Conectando el imperio: manuscritos e impresos en el siglo xvi Renate Pieper

El siglo xvi se caracteriza tanto por las exploraciones del Atlántico y del Pacífico como por el auge de la imprenta. Así pues, la historiografía se ha ocupado de manera especial de la condición transversal del impreso, de su capacidad de conectar territorios lejanos y de reducir las distancias geográficas. Además del libro, el manuscrito corría entre una y otra orilla del Atlántico. Entre ambos medios de comunicación se crearon vínculos estrechos que a su vez reforzaron las conexiones entre las partes distantes del imperio hispano. Según avanzaba el tiempo, tanto el libro como el manuscrito adquirieron características específicas que determinaron su uso.

El empleo de libros y manuscritos obedecía y se formó de acuerdo a las múltiples y cambiantes realidades de las exploraciones atlánticas y pacíficas, y a la creación del imperio ultramarino hispano. Por lo cual, el inicio del siglo xvi es la época idónea para el estudio de la implementación del libro y su relación con el manuscrito. En aquel momento, la difusión de la imprenta por Europa experimentó su primer auge y este mismo proceso se extendió rápidamente al Nuevo Mundo.1 A la inversa, las necesidades americanas de textos impresos repercutieron inmediatamente sobre los jóvenes centros impresores europeos ya que a estos se les encargó un buen número de los libros necesarios en Hispanoamérica.2 Tanto en Europa como en América, las tareas comunicativas de los impresos se vieron reforzadas por los manuscritos, ya que cada texto impreso forzosamente se apoyaba en un texto manuscrito.3 Además, la difusión de noticias impresas modificó los manuscritos que hacían referencia a las publicaciones, de manera que cada uno de los medios de comunicación adquirió rasgos propios y en ninguno de los casos se trataba de meros sustitutos. Este proceso de formación fue especialmente palpable durante el siglo xvi.

En todo caso, no se trataba de fenómenos aislados sino, en el sentido literal de la palabra, de experiencias compartidas que tanto debían a los acontecimientos europeos como a las necesidades americanas. Es más, sería difícil de delimitar el ámbito geográfico según conceptos territoriales o políticos, más bien el enfoque del presente estudio se dirige a los centros de comunicación, a las ciudades con sus imprentas y –no hay que olvidarlo– sus oficinas de escribanos públicos y particulares en ambos continentes. En estos centros humanos, se cruzaron las redes de la información que a su vez entrelazaban a las ciudades entre sí.4 De ahí que, no basta ceñirse a las orillas del Pacífico y del Atlántico sino que se deben tener en cuenta los trayectos de los libros y los manuscritos en el interior de los continentes, y en el imperio hispano propiamente dicho.

La relación cambiante entre los textos impresos y los textos escritos a mano destinados a conectar lugares distantes se puede analizar bajo varios enfoques, y es el análisis de su contenido la opción más frecuente. Sin embargo, los aspectos formales y su trasfondo técnico y económico no deben olvidarse ya que la difusión de impresos y manuscritos, así como la evolución de sus características respectivas, se debieron en gran medida precisamente a estas condiciones externas. Estas quedaron manifiestas especialmente en la época de la formación del imperio hispano en los inicios del siglo xvi; de manera que el análisis de la relación entre impresos y manuscritos, y sus distintas formas de conectar los territorios a través del Atlántico, debe de tener en cuenta tanto los aspectos técnico-financieros como las cuestiones de contenido.

