En su libro El elogio de la sombra, el escritor japonés Junichiro Tanizaki describe con acierto cuáles son las múltiples dificultades implícitas en adaptar el estilo de vida occidental al meticuloso diseño de una casa tradicional nipona. ¿De qué manera hacer coincidir la exigua luz que pasa a través de un panel de papel, con el intenso brillo de una bombilla eléctrica? ¿Cómo conjugar la pureza de las líneas de un pabellón de té con los cables de plástico necesarios para conectar una lámpara? Estas preguntas, en apariencia insustanciales, determinan en realidad el inicio de un agudo cuestionamiento sobre lo que sucede cuando una cultura se encauza en las vías de otra, o, puesto en las palabras de Tanizaki, cuando una civilización se bifurca y se encamina hacia una dirección diferente a la que parecía tener trazada desde el pasado.
Sólo hasta hace algunas décadas este debate se enunciaba exclusivamente como un enfrentamiento entre tradición y modernidad. Ahora, de lleno en la Sociedad de la información y del conocimiento donde el tiempo de la innovación es cada vez más corto, nos interesa replantear dicha disyuntiva y trasladarla al campo de la diversidad cultural y del diálogo, en el vasto territorio de la Internet, entre lenguas, sistemas de pensamiento y culturas. La casa descrita por Tanizaki se erige entonces como una metáfora elocuente de las numerosas negociaciones en los ámbitos público y privado necesarias para ajustar las costumbres de un pueblo, y traducir el patrimonio de una cultura a los códigos de otra, sin perder en ese tránsito el carácter distintivo de cada nación.
Esta presentación partirá precisamente de la imagen significativa de esa casa en donde confluyen dos culturas, para explorar de qué manera el concepto de traducción en su sentido semántico más amplio, es decir a la vez como práctica textual, acto de habla y área central de los recientes estudios culturales, nos ofrece un sinnúmero de posibilidades a la hora de reflexionar acerca del futuro de nuestra lengua de cara al mundo globalizado.
Comenzaré mi intervención hablando brevemente acerca de los idiomas como factores fundamentales en la construcción de las identidades nacionales. Seguidamente presentaré en términos generales el debate sobre la masificación cultural desencadenada por la globalización y sus efectos en términos de una posible unificación lingüística. El tercer apartado de mi ponencia estará orientado a considerar la expansión de las lenguas en Internet y a analizar las implicaciones del dominio del inglés sobre otras lenguas. Esta reflexión me permitirá, ulteriormente, destacar el concepto de traducción como ejercicio de lectura, comprensión y valoración de una cultura. Por último, dedicaré un momento a enmarcar esta comunicación en los objetivos estratégicos del CERLALC, organismo intergubernamental a nivel iberoamericano que dirijo.
Hace cinco años la Conferencia General de la UNESCO aprobó la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales. Los vectores contemporáneos de la cultura se alinearon entonces bajo una sola agenda global cuyo principal propósito fue posicionar a la diversidad cultural como una característica esencial de la humanidad, y en esa medida proponer estrategias de promoción y valoración de los bienes y servicios culturales, así como definir los derechos y obligaciones de los gobiernos frente a la protección de los mismos.
En tanto documento normativo de carácter vinculante, la Convención apunta entre otras cosas a la valoración de la diversidad lingüística como estrategia fundamental para garantizar la vitalidad de las culturas. Cobijado por la Convención, el complejo y rico espectro de las lenguas vivas adquiere nuevo reconocimiento como pieza clave del diálogo entre pueblos, favoreciendo intercambios culturales más amplios y equilibrados.
No obstante, cabe aclarar que la incursión de las lenguas como componentes cardinales del patrimonio inmaterial de las naciones, es un fenómeno relativamente reciente. Monique Couratier, editora de la revista Museum Internacional de la UNESCO, señala que durante mucho tiempo las políticas estatales que determinaban y dictaban el uso de las lenguas en los ámbitos nacionales, lo hacían desde un ángulo religioso y social. Por su parte, en el espectro internacional la inclusión de las lenguas como aspecto central del patrimonio cultural, sólo se dio hasta cuando se llevó a cabo el reconocimiento de las identidades culturales, seguido por la consideración de los derechos culturales y por la emergencia del concepto mismo de patrimonio inmaterial .1
Esta reciente acomodación de las lenguas en el dinámico espacio de la diversidad cultural, nos permite hablar en la actualidad de los idiomas como instrumentos primordiales de transmisión de la riqueza inmaterial de los pueblos,2 y como medios de comunicación que encarnan, transforman, consolidan e incluso ponen a prueba las identidades nacionales.
