Distingo tres puntos en mi exposición: primero dibujaré a grandes rasgos un proyecto investigador que dirijo sobre la dimensión económica de la lengua española; luego apuntaré las conclusiones que, en el marco de esa investigación, hemos alcanzado acerca de los efectos de la lengua en la integración laboral, social y política, desde la óptica de los procesos migratorios; para terminar, en tercer lugar, haciendo una muy breve reflexión epilogal.
Me propongo cumplir, en todo caso, la pauta de máxima concisión que se nos pide.
Primero, como he dicho, la noticia de un proyecto de investigación del que soy codirector, titulado Valor económico del español y promovido desde España por Fundación Telefónica, dentro del cual se encuadra el estudio de las relaciones entre lengua, migraciones y procesos de integración.
La gestación de dicho proyecto arranca precisamente de otro CILE, el celebrado en España, en Valladolid, en 2001, pues en él se dedicó una sesión equivalente a ésta —en la que yo mismo participé— sobre las actividades mercantiles más vinculadas a la lengua, y su convocatoria, hace ahora un decenio, fue también el acicate para que el subdirector a la sazón de la Real Academia Española y destacado biólogo, el profesor A. Martín Municio, tomara la iniciativa de impulsar un trabajo con vocación pionera que se publicaría en 2003, y cuyo fin era calcular qué parte del valor total de la producción anual de bienes y servicios de la economía española se debía a la lengua, en tanto que ésta es materia prima de ciertas industrias (con las culturales a la cabeza: editorial, discográfica, audiovisual, etc.) y en tanto que es asimismo medio o insumo obligado para otras (con las del sector de las telecomunicaciones abriendo la serie).
Fueron esas iniciativas en torno al Congreso de Valladolid las que acabaron alentando algo más tarde, ya en 2005, el diseño de un amplio proyecto de investigación, con el apoyo desde el principio de Fundación Telefónica, concebido para actualizar lo hasta entonces realizado y para profundizar resueltamente en un tema, la entidad económica de la lengua española, cuyo interés no deja de acrecentarse día a día en un escenario mundial marcado por el avance de la globalización económica, cultural y geoestratégica.
Tres hechos subrayan, en efecto, la relevancia económica del español en ese contexto y, de paso, el sentido de oportunidad que tiene todo esfuerzo que se oriente a su conocimiento. Tres hechos:
Todo lo cual revela, en definitiva, que estamos ante un auténtico episodio internacionalizador del español.
Y bien, a partir de tales incitaciones, el trabajo que venimos realizando desde hace ya casi un lustro se adentra tanto en el terreno de la conceptualización como en el terreno empírico, quiere decirse en el de la cuantificación de unos u otros aspectos de la economía del español, con el objetivo de captar algo que en los estudios precedentes no se había focalizado adecuadamente: los réditos que el español aporta en tanto que lengua de comunicación internacional, objetivo que nos ha llevado a dedicar monografías específicas a la economía de la enseñanza del español como lengua extranjera (ELE), al estudio de los flujos comerciales internacionales de la economía española, al análisis de la influencia de la lengua en el proceso de internacionalización empresarial español y, también, al estudio de las relaciones entre lengua y movimientos migratorios.
A este último es al que he de referirme a continuación, entresacando algunos de los resultados que se ofrecen en el volumen que está a punto de aparecer y que, por cierto, contiene una colaboración magistral —he de señalarlo— de Rodolfo de la Garza sobre los inmigrantes hispanos en Estados Unidos.
Es conocido que la España democrática actual se ha convertido, entre mediados del decenio de 1990 y el comienzo de la «gran recesión» con la que termina la primera década del siglo xxi, España se ha convertido, digo, en un verdadero laboratorio para el estudio de los movimientos migratorios de nuestro tiempo, dada la fuerza que ha cobrado la entrada de inmigrantes, con números anuales sólo sobrepasados por Estados Unidos, haciendo que la proporción de extranjeros sobre la población total haya pasado del 1 al 12 por 100 en poco más de diez años (de 400 000 a 5 millones). Como aproximadamente un tercio de los inmigrantes llegados ahora de España procede de países iberoamericanos hispanohablantes, el caso español presenta óptimas condiciones para analizar cómo una lengua influye en todos los eslabones de la cadena que lleva desde la elección del país de destino hasta el acoplamiento en un nuevo mercado de trabajo y una sociedad distinta. Además, el Instituto Nacional de Estadística de España ha publicado hace meses una primera gran Encuesta Nacional de Inmigrantes, con datos referidos a 2006 y 2007, que proporcionan una base empírica muy apreciable.
Resumo muy sumariamente algunas de las principales conclusiones obtenidas:
Termino ya con una breve consideración epilogal, que acaso no sea ociosa en este panel dedicado a los efectos de la lengua en la integración laboral, social y política.
En nuestros días, dos factores vertebradores de pautas culturales y valores socialmente prevalecientes en el mundo iberoamericano se están mostrando especialmente activos: de una parte, la internacionalización empresarial cruzada (con presencia de firmas de la América hispana en España y de compañías españolas en Iberoamérica), y de otra, la política lingüística panhispánica, consensuando gramática, léxico y ortografía. Ambos agrandan las posibilidades de intercambio de todo tipo y amplían el horizonte cultural y económico. Ambos factores —el empresarial y el lingüístico— no son, a su vez, indiferentes entre sí. Los logros, no poco espectaculares, de la mancomunada política lingüística de las Academias de la Lengua Española brindan ventajas, sin duda, a la economía que se hace en español. Y la robustez y la competitividad que consigan nuestras economías serán, a buen seguro, el mejor apoyo que el español pueda encontrar para expandirse internacionalmente y alcanzar quizá la posición de segunda lingua franca en el tiempo que viene.
También desde la perspectiva de la lengua y de la integración laboral y política no hay mejor fórmula, en resumen, que la que combina buen hacer empresarial, altos niveles educativos, cuyo soporte primario es el manejo de la lengua, calidad institucional y cohesión social. No otro es el círculo virtuoso entre cultura, prosperidad y democracia al que no debemos nunca renunciar.