Mestizaje lingüñistico en el español de Cuba: las lenguas africanas Gema del Carmen Valdés Acosta
Academia Cubana de la Lengua (Cuba)

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Resumen

En este trabajo se hace una valoración del funcionamiento actual de los africanismos en el español de Cuba. A partir de los trabajos de campo de la última década se constató el funcionamiento de 352 africanismos en la variante de uso general, de ellos el 42 % con una alta vitalidad y un 17 % sin manejo de sinónimos por ningún grupo social. Otro aspecto tratado fue el de las llamadas «lenguas rituales», donde funcionan más de 500 términos en el ámbito religioso que, por su extensión y comportamiento, constituyen un caso interesantísimo de ajuste teórico de las llamadas «lenguas de herencia»

África en Cuba

A pesar de la densidad demográfica innegable de la población africana en Cuba desde el siglo XVI hasta el XIX (Franco, 1975 y 1990; Guanche, 1996), y la vigencia genética de estas raíces demostrada por la ciencia, los estudios lingüísticos están aún muy lejos de arribar a conclusiones definitivas sobre los aportes de estos contactos en la variante cubana del español.

No es exagerado el planteamiento que hiciera al respecto el conocido lingüista español Francisco Moreno Fernández (2013: 11)

Los estudios hispánicos están en deuda con África (...). La lingüística y la filología hispánicas han sabido analizar, desde hace décadas, la aportación recibida por la lengua española desde el África arabófona, pero apenas se ha interesado por la influencia que haya podido recibir desde el África subsahariana, aunque esta sea menor comparativamente que la primera.

Factores de diferentes tipos han incidido en esta situación científica. El vínculo indudable con la discriminación hacia el legado negro (Fernández Retamar, 1990) y la falta de conocimiento de las lenguas africanas son algunos de estos contextos que han provocado un atraso en la lexicografía afrohispánica. Sin embargo, no debemos menospreciar los antecedentes que tenemos en nuestro continente, y especialmente en Cuba, que constituyen puntos de referencia en nuestros estudios lexicográficos todavía hoy día.

Por otra parte, los fenómenos lingüísticos provocados por el contacto entre lenguas constituyen actualmente un área de las ciencias del lenguaje donde se evidencian múltiples enfoques. Esta situación, intensificada a partir de la Segunda Guerra Mundial, ha conllevado al desarrollo teórico y metodológico de la disciplina a partir de las situaciones concretas y diversas posiciones de los lingüistas que proponen determinada postura de análisis. Categorías clásicas, como el de «préstamo lingüístico» han sido revisadas y ampliadas en las últimas décadas; otras, como la de «diglosia» y «conflicto diglósico» han evidenciado con menor o mayor intensidad los vínculos estrechos de los factores lingüísticos y no lingüísticos que se ponen en juego cuando dos o más sistemas lingüísticos entran en contacto. A pesar de este desarrollo y de los variados textos con que cuenta esta temática, todavía los lingüistas tienen una deuda relacionada con un aspecto que pertenece a este tópico científico: el del estudio de las características de los contactos entre las lenguas africanas, las europeas y las indígenas en tierras americanas. El concepto de «lengua de herencia», tan manejado en las últimas décadas, y que trataremos más adelante, deben aportar elementos importantes a los análisis actuales. La lingüística surge aquí como instrumento de conocimiento básico en el proceder de obtención y análisis de datos, así como en su interpretación y explicación científica. La mayor parte de los enfoques en el estudio de las tradiciones orales de origen africano no incluyen aspectos de la ciencia lingüística, pues se centran en aspectos antropológicos, por lo que los resultados son parciales. Un enfoque integrador permite explicar que las formas de permanencia que tiene este tipo de vía educativa permiten comprender cómo entre los seres humanos que se involucran en estas transmisiones se establezcan grupos sociales, de pertenencia y de transformación, que funcionan para que una sociedad se establezca y se desarrolle con una identidad propia.

Estos silencios del pasado todavía entorpecen nuestros análisis del presente y pesan unas veces en una sobrevaloración; otras, las más, en una absoluta insistencia en la poca influencia de esas lenguas africanas en nuestras variantes americanas actuales. En este contexto heredado y contaminado de forma discriminatoria hacia los portadores de estas lenguas y hacia sus hechos lingüísticos se han desarrollado los estudios lingüísticos afrohispánicos de los últimos dos siglos. En el caso de Cuba hemos tenido el privilegio de contar con antecedentes valiosísimos que supieron valorar sin ojos discriminadores la validez del legado cultural africano en los procesos de conformación de nuestra identidad cultural y, por ende, de nuestra modalidad lingüística. Figuras como Fernando Ortiz, Teodoro Díaz Fabelo, Ramón Guirao, Rómulo Lachatañeré y Lydia Cabrera en el siglo XX aportaron descripciones lingüísticas, sin ser lingüistas, que todavía constituyen puntos de referencia para la reconstrucción y comprensión de los actuales fenómenos del español de Cuba y de América vinculados a estas etapas complejas de formación de nuestras identidades.

