El idioma es complejo. No se asemeja a ningún otro de los que yo tenga noticia. No podemos hablar de partes de la oración, ya que no hay oraciones. Cada palabra monosílaba corresponde a una idea general, que se define por el contexto o por los visajes. La palabra nrz, por ejemplo, sugiere la dispersión o las manchas; puede significar el cielo estrellado, un leopardo, una bandada de aves, la viruela, lo salpicado, el acto de desparramar o la fuga que sigue a la derrota. Hrl, en cambio, indica lo apretado o lo denso; puede significar la tribu, un tronco, una piedra, un montón de piedras, el hecho de apilarlas, el congreso de los cuatro hechiceros, la unión carnal y un bosque. Pronunciada de otra manera o con otros visajes, cada palabra puede tener un sentido contrario.
Contra lo que alguien pudiera sospechar, este párrafo no es una descripción del lenguaje de los SMS, sino del de los mlch, tribu bárbara, «quizá la más bárbara de la tierra», que el misionero David Brodie, que convivió con ellos, llama yahoos para que sus «lectores no olviden su naturaleza bestial y porque una precisa transliteración [de su nombre] es casi imposible, dada la ausencia de vocales en su áspero lenguaje». Bien saben Uds. que David Brodie no es un personaje real, sino ficticio y aparece en el relato de Borges «El informe de Brodie», publicado en 1970.
Los SMS (iniciales en inglés de Short Messages Service o System), a diferencia del lenguaje de los yahoos, son mensajes no orales, sino escritos, que se envían y reciben a través de los llamados teléfonos móviles o celulares y tienen un límite máximo de 160 caracteres. El primer SMS se envío en 1993; hoy se envían, en todo el mundo, muchos cientos de millones diarios.
Desde un punto de vista mecánico la escritura de los SMS está determinada, en principio, por tres factores:
Para el usuario, esas características determinan a menudo, pero no siempre, las prácticas de escritura, que están dictadas en general por razones económicas, esto es, para ahorrar tiempo y dinero; razones que explican, también, por qué, aunque los SMS pueden enviarse con el llamado ‘modo predictivo’ o ‘tecla inteligente’ (que hace que el diccionario del teléfono proponga las palabras que pueden escribirse después de haber tecleado las primeras letras de ellas o la palabra entera), muchos usuarios utilicen el modo manual ‘Abc’.
En esa práctica escritural (que tiene, dicen, origen en los chats y ha extendido su dominio, parcialmente, a las llamas redes sociales) los SMS modifican a menudo sobre todo la ortografía oficial del español, pero también su morfología y su sintaxis. Los cambios más frecuentemente operados pueden ordenarse, a efectos expositivos, según las cuatro categorías modificativas de un todo lineal, esto es (en el orden cuantitativo pertinente a este caso):
Esas cuatro categorías se pueden combinar en el todo lineal de la palabra o en el del mensaje, y éste, generalmente, prefiere la yuxtaposición a la coordinación o la subordinación, y la coordinación a la subordinación.
Pero ninguna de las modificaciones citadas es sistemática, ni en el conjunto de los SMS, ni en los SMS de un usuario individual. Cada grupo social, cada grupo de edad, cada grupo geográfico, cada grupo de amigos y hasta cada individuo suelen utilizar distintas modificaciones, y éstas tienen un carácter efímero, cambiando con mucha rapidez en el tiempo.
Tal diversidad ha sido interpretada de diversas maneras. Elogiosamente para quienes sostienen que hay en ellas una gran creatividad o por quienes ven en el sistema de transcripción utilizado en los SMS, un acercamiento a la lengua oral. Con preocupación por otros que creen necesario introducir cierta normativa en el ‘lenguaje’ de los SMS, o prevén una brecha generacional producida por ellos.
Sobre esas esperanzas y temores cabe observar que, como se ha hecho notar reiteradamente, las modificaciones introducidas por los SMS no son inéditas:
Justo es reconocer, sin embargo, que la cantidad de practicantes de la escritura SMS abarca un universo mayor que cualquiera de los antecedentes citados. Es sin duda esa cantidad la que determina, por una parte, la intención de normalizar su uso a través de diccionarios (no sólo la intención: ya existen diccionarios de esa naturaleza), cuanto el temor de que el lenguaje de los SMS cause una fragmentación generacional en el uso escrito del español.
Un diccionario de SMS presenta enormes dificultades y, me temo, va contra la naturaleza misma de ese tipo de escritura, por lo que su utilidad es extremadamente discutible. Si los SMS son un peligro para la unidad del idioma, no son un peligro aislado, sino parte y resultado de un peligro mayor anunciado por algunos: el del progresivo empobrecimiento cultural que se manifiesta, entre otras cosas, en que los adolescentes están perdiendo la capacidad de leer y escribir textos largos, según afirma un reciente estudio del University College de Londres. Pero, según otros estudios, los jóvenes tienen muy presente la adecuación y la oportunidad del modo en que escriben, por lo que en un examen no utilizan los cambios que introducen en los mensajes telefónicos escritos.
Permítanme, antes de concluir, leer las líneas que siguen al párrafo de Borges con que iniciaba estas palabras:
La virtud intelectual de abstraer que semejante idioma postula, me sugiere que los Yahoos, pese a su barbarie, no son una nación primitiva sino degenerada. Confirman esta conjetura las inscripciones que he descubierto en la cumbre de la meseta y cuyos caracteres, que se asemejan a las runas que nuestros mayores grababan, ya no se dejan descifrar por la tribu. Es como si ésta hubiera olvidado el lenguaje escrito y sólo le quedara el oral.
Asegurar que la escritura de los SMS anuncia, para nuestra cultura, un futuro tan tenebroso es, a lo menos, prematuro.