Durante las primeras décadas del siglo xvi, impresos con temas americanos se publicaron en muchos casos en el área de habla alemana, como lo ha puesto de relieve la historiografía al respecto. Esta situación se ha explicado con razones técnicas, aludiendo a los conocimientos prácticos y al tipo de maquinaria que se instaló en Maguncia por primera vez, y se ha subrayado que un gran número de impresores asentados en Europa procedía del sur de Alemania.5 Sin embargo, esta explicación ha dejado de lado el aspecto financiero, los costes en oro y plata que suponía la impresión de un libro con una tirada de al menos varios centenares de ejemplares. De manera que la cuestión de quiénes fueron las partes interesadas en dispensar este dinero para la publicidad de temas americanos en el área alemana, y por qué esto ocurrió en una proporción mucho más reducida en Castilla, queda aún por resolver. Si bien se ha subrayado últimamente la función política del intercambio de documentos manuscritos entre los territorios distantes de la monarquía como base imprescindible del imperio hispano,6 se ha dejado de lado analizar las condiciones monetarias que favorecieron o bien la forma de comunicación impresa o bien la manuscrita en una monarquía siempre al borde de la quiebra. El estudio del contenido de los textos impresos tampoco resuelve esta cuestión, ya que las investigaciones se han centrado en el análisis de las imágenes tradicionales, heredadas de la antigüedad europea, que se adjudicaron a las nuevas realidades americanas.7 ¿Hasta qué punto esto se debió a las necesidades económicas que caracterizaron a la imprenta y que la distinguieron de los textos manuscritos?

Para analizar las condiciones técnicas y económicas bajo las cuales se emplearon o bien manuscritos o bien impresos para conectar las partes lejanas del imperio hispano, y para saber de qué manera esto repercutió en las funciones de ambos medios de comunicación, quisiera ceñirme a un ejemplo muy concreto: la comunicación del encuentro de las huestes conquistadoras con el mar del Sur que muy pronto, después del viaje de Magallanes, se conoció también con el nombre del Pacífico. Para ello se efectuará la comparación entre impresos y manuscritos que divulgaron las informaciones sobre el nuevo océano con referencia a tres aspectos: la velocidad de la transmisión de noticias, los lugares que recibieron y divulgaron las primeras informaciones sobre el mar del Sur, y finalmente, el contenido de las informaciones.

Previo al análisis de este ejemplo concreto, y de la situación del naciente imperio hispano, será necesario recordar las condiciones técnicas y económicas generales que determinaron el uso y la difusión de manuscritos e impresos. Los textos manuscritos requerían para su confección, además de papel y tinta, al menos de una persona capaz de leer y escribir. En la historiografía tradicional se ha aludido a los altos costes de la mano de obra especializada, es decir, a la de los escribanos y copistas.8 Sin embargo, en el caso de los libros impresos, el coste de la mano de obra tampoco era desdeñable. Escribanos redactaban el manuscrito sobre el cual se apoyaba el texto impreso y corregían los errores de imprenta; otros oficiales manejaban las letras de plomo y, junto con las personas encargadas de la prensa, formaban todo un equipo. De manera que la impresión de un texto solamente era rentable si se trataba de una tirada de varios centenares de ejemplares. Esto a su vez requería de una inversión previa en papel, un producto bastante costoso, ya que se confeccionaba exclusivamente de fibras textiles relativamente caras, y difíciles de conseguir en su época. Igualmente, se necesitaba tinta en grandes cantidades. Antes de imprimir la versión final destinada a la venta, había varias impresiones previas para poder corregir las faltas de impresión y colocar —si es que las había— las tablas con los gráficos en el lugar previsto. Las impresiones previas también ocasionaron costes en mano de obra, papel y tinta según el número de folios del libro final. De esto resulta que aún a finales del siglo xviii en muchas ocasiones —sobre todo en regiones con acceso difícil al papel como, por ejemplo, en las provincias internas al norte de Nueva España—9 resultaba más conveniente copiar textos a mano que imprimirlos, ya que esto conllevaba un desgaste de papel enorme.