El concepto de transculturación de Fernando Ortiz y su actualización

El concepto orticiano de «transculturación» (1940), antecedente teórico en el campo de la antropología de la «resiliencia cultural», se materializa en tierras americanas en estos espacios de vida. Esta categoría de F. Ortiz, elaborada en la década de los años cuarenta del siglo XX, enriqueció las perspectivas de estudio de las culturas africanas transportadas porque teorizaba acertadamente sobre los cambios cualitativos que se presentaban. En la ya clásica sección «Del fenómeno social de la ʽtransculturaciónʼ y de su importancia en Cuba», publicada en el libro Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, se define la transculturación refiriéndose a «los variadísimos fenómenos que se originan en Cuba por las complejísimas transmutaciones de culturas que aquí se verifican» (Ortiz, 1940: 99).

Con otra mirada, Nicolás Guillén trató el mestizaje cultural en el caso cubano como un proceso de formación de identidad que obstaculiza definir la categoría de «afrocubano», pues es independiente del color de piel. Así se expresa el Poeta Nacional de Cuba:

En contacto perenne con la raza dominante y explotadora, va produciéndose así una lenta fusión, que abarca creencias religiosas, costumbres, alimentos, música, sexo, desde lo banal e inmediato hasta las más complejas y misteriosas implicaciones de la vida espiritual.

(Guillén, 1990:197)

Estas reflexiones nos llevan a reanalizar las características de los procesos de mestizajes entre culturas africanas e hispanas en Cuba, un poco diferentes cualitativamente al ocurrido en otras zonas de América ya que la integración humana fue más profunda, lo que se refleja lingüísticamente.

Las palabras: testigos de épocas

Para adentrarnos en este complejo panorama de siglos, y conformado por procesos cuyos testimonios orales y parcialmente escritos hacen aún más difícil de reconstruir, hemos tratado de seguir las pistas lingüísticas ya que las palabras son testigos innegables de los caminos humanos, son, además, los testimonios más visibles de las áreas prácticas de contactos entre lenguas cuyas nominaciones en el siglo XXI perviven y funcionan con mayor o menor nivel de vitalidad. Por tanto, nuestro punto de referencia es el estudio de las relaciones entre lengua e identidad cultural, vínculo que no está exento de discusiones teóricas y metodológicas, más aún en el área del Caribe por varias razones: por una parte, la gran heterogeneidad de conglomerados humanos que han tributado a esta región está todavía sin precisar; por otro lado, las fuentes históricas para aclarar contradicciones y criterios opuestos están casi vírgenes. Pero estos retos que para los estudiosos presenta la caracterización cultural del Caribe hispánico en general, y de Cuba en particular, no deja de ser un campo apasionante, y al mismo tiempo riesgoso, en el que la vinculación de varios puntos de vista pudiera dar una solución inicial en el largo camino de la búsqueda de nuestras raíces (Guanche,1996; Valdés Acosta, 2013; Valdés Bernal, 2016).

Abordaremos, por tanto, el tema de las relaciones entre lengua e identidad cultural a partir de la premisa básica de que la lengua es la vía que conforma las bases culturales de las comunidades humanas. Ella preserva el pasado e influye en los procesos en desarrollo para el futuro ya que el lenguaje funciona en la esfera cultural espiritual y en la de los procesos productivos.

Al Caribe hispánico arribaron africanos de diversos orígenes étnicos y, por tanto, lingüísticos. Los grupos más numerosos (Guanche, 1996; Franco 1975, 1990) fueron los bantúes, de la zona del antiguo reino de los bakongos; los yorubas, de Nigeria; los ewe-fon, de la zona de Benín; y los efik, del Calabar.

Para estudiar estos procesos, y su situación actual, debemos precisar el ajuste necesario de la categoría «lengua de herencia», pues estos hechos lingüísticos sui generis han sufrido una transformación y no se ajustan a la tradicional aplicación de este concepto por lo que proponemos una ampliación de su manejo.

