La variación gramatical en el mundo hispánico. Investigación y enseñanza Enrique Pato
Universidad de Montreal (Canadá)

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Resumen

Este texto constituye la versión escrita de las respuestas que el ponente Enrique Pato dio a las cinco preguntas que el coordinador del panel 5.1, Ignacio Bosque, planteó a los participantes.

1. ¿Cuáles son, en su opinión, los aspectos de la variación gramatical en el mundo hispanohablante que han sido mejor estudiados y cuáles necesitan más investigación?

Es una realidad que los usos que penetran en la lengua estándar y en la norma culta han sido los más estudiados. Por ello, se sabe mucho de fenómenos como el leísmo (Le conozco desde hace tiempo), la alternancia de modo verbal (Si {tendría ~ tuviera/ tuviese} dinero viajaría a Italia), la pluralización del verbo «haber» (Habían muchos estudiantes en la manifestación) o el deísmo (Me costó de adaptarme), por nombrar solo algunos de ellos, ya que la nómina es extensa (Fernández-Ordóñez y Pato, 2020; Pato y Felíu Arquiola, 2021; Pato y Mare, en prensa). En cambio, todavía hay una lista grande de fenómenos, más restringidos social y geográficamente, que se consideran incorrectos o propios de hablantes no cultos y que no se han investigado adecuadamente. Me refiero a aspectos de la concordancia (Felíu Arquiola y Pato, 2020), el uso de cuantificadores (Felíu Arquiola y Pato, 2020) y algunas «nuevas» construcciones que previamente se consideraban «imposibles» (Pato 2023), entre otros.

Lo que parece evidente es que solo se podrá seguir ampliando nuestro conocimiento dialectal y de la variación gramatical del español con trabajo de campo y con la ayuda de datos de corpus lingüísticos adecuados, para evitar descripciones parciales e impresionistas y considerar como general algo que es solo particular, o viceversa, así como juzgar erróneos usos que no forman parte de nuestra norma o variedad; cuestiones todas ellas que se han presentado en algunas de las ponencias de este congreso.

2. Sabemos que los términos «español rioplatense», «español centroamericano», «español caribeño», «español peninsular», etc. resultan ser a veces demasiado simplificadores, ya que existe variación, tanto geográfica como social, en el interior de las áreas geográficas a las que corresponden. Ello hace pensar que la antigua cuestión –suscitada desde hace tiempo por no pocos investigadores– sobre dónde hemos de detener la introducción de variables sociolingüísticas sigue siendo actual. ¿Cuál sería su respuesta particular a esta pregunta?

Es cierto que las etiquetas simplifican (y mucho), pero no por ello dejan de ser útiles; sobre todo para efectos didácticos y divulgativos. Nuestros lectores pueden ser estudiantes especialistas e investigadores, pero no debemos olvidar por ello al público general. Creo que la idea básica es que la sociedad entienda que no existe una única variedad de español. La etiqueta que se emplee para ello (de momento: rioplatense, chileno, andino, caribeño, mexicano, centroamericano, peninsular, etc.) no sería lo más importante. Cambiar etiquetas resulta sencillo, lo complicado es que después se empleen correctamente y de manera general. Hoy día esto solo se puede lograr con la ayuda de la tecnología y, en particular, mediante las redes sociales, para que este tipo de cambios sea efectivo y no se quede solo en el ámbito académico y escolar.

En cuanto a las variables sociolingüísticas, se ha mostrado en varios trabajos que pueden ayudar a describir un poco mejor algunos fenómenos gramaticales; pero todo depende del rasgo en cuestión y del marco teórico que sigamos. Tampoco se debería convertir la variación en pura estadística (como está ocurriendo en la actualidad), ya que las variables sociolingüísticas implican el empleo adecuado de la estadística, y esta nos ayuda a confirmar o no ciertas hipótesis. Es un hecho que los jóvenes y los adultos mayores emplean algunas construcciones de modo diferente, lo mismo se aplica a las personas con o sin educación formal. Lo interesante de todo ello es poder saber cuándo y dónde cambia la lengua, qué elementos lingüísticos se seleccionan en cada caso y cómo se organizan en la gramática. Es decir, obtener –de alguna manera– una visión un poco más holística de la lengua. En el caso de otros fenómenos no sería necesario.