Para el crítico cultural galés Raymond Williams, la definición del lenguaje es siempre, implícita o explícitamente, una definición de los seres humanos en el mundo.3 El hombre se define, se construye y se renueva desde el lenguaje, haciendo de su propia lengua su casa, o como bien lo dijo el poeta Fernando Pessoa, haciendo de su lengua su patria. Así, tal y como lo señala Giovanni Gentile «toda cultura, toda visión del mundo, está estrechamente relacionada a la lengua que, representándola, la instituye. En este sentido, para interpretar una cultura no se puede prescindir de ‘su’ lengua e, incluso, una cultura puede conocerse, pero no puede trasplantarse, es decir sustraerse a la lengua que es el cuerpo donde vive».4
La lengua como cuerpo vivo, cambiante y polimórfico, puede llegar incluso a ser una cárcel. Jacques Derrida describe con acierto la asfixia de un monolingüismo que precede al sujeto, que lo constituye, lo lleva por los caminos de un inagotable solipsismo del ser antes del ser. Por su parte, el filólogo alemán Guillermo de Humboldt llega a la conclusión de que la lengua refleja no sólo los modos de pensar del pueblo que la habla, sino que la lengua predetermina y condiciona la manera en que ese pueblo ve el mundo y analiza la realidad; discusión que algún lingüista erudito selló con la frase: «Pensamos sólo lo que nuestra lengua nos deja pensar».
El lingüista Lee Wolrf demostró que en muchas culturas amerindias la lengua condicionó su cosmovisión, siendo responsable, por su estructura, de aquello que se ve y de lo que no se ve en realidad, convirtiéndose (la lengua) en lo que el mismo Wolrf denominó «prisión epistemológica».
Esta paradoja de la lengua, a la vez como sistema maleable y como entidad cerrada y dominante, responde precisamente a la directa relación entre lengua e historia, entre lengua y nación, entre lengua y poder. De este modo, resulta difícil desligar a las lenguas de su localización en el espacio, a saber de la multiplicidad de transacciones de orden simbólico que operan en la aldea global y que están estrechamente ligadas a las reestructuraciones políticas, económicas, sociales y culturales que poco a poco modifican el paisaje del mundo globalizado.
Para continuar nuestra exposición, imaginemos entonces a las lenguas que componen el valioso rompecabezas del mundo como órganos vivientes y mutables, sujetos a las constantes reestructuraciones del orden social en las cuales estamos todos inmersos.
La nación como sistema de significación cultural se funda precisamente en las experiencias colectivas, en los conocimientos y riquezas culturales que esta congrega. En este sentido, las lenguas constituyen un reflejo complejo y completo del patrimonio que la nación, en tanto que narración cargada de valor y de significado, representa en el contexto de la globalización.
Ulrich Beck señala que por primera vez en la historia todas las personas, los grupos étnicos o religiosos y las poblaciones, tienen un presente común: cada pueblo se tornó vecino inmediato del otro. La escisión de las fronteras simbólicas entre naciones, motivada por la cada vez más inminente construcción de una cultura supranacional, así como por ese conjunto de transformaciones que según Nestor García Canclini, suele agruparse bajo el nombre de globalización, ha motivado la proximidad de culturas anteriormente resguardadas bajo las coordenadas de un mapa, de una bandera, de un pasado común y de una lengua.
Por su parte, Manfred B. Steger define la globalización como un proceso social caracterizado por la existencia de interconexiones y flujos económicos, políticos, culturales, lingüísticos y medioambientales en el ámbito global, que hacen irrelevantes los actuales límites y fronteras.
