Los neologismos científicos y tecnológicos en españolJuan Grompone
Escritor y profesor (Uruguay)

El ambiente de los neologismos en la ciencia

La ciencia y la tecnología siempre han estado en un desarrollo acelerado .1 Este hecho obliga a las lenguas vivas a crear neologismos que permitan designar en forma precisa las nuevas ideas, los nuevos objetos y las nuevas acciones que la ciencia o la tecnología necesita para su descripción y transmisión. El neologismo es, entonces, una necesidad constante de las lenguas vivas.

En los siglos xvi y xvii el español era una lengua creadora en ciencia y tecnología debido a su dominio de los océanos y a la exploración de América. Por esta razón creaba continuamente neologismos, la mayoría provenientes de la navegación o del náhuatl (México) y del quechua (Perú). Ejemplo de esto son palabras como «tomate» o «chocolate» (del náhuatl) y «cancha» o «patata» (del quechua). Luego, en la medida que España dejó de ser vanguardia en la ciencia, dejó de ser creadora de neologismos y pasó a ser receptora.

Los neologismos en la ciencia y la tecnología a partir del siglo xvii provenían del latín o del griego. Posiblemente el primer neologismo moderno se publicó en un trabajo de 1777 sobre un nuevo gas que el químico francés Lavoisier bautizó mediante un neologismo. Para formar la nueva palabra utilizó dos raíces griegas: oxus (oxys, punzante, por el sabor de los ácidos) y genhs (genes, que engendra). En este tiempo creyó que el oxígeno era un constituyente indispensable de los ácidos. La propuesta de Lavoisier tuvo éxito y los neologismos científicos y técnicos creados hasta la primera mitad del siglo xx empleaban este mecanismo. Ocasionalmente mezclaban latín y griego. Electricidad, telégrafo, teléfono, televisión, átomo son algunos de los ejemplos más conocidos.

Esta técnica de formar neologismos encontraba en las lenguas europeas un mecanismo natural de incorporación puesto que muchas de ellas derivaban o empleaban palabras latinas y griegas. De esta manera existían reglas uniformes, pero no explícitas, para que las lenguas aceptaran los neologismos. Las dificultades comenzaron cuando la ciencia y la tecnología debieron buscar nuevas maneras de formar neologismos. La geología o la arqueología solían construir neologismos basados en lugares geográficos. Así por ejemplo «achelense» {a} — indico con {a} los neologismos aceptados en el DRAE y con {n} los no aceptados— designa a las herramientas de piedra del tipo encontrado en Saint-Acheul en Francia. Para construir el neologismo fue necesario elegir una españolización. En este caso se adoptó seguir la fonética y no la ortografía francesa. Muy próximo a este neologismo se encuentra «oldowan» —que designa a las herramientas de piedra del tipo encontrado en Olduvai, Tanzania— que parece no tener todavía un neologismo español aceptado. Se ha propuesto la palabra «olduvayense» {n} pero siguiendo la fonética inglesa podría ser «oldovan» {n}, «oldouan»{n}, «oldovanense»{n}, «oldouanense»{n}. En definitiva, medio siglo después del empleo internacional del término todavía no existe una versión española.

Entiendo que las dificultades de los nuevos neologismo provienen de las palabras inglesas, de nombres geográficos o de la construcción mediante nuevas reglas: siglas, contracciones de palabras o palabras inventadas. Esto plantea dificultades para crear las correspondientes versiones en español que deben ser resueltas.

Considerando la cantidad de personas según su lengua materna, el chino mandarín es la mayor lengua, seguida por el inglés y el español en prácticamente las mismas cantidades. Por su parte, el español se caracteriza por ser una lengua con una gran dispersión geográfica. Creo que el principal valor que el español debe conservar es la unidad de la lengua. La finalidad primera de las academias de la lengua es preservar esta unidad antes que toda otra. La constante aparición de neologismos plantea el problema de la conservación de esta unidad, especialmente porque los neologismos son los términos empleados en la creación del conocimiento y en los nuevos objetos e ideas.

Por esta razón, en esta ponencia se sugieren algunos mecanismos para la construcción o la traducción de los neologismos. Está implícito y no necesita ser enunciado que estas reglas deben respetar la ortografía española y construir términos que se puedan pronunciar fácilmente.

Primera regla: respetar el origen del neologismo

Esta regla parece obvia e inútil de ser enunciada. Sin embargo merece algunas consideraciones adicionales. Con los neologismos de origen griego y romano el español procedió siempre así, pero no es el caso del alemán. En esta lengua existe la tendencia a traducir las palabras griegas y romanas de modo de crear un neologismo germano. Así por ejemplo, Sauerstoff (material del ácido) es la traducción literal de oxígeno; Fernsprecher (hablador lejano) es la traducción literal de teléfono y así muchos otros ejemplos. No está de más, entonces, establecer que ésta es una mala práctica.

