La mayor esperanza para el futuro del español en el mundo es comprobar la vitalidad y el entusiasmo con los que miles de jóvenes colombianos están acudiendo a las sesiones de este IV Congreso Internacional de la Lengua Española en Cartagena de Indias.
¿Podemos hablar hoy de un boom de la lengua española, como en los años sesenta acuñamos el término de boom de la literatura latinoamericana? Para muchos lingüistas, sociolingüistas y profesores de español, así es. Actualmente, estamos en un proceso de expansión del español en el mundo que parece discurrir por buen camino. El interés por aprender español es un fenómeno en crecimiento. Es muy posible que en estos momentos (marzo de 2007), unos 50 millones de personas, por todo el mundo, estén queriendo aprender español.
Podríamos seguir haciéndonos nuevas preguntas, como: ¿cuánto ha contribuido el impulso que supuso el boom de la literatura latinoamericana?, ¿es en realidad un fenómeno tan repentino y espectacular como nos parece?, ¿qué está aportando la emigración latinoamericana a los Estados Unidos de América en la importancia que todos damos al futuro del español en ese país, referente de la globalización?, ¿cuáles son los retos que tenemos por delante los lingüistas, sociolingüistas, sociólogos, políticos, empresarios…?, etcétera.
En este mundo cada vez más globalizado, la extensión de las lenguas tiene un valor económico de cambio. Es un hecho económico y, por consiguiente, también un hecho político de gran trascendencia.
Hacemos bien, es muy justo, en reconocer y cantar las loas por el crecimiento que el uso de nuestra lengua común, el español, está teniendo en el mundo, pero no podemos pararnos ahí diciendo que el español está de moda. Si deseamos que el español sea cada vez más, en el futuro una de las grandes lenguas universales de comunicación y de más peso en el ámbito de los negocios y de la economía, debemos reflexionar y tomar medidas de modo coordinado entre los pueblos y los Gobiernos de los países que tenemos el español como lengua oficial.
Ante la situación socioeconómica, cultural y educativa del área iberoamericana, hemos de comenzar por preguntarnos si estamos haciendo frente, del modo adecuado, a los grandes desafíos que el siglo xxi está imponiendo en el tablero internacional. Puede parecer que el debate entre los políticos de nuestra área idiomática va por el camino de la aspereza, sobrecargado de apelaciones descalificadoras. Es necesario cambiar y encontrar el método para dialogar sobre ideas y proyectos aplicables a la realidad actual que contribuyan al desarrollo económico y social, a una mejor integración subregional y regional que nos lleve a insertarnos de manera relevante en esta nueva era del conocimiento, en la que tan reducido peso tenemos.
Si observáramos con imparcialidad lo que ahora mismo está sucediendo en buena parte de Asia y Extremo Oriente, sin la superficial tentación de la clasificación ideológica, veríamos que muchos de los países de esas áreas geográficas caminan, en términos de desarrollo económico, hacia la nueva civilización del conocimiento, ganando peso en su inserción en la nueva realidad mundial. China, Vietnam, Corea del Sur, India, etcétera, llevan un cuarto de siglo avanzando en su producto bruto, añadiendo valor según los parámetros de la sociedad del conocimiento, compitiendo y desplazando el comercio mundial de sus centros de gravitación tradicionales, en los que el Atlántico era el eje, para sustituirlo por el eje del Pacífico.
¿No tienen ustedes la impresión de que mientras tanto nosotros caminamos por la senda opuesta en nuestra área cultural, incluidos los éxitos parciales y los momentos de bonanza económica? No nos estamos enterando de hacia dónde van las cosas en el siglo xxi para encararlas con sentido, aprovechando las oportunidades y minimizando los riesgos.
Este debate que sugiero sí me parecería interesante como debate de ideas más que como confrontación falsamente ideológica. Me parecería aun de mayor interés la reflexión sobre los proyectos transformadores de la realidad para luchar contra la desigualdad, no solo como problema ético, que lo es, sino como lastre para el desarrollo de este nuevo siglo, o sobre las deficiencias que soportamos en el campo de las nuevas tecnologías, con carencias básicas de formación de capital humano y desarrollo a medio y largo plazo, además de como factor clave para la relevancia internacional. Estos son, a mi juicio, los elementos de preocupación que deberíamos tratar, evitando el juego de las descalificaciones personales tan propio de nuestra cultura fulanista.
Los países del área latinoamericana han de plantearse la mejora del funcionamiento de sus Administraciones públicas como un factor decisivo para poder avanzar hacia la modernidad que se identifica con los países más desarrollados. Esta debería ser una base sólida y previa a cualquier proceso de internacionalización a los que tan acostumbrados estamos y que tantas veces vemos frustrarse.
Hemos de aumentar la credibilidad de nuestros sistemas democráticos, mejorar la calidad de nuestra vida democrática, dedicar más recursos a educación y administrarlos mejor para evitar el despilfarro con que muchas veces se actúa. Asimismo, hemos de atajar de una vez y con decisión los problemas sociales. Como se ha dicho en este congreso, el problema para el futuro del español no es el inglés, sino la pobreza. Todo esto se ha de hacer con un marco de garantía jurídica para los inversores, tantas veces roto recientemente.
Deberíamos debatir sobre temas como estos, porque no ofenden a nadie y pueden introducirnos en una vía de diálogo entre todos para definir los caminos de América Latina hacia la modernidad. Sin ello resultará totalmente estéril cualquier proyecto de ser algo, como comunidad lingüística, en un mundo globalizado.
Si pretendemos que el español sea cada vez más lengua de intercambio comercial, título de panel, tendríamos que poner en práctica políticas que encaminasen a nuestras sociedades en esa dirección. A modo de enumeración esquemática señalo a continuación cuáles, en mi opinión, exigen más atención y urgencia:
En este IV Congreso Internacional de la Lengua Española hemos homenajeado a nuestro escritor Gabriel García Márquez con ocasión de sus 80 años de vida. Quiero yo también unirme a esta felicitación terminando con un texto suyo que viene a ser un mandato programático:
La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras de un lenguaje global. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión, en un ámbito propio de 19 millones de kilómetros cuadrados y cuatrocientos millones de hablantes al terminar el siglo.
La humanidad entra en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas.
«Botella al mar para el dios de las palabras», El País, n.º 10.000, 19-X-2004, p. 173.