Dos estrategias de cortesía verbal en español andinoLuis Andrade Ciudad
Pontificia Universidad Católica del Perú (Perú)

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Resumen

Esta ponencia aborda la diversidad histórica de las situaciones de contacto entre el español y las lenguas indígenas en los Andes, en contraste con la uniformidad que se puede observar en algunos de sus efectos. Para ello, se enfocará en dos contextos distintos en el territorio peruano y en dos variedades diferentes de español andino: la de los Andes norteños, marcada básicamente por el contacto con el culle, una lengua extinta durante la primera mitad del siglo XX, y la de los Andes sureños, caracterizada por el contacto con el quechua y el aimara, lenguas hoy vigentes, aunque amenazadas. Los efectos lingüísticos en los que se concentrará atañen a la codificación de la cortesía en la gramática. Si bien los recursos lingüísticos utilizados para enriquecer esta codificación varían en ambos contextos, el sentido general del cambio lingüístico parece ser el mismo. De este modo, el ámbito de la cortesía verbal parece constituir en los Andes un factor que las generaciones de hablantes han requerido trabajar de manera transversal en las diferentes variedades de español que han ido forjando.

En un momento en que los pueblos indígenas son estigmatizados como agrupaciones humanas inherentemente violentas en distintos países de América Latina, como el pueblo aimara lo ha sido recientemente en el marco del conflicto político que se vive actualmente en mi país, el Perú, me ha parecido pertinente concentrar mi participación en esta mesa tocando un tema que, desde la lingüística, podría contribuir a contrarrestar dichas visiones: se trata de la codificación de la cortesía interaccional en la gramática del español andino, bien sea a partir de la influencia de las lenguas originarias, bien sea al margen del aporte de estas lenguas y mediante la experimentación creativa con los recursos del español, pero en cualquier caso, sobre la base de la contribución de generaciones de hablantes bilingües que han transformado en distintos aspectos el idioma de acuerdo con sus necesidades expresivas, cognitivas y comunicativas.

Me interesa partir de la concepción del español andino no como un bloque homogéneo, como muchas veces se lo ha presentado, sino como un conglomerado de variedades que, si bien comparten algunos rasgos gramaticales y léxicos, también muestran muchas otras características que las diferencian región por región. Se trata, además, de variedades que han surgido en el seno de historias también muy diversas, aunque todas ellas marcadas por la colonización y la dominación de los pueblos originarios y sus repertorios comunicativos.

Aunque soy consciente de que ha requerido matizaciones importantes por sus pretensiones de universalismo, me serviré del modelo de la cortesía verbal propuesto por Brown y Levinson (1987), que distingue básicamente dos polos que entran en juego en esta materia: uno primero, relacionado con el deseo de afiliación de la persona a un grupo, es decir, la necesidad de ser valorado, reconocido y aceptado, y un segundo polo, vinculado a la necesidad de autonomía, esto es, el deseo de ser respetado y de ver reconocido el estatus propio dentro de un esquema social que puede ser más o menos jerarquizado.

Me parece importante, además, para abordar el tema, distinguir entre tipos de fenómenos de contacto, y aquí me sirvo de una propuesta que hemos elaborado con mi colega Jorge Iván Pérez (Andrade Ciudad y Pérez Silva, 2021) para estudiar los clíticos de objeto en el español andino. En primer lugar, se abren dos grandes posibilidades: hay influencia de la lengua originaria en la génesis de los rasgos atribuidos al contacto o no la hay. En estos últimos casos, los usos novedosos se pueden explicar por la experimentación creativa del bilingüe con elementos de la lengua meta, pero no como derivaciones de algún rasgo de su gramática de base. Un ejemplo sería el uso del doble clítico, en ejemplos como Te voy (a) llamarte, en el que Pérez Silva y yo hemos propuesto que el o la bilingüe experimenta con una posibilidad adicional a la que le ofrece la gramática meta: la gramática le dice que el clítico puede ser antepuesto a la frase verbal (Te voy a llamar) o que puede ir pospuesto (Voy a llamarte), pero él o ella juega con una tercera posibilidad: colocar el pronombre simultáneamente, como proclítico y enclítico. El hecho de que, en otras variedades del español, como la chilena, también se haya descrito este rasgo abona a favor de esta caracterización, pues es natural suponer que las experimentaciones de los bilingües no son aleatorias sino sistemáticas, acordes con los principios de adquisición de segundas lenguas y, de manera más general, con los principios básicos de la cognición humana.

