La edición académica es un pilar esencial en el fortalecimiento de una lengua en la ciencia. Es una idea destacada en la «Iniciativa Helsinki sobre multilingüismo en la comunicación científica»1. Cuidar la edición académica iberoamericana imprime fuerza al español y a otras lenguas de la región. Por ello, ha de ser un objetivo común de la política lingüística, científica y del libro. Desempeñan una función crucial en la comunicación de la ciencia, en la transferencia de conocimiento científico y en la «polifonía» académica: publicar ciencia en español implica preservar temas de investigación, enfoques y voces que no estarán presentes en la edición internacional en inglés.
Miles de libros de ciencia en español son publicados cada año por ellas. Seleccionan, editan, cuidan y publican contenidos científicos generados por los académicos de la región. Ponen en circulación el conocimiento generado en las universidades y centros de investigación. Traducen a autores que publican en otras lenguas para difundir sus ideas. Llevan, en definitiva, la ciencia a otros académicos, a los ciudadanos interesados por cuestiones científicas y a instituciones, asociaciones y entidades diversas que necesitan de ese conocimiento. Constituyen una enorme red que nutre de libros de ciencia a los países de toda la región. Son las editoriales académicas iberoamericanas.
Universitarias, comerciales o institucionales. Pequeñas, medianas y grandes. Aún no tenemos cifras precisas de cuántas son en total, pero algunos números ayudan a hacerse una idea: 470 editoriales universitarias iberoamericanas, unas 300 comerciales e institucionales solo en España, unas 140 en Colombia y otras tantas en México, incluyendo las universitarias. Son datos que proceden de la «Cartografía de la edición académica iberoamericana»2 un proyecto de investigación colaborativo, enmarcado en la Plataforma Temática Interdisciplinar ES CIENCIA y que cuenta con el respaldo del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC), la Asociación de Editoriales Universitarias de América Latina y el Caribe (EULAC), la Federación del Gremio de Editores de España (FGEE) y la Unión de Editoriales Universitarias Españolas (UNE), así como con el trabajo de un grupo de investigadores del CSIC (España), la Universidad del Rosario (Colombia), la Universidad Veracruzana (México) y CONICET (Argentina).
A diferencia de los grandes grupos editoriales, que publican fundamentalmente en inglés y se ocupan de temas habitualmente más internacionales, las editoriales de nuestros países contribuyen a transmitir saberes, conocimientos y resultados de investigación en español y portugués, cubren temas de interés local, regional o nacional y, en consecuencia, llevan la ciencia a los entornos más cercanos. Desempeñan una función esencial en la comunicación de la ciencia, en la transferencia de conocimiento científico y en la «polifonía» académica: publicar ciencia en español -por centrar el debate en nuestra lengua- implica preservar temas de investigación, enfoques y voces que no estarán presentes en la edición internacional. No significa esto que haya una confrontación con el inglés, lengua natural de comunicación e intercambio en muchas disciplinas académicas. Significa que las distintas lenguas deben convivir con el inglés para que la comunicación de la ciencia no se dé solo de una forma y en un sentido. Por ello también es importante pensar en lo que representa la publicación académica en lenguas amerindias: aunque es muy minoritaria, cumple una función que hay que preservar.
Algunas de estas ideas fueron plasmadas en el documento de conclusiones sobre publicaciones científicas leído ante los Ministros de Ciencia y Tecnología iberoamericanos (Giménez Toledo et al., 2022). Además, el impulso del español y del portugués como lenguas de comunicación científica forman parte de la agenda política de la Secretaría General Iberoamericana.
Estas páginas pretenden hacer protagonistas a las editoriales académicas iberoamericanas, en tanto estructuras clave en el fortalecimiento del español como lengua de comunicación científica. Y tomando como punto de partida su producción — los libros académicos en español y en otras lenguas— se revisarán algunas cuestiones esenciales que hoy afectan a su desarrollo, a su reconocimiento y a los valores que entraña.
Centraré la atención en el español, en torno al cual gira este IX Congreso Internacional de la Lengua Española, pero en realidad este trabajo y la sesión del congreso en la que se incluye constituyen una defensa del multilingüismo en la comunicación científica; con especial cariño hacia nuestra lengua, por ser la mía materna y objeto de mi investigación, pero sin perder de vista el hecho objetivo del valor de cada lengua en la ciencia y del español en particular como una lengua internacional de comunicación científica, que une a una comunidad de 580 millones de hablantes.
La relevancia de las distintas lenguas para comunicar ciencia a los distintos públicos está siendo objeto de atención creciente en el escenario internacional y en el ámbito de algunas políticas públicas. Si revisamos el contexto internacional no necesariamente hispanohablante, veremos cómo el multilingüismo en la ciencia es un valor que aflora con fuerza frente a la idea de idiomas hegemónicos. La «Iniciativa Helsinki sobre multilingüismo en la comunicación científica» firmada ya por centenares de instituciones académicas e investigadores de todo el mundo reivindica el apoyo a la difusión de los resultados de la investigación en beneficio de la sociedad, la protección de las infraestructuras nacionales para publicar investigación localmente relevante y la promoción de la diversidad lingüística en la evaluación de la investigación y en los sistemas de financiación.
