La interculturalidad es vital para que los grupos históricamente excluidos puedan ejercer su ciudadanía intercultural. El eurocentrismo ha impuesto la condición de ágrafos a los pueblos originarios porque no escriben en las lenguas oficiales, pero sus formas de escritura son también sus danzas, sus canciones sagradas, los grafismos de sus mantos y artesanías que describen y revelan sus complejas y ricas cosmologías, cosmovisiones, saberes y conocimientos ancestrales.
La lengua es la mayor expresión y fuerza identitaria y de resistencia, sumada a la tierra y la territorialidad física y espiritual de los pueblos. La educación intercultural bilingüe surge como alternativa para compensar a estos grupos; un proceso muchas veces contradictorio, pero que apuesta por el diálogo para lograr una convivencia democrática, donde los sectores excluidos puedan acceder no solo a sus derechos económicos, sociales y culturales, sino también a sus derechos fundamentales y colectivos.