Es más, los copistas confeccionaron los manuscritos según la demanda específica y se pagaron normalmente al instante por el lector que encargaba la copia. Sin embargo, en el caso de los impresos, el papel tenía que comprarse en grandes cantidades con antelación con la expectativa de poder obtener mediante la venta de la tirada de un libro una cierta ganancia. En el caso de los impresos la inversión de dinero previa, para el papel y la mano de obra, fue centenares de veces más alta que en el caso de los manuscritos. De ahí, el gran riesgo y las bancarrotas frecuentes de los impresores, en especial, en los comienzos de la imprenta. Para evitar esta situación precaria, en muchas ocasiones los impresores y los autores buscaron ayuda financiera para la inversión que suponía un libro. La instalación de imprentas en centros religiosos y universitarios, así como las dedicatorias en los inicios de un libro, deben interpretarse con este trasfondo económico. Solamente en el caso de textos conocidos y bien asentados en el mercado del libro, como ocurría con textos religiosos, o en el caso de folletos llamativos por su contenido o por sus ilustraciones se podía esperar un beneficio seguro. Es más, las inversiones en papel, mano de obra y maquinaria que suponía la impresión de un libro no se amortizaron en el instante, sino que debían esperar cierto tiempo, meses o incluso años, hasta que se efectuara la venta, si es que se vendía la edición completa. Al contrario, los textos manuscritos normalmente fueron encargados por los lectores interesados y en muchos casos se pagaron con antelación, a no ser que, como en el caso de las cartas de relación de méritos, o de otros documentos judiciales los interesados en obtener una gratificación fueran quienes costearan el escrito. Ante este trasfondo económico, resulta imprescindible preguntarse cuáles fueron las personas o instituciones interesadas en una impresión y en la publicidad de un texto, ya que ello implicaba un riesgo financiero nada desdeñable. De esto resulta que los textos manuscritos reflejaron más bien los intereses de los lectores, y en casos específicos, las necesidades de los autores y la burocracia, mientras que la mayor parte de los textos impresos obedecía a los intereses de los inversores y en parte a los de los autores, es decir, a las partes interesadas en la publicidad de una información.

A estos razonamientos económicos con respecto a la producción de un texto manuscrito e impreso hay que añadir los costes de la difusión. El papel, sobre todo con la calidad del siglo xvi, tenía un peso considerable. De ello resulta que era más fácil transmitir informaciones cortas que un texto extenso a través de distancias largas. Esto implica que cartas y gacetas manuscritas tuvieran un radio de difusión y una velocidad de circulación mucho mayor que impresos elaborados y extensos. En el caso de folletos impresos, el ámbito geográfico de su venta era normalmente más bien reducido, ya que los inversores estaban más bien interesados en la publicidad rápida a nivel local.10 Los folletos impresos adquirieron una difusión geográfica mayor si se mandaban como anexos y junto con cartas manuscritas.11

Bajo estas condiciones técnicas y económicas de inicios del siglo xvi, resulta comprensible que las primeras noticias sobre la expedición de Vasco Núñez de Balboa de 1513 llegaran en forma de cartas manuscritas a la corte castellana. Estos manuscritos obedecían a las formas establecidas por la burocracia castellana y por los acreedores de Balboa. La intención de las cartas de relación enviadas por Balboa consistía en asegurarse los beneficios reales y potenciales de su expedición, y justificar los gastos humanos y financieros frente a la Corona y sus propios acreedores. Las cartas se redactaron en lengua vernácula y la primera llegó a España en 1514, otras tres más se enviaron en 1515. Estas son las primeras noticias manuscritas que se conservan. En los años posteriores se estableció una corriente constante entre Panamá, Sevilla y la Corte castellana. De manera que la sociedad sevillana y la corte de Fernando el Católico quedaron informadas tan pronto como lo permitieron los medios de transporte marítimo y terrestre. Las noticias se difundieron rápidamente desde la corte castellana hacia Italia y especialmente a Roma, como lo muestran las cartas manuscritas de Pedro Mártir de Anglería.12 En aquel entonces la mayoría de las noticias manuscritas no eran confidenciales sino que circulaban entre los personajes interesados, se leían en voz alta y se copiaron una y otra vez. Por lo cual, es de suponer que, al menos, a través de la corte papal en Roma, las nuevas sobre el mar del Sur habrán llegado a otras ciudades al norte de los Alpes en pocas semanas.13 Es decir, en 1516, mientras que llegaban informaciones adicionales sobre el nuevo océano a Castilla, en los demás territorios europeos y americanos de los Austrias ya se conocían las primeras noticias sobre el Istmo. Balboa había redactado sus cartas de relación en español, Pedro Mártir tradujo su versión de las noticias a un lenguaje culto, latino, apto para circular entre toda la comunidad humanista de Europa.

