En unos de los últimos poemas que Gabriel Aresti (1933-1975) escribió, declaró que se marcaba cuatro límites a su vasquidad y mostraba algunas de sus convicciones más firmes:
Ene euskalduntasunaren mugak hauk
Dira: Ifarrean: Justizia.
Hegoan: Libertatea.
Oestean: gizoank bizitza noble bat edukitzea (…)
Lestean: mutikoek (eta neskatxek) estudiatzeagatik alokairu sufizient bat irabaztea.
Estos son los límites de mi vasquidad:
(Traducción Jon Juaristi)
Al Norte: la Justicia.
Al Sur: la Libertad.
Al Oeste: que el hombre tenga una vida noble […]
Al Este: Que gane un salario suficiente para que estudien sus hijos (y sus hijas).
Para describir la actual situación del sistema literario vasco, podemos utilizar un mecanismo parecido y mostrar cuatro puntos cardinales del sistema.
Suele ser habitual comentar que el sistema literario vasco se encuentra en un momento dulce, a veces se insiste en subrayar que es uno de los mejores momentos de su historia. Ello se debe, sin duda, a la institucionalización del sistema literario. Es decir, a un cuerpo de leyes que protege a la lengua y que determina su enseñanza en los centros de enseñanza. La ley Básica de Normalización de la Lengua vasca de Euskadi (1982) y la Ley Foral del Euskera de Navarra (1986) vinieron a dar cobertura legal a la presencia del euskara y de su literatura en la enseñanza. Ello trajo como primera consecuencia el robustecimiento del euskara unificado, la posibilidad de la presencia de los textos literarios vascos, y de los escritores en las aulas. A su vez, permitía la existencia de una amplia red de profesionalización de las editoriales a través de la configuración de libros de texto, que servirá para que no tengan pérdidas. Así, las editoriales que se han dedicado solo a la publicación literaria han sufrido más en los años de crisis que las editoriales que han mantenido una línea de libros de texto.
Uno de los puntos más fuertes del sistema literario vasco se encuentra en la visibilidad de los creadores, que mantienen una presencia (mayor o menor) a través de la publicación de sus obras, de su aparición en la prensa, que mima de manera sensible las publicaciones en lengua vasca, y sus conferencias en las aulas y los clubs de lectura.
Algunos escritores han podido vivir de su escritura, aunque el sustento provenga de colaboraciones diversas, como la de prensa, la escritura de guiones o las contribuciones a espacios de enseñanza. Una de las frases que mejor resume la situación de los creadores resalta la coexistencia en el mismo momento de cuatro (o cinco) generaciones. Ahora puede leerse a creadores nacidos en los años cuarenta del siglo XX y a escritores nacidos en los noventa. La continuidad de la creación muestra uno de los pilares de la salud del sistema, que no ha sufrido, como en anteriores etapas históricas, una ruptura traumática. Esta continuidad produce la posibilidad de mantener una tradición literaria con la que se puede identificar un creador joven, o con la que puede romper.
Sin embargo, aparece una duda sobre el número de lectores en el sistema literario. Según apreciaciones de análisis sociológicos, los lectores que leen con continuidad son alrededor de 10.000 personas, y alrededor de 40.000 los que leen de manera discontinua, lo que establece un elemento de debilidad en el sistema.
La estabilidad del sistema literario (esas cuatro generaciones) ha conllevado una persistencia en el canon, como ha ocurrido en otros sistemas españoles, de manera que autores que comenzaron a publicar en los años ochenta y noventa del siglo XX permanecen como ejes indiscutibles en la creación vasca. Lo mismo sucede con los editores, siguen aquellos que comenzaron en la misma época. Se piensa que a cambios históricos siguen mudanzas en el sistema literario. Lo cierto es que en el siglo XXI se han sucedido acontecimientos históricos importantes: el ataque a las Torres Gemelas (2001), la crisis financiera de 2008 y 2009, el final de la actividad de ETA (2011) o su disolución (2018). Son hitos históricos que hubieran podido producir cambios en el canon literario. Pero lo cierto es que la renovación literaria tiene nombre de escritura de mujer y escritura feminista. A partir de 2014, un año en que la literatura escrita por mujeres fue determinante, habría que reseñar como hito que los Premios Euskadi fueron obtenidos por escritoras en un corto periodo de tiempo. En 2018 lo ganó Eider Rodriguez (1977-), en 2019 Irati Elorrieta (1979-), en 2020 Karmele Jaio (1970-) y en 2022 Uxue Apaolaza (1981-), lo que indica un cambio de rumbo en las letras vascas. Además Miren Agur Meabe ganó el Premio Nacional de Poesía en 2021.
Que la obra escrita pueda ser conocida en ámbitos diferentes al euskara (en el primer escalón en español, más tarde en inglés) es una ambición lógica de los creadores. Desde que Bernardo Atxaga (1951-) obtuviera el Premio Nacional de Narrativa en 1999 por su obra Obabakoak (1998), el interés por salir del ámbito vasco se ha convertido en un ideal para los escritores. Algunos lo han conseguido, como Kirmen Uribe (1970-) y su estancia en Nueva York. Otros están en camino, como lo demuestra la buena aceptación en 2020 de las traducciones de las obras de Eider Rodriguez, Katixa Agirre y Karmele Jaio.
En la internacionalización y globalización de la literatura vasca pueden describirse varias etapas, pero no cabe duda de que gracias a las traducciones directas del euskara al inglés, se va produciendo un conocimiento mayor del sistema literario vasco. A veces los intentos pueden parecer insuficientes, pero la creación de redes de conocimiento sobre literatura vasca se van extendiendo y ampliando. A este respecto la revista Ínsula, decana en el campo de los estudios sobre literatura, ha ofrecido una plataforma para conocer a fondo la literatura vasca.