3. El estudio de la variación gramatical exige acceder a variables históricas (procesos de gramaticalización, diferencias en la evolución del español clásico en América, etc.) y también a diferencias tipológicas (fundamentalmente, préstamos y calcos de otras lenguas como efectos del contacto lingüístico). Estos factores amplían considerablemente el horizonte de cualquier investigador que aborde los fenómenos de variación, a la vez que complican inevitablemente su tarea. Sin embargo, otros lingüistas entienden que es posible estudiar la variación gramatical concentrándose en las estructuras gramaticales que se ven afectadas, sin atender necesariamente a su posible origen y sin intentar explicar su distribución geográfica. ¿Cuál es su punto de vista?

Todo depende del marco teórico y de la explicación que queramos ofrecer de cada fenómeno. Personalmente creo que el «problema» viene directamente de la formación universitaria de los alumnos, futuros investigadores y profesores. En muchos países, por ejemplo, ese tipo de trabajos no se realiza porque –en general– no hay una tradición de formación histórica ni filológica.

Dado que los hechos del pasado nos pueden ayudar a interpretar un poco mejor el presente, y viceversa, la descripción completa de un fenómeno lingüístico nos obliga a revisar, aunque sea muy parcialmente, lo que sucede en épocas pasadas. Y esto se puede hacer incluso a través de una breve nota a pie de página en nuestras publicaciones. Por ejemplo, cuando un fenómeno no se documenta en los siglos XIII-XV podemos pensar que ha sido potenciado en época posterior. Un rasgo concreto es la desinencia -n en los pretéritos perfectos fuertes, del tipo Ellos dijon (por dijeron) ~ supon (supieron) ~ estuvon (estuvieron), formas que se localizan una sola vez en el corpus alfonsí (en el Libro de las cruzes, 1259) y que empiezan a registrarse con cierta frecuencia en el siglo XV (en la obra de Juan del Encina) en una zona particular de la península (la leonesa-extremeña); área en la que hoy en día todavía se mantienen estas formas en hablantes mayores, y así aparecen registradas en los corpus lingüísticos de la lengua oral como el COSER (Pato, 2010; Fernández-Ordóñez y Pato, 2020).

A este respecto, creo que el concepto de «universal vernáculo» puede ayudarnos a entender cómo se puede superar la aparente dicotomía entre conservación e innovación, ya que las formas vernáculas, al ser fruto de procesos cognitivos universales que se activan según el input de cada dialecto o variedad, son a la vez antiguas y modernas. Algo que, por supuesto, hay que seguir repensando y elaborando (Di Tullio y Pato, 2022).

4. Se dice a veces que las opciones lingüísticas que se consideran desprestigiadas, desacreditadas o simplemente incorrectas lo son porque las academias de la lengua lo estipulan así. Lo cierto es que las diferencias relativas al descrédito de ciertas expresiones lingüísticas se dan igualmente en los países en los que no existen academias de la lengua. Por otra parte, existen opciones gramaticales y léxicas que están desacreditadas en unas áreas hispanohablantes, pero no en otras, lo que no parece deberse al influjo de las academias en esos territorios. ¿Cómo cree usted que deben enseñarse en la escuela las diferencias de (des)prestigio a las que se acaba de aludir?

El desprestigio de algunos usos gramaticales (y léxicos) es un asunto compartido por los hablantes y sus comunidades lingüísticas, por un lado, y las academias, por otro. No hay que olvidar que algunos usos lingüísticos se ven condicionados y están sometidos a un filtro de selección social, del tipo que sea ese filtro. Los fenómenos del dequeísmo (Pienso de que es muy interesante) o del laísmo (La dije a María que me llamara) lo ejemplifican claramente. En el léxico, tenemos el consabido ejemplo del verbo coger (‘agarrar, tomar’ en español europeo y en algunas variedades americanas como Cuba y Colombia, y ‘realizar el acto sexual’ en las demás variedades), que se mezcla con el tabú, entre muchos otros.