El término «lengua de herencia» (LH), utilizado principalmente en Estados Unidos y Canadá, se extendió en sus usos a partir de finales del siglo XX y principios del XXI con los intensos movimientos migratorios, y ha sido intrínseca o explícitamente aplicado a lenguas de minorías habladas y transmitidas en el contexto familiar por inmigrantes y sus hijos (Montrul, 2013). Se han utilizado varias denominaciones para describir estas situaciones de contactos entre lenguas como «lengua de origen», «lengua étnica», «lengua ancestral» por lo que el proceso teórico para su estudio está aún abierto en la sociolingüística. A pesar de que su surgimiento no está relacionado con los procesos históricos de las lenguas africanas en América el desarrollo teórico de esta categoría pudiera, con ciertos reajustes, ser de gran utilidad para comprender cómo se han desarrollado las lenguas africanas, especialmente en el Caribe hispánico (lenguas rituales y creoles) y en Brasil. Por ello proponemos la siguiente definición ampliada de «lengua de herencia»: hechos lingüísticos de uso restringido de grupos que conservan la identidad ancestral de un origen de lengua no oficial y se transmiten fundamentalmente por la oralidad.

Desde el punto lingüístico la repercusión sobre el español de Cuba, caso que nos ocupa, y sus acciones de resiliencia pueden ser estudiadas a partir de dos tipos: el vocabulario funcional dentro del español y el vocabulario terminológico de las lenguas rituales. Ambos tipos han sido estudiados en métodos y categorías diferentes atendiendo a los avances en el análisis de las llamadas «lenguas de especialidad». Como los métodos de estudio de ambas manifestaciones son diferentes explicaremos por separado cada una de ellas con sus especificidades.

La variante cubana del español y sus elementos africanos

El español de Cuba, y del Caribe en general, está enriquecido por múltiples vocablos oriundos de África, fundamentalmente de la zona bantú (Granda,1968). Las causas de este predominio han sido explicadas por variados factores: demográficos, antigüedad, similitud fonética para el traspaso y función social de los oriundos del Congo, especialmente de las mujeres, que criaban como nanas a los niños blancos y eran cocineras y comadronas, y negros libres que trabajaban como músicos, sastres e incluso soldados, vinculados a amplios grupos no africanos. Estos negros enseñaban oralmente un vocabulario que se ha mantenido durante siglos y constituye una marca del español caribeño significativa.

El legado de las lenguas bantúes en el español de Cuba ha estado presente de forma directa o indirecta en el interés de aquellos que desde diversos puntos de vista se han acercado a las particularidades culturales, y por ende lingüísticas, de nuestra variante de la lengua española. Desde finales del siglo XVIII, con nuestros primeros testimonios de este interés en la lengua, podemos situar las pruebas fehacientes de la presencia en nuestro español de la impronta de lenguas de la compleja y extensa familia bantú. Así tenemos las afirmaciones de Fray José María Peñalver, quien, al proponer su proyecto de diccionario en 1795 ante la Real Sociedad Patriótica de la Habana, menciona voces de la «Nigricia recibidas en el país» (1977: 19) como: funche, fufú y quimbombó. No vamos a entrar en las discusiones etimológicas que conllevan estos términos mencionados por Peñalver (especialmente en relación con el segundo), pero lo que sí es importante señalar es que estos tres vocablos que utiliza como ejemplos de procedencia africana presentes en el uso de los hablantes de Cuba han pasado por la zona bantú, no hay ejemplos de otras zonas africanas, y esto es significativo también en los estudios lexicográficos realizados en el siglo XIX.