En español existen casos de no respeto al neologismo original. El caso más flagrante es «ordenador» {a} que violenta el neologismo (por el uso, no por la palabra) computer del inglés. Es cierto que existe la palabra «computadora» cuya tercera acepción coincide con la tercera de «ordenador», pero sin duda esta palabra —que la considero un galicismo— ha introducido una confusión. En América, donde la influencia norteamericana es mayor que la francesa, se emplea más la palabra «computadora» {a}, pero también la palabra «computador» {a} —también aceptada por DRAE en el mismo sentido— que considero equivocada porque las máquinas son de género femenino. Por otra parte, el adjetivo «computable» {a} posee una importancia teórica muy grande tanto en la matemática como en la «informática» {a}.

Por el contrario, hay otros casos de asombroso respeto al neologismo original. Un caso es «quark» {a} que viola la regla al escribir la combinación q-u-a latina, inexistente en español. Este caso contrasta con la aceptación de «cuanto» {a} y «cuántico» {a} para lo que universalmente se llama «quanta» {n} y deriva del latín. Claro que ha transcurrido medio siglo entre «quanta» y «quark». Otro caso de mucha importancia es la palabra «kilo» {a} que respeta un prefijo internacional empleado en las unidades de medida. El DRAE acepta la palabra «quilo» {a} pero la refiere a la anterior, como es exacto. También son ejemplos las palabras «femto» {a}, «atto» {a} —que también son prefijos internacionales empleados en las unidades de medida— a pesar de incluir combinaciones exóticas de consonantes. Lo mismo sucede con algunos nombres de las letras griegas donde también aparecen combinaciones exóticas de consonantes: «gamma» {a} o «lambda» {a}.2

Segunda regla: las siglas o las contracciones no se traducen

Hasta el presente el español ha tenido una actitud errática sobre este punto. Hay siglas traducidas y siglas respetadas. Se respetan en los casos tales como «radar» {a} o «láser» {a} pero no se respetan en casos como «ADN» {a} cuando la sigla original es DNA, «SIDA» o «sida» {a} cuando la original es AIDS. No se puede invocar el criterio de pronunciación en unas y no en otras. ADN es tan impronunciable como DNA. Puede invocarse que la traducción facilita la recordar la sigla y éste parece ser un argumento válido. Se justifica en ONU {n} que es pronunciable y reemplaza a UNO que se prestaría a  confusión, pero no en otros casos. Sin embargo hay una gran cantidad de siglas nuevas, de uso corriente, que no se traducen tales como LP, PC, CPU, RAM, ROM, CD, DVD, ISBN3 que todavía no han sido aceptadas.

Algunos neologismos provienen de contracciones de palabras. Sin duda el más famoso es «transistor» {a} que proviene de la contracción de las palabras inglesas transfer y resistor. Felizmente no se intentó contraer las palabras «resistencia» y «transferencia» que habría resultado, por ejemplo, en «resisferencia» o alguna otra, totalmente fuera del uso de las demás lenguas. Otra contracción famosa es «velcro» {a} que proviene de la contracción de las palabras francesas velours y crochet, respectivamente «terciopelo» y «gancho». Podría haberse convertido en «tercho» o «terciocho» o muchas otras variantes. «Internet» {n} también es una contracción y se usa como tal porque no tiene ninguna violencia ni su pronunciación ni su escritura.

Tercera regla: las palabras inventadas no se traducen.

Un ejemplo es, nuevamente, la palabra «quark» (a} que es una palabra inventada.4 Sin duda el mejor ejemplo de palabra inventada es software {a} que proviene de la deformación de la palabra inglesa hardware que significa equipo o pieza de equipo. Con la expansión del uso de las computadoras fue necesario diferenciar la máquina física de la programación de la máquina y así nación esta palabra inventada. Con buen criterio el DRAE la acepta, si bien en español existe la palabra «programación» que quiere decir prácticamente lo mismo. Creo que el francés es la única lengua que creó un neologismo propio logiciel para traducir esta palabra, posiblemente derivada de la contracción de logique y matériel.

Cuarta regla: si existe una palabra que se puede adaptar, es mejor que inventar una

El mejor ejemplo de esta regla es la palabra «azafata» {a} como traducción de stewardess, una palabra inglesa forzada.5 Para eso se rescató una vieja palabra que designaba a la camarera de la reina, todo un acierto de actualización de un término y mejor que el neologismo «aeromoza» {a}. Del mismo modo, la palabra «virus» {a} designa también a los virus informáticos, un nuevo significado de una palabra vieja.

