Desde que Esteban Pichardo publicó la primera edición de su diccionario (Pichardo1836), han aparecido unos cuatro centenares de libros que pertenecen a un género lexicográfico generalmente denominado diccionarios de americanismos y que están dedicados a la descripción de particularidades léxicas del español de uno, varios o todos los países hispanoamericanos. Si bien pueden distinguirse diferentes fases de desarrollo y líneas evolutivas en la historia de esta clase de diccionarios (véase, por ejemplo, Haensch 1994), resulta evidente que la mayoría de las obras de este género publicadas en los últimos decenios comparten rasgos característicos esenciales con las obras pioneras del siglo xix, entre ellos no pocos que hoy día son considerados problemáticos por muchos lingüistas. Sin embargo, se observan también algunas tendencias nuevas en la lexicografía del español de América en los últimos treinta años. Las más llamativas son las siguientes:
— Una tendencia hacia la profesionalización:1 aunque siguen publicándose obras lexicográficas elaboradas por un solo autor que entrega al público los resultados de su caza de ejemplares de fauna léxica exótica presentándolos según reglas consagradas, aumenta poco a poco el número de diccionarios que son fruto de un trabajo de documentación y redacción sistemáticas en equipo, patrocinado como proyecto de investigación por grandes instituciones y fundado en reflexiones teóricas y metodológicas novedosas. La formación de equipos lexicográficos en algunos centros de investigación ha tenido también como consecuencia la elaboración de diccionarios en serie y el surgimiento de proyectos satélites. Proyectos que se insertan en esta tendencia, junto con varios otros, son el Proyecto del Diccionario del Español de México, con Forschungsgemeinschaftsede en el Colegio de México, y un proyecto, auspiciado por la Deutsche, con sede principal en la Universidad de Augsburgo (Alemania). Fruto del primer proyecto son ya tres diccionarios (DFEM 1982, DFEM 1993, DBEM 1986 y DEUM 1996). En el marco del segundo se han publicado hasta ahora cinco tomos (NDCol 1993, NDArg 1993, NDU 1993, DEArg 2000, DECu 2000; también estuvo afiliado a este proyecto durante algún tiempo el proyecto en el que se elaboró Núñez / Pérez 1994). Ambos proyectos están lejos de haber alcanzado ya sus metas. Con los métodos de ambos proyectos están trabajando equipos en varios países hispanoamericanos.
— La aparición, dentro de dos decenios, de varios diccionarios elaborados en un marco de organización primordialmente comercial: no cabe ninguna duda de que, tras un período largo de estancamiento en el siglo xx, se observa un nuevo auge (comparado al primero que tuvo lugar a mediados del siglo xix, véase Seco 1987) de la lexicografía comercial de la lengua española. Sin embargo, en el campo de la lexicografía del español americano, la labor lexicográfica restringida a las editoriales no sólo no se puede calificar de innovadora, sino que ha dado origen a algunas obras que rayan en lo que un autor alemán (Hausmann 1986, Hausmann 1987, Hausmann 1989) tilda de Wörterbuchkriminalität / Dictionary Criminality. Son dignos de ser mencionados en este contexto un diccionario publicado por la editorial española Everest (Arias de la Cruz 1980, Arias de la Cruz 1987, obra sucesora —con prólogo casi idéntico—: Everest 1996) y otro publicado por la editorial Sopena, también española (Sopena 1983, Sopena 1998), que significan un lamentable paso atrás en la evolución histórica de la lexicografía del español americano (véase Werner 1997). También puede relacionarse con esta tendencia el hecho de que se hayan publicado, en el tiempo de quince años, tres nuevas ediciones no declaradas como tales (la primera es una pura reimpresión), aunque no mejoradas en comparación con el original, de uno de los clásicos del género (Morínigo 1985, Morínigo 1993, Morínigo 1998; primera versión: Morínigo 1966).