Si bien el estudio de la globalización es de naturaleza plural y no se aborda desde una única perspectiva, podemos afirmar con certeza que la vecindad entre pueblos mencionada por Beck, ha dado lugar a la recomposición de las relaciones entre lo nacional y lo global.5 Si hace un tiempo el orden mundial se concebía principalmente en términos espaciales, siendo la frontera un concepto crucial en la constitución de las identidades nacionales, hoy en día entendemos lo social como redes inestables y versátiles en constante reacomodación. Como lo indica el filósofo Javier Echeverría Esponda al describir los atributos de Telépolis, la ciudad global que se ha ido desarrollando en el tercer entorno, estamos ante un nuevo espacio de interacción entre los seres humanos que marca la oposición entre las formas clásicas de organización social basadas en la territorialidad, la presencialidad y la proximidad entre los seres humanos, y la nueva ciudad, cuya estructura topológica no es el recinto con interior, la frontera, sino la red de interconexiones que vincula puntos geográficamente dispersos, pero unidos por la tecnología, superponiéndose así a los pueblos, ciudades y metrópolis.6
Frente a una realidad a la vez tan voluble y compleja, cabe preguntarnos cómo pensar las lenguas desde la diversidad cultural y la globalidad. ¿Qué sucede con esa casa descrita por Tanizaki, donde se libra un combate entre lo nacional y lo global, entre tradición y modernidad, entre unidad y diversidad? ¿Cómo pensar la lengua, siendo un elemento medular de la identidad de las naciones, de cara a la nueva vecindad entre pueblos?
Para comenzar, conviene situar esta discusión dentro del entorno de la sociedad de la información. Raúl Tejo Delarbre afirma que, más que un proyecto definido, la sociedad de la información es una aspiración: la del nuevo entorno humano, en donde los conocimientos, su creación y propagación son el elemento definitorio de las relaciones entre los individuos y entre las naciones.7 Si la globalización ha generado lo que hemos definido como una dislocación de las fronteras, dando pie a que las lenguas ya no sólo representen el acervo cultural de un pueblo sino a que a su vez se conviertan en actores primordiales del diálogo intercultural, la sociedad de la información ha alterado igualmente las formas de conocimiento y hoy en día constituye una forma de desarrollo económico y social en el que la adquisición, almacenamiento, procesamiento, evaluación, transmisión, distribución y diseminación de la información con vistas a la creación de conocimiento, juega un papel central en la definición de la calidad de vida y las prácticas culturales de los ciudadanos.8
Así las cosas, estamos inmersos no sólo en un proceso de reacomodación de las identidades nacionales, sino que atravesamos por un periodo de vigorización y preponderancia del conocimiento como forma fundamental de desarrollo. La información constituye en la actualidad una moneda de cambio y un valor primordial que transita en las redes y se modifica a partir de las múltiples negociaciones de información y conocimiento en el terreno de la virtualidad. En este panorama de paulatina mundialización de la cultura, las lenguas constituyen la materia misma con que se llevan a cabo las transacciones de procesamiento, evaluación, transmisión, distribución y diseminación de la información.
De este modo, las lenguas parecen ostentar un nuevo poder: aquel que les otorga el ser portadoras de la información y del conocimiento sobre el cual se construye nuestro actual orden mundial. Por lo demás, las lenguas circulan vertiginosamente por todos los espacios de tránsito, hibridación y multiculturalidad que en la actualidad componen buena parte de nuestra vida cotidiana, bien sea un espacio concreto como un aeropuerto, paradigma mismo del cruce entre lenguas y culturas, o en el espacio de la virtualidad, en los cientos de canales de televisión de todos los puntos cardinales, en la radio, en el cine y claro está, en la gran autopista de información que es la Internet.
Quizás la preocupación de muchos intelectuales que hoy estudian los fenómenos sociológicos del mundo actual, no va dirigida tanto a lo que pueda significar en sí mismo el concepto de «mundialización de la cultura», sino en cuanto que a través de la cultura, como lo expresó Michel Foucault, fluye el poder, no solamente en su concepción directiva y organizativa, sino como creador de «verdades», de «valores» y «legitimidades». De esta forma, lo que hoy nos preguntamos es si el proceso de globalización trae aparejado un modelo cultural que barrerá las diferencias propias del mundo pluricultural en que vivimos, producirá una unificación lingüística, creará patrones de consumo uniformes; todo esto en procura de establecer un mercado único mundial y abriendo paso al ejercicio de una instancia centralizada de poder, entendida ésta dentro de una dimensión globalizada.
Si las lenguas transitan, se entrecruzan y se modifican debido a que los encuentros entre culturas se multiplican por la globalización, así también se transforma el valor y el papel de las expresiones lingüísticas. Son cada vez más los préstamos, asimilaciones, calcos o adaptaciones que se hacen de una lengua a otra, influidos sobre todo por el inglés; y son cada vez más también las personas que utilizan más de un idioma en un mismo discurso. 9 Enfrentados a una suerte de sincretismo lingüístico y de hibridación cultural, los idiomas dejan de ser sistemas cerrados para dialogar entre sí y construir paulatinamente nuevas realidades lingüísticas.