Estas reflexiones que presentamos no son, pues, sobre lenguas desaparecidas totalmente, sino sobre hechos lingüísticos que resisten, lenguas que han transmitido su impronta de cierta forma a nuestro español. En Cuba, a pesar de la alta densidad demográfica del negro, no se hablan lenguas africanas, y ni siquiera triunfó un incipiente criollo, pero su español está matizado por vocablos provenientes de África. Su funcionamiento, a través de préstamos, cantos y parlamentos rituales, rezos, persiste en la lengua oral, y ha traspasado a la literatura escrita (es imposible imaginarnos la obra de los grandes de la literatura cubana como Alejo Carpentier y el Poeta Nacional Nicolás Guillén sin la presencia de lenguas africanas), en la prensa escrita, y cada día los cubanos utilizamos vocablos como fula, macuto, malanga, titingó, bemba, conga, mambo o bilongo (Laman, 1936), que caracterizan la variante cubana del español. Muchas de estas palabras han sufrido cambios formales y semánticos en comparación con sus orígenes, su transmisión oral y las diferentes realidades han obligado a estas formas lingüísticas a ajustarse para sobrevivir, pero siguen ahí, en boca de los descendientes de aquellos esclavos llegados a nuestras tierras y en los cubanos de cualquier color de piel (Valdés Acosta, 1986 y 2002). Sin embargo, a pesar de estas realidades incuestionables, los estudios sobre las lenguas africanas son casi nulos en el panorama de las investigaciones hispánicas actuales. Pero la realidad se impone y aunque la importancia de las lenguas africanas en la conformación de las características de la variante del español en Cuba sigue siendo un aspecto relativamente poco tratado en la lingüística cubana e hispanoamericana (ya que se diluía en criterios de rechazo más o menos explícitos de los problemas de discriminación racial predominantes durante varios siglos en Cuba) hay un interés en las últimas décadas en estimular el estudio y evolución de estos hechos lingüísticos.

En las investigaciones de las últimas décadas se ha constatado el funcionamiento de 352 vocablos con una vitalidad variable en diferentes grupos sociales, etarios, de género y de instrucción (Valdés Acosta, 2009, 2013). De esos vocablos hay un alto porcentaje que tiene una significativa vitalidad en amplias situaciones comunicativas, e incluso carecen de sinónimos para la nominación de realidades cotidianas.

Áreas de praxis y africanismos

Pero, ¿en qué áreas de la praxis es más fuerte la llamada «negritud lingüística»?

Comenzaremos por un repertorio de nuestras tradiciones populares no suficientemente estudiada desde estos ángulos: la cocina. La antropología cultural ha considerado como de primera jerarquía el estudio de la cocina regional ya que es este un ámbito donde hay huellas palpables de los contactos culturales de los diferentes pueblos. En el caso del legado africano este constituye un verdadero reservorio lleno de testimonios de su vitalidad tanto en nuestros campos como en zonas urbanas. Términos como funche, fufú y quimbombó ya habían sido recogidos en 1795 por Fray José María Peñalver como pertenecientes al habla usual de blancos y negros en la Cuba de esa época. Todos estos vocablos han sido comprobados etimológicamente en diferentes diccionarios africanos como el de Karl Laman y Crowther. Algunos vocablos de procedencia africana funcionales en Cuba en el área gastronómica son:

  • fongo (<mankondoma mpongo: plátano de tronco rosáceo o rojo), sust./adj. m.: en zonas orientales de Cuba es un tipo de plátano vianda, generalmente hervido, y llamado en las zonas occidentales ‘burro’.
  • gandinga (< ma- prefijo y dinga: corazón, laringe, garganta), f.: entraña de los animales, por antonomasia la del cerdo || comida hecha con pequeños trozos de vísceras de cerdo.
  • malanga (< malanga: planta cuyas hojas y tubérculos son comestibles) m.: tubérculo comestible (Arum sagitaefolium) || en diminutivo, planta de jardín.
  • ñame (<nyyama: comida), m.: tubérculo herbáceo comestible (Discorea alata).
  • sambumbia (< bu-mbi: adverbio de malo), f.: bebida insípida, generalmente por estar aguada.

Otra área de gran importancia para comprender lo abarcador del legado africano lo encontramos en la música pues tanto en la nominación de instrumentos musicales como en la de los géneros y en las danzas populares, también encontramos palabras de este origen. Así tenemos los ejemplos de:

  • changüí (<sanga: bailar). m.: variante rítmica del son cubano, propia de Guantánamo, región oriental de Cuba.
  • conga (< nkunga: canto), f.: ritmo afrocubano.
  • guaguancó (< ngwá: ruido; nkú: ponerse rígido) m.: ritmo afrocubano.
  • mambo (< mambu: palabra, discurso), m.: ritmo afrocubano.

Hay también nombres de instrumentos como:

  • bongó (< ngoma: tambor), m.: tambor pequeño.
  • marimba (< madimmba: instrumento musical) f.: instrumento musical que consiste en un cajón con una abertura sobre la cual se colocan varillas sujetas por el centro, que se pulsan.