— Nuevo acercamiento a las obras pioneras y clásicas de la lexicografía del español americano: varias de éstas ya han sido objeto de un análisis metalexicográfico que las sitúa en su contexto histórico (ejemplos de este tipo de trabajo son López Morales 1983, Kühl de Mones 1986, Herranz 1989, Chuchuy 1994a, Chuchuy 1994b y Werner 1994a). Con respecto a otras disponemos de reediciones recientes emprendidas por expertos con formación científica (por ejemplo Granada 1998 y Malaret 1999). También corresponde a la intención de recuperar obras clásicas para la historia lexicográfica la reproducción en CD-ROM de diecinueve diccionarios y glosarios de americanismos (Tavera 2000).
— Aumento considerable de publicaciones metalexicográficas que se centran en problemas teóricos y metodológicos relacionados con la lexicografía del español americano: gran parte de estas publicaciones guardan una relación muy estrecha con alguno de los proyectos lexicográficos actuales y dan fe de su concepto, de los problemas que se han planteado respecto a éste y su solución (por ejemplo, en relación con el Proyecto del Diccionario del Español de México: Lara / Ham Chande / García Hidalgo 1979 y Lara 1990). Otras presentan información comparativa sobre varias obras de reciente aparición, preponderando en ellas, con frecuencia, los juicios negativos (como en Werner 1997) o positivos (por ejemplo en Aleza-Izquierdo 2000). Lo que más abunda en total es, por una parte, la crítica a la mayoría de los diccionarios de americanismos, bien formando parte de un conjunto de ideas más amplias, o bien destacándose como punto central de un artículo (ejemplos: Haensch 1978, Haensch 1980, Haensch 1984c, Haensch 1986, Haensch 1987, Haensch 1988 y Haensch 1989a); por otra parte, incluso en algunas reseñas dedicadas a una sola obra se encuentran reflexiones teóricas y metodológicas que exceden el marco del análisis crítico de la obra reseñada (ejemplos: Werner 1985a y Werner 1985b). Lo que es raro de encontrar es el tratamiento profundizado y pormenorizado de problemas metodológicos específicos relacionados con las estructuras textuales de diccionarios del español americano (ejemplos de artículos con este enfoque son Werner 1993/1994 y Werner 1998/1999).
En el presente artículo no nos proponemos un nuevo examen crítico de los diccionarios del español americano publicados hasta ahora. Tampoco es posible ni necesario resumir todas las controversias en torno a temas clásicos de la lingüística hispánica que han influido en la lexicografía del español americano, por ejemplo, la pregunta sobre lo que es un americanismo (Rabanales O. 1953, Rona 1969, Wojski 1983) o la pregunta de si existe un subsistema sintópico o una variedad lingüística español americano, español uruguayo, etc. de la lengua española. Probablemente la mayoría de los expertos en lexicografía del español de América ya no sostiene posturas que hacen depender la selección de la información que ha de presentarse en un diccionario de la definición de conceptos como americanismo o español americano (compárese la postura clásica de Rabanales O. 1953). Los factores decisivos que subyazcan a toda selección de datos lexicográficos deben ser los destinatarios del diccionario y la finalidad para la que ha de servir, no la definición a posteriori de un concepto aceptado como decisivo a priori (Werner 1991, p. 237; Werner 1994 b). Algunos problemas teóricos han perdido, por motivos muy diversos, su peso para la práctica lexicográfica: por ejemplo, ya nadie se opone en serio a la práctica de elaborar diccionarios del español americano o del español de determinados países americanos. Algunos autores subrayan de nuevo la importancia de fronteras geográficas y políticas para los hechos lingüísticos (véase, por ejemplo, Montes G. 1991, pp. 129-134). Otros sostienen que la tarea lexicográfica no es forzosamente la de describir un sistema o subsistema lingüístico, sino que puede ser también la de dar instrucciones acerca del uso de unidades léxicas usuales en una lengua dentro de límites definidos en base a criterios extralingüísticos (Werner 1994b, pp. 11-21). Además, pueden invocarse, simplemente, argumentos de índole pragmática (criterios de demanda y de factibilidad) que abogan en pro de soluciones lexicográficas nacionales como soluciones de compromiso. No es éste tampoco el lugar para plantear algunos problemas que están ganando importancia actualmente, pero que no resultan centrales. Uno de ellos es el de la teoría y la metodología de los diccionarios bilingües del español americano, los que se dirigen primordialmente a un público internacional o exclusivamente a destinatarios cuya lengua materna es otra distinta al español. No es un hecho fortuito el que últimamente, en el lapso de pocos años, se hayan publicado varios diccionarios bilingües del español americano (Olivares 1997 y Fírsova et al. 1998) 2 y diccionarios que combinan definiciones del tipo de las que ofrecen los diccionarios monolingües con equivalentes y explicaciones en inglés o francés (Steel 1990, Steel 1999 y LAEF 1992). Es evidente que la elaboración de diccionarios del español americano que van destinados al uso por personas que no hablan como lengua materna el español, ni el de América ni el de España, diccionarios cuyo medio de explicación semántica son explicaciones en otra lengua distinta al español, plantea problemas específicos.