Mientras que las cartas de relación manuscritas que llegaban de Núñez de Balboa se dirigían, en primer lugar, a la burocracia del imperio, las cartas manuscritas de Pedro Mártir transformaron las noticias oficiales en una lectura para un público europeo general que estaba interesado en los aspectos políticos de los sucesos en ultramar y en las repercusiones sobre el viejo mundo. Este proceso de transformación temática se vio reforzado por los impresos. El primer texto impreso que mencionaba al mar del Sur fue las tres primeras décadas de Pedro Mártir de Anglería, De orbe novo… decades, un texto en latín editado por Antonio de Nebrija y publicado por el renombrado impresor Arnao Guillén de Brocar en Alcalá de Henares en 1516.14 Durante este tiempo, ambos personajes estaban ocupados con la edición e impresión de la Biblia Políglota por encargo del Cardenal Cisneros. La base manuscrita de las Décadas la formaban las cartas de Pedro Mártir. Esta antología de 64 hojas en el impresionante formato folio reunía los relatos sobre los acontecimientos americanos desde el primer viaje colombino hasta los hallazgos de Balboa. Cinco años más tarde, se imprimió otro texto que incluía referencias a los acontecimientos en Panamá. En 1521, se publicó la cuarta Década de Pedro Mártir, De nuper sub D. Carolo repertis insulis… enchiridion describiendo los inicios de la conquista del imperio azteca con unas pocas alusiones al Istmo. Esta publicación en latín fue impresa en Basilea. El tamaño y por ende los gastos en papel se habían reducido considerablemente, ya que esta edición con un colofón vistoso solamente tenía cuarenta y tres páginas en formato cuartilla.15

Entre 1516 y 1521 no hubo más referencias impresas al mar del Sur de Balboa. En 1520, Juan Díaz publicó dos ediciones de las noticias sobre la expedición de Juan de Grijalva a Yucatán, la primera en italiano en Venecia y la segunda en latín en Roma.16 En el mismo año de 1520, en Venecia se editó El viaggio: col paese de lisola del oro trovato, un folleto de tamaño cuartilla de cuatro folios con ilustraciones del cual se publicó una traducción en alemán de 6 folios en tamaño cuartilla en Augsburgo en el mismo año. El nombre del autor, un tal Juan de Angliara, hace alusión a Pietro Martire d’Anghiera. El contenido del texto es muy general y reúne todos los tópicos que se habían establecido para describir los viajes navales de exploración en los 28 años transcurridos desde la impresión de la primera carta colombina. No se publicó ninguna relación más bajo el nombre de Juan de Angliara y el texto carece casi completamente de indicaciones geográficas, ya que el impreso se limita a mencionar que en un viaje con destino a la India hubo un desvío en el Atlántico y la tripulación desembarcó en una isla. Debido a su descripción difusa este impreso no se puede relacionar claramente ni con los escritos de Pedro Mártir, ni con una de las expediciones contemporáneas ni las de Balboa o Magallanes, ni con los primeros contactos con el Perú o Yucatán.17 Parece ser un texto completamente ficticio que, sin embargo, recogió el ambiente reinante de aquel entonces.

A partir de 1522, ya se publicaron las cartas de relación de Hernán Cortés, y un aviso anónimo en alemán, impreso en Augsburgo en este año, aludía tanto a la segunda carta de relación de Cortés como al viaje de Fernando de Magallanes, pero sin mencionar las expediciones de Balboa.18 El viaje de Magallanes tuvo muchísima más publicidad que la expedición de Balboa, ya que en 1523 se publicó en Colonia una descripción latina de la circunnavegación al globo, De Moluccis insulis, itemque aliis pluribus mirandis, quae novissima Castellanorum navigatio suscepta, nuper invenit. El texto fue redactado por uno de los secretarios de Carlos V, el humanista Maximiliano Transsilvano, quien había acompañado al joven Carlos a Castilla. El impreso de treinta y una páginas de tamaño octavilla, con ilustraciones muy detalladas en la primera página, se apoyaba en una carta manuscrita enviada por Maximiliano al arzobispo de Salzburgo, el cardenal Matthäus Lang, miembro de la corte itinerante de los Austrias y, en este caso, de Fernando I. En su carta el autor resumía los relatos de los sobrevivientes de la expedición de Magallanes. El folleto se reeditó en Roma en 1524 en una edición todavía más vistosa de 18 folios en tamaño cuartilla.19 Finalmente se publicó en París en 1525 la relación de Antonio Pigafetta, Le voyage et navigation faict par les Espaignolz es isles de Mollucques, cuya base fue un manuscrito italiano. Esta descripción extensa de 76 folios en formato pequeño (octavilla) se dedicaba exclusivamente a la circunnavegación del mundo.20 La propaganda impresa sobre la vuelta al mundo oscureció el hallazgo de Balboa, e incluso puso en entredicho su nombramiento del «nuevo» océano como mar del Sur, ya que Magallanes se había apoyado en su denominación del mar Pacífico en el nombre del mar Atlántico ateniéndose al gusto de los humanistas europeos de su época.