En cambio, en el caso de que postulemos influencia de la lengua originaria, sí proponemos que alguna característica de la gramática de base juega un papel directo en el resultado. Y aquí proponemos distinguir entre casos de influencia directa y casos de influencia indirecta. Los primeros son aquellos fenómenos en que el bilingüe adapta rasgos específicos de la gramática de base al hablar el castellano; por ejemplo, la adopción del diminutivo quechua -cha por la morfología del español andino sureño, en casos como Andrescha ‘Andresito’, Pablucha ‘Pablito’, Mariacha ‘Marita’ y mamacha ‘señora, mamita’. Los segundos, los indirectos, resultan de una experimentación del bilingüe, pero impulsada por la gramática de base de manera menos específica, más general: por ejemplo, la generalización del masculino a los participios, especialmente en función de atributo, e incluso a los adjetivos, generalización basada en la inexistencia del género gramatical en la lengua originaria. En estos casos, efectivamente notamos la influencia de la gramática de base, pero en un sentido más tenue que en la adopción del diminutivo revisada anteriormente.

Propongo examinar con estas bases dos fenómenos de expresión de la cortesía en dos variedades de español andino: el sufijo deferencial -sté, derivado de «usted», como en Ábraste la puerta, en el español andino del norte del Perú, y el reclutamiento de una estructura sintáctica que expresa beneficio —la secuencia me lo, como en Házmelo el arroz con un significado aproximado a «Por favor, haz el arroz para mí»— para codificar la cortesía en enunciados en modo imperativo, en español andino del sur del Perú, del Noroeste argentino y de Potosí, Bolivia. No trataré otras estrategias que han enumerado recientemente Godenzzi y Haboud (2023) para el español de Bolivia, como la adopción del sufijo verbal incoativo del quechua -ri- como en comprarime «cómprame, pues»; o para el de Ecuador, con la secuencia dar + gerundio, como en da viniendo «ven, por favor» y el uso del futuro, como en pondraste tu mascarilla «por favor, ponte tu mascarilla», pero las menciono para dejar clara la idea de que el menú de recursos de cortesía verbal en el espacio general de los Andes es bastante amplio y proponer que convendría, en el futuro, intentar una visión panorámica e integradora de todas ellas.

Empecemos con el sufijo -sté, una marca deferencial en la gramática del verbo en el español andino norteño. Cuando empecé mi trabajo de campo en los Andes norteños del Perú, me llamaron la atención enunciados como los siguientes, en los que la marca se podría confundir claramente con el pronombre:

¿Qué hora vaste a volver? (Andrade, 2016: 247)

¡No séaste mala; alquíleme celular un minuto! (Andrade, 2016: 248)

Cuando profundicé en las entrevistas, me di cuenta de que el pronombre podría coaparecer con la marca verbal, lo que me permitió diferenciar ambos elementos. Por ejemplo, una tejedora me dijo lo siguiente:

De acuerdo a lo que usté vaste... vaste a escoger su labor [diseño textil], entonces empiézaste a escogelo (Andrade, 2016: 251).

Y me di cuenta de que la marca había avanzado en su gramaticalización hasta aplicarse al verbo auxiliar haber:

¿Haste dejado abajo onde el... abajito onde mi cuñado la chela, dice? (Andrade, 2016: 251)

Escamilo Cárdenas (1993), un sociólogo rural de la región, aporta los siguientes dos ejemplos, en los que podemos abordar con más fineza la función de este sufijo en la expresión de la cortesía verbal:

Véngashte pacashita a shundurarse a mi lado (Venga usted para acá y acurrúquese a mi lado) (Escamilo Cárdenas, 1993).

Ushté nos hashte convidado un cushalito muy rico (Usted nos ha convidado un caldito muy rico) (Escamilo Cárdenas, 1993).

El sociólogo informa que estas oraciones expresan «mucho respeto y cariño». A mí me pareció una oportunidad para aplicar el modelo de cortesía de Brown y Levinson, porque ambos ejemplos conjugan el sufijo deferencial que estamos viendo junto con un rasgo fonético-fonológico que, como han mostrado Cerrón-Palomino (2016) y Valenzuela y Jara (2021), codifica la afectividad en toda la región norperuana: la palatalización de la /s/, entre otros fonemas, que deviene en /ʃ/. Entonces, el sufijo deferencial sería un recurso de cortesía de autonomía (el respeto), mientras que la palatalización estaría del lado de la cortesía de afiliación (el cariño).