La siguiente exposición no se centra en la solución de problemas teóricos y metodológicos discutidos desde hace tiempo o aún no descubiertos por la mayoría de los expertos, sino que pretende tan sólo llamar la atención sobre algunas tareas que, según la opinión, ciertamente subjetiva, del autor, merecen, en el próximo futuro, mayor atención en la lexicografía del español americano. Estas tareas pueden circunscribirse con las siguientes formulaciones
- elaboración de más diccionarios diatópicamente integrales y contrastivos en vez de puramente diferenciales (2);
- diversificación de tareas según enfoques lexicogenésicos, sincrónico-descriptivos y enciclopédicos (3);
- recuperación sistemática de información contenida en diccionarios del español americano ya existentes (4).
2. Elaboración de más diccionarios diatópicamente integrales y contrastivos en vez de puramente diferenciales
No hay duda, la historia de la lexicografía del español americano es, desde sus comienzos, una historia de mucha miseria y de mucho esplendor (Haensch 1984c). Esplendorosa es ya por la pura cantidad de diccionarios que se han dedicado hasta ahora al español de América en su totalidad, al español de casi todos los países hispanohablantes, como al español de zonas de extensión supranacional y al español de regiones de extensión infrarregional. Hoy día, la crítica se fija cada vez más en los defectos característicos de este tipo de diccionarios. Por razones históricas, casi todos los diccionarios del español americano se han concebido como diccionarios de los llamados americanismos, es decir, de unidades léxicas que de algún modo se consideran peculiares del español de toda América o de parte de ella. Llama la atención la falta de diccionarios integrales del español americano, chileno, colombiano, etc. que caracteriza la lexicografía hispanoamericana. Los primeros diccionarios que recogen sistemáticamente el vocabulario del español de un país americano, no sólo aquél que presenta diferencias de un español frente a otro español de referencia, son los elaborados bajo la dirección de Luis Fernando Lara en el marco del Proyecto del Diccionario del Español de México, mientras que en la lexicografía del inglés norteamericano dominan, desde sus comienzos, diccionarios en los que el vocabulario se describe de manera independiente, sin criterio de comparación con otro inglés que figure como norma de referencia (edición facsímil del diccionario de Webster del año 1828: Webster 1970). Casi todos los diccionarios del español americano pueden caracterizarse como diatópicamente diferenciales. La mayoría de estos diccionarios diferenciales presenta graves deficiencias debidas a la falta de una adecuada base empírica. Faltan en ellos numerosas unidades léxicas que deberían incluirse según los criterios diferenciales elegidos y abundan en ellos voces que no deberían figurar de acuerdo con los mismos criterios. Esta crítica, que se les hace con frecuencia, no afecta, sin embargo, a la validez teórica del concepto diferencial, sino sólo a los métodos de documentación practicados.