Así que, los textos manuscritos que informaron al público europeo sobre la expedición de Balboa cruzaron el Atlántico y se difundieron a través de España e Italia dos años antes de que hubiera una versión impresa sobre los hallazgos de Balboa. Esta edición latina se publicó primero en Alcalá como parte de las tres décadas de Pedro Mártir. Cinco años después, apareció una referencia muy somera como parte de la cuarta década de Pedro Mártir en Basilea en el ámbito de habla alemana. Siete años después de que se mencionara el término mar del Sur en los impresos se publicó el nombre de mar Pacífico. Como la palabra Pacífico hacía juego con el término humanista Atlántico —y como, además, los impresos sobre la vuelta al mundo eran más frecuentes, y mucho más extensa la descripción de Pedro Mártir sobre la expedición de Balboa—, el nombre océano Pacífico iba a prevalecer a la larga sobre la expresión mar del Sur.

Interesa resaltar aquí la forma en que pudieron repercutir las condiciones económicas de los impresos y manuscritos y sus características específicas para comunicar los hallazgos de Balboa, así como hasta qué punto la distribución de las informaciones sobre la expedición de Magallanes presentó diferencias o semejanzas con respecto a la de Balboa, ambas uniendo las partes distantes del imperio transatlántico en formación. Debido a la rapidez de las cartas manuscritas de Balboa y de Pedro Mártir tanto la burocracia del naciente imperio como las élites europeas eclesiásticas y seglares estuvieron muy pronto al tanto de los acontecimientos panameños. Lo mismo ocurrió en el caso de la expedición de Magallanes, de la cual los sobrevivientes informaron rápidamente a las autoridades castellanas y partiendo de la corte castellana las noticias se distribuyeron inmediatamente por Europa. Es de resaltar que en ambas ocasiones las cartas manuscritas conocidas se mandaron a personajes de la alta jerarquía eclesiástica europea con renombradas funciones políticas y, en ambos casos, las cartas sirvieron como base para los primeros impresos. Bajo las condiciones económicas reinantes Balboa costeó sus propias cartas, pero un solo ejemplar y no trescientos. En la medida que sus cartas se copiaron a mano y se difundieron por Europa, según la demanda de los lectores, las cartas cumplieron la función de comunicar rapidísimamente los territorios distantes del incipiente imperio hispano. La distribución de los informes manuscritos sobre la vuelta al mundo obedecía a las mismas condicionantes económicas: los miembros de la tripulación que pudieron regresar a Castilla presentaron sus testimonios, estos se redactaron por los escribanos en cargo y sirvieron así como base para la carta del secretario Maximiliano Transsilvano enviada a uno de los personajes más influyentes en la corte de Fernando I, el cardenal Lang. La decisión de costear la publicación de una versión editada de la carta manuscrita estuvo ya en manos del cardenal humanista. Pero hubo una diferencia importante: los mensajes de Pedro Mártir sobre la expedición de Balboa estaban destinados a la corte papal en Roma, mientras que Maximiliano Transsilvano dirigió sus epístolas sobre las aventuras de Magallanes y Sebastián Elcano a la corte itinerante de los Austrias en Alemania.

