Importancia de la novela País de Jauja, de Edgardo Rivera Martínez, en el desarrollo de la novela peruana contemporánea y el tema del mestizaje.
En un país pluricultural como el Perú, donde la lengua es un elemento clave para la existencia de una identidad social —en el Perú hay registradas 48 lenguas originarias, muchas de ellas en peligro de extinción—, contar la vida de un país con una geografía difícil y accidentada, con una gran división social constituye un reto para nuestros escritores y la formación de lo que se denomina una literatura nacional. En la primera parte del siglo XX, la gran novela de José María Arguedas, Los ríos profundos (1958), cuya edición conmemorativa se presenta en estos días en este congreso, es una muestra muy dramática de la enorme brecha existente entre el mundo costeño peruano y el mundo andino. Sin temor a equivocarnos, podría decirse que a lo largo de la historia republicana del Perú, estos mundos se han conocido muy poco y han dialogado poco y mal.
Un caso excepcional en este panorama es la primera novela de Edgardo Rivera Martínez (1933-2018), País de Jauja, publicada en Lima en 1993. A fines del siglo pasado, País de Jauja revitalizó el debate en torno al mestizaje y convirtió a su autor en un protagonista de la novela peruana contemporánea. Tres décadas más tarde, País de Jauja es un libro de lectura imprescindible de las letras peruanas de nuestros días, no solo por la gran calidad de su prosa sino también por la propuesta de un país posible que su imaginario nos propone.
Rivera Martínez fue un contador de historias en el más amplio sentido de la palabra. Sus primeros libros —relatos notables reunidos en libros como El unicornio (1963), El visitante (1974) o Angel de Ocongate y otros cuentos (1986)— fueron una suerte de secreto exquisito para más de un lector en el Perú pues aparecieron en pequeñas ediciones y circularon de manera muy discreta. No obstante, estos libros dan cuenta de la elaboración de un universo propio que, siempre fiel a sus postulados artísticos, se construye paso a paso, con gran rigor y solidez narrativa.
La suerte de Rivera Martínez cambió de forma dramática cuando, en 1993, el autor dio a la imprenta País de Jauja. La primera edición de la novela se agotó a las pocas semanas de su aparición y en medio de grandes elogios críticos. Claudio Alaya Manrique, su protagonista, es una suerte de artista adolescente, vale decir, un escritor en ciernes de espíritu curioso e inquisitivo que, a su vez, es un gran amante de la música. En el verano de 1947, durante sus últimas vacaciones escolares en Jauja, con la ayuda de un diario íntimo, Claudio irá observando con ojos críticos todo aquello que forma parte de su mundo más inmediato; esto es, a las figuras tutelares que componen su núcleo familiar en Jauja, así como a la vasta galería de personajes que merodean por las calles de esa singular ciudad de los Andes centrales del Perú. Al mismo tiempo, también reflexionará sobre asuntos más íntimos, como el descubrimiento del amor y del sexo. Lo importante es que todo el vasto proceso de aprendizaje que Claudio vivirá en esos meses de verano de 1947 vendrá acompañado de la toma de conciencia de sus raíces andinas y de los vínculos que esas raíces son capaces de establecer con el mundo más allá de su entorno serrano. Así, a través de la figura de Claudio, en la novela nacerá un fructífero diálogo entre el mundo andino y la cultura occidental que forjará a un sujeto capaz de adoptar una mirada renovadora y armoniosa sobre ambos mundos.
