Lo ha dicho Humberto López Morales y nosotros lo corroboramos: la lengua española mantiene su unidad y al mismo tiempo es diversa en los dilatados territorios en los que se habla y se escribe. Nuestro deseo es que eso siga ocurriendo en el futuro.
El propósito de esta intervención es señalar cómo la unidad y la diversidad de la lengua se producen en la escritura de César Vallejo (1892-1938), considerado unánimemente como uno de los orífices del idioma.
Cualquier lector que conozca el español y que se acerque a los poemas que escribió Vallejo, no le cabrá duda de que están escritos en su mayor proporción en la lengua culta de su época, pero si a alguien le parezca insuficiente esa intuición, si recurrimos al propio poeta, toda duda quedará difuminada. En el momento en el que vivió en París (1923-1938) y escribió tal vez su libro de más fulgurante hermosura, Poemas humanos, Vallejo en un poema que tituló «La rueda del hambriento» dijo:
Un pedazo de pan ¿tampoco habrá ahora para mí?
Ya no más he de ser lo que siempre he de ser,
pero dadme
una piedra en qué sentarme,
pero dadme,
por favor, un pedazo de pan en qué sentarme,
pero dadme,
en español,
algo en fin de beber, de comer, de vivir, de reposarse,
y después me iré…
Hallo una extraña forma, está muy rota
y sucia mi camisa
y ya no tengo nada, esto es horrendo.1
El individuo desamparado y acorralado en la megápolis pide ayuda para satisfacer sus necesidades básicas: reposo, pan y algo de beber, ruega que esa caridad venga con su lengua materna. No deja de ser interesante que un poeta como Vallejo que toda su vida ha llamado castellano a la lengua común, puesto que esta es la denominación más frecuente en Hispanoamérica, utilice en esta ocasión el término español que es el nombre que se ha extendido más en otras latitudes. Con este ejemplo queda certificado el afecto de Vallejo por la lengua española. El entrañable sentimiento de Vallejo por su lengua materna y por el país en que se originó quedó explicitado también en su libro España aparta de mí este cáliz, tal vez el texto más hermoso de cuantos se escribieron sobre el conflicto civil de 1936-1939. No se ha dicho hasta ahora, pero hay una asombrosa correspondencia entre el objeto cantado, la propia España, y el lenguaje utilizado que es la lengua culta española, con prescindencia absoluta de americanismos.
Veamos ahora la poesía de Vallejo, subrayando su diversidad, a través de la aparición de códigos diferentes al de la lengua culta estándar de España y de Hispanoamérica, pero que pertenecen a su lenguaje regional y a su lenguaje peruano.
Uno de los libros más interesante que ha aparecido en las últimas décadas sobre César Vallejo es el del profesor chileno Jorge Guzmán que se llama Tahuashando. Lectura mestiza de César Vallejo, nombre nuevo para un libro que antes había publicado con el lema de Contra el secreto profesional. Lectura mestiza de César Vallejo.2 Guzmán elogia vivamente la edición crítica de la poesía de César Vallejo que preparó Ricardo González Vigil y que data de 1991. Escribe:
Con todo, lo que a mi entender es su mayor virtud es el esfuerzo por acoger los elementos regionales en la lectura de cada texto, cada vez que cabe, y eso, por cierto, sin descuidar la incidencia de los códigos universales presentes en los poemas. En otras palabras, la edición de González Vigil lee a Vallejo esforzándose en hacer comparecer todos los códigos que efectivamente permiten leerlo en plenitud. Está, primero, el código peruano popular y culto. Pero están también los códigos literarios hispanoamericanos, español, francés, ruso, norteamericano y alemán. El código marxista. El católico. El nietzscheano. El soviético revolucionario. El parisino. El de la guerra civil española. El tecnológico. El medio masivo. El del cuerpo humano. El del amor. El de la familia.
Limitándonos al campo lingüístico de la esfera del español, diremos que Vallejo fue fiel a distintos códigos que se superponen y amalgaman en su escritura que correspondiendo a su tiempo histórico, también es diacrónica en la elección de numerosos arcaísmos y personal, única e insustituible, en la creación de neologismos que han hecho fortuna como Trilce, el nombre de su libro que la crítica asocia a la vanguardia.