Traspuesta a la situación de las lenguas en el contexto de la sociedad de la información, la casa tradicional nipona de Tanizaki podría verse intimidada en este caso por el súbito emplazamiento del inglés en el espacio anteriormente reservado para lo nacional. La lengua inglesa se ha convertido en lingua franca y global, y ese nuevo estatus implica, por lo demás, la incorporación de unos valores y de un sistema de pensamiento foráneos en el entorno antes reservado para una única lengua nacional dominante o incluso para un extenso abanico de lenguas locales.
El inglés es la lengua de Internet y de la diplomacia, de la navegación aérea y marítima, así como el vehículo para intercambios científicos, económicos y políticos, y el idioma predominante de la cultura popular y de los medios de comunicación masiva. En este contexto, tendremos que aceptar que el inglés tendrá predominio en el campo de la sociedad de la información, pues es en esta lengua en la que, en gran medida, se crea la ciencia que sostiene su infraestructura tecnológica, Además, la lengua inglesa ha ido provocando mutaciones lingüísticas en casi todas las culturas, conformando códigos especiales para el entendimiento del entorno tecnológico; amén del impacto que tiene en la conformación de los gustos en la moda, en la música y en el consumo de bienes culturales en general.
En este proceso paulatino de mudanza a Telépolis, la ciudad global, debemos reflexionar acerca del valor que la lingua franca continuará ganando en el tercer entorno. Sin embargo, resulta igualmente o si no más importante, pensar en la manera de revalorizar la identidad lingüística iberoamericana y garantizar tanto la vitalidad como la conservación de las más de 6000 lenguas habladas actualmente en el mundo.
La preocupación por la intrusión del inglés en el meticuloso diseño de la casa de Tanizaki traduce finalmente una inquietud con respecto a la hegemonía de la lengua dominante en el panorama vibrante y dinámico de la vecindad global. No obstante, hoy en día muchos especialistas coinciden en que la mundialización que supuestamente va a imponer el inglés no será tan contundente como ha previsto. De hecho, y como lo indica Renato Ortiz, la importante presencia del inglés en el nuevo entorno no significa necesariamente la desaparición de otras formas de hablar.10
Umberto Eco ha expresado que probablemente el modelo que se impondrá en la sociedad de la información será el del apóstol Pablo, quien nació en Tarso, en una ciudad judía que hablaba griego, leía la Torá en Hebreo y predicaba en Jerusalén en arameo, tenía ciudadanía romana y seguramente hablaba latín. Lo valioso de este comentario, es que en él se da una forma de uso especializado de la lengua. Así, es necesario circunscribir el uso del inglés a unas determinadas esferas y circunstancias, fomentando desde otras latitudes una resistencia cultural y lingüística que asegure un verdadero multilingüismo.
Daniel Dor señala que en el nuevo sistema de mercado global se han afianzado lo que él llama unas «zona de lenguaje», a saber una suerte de franjas lingüísticas constituidas por los hablantes, nativos o no, que se acogen en el espacio de la virtualidad a una lengua determinada. La zona de lenguaje rusa reúne, por ejemplo, a los inmigrantes rusos que viven en Estados Unidos, en Alemania, en Israel, así como a los ciudadanos del Estado ruso. Las lenguas ya no están, entonces, exclusivamente atadas a un territorio demarcado.
En este contexto y con miras a fortalecer la identidad lingüística de Iberoamérica en el tercer entorno, surge la necesidad de favorecer la creación de estos corredores virtuales de lenguas, potenciando la presencia en Internet del español y el portugués. La acción de los gobiernos debe dirigirse en este sentido a instituir espacios que fomenten la creación de nuevas obras y producciones, a crear los medios y suministrar los recursos para que estas expresiones de nuestra identidad se conozcan, compitan y se relaciones con otras expresiones culturales.
El idioma español debe fortalecer cada día su propia «zona de lengua» en Internet, su propio corredor lingüístico virtual, pero para ello se hace necesario incentivar la producción cultural, y buscar estrategias para aumentar y promocionar la creatividad doméstica, de tal forma que sea posible sopesar y contrarrestar los fenómenos de uniformización cultural.
