes por una mala traducción. Llama la atención que en este vocabulario también se evitan los anglicismos, los únicos que se encontraron fueron dumping y antidumping, por lo visto términos intraducibles.
En un trabajo sobre geomática realizado recientemente por REALITER, Red Panlatina de Terminología, con equivalencias en varias lenguas: catalán, español (peninsular y de México), francés, gallego, italiano, inglés y portugués, notamos claramente la preferencia de los especialistas en el español peninsular por seguir los patrones del francés y, en la variante mexicana, el término en inglés. En la variante mexicana, como siempre, el calco es el más empleado, y también aparecen aspectos culturales como el uso, en la variante castellana, de mapa catastral y, en la mexicana, de plano catastral.
En este rubro también queremos señalar la rapidez de los cambios tecnológicos, como ocurre con la computación, lo que en ocasiones no permite buscar el equivalente en español, pues la tecnología ha quedado obsoleta.
En algunas tecnologías en México, como la de la elaboración de películas cinematográficas, se observa la participación de técnicos de distintos niveles socioculturales. Esta tecnología siempre ha sido satanizada como invadida por los extranjerismos, básicamente en México por el inglés. Al revisarla integrando un diccionario del uso mexicano del vocabulario de 1227 términos, y luego de un estudio desde la perspectiva neológica, llegamos a demostrar que los términos que tienen un claro predomino en ese vocabulario son los que sufren el proceso semántico neológico de especialización, es decir, que a un término de la lengua general se le adapta un significado especializado que forma parte de una organización conceptual en áreas y subáreas temáticas que lo organizan y diferencian de los demás términos de la lengua general en ese contexto.
Así tenemos este proceso de trasvase, de términos de acuerdo con su categorización, en muchas terminologías, sobre todo en las tecnológicas, es decir, tienen términos en sentido estricto, los propios de la tecnología y términos en sentido lato, los que comparte con otras disciplinas o con la lengua general.
Trabajamos con dos textos, uno español y otro mexicano, de divulgación del discurso médico especializado normativo con el tema del cáncer cérvico uterino, adaptados al medio de comunicación de la RED. Estos corresponden a realidades médicas sociológicas y culturales distintas, pues parten de estadísticas extremas, en España este tipo de enfermedad tiene una incidencia muy baja, casi la menor del mundo, y en México es la de mayor incidencia en cáncer femenino y un problema de salud pública. 9
Conocemos que en ambos textos la clasificación del tipo de carcinoma del que se trata procede de la clasificación de Bethesda, comparten la misma escuela médica norteamericana. El idioma de origen de esta terminología es el inglés. En ambos textos se percibe un interés didáctico normativo.
Divergen estos textos en la forma en que se trata la terminología. El primer aspecto que nos llama la atención es la denominación de la enfermedad en las dos regiones: cáncer cérvico uterino (MX) y cáncer del cérvix (ES). Los acortamientos no coinciden en los textos. En el mexicano se traducen, es decir, se integran las iniciales de acuerdo a la forma desarrollada en español, NIC (Neoplasia Intraepitelial Cervical), y en castellano se sustituyen las iniciales en inglés, CIN (Cervical Intraepithelial Neoplasia). Esta situación nos informa de un problema de univocidad terminológica dialectal, dos formas de tratar en dos regiones distintas a un mismo término en la traducción. Por cuestiones sociales y de salud, para la medicina mexicana es fundamental la divulgación de la enfermedad y sus cuidados. Para la medicina española, por su baja incidencia, simplemente es un trámite.
Queremos señalar que, en los trabajos que hemos realizado con terminologías relacionadas con la tecnología, 10 observamos que en la divulgación de la tecnología mexicana se procede en los acortamientos empleando las iniciales del sintagma en inglés y el sintagma desarrollado se presenta en español. En el caso de España, en revistas de información tecnológica se tiende más a la traducción, tanto en las iniciales como en los sintagmas desarrollados, lo cual en ocasiones no resulta claro para el especialista de otra región.
Especial mención nos merece el Diccionario de telefonía y comunicaciones móviles patrocinado por Airtel y la Universidad Antonio de Nebrija con la asesoría terminológica de Amelia de Irazazábal, recientemente fallecida y gran promotora de la terminología iberoamericana, y revisado por Ángel Martín Municio, con equivalencias en el español de América (Argentina, Chile, México, Uruguay) y en inglés. En un análisis contrastivo que se llevó a cabo entre la variante mexicana y la española de 2300 términos, encontramos que en 800, es decir, el 35 %, existían variaciones. Por ejemplo:
Expresiones relacionadas con la realidad cultural: hora punta (ES), hora pico (MX).
Distintos géneros: contestador automático (ES), contestadora automática (MX); el terminal (conexión) (ES), la terminal (MX).
Empleo abundante de iniciales en la terminología mexicana y de menor intensidad en la del español peninsular. Y, por último, la variación en la denominación del teléfono portátil: celular en los países de América y móvil en el uso peninsular.
Este es un tema especialmente delicado que nos ha causado muchos quebraderos de cabeza. En las terminologías es muy abundante la aparición de estas formas y hemos seguido con mucho interés su frecuencia y sus grafías, pero existe una confusión y una indefinición de los procesos de acortamiento, como son las siglas, las iniciales, los acrónimos y las abreviaturas. Se requiere una revisión teórica del español. Consideramos que las posiciones actuales están disociadas de la realidad de la lengua a pesar de su frecuencia y abundancia en todos los ámbitos de divulgación. Pensamos que es un tema urgente que se debe revisar por los lingüistas. Desde la terminología ya lo hemos trabajado y hecho algunas propuestas que nos permiten operar con más sencillez. Lo consideramos como un problema al que se le debe dar prioridad hacia la unidad de la terminología española.
En los párrafos anteriores hemos revisado de forma somera algunas de las situaciones por las que transcurre la terminología. La influencia de otras lenguas, la necesidad de emplear el inglés por motivos tecnológicos y teóricos, la necesidad del empleo de unidades mayores de tres palabras para denominar un término, las características de algunas traducciones, los aspectos sociales de la salud pública y del nivel sociocultural que intervienen, la terminología en los diccionarios y los procesos de acortamiento.
Como decíamos en párrafos anteriores, percibimos en las terminologías, más que un talante hacia la lengua, una actitud hacia la ciencia o la tecnología de que se trate, hay mucha responsabilidad con la profesión. La lengua tiene que ser un vehículo de comunicación y ofrecer al hablante recursos para una mejor información. Percibimos que la descripción de la lengua y su análisis en este momento no está actualizada para proporcionar recursos eficaces a la comunicación científica.
En la formación de palabras encontramos formantes cultos grecolatinos actualizados que no se toman en cuenta en los libros de texto de etimologías, y en cambio se integran algunos en desuso; al encontrarnos con términos de un tamaño poco usual en la lengua general, no hay explicaciones satisfactorias en las gramáticas, y cuando operamos con acortamientos no nos encontramos con criterios claros y precisos para su interpretación y su empleo.
La tecnología y la ciencia no pueden reducirse coercitivamente con normas poco actualizadas, es la lengua la que tiene que renovar sus descripciones y sus tratamientos para alcanzar a la ciencia y a la tecnología.