El problema dominante en relación con la lexicografía diferencial del español americano es el hecho de que a lo largo de casi dos siglos se haya establecido una división de tareas entre diccionarios generales del español y diccionarios de americanismos. Los diccionarios generales son, con frecuencia sin pretender serlo, en primer lugar, diccionarios del español de España. Describen el vocabulario del español peninsular, en general sin advertir la restricción geográfica en el uso de unidades léxicas que no se usan en el español de América. A menudo, incluyen una buena cantidad de voces usuales en el español de América, de un país americano o de una región americana no usuales en el español peninsular (la selección de estas voces suele ser bastante arbitraria y poco equilibrada, también debido a la falta de un adecuado método de documentación empírica). En este caso, sí se indica el uso restringido a parte del mundo hispánico. Los diccionarios diferenciales del español americano pueden considerarse la otra cara de la misma moneda. Registran sólo aquellos elementos léxicos que se desvían del uso lingüístico peninsular o de una supuesta norma panhispánica. Algunas obras lexicográficas dedicadas al español americano tratan de evitar igualar español peninsular y español panhispánico y suponen, como magnitud de referencia a la que oponen los americanismos recogidos, un español general, un español común o una koiné panhispánica. Pero, implícitamente, su punto de referencia es el español peninsular elevado a rango de norma panhispánica (véase Werner 1985a; Werner 1985b; Werner 1991, pp. 246-251; Werner 1994b, pp. 22-24). No es necesario comentar aquí los factores ideológicos que, en parte, han fomentado esta situación y también, en parte, son consecuencia de ella. Sin hablar sobre actitudes eurocentristas, como el abuso del argumento de la unidad del idioma o conceptos como el de la identidad nacional, temas que fácilmente suscitan latentes complejos de superioridad o inferioridad cultural, se puede constatar sobriamente que para el idioma mundial que es el español faltan diccionarios que reflejen la realidad de la variación diatópica dentro del léxico de esta lengua. ¡Quién no soñaría con un diccionario del español en el que estuvieran consignadas, según criterios uniformes, los elementos léxicos del español de España y de toda la América hispanohablante, sin discriminación de las procedentes de determinados países o regiones y con indicación de los límites geográficos y sociales dentro de los cuales son usuales y de la marcación diatópica, diastrática y diafásica que restringe su uso! Actualmente este diccionario no es realizable. Lo que sí es realizable son diccionarios integrales del español usual dentro de determinados países y zonas de Hispanoamérica. La elaboración de este tipo de diccionarios sigue siendo la tarea más urgente de la lexicografía del español americano. Diccionarios de este tipo son necesarios, especialmente, por las siguientes dos razones:
— A falta de un diccionario que abarque con criterios uniformes el vocabulario del español en su totalidad, un conjunto de diccionarios integrales nacionales y según zonas sería actualmente el mejor instrumento para que toda persona, por el motivo que sea, científico o práctico, pueda formarse una idea sobre la realidad lingüística en el plano panhispánico. Diccionarios de este tipo podrían elaborarse basados sobre corpus de textos, según criterios estadísticamente válidos.
— Sólo con diccionarios de este tipo podría subsanarse la deplorable situación de que quien busque información sobre el léxico del español de determinado país americano tenga que acudir siempre a dos tipos de diccionarios, por una parte, a diccionarios que pretenden ser diccionarios del español a secas y que son sólo diccionarios del español peninsular con consideración marginal y nada sistemática de variedades americanas de esta lengua, y, por otra parte, a diccionarios complementarios que no recogen el léxico del español de un país, sino que se centran únicamente en peculiaridades léxicas nacionales y regionales. Es ésta una situación a todas luces inaceptable, ante todo, teniendo en cuenta las necesidades de consulta de más de 300 millones de hispanohablantes que hablan una variedad no peninsular del español y quieran buscar información sobre el uso lingüístico normal dentro de su propio ámbito cultural, estudiantes, periodistas y toda persona que quiera servirse de la ayuda de un diccionario para expresarse mejor en su propia variedad o para entender textos en ella.
Sin embargo, no hay que incurrir en el error de pensar que diccionarios que se centran en la descripción de diferencias diatópicas dentro del español resultan superfluos o que incluso distorsionan inevitablemente la realidad lingüística. Los diccionarios diferenciales también pueden desarrollar virtudes específicas. Desde puntos de vista tanto científicos como prácticos pueden interesar diferencias léxicas de índole diatópica, en especial, aquéllas que resultan poco llamativas. Ninguna explicación lexicográfica puede ser exhaustiva. El uso y el significado de millares de palabras pueden describirse de igual modo en un diccionario del español peninsular, del español mexicano, del español argentino, etc. Son, no en último lugar, las diferencias léxicas más sutiles las que justifican la elaboración de diccionarios diferenciales. Es éste un razonamiento ya formulado en el prólogo de un diccionario diferencial de reciente publicación (DECu 2000, p. XII).
