Se dice que los grandes poetas son aquellos que no escribieron más de treinta poemas en su vida.
El iluminado de Arthur Rimbaud, antes de cumplir los veinte años, solo escribió 35 poemas. Luego se dedicó a viajar por Abisinia y a traficar con negros.
A lo largo de sus treinta y un angustiosos años, que terminaron con un pistoletazo en el corazón, el poeta colombiano José Asunción Silva solo escribió 33 poemas consignados en sus famosos Nocturnos.
Aurelio Arturo, durante su larga y silenciosa vida, solo escribió 32 poemas que conforman su único libro titulado Morada al sur.
Y sin embargo, qué grandes han sido estos tres poetas.
De Rimbaud y Silva hemos tenido suficientes referencias literarias. Pero, ¿quién conoce en el mundo a Aurelio Arturo? ¿Quién ha escuchado aquella melodía diáfana que se mueve en sus poemas?
Aurelio Arturo es el poeta más silencioso y lejano que haya dado la literatura hispanoamericana.
Nacido en La Unión, Nariño (1906), un pueblo perdido del sur de Colombia, Arturo es un poeta, que en estrecha armonía con la naturaleza, le canta al paisaje.
Este verde poema, hoja por hoja,
lo mece un viento fértil, suroeste;
este poema es un país que sueña,
nube de luz y brisa de hojas verdes.
Como hijo legítimo de una de las regiones más bellas y olvidadas del país, Arturo sabe que el origen del hombre se encuentra en el paisaje que lo vio nacer. El paisaje es origen y es memoria.
Es un cantor que le dedica sus versos al agua, a los árboles, y al potro que un día le regaló su padre.
A medida que va penetrando en el paisaje andino del sur de Colombia, «donde el verde es de todos los colores», el poeta va dibujando el país del viento.
Por esto podemos afirmar que Arturo es un poeta de la esperanza, nacido antes de la guerra; y mucho antes de que los bárbaros se tomaran el paisaje.
Aurelio Arturo es el poeta que le canta a la Arcadia.
En medio de su silencio legendario, que nos recuerda el silencio de nuestros aborígenes, es un poeta que confía en el país de los sueños.