La informática plantea todos los días el desafío de crear neologismos para equipos o acciones nuevas. Para comenzar están los neologismos que emplean la técnica de deformar hardware, algunos ejemplos son: firmware {n} que designa la programación en un medio prácticamente inalterable; middleware {n} que caracteriza una programación que enlaza dos niveles diferentes de programación; spyware {n} que refiere a un programa espía.

La velocidad de desarrollo de las tecnologías de la información hace que los neologismos se adoptan según el uso o las circunstancias de cada región que habla español. Hay una gran dispersión acerca de las operaciones básicas de manejo de los equipos digitales. Se dice, según se desee, «teclear» {a} o «digitar» {a} para manejar un teclado; se emplea «pinchar» {n}, «cliquear» {n} —que me parece la mejor porque deriva de la palabra «clic» {a}—, «picar» {n} para la operación de oprimir un botón de comando, real o virtual; se emplea «ratón» {a} o «mouse» {n} para el instrumento de señalización digital y así muchas otras. A medida que se consagra el uso de estas palabras, será difícil limpiar, dar brillo y esplendor a estos neologismos.

El chino mandarín

Hoy China es una potencia económica, en poco tiempo también lo será en la tecnología y en la ciencia. La lengua española debe comenzar a preocuparse de los neologismos chinos que presumiblemente se crearán. Afortunadamente los chinos se han preocupado de transliterar su lengua al alfabeto latino y el resultado se llama «pinyin» {n}. Un primer paso sería aceptar este neologismo. Un segundo paso sería establecer las reglas, afortunadamente muy simples, de conversión de una palabra en pinyin al español. En los hechos ya se está haciendo.6

En español existen diversas palabra de origen chino. La más conocida es «té» {a} una infortunada palabra en un dialecto chino, muy usada en Europa, en lugar de la palabra en chino mandarín chá {pinyin} que se emplea en portugués, ruso o japonés. También se incorporaron las palabras «yin» {a} y «yang» {a} para designar a los principios cósmicos contrarios y que Toynbee usa abundantemente en su A Study of History. En este caso se respeta el pinyin, si bien es más una feliz coincidencia que algo buscado. Existe la palabra «kung-fu» {a}, que proviene de la vieja transliteración china, que ahora se debería reemplazar por «gongfu» {n} sin mayores dificultades para su escritura y pronunciación. Lo mismo sucede con «taichi» (a) que debería reemplazarse por «taiji» {n} o «taoísmo» {a}, una palabra híbrida formada por la palabra china «tao» —camino o conducta— y el sufijo español «ismo», por «daoísmo» {n}. Y así otros casos.

Conclusiones

Debido a la enorme dispersión geográfica de los países que hablan español y a la velocidad creciente del desarrollo de la ciencia y la tecnología, resulta difícil unificar la manera de incorporar los neologismos. Por esta razón esta ponencia propone reglas que sugieren cómo incorporar los neologismos provenientes de otras lenguas (hoy mayoritariamente del inglés y en el futuro posiblemente del chino).

La propuesta de establecer reglas para incorporar los neologismos permitirá que disminuya la dispersión y permita que haya una cierta uniformidad en el uso de los términos. Así, la RAE y sus academias asociadas, al incorporen los neologismos cuando se crea oportuno, lo harán sin mayor violencia y conservando lo esencial del español: la unidad de una de las mayores lenguas del planeta.

Notas

  • 1. Sobre la aceleración de la historia. J. Grompone. Galileo, Revista de Epistemología, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, n.º 11, pp. 15-34. Montevideo, mayo de 1995. Volver
  • 2. Yo creo que también se podría escribir «lamda» {n} porque en los hechos así se pronuncia en español. En este caso se ha pecado por exceso. También, en los hechos, «gamma» se pronuncia «gama» y esto es igual de violento que «ro» {a}, «fi» {a} por ejemplo. Volver
  • 3. Traducir la sigla ISBN llevaría a una verdadera confusión puesto que su uso es internacional. Peto también es internacional el uso de PC, RAM, ROM o CD. Volver
  • 4. Fue una palabra inventada por el físico Murray Gell-Mann en 1964 para designar las componentes de las partículas elementales, pero ya había sido inventada por James Joyce en Finnegans Wake donde escribe: Three quarks for Muster Mark!. Volver
  • 5. En inglés existe la palabra steward que designaba originalmente el pastor de ganado y, por extensión, al mayordomo, al administrador de un establecimiento. El femenino es inventado porque no tenía uso. Volver
  • 6. La palabra Beijin, que reemplaza a Pequín {a} es la versión pinyin del nombre de la ciudad. Este cambio ha sido resistido, igual que los cambios de nombres geográficos en la India, África o Indochina, pero que son de completa justicia. Volver