Magdalena Viramonte de Ávalos

Lenguaje, educación y democracia: relaciones, aspiraciones y dificultadesMagdalena Viramonte de Ávalos
Universidad Nacional de Córdoba (Argentina)

Estas páginas han sido escritas siguiendo el derrotero que imprime el nombre del panel, esto es, si interpretamos bien el «hacia» que incluye el título, la aspiración de pensar juntos las bases para diagramar un programa integrador iberoamericano de la lectoescritura. En tal derrotero, intentamos compartir aquí con ustedes algunos puntos tratados a lo largo de una investigación interdisciplinaria precisamente relacionada con la lectura y la escritura en la escuela, que podrían ser útiles para el fin propuesto.

Tras largos años de labor y con la convicción de que era necesario mirar la problemática del lenguaje escolar con alcances más amplios y dilatados que los convencionales, esto es, abarcando también lo socio-psico-pragmático y la salud,  se desarrolló la experiencia de una investigación en escuelas urbanas y rurales de la provincia de Córdoba, Argentina, con la convergencia de tres universidades, diversas facultades de las mismas —combinando Humanidades con Ciencias Biológicas y de la Salud—, instituciones educativas rurales y urbanas, una sociedad civil dedicada a la formación de lectores, así como también profesionales independientes especializados. La experiencia ha dejado nuevamente al descubierto la complejidad que entraña lo relacionado con la educación lingüística, es decir, la educación del alumnado en su ser locuente: prepararlo para la vida en sociedad, consciente de su actividad de hablar-entender-escribir en y para el mundo circundante, siempre y dondequiera esté y responsable de su salud y de la de los demás.

El Proyecto se denominó Lectura y escritura. Diagnóstico y plan de acciones superadoras desde las Ciencias del Lenguaje y las Ciencias de la Salud.

Los resultados de esta investigación están en proceso de ajustes para publicación. Pero quisiéramos adelantar aquí dos de ellos, uno de cada área de las mencionadas, que parecen proyectarse con fuerza sobre las expectativas de logros para la calidad educativa.

Desde las ciencias del lenguaje, se indagó en cuestiones como el proceso de comprensión y de producción del texto escolar en entornos rurales y urbanos, los intercambios conversacionales en las clases de ciencias y la enseñanza del vocabulario, la disponibilidad léxica, el metaconocimiento del sistema de la lengua, la incidencia de las representaciones docentes para la enseñanza y para asumir las nuevas tecnologías, el correo electrónico como espacio dialógico, las prácticas discursivas orales en el aula, (el posicionamiento discursivo del alumnado ante la realidad y los valores sociales), las relaciones escuela-padres-escuela, la formación de lectores y bibliotecas, el clima institucional y su incidencia en el proceso de enseñanza y de aprendizaje de la lengua oral.

En lo que respecta a la comprensión lectora, se transitó, una vez más, la vía de las posibilidades del alumnado de responder a preguntas que exploran el sentido del texto, esto es, preguntas para las cuales las respuestas implican construcciones deductivas de complejidad semántica y peso cognitivo. Los resultados fueron desalentadores .1 Sin embargo, nos adelantamos a decir que este desaliento puede relativizarse en particular por dos razones: porque el docente no suele formular ese tipo de preguntas y, en el polo del alumno, porque la intervención realizada mostró su plasticidad para aprender. El gráfico que resume apretadamente los resultados obtenidos en las pruebas aplicadas en este último estudio muestra un desempeño relativo muy interesante en las edades comprendidas entre los nueve y diez años (grado de nuestro sistema, 4.º). Lo cual no resultó sorprendente, puesto que se reiteraba lo recogido en estudios anteriores, en los cuales se avanzó también en metacomprensión. Todo parece indicar que alrededor de los nueve años se despierta la capacidad para entender la lectura como actividad interactiva, donde el texto indica sus potencialidades semánticas en huellas precisas (en este caso, en su estructura jerárquica y en su coherencia global). Por esta razón, habíamos llamado año bisagra2 a este 4.º que, salvando diferencias en denominaciones de distintos sistemas educativos, viene a situarse a mitad de camino de los seis primeros años de escolaridad.