Esta parte africana de nuestro léxico no solamente está presente en tradiciones populares como la cocina y la música, sino que sostiene lingüísticamente todas las ricas tradiciones orales de nuestro pueblo. En las tradiciones populares relacionadas con la oralidad la presencia de fraseologismos con vocablos de origen africano aporta una expresividad que forma parte ya de la plasmación de la idiosincrasia del cubano en cuentos, cantos, y refranes. Con estas funciones tenemos los siguientes:

  • Ampanga [ser de ~] (<Mpanga: nombre de un clan): ser el colmo.
  • cañengo [estar hecho un viejo ~] (<kinunu: viejo): estar maltrecho, anciano.
  • fuácata [estar en la ~] (<nfwa: morir, y nkatu: fortuna): estar en la pobreza.
  • gandinga [tener o no ~] (< ma-dinga: corazón): no tener escrúpulos.
  • guara [tener ~] (< ngwala: amigo): estar de acuerdo, en amistad.
  • sánsara [dar ~] (<sansala: contar, hacer público): hablar o caminar mucho.
  • tángana [dar una ~] (<ngana: cólera): encolerizarse, funcionar mal.
  • timbales [tener o no ~] (< timba: testículos): tener o no coraje.
  • tucutú [dar un ~] (<ntu: cabeza, y ntuku: problema): tener un desmayo, un ataque de nervios.
  • Quimbambas [estar en las ~, vivir en las ~] (<topónimo del Congo sin precisar): estar o vivir muy lejos.

Como valoración general de la presencia africana en el vocabulario usual no ritual del español de Cuba podemos señalar que hay un manejo constante de palabras procedentes de África en todos los grupos sociales que marcan características propias del español de esta región del mundo hispánico.

El 17 % de estos africanismos no tienen sinónimos por lo que su uso es extendido sin marcas de ninguna variable social. Así tenemos, por ejemplo, vocablos como «malanga», «ñame» o «conga».

Vitalidad de los africanismos en el español de Cuba

Un aspecto metodológico siempre discutido en cuanto a contactos entre lenguas ha sido el cuantitativo, sin embargo, el concepto de «vitalidad lingüística» ha sido manejado para tener una idea más completa de la presencia y funcionamiento de los préstamos. Por ello hemos manejado, y ajustado, en los últimos años aspectos metodológicos aplicados a los indigenismos americanos en cuanto a vitalidad. Estudios como, por ejemplo, los de Moreno de Alba (1992) o Marius Salas (1977) han ampliado y enriquecido las perspectivas de análisis. Por su parte, Lagos (2005) propuso en Chile una interesante metodología de estudio de vitalidad combinando los aspectos cuantitativos y cualitativos en una lengua indígena. Con todos estos antecedentes metodológicos sobre estudios de «vitalidad lingüística» se aplicaron en Cuba técnicas de obtención de datos en las tres zonas geográficas y se consideraron los datos del léxico del Atlas lingüístico de Cuba.

El concepto de «vitalidad lingüística», por tanto, trata de responder a la necesidad de establecer herramientas de medición respecto a la elección de determinada posibilidad, vinculada al contacto entre lenguas.

En Cuba, los resultados preliminares de los estudios de vitalidad de africanismos no rituales en las tres zonas geográficas de Cuba (Occidente, Centro y Oriente), después de entrevistar a 100 cubanos (3 grupos etarios, 50 mujeres y 50 hombres de todos los niveles de instrucción) han sido los siguientes:

  Léxico estudiado   Léxico conocido   Léxico usado   Léxico no conocido
  352   348   332   4

  Fuente: Elaboración propia

Ejemplos de africanismos más conocidos y usados:

  • bemba, bembé, bomba (fruta ~), bongó, cachimba, cachumbambé, changüí, chimpancé, conga, dengue, fufú, guaguancó, guarapo, malanga, mambí, marimba, ñame, quimbambas, quimbar (chocar una bola con otra), quimbombó, sambumbia, tángana, tango, timbales (instrumento musical) y zombi (Valdés Acosta, 2009 y 2013)
  • Ejemplos de africanismos conocidos y no usados: ñángara, zangandongo (con la acepción de haragán) y cúmbila (Valdés Acosta, 2009).
  • Ejemplos de africanismos no conocidos (obsoletos): calimbar, muleque y sungambelo (Valdés Acosta, 2009).

En relación a las variaciones semánticas se observó que la variable más significativa fue el género ya que los hombres tienen un uso más amplio de significados. Por ejemplo, en el vocablo quimbar, además del significado arriba señalado, conocen y utilizan el significado de «tener relaciones sexuales».

Las llamadas lenguas rituales de origen africano

Por ser de gran interés lingüístico por sus especificidades históricas, trataremos el caso de las lenguas rituales de legado africano funcionales en Cuba actualmente.