Enrique Iglesias señala por otra parte que «en el ámbito de la cultura, el español constituye el soporte de muchas de sus manifestaciones, literarias, musicales o artísticas. De aquí, dice Iglesias, se deriva algo muy tangible, la contribución económica de las industrias culturales basadas en la lengua común. La industria editorial, la musical, la vinculada a las artes plásticas realizan, una aportación muy relevante a nuestro Producto Interior Bruto».11
El fortalecimiento de este bloque lingüístico iberoamericano de cerca de seiscientos millones de personas, constituye una acción apremiante no sólo desde un punto de vista cultural, buscando promocionar las industrias culturales de Iberoamérica en el tercer entorno, sino desde una óptica de mercado, garantizando en condiciones dignas, la convivencia de las creaciones y producciones culturales con los productos culturales extranjeros.
Ahora bien, el fortalecimiento de las lenguas mediante la producción de contenidos originales y la apertura de espacios multilingües en Internet, no estaría completo sin tomar en consideración la importancia de la traducción como principio esencial de negociación cultural en el ámbito de la globalización.
La palabra germana para traducción ilustra la función básica de este acto. Ber-setzen quiere decir pasar a través (to cross along), entendido generalmente en el sentido de atravesar un lago o un río. Esta imagen sintetiza precisamente la labor que realiza el traductor de pasar algo de una orilla a otra. 12 Por su parte, para la Asociación de Lenguas Modernas, la traducción es el concepto más importante de la actual teoría cultural. Bajo la luz de la globalización, de los retos impuestos por las nuevas tecnologías y de la celeridad con que mudan los paradigmas culturales, la traducción en su contexto semántico más amplio se impone no sólo como un área del saber en expansión, sino como un pivote del diálogo intercultural, abocado a responder oportuna y adecuadamente frente a un modelo global de sociabilidad.
La producción de bienes culturales en capacidad de circular y de atravesar hasta la otra orilla, no sería posible si los gobiernos y las entidades competentes se limitaran únicamente a fortalecer la presencia de esas zonas de lengua española en el tercer entorno. Este proceso debe ir acompañado de una política coherente y sólida en traducción, de suerte que el potencial creador de Iberoamérica pueda decodificarse y recodificarse en los términos de otra cultura y otra lengua.
La convivencia, en el espacio de la aldea global, entre productos culturales de distintos orígenes, sólo resulta posible en la medida en que rescatemos esa imagen de la traducción como un tránsito y un desplazamiento, cuyo propósito es precisamente poner a dialogar dos realidades diferentes que ahora conviven en un mismo vecindario, aquel de la virtualidad.
El punto de partida de nuestra charla fue una imagen doméstica, aquella de los tenues paneles de luz japoneses enfrentados a la intensidad de una bombilla eléctrica. En ella se representa la dificultad de hacer coincidir en un mismo espacio dos realidades culturales opuestas. Precisamente de ese escollo y de las múltiples variables que hemos abordado en esta presentación, surge la necesidad de revalorar la traducción como ejercicio de negociación entre las identidades nacionales, las lenguas y los bienes culturales de diversos orígenes y coordenadas.
Hemos hablado del tercer entorno definido por Echeverría Esponda y ahora retomaremos los planteamientos teóricos del crítico cultural Homi Bhabha, quien señala la existencia de lo que él denomina un tercer espacio, es decir un espacio intermedio localizado entre sistemas referenciales antagónicos. El tercer espacio es aquel de la hibridación cultural, de la escisión de fronteras, del multilingüismo y del diálogo entre pueblos. Es el lugar donde diferentes constelaciones culturales se entrecruzan en un continuo movimiento. Este concepto, afirma Bhabha, permite ver la actividad de la traducción como un proceso interactivo y un lugar de encuentro, de comunicación, de decodificación y recodificación cultural.
Este tercer espacio, que Mary Louise Pratt denomina «zona de contacto», es un espacio cultural donde las disparidades se encuentran, se chocan y se articulan a partir de relaciones de dominación y subordinación. Bien podemos afirmar que la traducción suscita la conformación de un tercer espacio, de una zona de contacto entre lenguas y culturas. La traducción no es sólo un proceso interlinguístico sino intercultural, que potencia y favorece el diálogo entre culturas dispares y entre expresiones lingüísticas disímiles.