Me parecía desde entonces tan fuerte la asociación del sufijo con el pronombre usted que no podía pensar fácilmente que se tratara de una influencia directa de la lengua indígena de base, una lengua andina extinta a inicios del siglo XX, el culle —del cual, además, conocemos muy poco—, sino que pensé que era una innovación no influida por la lengua indígena, parecida a la experimentación de los bilingües que desemboca en la redundancia del clítico en frases como Te voy a llamarte. Algo así como la siguiente hipótesis: «Si la cortesía de autonomía o de respeto se marca léxicamente en el pronombre, se debe marcar también en el verbo». En los años recientes, la sospecha de que no se trata de una influencia de la lengua indígena de base se ha visto reforzada por el hallazgo del sufijo en otras variedades de español cercanas a los Andes norteños, pero asociadas a sustratos de otras lenguas originarias (y este es un escenario inmejorable para decir que estoy atentísimo a noticias sobre la presencia de este mismo sufijo en otras variedades hispanoamericanas o peninsulares, pues hasta el momento mis búsquedas en la literatura dialectológica no han dado buenos resultados).

En primer lugar, encontré el sufijo en un relato oral recogido en los años cuarenta en el Bajo Piura, zona costeña del norte del Perú, asociada más bien a las lenguas tallanes (Andrade, 2018). Algunos de los siguientes ejemplos, que capturan el pronombre deferencial de segunda persona como asté, invitan a pensar incluso en un camino fonético-fonológico para el origen de la gramaticalización.

¡No tiyo León, no me comasté, que yo sé diun guarique que tiene hartas gallinitas con lo que vasté envernecer! (Andrade, 2018: 226).

¡Prepárese quihora mesmo baste pagar todas! (Andrade, 2018: 226).

¡Haste matau a mi marido con harta maña! (Andrade, 2018: 227).

Pasa asté compare... Pasen astedes, tengan lugar (Andrade, 2018: 228).

Más recientemente, Jairo Valqui y Guillaume Oisel (2022) han reportado el uso del mismo sufijo en el español del sur del departamento de Amazonas, geográficamente ubicado en la Amazonía norte, pero con una fuerte cultura andina, y con un sustrato distinto del culle y de las lenguas tallanes, la lengua chachapoyas, asociada en una relación diglósica al quechua chachapoyano. Algunos ejemplos a continuación:

Usted pregúntemeste (Valqui y Oisel, 2022: 174).

Usted parao me vaste a escuchar (Valqui y Oisel, 2022: 175).

El hecho de que encontremos esta posible innovación dispersa entre variedades del español norperuano de la costa, sierra y selva, asociadas a diferentes sustratos indígenas, abona a favor de su caracterización como un cambio ajeno a la influencia de las lenguas originarias, y más bien como uno exclusivamente construido sobre la base de elementos del español, aunque por el desconocimiento que tenemos de las lenguas de sustrato en los casos revisados —extintas las tres— deberíamos abandonar el tono tajante. Cabe recalcar que esta interpretación no debilita en nada la agencia de los hablantes bilingües; más bien, invita a recordar su participación creativa en innovaciones que, hasta donde podemos saber, han ocurrido paralelamente en tres regiones distintas, salvo que datos históricos nos inviten a pensar en un caso de retención de una característica llegada de la península en alguna variedad de español implantada en el norte peruano (y su posterior dispersión por toda la zona septentrional).

Veamos ahora brevemente la segunda estrategia, registrada para el sur andino, y con ello me refiero no solo al Perú, en zonas como Ayacucho, Cuzco y nuestra querida Arequipa, sino también a Potosí, Bolivia y el noroeste Argentino. Se trata, recordemos, del reclutamiento de la secuencia me lo para codificar la cortesía en enunciados en modo imperativo. Este recurso ha sido resaltado en un estudio reciente sobre el español en contacto con las lenguas originarias en Ecuador, Bolivia y Perú por Godenzzi y Haboud de la siguiente manera:

Con el fin de atenuar el acto directivo de ordenar, muchos hablantes, no solo los bilingües, proyectan sobre su español algunos recursos de cortesía que están disponibles en el quichua/quechua o aimara. Así, por ejemplo, si tomamos el caso de Cuzco, mientras la expresión «dile a Juan» resulta muy directa y eventualmente descortés, «dímelo a Juan» es sentida como más respetuosa (Godenzzi y Haboud 2023: 461).