El hispanohablante español que oye en boca de un cubano una voz que forma parte de su propio vocabulario, generalmente, la entiende, lo mismo que un cubano entiende, generalmente, las voces empleadas por un español; y, porque ambos las entienden, no se dan cuenta de que cada uno las usa de un modo algo diferente. La definición de estas voces en diccionarios no contrastivos del español peninsular y del español cubano no presentaría diferencias sustanciales. El autor de un diccionario general probablemente expresaría el significado de las palabras piso o bañarse de igual manera para el español peninsular y para el cubano. Pero las diferencias en el uso de estas palabras resultan patentes cuando a un español le llama la atención que un cubano o un uruguayo hable del piso en contextos en los que él mismo se referiría, más bien, al suelo y que el cubano se bañe en la ducha o el colombiano se bañe los dientes, mientras que en España uno se ducha, se limpia los dientes o se lava los dientes.
La descripción de los rasgos semánticos y las condiciones de uso contextuales en los que se distinguen los usos de muchas voces en diferentes países de habla española puede ser una de las tareas específicas de diccionarios diatópicamente diferenciales. Desde luego, no sólo interesan las diferencias léxicas entre el español peninsular y el de determinados países americanos, interesan también aquéllas entre el uso lingüístico de un país, una zona, una región de Hispanoamérica y el de otro país, zona o región americanos. Lo que ocurre es que actualmente es más fácil encontrar las condiciones de trabajo que hagan posible la elaboración de diccionarios que cotejen el uso lingüístico del español de un país americano con el español peninsular que los que permitan la comparación entre el léxico, por ejemplo, del español de Paraguay con el de Panamá. Entre otros factores, es también la situación de la lexicografía del español peninsular la que favorece que éste se tome como punto de referencia para diccionarios diferenciales. Es cierto que no es suficiente cotejar el léxico del español de un país americano, documentado según criterios empíricos válidos, con el uso lingüístico peninsular tal como se refleja en los diccionarios dedicados a éste. Sin embargo, los diccionarios del español peninsular pueden servir como punto de partida en el trabajo empírico, sometiendo la información proporcionada por ellos a un examen crítico con ayuda de encuestas y del aprovechamiento de corpus de textos de restringida extensión. Lo que aún no resulta factible es basar la elaboración de un diccionario sólo en el cotejo de dos corpus de textos de diferente proveniencia. El rendimiento de los corpus sería muy bajo. Se testimoniarían, en primer lugar, lo que las dos variedades lingüísticas tienen en común. Sólo un bajo porcentaje de elementos léxicos encontrados en cada corpus no se encontraría en el de referencia. Aún más, las diferencias en el uso de significantes léxicos presentes en ambos corpus, generalmente, no pueden ser descubiertas con medios mecánicos. Las puede descubrir sólo el lexicógrafo que estudie todas las ocurrencias de los respectivos significantes. En muchos casos habría que estudiar millares de ocurrencias para encontrar un uso diferente ¿Cuántas ocurrencias de la voz bañarse, por ejemplo, habría que estudiar para encontrar un caso en el que el contexto testimonie que esta voz se refiere al baño tomado en la ducha? 3
La elaboración de un diccionario diferencial del español, de todos modos, no suele basarse exclusivamente en un corpus de textos. Uno de los ámbitos en los que más hay que contar con diferencias diatópicas entre el español de distintos países y regiones es el vocabulario del lenguaje oral y coloquial, inclusive las expresiones tabuizadas, consideradas como groseras. Aunque se puede trabajar con corpus cada vez más grandes y no faltan corpus de textos orales, el lenguaje de la conversación espontánea y de las situaciones íntimas está completamente subrepresentado en ellos, «words people use only in certain situations, when they know each other very well, in a family setting or with groups of friends» (Béjoint 1979, p. 26), con frecuencia, ni siquiera están testimoniados, por lo menos, no correspondiendo a su frecuencia real, en los corpus de lenguaje oral (compárese Zgusta 1970, p. 237).
