En las últimas décadas, tanto en el mundo de habla inglesa como en el de habla española, ha habido un despertar del interés por el estudio de aquellos documentos olvidados o poco estudiados, intencionadamente o por negligencia, que recogen el pasado histórico y literario de los hispanos en Norteamérica.
Las nuevas tecnologías han facilitado la digitalización de documentos poco accesibles, de ediciones agotadas de libros antiguos, e incluso de manuscritos inéditos, y la acelerada utilización de Internet o, como la llaman los mexicanos, la telaraña mundial de comunicaciones, los ha puesto al alcance de la mano de todo aquel que desee utilizarlos.
En los Estados Unidos ha habido un resurgir de la labor de traducción de estos textos, que contrasta con la lentitud del mundo hispano para ofrecer reediciones de libros agotados, que hoy día pueden ser fácilmente conseguidos en su versión inglesa.
Esta nueva tendencia subvierte la actitud política de los Estados Unidos en la época subsiguiente al tratado Guadalupe Hidalgo, en que se llegó incluso a quemar documentos españoles de Nuevo México, a fin de borrar el pasado hispánico de esta región, y crear en ella un nuevo mundo anglosajón a su imagen y semejanza.
El proyecto Historias paralelas ha unido a la Biblioteca Nacional de Madrid y la Biblioteca del Congreso en Washington, para facilitar algunos de estos documentos esenciales a todo aquel que tenga una computadora.
El proyecto Colecciones mexicanas (basta con poner estas dos palabras en el buscador Google) abre las puertas al lector, directamente, a la edición facsímil de multitud de documentos de la colección franciscana, o a los documentos oficiales del virreinato, convirtiendo en paleógrafo a todo aquel que desee ejercer esta labor.
La encomiable y expansiva labor de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la Universidad de Alicante (Cervantesvirtual.com) ha puesto a disposición de todo el mundo documentos y libros de difícil acceso por medio de su «Colección Americana», que más adelante detallaremos.
El Proyecto Gutenberg consiste en ofrecer, en versión digital múltiple y disponible para ser descargadas en el ordenador, obras maestras de la historia y la literatura universal, entre las que se encuentran no pocas obras clásicas españolas e hispanoamericanas.
De hecho el buscador Google pone a disposición del público una multitud de obras digitalizadas, principalmente clásicas, y con frecuencia de rara disponibilidad. Basta con seleccionar la búsqueda en la sección de libros completos, books en inglés, para encontrarse con valiosísimos libros que pueden gratuitamente ser descargados en la memoria del ordenador. Pongamos como ejemplo la Colección de documentos inéditos para la historia de España.
De creación reciente, en 2009, es la Biblioteca Digital Mundial de la UNESCO de asombrosas repercusiones (Cosmografía de Pedro de Medina).
La Biblioteca Digital del Patrimonio Iberoamericano es un esfuerzo conjunto de las bibliotecas de América y la península ibérica. Mediante ella podemos acceder a los manuscritos del Dr. Pedro Fernández de Pulgar, canónigo de la catedral de Palencia, cronista oficial de Indias.
El Archivo de Indias, pionero de la digitalización, celebra desde el 19 de septiembre hasta el 9 de febrero una exposición sobre el Pacífico: «España y la aventura de la mar del sur» para conmemorar el brillo en la mirada ante la contemplación de los mares del sur por Vasco Núñez de Balboa, hace 500 años en septiembre.
La Casa de América en la madrileña plaza de la Cibeles en colaboración con el Museo Naval, celebra hasta el 2 de febrero del 2014 una exposición acompañada de múltiples actos culturales titulada: «La exploración del Pacífico: 500 años de historia».
Las grandes bibliotecas de todo el mundo no se tienen ya por grandes si no cuentan con una sección de documentos y libros digitalizados. Valgan como ejemplo, aparte de las ya citadas, el Archivo de Indias de Sevilla, la Bibliothèque Nationale de París, la Biblioteca Pública de Nueva York, o la Biblioteca Real de Copenhague.
Contrasta esta dinámica con el postulado axiomático de muchos norteamericanos que aseguran que los Estados Unidos comenzaron con la llegada del Mayflower a la roca de Plymouth, e intencionadamente olvidan la llegada de Juan Ponce de León a la Florida el día de Pascua de 1512, y los 108 años que precedieron a la llegada y al asentamiento permanente del mundo anglosajón en Norteamérica.
