Deseo iniciar mi intervención con una palabra que quisiera expresarle a cada uno de ustedes personalmente, en este momento en que tengo el honor de clausurar uno de los eventos más importantes que haya vivido nuestro país en mucho tiempo: ¡gracias!
Gracias a todos por haber formado con su presencia una movilización tan rica y diversa alrededor de la lengua española, la lengua que nos identifica y nos diferencia.
Gracias a todos nuestros hermanos de América, a nuestros hermanos argentinos, bolivianos, mexicanos, chilenos, ecuatorianos, paraguayos, peruanos, panameños, cubanos, puertorriqueños, dominicanos, venezolanos, uruguayos, centroamericanos; a nuestros hermanos de España; a nuestros hermanos portugueses y brasileros y a todas las personas que vinieron a participar en este gran debate colectivo sobre nuestra cultura desde Senegal, Filipinas, Guinea Ecuatorial, Japón, Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido, Francia, Japón, China y desde tantas otras partes del mundo a los que llegaron los ecos de este encuentro con lo que somos y lo que soñamos ser.
Gracias a los maestros de Colombia por su fabulosa respuesta a nuestra convocatoria, por haber dado sentido con su participación a todo nuestro esfuerzo, por su valentía, por mantener viva nuestra lengua y por construir con su labor diaria el país de la cultura. El país de las culturas.
Mi gratitud a los maestros va de la mano con nuestro reconocimiento a los bibliotecarios, promotores de lectura y a tantos otros trabajadores de la cultura local para los cuales este encuentro significó la oportunidad de participar directamente de los grandes debates colectivos que definen la agenda pública iberoamericana: la tensión entre unidad y diversidad, los nuevos centros del español, las nuevas literaturas iberoamericanas, las nuevas diversidades que configuran nuestra comunidad.
Gracias a los jóvenes que han abrazado este Congreso con tanto compromiso. Su presencia nos llena de confianza y de esperanza.
Este ha sido un encuentro plural y diverso, libre y democrático, lleno de contrastes y contradicciones que nos han enriquecido con nuevas preguntas y con nuevos caminos que ahora habremos de recorrer juntos. Es mucho lo que queda por comentar después de estos cuatro días de intensos debates alrededor del español, de su variedad de usos, de su multiplicidad y riqueza, de su avasalladora presencia mundial, de su promisorio devenir frente a las exigencias de este Tercer Milenio. En este contexto, es preciso señalar un debate central, que atraviesa todos estos discursos, y que vuelve a ubicarnos en el paradigma que nos conduce a intentar develar el devenir del español. Se trata de la misma polémica que ya se perfilaba entre don Rufino José Cuervo y don Juan Valera, en ese contrapunteo que, sobre el futuro del castellano, disipaba los espíritus intelectuales de americanos y españoles en el paso del siglo antepasado al siglo pasado.
La polémica Cuervo-Valera sigue presente hoy en día en nuestro país, en particular en aquellos momentos en que los responsables de las políticas lingüísticas, culturales y educativas intentamos prever la repercusión de sus acciones frente al futuro de la lengua española. En efecto, esta discusión señala dos posiciones opuestas, a saber: aquella que busca la estabilidad y homogeneidad de la lengua, por un lado, y aquella que entiende que las nuevas situaciones, los contactos con otras lenguas, acarrean cambios inevitables que, poco a poco, se incorporan al cuerpo vivo del español. Estas posturas encontradas ya habían sido señaladas hace más de un siglo por los dos grandes expertos.
Es así como, en el año de 1899, desde un rincón de los Andes, un colombiano, Rufino Cuervo, «maestro excelente y superior del habla de Castilla», cuyo Diccionario de construcción y régimen es un portento de erudición, de buen gusto, «de tenacidad y de paciencia», tal como a él se refería el propio Valera, pronosticaba el declive de la lengua castellana. «Estamos pues en vísperas (que en la vida de los pueblos puede ser bien larga) de quedar separados, como lo quedaron las hijas del Imperio romano (…)», advertía Cuervo al tiempo que rememoraba las palabras de Don Andrés Bello en el prólogo a la Gramática de la lengua castellana: «Chile, el Perú, Buenos Aires, Méjico, hablarían cada uno su lengua, o por mejor decir, varias lenguas, como sucede en España, Italia y Francia, donde dominan ciertos idiomas provinciales».
La respuesta del español don Juan Valera, ilustre literato y político (1824-1905), no se hizo esperar. El 24 de septiembre de 1900, en el diario El Imperial de Madrid, publicaba un artículo intitulado «Sobre la duración del habla castellana. Con motivo de algunas frases del Sr. Cuervo». Y Valera empezaba sus reflexiones afirmando que, «A Dios gracias», él era, «por naturaleza, poco inclinado a la melancolía y al desaliento». Y agregaba: «Hasta en las circunstancias más tristes procuro hallar algo de esperanza y consuelo». En breve, Valera afirmaba que «la corrupción del latín y el nacimiento y desarrollo ulterior de las lenguas romances no puede ni debe servirnos de guía para pronosticar en América la corrupción del castellano y el nacimiento y desarrollo de nuevos idiomas».