Aunque la circulación de los manuscritos fue bastante semejante en sendas ocasiones, la trayectoria de su impresión fue bien distinta. El texto de Pedro Mártir se publicó en Alcalá con un desfase de varios años, mientras que el relato de Maximiliano Transsilvano se editó en Colonia en pocos meses. En ninguna de las ocasiones los impresos se habrán publicado al azar. Los lugares, las fechas, los impresores y los personajes involucrados en las ediciones no dejan lugar a dudas. Mientras que la Corona de Castilla que casi treinta años antes en el caso de Colón había emprendido una ola de publicidad, en el caso de Balboa no veía sus derechos en peligro frente a otras potencias europeas. De manera que Fernando el Católico y su entorno no invirtieron dinero en la impresión de los relatos manuscritos de Balboa. Sin embargo, después de la muerte del rey y durante la regencia del cardenal Cisneros cambió la situación política en Castilla. Esto puede explicar que las Décadas de Pedro Mártir se publicaron en Alcalá, en el centro universitario fundado por el Cardenal, el libro se imprimió durante su regencia y la edición estuvo en manos de Antonio de Nebrija, un humanista del entorno de Cisneros, y del impresor que estaba al cargo de la Biblia Políglota por orden de Cisneros. Es más, dos intentos previos de publicar las Décadas de Pedro Mártir no tuvieron su autorización: la primera vez en Venecia en 1504 el autor de las cartas incluso levantó protestas; y la segunda vez, la publicación se efectuó en Sevilla en 1511 sin su visto bueno previo. Sin embargo, en 1516 la publicación fue oficial y de forma muy lujosa en tamaño folio. La publicación de las Décadas del Nuevo Mundo y el relato de Balboa en 1516 deben entenderse como un acto político para subrayar en público el peso de Castilla y sus conexiones americanas en el naciente imperio, especialmente ante la llegada del duque de Borgoña y nuevo rey de Castilla, Carlos I.

La función del impreso como acto político público que justificaba las inversiones considerables, se hace palpable también en el caso de la impresión de la cuarta Década de Pedro Mártir en Basilea en 1521. Fue el año de la dieta de Worms, en la que no se debatió solamente la causa luterana sino también la posición política del emperador y la de su hermano frente a la alta nobleza alemana. El texto en latín humanista, con un colofón ilustrado, describiendo los nuevos territorios conquistados y por conquistar en América, que prometían un considerable incremento del poder de Carlos V, servía claramente de apoyo al emperador.

Una razón similar debe de haber estado presente a la hora de la impresión de la carta sobre la expedición de Elcano. El lugar de impresión fue Colonia, ciudad mercantil e imperial, bien conectada con Amberes y los Países Bajos. La fecha de principios de 1523 fue idónea, ya que los hallazgos del equipo formado por Balboa y Elcano subrayaban la importancia del naciente imperio en una época de profunda crisis interna. Los partidarios de Carlos V acababan de vencer a los Comuneros en Castilla, pero tanto la rebelión de las Germanías como la «rebelión de los campesinos» (Bauernkrieg) en el sur de Alemania estaban todavía vigentes, al tiempo que comenzaba la guerra con Francia.21 La posición geográfica de la ciudad de Colonia en el cruce entre Flandes y Alemania era óptima para la propaganda imperial alemana. El impresor de Colonia fue un personaje renombrado y la dedicatoria de la carta a un miembro importante de la corte del recién difunto Maximiliano I de Austria, a Matthäus Lang, ahora miembro de la corte imperial de los hermanos jóvenes Carlos y Fernando, no deja lugar a dudas respecto a la intención de esta impresión, que era la de fortalecer las empresas de los Austrias, frente a la nobleza del sur de Alemania, de Flandes y de Francia.

La funcionalidad de los impresos con temas americanos en las disputas políticas internas europeas se subraya con la publicación del texto del Veneciano Pigafetta en el año de la batalla de Pavía en París. Este libro extenso se inserta tanto en la disputa política sobre las Molucas con Portugal y con Francia por el dominio de Italia y los intereses franceses en América.