Gráfico 1. Porcentaje de estudiantes con puntaje superior al 60 % por grupo etario. Fuente: Estudio de la comprensión lectora de Ana María Carullo y Magdalena Viramonte de Ávalos.

En el ámbito de las Ciencias de la Salud, puede verse a continuación el gráfico que muestra los encadenamientos que interesaron a esta investigación:

Gráfico 2. Para un estado adecuado de salud psico-física.

Dentro de un tema nodal y fundante como el del crecimiento y desarrollo normales del sujeto, se indagó en la adecuación conveniente o no de hábitos nutricionales y conducta sanitaria. El trabajo se centró inicialmente en el sistema estomatognático, por cuanto controla y regula funciones vitales y sensoriales como la deglución, la respiración, la tos, el vómito, el bostezo, la masticación, el gusto, el tacto, el olfato y, no por último, menos importante, la fonación, la articulación del habla, la risa y la gestualidad. Dado que la población estudiada no escapa a las leyes generales del mundo moderno y sus hábitos nutricionales están ya marcados por inclinaciones hacia el consumo de alimentos ricos en carbohidratos refinados, como bebidas azucaradas y golosinas de todo tipo,3 se examinó la cavidad bucal y mediante métodos no invasivos se tomaron muestras de saliva a los fines de determinar cuánto incide el consumo excesivo de glucosa como tal, o de sacarosa o azúcar refinado, en la salud bucal y en la regulación de ciertas actividades metabólicas. El exceso de azúcar en sangre desencadena variaciones hormonales que alteran las actividades del sistema nervioso y endocrino. Esto se manifiesta rápidamente con modificaciones de comportamiento en los niños: primero aparecen signos de excitación, hiperactividad, inquietud, agresividad y nerviosismo y luego se genera una sensación de ansiedad, confusión, temor. Estos, que son cambios fisiológicos, sumados a otros factores estresantes, como la percepción diaria de situaciones de estrés producidas por acontecimientos displacentes en la vida de los niños, tienen un impacto negativo en su salud y desarrollo psicológico. La percepción del estrés induce cambios en el eje neuroendocrino, principalmente en la actividad del sistema adrenérgico (SA) e Hipotálamo-Hipófisis Adrenal (HHA). Este último promueve un aumento en la liberación de cortisol, conocido como la hormona del estrés. Los niveles de cortisol son elevados al despertar y preparan al cuerpo para la actividad diaria. Cuando el cortisol se produce en exceso y se mantiene elevado, deja de ser una respuesta fisiológicamente normal y comienza a provocar efectos no deseados. La determinación de los niveles de cortisol en muestras de saliva permitió evaluar la posible influencia de factores estresores en relación a variables indicadoras que afectan la salud y el desempeño cognitivo.

En la población estudiada, los niveles de cortisol matutino fueron diferentes entre los sexos. Los varones que autopercibieron factores ansiógenos que afectaban su vida cotidiana tuvieron un rendimiento en las pruebas de comprensión lectora asociados inversamente a los niveles de cortisol salival; a su vez dicha asociación fue mucho mayor en los alumnos que consumían gaseosas diariamente. Esto indicaría que los niveles elevados de cortisol mantenidos más tiempo de lo normal podrían generar conductas de falta de atención y fallas en la memoria que repercuten en el despliegue de las operaciones cognitivas para resolver las pruebas.

Estas consideraciones o conclusiones están sustentadas en un cuerpo de evidencias obtenidas a partir de nuestras intervenciones y del análisis de la información relevada.

Gráfico 3. Relación entre niveles de cortisol salival y puntajes de pruebas de lectocomprensión. Fuente: Estudio de la Dra. Miriam Carranza y equipo.

