Acerca del idiomaJorge Cruz

Zacatecas, Valladolid, Rosario, Cartagena, sedes de los Congresos Internacionales de la Lengua Española, puntos cardinales que exhiben con orgullo la admirable extensión del continente hispanohablante, terreno allanado por el idioma común para cultivar sin descanso el entendimiento y la colaboración en todos los órdenes.

El próximo CILE, el quinto, abrirá sus puertas en la culta y bellísima Valparaíso, uno de los centros de la proscripción argentina durante el sombrío período de la dictadura rosista. Allí nació El Mercurio, que aún exhibe su condición de ser el más antiguo diario editado en lengua española. En él, uno de los exiliados más ilustres, Domingo Faustino Sarmiento, escribió algunas de las páginas mejores de su vasta y variada obra literaria. Lo hizo en un idioma castizo y a la vez criollo, afirmando la peculiaridad americana pero sin poder deshacerse de las hondas raíces peninsulares de sus mayores. Disipados desde hace más de un siglo los recelos que provenían de utilizar el idioma del colonizador, el afán de los grandes lingüistas españoles e hispanoamericanos ha sido bregar por mantener el privilegio de una lengua común impidiendo que los excesivos particularismos quebraran el sólido bloque. Por el idioma precisamente, los hispanohablantes somos partícipes de una historia que se remonta a los orígenes neolatinos y los tiempos medievales. Cada uno de nosotros es «ciudadano de la lengua», según la frase de Rubén Darío en las «Dilucidaciones» de El canto errante. El nuevo Congreso de la Lengua, seguramente, volverá a ratificar esta abarcadora intención de unidad y cuidado de un idioma en cuyo ámbito espiritual no se pone el sol.

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