En resumen, en el período de formación del libro, impresos y manuscritos sirvieron para conectar las partes distantes del imperio español pero cada uno con uso propio. Para conexiones rápidas y precisas lo óptimo eran las cartas manuscritas que podían circular a través del Atlántico y por Europa sin grandes trabas. Sin embargo, los impresos requerían de inversiones financieras en auge y, por lo tanto, presentaban las imágenes del Nuevo Mundo según las necesidades de las entidades interesadas en costear y financiar la edición. Así, la publicidad de los acontecimientos americanos dependía en muchos casos de los intereses políticos de los regentes de Castilla. Esto explica el gran número de folletos con temas americanos impresos en el Imperio alemán en tiempos de Carlos V. Debido a las condiciones financieras y políticas del emperador, el mar Pacífico de Magallanes se convirtió muy pronto en un término general para denominar el antiguo mar de Oriente, mientras que el mar del Sur de Balboa hoy en día denomina un lugar idílico, lleno de fantasías del mundo occidental al sur del Ecuador en medio del Pacífico.

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Notas

  • 1. P. Rueda (2005), Negocio e intercambio cultural: El comercio de libros con América en la Carrera de Indias (siglo xvii); C. H. Griffin (1991), Los Cromberger de Sevilla: la historia de una imprenta del siglo xvi en Sevilla y México.Volver
  • 2. W. Thomas, E. Stols (ed.) (2009), Un mundo sobre papel. Libros y grabados flamencos en el imperio hispanoportugués (siglos xvi-xviii).Volver
  • 3. F. Bouza (ed.) (2005), Cultura epistolar en la alta Edad Moderna. Usos de la carta y de la correspondencia entre el manuscrito y el impreso. Volver
  • 4. F. de Vivo (2007), Information and Communication in Venice: Rethinking Early Modern Politics. Volver
  • 5. W. Neuber (1991), Fremde Welt im europäischen Horizont. Zur Topik der deutschen Amerika-Reiseberichte der Frühen Neuzeit. Volver
  • 6. A. Brendecke (2012), Imperio e información. Funciones del saber en el dominio colonial español. Volver
  • 7. A. Grafton, A. Shelford, N. Siraisi (1992), New worlds, ancient texts. The power of tradition and the shock of discovery. Volver
  • 8. M. Santoro (2008), Storia del libro italiano: libro e società in Italia dal Quattrocento al nuovo millennio; A. F. Marotti, Print (2000), Manuscript and Performance: the Changing Relations of the Media in Early Modern England; R. Chartier (1996), Culture écrite et société. L’ordre des livres (xiv-xviii siècles); E. Eisenstein (1983), The printing revolution in Early Modern Europe . Volver
  • 9. H. Pietschmann, M. Ramos Medina, M. C. Torales Pacheco (ed.) (2005), Alemania y México. Percepciones mutuas en impresos, siglos xvi-xviii. Volver
  • 10. M. Infelise (2002), Prima dei giornali. Alle origini della pubblica informazione.Volver
  • 11. O. Nicoli (1987), Profeti e popolo nell’Italia del Rinascimento.Volver
  • 12. Véase, por ejemplo: P. Mártir de Anglería (1670), Opus Epistolarum, libro 27, carta 540, «De rebus Darienis. Balboa usurpat imperium de mari australi», p. 296. Volver
  • 13. R. Pieper (2000), Die Vermittlung einer neuen Welt. Volver
  • 14. P. Mártir de Anglería (1516), De orbe novo... decades: A.G. de Brocar, para A. de Nebrija, 64 lvs; folio; JCB (3) I: 66’, European Americana: A Chronological Guide To Works Printed In Europe Relating To The Americas, 1493-1600, European Views of the Americas: 1493 to 1750, EBSCOhost. Consultado el 4 de febrero de 2014.Volver
