Para un escritor una palabra no es un medio de comunicación sino un fin en sí misma. Las palabras, como las frases, son talismanes, salvoconductos, entes complejos, que han maravillado siempre al escritor. Lo que para otras personas puede ser un vehículo de comunicación, para un escritor es un tesoro de posibilidades expresivas, que pueden conducir a una comunicación profunda. De todas las creaciones del ser humano, la palabra es la más compleja y duradera. Una palabra, de acuerdo a como sea usada, tiene muchos niveles expresivos que van desde su valor semántico hasta su sensualidad sonora.
Creo por ello que un escritor puede odiar al mundo u odiarse a sí mismo, pero nunca a las posibilidades de su lengua. Gracias al uso de los grandes escritores, desde los poetas medievales hasta los novelistas contemporáneos, hemos sabido de todo aquello de lo que el español es capaz para expresar lo oculto, lo extraño, lo original de la vida. El español sobrevive gracias a sus escritores. Hay frases que se han inscrito en la historia universal para siempre en español, como «En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme» o «Puedo escribir los versos más tristes esta noche». Los escritores se pasan la vida interrogando a nuestro idioma y de esa lucha han sido creados los libros por los que el español seguirá vivo siempre. Muchos hablantes americanos y peninsulares agregan giros, expresiones, creaciones propias que vienen a reforzar la variedad del español. Son nuestros creadores anónimos. Nuestra vida es más compleja, intensa y profunda gracias a la riqueza en expansión de nuestro idioma.