Mestizaje, bilingüismo y multilingüismo. Impacto en la educación Nancy Agray-Vargas
Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá (Colombia)

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La Constitución Política de Colombia de 1991 declara al país como una nación multicultural y plurilingüe y a su población como mayoritariamente mestiza. Sin embargo, aún hay un camino por recorrer para alcanzar tal condición. A continuación, presentaré un breve y limitado panorama del tema, referido particularmente a la inserción de estudiantes pertenecientes a las comunidades indígenas en la educación superior.

Además del español como lengua mayoritaria se reconocen como lenguas oficiales en los territorios, 65 lenguas indígenas, dos lenguas criollas, (el creole, de base léxica inglesa, de la Isla de San Andrés y Providencia y el palenquero, de base léxica española con aspectos gramaticales de lenguas bantúes, de San Basilio de Palenque, Cartagena y Barranquilla), la lengua romaní del pueblo rom o gitano y la lengua de señas colombiana considerada como una lengua nativa. Igualmente, la Constitución establece en su artículo 10 que la «enseñanza que se imparta en las comunidades con tradiciones lingüísticas propias será bilingüe».

Para lo que nos interesa reflexionar en este panel debemos empezar por mencionar que, en el proceso de construcción de lo que ahora llamamos nuestros países y naciones, inicialmente quienes desarrollaron y construyeron el concepto de estado y nación fueron los criollos y mestizos que realizaron los procesos de independencia, prácticamente sin la participación directa de las comunidades indígenas, a no ser para ponerlas a trabajar y, de vez en cuando, implicarlas en procesos guerreros. Se decidió tener como modelo de nación el generado en Europa que implicaba una población que tenía un territorio y una lengua, no unas lenguas; ese proceso continuó desde el siglo XIX hasta gran parte del siglo XX y fueron también, esos criollos y mestizos, quienes quisieron mantener el mismo concepto de nación, lengua y territorio.

Cuando surgen los movimientos de los indígenas y afrocolombianos orientados al rescate de los territorios que les habían sido arrebatados, así como los movimientos de intelectuales que reflexionan sobre lo que realmente significa tener una única lengua, es decir, renegar de todas las lenguas y culturas que existieron antes de los procesos de conquista, es el momento en que se intenta dar una presencia real a estas comunidades. Se plantea la necesidad de preservar sus lenguas y se promueve su participación en la construcción de un verdadero plurilingüismo y una real multiculturalidad, a través de distintos mecanismos.

Para fomentar el bilingüismo, por ejemplo, se han establecido leyes y políticas que podemos dividir en dos: políticas para la mayoría de la población relacionadas con el aprendizaje del inglés, con el fin de mejorar la competitividad y el acceso al trabajo; y leyes y políticas para las minorías étnicas, encaminadas a preservar sus lenguas y culturas, muchas de las cuales están en peligro de extinción.

Entre estas leyes está la Ley de Lenguas Nativas de 2010 en la que se establece el «derecho a la comunicación en lenguas nativas, el uso de los nombres propios en lenguas maternas, la disponibilidad de intérpretes para la comunicación con las instancias judiciales, la administración pública y el sector de atención en salud» (Tirosh, 2021); se decreta el 21 de febrero como Día Nacional de las Lenguas Nativas en Colombia y Día Internacional de la Lengua Materna y se destaca la promoción del multilingüismo y la diversidad cultural de los pueblos étnicos.

Entre los aspectos positivos de la promulgación de esta ley se resalta la visibilización de las problemáticas que sufren las comunidades tales como la precaria prestación de los servicios en los ámbitos jurídicos, administrativos y de salud, no solo por problemas económicos, sino también debido a la falta de dominio de la lengua española por parte de los miembros de las comunidades, así como la falta de traductores que medien en las interacciones, tal como lo expresa la ley.

En cuanto a la educación superior, en las instituciones públicas y en algunas privadas se han realizado acciones para facilitar el ingreso de miembros de las comunidades indígenas a ellas. Se destaca la flexibilización de las condiciones de admisión, el aumento de las becas y apoyos económicos, la creación de programas para facilitar la adaptación de los estudiantes de minorías étnicas a la vida universitaria, la creación de centros de escritura, de programas de formación de profesores y la creación de la primera institución de educación propia, entre otras.