En la población estudiada, los niveles de cortisol salival matutino estuvieron asociados en forma inversa a los puntajes de las pruebas de lectocomprensión. Esto indicaría que los niveles elevados de cortisol podrían generar conductas de falta de atención y fallas en la memoria que repercutirían en el despliegue de las operaciones cognitivas para resolver las pruebas.

¿Por qué la apretada síntesis de dos aspectos de la investigación que acabamos de presentar en este panel?

Porque desearíamos convertirlas en fuentes de reflexiones para la aspiración de pensar juntos las bases de un programa integrador iberoamericano de la lectoescritura. Entonces proponemos estos focos temáticos:

  • La insistencia en la necesidad de una formación docente más amplia y profunda. ¿De qué formación hablamos en el caso que hoy nos ocupa? De una que aún está débilmente presente en la programática de magisterios y profesorados de lengua y que aspire a combinar la educación de una fina sensibilidad lingüística con una básica formación en áreas no convencionales como neurofisiología y siempre en un contexto de familiaridad con las nuevas tecnologías.
  • La consideración de la escuela como espacio nuevo, proveedor de saberes y de contención pero, además —en las grandes áreas de necesidades económicas no satisfechas—, dispensador de alimentación diaria. Se está proclamando a voces que no hay ya una escuela, sino escuelas que se gestionan según sus realidades y necesidades. Sin embargo, en cualquiera de ellas se habla, se escribe, se lee. Se aprende en y por el lenguaje. La encarnación de los conocimientos es lingüística. Pero se encarnan si la cultura de la nutrición y de la salud del educando así lo permiten.
  • El convencimiento de que se enseña y se aprende a leer y a escribir a lo largo de toda la escolaridad, pero en ella hay más de una etapa etaria de especial observancia para cada una de las cuales se debe adecuar el grado de complejidad de contenidos y métodos.

No se nos escapa que lo propuesto parece obvio. Nadie negaría a esta altura de los acontecimientos la necesidad de mejorar la formación de la docencia o los cambios operados en la escuela. Pero ocurre que por temor a esa aparente obviedad y bajo pena de parecer reiterativos y poco novedosos, se está abandonando la insistencia en estos planteos. Y lo sabemos bien, a medida que se replican pruebas, que se entrecruzan indagaciones, en una palabra, que se persiste en ahondar, mayores son las sorpresas y más ricas las posibilidades de diseñar propuestas superadoras cada vez más específicas.

En un momento histórico crucial para la historia de los hablantes de español cual es el de la aparición de la Nueva gramática de la lengua española que no deja resquicio alguno para sustraerse a la reflexión sobre el hablar (que en definitiva, es convivir), nos parece de máxima importancia pensar juntos un futuro de participación dialógica, que no es, ni más ni menos, que un futuro de democratización.

Trabajos citados (se citan con el nombre general del área a la que pertenece la investigación)

  • Carranza, M. et al., Salud y competencias para la lectura y la escritura. Entregado para publicación (en licitación).
  • Carullo, Ana M. y M. Viramonte de Ávalos, Comprensión lectora. Preguntas inferenciales. Análisis de respuestas como vía para el estudio de estrategias cognitivas aplicadas por alumnos de primaria y de secundaria. Entregado para publicación (en licitación).

Notas

  • 1. La expresión «una vez más» alude a investigaciones anteriores en las cuales se mostraba la dificultad para operar cognitivamente, manejando la semántica y la pragmática del texto. Para un panorama amplio, puede verse nuestro libro: M. Viramonte de Ávalos, comp., Comprensión Lectora. Dificultades estratégicas en resolución de preguntas inferenciales, Colihue, Bs. As., 2000. Volver
  • 2. Viramonte de Ávalos, M., Transitando los nueve años ¿una bisagra en el desarrollo metacognitivo de la lectura?, en Bitácora, Revista de la Facultad de Lenguas, UNCórdoba, año V, n.º 9. Volver
  • 3. Golosinas como gomas de mascar, caramelos, turrones. También alcohol, panificados, helados, cereales inflados, etc. Volver