El profesor Guzmán escoge la palabra tahuashuando para titular su segundo volumen. El vocablo aparece en el poema «Hojas de ébano» de Los heraldos negros. En su estrofa final dice:
Llueve… llueve… Sustancia el aguacero
reduciéndolo a fúnebre olores,
el humor de los viejos alcanfores
que velan tahuashando en el sendero
con sus ponchos de hielo y sin sombrero.
Para el profesor Guzmán tahuashando es un neologismo construido parcialmente con un sinónimo quechua de una palabra española. Tahuashando, dice, es un gerundio producido por «centaurización».
Escribe:
Resulta de la adición del numeral quechua tawa, cuatro, más el infijo sh que confiere al verbo una larga imperfectibilidad, más la terminación española del gerundio. Los alcanfores están cuatreando, siendo cuatro en el sendero y siéndolo largamente y esta acción de «cuatrear» está dicha con una palabra lingüísticamente mestiza. La ocurrencia produce primero incomprensión y detiene la lectura: pero cuando se ha averiguado que tawa tiene el mismo significado español que cuatro el lector se ve obligado a ver en ello, primero, voluntad autorial de llamar la atención. ¿Por que incluir una palabra quechua habiendo un sinónimo castellano? Claramente lo que diferencia a tawa de cuatro es que la primera trae al texto un poderosísimo sema indio, justamente por ser innecesaria y por hallarse en un poema escrito en español.
Pero existe otra posibilidad que no anula, pero sí modifica parcialmente lo dicho por Jorge Guzmán. Es algo que los lingüistas conocen, pero que no ha merecido mucha atención de los estudiosos de la literatura. Para empezar, la palabra tahuashando no está documentada en el quechua de la región, y tampoco tawa ha tenido fortuna en el quechua de la zona. En la región en la que nació y vivió en sus primeros años César Vallejo hubo una lengua desaparecida en las primeras décadas del siglo XX, llamada culle o culli. Precisamente el lugar donde nació César Vallejo, Santiago de Chuco, en su sema indio, chuco, es culle. Esa palabra significa ‘región’. Otra palabra conocida es uram queseñala al río. Cuando Vallejo escribía, el culle estaba desapareciendo. En una novela reciente de Elsa Vértiz3 ambientada en los años veinte del pasado siglo, se hace referencia, en la sierra norte del Perú a una niña que habla un idioma incomprensible. Nadie sabe de qué lengua se trata hasta que el párroco reconoce a la lengua culle a la que ya se daba por desaparecida. Muy probablemente Vallejo no habló el culle, en todo caso no hace referencia explícita a esa lengua. Pero podemos conjeturar que un hombre nacido en Santiago de Chuco, en su español local tiene las huellas, el sustrato de una lengua que está muriendo. Tahuashando puede ser un neologismo como lo conjetura el profesor Jorge Guzmán, pero puede también ser un vocablo de uso local con un cierto aroma del culle, como barrunta el lingüista Rodolfo Cerrón Palomino. Sea como fuere, en la etapa en la que escribió Los heraldos negros, Vallejo no había iniciado todavía la experiencia de forzar el idioma, como ocurriría en su etapa de Trilce en 1922.
Cuando Vallejo estuvo en el Perú y añoraba en poesía a su paraíso perdido provinciano, en Trujillo o Lima, hacía alusión a lo que dejaba atrás, a las personas, a los animales, al espacio que no iba a volver a tener. En su fase europea, salvo en los llamados por Georgette Vallejo, Poemas en prosa, es el Perú, dentro de ello, la tradición cultural andina, lo que tiene mayor fuerza como elemento de cohesión del estro del poema. Aquí y allá expresiones como «Fue domingo en las claras orejas de mi burro, de mi burro peruano en el Perú (perdonen la tristeza)» o «guardar un día para cuando no haya, una noche también, para cuando haya (así se dice en el Perú —me excuso)» son muestras palpables de que Vallejo es muy consciente de un diálogo con otros lectores que aunque son de habla castellana, no son peruanos. Ante ellos se presenta un hablante del español cuyo idiolecto pertenece al Perú y que introduce en la lengua escrita vocablos del habla familiar. Así ese «burro peruano del Perú» esta construido sobre una broma que hasta ahora se repite en las conversaciones de peruanos. Decimos «alemán de Alemania» para distinguirlo de otro que puede parecer alemán no siéndolo. «Alemán de Alemania» o «francés de Francia» confiere en el habla popular peruana una categoría de legitimidad cuya frase opuesta, implícita, bien puede ser un insulto. El juego de oposiciones se da entre lo legítimo y no legítimo.
