Contactos fronterizos entre el español y el portugués Adolfo Elizaincín
Universidad de la República
Academia Nacional de Letras (Uruguay)

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Resumen

La afirmación de que no existen lenguas «puras» puede ser considerada ya como un lugar común en las ciencias del lenguaje. En efecto, todas las lenguas están mezcladas de alguna forma.

En nuestro caso, portugués y español tienen una larga historia de encuentros y desencuentros, tanto en Europa como, posteriormente, en América, hecho que refuerza y promueve el contacto y la mezcla.

El panel, partiendo de este hecho presentará la situación lingüística de contacto fronterizo España/Portugal y países hispanohablantes americanos/Brasil y la historia de estas circunstancias, mostrando el «mestizaje» lingüístico que sucede en esas situaciones. También tratará las consecuencias de dichos contactos en la cultura, la educación, etc. proponiendo que esa relación entre ambas puede favorecer la convivencia de las lenguas ibéricas. Se ocupara también de la comunicación y la creación literaria en el ámbito europeo, tanto en textos poéticos (romances), como en textos de fines del s. XX y s. XXI donde asistimos a una nueva época dorada de las relaciones culturales España/Portugal.

El título del panel que hoy nos reúne sugiere que la temática se limite a los contactos «fronterizos» entre el español y el portugués, o sea, digamos, in situ. Por cierto el contacto entre ambas lenguas (o cualesquiera otras en el mundo) no se limita al contacto geográfico, espacial, surgido por la proximidad comunicativa entre hablantes de ambas lenguas; hay otros tipos de contacto que no incluyen esa característica; aun así en este tipo de acercamiento (in absentia de los hablantes reales) ambas lenguas interactúan de una manera determinada.

A grandes rasgos, nuestro tema puede dividirse entre situaciones del primer tipo, que involucra fundamentalmente a la lengua oral a través del uso que de ella hagan hablantes reales, y la necesidad comunicativa que manifiesten, y situaciones de segundo tipo donde entra en juego la lengua escrita fundamentalmente y, principalmente, la lengua de la creación poética. Esta, como dije antes no necesariamente relacionada con las fronteras físicas entre estados que usan lenguas diferentes.

Tanto en una como en otra situación han surgido estudios interesantes, aunque no simultáneos y muchas veces ignorándose mutuamente.

La gran distinción que debe hacerse es la relacionada al espacio físico en que se dé el contacto, suspendiendo por un instante la distinción antes anotada, es decir la visión del contacto según el medio lingüístico que se dé, si a través de la oralidad o a través de la literalidad, lo que determina un acercamiento al mismo a través de la observación del habla de las personas que utilizan ambas lenguas y están en contacto espacial; o a través de la literalidad, es decir a través de la influencia de textos o autores de una lengua sobre los de la otra.

Para entrar al primero de los enfoques es necesario ingresar a la historia. Tanto el portugués como el español forman parte de las derivaciones históricas del latín vulgar que pervivió en el norte de la península ibérica, y ambos, a su vez, junto a lo que luego se pudo distinguir como variedades ligeramente diferentes: el portugués formó parte del conglomerado galaico-portugués, y el español del conglomerado castellano-leonés. Una vez que el portugués se reconoció como la lengua del reino de Portugal, históricamente —no lingüísticamente— separado del gallego, y el español del reino de Castilla —independizado en las mismas circunstancias que el portugués lo hizo del gallego, del leonés— ambas comenzaron su aventura imperial ultramarina transformándose en lenguas imperiales, conquistadoras. Ambas llegaron a América casi simultáneamente: el español en 1492 a la zona del Caribe, más tarde al Río de la Plata; el portugués en 1500 a la zona de Bahía, actual Brasil. Comienza entonces una nueva etapa de contactos que tiene su propia, compleja historia.

A partir de la independencia de las regiones americanas de sus respectivas metrópolis y del complejo establecimientos de las nuevas naciones —las colonias españolas fragmentadas en varias nacionalidades, las portuguesas en una sola gran nación— comienzan los contactos, no exentos de conflictividad, la que muchas veces continúa las ya iniciadas en épocas de la Colonia entre España y Portugal.

Por cierto el escenario americano era muy diferente al europeo. Se trataba del «nuevo mundo», un lugar lleno de extraños objetos y personajes, a quienes había que nombrar y «hablar», un universo de lenguas ignotas dentro de las cuales sobresalían las grandes lenguas, también imperiales, como el nahua, el maya y el quechua, a las que cabría sumar, con características muy distintas, el guaraní. Más adelante, se sumarían a esta torre de Babel, las lenguas africanas llegadas al continente como consecuencia del proceso de esclavización.

En este magma lingüístico, español y portugués empiezan a expandirse por América. El español, como he dicho, desde el Caribe comienza su viaje hacia el Sur, por la vertiente del Pacífico, hasta llegar a Chile; una segunda vía de penetración es la explorada a través del Río de la Plata, llamado así, por ser esta la vía que conduciría a los conquistadores a la codiciada plata que por fin encontrarían en las alturas de Bolivia, en Potosí.

En cuanto al portugués, su expansión inicial aconteció en las costas del Atlántico, desde aproximadamente la actual Salvador de Bahía hacia el Sur. La expansión del portugués hacia el Oeste (es decir, su ingreso propiamente dicho al continente) es más tardía y es en ese proceso que se cumplen varios fenómenos interesantes para la historia lingüística americana. Por un lado, el surgimiento de la así llamada «lingua geral»; por otro, y ahí llegamos a nuestro tema, aparte del contacto con las ya nombradas lenguas nativas, nuevamente con el español, el que, a su vez, ya había tenido sus propios contactos con las lenguas indígenas, y no solo eso, ya había comenzado a experimentar cierta nivelación lingüística como consecuencia del contacto de hablantes de diferentes variedades de español que componían la población conquistadora y colonizadora.

Bien. Ya en el siglo XIX, y concluidos los procesos de liberación americana de las dos metrópolis ibéricas, establecidas siquiera precariamente las fronteras de los incipientes estados americanos, podemos comenzar a identificar el contacto, fundamentalmente cultural, y subsidiaria y obligatoriamente lingüístico, entre portugués y español.

No será el mismo que sucedía entre España y Portugal, por circunstancias históricas específicas, pero sí será lo mismo en cuanto al fenómeno general del contacto entre las lenguas (es decir, más ampliamente, entre culturas diferentes) donde los procesos que se verifican siguen patrones generales de comportamiento puntual de los sistemas de este tipo que se ponen en contacto y, también, de las formas de cambio lingüístico que pueden verificarse.

He estudiado extensamente este tema en mi libro Dialectos en contacto. Español y portugués en España y en América (Montevideo: Arca. 1992) a donde remito al lector interesado.

Sobre los contactos entre ambas lenguas en las extensas fronteras de Brasil con casi todos (excepto Ecuador y Chile) los países sudamericanos existe una extensísima bibliografía internacional que enfoca el fenómeno desde variados puntos de vista.

En cuanto al otro tipo de contacto a que me refería al principio, el que involucra a la literalidad y, sobre todo a las lenguas de la creación literaria, existen también muchos estudios tanto para la península ibérica como para América Latina. Obligatoriamente se trata de un universo más acotado que el anterior porque habla de la creación poética e involucra a la teoría literaria y estudios conexos sobre la cuestión. Pero en forma muy general, y mirado desde el lado español (europeo o americano, ya que pertenezco al mundo hispánico), ¿qué duda cabe de las relaciones e influencias de, para solo nombrar algunos, Fernando Pessoa y Saramago, por un lado, y Guimarães Rosa u Oswald de Andrade, por otro?