En cuanto a su enseñanza, y es algo que conozco un poco por mi experiencia docente en Canadá y en otros países donde he impartido clases en el pasado, el asunto gira en torno a la simple aclaración que se debe hacer a los estudiantes entre «conocimiento pasivo» que se puede tener y «uso activo» de la lengua española. Los alumnos deben conocer cómo hablan las demás personas (mediante la descripción de las variedades), no hablar como ellas. La idea no es que sean hablantes multidialectales, la idea es que respeten a los demás, y todo esto solo se puede lograr si se ha tenido acceso a determinado conocimiento gramatical compartido.

Por todo lo anterior, la enseñanza de los usos lingüísticos debería ser global: forma y significado (como bien recuerda Bosque, 2023), distribución geográfica, origen y estimación social (incluidos los registros y niveles: coloquial vs. formal, rural vs. urbano, etc.). Lo bueno es que a los estudiantes les interesa, y mucho, conocer cómo hablan otras personas, qué rasgos son generales y cuáles no. Y esto es algo que el Plan curricular del Instituto Cervantes (Instituto Cervantes, 2006) señala desde hace décadas, y la Academia ha incluido en la Nueva gramática de la lengua española (RAE-ASALE, 2009), y se tendrá en cuenta también en su segunda edición. En cualquier caso, no hay que alarmarse porque, al final, la «unidad» (lo común) prevalece siempre sobre la «diversidad» (lo diferencial).

Ahondando un poco más en los aspectos de la enseñanza, la cuestión del (des)prestigio también se podría salvar abordando la lengua estándar como una asignatura transversal del currículo –idea compartida por algunas de mis colegas como María Mare–, es decir fuera de la materia tradicional de «Lengua Castellana», «Lengua Española», «Lengua Castellana y Literatura», «Lengua y Literatura Castellanas», etc. (en cada país tiene un nombre diferente). El conocimiento y dominio de la norma culta es necesaria en todas las disciplinas; tanto los alumnos del área de letras como los de ciencias deben alcanzar un dominio de la comprensión y expresión orales y escritas en sus respectivos campos de estudio e interés. Por tanto, tendría que ser una labor compartida entre profesores de los centros educativos y sus respectivas asignaturas. Bajo este modelo ideal, en los cursos de lengua se estudiaría entonces la gramática en sentido amplio, tanto la teoría como el uso, de modo inductivo unas veces y deductivo otras, y siempre sobre la base de ejemplos.

5. Una pregunta frecuente en los estudios sobre la variación lingüística es la relativa a los límites que debemos suponer en tales procesos. Los llamados microparámetros suelen atender a diferencias de escala reducida en las lenguas de una determinada familia, o entre las variedades de una misma lengua. En lo que respecta al español, es esperable la variación en el uso de los tiempos, los modos, los determinantes, los pronombres átonos o la concordancia, pero lo cierto es que también se registra variación en las estructuras argumentales y en diversos aspectos de la subordinación. ¿Entiende usted que la variación gramatical en el mundo hispánico es esperable en determinados dominios de la gramática o piensa, por el contrario, que no hay por qué suponer que se circunscribe necesariamente a ellos?

Me sumo a la idea de que no hay límites en los procesos de variación, precisamente porque los datos reales (fruto del trabajo de campo y de la revisión de los corpus lingüísticos orales) nos indican que hay variación en todos los niveles (Fernández-Ordóñez y Pato, 2020; Pato y Felíu Arquiola, 2021; Pato y Mare, en prensa).