En 2022 una coalición de entidades financiadoras de la investigación, de organismos de investigación y de asociaciones científicas de carácter internacional aprobó un documento, el Agreement on Reforming Research Assessment que aboga por una nueva evaluación de la ciencia que se apoye en aspectos cualitativos y que utilice razonablemente los indicadores cuantitativos. También impulsa el reconocimiento de las distintas formas de producción científica haciendo una alusión muy importante en defensa del multilingüismo en la ciencia:
(...) al considerar las valiosas contribuciones que los investigadores hacen a la ciencia y en beneficio de la sociedad, incluyendo distintos tipos de resultados más allá de las revistas científicas e independientemente del idioma en que sean comunicados.
Bajo esta expresión, hay dos ideas importantísimas: que no hay lenguas más o menos valiosas para comunicar la ciencia y que cada resultado de investigación se comunicará en la lengua que mejor sirva para hacer llegar la ciencia a quién la necesita.
Esta manifestación representa un paso adelante muy significativo. Tradicionalmente, la evaluación científica ha primado las publicaciones científicas en inglés; más concretamente, los artículos de revistas científicas cubiertos por dos bases de datos internacionales (Web of Science y Scopus) cuya cobertura mayoritaria es de revistas en inglés, tal y como han mostrado muchos estudios. Prácticamente el resto de la producción científica era (es, en algunos casos) considerada de segundo nivel, incluida esa enorme producción de libros académicos de nuestra región. Ese reconocimiento desigual a las lenguas —y a los canales de producción científica— las jerarquiza y desatiende de forma preocupante algunas funciones esenciales de la comunicación científica.
La ciencia ha de comunicarse y ha de hacerlo en distintas direcciones y con distintos objetivos. Se publica para compartir resultados de investigación entre especialistas y contribuir así al avance colectivo de la ciencia. En muchas ocasiones, ese intercambio se produce en inglés porque es la lengua que, hoy por hoy, permite conectar a científicos de todo el mundo. Sucede especialmente en disciplinas de las ciencias experimentales, exactas y naturales, aunque no tanto —o no con la misma intensidad— en las ciencias humanas y sociales. Sobra decir, en un congreso como este, cómo es de relevante, de necesario y de natural el intercambio de conocimientos que se da en el ámbito iberoamericano, entre académicos de los distintos países, en español o en portugués. El idioma escogido por los investigadores para comunicarse con sus iguales no tiene que ver con la calidad o la importancia de lo que quieren comunicar, sino que está relacionado con lo que se quiere comunicar y a quién. Porque, además, no solo se publica para especialistas: se publica para transferir resultados de investigación a la sociedad, a la industria, a las asociaciones, a la ciudadanía en general.
En el análisis de la transferencia realizada por investigadores españoles de todas las áreas de conocimiento, se ha observado cómo el español es la lengua mayoritaria (98 % de las contribuciones presentadas al sexenio de transferencia) utilizada para comunicarse con actores no académicos (Castro et al, 2022). Es solo un ejemplo, importante, de lo que representan los idiomas de cada país en la comunicación científica y del riesgo que existe si solo se defiende aquello que se publica en revistas de «excelencia» y en inglés.
Es importante destacar que, al publicar ciencia en los distintos idiomas, se están protegiendo algunos valores intrínsecos al multilingüismo: concretamente, la pluralidad y la diversidad de temas y enfoques. A ello responde la bibliodiversidad académica con la que contamos en la región y por ello es tan importante cuidarla y preservarla.
Muchos de los aspectos mencionados han sido objeto de atención del grupo de interés especial sobre multilingüismo de OPERAS3 (2021), una infraestructura europea cuyo objeto es impulsar el conocimiento abierto en humanidades y ciencias sociales. Entre otras cuestiones se aborda la necesidad de trabajar en el entorno digital para lograr que los contenidos científicos de calidad contrastada y multilingües sean visibles y descubribles para cualquier usuario. Así, OPERAS está desarrollando proyectos de impulso a los de libros académicos de acceso abierto (DOAB, PALOMERA, etc.); identificación de los sistemas de revisión por expertos en monografías (PRISM); apoyo y promoción de las revistas científicas en abierto que sigan el modelo diamante, es decir, en las que los autores no tengan que pagar por publicar (DIAMAS); descubribilidad de contenidos científicos generados en distintos idiomas, con el trabajo en terminología multilingüe que comporta (TRIPLE); o tecnologías de la traducción en el contexto de la ciencia abierta. Puesto que todas estas líneas de trabajo están relacionadas con los contenidos científicos multilingües, deberían estar en el punto de mira de las editoriales académicas y otros productores de contenidos en español.
Siendo conscientes de la enorme producción de contenidos científicos que se generan en la región, parece importante cuidar esas infraestructuras editoriales que lo hacen posible. En el caso concreto de las editoriales académicas, productoras de libros de investigación para académicos, pero también de libros de ciencia para públicos más amplios, merece la pena pensar en ellas como una pieza clave en el fortalecimiento del español como lengua de comunicación científica. Esta reivindicación —la de protección de las infraestructuras editoriales— es la que refleja en su segundo punto la «Iniciativa Helsinki sobre comunicación científica».