Olvidan también, que durante este período de más de un siglo llegaron a Norteamérica en lengua española el alfabeto y la literatura, dando carta de naturaleza a una lengua que sigue manifestándose llena de pujanza, cerca de 500 años después, tanto en su forma oral como escrita.
Conviene recuperar este predio cultural, hasta ahora omitido o superficialmente estudiado en Norteamérica, tanto en los programas de estudio de bachillerato como en los universitarios, mediante la creación de cursos sobre los primeros escritos españoles en las tierras norteamericanas, la reedición de obras agotadas y no publicadas desde hace décadas e incluso siglos, la edición y publicación de los numerosos manuscritos inéditos que se encuentran disponibles en los archivos, y la compilación en antologías en lengua española e inglesa de los textos de mayor interés a fin de ponerlos al alcance tanto del lector hispano como del anglosajón que no tenga intención de acercarse al tema con la minuciosidad del investigador o del estudiante graduado.
Convendría establecer en estos cursos con claridad la distinción entre la etapa del virreinato y la etapa de la colonia. Con frecuencia se olvida que el asentador y descubridor, el fraile y el caballero, son figuras que trasplantan una identidad de raíces medievales a esa tierra incógnita, a la que aportan lo que de bueno y de malo tienen el Renacimiento y el Barroco europeo. Tanto la literatura como la historia del virreinato corresponden a la etapa de la dinastía de la Casa de Austria.
El cuestionamiento que trae consigo el Neoclasicismo, la Ilustración, el empirismo, el cuestionamiento de los axiomas religiosos, y los embates contra el ancien régime, que culminan con la revolución en Francia y con el proceso de autogestión tanto en América como en España —y en contra del absolutismo real y del despotismo ilustrado— encajan más con la etapa del liberalismo económico, que utiliza el concepto de «colonia» y «colonialismo» hasta entonces inexistente en las referencias históricas del mundo hispánico. Es un concepto traído de fuera gestado en la etapa de la dinastía de la Casa de Borbón.
Limitemos este breve estudio a esta primera etapa virreinal. A fin de establecer que el alfabeto y la palabra escrita llegaron a Norteamérica en lengua española pongamos en nuestra lista de lecturas en primer lugar aquellas obras escritas durante los 108 años anteriores a la llegada del Mayflower. En segundo lugar mencionemos algunas de las obras imprescindibles escritas con posterioridad.
Constituye esta primera literatura la cartografía y sus manifestaciones en planisferios y mapas del Orbe Nuevo, derroteros de mar y de tierra, cartas e informes de secretarios de cartas reales, sacerdotes, oficiales, soldados de a pie, asentadores y cautivos; sobre todo, triunfan la «relación» y el «memorial» enviados con frecuencia al virrey, al Consejo de Indias, a algún noble, a los priores de las órdenes monásticas, al rey, al emperador, e incluso al papa.
En su mayoría son obras que manifiestan el asombro ante lo nuevo, que revelan con transparencia la subjetividad del narrador, y que tienen la fuerza del valor testimonial de un testigo presencial de un momento histórico sin precedente.
Al igual que en la Edad Media española, literatura e historia convergen en un mismo cauce y, del mismo modo, constituyen las primeras letras de Norteamérica.
Además de la primera narración, también en esta época preinglesa se escribieron la primera biografía, el primer poema épico, el primer libro bilingüe, el primer libro de lingüística, el primer libro religioso, el primer libro de deportes y la primera representación dramática.
De lectura aconsejable serían las obras que se comentan a continuación.
La Florida
Nuevo México
California y Arizona
Comentemos brevemente alguna de las obras esenciales que podrían ser seleccionadas como lectura obligatoria de un curso académico sobre los primeros escritos en Norteamérica.
Como obra emblemática debe encabezar esta lista de lecturas Los naufragios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, donde se narra el desastrado fin de la expedición de Pánfilo de Narváez y los ocho años de supervivencia del narrador con sus tres compañeros, Guerrero, Dorantes y el negro marroquí Esteban Azamor por todo el sur de los Estados Unidos, desde la gran Florida hasta el territorio de Arizona, para dirigirse por fin a México.
