¿Qué celebramos? El IX congreso internacional de la lengua española y los bilingües hispanos en estados unidos educados para ser sirvientas Jorge Cañizares-Esguerra
Universidad de Texas (Estados Unidos)

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Desde la década de los sesenta del siglo pasado el Congreso de los Estados Unidos ha pasado una ley llamada ESSA que busca mejorar la condición de poblaciones en «desventaja». La ley contiene hoy al menos nueve apéndices o títulos que cubren muchas poblaciones en riesgo, incluidos minusválidos, mujeres, y minorías raciales. El «Title III» de ESSA es el marco a través del cual el Gobierno federal provee dinero a los distritos escolares en los 50 estados para «integrar» no solo a niños inmigrantes cuya lengua nativa no es el inglés, sino también a los «aprendices de inglés» (English learners). ¿Quiénes son estos «aprendices»? Detrás de una legislación aparentemente benigna yace un mundo de presunciones que sorprenden. Lo que sigue es mi búsqueda ya de varios años buscando entender las consecuencias de ser clasificado «aprendiz de inglés» en Texas.

Soy catedrático historiador en la Universidad de Texas en Austin. También lo es la madre de mi hijo. Cuando nuestro hijo, nacido en Estados Unidos y que desafortunadamente no habla castellano bien, cumplió 5 años queríamos que entrase a un nuevo programa escolar de «inmersión bilingüe» (dual immersion). Por experiencia pasada con mis hijos mayores, sabía que seleccionar una educación «bilingüe» en escuelas públicas era ir a aulas educación «especial», es decir, de segunda. Ahora, sin embargo, en ciudades como Austin, donde vivo, las élites blancas tecnocráticas quieren que sus hijos crezcan hablando español y las escuelas ofrecen dual immersion. Como la categoría bilingüe, pensé, ya no significaba estigma y la garantía de escolaridad de segunda, cometí el error de registrarlo «bilingüe». Sin nosotros saberlo, el niño fue sometido a un examen de ingreso para evaluar su dominio del inglés. Lo encontraron «insuficiente». Desde entonces mi hijo ha tenido que tomar cuatro exámenes de lectura, escritura, comprensión oral y habla cada año. En Tejas, los exámenes tienen un nombre: TELPAS

Mi hijo no ha podido pasar el TELPAS hasta el día de hoy. El año pasado pensé que los había pasado y que por lo tanto merecía, por ley, ser removido de la categoría de aprendiz. Sus calificaciones eran «excelente» en el reporte general. Resulta, sin embargo, que en letra chica el reporte indicaba que no había recibido la calificación máxima en expresión oral. Ningún niño aprendiz pasó el TELPAS, me confesó la directora de la escuela de mi hijo.

A mi hijo y a otros cinco niños de su clase de 17 les tocó tomar el TELPAS nuevamente la semana pasada. Los sacaron del aula por dos días a hacer las cuatro pruebas. Mi hijo y sus amigos, que se comunican sólo en inglés (a pesar del dual immersion), se sienten humillados y perplejos cuando esto pasa «Papi, ¿por qué tengo que probar suficiencia en mi idioma mientras otros niños no?».

En junio de este año mijo comienza su bachillerato todavía clasificado como «aprendiz de inglés». Mi hijo acaba de ganar las olimpiadas de toda su escuela en estudios sociales (historia, geografía, humanidades). El mejor estudiante de habla inglesa es muy posible deba seguir probándole al estado su suficiencia lingüística en inglés en los años por venir. La directora de la nueva escuela a la que irá mi hijo a secundaria no me pudo dar ninguna información sobre las tasas de promoción de los aprendices de inglés en el tiempo que ella ha dirigido la escuela. No tenía memoria de haber promovido a nadie.

He tratado de investigar las estadísticas de promoción de aprendices del estado de Tejas y de la ciudad donde vivo, Austin, para saber cuántos niños comparten con mi hijo la misma experiencia. No existen estadísticas en el distrito. Después de días de escudriñar volúmenes enviados por el Departamento de Educación de Texas a la legislatura del estado, he confirmado que existen más de un millón de niños que toman exámenes para probar suficiencia lingüística en inglés. Lo que no está claro es cuántos de ellos son «aprendices» como mi hijo y cuántos de ellos son reclasificados. Las estadísticas son tan bizantinas que buscan deliberadamente ocultar un hecho: es casi imposible reclasificar a los aprendices una vez que entran en el sistema.

Las publicaciones del distrito escolar de Austin distorsionan deliberadamente la realidad y presentan estadísticas de resultados agregados en los exámenes del TEPAS como si fuesen estos la medida de éxito y reclasificación de sus estudiantes. No lo son. La ley en Texas requiere otros tres pasos: demostrar mejora en TELPAS dos años consecutivos, hacer que tanto la profesora del niño y la directora de la escuela escriban evaluaciones y peticiones, y crear un panel de seis personas que evalúe al niño y dichas peticiones. En Austin es más rápido y fácil sacar un doctorado en mi universidad que conseguir sacar a un niño de la categoría de aprendiz.

Lo que el distrito escolar de Austin no ha conseguido ocultar, porque estas estadísticas no son manipulables, es que las peores escuelas de bachillerato son para los «aprendices» hispanos. Las estadísticas del número de aprendices y las que registran hispanos en las docenas de escuelas públicas indican una correlación casi perfecta conforme los niños pasan de primaria a bachillerato. Ser hispano aprendiz en Austin es moverse de escuelas primarias integradas a bachilleratos vocacionales, es decir, escuelas secundarias que se especializan en educar trabajadores manuales. Hay cuatro de estas escuelas (que otorgan títulos de educación técnica como jardinería) en Austin, todos tienen mayorías hispanas de más del 90 %.

Esta es la historia de sistemas de escolaridad en los que para recibir fondos federales de «Title III», escuelas locales crean sistemas de clasificación de los que es prácticamente imposible escapar. Mi hijo viene de una familia con privilegios, por lo que semejantes rituales de humillación no afectarán su destino, ¿pero qué decir de los millares de niños nacidos en Estados Unidos de familias hispanas en el estado de Texas que han sido condenadas al estatus de «aprendiz» simplemente por el pecado de su apellido y la audacia de declarar sus hogares bilingües?

¿Cuál debería ser la responsabilidad del IX Congreso Internacional de la Lengua Española en el que participo frente a las políticas de Estados Unidos, que desde principios del siglo XIX no ha hecho más que tratar a sus poblaciones negras, indígenas e hispanas como extranjeras, ni siquiera ciudadanos de segunda? Lo sigue haciendo, ahora bajo el manto de equidad. Por favor que no se confunda nadie: en Estados Unidos la lengua de Cervantes no es lengua de conocimiento. Es considerada lengua de sirvientas. Y existe una estructura federal, estatal y local que al manufacturar desigualdad produce estadísticas y panfletos que lo ocultan.