Cuando Vallejo escribe «así se dice en el Perú —me excuso» se dirige más que en ningún otro texto al hablante del español que no es peruano. Con modestia, excusándose, demanda su derecho a hablar en peruano, la modalidad andina del español sudamericano. Castizo como el que más, Vallejo reclama, en poesía, como lo haría cualquier lingüista peruano en un artículo científico, el derecho de cualquier individuo a hablar su lengua materna tal como la ha aprendido en su infancia.
La poesía que mayores alusiones hace al Perú y que al mismo tiempo supera la añoranza, y exuda orgullo sereno madurez es Telúrica y magnética.
¡Mecánica sincera y peruanísima
la del cerro colorado!
¡Suelo teórico y práctico!
¡Surcos inteligentes; ejemplo: el monolito y su cortejo!
¡Papales, cebadales, alfalfares, cosa buena!
¡Cultivos que integra una asombrosa jerarquía de útiles
y que integran con viento los mugidos,
las aguas con su sorda antigüedad!
¡Cuaternarios maíces, de opuestos natalicios,
los oigo por los pies cómo se alejan,
los huelo retornar cuando la tierra
tropieza con la técnica del cielo!
¡Molécula ex abrupto! ¡Átomo terso!
¡Oh campos humanos!
¡Solar y nutricia ausencia de la mar
y sentimiento oceánico de todo!
¡Oh climas encontrados dentro del oro, listos!
¡Oh campo intelectual de cordillera,
con religión, con campo, con patitos!
¡Paquidermos en prosa cuando pasan
y en verso cuando párense!
¡Roedores que miran con sentimiento judicial en torno!
¡Oh patrióticos asnos de mi vida!
¡Vicuña, descendiente nacional y graciosa de mi mono!
¡Oh luz que dista apenas un espejo de la sombra,
que es vida con el punto y, con la línea, polvo
y que por eso acato, subiendo por la idea a mi osamenta!
¡Siega en época del dilatado molle,
del farol que colgaron de la sien
y del que descolgaron de la barreta espléndida!
¡Ángeles de corral,
aves por un descuido de la cresta!
¡Cuya o cuy para comerlos fritos
con el bravo rocoto de los temples!
(¿Cóndores? ¡Me friegan los cóndores!)
¡Leños cristianos en gracia
al tronco feliz y al tallo competente!
¡Familia de los líquenes,
especies en formación basáltica que yo respeto
desde este modestísimo papel!
¡Cuatro operaciones, os sustraigo
para salvar al roble y hundirlo en buena ley!
¡Cuestas infraganti!
¡Auquénidos llorosos, almas mías!
¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo,
y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!
¡Estrellas matutinas si os aromo
quemando hojas de coca en este cráneo,
y cenitales, si destapo,
de un solo sombrerazo, mis diez templos!
¡Brazo de siembra, bájate, y a pie!
¡Lluvia a base del mediodía,
bajo el techo de tejas donde muerde
la infatigable altura
y la tórtola corta en tres su trino!
¡Rotación de tardes modernas
y finas madrugadas arqueológicas!
¡Indio después del hombre y antes de él!
¡Lo entiendo todo en dos flautas
y me doy a entender en una quena!
¡Y lo demás, me las pelan...!