La religión constituye un poderoso instrumento de resistencia cultural dentro de estas manifestaciones del legado africano. En Cuba funcionan, como dijimos al principio, cuatro importantes «lenguas rituales»: la de origen efik, la de origen ewe-fon, la de origen yoruba y la bantú (fundamentalmente del quicongo). Estos son los soportes lingüísticos de las más importantes culturas africanas llegadas al territorio. Las más importantes por su extensión son las dos últimas.

Para analizar estas «lenguas» puntualizaremos primero algunas categorías antropológicas que inciden en el comportamiento lingüístico.

Las relaciones entre lengua y acciones rituales son extraordinariamente variadas y difíciles de delimitar pues muchos tipos de estas formas se superponen. Por nuestros objetivos específicos limitaremos nuestro campo de interés a los vínculos que parten de los siguientes postulados.

Sobre el concepto de «extrañamiento» seguimos la definición planteada por Pardo García (2005) quien propone esta categoría a partir de que el lenguaje ritual debe distinguirse de alguna manera del lenguaje cotidiano pues está relacionado con lo sagrado. Así pues, el extrañamiento es la utilización de diversos recursos lingüísticos para alejar el lenguaje ritual del lenguaje cotidiano.

Este «extrañamiento», en el caso que nos ocupa, alcanza el grado más extremo en la línea de la discursividad ya que está expresado lingüísticamente por el manejo de préstamos y estructuras sintácticas de lenguas africanas, no usados fuera de situaciones comunicativas relacionadas con las culturas de donde proceden, lo que proporciona una «actitud de poder» en su máxima expresión.

En los últimos años autores como Armin Schwegler, Jesús Fuentes Guerra y la autora han publicado investigaciones sobre las lenguas rituales de los sistemas religiosos del palomonte y el lombanfula (de base bantú) con una centralización en sus características lingüísticas, estudios que intentan abordar con enfoques actuales fenómenos que algunos ya fueron detectados por autores como Fernando Ortiz (1940) y Lydia Cabrera (1954) pero que aún constituyen fuentes de polémicas y lagunas bajo la mirada de la ciencia lingüística contemporánea. Fuentes y Schwegler (2005), refiriéndose a la caracterización lingüística de la lengua ritual del palomonte afirman que se conforma con:

  1. el español (casi siempre en su modalidad popular e informal),
  2. bozalismos (español que supuestamente imita al habla «deformada» de los esclavos),
  3. glosalia «africana»

Durante el trabajo de campo se recogieron un total de 505 vocablos utilizados en las dos lenguas rituales más importantes en Cuba (yoruba y quicongo); de este vocabulario garantizado etimológicamente (Valdés Acosta, 2013; Peña Olmo, 2021) un 11 % ha traspasado a la variante general cubana, casos como fula, que aparece ya en la literatura contemporánea cubana, o los nombres de deidades como Yemayá u Obatalá.

Así, concluyendo el problema terminológico, considero que, al analizar los hechos lingüísticos cubanos, el término lengua ritual se refiere a unas manifestaciones lingüistas sui generis que combinan el manejo de estructuras, fundamentalmente lexicales, de lenguas africanas, dislalias y fenómenos del español bozal. No es realmente una lengua de comunicación, ni materna, ni presenta una estructura. Por ello muchos lingüistas prefieren hoy el apelativo discurso ritual.

Como ideas generales podemos constatar que en la variante cubana del español funcionan africanismos no solo en las lenguas rituales sino en el vocabulario cotidiano de todos los hablantes, independientemente de las variables sociales aplicadas en los estudios. Las diferencias más marcadas en este funcionamiento están en grupos etarios y género: los hombres jóvenes tienen un manejo más amplio de africanismos, mientras que las mujeres menos jóvenes los conocen, pero usan menos.

Los resultados generales alcanzados nos demuestran que el funcionamiento de los africanismos en el español de Cuba constituye un fenómeno estable y con perspectivas de permanencia en el caudal léxico de nuestra variante lingüística. Esta situación está avalada por la ausencia de actitudes negativas ante los datos encuestados lo que propicia que sean utilizados en situaciones comunicativas coloquiales, e inclusive cultas ya que la presencia de estos vocablos ha sido recogida no sólo en registros coloquiales sino también en fuentes escritas como prensa y literatura, objeto de estudio en próximos trabajos.

Nos vamos acercando, pues, a un estudio más profundo y detallado sobre la importancia de los vocablos de procedencia africana en la caracterización de la variante cubana del español, fuente lexical aún no estudiada cuya delimitación histórica y actual queda todavía por resolver.

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