A continuación, algunos ejemplos de la literatura, recopilados en Andrade Ciudad y Pérez Silva (2021):

Tócamelo la chacarera (Noroeste argentino) (Nardi 1976-1977: 148).

Escríbamelo una carta (Noroeste argentino) (Nardi 1976-1977: 148).

Dímelo [a ella] que me llame (Puno) (Godenzzi 2009: 67-70, citado por Kalt 2012: 176).

En coautoría con Pérez Silva (Andrade y Pérez Silva, 2021) hemos entendido este caso como una especialización de la secuencia me lo, derivada de uno de los usos no pronominales del pronombre clítico lo descritos en la literatura, aquel que expresa beneficio, como en las oraciones Ana me lo barre mi casa (Ana me barre mi casa en mi beneficio) (Kalt, 2012: 177) y ¿Quieres que te lo teja una honda? (¿Quieres que teja una honda para ti?) (Cusihuamán, 1976, citado por Calvo, 1996: 525), donde el clítico enfatiza al beneficiario como distinto del agente de la oración, es decir, la primera persona en Ana me lo barre mi casa, y la segunda persona en ¿Quieres que te lo teja una honda? A partir de este significado, la secuencia habría adquirido en el modo imperativo un matiz de cortesía que los hablantes reconocen explícitamente. Hemos partido de la propuesta de Calvo (1996), apoyada por Kalt (2012), de que estamos en estos casos ante una influencia directa del quechua, en particular una transferencia de la semántica del sufijo benefactivo -pu de la lengua indígena, así como de -rapi en el caso del aimara. Como detallamos en Andrade y Pérez Silva (2021), la estrategia que siguen ambos autores, Calvo y Kalt, para postular esta influencia es muy interesante y consiste en traducciones espontáneas del quechua hechas por los informantes: allí donde la frase verbal quechua estaba marcada por -pu-, la versión en español andino mostraba este lo no pronominal. Kalt (2012), sobre la base de datos recogidos en Potosí, Bolivia, concluye que «el hablante de castellano andino reconfigura la categoría verbal benefactiva» del quechua y la expresa como me lo, te lo, se lo, según el caso (Kalt, 2012: 176). De cualquier forma, concluye que tal como el sufijo quechua, la «expresión me lo también tiene un significado modal cortés en castellano andino» (Ibidem). Aunque su explicación es algo más sutil, Godenzzi y Haboud (2023) coinciden con esta interpretación y con la atribución de la fuente de la transferencia al sufijo -pu, que ellos llaman «orientador».

El hecho de que esta característica haya sido registrada en Cuzco, Ayacucho, Arequipa y Puno, en el Perú; en Potosí, Bolivia; y en el Noroeste Argentino, todas zonas de adstrato quechua y aimara, y no en otras regiones del español, refuerza la idea de que estamos ante una innovación que, a diferencia de la estrategia anterior, sí se deriva directamente de una característica gramatical de las lenguas indígenas de base, a saber, la marca verbal benefactiva. Por último, tal como en el caso de -ste del español andino norperuano, estamos acá ante una estrategia vinculada con la cortesía de autonomía, con el respeto, con el énfasis en la libertad y en el espacio ajenos. No por gusto el matiz de cortesía para la secuencia analizada aparece en frases de imperativo. Se trata, entonces, como afirman Godenzzi y Haboud (2023), de una forma de atenuar la amenaza que las órdenes suponen en principio para la imagen social del interlocutor, una necesidad pragmática al parecer crucial en el espacio andino marcado por la influencia del quechua y del aimara.

En trabajos anteriores, he propuesto que el español andino norperuano y el español andino sureño (que, desde mi punto de vista, incluye no solo la región surandina peruana sino también Bolivia y el Noroeste argentino) son dos subvariedades dentro del conjunto dialectal que llamamos español andino. Sin embargo, ambas subvariedades tienen también varios rasgos en común. En esta presentación he enfatizado dos estrategias de cortesía verbal que se presentan de manera diferenciada en ambas regiones, pero no quiero perder de vista el sentido compartido del cambio: en ambos casos, impulsados por la fuerza pragmática de la cortesía, los hablantes bilingües, generación tras generación, han sabido construir, sea mediante la influencia directa de las lenguas indígenas, sea vía la experimentación con las piezas del español, recursos que les permiten satisfacer sus necesidades expresivas y comunicativas, enriqueciendo de este modo el idioma en el delicado ámbito del cuidado de la imagen social del otro y de uno mismo, contra lo que estereotipos de larga data nos pueden llevar a pensar.

Bibliografía

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