España es uno de los países del mundo con mayor inmigración en este siglo. En los últimos nueve años, la población extranjera ha pasado de ser el 2,28 % a superar el 12 %. Unos 5,5 millones de residentes en España han nacido fuera. La gran mayoría de ellos han emigrado por razones económicas, han buscado en nuestro país una mejor oportunidad profesional y vital para ellos y para sus familias. Y a España le han dado mucho: una buena parte del crecimiento económico español de los primeros años de este siglo, que como probablemente ustedes saben fue espectacular, se lo debemos a los inmigrantes. Además, han hecho de España un país culturalmente más rico, más variado, más completo. Por si todo ello fuera poco, algunos, al volver a sus países de origen con la crisis económica de los últimos dos años, se han llevado nuestra lengua, el español, se han convertido en agentes activos de la expansión de nuestro idioma.
Nuestros inmigrantes económicos proceden, mayoritariamente, de tres grandes áreas geográficas: Latinoamérica, el Magreb y los países del Este de Europa. Los latinoamericanos son el 37 % del total. Los magrebíes, el 15 %. Los de la Europa del Este, el 18 %. Entre las tres grandes zonas suman, por tanto, más de dos tercios del total. El otro tercio está muy fragmentado, muy atomizado. Abundan los inmigrantes procedentes de los países africanos subsaharianos.
En España hay muchas publicaciones periódicas específicas para esta población y escritas en sus propias lenguas. En rumano, en búlgaro, en chino, en árabe. También en español de América… Algunos de ellos cuentan con grandes tiradas y numerosas audiencias. Latino, por ejemplo, tiene 150 000 ejemplares semanales y más de 400 000 lectores. Raíz, 766 000 ejemplares mensuales entre sus distintas ediciones: África, Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, Marruecos, Paraguay, Perú, Rumanía, Ucrania, República Dominicana y Bulgaria.
Noi, un semanario en rumano, suma 25 000 ejemplares y más de 80 000 lectores. Sí se puede, en castellano, ha llegado a tirar 150 000 ejemplares semanales y a contar con más de 250 000 lectores. La gran mayoría son gratuitos, pero los hay incluso de pago: Nova Duma, por ejemplo, es una publicación en búlgaro que vende 34 000 ejemplares semanales. Como ven, no son tiradas ni audiencias cortas las que les cito, son cuantiosas e indican que este tipo de publicaciones han penetrado muy rápidamente en el tejido social de esta nueva España mestiza.
A todas esas publicaciones periódicas dirigidas a inmigrantes económicos hay que añadir muchas otras que se hacen para inmigrantes no económicos, para europeos que han elegido España como lugar permanente de residencia, en muchos casos de jubilación: ingleses, alemanes, franceses, escandinavos… Los semanarios o mensuales en inglés, en alemán o en francés son frecuentes en muchos lugares de España, sobre todo en las zonas costeras de sol y playa.
Pero el mayor fenómeno que se ha producido en los medios de comunicación en España en los últimos años es otro, es el de la eclosión de la prensa gratuita diaria de información general. Un fenómeno que, como vamos a ver, ha generado un gran impacto en la sociedad española y, también, en el colectivo de inmigrantes.
El primer gratuito fue 20 minutos, que es el diario que yo dirijo. Nació hace 10 años con 100 000 ejemplares de tirada en Madrid y otros 100 000 en Barcelona. Hoy tiene 15 ediciones diferentes en otras tantas grandes áreas urbanas españolas (Sevilla, Valencia, Bilbao, Málaga, Zaragoza… en fin, en todas las grandes ciudades) y suma 800 000 ejemplares al día y 2,4 millones de lectores. Somos el diario de información general más leído de España, incluyendo a todos los de pago. No lo decimos nosotros, lo dice el Estudio General de Medios (EGM), que es una encuesta gigantesca, de unas 80 000 entrevistas al año, que se hace en tres olas diferentes (primavera, otoño e invierno) desde hace 40 años, con total garantía de imparcialidad. Pues bien: esta macroencuesta certifica que en España tres de los cuatro diarios más leídos son gratuitos. El primero es mi periódico, 20 minutos, con 2,4 millones de lectores de media al día; el segundo es El País, que es de pago, con 2,1 millones de lectores; el tercero es Qué, gratuito, con 1,7 millones; y el cuarto es Adn, también gratuito, con 1,4 millones de lectores al día.