Rivera Martínez siempre se refirió a País de Jauja como una novela sobre «un mundo feliz». Y si bien su relato no ignora las tribulaciones de la historia peruana de la época, su definición es muy cierta. País de Jauja es una novela que celebra la multiculturalidad y que se aleja de la mirada dura y dolorosa del mundo andino de los escritores indigenistas peruanos de la primera parte del siglo XX (Ciro Alegría o José María Arguedas, entre otros), un mundo generalmente ligado a la tenencia de la tierra y a la explotación de la población indígena. Bajo la mirada de Rivera Martínez, Jauja es un idílico espacio de encuentro donde conviven en cordial armonía personajes de variada procedencia. Todos ellos son capaces de evocar las leyendas andinas junto a los mitos griegos, recitar la poesía de Jorge Eduardo Eielson y César Vallejo, y deleitarse escuchando huaynos y otros ritmos andinos junto a la música de Bach o de Mozart. Este es el caso de los miembros de la familia de Claudio, miembros de una culta clase media provinciana. Precisamente Laura, la madre del protagonista, es quien iniciará a Claudio en su gusto por la música andina y la música clásica, mientras que su hermana Laurita, estudiante en Bellas Artes, le mostrará las bondades de la pintura y las artes plásticas. A ellas se une Abelardo, el hermano mayor de Claudio, quien le mostrará la inmensa riqueza de la cultura helénica. A este compacto núcleo familiar se suma una vasta galería de personajes que le muestran al joven Claudio las muchas facetas de la sociedad jaujina. Me refiero a figuras como Euristela e Ismena de los Heros, las tías abuelas del protagonista que representan la memoria de la sociedad jaujina; el peluquero Palomeque, cultivador de un racismo anquilosado y recalcitrante; Radulescu, un profesor de origen rumano que ha llegado a Jauja a curarse de tuberculosis; Mitrídates, el empleado del mortuorio del hospital de Jauja para turbeculosos; o Fox Caro, el esotérico fabricante de ataúdes en el pueblo. A ellos se suman las tres musas de Claudio: la andina y dulce Leonor, una joven muchacha lugareña de la que el protagonista está enamorado; Elena Oyanguren, la bella dama cuya figura evoca para Claudio a Helena de Troya en la Ilíada; y Zoraida Awapara, una voluptuosa viuda quien iniciará a Claudio en el sexo. Estos y otros personajes conviven en un ambicioso relato que tiene tanto de realista como de poético, hasta hacer de la novela de Rivera Martínez una gran comedia de costumbres provinciana en la que el humor y la ironía comparten un mismo espacio en medio de una prosa fina, con momentos de gran lirismo y muy trabajada.
A propósito de la obra de Rivera Martínez, conviene traer a colación un comentario del sociólogo peruano Gonzalo Portocarrero, quien en el año 2013, poco antes de que Rivera Martínez recibiera el Premio Nacional de Cultura en el Perú, escribía lo siguiente:
En nuestros días, el mestizaje es un proceso muy dinámico de encuentros y fusiones. Y la premisa práctica que permite la multiplicación de estos encuentros es admitir el valor, hasta hace poco negado de las tradiciones indígenas [en la sociedad peruana]... Edgardo Rivera Martínez baja el mestizaje de las nubes ideológicas para mostrarlo como una realidad efectiva y cotidiana. Y el fundamento de esta nueva visión es la convicción democrática sobre la igualdad de los peruanos. Convicción que lleva a valorar las tradiciones indígenas de la misma manera en que podemos considerar otras tradiciones. Este es el País de Jauja, la utopía posible que Edgardo Rivera Martínez avizora para el Perú.
(Portocarrero, 2013)
De alguna manera, Claudio personifica ese necesario proceso de mestizaje o de «entretejimiento cultural» (palabras del autor) que en País de Jauja tiene como escenario principal la ciudad natal del escritor. Se trata, en definitiva, de un mestizaje nuevo, adecuado a nuestros tiempos, donde lo local y lo global se dan la mano de manera armoniosa y celebratoria. Los alcances de esta propuesta son, qué duda cabe, de una trascendencia mayor para el Perú contemporáneo y la necesaria diversidad cultural a la que debemos siempre aspirar.
Una lectura atenta de País de Jauja sirve para poner en valor el carácter dinámico, enriquecedor y necesario del mestizaje en la sociedad peruana de nuestros días. Con su primera novela, Edgardo Rivera Martínez escribió e inscribió a Jauja en el imaginario peruano de nuestros días. Su mirada optimista e inclusiva de la nación peruana que debemos construir otorga una gran vigencia a País de Jauja, que acaba de cumplir treinta años desde su publicación y es, por su marcado lirismo y refinamiento narrativo, así como por su temática, una novela fundamental en nuestra historia literaria reciente y en la construcción de una literatura nacional en el Perú.