El español es el segundo idioma más hablado en los Estados Unidos de Norteamérica. La Oficina Nacional del Censo de esa nación estima que la población actual es de 308 millones de habitantes, de los cuales 46 son hispanos. A esos 46 millones debemos sumarle alrededor de 10 millones de ilegales, totalizando 56 millones de hablantes del español en Norteamérica, equivalente a un 15 % de la población. Si a ese monto le restamos los aproximadamente 11 millones de menores de cinco años que aún siendo hispanos hablan el español con mucha dificultad o que hablan inglés como primera lengua, tendríamos, entonces una población hábil de 45 millones de usuarios del español provenientes de distintos puntos del mundo hispano. Eso es sin contar a un número considerable de norteamericanos nativos y de extranjeros que también hablan español con ciertas destrezas.
Esa cifra ha convertido el español en una lengua codiciada e imprescindible para el mercado laboral estadounidense, pues sin la participación de sus usuarios la economía norteamericana no tendría el mismo dinamismo y crecimiento que exhibe actualmente. Cito tres sectores de servicios públicos y privados que nos permitirán visualizar mejor la trascendencia del español en los Estados Unidos.
En Nueva York, una de las ciudades norteamericanas de mayor dinamismo comercial y económico, específicamente en Washington Heigths, en Manhattan, vive alrededor de un millón de personas. De ellas más del 80 % se maneja en lengua española tanto en sus operaciones comerciales como en sus relaciones familiares, cosa que no ocurría tres décadas atrás cuando esa área estaba poblada por judíos y griegos. Los empleados de los establecimientos comerciales, los médicos, los centros de servicios sociales y comunitarios, etc. de esa zona no necesitan saber inglés para desenvolverse normalmente. Incluso, algunos propietarios tiendas y restaurantes han colocado en la puerta principal de sus negocios un curioso letrero que reza: «Aquí se habla inglés», para asegurarse de que los pocos hablantes del idioma inglés, que no dominan la lengua de Cervantes, que transitan en Washington Heights no sientan temor de ingresar a los mismos.
Conocida es también la situación laboral de la comunidad mexicana en los Estados Unidos. Hay aproximadamente trece millones de mexicanos en Norteamérica, de los cuales el 55 % son indocumentados. California y Texas contabilizan el 60 % de esa comunidad inmigratoria, con un 40 % y 20 %, respectivamente. De esos 13 millones, el 66,7 % habla poco o ningún inglés, reporta un estudio conducido por el Pew Hispanic Center, lo que significa que el español es su principal herramienta de comunicación en el desempeño de sus actividades productivas. El aporte de los mexicanos a la economía estadounidense es fundamental no sólo porque realizan trabajos que ya otra comunidades rechazan, sino porque han incursionado en todas las áreas productivas de dicho mercado.
El poder adquisitivo de los hogares hispanos de Estados Unidos en el 2002 era de 276 mil millones de dólares; en el 2004, de 630 mil millones y en el 2009 sobrepasó los 900 mil millones. De esa suma los mexicanos consumieron alrededor de 500 mil millones de dólares al año; es decir un poco más del 50 % del monto total. En 2007, los mexicanos enviaron a su país unos 27 mil millones de dólares en ayuda familiar, más de la mitad de los 46 mil millones que recibió toda América Latina desde Estados Unidos, por ese concepto. Países caribeños, como la Republica Dominicana, recibió unos 2 5000 millones de dólares en el 2008, equivalentes a 87 500 millones de pesos, más del 20 % del presupuesto nacional de ese país estimado en unos 378 997 millones. La situación de Centroamérica es similar, El Salvador, por ejemplo, pese a que sus ingresos por concepto de remesas disminuyeron un 8.5 %, en el 2009, el Banco Central de Reserva de ese país informó haber recibido recibió 3 460 000 millones de dólares ese año. Esos recursos son generados por personas que se manejan mayormente en el idioma español.
La Universidad Pública de la ciudad de Nueva York (CUNY) tiene una población estudiantil de 273 000 educandos, distribuidos en 23 campos que ofrecen alrededor de 1200 carreras en ocho grandes áreas de conocimiento: Negocios, Ciencias de la Computación, Ingeniería, Arquitectura, Profesiones de la Salud, Artes Liberales, Ciencias exactas, Relaciones Públicas, Servicios comunitarios, Educación y Servicios sociales. De esa población estudiantil alrededor de 36 000 toman clase de español anualmente. Eso solamente incluye el sistema CUNY, porque en SUNY, la más grande red de universidades públicas estatales neoyorquinas, así como en otras decenas de universidades privadas y centenares de escuelas públicas de niveles medios y secundarios de ese Estado, registran sumas que alcanzan cientos de miles de estudiantes. La misma situación se repite en otros Estados norteamericanos donde la lengua española se ha convertido en una necesidad primaria para las actividades del diario vivir. Se estima que la población estudiantil global de la Lengua Española en los Estados Unidos sobrepasa los seis millones de personas. De igual modo, alrededor del 68 % de los estudiantes que optan por estudiar una lengua extranjera, sea por requisito académico o por voluntad propia, eligen español.