En teoría, pueden elaborarse diccionarios diferenciales del español de cualquier país hispanohablante en los que éste se coteje con el español de cualquier otro país hispanohablante. Sin embargo, habrá mayor demanda práctica con respecto al español de países con mayor número de hablantes y de países de mayor irradiación cultural y lingüística. También según este criterio, el español de España ocupa un lugar privilegiado. Se puede suponer que habrá una mayor demanda práctica de diccionarios diferenciales en los que se coteje el léxico del español mexicano o el argentino con el español peninsular que de diccionarios en los que se coteje el uso lingüístico del español de Nicaragua con el español de Ecuador. Según este criterio, sin embargo, el español peninsular no sólo ocuparía un lugar privilegiado como punto de referencia en diccionarios diferenciales del español de determinados países americanos, sino que también ocuparía un lugar privilegiado como objeto de diccionarios diferenciales del español elaborados con la meta de registrar usos léxicos del español peninsular ajenos al español de determinados países o poco frecuentes en él.
Para cumplir con su finalidad, los diccionarios diferenciales, además, deberían ser, más que diferenciales, contrastivos. Podrían ser más contrastivos en dos sentidos:
— podrían ser diferenciales en dos direcciones;
— podrían presentar más rasgos de cotejo intervariacional que sólo el de la selección diferencial de voces que no se usan o no se usan de igual manera en la variedad de referencia.
Mucho más útil que un diccionario en el que se recogen sólo aquellos elementos léxicos del español de un país que difieren en su uso del léxico del español de otro país serían obras lexicográficas en las que se registraran todos aquellos usos léxicos del español de ambos países que no pudieran observarse o pudieran observarse con frecuencia significativamente menor en el español del otro país respectivo. Y cuando se opta por un diccionario diferencial sólo en una de las dos direcciones no debería, por lo menos, agotarse su carácter diferencial en el registro de elementos léxicos que difiriesen del uso lingüístico del país de referencia. El usuario del diccionario, con frecuencia, no sólo quisiera enterarse de que en el español de un país existe determinada voz que no existe en el español del país de referencia o que en éste no se usa de manera igual. También le interesaría, por ejemplo, qué se diría en el español del país de referencia en vez de la voz registrada o qué significa o cómo se usa, en el español del país de referencia, una unidad léxica que se registra con una acepción o con un uso no existente en el español del país de referencia. También el metalenguaje del diccionario, especialmente el de las definiciones lexicográficas, tendría que tener en cuenta que el usuario no conoce bien, por lo menos, una de las dos variedades del español cotejadas. Una definición que se sirva de elementos léxicos del español usuales en el español de España pero no en el de Bolivia, le puede producir problemas de comprensión al usuario boliviano, y una definición que se sirva de elementos usuales en el español de Bolivia pero no usuales en el español de España, le puede producir problemas al usuario español. Por lo tanto, el diccionario tendría, con frecuencia, que acudir en su metalenguaje a formulaciones diatópicamente neutras, a explicaciones que abarcaran a la vez elementos peculiares de ambas variedades cotejadas o a definiciones en las que, desde elementos de formulación usados sólo en la variedad cuyo léxico se registra, se remitiera explícitamente a lemas que representan, a su vez, el elemento de definición no usual en la variedad de referencia. Claro está, elementos estructurales de este tipo, que conferirían un carácter auténticamente contrastivo a los diccionarios diferenciales, tendrían sentido sólo en diccionarios diferenciales cuyo criterio de selección de lemas fuera el del cotejo entre los usos léxicos actuales del español de dos diferentes países, zonas o regiones. Muchos diccionarios diferenciales del español americano mezclan este criterio con otros criterios diferenciales que se refieren, por ejemplo, al origen histórico de las voces que registran.
