Márgenes en contacto con el español: lenguas de minorías y periferias Darío Villanueva
Real Academia Española / Universidad Nebrija (España)

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El rubro general de este IX Congreso Internacional de la Lengua Española en Cádiz fue desde su primera convocatoria «Lengua española, mestizaje e interculturalidad. Historia y futuro».

En consecuencia, de las seis líneas temáticas que articulan nuestro programa, la primera se enuncia como «La universalidad del español. Encuentros y contactos lingüísticos».

Son diez los paneles que se atribuyen a esta capital línea temática. Lógicamente varios de ellos atienden a la relación entre las lenguas originarias de Mesoamérica, el Caribe, el espacio andino y el cono sur, sin olvidar la afrodescendencia en relación con la lengua y la cultura hispánica. Capítulo aparte merecen los contactos e hibridaciones del español con el portugués y con el inglés. Pero dentro de la propia península ibérica y sus archipiélagos existe un amplio abanico de relaciones entre las otras lenguas españolas además del castellano, así como todo lo referente al sustrato de la lengua bereber que hablaban los guanches en las Canarias. Y al igual que son muy relevantes los indigenismos presentes en el español y sus diccionarios, también se atenderá, y más transcurriendo este congreso finalmente en Cádiz, a la influencia de las hablas andaluzas en el español de América.

Todas estas líneas temáticas, incluida la nuestra que versará sobre «Márgenes en contacto con el español: lenguas de minorías y periferias», encierran suma enjundia desde el punto de vista lingüístico y filológico. Pero sugieren también serios enfoques y perspectivas históricas, sociológicas y políticas.

Este complejo de instancias nos acompañó el año pasado en la conmemoración del quinto centenario luctuoso de Elio Antonio de Nebrija, que se continúa en 2023 con eventos tan destacados como la exposición «Nebrija en América» que los congresistas de este noveno CILE podremos contemplar durante estos días gracias al empeño de la Junta de Andalucía, el Ministerio de Cultura, a través del Archivo de Indias, y la Universidad de Sevilla y gracias también al excelente trabajo de Lola Pons y Leyre Martín.

El sabio Nebrija fue un sabio polímata, pero, no, sin embargo, un profeta. En 1492 publica su Gramática sobre la lengua castellana que es la primera de todas las que se elaborarían para las llamadas «lenguas vulgares», las que se hablaban en Europa mientras que el idioma de cultura, de los saberes y de las universidades, seguía siendo el latín. En el primer párrafo de su prólogo, dirigido a la «princesa doña Isabel, reina i señora natural de España» figura una frase que, tergiversada, alcanzaría gran resonancia: «que siempre la lengua fue compañera del imperio». Estábamos en un año decisivo para la historia universal, pero el maestro Antonio data su prólogo en agosto de 1492, y Cristóbal Colón se encuentra con el Nuevo Mundo el 12 de octubre por efecto de lo que en realidad fue una serendipia.

El imperio mencionado no era, pues, el que a partir de entonces España empezaría a erigir, sino el que Roma creó extendiendo el latín por el medio mundo entonces conocido. Y también, la misma palabra significa en el contexto de este prólogo «gobernanza», para la que la lengua es imprescindible, así como para la efectividad de las leyes. Y así, el gramático concluye su proemio consagrando su trabajo «a aquella en cuia mano i poder no menos está el momento dela lengua que el arbitrio de todas nuestras cosas».

No: la lengua castellana no fue sustento del Imperio español. Muy al contrario, Carlos V promueve desde 1522 el estudio y reconocimiento oficial de las lenguas amerindias; en 1573 Felipe II promulgó una disposición para sus nuevos súbditos en la que se afirma que «no parece conveniente apremiarlos a que dejen su lengua natural, más bien se pondrán maestros para los que voluntariamente quisieren aprender la castellana», y en 1583 dispuso la creación de cátedras universitarias en Lima y México de «lenguas generales» como el quechua, el náhuatl y el muisca. Cierto que en fecha tan tardía como 1782 Carlos III quiso aupar el castellano, pero ya era demasiado tarde. Los lingüistas acreditan que a principios del siglo XIX solo hablaban español menos de un 20 % de los nativos hispanoamericanos, de modo que está cumplidamente demostrado que quien hizo a nuestra lengua un idioma global, con más de 500 millones de hablantes, no fue la Colonia, sino la independencia de las repúblicas.

El hecho es que desde los primeros años de la colonización española en América numerosos misioneros humanistas comenzaron a elaborar gramáticas —o Artes, como también Nebrija denominaba a las suyas (la latina y la castellana)— de las lenguas nativas.

No muchos años después de la muerte del maestro Antonio, el franciscano Andrés de Olmos escribe en 1547 la primera gramática de la lengua náhuatl, en la que afirma: «no seré reprensible si en todo no siguiere el Arte de Antonio». Y aparecen enseguida, «en cascada» como se ha llegado a decir, gramáticas semejantes del tarasco o purépecha, del otomí o hñahñú, de la lengua mixteca, de la zapoteca y de la maya yucateca, de la lengua pocomchí, de la chibcha, del quiché, cachiquel y zutuil, del tzedal, del vilela, del achagua, de las lenguas tarasca, guaraní, lule y toconate, del aimara, del tonocoté, del mapuche, mapundungun o araucano... Y así, sin interrupción, a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII.