El impacto del español como lengua laboral y la incidencia de los latinos en las decisiones políticas norteamericanas ha empujado a los dirigentes de los dos partidos mayoritarios estadounidenses: el demócrata y el republicano a hacerlos parte de sus agendas políticas. Cito dos casos recientes: Un porcentaje respetable de la propaganda elaborada por el equipo de campaña del republicano Michael Bloomberg para lograr un tercer periodo en la alcaldía de la ciudad de Nueva York en las elecciones del noviembre del 2009, estaba escrita en español y dirigida a la comunidad hispana. Aunque con un español aprendido a la carrera y estropeado en la pronunciación, la voz de Bloomberg ocupó en esa ocasión extensos espacios pagados en la radio y la televisión hispana newyorquina. Anterior a esa campaña, y a raíz del brote de la fiebre A-H1N1 Bloomberg había expresado en una entrevista televisada lo siguientes: Nada es nueva, desafortunadamente. No hay nuevo casos. Y las personas que están enfermado mejora y tomar precauciones lo mismo: Cubre su boca y nariz, y lava la manos. Y quedasen tu casa si tu estoy los symptomáticos. Y paso un buen fin de semana también. Las críticas y las burlas de los hispanohablantes contra Bloomberg, por su pronunciación parca y el uso antojadizo de las conjugaciones verbales, lo llevaron a declarar al New York Times, a mediados del 2008, lo siguiente: «Si me pregunta ¿Habla con fluidez? Pues no. Pero de aquí a un año lo haré. Me veo haciendo muchos progresos». Parece que el esfuerzo de su profesor Luis Cardozo, un abogado colombiano de 46 años que emigró a Nueva York en 1999, surtió efecto pues a finales de la campaña de noviembre del 2009 ya Bloomberg se expresaba con mucho más propiedad, y sigue mejorando. Otra voz que ganó popularidad en español fue la del actual presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, quien en esa misma contienda electoral llamaba a los hispanos a «Votar por su gran amigo Jon Corzine para gobernador del Estado de New Jersey». Antecesores de Obama, como Jimmy Carter, Hill Clinton y George Bush también se valieron de la lengua española para insertarse en la preferencia de los votantes. Como ellos, existen centenares de políticos norteamericanos que para ganar adeptos no les ha quedado otra opción que aprender español. En este momento la Oficina Nacional del Censo de los Estados Unidos está usando actrices y actores famosos en Hollywood, para llamar a los latinos a «dejarse contar en el censo de este año».
Otras figuras destacadas del gobierno federal y las administraciones estatales estadounidenses, así como centros de asistencia social, agencias de seguridad, departamentos de policía, médicos, abogados, farmacéuticos, compañías telefónicas, centros de comunicación y miles de negocios de diferentes áreas esparcidos en los más de nueve millones de kilómetros cuadrados del territorio Norteamericano usan traductores del idioma inglés al español para ofrecer servicios eficientes a las comunidades a las que sirven.
Una prueba fehaciente del impacto político, social y comercial de la Lengua Española en el mercado norteamericano es la aparición de la Enciclopedia del Español en los Estados Unidos, un volumen de 1198 páginas coordinado por Humberto López Morales y auspiciado por el Instituto Cervantes, que recoge las experiencias culturales, laborales, comerciales, intelectuales, académicas, demográficas y lingüísticas del medio centenar de millones de hablantes del español que por razones múltiples residen en el territorio norteamericano. También, en el 2008,el lingüista Francisco Moreno Fernández y el sociólogo Jaime Otero Roth publicaron un estudio titulado Atlas de la lengua española en el mundo, y en una de sus conclusiones anuncian que para mediado del siglo xxi en los Estados Unidos de Norteamerica habrá 130 millones de hablantes del español, una cantidad tres veces superior al actual.
Mientras un porcentaje significativo de inmigrantes latinos en los Estados Unidos está concentrado en mejorar su formación académica con miras a alcanzar niveles de calificación que les permitan devengar ingresos superiores a los salarios mínimos y medios que reciben por sus servicios, otra cantidad considerable de extranjero está empeñada en aprender español para no quedarse rezagada en un mercado que cada vez se latiniza más.