El memorial que hizo el doctor Gonzalo solista Merás de todas las jornadas y sucesos del adelantado Pedro Menéndez de Avilés su cuñado y reconquista de la Florida y justicia que hizo en Juan Ribao y otros franceses escrita en el 1565 constituye una de las obras de mayor interés. Es la primera biografía escrita sobre una figura histórica de Norteamérica: don Pedro Menéndez de Avilés. Comienza la obra con el encomio de la nobleza de la familia de Pedro Menéndez, que habitaba en la casa de doña Paya donde los reyes godos que sucedieron a don Rodrigo habitaban, que por ello se llamaba Monte del Rey el lugar donde estaba construida.
Su pericia marinera juvenil es descrita por el autor como precedente de la brillante carrera que más adelante llevaría a cabo como Adelantado de la Florida. La fundación de San Agustín en 1565, primera ciudad norteamericana, y la primera misa dicha por el padre Lope de Mendoza y Grajales es un momento de interés para aquellos que conocemos el lugar y las tierras de Nombre de Dios. El luctuoso suceso en que resultó el intento de asentamiento acometido por los hugonotes franceses de Laudonniere, Jean Ribaut y la venganza de Dominique de Gourges de Mont de Marsan quedan detalladamente narrados. Destaca Solís de Merás las claras órdenes dadas por el rey Felipe II, la importancia estratégica para controlar el Caribe que tenía el paso de las Bahamas, y la imposibilidad de que un grupo menor de españoles desprovistos de víveres pudiesen mantener un grupo superior de prisioneros franceses que, de haber sido liberados, hubiesen fácilmente acabado con la población española.
Sería casi imposible sustraerse a la tentación de incluir en una antología, por su colorido, el primer encuentro de Pedro Menéndez de Avilés con el jefe calusa Carlos, que dominaba todo el sur de la Florida desde un islote llamado hoy día Mound Key, en la zona de Fort Myers, en la desembocadura del río que los españoles llamaba de las Canoas, en la Costa de los Caracoles. En la ceremonia de paces con el jefe Carlos, Menéndez de Avilés se encontró repentinamente con que este le entregaba a su hermana como esposa, a la que bautizaron con el nombre de Antonia y llevaron a Cuba, y con la que cumplió mal sus deberes matrimoniales, ya que Menéndez de Avilés era hombre casado. Al respecto diría: «Como mi propia boda tuvo lugar en una isla cercana a la costa llamada Captiva recuerdo con interés esta boda por sorpresa que precedió a la mía hace siglos».
En este islote rodeado de manglares donde habitaba el jefe Carlos fue construida la primera misión de los jesuitas en la Florida y entregada al padre Rogel.
Otra obra de gran calidad que habría que incluir entre las lecturas, es la Relación de la jornada de Cíbola, de Pedro Castañeda de Nájera. Contiene la descripción de los preparativos y ejecución de la expedición de Francisco Vázquez Coronado por Sonora, Arizona, Nuevo México y las llanuras de Kansas. Está escrita con una decidida intención literaria aunque no se aparte de su intención histórica, y reúne en ella descripciones detalladas de las costumbres de los naturales de Cíbola y de Tiguex, de las manadas de búfalos o cíbolos en las grandes llanuras, nunca vistas antes por los europeos. De interés antológico, es la primera descripción del gran cañón del Colorado, o del río Tizón, que así se llamaba, sacado del informe dado por don Garcí Lópes de Cárdenas.
Son de interés las flacas razones dadas por Francisco Vázquez Coronado para volver a México tras su caída del caballo, y la división de opiniones entre los soldados sobre este punto.