Para fortuna de la lengua española, el vaticinio de Cuervo todavía no se ha cumplido. Claro está, que en materia de evolución, tanto biológica como social, un siglo no permite comprobación alguna. Sin embargo, la fuerte tradición filológica colombiana y su arraigada valoración por la diferencia y la diversidad lingüísticas hicieron que, en solo unos cuantos años, Cuervo hubiera dejado de lado su discurso beligerante en defensa de la estabilidad del lenguaje. Es así como, en el año de 1903, Cuervo le pone fin a la polémica con Valera en un corto escrito denominado El castellano en América donde añadirá, también sin quejarse, «que varios países de América creen que ellos hablan con más corrección que los demás; lo cual meramente quiere decir que notan diferencias notables entre su modo de hablar y el de otros lugares. Por manera que los españoles sienten que los americanos no hablan como ellos, y los americanos sienten que su habla no es idéntica». Y por último, Cuervo anota: «Si esto es así, en cada parte habrá modos especiales de expresarse, favorecidos por la buena sociedad y que es probable se aumenten y arraiguen de día a día».
Como lo hemos visto a lo largo de las intervenciones en este Congreso, y como lo presenciamos con la entrega de la nueva Gramática de Medellín y lo ratificamos con la firma, en la misma ciudad, del Sistema Internacional de Certificación del Español como Lengua Extranjera, por parte de rectores representantes de diversas universidades de Hispanoamérica, la lengua española está en movimiento, y no solo en expansión. Para los que, como estudiosos, deben también dar razón de este hecho, no se les enfrenta —como en la época de Cuervo y Valera— aquel grupo que se dedica a «cuidar o normatizar el idioma».
Y esta posición de intolerancia académica, que enfrentó vehementemente en su primera etapa, Rufino Cuervo la vive y la padece durante sus últimos años. Comprometido con la mayor tarea de su vida, y tal vez, con una de las más importantes obras de la filología hispánica, en el año de 1886 y al tiempo con la publicación de la Constitución de la República de Colombia de Miguel Antonio Caro y Rafael Núñez, Cuervo publica el primer volumen de 922 páginas del Diccionario de Construcción y Régimen, que corresponde a las letras A y B. El esfuerzo y la dedicación que implican un segundo tomo, hacen que Cuervo se demore siete años de intenso trabajo, para publicar el segundo volumen de 1348 páginas, correspondiente a las letras C y D y cuyo último artículo es sobre la palabra dudo.
Pero todo su empeño por proseguir su obra se ve frustrado cuando, ya en París, tiene la oportunidad de cotejar el tipo de bibliografía que acostumbraba consultar para diseñar el Diccionario, con las obras que en ese momento analizaban sus colegas, las cuales, como la Colección Rivadeneira, no podían competir en calidad con aquellas a las que tenía acceso en Bogotá. Una vivencia desafortunada que le recordaría la polémica de antaño con Valera: sin acceso a una gran diversidad cultural de obras literarias, la pertinencia de los vocablos del Diccionario y sus correspondientes descripciones no alcanzarían los niveles de universalidad que Cuervo se había fijado para su insigne labor. Con esta constatación y con pleno convencimiento de la imposibilidad inmediata de emprender solo esta tarea, Cuervo abandona la obra, la cual solo se termina casi un siglo después, es decir, hasta el año de 1995 en el Instituto Caro y Cuervo. Rufino José Cuervo muere en París en el año de 1911 y, por disposiciones de la República Francesa, sus restos no podrán volver a su país sino hasta el año 2011, un siglo después de su muerte.
Nuevos caminos de análisis nos abren estas reflexiones de Cuervo y de Valera y tantas otras que oímos a lo largo de estos días aquí en el IV Congreso Internacional de la Lengua Española en Cartagena. Reflexiones que surgieron no solo de las presentaciones de expositores y panelistas especializados, sino también de comentarios informales en pasillos y sitios de reunión de este gran número de participantes y asistentes, empeñados en dar razón de las particularidades y de la riqueza de nuestra lengua.
Como país sede del IV Congreso, nuestro gran anhelo es ver plasmado este trabajo de tantos especialistas en obras concretas que repercutan en el engrandecimiento cultural de nuestra nación.
Deseo para finalizar dar las gracias al Gobierno y al pueblo de Cartagena de Indias por su hospitalidad, su cariño y su compromiso con el IV CILE. Este Congreso llegó, por diferentes vías, a toda la ciudad.
El Ministerio de Cultura, en alianza con la Alcaldía de Cartagena de Indias y con la Universidad Tecnológica de Bolívar, convocó la III Feria del Libro y la Plaza de las Editoriales. Confío en que con el respaldo brindado por las editoriales esta feria y esta plaza se consoliden como escenario de encuentro editorial anual para Cartagena y para el Caribe e invitamos a los editores participantes a fortalecer aún más su presencia en esta fiesta maravillosa.