En este contexto como en otros de Poemas humanos, la presencia del país de origen combina elementos que podríamos llamar de una identidad regional provinciana, con la idea de nación. Vallejo reconoce lo peruano a través del trabajo de la tierra. Los papeles, cebadales, alfalales, llamados «cosa buena». Y luego el desfile de animales, los asnos, la vicuña y hasta un guiño literario la referencia a los cóndores, el ave heráldica indígena, pero a la que habían cantado tanto Chocano, el poeta oficial en la época del presidente Leguía como el cuentista Ventura García Calderón, también conocido representante de lo que Basadre llamó «la república aristocrática». En el poema también hay un uso regional, «el bravo rocoto de los templos», es decir una referencia al picante que se produce en los valles cálidos del norte del Perú, a vece este rocoto, picante de los temples es transcrito como «bravo rocoto de los templos» que no tiene sentido en el texto. En este poema está también la frase «¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo, / y Perú al pie de orbe; yo me adhiero!» que probablemente sea la que mejor expresa aquello que venimos dando como característica de la poesía de Vallejo: una voluntad de representar lo personal, lo familiar, lo regional, lo nacional, sin excluir una vocación cosmopolita. Indio después del hombre y antes de él, Vallejo reclama en el poema su capacidad de entender lo que viene de fuera, las flautas y su derecho a expresarse en una quena, el instrumento por excelencia del indio peruano. El poema termina con una broma, una chanza, en el lenguaje familiar peruano: «¡Y los demás me las pelan…!», es decir al escritor no le importa lo que puedan pensar los demás de su elección.
Paralelamente a sus Poemas humanos, Vallejo escribió España aparta de mí este cáliz, que en la edición de Poemas humanos que hizo Georgette Vallejo en 1939 aparece como una sección del libro, pero que ha alcanzado a ser libro independiente teniendo en cuenta la edición que se hizo en España. En ese libro Vallejo logra la hazaña de expresar lo épico dentro de la lírica. En él la exaltación del compañero, del militante, de Pedro Rojas, de Ernesto Zúñiga, de Ramón Collar, de Juana Vázquez, no es solamente la exaltación a una bandería; cada uno de estos héroes, como aquellos otros del burgo natal, Carlota, el ciego Santiago, la madre, los hermanos que había cantado antes, están hechos de un mismo barro, aquello que solemos llamar: lo universal. La voz del hablante en España aparte de mí este cáliz alcanza una intensidad y una altura excepcionales. César Vallejo en su escritura consiguió cumplir el sueño de cualquier artista: a través de la ficción que significa lo literario, toca las fibras más secretas de la realidad.
El porvenir de la poesía de Vallejo está ligado al porvenir de la poesía misma. Desde Baudelaire se habla de una decadencia de la lírica. Recordamos, sin embargo, que en la modernidad que nos toca vivir, que algunos empiezan a llamar post modernidad, no existen ni actividades ni centros privilegiados. Siendo así, la poesía se pone en igualdad con cualquier otra tarea del ser humano, y puesto que no ha perdido su característica de expresar con menos palabras más significados, vivirá como vive hasta ahora. Y Vallejo que no fue solamente un escritor talentoso, sino que estuvo alumbrado por la genialidad, gozará seguramente en el futuro de tanto a más fervor con el que cuenta hoy día. Y es un privilegio para nosotros, los peruanos que por su intermedio nuestra manera de ser, nuestra habla, nuestra cultura lleguen a los más apartados rincones del planeta.
Para terminar quisiéramos, con toda la buena voluntad de que somos capaces, expresar una voz de alarma de lo que ocurre en el Perú después de quinientos años de la llegada del español. Existen todavía personas y a veces muy ilustradas, que siguen pensando que nuestra lengua común es invasora y enemiga contumaz de las lenguas aborígenes. Una de ellas, un poeta notable, Efraín Miranda, ha escrito en español lo siguiente:
La gramática española cuelga desde Europa
sobre mis Andes,
interceptando su sincretismo idiomático.
Sus grafías y fonemas, atacan con los caballos
y las espadas de Pizarro.
Mi lenguaje resiste, se refugia, lo persiguen,
lo desmembran.
En tantos siglos de guerra intercultural
todas las batallas hemos perdido.
Ellos tienen todos los elementos a su alcance:
su estado mayor en la Real Academia
y sus soldados intelectuales:
los nuestros, nada, un agrupamiento pasivo
al modo Tupac Amaru segundo.
En mi choza ha caído la mano perdida del Manco de Lepanto
con vidrios, ácidos, alfileres
que contorsionan mi lengua
y sangran mi boca.4
Es mucho lo que tenemos como tarea para facilitar una mejor relación entre el español y otras lenguas que comparten el mismo territorio, tanto en América, como en la propia España, donde nació el idioma.