  • 15. P. Mártir de Anglería (1521), De nuper sub D.Carolo repertis insulis... enchiridion, p. 43; illustration; quarto, JCB (3) I:79’. European Americana: A Chronological Guide To Works Printed In Europe Relating To The Americas, 1493-1600: European Views of the Americas: 1493 to 1750, EBSCOhost. Consultado el 4 de febrero de 2014. Volver
  • 16. J. Díaz (¿1520?), Littera mandata della insula de Cuba de India in laquale se cotiene de le insule, citta, gente et animali novamente trovate de lanno MdXIX per li Spagnoli, ¿Venecia? ¿1520? 8 lvs; illustration; quarto, Harrisse (BAV). European Americana:A Chronological Guide To Works Printed In Europe Relating To The Americas, 1493-1600, European Views of the Americas: 1493 to 1750, EBSCOhost. Consultado el 5 de febrero de 2014; J. Díaz, Provinciae sive regiones in India Occidentali noviter repertae in ultima navigatione, ¿Roma? ¿1520? 14 lvs; quarto; JCB (3) I: 76’, European Americana: A Chronological Guide To Works Printed In Europe Relating To The Americas, 1493-1600, European Views of the Americas: 1493 to 1750, EBSCOhost. Consultado el 5 de febrero de 2014. Se ha optado por dejar determinados datos entre signos de interrogación con el propósito de indicar que dichos datos son inciertos o no comprobables. Aparecerá así en las notas y en la bibliografía final.Volver
  • 17. J. de Angliara, El viaggio: col paese de lisola del oro trovato, Venecia: A.Bindoni, 1520, [4]p.;illustration; quarto; Harrisse (BAV)’, European Americana: A Chronological Guide To Works Printed In Europe Relating To The Americas, 1493-1600, European Views of the Americas: 1493 to 1750, EBSCOhost. Consultado el 4 de febrero de 2014; J. de Angliara (1520), Die schiffung mitt dem Lanndt der Gulden Insel, Augsburg: J. Nadler, [6]p.;quarto; JCB (3) I:75’, European Americana: A Chronological Guide To Works Printed In Europe Relating To The Americas, 1493-1600, European Views of the Americas: 1493 to 1750, EBSCOhost. Consultado el 4 de febrero de 2014.Volver
  • 18. Ein schone newe zeytung so Kayserlich Mayestet auss Indiat yetz newlich zukommen seind, Augsburg: M.Ramminger, 1522. 8 lvs; quarto; JCB (3) I:81’ 1522, European Americana: A Chronological Guide To Works Printed In Europe Relating To The Americas, 1493-1600, European Views of the Americas: 1493 to 1750, EBSCOhost. Consultado el 5 de febrero de 2014.Volver
  • 19. M. Transylvanus, De Moluccis insulis, itemque aliis pluribus mirandis, quae novissima Castellanorum navigatio suscepta, nuper invenit, Colonia: E.Cervicornus, 1523. [31]p.;octavo; JCB (3) I:88’, European Americana: A Chronological Guide To Works Printed In Europe Relating To The Americas, 1493-1600, European Views of the Americas: 1493 to 1750, EBSCOhost. Consultado el 5 de febrero de 2014; M. Transylvanus (1524), Epistola, de admirabili & novissima Hispanorum in Orientem navigatione: F. M. Calvo, 18 lvs; quarto; European Americana: A Chronological Guide To Works Printed In Europe Relating To The Americas, 1493-1600, European Views of the Americas: 1493 to 1750, EBSCOhost. Consultado el 5 de febrero de 2014. Volver
  • 20. A. Pigafetta [ca.1525], Le voyage et navigation faict par les Espaignolz es isles de Mollucques, S.de Colines. 76 numb. lvs; octavo; Traducido por J. A. Fabre de un manuscrito italiano; JCB (3) I:95’, European Americana: A Chronological Guide To Works Printed In Europe Relating To The Americas, 1493-1600, European Views of the Americas: 1493 to 1750, EBSCOhost. Consultado el 5 de febrero de 2014. Volver
  • 21. H. Pietschmann (2013), «Política imperial entre resistencia popular, fermentación religiosa y amenaza turca. Un intento de caracterizar a Carlos V frente a las Comunidades», en I. Szászdi León-Borja, M. J. Galende Ruíz (eds.), Imperio y tiranía. La dimensión europea de las Comunidades de Castilla, pp. 361-384.Volver