Afortunadamente, ya no se estudia solo la lengua culta escrita, sino también la coloquial oral. Y ya no hay ninguna duda de que la gramática dialectal, es decir, la variación, es fundamental para la descripción y caracterización de las áreas lingüísticas, pero también para el estudio formal más teórico y el tipológico de las lenguas. Mientras no se demuestre lo contrario nada impide pensar que la variación gramatical es general; de hecho, hay variación en todas las categorías gramaticales y en muchas construcciones sintácticas. El problema (o el interés) depende de lo extendido que esté ese uso o rasgo en la lengua, y de su repercusión en el estándar.

En cualquier caso, desde un punto de vista más teórico, las estructuras sintácticas serían las mismas, lo que cambia son los rasgos sintáctico-semánticos que provocan una distinción superficial en ellas. En realidad, solo tendríamos una sintaxis, y esa sintaxis se puede materializar de diferentes maneras u opciones. Como recuerda Ignacio Bosque (2023), la variación no es otra cosa que la extensión de usos a otras categorías y estructuras. Si un hablante emplea un rasgo es porque el sistema lingüístico se lo permite. Como lingüistas y gramáticos debemos comprobar cómo esos usos encajan dentro del sistema de la lengua española. Si no se han descrito previamente (porque no han sido de interés), hay que pensar ahora cómo se debe ampliar la gramática para incluirlos, sin ahondar en consideraciones del tipo «correcto/incorrecto», «aceptado/no aceptado». Lo interesante de todo ello es que en las últimas décadas se ha (de)mostrado que lo que en principio parecía irregular en el fondo es muy regular. La variación en la lengua está regulada.

En un futuro próximo habrá que continuar con toda esta labor y considerar, quizá, que ya es hora de publicar una sintaxis dialectal de la lengua española, como obra de autoría múltiple u obra colectiva, multidisciplinar (descriptiva, teórica y didáctica a la vez), disponible en línea, de acceso abierto y con actualizaciones frecuentes.

Bibliografía

  • Bosque, I. (2023), «Aspectos didácticos de la variación gramatical», Asterisco 1, pp. 7-29.
  • COSER. Corpus oral y sonoro del español rural, Inés Fernández-Ordóñez (dir.), Madrid, Universidad Autónoma de Madrid.
  • Di Tullio, Á. y Pato. E. (eds.) (2022), Universales vernáculos en la gramática del español. Madrid/Fráncfort: Iberoamericana/ Vervuert.
  • Felíu Arquiola, E. y Pato, e. (2020), En torno a la denominada “concordancia adverbial” en español: tres casos de variación. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
  • Fernández-Ordóñez, I. y Pato, E. (2020), «El Corpus oral y sonoro del español rural (COSER) y su contribución al estudio de la variación gramatical del español», en Á. J. Gallego y F. Roca Urgell (eds.), Dialectología digital del español. Santiago de Compostela: Verba Anexo 80, pp. 71-100.
  • Instituto Cervantes (2006), Plan curricular del Instituto Cervantes. Niveles de referencia para el español.  Madrid: Instituto Cervantes y Biblioteca Nueva.
  • Pato, Enrique (2023), «Nuevas formaciones con el marcador adverbial -mente: el caso de enrealidadmente», Verbum et Lingua: Didáctica, lengua y cultura,21, pp. 7-19.
  • — 2010), «Linguistic Levelling in Spanish: The Analogical Strong Preterits», Canadian Journal of Linguistics, 55(2), pp. 209-225.
  • Pato, E. y Felíu Arquiola, E. (2021), «Morphological variation in the Spanish-speaking world», en A. Fábregas, V. Acedo-Matellán, G. Armstrong, M. C. Cuervo e I. Pujol Payet (eds.), The Routledge Handbook of Spanish Morphology. Londres-Nueva York: Routledge, pp. 68-80.
  • Pato, E. y M. Mare (en prensa), «The verbal inflexion I: tense, aspect and mood», en C. Sánchez López (ed.), A Guide to Spanish Dialects: Descriptive and Theoretical Aspects of Linguistic Variation in the Hispanic World. Oxford: Oxford University Press.
  • Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (009), Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.