Frente a la defensa del idioma español en el mundo globalizado, la traducción constituye una manera efectiva de darle mayor visibilidad a nuestra lengua, de ponerla a dialogar con otras expresiones lingüísticas, y motivar un desplazamiento del patrimonio cultural de nuestras naciones a otros idiomas y puntos cardinales.
Así las cosas, los actores del mundo de la cultura deben generar iniciativas heterogéneas. Es necesario, por una parte, promover la creación y consolidación de bienes culturales, para que Iberoamérica no sea únicamente receptora de conocimientos foráneos, sino también productora de información y contenido. Para ello, el español debe continuar consolidándose en Internet como una lengua dinámica y vigorosa, que debe ir robusteciendo sus propios corredores virtuales de lengua. A su vez, es necesario repensar la traducción, de manera que se fomente la circulación de esos contenidos en otros idiomas.
Sólo cuando la traducción sea entendida en toda su complejidad conceptual y práctica, podremos hablar de multiculturalidad, de diálogo entre pueblos y sobre todo de verdadero entendimiento de otras culturas. La traducción es por excelencia un acto íntimo de lectura de otras realidades, de allí su inmenso valor en el entorno de la aldea global.
Fiel a su misión de asesorar y brindar asistencia técnica a los gobiernos iberoamericanos en el diseño y la aplicación de políticas y proyectos que favorezcan la consolidación de sociedades lectoras, el CERLALC es consciente de su compromiso de promover la identidad lingüística de Iberoamérica como un requisito fundamental para garantizar el fomento de la lectura y la escritura, la producción y circulación del libro y la defensa de la creación y del derecho de autor.
En el mes de noviembre del 2008, el CERLALC organizó en Santiago de Chile el Foro Iberoamericano sobre la Lectura, el Libro y las Bibliotecas en la Sociedad del Conocimiento, que congregó a los gobiernos de la región, expertos e instituciones públicas y privadas del sector de la lectura, el libro, las bibliotecas y el derecho de autor, con el fin de generar un consenso internacional sobre el diseño de políticas públicas idóneas para enfrentar los desafíos que impone la sociedad del conocimiento a cada organización social. En el marco de este importante encuentro, se hicieron recomendaciones sobre la necesidad de fomentar el desarrollo de políticas públicas de apoyo institucional a las traducciones del español y el portugués a otros idiomas, y viceversa, privilegiando las lenguas originarias de los países de Iberoamérica.
Por este motivo, uno de los proyectos institucionales centrales para este año será el de traducciones. Se trata de una iniciativa de alcance regional que busca contribuir a dar visibilidad a los proyectos editoriales que establezcan un diálogo entre culturas a través de traducciones, dando cuenta de la diversidad de un país, y de sus avances científicos y técnicos.
En el CERLALC somos conscientes de que la actividad editorial local se fortalece cuando además de la publicación de autores locales se publican autores de otros países, y cuando existen negociaciones para la edición de las obras en otros idiomas. Para ello, el Centro elaborará un documento sobre la situación de la traducción en los tres países hispanoparlantes con industrias editoriales más desarrolladas: Argentina, Colombia y México, que incluya información general sobre los libros traducidos del español al portugués, inglés, francés y alemán indicando sus editores, el área temática y el traductor, así como una descripción sobre la oferta de traductores, una relación de apoyos existentes, bien sean becas, premios, ayudas y subvenciones a la traducción. Este ejercicio piloto en el área de la traducción nos permitirá darle forma a un panorama de la profesión de traductor en la región. Este constituirá un primer paso para consolidar a la traducción como una interesante posibilidad de negocio de la cadena de producción del libro en Iberoamérica.
Quiero cerrar mi intervención planteando la necesidad de construir una nueva habitación en la casa de Junichiro Tanizaki, un tercer espacio donde confluyan la diversidad lingüística, el patrimonio cultural inmaterial y el diálogo entre naciones. Este nuevo espacio permitirá hacer más fácil el tránsito de la unidad a la diversidad, de la identidad nacional a la vecindad entre pueblos.
Nuestra labor debe ir encaminada a fomentar la producción y circulación de contenidos, a fomentar el uso del español en el ámbito de la virtualidad, a promover la traducción de nuestra lengua hacia otras lenguas, a estar abiertos a leer otras culturas y otras realidades sociales y culturales. De esta manera consolidaremos el patrimonio común de la región y garantizaremos que nuestra lengua siga fortaleciéndose y respondiendo adecuadamente a los retos impuestos por la mundialización de la cultura.