Los gratuitos son diarios para el gran público. Somos prensa ciudadana, no de elites. Somos prensa que informa, entretiene, da servicios y crea comunidad de lectores. Usamos el lenguaje sencillo de la calle. Nuestros textos, nuestras informaciones, son cortas, precisas, concisas. Un folio, no cinco. Cinco o seis párrafos en ese folio, varias oraciones en cada párrafo. Son informaciones pensadas para ese lector que a primera hora de la mañana se desplaza en el transporte público de las grandes ciudades españolas. Viaja en un vagón de metro o en un autobús con poca iluminación, viaja un poco incómodo entre muchos otros que, como él, van camino de su lugar de trabajo o de estudio…
A ese viajero, los diarios gratuitos le damos cada mañana un periódico pensado para leer en ese entorno no muy acogedor, donde además ha de estar pendiente de las paradas, para bajarse en la suya. Frases cortas, pocas oraciones subordinadas, pocas aposiciones o yuxtaposiciones, poca jerga, pocos términos raros. Lenguaje limpio, en suma. Pero no lenguaje chabacano, no lenguaje malbaratado. Nuestros controles sobre el uso de la lengua son muy exhaustivos. Internos y externos. 20 minutos fue el primer medio de comunicación impreso que firmó una acuerdo con la Fundación del Español Urgente (Fundéu) para velar por el buen uso del español. Lo firmé en junio de 2006 con el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha. Desde entonces, Fundéu analiza periódicamente los contenidos de 20 minutos y nos hace recomendaciones para que mejoremos nuestros textos, desde el punto de vista lingüístico, y nosotros publicamos en nuestras páginas un artículo semanal de Fundéu sobre uso del lenguaje.
Nuestro colectivo de lectores reproduce con exactitud casi milimétrica los parámetros demográficos generales de la población española. Tenemos tantas lectoras como lectores, nos leen tantas mujeres como hombres. Nos leen los jóvenes, muchísimos jóvenes. Y nos leen los inmigrantes.
Como decía al comienzo, el 12 % de la población española es inmigrante. Pues bien: también en torno al 12 % de nuestros lectores son inmigrantes. Nos leen, por tanto, cada día, casi 300 000 inmigrantes. Son muy participativos, nos escriben cartas opinando sobre temas de actualidad. Pero no sólo de actualidad: recibo a menudo cartas de inmigrantes rumanos, polacos, ucranianos, búlgaros, marroquíes o argelinos que lo que me cuentan es que aprenden la lengua española con nosotros, con los diarios gratuitos. Se informan, se entretienen… y amplían su vocabulario o mejoran su ortografía.
Hace dos años y medio, en octubre de 2008, la AEEPP, una asociación de editores de prensa de la que soy presidente, organizó en Madrid un congreso mundial de prensa gratuita. Participaron 350 congresistas de 26 países. El congreso elaboró y aprobó el Manifiesto de Madrid, una declaración pública de los gratuitos al conjunto de la sociedad, un documento en el que sacábamos pecho.
Proclamábamos que la prensa gratuita fomenta le lectura y permite un mejor y mayor acceso de los ciudadanos a la información, a la cultura, a la participación social y a los hábitos democráticos. Que creamos tejido cívico y fomentamos la cohesión en las comunidades de lectores a las que nos dirigimos. Que reforzamos el derecho a la libertad de expresión y al resto de libertades públicas en las sociedades democráticas… «La prensa y las publicaciones gratuitas son, en definitiva, un bien público», concluía el Manifiesto. Si lo redactáramos hoy de nuevo, le añadiríamos un punto más al Manifiesto de Madrid: «La prensa y las publicaciones gratuitas fomentan la integración de los inmigrantes y colaboran activamente en su aprendizaje de la lengua del país de acogida».