En 1752 fray José Zambrano publica el Arte de la lengua totonaca. Conforme a el arte de Antonio de Nebrija. Habrá también artes de la lengua huasteca, de la lengua de los tarahumaras y guazapares, de la «lengua tegüima vulgarmente llamada ópata» que Natal Lombardo termina en 1702, de la lengua cahita, de la tepeguana y de la caribe, del idioma wayuu o guajiro, hablado por los costeños colombianos y venezolanos, característico porque su género inclusivo no es el masculino sino el femenino. Y por la misma época el dominico fray Francisco Ximénez, primer traductor de la considerada Biblia de la civilización maya-quiché, el Popol Vuh, daba a la imprenta el Arte y Tesoro de las tres lenguas, cakchiquel, quiche y zutuhil, y en 1753 Ildefonso José Flores publicaba in situ el Arte de la lengua metropolitana del Reyno Cakchiquel o Guatemalico: con un parallelo de las lenguas metropolitanas de los Reynos de Kiche, Cakchiquel y Zutuhil que hoy integran el Reyno de Guatemala.

El mismo designio opera también en las Filipinas, con los idiomas tagalo e iloca. En 1742 fray Melchor Oyanguren de Santa Ynés imprime en México Tagalismo elucidado y reducido (en lo posible) a la latinidad de Nebrija, porque lo que el maestro Antonio había hecho había sido aplicar al romance castellano el molde de la gramática latina de la que fue estudioso y gran difusor con sus popularísimas Introductiones latinae. Su herencia en América y Filipinas llevó la impronta de la latinidad al otro lado de los océanos, contribuyendo así a la regularización y conservación hasta hoy de idiomas ágrafos, que no disponían en ningún caso de escritura fonética, pero mediando en todo caso el salto trascendental del arte clásico al arte vulgar. Del latín al castellano. Luis de Valdivia, además de su gramática del mapuche, elaboró las de dos idiomas hoy extinguidos: la lengua allentiac de los indios huarpes y la lengua milcayac.

La atención de Nebrija a lo que representaba lingüísticamente el Nuevo Mundo, con el que convivió como una referencia inexcusable durante treinta años de su vida, desde 1492 hasta 1522, y su interés por todo ello da fe asimismo de su labor nada desdeñable como lexicógrafo. Él fue, por cierto, quien en su vocabulario español-latino, el Dictionarium ex Hispaniensi in Latinum Sermonen, de hacia 1495, que con sus veinte mil lemas viene a complementar los treinta mil de su Lexicon ex Sermone Latino in Hispaniensem de 1492, recogió el primer término que la lengua taína prestó al castellano: canoa, definida por Nebrija como «nave de un madero». Y en su Lexicon juris civilis, ya de 1506, aparece también un novedoso antillanismo, guanín, cuya definición traducida del latín original es «no cualquier oro, sino el que se trae de las Islas hace poco descubiertas». Por su parte, mi compañero de la RAE, el latinista Juan Gil, recuerda que en la segunda edición de las Décades de Pedro Mártir de Anglería, que es de 1511, cuando ya era todo un asunto de Estado en España la gobernanza y evangelización del Nuevo Mundo, el maestro Antonio puso como colofón un índice alfabético de las palabras indígenas que aparecían en la obra. Se trataba, pues, de un primer ensayo de diccionario de las lenguas vernáculas de los americanos.

Contamos hoy con nosotros tres ponentes de diversas procedencias geográficas que resultan idóneos para abordar no todos pero sí tres destacados vectores de nuestra línea temática centrada en los márgenes de contacto con el español. A ellos quiero ceder inmediatamente la palabra a la que estoy seguro seguirán vivas intervenciones de los congresistas asistentes a la sesión.

Ora R. Schwarzwald procede de la Universidad de Bar-Ilan y preside la Academia Nacional del Ladino (judeoespañol) de Israel, la última incluida entre las correspondientes de la RAE en 2020 y que pronto deseamos que sea incorporada como la vigesimocuarta institución de ASALE. Sería prolijo reseñar sus múltiples aportaciones bibliográficas al estudio de ese prodigio lingüístico que hasta nosotros llega del castellano del siglo XIV que los judíos expulsos de Sefarad se llevaron consigo en la diáspora, y que entró en contacto con numerosas lenguas románicas, germánicas, eslavas y tuvo una especial convivencia secular con el turco.

Hossain Bouzineb, correspondiente de la RAE en Marruecos, trabajó codo con codo con nuestro último arabista no ha mucho fallecido Federico Corriente, y entre otros múltiples saberes se ha ocupado de la aljamía, ese apasionante complejo de textos moriscos en romance transcritos con caracteres árabes y de textos judeoespañoles transcritos con caracteres hebreos.

Finalmente, Fernando Iwasaki, probablemente del más sevillano de los peruanos, o el más peruano de los sevillanos, ensayista, novelista historiador y profesor universitario, explorará las paradojas entre centros y periferias, minorías y mayorías, buceando entre palabras «excéntricas» del español del xvi que en algunos casos los lexicógrafos identificaron como de origen quechua o mapuche cuando en realidad eran propiamente castellanas.

El moderador ha sugerido, dado el perfil de los tres panelistas, que abordasen, pues, aspectos de los márgenes de contacto entre el español y otras lenguas como las amerindias así como con el árabe. En cuanto al sefardí, la perspectiva es necesariamente histórica, por la relación que esta variante del castellano medieval traído de España por la diáspora judía mantuvo con múltiples idiomas, en los distintos países de Europa, Asia y África en los que arraigaron nuestros judíos españoles a partir de 1492.

Finalmente, a la propuesta que nos hizo la Fundación Tierra de Todos, y aceptada por la organización del congreso, con gusto cerraremos la sesión después del coloquio con la lectura de uno de los relatos de migrantes incluidos en el volumen que se acaba de publicar por iniciativa del Ayuntamiento de Cádiz.