Sorprende a muchos saber que en 1610 se escribiera en tierra norteamericana el primer poema épico. La historia de la Nueva México, de Gaspar de Villagrá, escrito en 34 cantos, que hace referencia a todas las expediciones de asentamiento iniciadas por los españoles para establecerse en Nuevo México. La primera de Francisco Vázquez Coronado el año de 1540; la segunda de Francisco Sánchez Chamuscado y la tercera de Antonio de Espejo en el 1582 fueron seguidas de expediciones iniciadas sin el beneplácito del virrey por Gaspar Castaño de Sosa en 1590, y la consiguiente expedición de castigo de 1592 del capitán Leiva, que se excedió en sus atribuciones y finalmente la de Juan de Oñate, que, aunque acordada en 1595, no se llevó a cabo hasta 1598. Siempre he disfrutado de los datos proporcionados por De Mendoza, que al hablar de muchos de los que iban en ella dice: Fulanito, que fue a Nuevo México a buscar qué comer. De todas estas expediciones hay documentos fehacientes y relatos que constituyen parte de esa primera literatura de la que nos ocupamos. De importancia en el poema es la descripción de lo que pasó en el Peñol de Acoma, fortaleza inexpugnable del Malpaís, zona desértica al oeste de Alburquerque. De interés para conocer de qué modo vivían los soldados que participaban en estas expediciones son las páginas dedicadas a los excesivos trabajos y fatigas que padecían, aun cuando se escribiera con la intención de conseguir beneficios del emperador por los trabajos pasados.
Quisiera terminar esta breve charla con una segunda anécdota de carácter personal y con una exhortación.
En la década de los noventa fueron publicadas en Washington por el National Endowment for the Humanities los informes del capitán Juan Pardo y de La Bandera sobre la expedición llevada a cabo desde Santa Elena, en Carolina del Sur, hasta la montañas de Carolina del Norte. En un poblado indio por el que había pasado Hernando de Soto unos 40 años antes dejó el capitán Juan Pardo a treinta españoles en unas casas, a manera de fuerte, construidas en Joara. Arqueólogos de Carolina del Norte, de la Universidad de Tulane, y de la Universidad de Oklahoma han identificado el lugar donde se construyó, en un hermosísimo valle, atravesado por un río, que habitaban los indios Catawba, y desde hace varios años realizan allí sus pesquisas arqueológicas. Yo he tenido el gusto de poner mis lecturas en un marco real. Pocos americanos sospechan que los españoles hubiesen construido un fuerte en tan elevadas latitudes.
En este viaje, realizado hace tan solo unas semanas, me detuve también para disfrutar de la belleza de la bahía llamada por los españoles de Santa María, y por los naturales de Chesapeake, y para ver la excavación arqueológica hecha en la población de Jamestown fundada por los ingleses en 1607 y de muy corta vida. Pocos allí sabían de la misión que a muy escasos kilómetros fundaron los jesuitas españoles 40 años antes, y en la que murieron el padre Segura y sus compañeros, perfectamente documentada en muchos de los documentos a los que hemos hecho referencia.
Traigo conmigo más de tres páginas de títulos de documentos incluidos en la «Colección americana» de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes de la Universidad de Alicante, que forman parte de esa literatura e historia preinglesa, y que pongo a la disposición de ustedes.
En los archivos de la Real Academia de la Historia, en los manuscritos citados por Juan Bautista Muñoz, en los legados por Pedro Fernández de Pulgar a la catedral de Palencia, en las colecciones de los archivos franciscanos de México, en la Biblioteca Palafoxiana de Puebla, en el Archivo de Indias de Sevilla, en otros muchos archivos oficiales y catedralicios se encuentran multitud de manuscritos aún inéditos sobre el territorio norteamericano que hay que divulgar. Esta labor contribuirá a reconstruir el rostro del pasado hispano de los Estados Unidos, desdibujado hoy día por los avatares políticos, el transcurrir del tiempo y la negligencia.
Como desde el 13 de septiembre conmemoramos la llegada de Vasco Núñez a la Mar del Sur sírvanos como botón de muestra la obra de un cronista oficial de Indias, aún inédito, cuyos manuscritos han sido digitalizados en forma facsimilar y puestos a disposición del público en la Biblioteca Digitalizada del Patrimonio Iberoamericano, un nuevo proyecto de colaboración de bibliotecas nacionales de España y América.
El canónigo de la catedral de Palencia, el Dr. Pedro Fernández de Pulgar, escribió entre otras la Historia de la Florida, la Historia de las Filipinas y las Molucas, que amplía en su Continuación de las Décadas de Herrera.
Disfrutemos de la vista de estos manuscritos y de su fácil acceso, como muestra de los presentes avances.