El IV CILE tuvo una repercusión en todas las calles y plazas del centro histórico gracias a la Sociedad Estatal de Acción Cultural en el Exterior de España que propicio la realización de «Cart(ajena)», una muestra iberoamericana de arte público innovadora alrededor de la palabra, el lenguaje, el español y de otros conceptos centrales del Congreso.
La Plaza de la Aduana recibió el maravilloso concierto «Y la palabra se hizo música», ofrecido por la Sociedad General de Autores y Editores y el Ministerio de Cultura, con el patrocinio de Telefónica. Este concierto, y la exposición que lleva el mismo título en el Museo Naval del Caribe, dan prueba del creciente poder de la canción hispana en el mundo globalizado.
Gracias al Grupo Planeta por las tertulias literarias que con tanto éxito se desarrollaron en toda la ciudad, con una participación numerosa de autores y de jóvenes asistentes. Las Tertulias Literarias Planeta, son una prueba del gran valor de la palabra para juntarnos y para convocar la presencia festiva de lo diverso y lo diferente.
Gracias a todas las otras editoriales que enriquecieron con su programación esta fiesta del lenguaje que debemos celebrar día tras día a través del diálogo, la conversación, el debate público, la lectura.
Gracias al Instituto Cervantes, a la Real Academia Española y a la Asociación de Academias de la Lengua Española por haber trabajado de la mano con el Ministerio de Cultura en la organización de este IV Congreso que pertenece a toda Iberoamérica.
Gracias a Doña Lina Moreno de Uribe, presidenta honoraria del IV CILE, al expresidente Belisario Betancur, presidente de la Comisión de Honor, y a todos los miembros de la Comisión de Honor y del Comité Ejecutivo por su trabajo diario durante este último año.
Gracias al Ministerio de Educación Nacional y a los secretarios de Cultura y Educación por tanto ánimo puesto a esta convocatoria que movilizó finalmente, juntando otros sectores, a 7000 personas a las puertas del Centro de Convenciones.
Gracias igualmente al Ministerio de Relaciones Exteriores por su acompañamiento en las actividades previas de Medellín, el XIII Congreso de la Asociación de las Academias de la Lengua Española y la Asamblea de Rectores del Sistema Internacional de Certificación del Español como Lengua Extranjera, y en la preparación del IV Congreso, y gracias, igualmente a los más de 500 periodistas acreditados que le contaron al mundo lo que ocurrió en esta hermosa ciudad.
Extiendo mis agradecimientos a los patrocinadores por su alianza con el Gobierno colombiano en torno a la cultura. Su inversión en el Congreso representó una ayuda fundamental para alcanzar esta gran meta iberoamericana.
Salimos del Congreso, enriquecidos para fortalecer la presencia cultural de Colombia en el mundo.
Somos país invitado de honor de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la fiesta cultural iberoamericana de mayor trascendencia; somos país invitado de honor de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo; del Festival de Cine del Mundo que se realiza anualmente en el Festival de Cine de Cannes; del Festival del Imaginario de París, el festival más importante en Europa dedicado a la promoción y difusión del patrimonio cultural inmaterial. Esta presencia lleva las voces de nuestras identidades, la savia de la creación que surge del Caribe y el Pacífico; del sur de Colombia; del país andino, del país cafetero, del país de las grandes llanuras, de los vastos ríos, de las altas montañas. Lleva la voz de una Colombia contemporánea y en diálogo con el mundo, una nación múltiple y diversa que abre con este concierto nuevas posibilidades de intercambio y diálogo con el mundo.
Medellín inaugura este año cinco parques bibliotecas, diez colegios, un parque científico. Bogotá, en el marco de su proclamación como Capital Mundial del Libro, inaugura una nueva biblioteca y el Centro Cultural del Fondo de Cultura Económica, dedicado a la promoción del libro y la lectura. El Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas se apresta a fortalecer los servicios de 240 nuevas bibliotecas y a construir para 2007 treinta más con la ayuda del Gobierno y del pueblo del Japón. Cartagena de Indias concluye obras trascendentales para su desarrollo urbanístico y patrimonial. La literatura colombiana, gracias a la potencia de nuestros autores, entra en nuevos mercados colombianos. El cine colombiano aumenta año tras año el número de estrenos. Todo esto es muestra del vigor de nuestra creación y es a la vez aliento para consolidar lo cultural en el primer plano de las políticas de desarrollo.
Este IV Congreso nos pone finalmente al frente de las conmemoraciones del bicentenario de la independencia de Colombia, que habremos de celebrar en interdependencia con las naciones iberoamericanas. Desde ya los invitamos a aportar sus ideas para este encuentro que nos dará la oportunidad de pensar y de soñar los 100 años de amistad, solidaridad y generosidad de esta nación que ya no está, ni quiere estar tan sola.
En nombre del Ministerio de Cultura de Colombia, gracias a todos por su entrañable presencia en este IV Congreso Internacional de la Lengua Española.