El mundo de hoy exige algo más que publicar —y publicar bien— para que nuestra lengua gane peso en la ciencia. Entre los muchos desafíos que afronta el español académico está el que se refiere a la digitalización, con sus múltiples derivas.
La transformación digital de las editoriales permite no solamente producir libros en formatos legibles por máquinas, sino asignar metadatos o identificadores digitales que hagan posible su recuperación en un entorno tan inmenso como el digital, comercializarlos a través de plataformas o ser analizados para saber cómo «dialogan» entre ellos. Saber hoy qué libros existen, quién cita una obra, cuántas visualizaciones o descargas ha tenido, qué bibliotecas en el mundo tienen un ejemplar, comprarlo para recibirlo en casa o acceder a un fragmento del libro es posible gracias a la digitalización. Sin embargo, la transición desde la publicación tradicional a la publicación digital de libros no es una tarea sencilla. Requiere una transformación digital en las editoriales que implica muchos cambios en los procedimientos, en la cultura y en la capacitación de los profesionales. Requiere, además, una enorme inversión que las pequeñas y medianas editoriales no siempre pueden afrontar. Sin embargo, si los sellos editoriales académicos son vistos en su conjunto, por lo que hacen y aportan a la ciencia en español, parece lógico pensar que sería necesaria una estrategia colectiva, tanto a nivel de cada país como a nivel iberoamericano, que impulsara esa transformación digital. De este modo, el volumen de producción científica en español tendría su correspondencia en el entorno digital, que es el espacio en el que consumimos mayoritariamente información científica.
No es la digitalización la única transformación esencial que afronta la edición académica. La ciencia abierta impulsa un nuevo modelo de publicación en abierto, que exige pensar y replantearse los modos de publicación y la financiación de la edición. La ciencia abierta implica entender la ciencia y sus resultados como un bien común que debe estar al alcance de todos, así como una manera colaborativa de investigar, compartiendo infraestructuras y datos y donde la sociedad esté involucrada casi desde el inicio de los proyectos. Participar de la ciencia abierta y, en concreto, del acceso abierto, es algo a lo que las editoriales y las políticas del libro no pueden renunciar. Por un lado, porque la ciencia abierta es el paradigma de la investigación de hoy, prioridad estratégica de la Comisión Europea4 y objeto de la Recomendación de la UNESCO sobre la Ciencia Abierta por poner dos ejemplo relevantes. Después, porque el modelo de publicación en abierto multiplica las posibilidades de visibilización de las publicaciones científicas, entre ellas los libros.
Si ahora retomamos el conjunto de ideas que configuran el marco actual de la comunicación científica —impulso al multilingüismo, digitalización y ciencia abierta— será fácil identificar el enorme reto que tiene por delante la edición académica iberoamericana. Y es que los distintos estudios existentes muestran que la digitalización integral de las editoriales iberoamericanas no es ni mucho menos un hecho extendido, que los libros producidos no aparezcan siempre bien posicionados en los resultados de búsqueda, apenas pueden ser recuperados dentro de grandes sistemas de información científica internacionales y en abierto como Dimensions y que dentro del Directory of Open Access Books las cifras para libros en español son discretas en relación al volumen de producción de libros impresos en español que se publican en la región. Son solo algunos ejemplos para poner el dedo en la llaga: el español en la ciencia no puede salir fortalecido si no se toman las riendas de la digitalización ni se hace una apuesta fuerte, desde las políticas públicas (las del libro, las lingüísticas y las científicas) por que la producción de libros académicos —que es lo que centra nuestra atención en este artículo— sea visible y descubrible en un entorno digital muy competitivo. La ciencia en español debería jugar esa baza.
Otra apuesta importantísima que ha de hacerse, unido indisolublemente a la digitalización y al acceso abierto, es la que se refiere a modelos de lenguaje, traducción automática y terminología. Sobre los modelos de lenguaje se ha tratado ya en este IX Congreso Internacional de la Lengua Española y quizá solo sea necesario subrayar la importancia de constituir corpora científico-técnicos que sirvan de base para el establecimiento de los modelos de lenguaje que permitan el entrenamiento de las máquinas y la utilización de los resultados para aplicaciones de traducción o resúmenes automáticos, entre otras muchas.
En 2022, el Ministerio de Educación Superior e Investigación francés lanzó el proyecto «Traducciones y Ciencia Abierta» con el objetivo de explorar las oportunidades ofrecidas por las tecnologías de la traducción para impulsar así el multilingüismo en la comunicación científica y ayudar a eliminar las barreas idiomáticas de acuerdo con los principios de la ciencia abierta. Esta acción representa una visión estratégica sobre el idioma, la tecnología y la ciencia que se publica en abierto a la que deberíamos mirar con más atención.
La fuerza de una lengua en la ciencia no depende solo del número de hablantes. Es necesario pensar y cuidar esa lengua en su conjunto, y para ello hay que atender primorosamente —al menos— tres dimensiones distintas: