Tradiciones literarias, folclóricas y musicales en México; variedad de mestizajes culturales y lingüísticos Fernando Nava López
Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México; Academia Mexicana de la Lengua (México)

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Se presenta un panorama de la diversidad de lenguas indígenas mexicanas y una selección de ejemplos que ilustra algunas de las tradiciones en los ámbitos literario, folclórico y musical de México como instancias de mestizajes culturales y lingüísticos. El ámbito más atendido es el de la literatura de carácter popular, ilustrado en sus aspectos formales y en los de su contenido, ejemplificado mediante la lengua española y por unas cuantas lenguas indígenas. Se presentan también perfiles generales, en cada uno de los ámbitos, de las poblaciones hispanohablante y hablante de lengua indígena. El ámbito musical se ilustra con aspectos de la población afrodescendiente.

En un lugar como México, el tema –o temas– de las lenguas y las culturas mestizas, uno de los ejes del congreso, conviene abordarlo teniendo a la vista determinados aspectos de orden sociocultural; en forma paralela, es por igual conveniente tomar en cuenta que todo acercamiento a las cuestiones socioculturales se hace, inevitablemente, desde determinada postura ideológica, en particular cuando se trata de hablar de contrastes y diferencias entre ellas. Así, en primer lugar, la premisa en torno a la cual aquí me conduzco es aquella que establece que hoy en día, en el mundo entero, no existen culturas puras, sino que todas son culturas de carácter mestizo. El contacto cultural ha ocurrido en todas direcciones; lejos de disminuir, las dinámicas en este orden se intensifican, de manera es que cualquier conglomerado humano, además de ostentar elementos presumible o demostrablemente originarios, resuelve sus necesidades básicas y suntuarias mediante recursos culturales propios y/o ajenos.

En nuestro país, es común encontrar espacios, en particular en programas y presentaciones de actividades artísticas organizadas por diversas instituciones, en que se alude a las culturas indígenas –maya, otomí, totonaca, etc.– en contraste con la cultura mestiza. Y, entre líneas, se transmite la idea de que las primeras, si bien no conservan el 100 % de su originalidad, sí se mantienen lo suficientemente puras como para oponerlas en bloque ante la cultura no indígena, la única que es adecuado calificar como mestiza porque es la única de la que se piensa que ha atravesado (padecido) ese proceso. Con la finalidad de alejarme de ese espejismo bajo el cual se diferencia acríticamente un conjunto de culturas puras, de una cultura mestiza (impura), en este documento empleo la noción de «población», en su acepción de conjunto de personas que habitan determinado lugar y comparten una lengua o más en sus hábitos de comunicación cotidiana, primordialmente oral; y procedo entonces a hablar de la cultura o de componentes culturales, respectivamente, de la población maya, por ejemplo, así como de la población hispanohablante; o bien, refiero simplemente aspectos culturales de los mayas o de los hispanohablantes. Cuando el caso lo amerita, se ofrece también una referencia geográfica. Está por demás subrayar que todas y cada una de las culturas de esos conglomerados humanos son mestizas, aunque, claro está, derivadas de su respectiva matriz histórico-cultural, como son la mesoamericana, la mediterránea, la ibérica, etc.

Hechas tales acotaciones, el orden en que han sido organizadas las materias a exponer es el siguiente. Primero se ofrece un panorama de la diversidad de las lenguas indígenas, entre las que vive la lengua española, en México en la actualidad; tal panorama corresponde a una de las urdimbres nucleares sobre la que se van entretejiendo día tras día los respectivos mestizajes culturales (otras de esas urdimbres capitales son las creencias religiosas, por un lado, y los sistemas económicos de subsistencia y de intercambio por otro). Por cierto, dicho panorama multilingüístico bien podría ser presentado como el escenario en que las lenguas indígenas sobreviven al desplazamiento que sobre ellas ejercen los hábitos lingüísticos y no lingüísticos de la población hispanohablante; pero esta inequidad sociolingüística es harina de otro costal, por lo que por ahora me concentro en mostrar la diversidad de lenguas de origen indoamericano existente en México.

Luego de la información lingüística, se consigna una modesta muestra de tradiciones (término que considero más adecuado que el de costumbres), pertenecientes a estos tres ámbitos: el literario, el folclórico y el musical. Si bien todo lo que aquí se muestra es de conformación mestiza, se destaca el o los respectivos componentes histórico-culturales considerados relevantes, así como lo que identifico como mestizaje lingüístico, según lo demande cada ejemplo en particular. Para cada uno de esos ámbitos y con el propósito de contar con un perfil, por somero que sea, de la población objetivo, se presenta una caracterización general de las poblaciones hispanohablante y hablante de lengua indígena, elaborada a partir de determinados aspectos socioculturales. Por último, vienen pocas palabras, no para cerrar los temas, en absoluto, sino para continuar hablando del o los mestizajes, imaginando en particular una postura ideológica que llegue a hacer realizables paisajes lingüísticos firmemente exuberantes el día de mañana.

Escenario multilingüístico

Hasta ahora, el trabajo de catalogación más desarrollado sobre las lenguas indígenas de México es el elaborado y publicado por el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI, 2009). Dicho trabajo, considera las siguientes tres categorías: familias lingüísticas,los conjuntos de lenguas cuyas semejanzas en sus estructuras lingüísticas y componentes léxicos corresponden a un origen histórico compartido; agrupaciones lingüísticas, los conjuntos de variantes lingüísticas relacionadas entre sí, tanto por su afinidad lingüística estructural, como por la identidad étnica compartida por sus usuarios y que son referidas por la población mexicana en general mediante el nombre dado históricamente al respectivo pueblo indígena  –por ejemplo, mixteco, es el nombre de la agrupación lingüística correspondiente al pueblo indígena mixteco–  (esta categoría puede manejarse, con todas las reservas del caso y no como un sinónimo perfecto, con el término lengua); y variantes lingüísticas, las formas de habla que presentan diferencias estructurales y léxicas en comparación con otras formas o variantes de la misma agrupación lingüística –cuando las hay–,  e implican para sus respectivos usuarios una identidad sociolingüística que contrasta con la de los usuarios de otras variantes. La siguiente tabla presenta la síntesis correspondiente.

TABLA 1
Síntesis de categorías lingüísticas y cifras del multilingüismo mexicano*
FAMILIAS LINGÜÍSTICAS
(con su número de agrupaciones lingüísticas)
AGRUPACIONES LINGÜÍSTICAS
(con su número de variantes su número de agrupaciones lingüísticas)
álgica (1) kickapoo (1)
yuto-nahua (11) pápago (1), pima (3), tepehuano del norte (1), tepehuano del sur (3), tarahumara (5), guarijío (2), yaqui (1), mayo (1), cora (8), huichol (4) y náhuatl (30)
cochimí-yumana (5) paipái (1), ku'ahl (1), cucapá (1), kumiai (1) y kiliwa (1)
seri (1) seri (1)
oto-mangue (18) otomí (9), mazahua (2), matlatzinca (1), tlahuica (1), pame (2), chichimeco jonaz (1), chinanteco (11), tlapaneco (9), mazateco (16), ixcateco (1), chocholteco (3), popoloca (4), zapoteco (62), chatino (6), amuzgo (4), mixteco (81), cuicateco (3) y triqui (4)
maya (20) huasteco (3), maya (1), lacandón (1), ch'ol (2), chontal de Tabasco (4), tseltal (4), tsotsil (7), q'anjob'al (1), akateko (1), jakalteko (1), qato'k (2), chuj (1), tojolabal (1), q'eqchi' (1), k'iche' (3), kaqchikel (1), teko (1), mam (5), awakateko (1) e ixil (2)
totonaco-tepehua (2) totonaco (7) y tepehua (3)
tarasca (1) tarasco (1)
mixe-zoque (7) mixe (6), sayulteco (1), oluteco (1), popoluca de la sierra (1), texistepequeño (1), ayapaneco (1) y zoque (8)
chontal de Oaxaca (1) chontal de Oaxaca (3)
huave (1) huave (2)
TOTALES
Familias lingüísticas: 11
Agrupaciones lingüísticas: 68
Variantes lingüísticas: 364
  • (*) Las siguientes familias lingüísticas también comprenden agrupaciones lingüísticas habladas en otros países de América: álgica (en Estados Unidos y Canadá); yuto-nahua y cochimí-yumana (en Estados Unidos); y maya (Belice y Guatemala). De la familia oto-mangue, se hablaron agrupaciones en varios países de Centro América, hasta el siglo XIX; y la agrupación náhuatl se habló también hasta Nicaragua y El Salvador; en este último país, hasta el siglo XX.
Fuente: elaboración propia a partir de datos de INALI 2009.

 

Con el propósito de tener un parámetro de comparación que permita visualizar y justipreciar el grado de diversidad lingüística de México, se presenta a continuación una tabla comparativa con Europa. En ella, se observa que México tiene más del doble de familias lingüísticas que el continente europeo; mientras que, en su extensión geográfica, dicho país ocupa poco menos de una quinta parte del territorio correspondiente a Europa.

 

TABLA 2
Síntesis de categorías lingüísticas y cifras del multilingüismo mexicano
MÉXICO EUROPA
Familias lingüísticas originarias 11 5
Extensión 1.964.375 km2 10.359.358 km2
Fuente: elaboración propia.

 

Desde luego que en un contexto editorial como el presente no es posible ofrecer ejemplos del mestizaje cultural de todas y cada una de las agrupaciones lingüísticas (las lenguas) originarias de México; en las páginas que siguen, sólo se hará referencia a unas cuantas de ellas. Para quienes se interesen en una muestra de textos en lenguas indígenas más extensa que la incluida aquí, se sugiere consultar los trabajos de quien esto escribe (Nava López 2018a y 2018b).

Tradiciones literarias

Este es el ámbito del que más ejemplos serán proporcionados, en virtud de la naturaleza, carácter y materia del congreso que nos ha convocado. Se trata en todos los casos de tradiciones literarias de carácter popular, cuya producción y reproducción se finca esencialmente en la oralidad. En primera instancia, se ofrece un repaso de formas estróficas; en segunda, se presentan ejemplos de géneros literario-musicales (varios de ellos conformados también por elementos quinésico-coreográficos) que, desde mi apreciación, reflejan con toda claridad el mestizaje cultural.

Antes de pasar a los ejemplos, se presenta una caracterización ciertamente general sobre aspectos alfabético-literarios de las poblaciones que crean y recrean las tradiciones literarias de carácter popular en México. Por una parte, tenemos a la población hispanohablante, cuyo perfil la describe como una población alfabetizada, experimentada en la literatura tanto escrita como en la oral. Por otra parte, la población hablante de lengua indígena se encuentra medianamente alfabetizada en español y escasamente alfabetizada en su propia lengua; de hecho, la vida de las lenguas indígenas en México gravita fundamentalmente sobre la oralidad. Y por lo que toca a la experiencia literaria, esta otra población es experimentada en la literatura oral, no así en la literatura escrita. Desde luego que existen poemas y otros géneros literarios generados por escrito, en varias lenguas indígenas; más no por ello es válido decir que la escritura en la propia lengua indígena es ya una práctica social entre ninguna de las respectivas poblaciones; los interesados en este asunto pueden consultar la obra de Carlos Montemayor (2001), citada en las referencias bibliográficas de este trabajo. La siguiente tabla representa esquemáticamente estas caracterizaciones.

 

TABLA 3
Caracterización general alfabético-literaria de las poblaciones hispanohablante y hablante de lengua indígena
Población hispanohablante Población hablante de lengua indígena
+ alfabetizada +/- alfabetizada (en español)
- alfabetizada en su lengua
+ literatura oral + literatura oral
+ literatura escrita - literatura escrita
Fuente: elaboración propia.

 

Contrario a la idea de que en la literatura popular de carácter oral únicamente se emplea una forma estrófica  –digamos, la cuarteta–, a continuación se ofrece una muestra representativa de varios modelos estróficos y de recursos poéticos, procedentes precisamente de la tradición oral. Desde luego que en esta esfera existen cuartetas, como la siguiente, memorizada de la tradición oral:

«La sanmarqueña»

San Marcos tiene la fama
de las mujeres bonitas;
también Acapulco tiene
de diferentes caritas.


Pero por igual se hace uso de quintillas y sextillas, como respectivamente se ilustra en seguida, con estas coplas de «La malagueña»:

Malagueña venturosa,
Virgen que oye mis querellas,
eres tú la más piadosa,
que te envidian las estrellas
Virgencita milagrosa.

Al respaldo de una peña
donde me estaba sombreando,
se me acercó una trigueña,
me dijo: “¿Qué estás cantando?,
cántame La malagueña
que es un bonito huapango.

(Sánchez García,2009: 163-164)

Por su parte, es interesante advertir dos formas en las cuales vive la copla, en ciertas regiones de México. Por un lado, existen coplas que pertenecen a determinadas piezas, como es el caso de las tres anteriores, propias de «La sanmarqueña» y «La malagueña», respectivamente. Pero existen otras coplas que, dentro de su respectiva tradición –como es la del son huasteco, a la que pertenece «La malagueña»–, pueden ser cantadas libremente en una u otra pieza; he aquí dos de estas coplas, en forma de quintilla y de sextilla:

A Dios siempre le he pedido
que cambie mi situación;
nunca jamás él me ha oído,
hasta le pedí perdón,
si un error he cometido.

(Sánchez García, 2009: 269)

A la sombra de un pirul
me gusta porque ventea.
Si me correspondes tú,
que es lo que mi alma desea;
mi vida, de no ser tú,
¿quién otra quieres que sea?

(Sánchez García, 2009: 269)

En la tradición del son huasteco, de la zona centro-oriental del país, la copla se expresa no únicamente en forma aislada, trátese de aquella propia a alguna pieza o de la de carácter libre. Aquí se presentan los recursos poéticos llamados localmente cadena y trovo. En la cadena, el verso con que finaliza una copla es el que sirve para iniciar la otra; cuando en la interpretación de una cadena participan improvisadores, la secuencia de coplas puede darse por más de quince minutos. Véase el siguiente ejemplo:

Entre buenos cantadores
me he paseado con esmero,
dándoles distribuciones
en todito el mundo entero.
y toditas las naciones
que tiene el reino extranjero.

¿Qué tiene el reino extranjero
en la gran fotografía?
Yo vide un barco velero
que venía desde Oceanía,
que andaba de pasajero
por las playas de Turquía.

Por las playas de Turquía
he paseado sin afán,
navegando noche y día
en un vapor alemán,
y el patrón que traía
de la feria de San Juan.

De la feria de San Juan
salí con rumbo al oriente,
navegando sin afán;
el marinero, excelente,
pasé por el río Jordán
entre millones de gente.

Entre millones de gente
de mucha categoría.
Navegando mutuamente,
a mí el sol me dirigía,
no temo que haiga corriente
llegando o a Alejandría.

Llegando yo a Alejandría
tuve un viento huracanado.
El barco que yo traía
no pudo ser mejorado;
quiso la fortuna mía.
que en Rusia quedara anclado.

Que en Rusia quedara anclado
un barco con elegancia;
de ahí salió mejorado
con vapor y esperanza
porque venía tripulado
con marineros de Francia.

con marineros de Francia
salí pa’ la Gran Bretaña;
fue tanta nuestra constancia
que parecía cosa extraña,
yo vi la cara de alianza
cuando llegamos a España.

(Sánchez García, 2009: 351)

Por lo que respecta al trovo, vemos que es el nombre local de la glosa de una estrofa; en el caso que aquí se ofrece, se trata de una quintilla, glosada en quintillas también:

Dime, Dios, ¿por qué nací
si pronto habías de llamarme?
¿En qué tanto te ofendí
que tratas de separarme
de la mujer que amo aquí?

Ya mi esperanza perdí,
para mí no hay ilusión;
en grandes penas me vi
rodeado de la traición,
dime, Dios, ¿por qué nací?

Si fue para castigarme
yo sólo un favor te pido,
y si para perdonarme,
¿para qué vine a este mundo
si pronto habías de llamarme?

A las montañas me fui
tan solo para adorarte.
Por verte vine hasta aquí,
no me niegues el hablarte,
¿en qué tanto te ofendí?

Yo jamás creía encontrarme
en la vida sin abrigo;
hoy, si quieres encauzarme,
me dirás, pues, el motivo
que tratas de separarme.

Mis ojos lloran por ti,
delirantes y abatidos,
por compasión dame el sí;
recuerdos hay muy queridos
de la mujer que amo aquí.

(Sánchez García, 2009: 356)

Señalo que todas estas formas estróficas y recursos poéticos tienen una gran vitalidad en México, si bien no presentes todas ellas a lo largo y ancho territorio nacional. Y cierro este repaso con la forma estrófica de la décima, de tipo espinela, empleada en menor medida en nuestro país en forma aislada, y más en glosas de cuartetas, como la siguiente que, con variantes, se escucha entre los trovadores populares de la región de la Sierra Gorda, en la confluencia de los estados de San Luis Potosí, Guanajuato y Querétaro.

En el jardín de las flores
presaron al Redentor,
que de prisiones le daban
cuatro flores de color.

Sólo Dios fue perseguido
por esos jueces tan crueles
que con tan duros cordeles
de azotes lo han sacudido
luego que la Virgen vido
a su hijo en tantos rigores
la Virgen de los Dolores
que lo venía acompañando
triste se quedó llorando
en el jardín de las flores.

Cuando el día ya había aclarado
fue a buscarlo y no lo halló
solo el madero encontró
todo de sangre bañado
todo el hombre que ha pecado
debe buscar confesor
y ha de hablarle con rigor
sin mentiras, sin engaños
porque de treinta y tres años
presaron al Redentor.

Llora la Virgen María
de ver a su hijo querido
que siendo Hijo de Dios vivo
tan cruelmente padecía
la gente judía se ría
y los cristianos lloraban
a mirar que lo azotaban
sin tener culpa ninguna
lo ataron a una columna
que de presiones le daban.

Abrieron la sepultura
para enterrar al Creador
que nos dio su resplandor
con amor y con dulzura
por librar a la creatura
del infierno y del dolor
y todo hombre pecador
debe aclamar a Jesús
quien tiene en la Santa Cruz
cuatro flores de color.

En este ámbito del folclore literario, es posible encontrar claras instancias de mestizaje cultural, incluidos casos particulares de mestizaje lingüístico. Primero me ocuparé del binomio xōchipitsāwak-indita; luego proporcionaré unos cuantos ejemplos de distintas clases de mestizaje cultural y lingüístico.

Son muy plausibles las hipótesis que proponen que el género de cantos en lengua náhuatl llamado xōchipitsāwak (mayormente graficado como xochipitzáhuac) es de origen prehispánico. La traducción más socorrida que se le ha dado a este término es ‘flor menudita’. Los morfemas radicales que lo integran son xōchi ‘flor’ y pitsāwa ‘volverse alto y delgado’, a las que sigue el morfema flexivo -k, del tiempo pretérito y número singular. La traducción que puede proponerse a partir de ello es ‘flor que se ha hecho alta y delgada’, que bien puede corresponder a la asociación flor-mujer, así como a la enunciación de un lenguaje florido, es decir: un lenguaje pautado de acuerdo con la estética nahua.

Los componentes que denotan el mestizaje cultural del género xōchipitsāwak son, por la parte indígena, las versiones con el texto en lengua náhuatl; y, por la parte no indígena, la música, particularmente por lo que corresponde a las versiones con acompañamiento de instrumentos de cuerda. Por el carácter del presente escrito, aquí sólo se transcribe el texto de algunas versiones (fragmentos, en algunos casos).

«Xochipitzahua» (versión de Hueyapan, Morelos)

Xochipitsawak ka noyoltlaso
kwalani monantsin
akmo nikyolpacho

In nejwatl nikan nixpanti
ken se kwajli tiachkatsintli
ka no sentetltlanekilis
nikwalkawa inin ichpokatsintli.

Mani yen axkan mani yen mostla
in ichpokatl monamiktis
nikwaltlalia notlatlajtil
ximixotili tlen xipan timonemiltis (…).

In ichpokatl monamiktis
ika isentetl tlanekilis
in inantsin okiljwike
amo no tlananankilis.

In inimonantsin okiljwike
nanka se kwale malakatl
no xiksalo ken tijkitis
axkan yotiknek in tlakatl (…).

Xochipitsauak corazón amado,
se enoja tu madre
y yo no la calmo.

Yo aquí estoy y me presento
como todo un mayoral,
con toda mi voluntad
la joven voy a entregar.

Acaso hoy, o tal vez mañana
la joven se casará,
y yo propongo en mi ruego
de qué forma y qué manera vivirá (…).

La joven se casará
con toda su voluntad,
y su madre le aconseja
que nunca sea retobada.

Y su suegra le aconseja:
aquí está este malacate,
piensa bien como ahora tejes
pues ya conseguiste hombre (…).

(Hellmer, 1980: pieza B6)


«Xochipitzahuac» (versión de Santa Ana Tlacotenco, Ciudad de México)

Xochipitzahuac noyolotzin,
tepitzin ximitutitzino.
Xochipitzahuac noyolotzin,
huel hueyi tozazanil (…).

Malintzin notzitziquitzin,
ximitute, ximoyolali.
Tla Toteo quimonequiltiz,
nomac timohuetzitiz (…).

Nicontlaza notlanahuatil,
huel itzintla tetetontli,
tla toteo quimonequiltiz,
ticonchihuazque ce piltontli.

Xochipitzahuac noyolotzin,
tla melahuac tinechonnequi.
Ica moma xinechonhuica
Xinechteca motlapechtenco.

Xochipitzahuac noyolotzin,
tla melahuac tinechonnequi.
Cualane monantzin ayohmo nia,
xinechnamique mocalixpan (…).

Florecita de mi corazón,
un poco bailemos.
Florecita de mi corazón,
es muy grande nuestra historia (…).

Flor doncella pequeñita,
baila y reconcíliate.
Si Dios quisiera,
en mis manos caerás (…).

Yo doy mi despedida,
debajo de una piedra.
Y si Dios quisiera,
haremos un varón.

Florecita de mi corazón,
si es cierto que me quieres.
Con tu diestra mano me has de llevar
a tu cama a acostar.

Florecita de mi corazón,
si es cierto que me quieres.
Si se enoja tu mamá que ya no voy,
encuéntrame si pudiera ir (…).

(García Silva 2007: 418-420)

«Xochipitzahua» (versión de Puebla)

Xochipitzahua del alma mía,
¿dónde me llevas al medio día?
Xochipitzahua del corazón,
¿dónde me llevas a la oración? (…)

Los indios, cuando se casan
y se empiezan a querer,
se meten pa’ la cocina
y se empiezan a morder (…).

(Mendoza & R. R. de Mendoza, 1991: 236)

«Xochipitzahua»

Xochipitzahua del alma mía
que ante la virgen me das tu amor
y entre las flores de la alegría
puedo decirte que eres mía (…).

(Toor, 1979: 427)

«Xochipitzahua» (versión de Cholula, Puebla, 1876)

Mi mujer se fue a raspar
y se le clavó una espina
y la fueron a encontrar
con un tlachiquero encima.

(Mendoza y de Mendoza, 1991: 238)

Como puede observarse, los fragmentos de las versiones en náhuatl traslucen motivos nupciales, que también se hacen presentes en los fragmentos de las versiones en español; aunque, en relación con el matrimonio, la última cuarteta de Cholula alude o a una violación o a un adulterio. Existen otras versiones de xōchipitsāwak que refieren a la Virgen de Guadalupe; es probable que, en su origen, correspondieron a una rogativa matrimonial que, con el paso del tiempo, derivó en el canto devocional que hoy en día se inclina a ser. Finalmente, para los interesados en el componente musical de los xōchipitsāwak, se recomienda escuchar el fonograma de Jurado (2005), además de que el folleto acompañante incluye anotaciones que también se sugiere leer.

Así como es plausible la hipótesis del origen prehispánico del xōchipitsāwak, plausible es también que el género, o conjunto de géneros, indita se deriven de él. Es importante destacar que el vínculo más estrecho entre los géneros xōchipitsāwak e indita parece ser de orden musical, dado que difieren en el contenido literario. Como podrá verse en los textos transcritos a continuación, con excepción de la primera cuarteta, que alude al matrimonio, el carácter literario de las inditas es predominantemente lírico, si acaso de desamor, e incluso histórico o narrativo; pero no parece ser pues de tipo nupcial, como en los xōchipitsāwak.

«Indita» (de los Aires nacionales)

Indita, indita, indita,
indita, por Dios, ¿qué haremos?
una casita en el monte
y en ella nos estaremos.

(Mendoza y de Mendoza, 1952: 91)

«Una indita en su chinampa» (versión de Puebla, Pue., 1880)

Una indita en su chinampa
cortaba diversas flores,
y un indito cuatro orejas
gozaba de sus favores (…).

(Mendoza & R. R. de Mendoza 1991: 135)

Indita (versión de Puebla)

Un indito en su chinampa
cultivaba muchas flores,
cultivaba tulipanes
y amapolas de colores.

(Mendoza y de Mendoza, 1991: 136)

«Las indias» (versión de Jalisco y Michoacán)

Qué bonitas son las indias,
las de Tuxpan, sin igual,
parecen lechugas verdes
acabadas de cortar.

(González, 2009: 245)

«Las indias juanas» y «La indita de Cochití» (Nuevo México, Estados Unidos)

¡Mal haya las indias Juanas
y ’l alma que las parió!
Que como no son cristianas
reniegan de quien las crió.

Indita, indita, indita,
Indita de Cochití,
no li hase que seas indita
al cabo no soy pa’ ti.

(Mendoza y de Mendoza, 1986: 484)

«Las indias» (versión de la Costa Grande, Guerrero)

India del alma.
Ya Cupido se murió
pero me dejó una herencia:
que cantara en los fandangos,
que no me diera vergüenza,
que echara versos de amores,
también de correspondencia.

(González, 2009: 246)

«Soy indita, soy indiana» (procede de San Pedro Piedra Gorda, Zacatecas)

Soy indita, soy indiana,
indita zacatecana,
dicen que soy desertora
de las tropas de Santa Anna.

(Mendoza y de Mendoza, 1952: 90)

«La indita de José Luis» (Nuevo México, Estados Unidos)

Para cantar esta Indita
se necesita tonada,
para que se oiga bonita
con su música arreglada
como la cantó “El Tequila”
un día en la Punta de Agua (…).

(Mendoza y de Mendoza, 1986: 477)

«Indita» (Nuevo México, Estados Unidos)

La cautiva Marcelina,
ya se va, ya se la llevan
para la sierra mentada,
a comer carne de yegua.

Por eso en el mundo
no quiero más amar;
de mi patria querida
me van a desterrar.

(Mendoza y de Mendoza, 1986: 481)

Concluyo el rubro de las tradiciones literarias con tres ejemplos de claro mestizaje cultural. En primera instancia, se consigna una versión en lengua tepehua de la estrofa inicial de «Las mañanitas», el canto de onomástico más emblemático de México. Viene luego una cuarteta que ilustra el mestizaje lingüístico. Más allá de los mexicanismos que del habla cotidiana pasan a las coplas de la literatura tradicional (Soler Arechalde, 1992) (como la palabra ‘chinampa’ en dos versiones de indita antes vistos), presento una composición en que deliberadamente se ha hecho uso de indigenismos en específico. Por último, se ofrece otra instancia de mestizaje lingüístico, las «indítararas», en la cual se imita o arremeda la prosodia de la lengua purépecha, hablada en el estado de Michoacán, como la segunda estrofa lo hace notar; dicha lengua, cierto es, presenta palabras de varias sílabas que, de acuerdo con la manera de identificar el lugar del acento en español, resultan ser palabras más que sobreesdrújulas, por ejemplo: manámatatarakwa ‘molinillo’ o ánchitatarani ‘hacer trabajar a alguien con algo’.

«Las mañanitas» (traducción a la lengua tepehua)

Estas son las mañanitas
que cantaba el rey David
hoy por ser día de tu santo
te las cantamos aquí.

(Nava López, 2018b: 48)

Permita Dios que toda tu shinaxtle
víctima sea de un fiero cacomixtle
y que tu panza de aserrín y almizcle
sirva en la función, de teponaxtle.

Yuchi ju nima ju milhpat
ixmilhpai ukxtin David
ju chabai ni mink’atan
milhpaniyan ju ani.
 

 
 
 
 

Las palabras que requieren explicación (traducción), y aquello que la misma fuente proporciona, son shinaxtle: «prole, familia, sucesión o descendencia»; cacomixtle: «Tlacomixtli: medio gato. Mamífero carnicero que asola los gallineros»; y teponaxtle: «Instrumento musical indígena, batido con dos baquetas…» (Mendoza y de Mendoza, 1991: 82).

«Las indítararas»

Soy una indítarara
mexicanítarara,
que me manténgororo
por el portal (…).

Vendo cuchárararas
y moliníllororos
y tamalítororos
de Michoacán.

(Mendoza y de Mendoza, 1991: 139)

Tradiciones folclóricas

Los ejemplos de las tradiciones folclóricas incluidos aquí corresponden, esencialmente, a las poblaciones hablantes de lengua indígena. No obstante, hay que aceptar que en muchos casos la línea divisoria entre lo gestado históricamente por los hispanohablantes o por los hablantes de lengua indígena es difícil de trazar; no de todas las tradiciones es posible establecer nítidamente su respectivo origen, como sería la de las suertes con toros, trátese de lidiar con animales vivos o de jugar con figuras votivas, frente a la de las partes de las ceremonias nupciales en que se baila con un guajolote o pavo (un meleagris) vivo.

En la caracterización general de las poblaciones asociadas con las tradiciones folclóricas mexicanas, destaco lo siguiente. La población hispanohablante está mucho más relacionada con la industrialización que la población hablante de lengua indígena. Inversamente, la población hablante de lengua indígena lleva a cabo, cotidianamente, más actividades para su autosubsistencia —fundamentalmente basadas en la agricultura— que la población hispanohablante. No es necesario subrayar que los grados de industrialización y de actividades de autosubsistencia corresponden, respectivamente, a estilos de vida altamente diferenciados, a los que están asociados, a su vez, otros tantos componentes socioculturales, como son los sistemas de símbolos, la comunicación, el ocio, etcétera. Ambos tipos de población, por su parte, también contrastan en relación con la identidad, en términos generales, claro está: por lo que toca a los hispanohablantes, es posible hablar de una tendencia generalizadora que conduce a todos ellos a compartir los mismos referentes y las mismas valoraciones sobre estos; en cambio, los hablantes de lenguas indígenas muestran una tendencia particularizante, propia de cada conglomerado social.

Tales tendencias se corresponden, entre otros aspectos, con los patrones de la alimentación y de la indumentaria: la población hispanohablante se perfila por preferir un mismo tipo de alimentación, mientras que la población hablante de lengua indígena se inclina por su respectivo tipo de alimentación. Y en cuanto a la indumentaria, cierto es que la población hispanohablante presenta una tendencia a diferenciarse, digamos, por su respectiva ubicación en la escala social; en tanto que la población hablante de lengua indígena se diferencia, principalmente, por su respectivo patrón, en particular por lo que corresponde al sector femenino. Estas caracterizaciones, en las que subyacen –como he dicho– respectivas formas de vida, son esquemáticamente representadas en la siguiente tabla.

 

TABLA 4
Caracterización general de las formas de vida de las poblaciones hispanohablante y hablante de lengua indígena
Población hispanohablante Población hablante de lengua indígena
+ industrialización - industrialización
-  autosubsistencia +  autosubsistencia
identidad
tendencia generalizante
identidad
tendencia particularizante
alimentación
un tipo
alimentación
varios tipos (por conglomerado social)
indumentaria
varios tipos (por escala social)
indumentaria
varios tipos (por conglomerado social)
Fuente: elaboración propia.

 

En México, el registro, la documentación y, en menor medida, el estudio de las tradiciones folclóricas es de larga data. No es el espacio para historiar sobre ello; sea suficiente referir unos cuantos antecedentes paradigmáticos. Por un lado, contamos con la compilación de «costumbres, mitos, folclor, tradiciones, creencias, fiestas, danzas y canciones de los mexicanos» que, como reza el subtítulo de su libro, Frances Toor (1979) publica poco después de concluida la Segunda Guerra Mundial. Por su parte, y en relación con las ideologías en los acercamientos a determinados aspectos socioculturales, Vázquez Valle (1989) da a la luz una compilación de opúsculos aparecidos entre 1920 y 1952, encuadrándolos críticamente dentro de las aspiraciones nacionalistas, surgidas por poco más de treinta años, luego de transcurrido el movimiento sociopolítico de la Revolución mexicana; los artículos antologados dan cuenta, pues, de los intereses del Estado, operados mediante la élite intelectual, las instituciones gubernamentales y otros instrumentos avalados por la oficialidad por legitimarse ante la población, haciendo un uso político de las tradiciones populares, precisamente.

Con intereses de corte más académico, aunque sin faltar los impulsos nacionalistas del momento, pero a partir de la ideología que pugna por el reconocimiento y valoración de las formas de vida mayormente no industrializada, se funda en nuestro país la Sociedad Folklórica de México, bajo la dirección de Vicente T. Mendoza y Virginia Rodríguez Rivera; en los once volúmenes de su Anuario, aparecidos entre 1938 y 1957, dicha corporación publica un importante conjunto de contribuciones en variados campos del folclore como la comida, la medicina, el juego, etcétera. Luego de que, en 1978, se creara la Dirección General de Culturas Populares, y en el mismo año en que se funda el Museo Nacional de Culturas Populares, se imprime Sabiduría Popular, la que parece ser la última publicación mexicana dedicada, en términos globales, al folclore (Chamorro Escalante, 1983). Continúa en el país, hasta la fecha, la investigación de las tradiciones populares, pero sus resultados se publican en espacios editoriales particularizados por áreas (artesanías, medicina tradicional, danzas y bailes, etcétera), lejos ya de revistas o libros multitemáticos, sin que destaquen tampoco convocatorias a reuniones académicas dedicadas abiertamente a las muchas y diversas ramas del folclore.

Hablando de publicaciones monotemáticas y siendo de nuestro interés el folclore literario, conviene referir, a guisa de ejemplo, dos compilaciones de capítulos de libro (Garza Cuarón y Jiménez de Báez, 1992; Pérez Martínez y González, 2003), las aproximaciones monográficas, como es la de los pájaros en la literatura tradicional (Frenk, 1994), o los 20 volúmenes de la Revista de Literaturas Populares que, bajo la dirección de Margit Frenk, publicara la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, entre y 2001 y 2020.

Por razones de espacio y para cerrar el rubro de las tradiciones folclóricas, son referidas a continuación, en algo poco más que una nómina, algunas de esas tradiciones, todas de carácter mestizo, aunque primordialmente gestadas o recreadas por la población hablante de lengua indígena. En las obras referidas en los dos párrafos anteriores podrán encontrarse referencias bibliográficas; también en publicaciones de organismos tales como el Instituto Nacional de Antropología e Historia, por ejemplo.

  • La adivinación por ingesta de hongos psilocibios o alucinógenos, de la población mazateca.
  • Los altares y las ofrendas dispuestos en ocasión de la celebración de los fieles difuntos, de la población hablante de lengua indígena.
  • El culto al tecuán (felino mayor en Mesoamérica), manifiesto en diversas danzas, de la población mixteca, nahua y otras.
  • La curación de males como el «susto», o la «pérdida de la sombra», mediante cantos, de la población zapoteca.
  • Las danzas realizadas como plegarias corporales, de la población hablante de lengua indígena.
  • El jets’ mek’, de la población maya, u otras formas de atender, tratar y cuidar a los infantes.
  • Los «maromeros», acróbatas rituales y la parafernalia para sus realizaciones, de la población mixteca, zapoteca y otras.
  • El parto en posición vertical y con la ayuda de la hamaca, entre la población maya.
  • La pintura facial y el papel de los moluscos en dicha práctica, de la población seri.
  • Los rituales para concertar el matrimonio, con la participación de especialistas rituales, oradores, de la población amuzga, purépecha y otras.
  • Los rituales propiciatorios de la lluvia, ante pozos, cuevas, sobre cerros, de la población hablante de lengua indígena.
  • Los rituales propiciatorios y de agradecimiento relativos al cultivo y cosecha del maíz, de la población huaxteca, nahua, otomí y otras.
  • Las técnicas relativas a la elaboración del pulque y de las bebidas alcohólicas destiladas, de la población hablante de lengua indígena.

Tradiciones musicales

En relación con las tradiciones musicales, la caracterización corresponde a los sentidos que las respectivas poblaciones dan a sus manifestaciones. Siguiendo con apreciaciones verdaderamente generales, la población hispanohablante tiende a interpretar la música con un sentido más apegado a la recreación, que lo que es para la población hablante de lengua indígena. Por el contrario –y de cierta manera complementaria–, esta otra población interpreta la música en contextos rituales/ceremoniales en mayor proporción la hispanohablante. He aquí la tabla que esquemáticamente representa estas caracterizaciones.

 

TABLA 5
Caracterización general de los sentidos y contextos musicales de las poblaciones hispanohablante y hablante de lengua indígena
Población hispanohablante Población hablante de lengua indígena
+ recreación +/- recreación
+/- ritual/ceremonial + ritual/ceremonial
Fuente: elaboración propia.