En una investigación realizada en las universidades Javeriana, Nacional y Distrital, uno de cuyos resultados fue el libro Reflexiones sobre lengua, etnia y educación, se logró establecer que muchos de los problemas que los estudiantes indígenas habían tenido para culminar exitosamente sus programas, además de los problemas económicos, culturales, pedagógicos y de adaptación a la vida en las ciudades y universidades, se relacionaban con su desconocimiento de la escritura académica en español. Simultáneamente estaba la dificultad para aprender inglés como lengua extranjera, (uno de los requisitos de grado para todos los programas académicos) y la falta de habilidades en el uso del computador y en la búsqueda, selección, procesamiento y presentación de la información recuperada de internet. Igualmente, desde el punto de vista del resto de la comunidad, se encontró el poco o nulo conocimiento por parte de profesores y estudiantes, de las maneras como se construye el conocimiento en las comunidades indígenas. En investigaciones posteriores se adicionan aspectos como el mantenimiento de la errada concepción de «déficit» cognitivo que se ha atribuido a las comunidades minoritarias y el sentimiento de exclusión y discriminación que reportan los estudiantes indígenas por pertenecer a minorías étnicas.

De las dificultades anteriormente mencionadas se deduce, por una parte, que entre los retos y temas aún sin resolver están el reconocimiento de las lenguas indígenas como primeras lenguas y del español, cuando lo sea, como segunda o tercera lengua; la flexibilización de los currículos, metodologías de enseñanza, programas de curso y formas de evaluación en las que no se privilegien solamente las formas escritas, sino que se dé cabida, por ejemplo, a la oralidad; el desarrollo de programas de lenguas extranjeras con niveles iniciales de sensibilización y con temas y contenidos pertinentes para estos estudiantes, que faciliten su paso a los cursos regulares de lengua extranjera; así como la formación en competencias digitales. Al respecto, producto de la investigación mencionada, ya hay un par de experiencias exitosas.

Por otra parte, entendiendo que las acciones no pueden ir en una única vía, se requiere la realización de programas que sensibilicen y preparen a la población universitaria en general para la interacción intercultural con miembros de las comunidades indígenas. Igualmente, como lo señala Mato (2008: 28), deberían existir «instituciones o programas que respondan a necesidades e intereses expresados por comunidades y pueblos indígenas y afrodescendientes, que incorporen los saberes de estos pueblos, sus lenguas y modalidades de aprendizaje en los planes de estudio, o que contribuyan deliberadamente a la valoración y promoción de la diversidad cultural y de relaciones interculturales de valoración mutua».

Seguramente, con algunas de estas acciones se ayudaría a garantizar en las prácticas educativas condiciones de equidad y respeto a la diversidad étnica, cultural y lingüística. Es decir, el fomento de prácticas que, a futuro, no solo permitan avanzar en el desarrollo del bilingüismo, sino que, deliberadamente, nos permitan el reconocimiento de las culturas y lenguas indígenas para dar el giro hacia el multilingüismo y la multiculturalidad en el país. Para ello, se requiere del trabajo conjunto de las comunidades, las instituciones, los investigadores y el Gobierno para hacer propuestas más coordinadas, coherentes y pertinentes que se ajusten a las necesidades de las comunidades. Como parte del interés en estos procesos han surgido iniciativas universitarias tales como los Centros de Interculturalidad y Plurilingüismo con cabida para las lenguas indígenas y afrodescendientes.

Para terminar, quisiera leer algo que dijo sobre la lengua, un sabedor y autoridad de la comunidad Embera, Higinio Obispo: «El idioma es el alma, la figura simbólica que enmarca el pensamiento, el conocimiento. Es la figura por donde usted expresa su pensamiento para generar las distintas posiciones, llámese políticas, sociales, culturales, espirituales. El idioma nos hace entender cuál ha sido la historia de nuestra vida. A través de ella se describen nuestras características, nuestros orígenes y quiénes hemos sido; cómo pensamos y cuáles han sido las definiciones de esos pensamientos. En suma, yo creo que la lengua hace parte fundamental de la vida de los pueblos indígenas» (ONU, 2021).

Bibliografía