 

Hasta este punto del presente documento, los ejemplos y las referencias poblacionales han correspondido a los hispanohablantes en general y a los hablantes de lengua indígena, con algunas particularidades. Ahora, para ejemplificar el mestizaje en las tradiciones musicales solo recurriré a la población hispanohablante. No obstante, es importante destacar que dentro del conjunto de los hispanohablantes existe un sector específico, a saber: la población afrodescendiente. Desde el punto de vista geográfico, existen en México tres zonas de concentración de dicha población: la costera occidental (estados de Michoacán, Guerrero y Oaxaca), que es de la que más literatura existe; la costera oriental, en el golfo de México (del centro hacia el sur del estado de Veracruz); y la norteña central (en el estado de Coahuila), cuyos integrantes son los únicos que ostentan una expresión para su propia identidad: los negros mascogos; además, existen otros aspectos mediante los cuales se diferencian estos tres núcleos de población, lo que permite hablar de diferencias culturales existentes muy por encima de los componentes físico-corporales.

En relación con los ámbitos de nuestro interés, la población afrodescendiente no es depositaria ya de ninguna lengua africana. Incluso, los antecesores de los negros mascogos fueron esclavos que, cuando habitaban en Oklahoma, hacia el centro de los Estados Unidos, hablaron ya no una lengua de origen africano en sí, sino el afroseminol (también conocido como criollo o creole afroseminol, seminol negro o simplemente seminol). Esta es una lengua en agudo proceso de desplazamiento, basada en el inglés y emparentada con el inglés criollo de las Bahamas, así como con 90 % de vocabulario semejante al de la lengua geechee o gullah (Sea Island Creole), que presenta influencias de cuatro lenguas africanas, a saber: bambiano ribereño, guineano costeño alto, fula, y mende (Nava López, 2016: 337). De los afrodescendientes de las otras dos regiones, no hay indicios del uso de una lengua que no sea el español.

En lo que respecta a la literatura, todo parece indicar que los géneros de tradición oral manejados por los afrodescendientes, así como los temas expresados en ellos, se han fusionado a las formas y temáticas de origen español. Sin embargo, es en el folclore y en la música en donde sí continúan en uso algunos elementos provenientes de las culturas africanas, como poco más adelante será ejemplificado. La siguiente tabla presenta estas caracterizaciones en forma esquemática.

 

TABLA 6
Caracterización generallingüística, literaria, folclórica y música de la población afrodescendiente en México
Población afrodescendiente
Lengua No se hablan en México lenguas de origen africano.
Literatura Los géneros y temas literarios (de la tradición oral) parecen haberse fusionado, principalmente, a lo correspondiente en España.
Folclore Danzas y bailes, predominantemente.
Música Rasgos (ritmo) en algunos géneros; instrumentos musicales.
Fuente: elaboración propia.

A manera de ejemplo del folclore de los hispanohablantes afrodescendientes, puede ser citada la llamada «Danza de diablos»; destacan las versiones procedentes de la región del municipio de Cuajinicuilapa, en el estado de Guerrero. Los elementos de origen africano son particularmente visibles en las máscaras empleadas por los danzantes. En algunas de ellas se emplean cuernos de ciervos, en otras, grandes orejas decoradas con motivos simétricos en blanco sobre negro; en otras destacan lenguas en rojo intenso; en tanto que en la mayoría destacan largas barbas elaboradas con crin de caballo. Los afrodescendientes de la zona oriental y de la zona norte no representan este tipo de manifestación.

De la música, los afrodescendientes de las zonas oriental y occidental practican variantes particulares del son, respecto de las cuales se ha propuesto la existencia de ciertas fórmulas rítmicas de origen africano; estas variantes del son también son practicadas por los hispanohablantes y algunos hablantes de lengua indígena de las respectivas regiones. Por su parte, entre los instrumentos musicales, destaca el uso de la quijada de burro, mula o caballo, como idiófono de percusión y, a la vez, de sacudimiento. Igualmente, está presente un membranófono de fricción, llamado bote del diablo u oticonte. Ambos instrumentos, quijada y bote, son empleados para acompañar la «Danza de diablos», principalmente.

Algunos de estos elementos musicales patrimoniales de los afrodescendientes han sido adoptados por la población hablante de lengua indígena; es el caso, por ejemplo, del uso del bote del diablo entre los nahuas de la costa del estado de Michoacán, en el occidente, así como de la «Danza de diablos» en sí, con las máscaras y los dos instrumentos musicales descritos, entre los hablantes de la lengua amuzgo, del estado de Oaxaca. Creo necesario señalar, finalmente, que nada de estos aspectos musicales se aprecia entre los negros mascogos del norte de México.

Comentario (semi)final

Cuatro siglos de mexicanidad hacen que ni haya adoración del
hispanismo, ni idolatría de lo indígena. Una unidad vital hay en
mi sangre, y una unidad vital hay en mi desmedrada cultura.

Ángel María Garibay, 1955

Toda corporación con vocación lingüística, que se encuentre en plenas funciones en este siglo XXI, sea que desarrolle sus actividades mediante algún tipo de subsidio gubernamental o que camine hacia el cumplimiento de su misión gracias a que fueran necesarios, a favor del multilingüismo de todas las regiones de los cinco continentes, comenzando por el fortalecimiento, desarrollo y promoción sociocultural y política de los idiomas de su propio país.

De ahí que para augurar un paisaje lingüístico más equilibrado que el puede verse hoy en día, sustentado en una sociedad más justa, el lema «Limpia, fija y da esplendor», asociado a la ideología con que nació hace más de trescientos años la Real Academia Española, bien puede glosarse como atinadamente lo propuso el lingüista mexicano Mario Chávez Peón en 2017, a saber: «Siempre necesitamos una institución que LIMPIA los prejuicios, FIJA la equidad y los derechos lingüísticos Y DA ESPLENDOR a nuestra diversidad».

Bibliografía

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