3. Diversificación de tareas según enfoques lexicogenésicos, sincrónico-descriptivos y enciclopédicos
Todos los llamados diccionarios de americanismos se plantean como tarea la de registrar elementos léxicos propios o peculiares del español de América. Evitando de nuevo la referencia infértil a la pregunta de cuáles son los criterios legítimos para considerar un elemento léxico propio o peculiar del español americano, rioplatense, chileno, bogotano, etc., podemos constatar que en la mayoría de los diccionarios diferenciales del español de América, la selección de elementos léxicos registrados se basa simultáneamente en, por lo menos, dos distintos criterios diferenciales
- Un criterio lexicogenésico. Según este criterio se registran elementos léxicos que tienen su origen histórico en América.
- Un criterio sincrónico-descriptivo. Según este criterio se registran elementos léxicos usuales en el español de América, de un país o de una región de América, pero no usuales en el español de referencia, que es explícita o implícitamente el español usual en la Península Ibérica.4
A estos dos criterios se junta, con frecuencia, uno que podríamos llamar enciclopédico. Según este criterio, se registran unidades léxicas que se refieren a conceptos específica o típicamente americanos, por ejemplo, del mundo de la fauna y flora tropicales, del folklore o de las estructuras políticas propias de algún país americano. El que la respectiva realidad, generalmente, no se dé en España no significa ni que las unidades léxicas que se refieren a ellas sean de origen americano ni que esas unidades léxicas no sean usadas en España. No pocos diccionarios registran como americanismos incluso palabras como americanismo, argentinismo, sudamericano, panamericano, colombiano, indígena, indio o prehispánico, por la sola razón de referirse a algo relacionado específicamente con la realidad americana. En casos extremos encontramos, en un diccionario de americanismos, hasta palabras que se consideran americanismos por su referencia a algo relacionado de alguna manera con Estados Unidos, Canadá o el Brasil. Santamaría (1942) llega a registrar, en su Diccionario General de Americanismos, la palabra vikingos, por considerar Groenlandia parte de América y a los vikingos «Aborígenes precolombinos de la Groenlandia».
Es obvio que no toda unidad léxica que es un americanismo en un sentido lo es también en alguno de los otros o en todos. De las voces de origen americano muchas se usan hoy día también en España, entre ellas la mayoría de los indigenismos más antiguos, que se han recogido en tantos diccionarios de americanismos: canoa, hamaca, huracán, llama, puma, tomate, etc. Por otra parte ocurre que, en casos extremos, una palabra de proveniencia americana o de etimología amerindia no se usa hoy día en el español de la zona geográfica de su origen (como el aztequismo tiza en Méjico) o es propia del español peninsular, como patata, producto de la contaminación de los indigenismos batata y papa. Y entre las unidades léxicas del español no usuales en el español de España hay muchas que no tienen su origen en América. Casos muy típicos son las palabras que han llegado a América desde España, donde han caído en desuso, mientras que en el Nuevo Mundo se conservan con cambios semánticos.
Lo que es peor aún es que estos tres criterios diferenciales, a menudo, se combinan, además, con criterios adicionales, no diferenciales, normativos de diferente índole, de neología en general o del origen en otras lenguas. En los diccionarios de Morínigo, por ejemplo, «se incluyen también latinismos, galicismos, anglicismos, africanismos, etc., que entraron a formar parte del léxico americano corriente, general, regional o especial» (Morínigo 1966, p. 12; Morínigo 1985, p. 12; Morínigo 1993, p. XXIII, Morínigo 1998, p. 10). Un análisis de los diccionarios de este autor demuestra que recogen dicho tipo de vocabulario sin fijarse en su existencia o no existencia en el español de España (véase Werner 1997).
Diccionarios que consignan, juntos y de igual manera, elementos léxicos cuya peculiaridad reside en hechos muy diferentes o se constata según criterios muy heterogéneos no cumplen ninguna finalidad, sobre todo, si de sus artículos ni siquiera se desprende en qué sentido cada elemento es específico del español americano o de la respectiva variedad del español americano (Werner 1991, p. 238). Esta afirmación no contradice el que cada uno de los tres criterios diferenciales sea, sin combinación con otros, un criterio válido para la selección de vocabulario en un diccionario cuya intención sea la de ayudar a sus destinatarios en tareas relacionadas con el español de América.
En un diccionario de orientación enciclopédica podrían consignarse exclusivamente unidades léxicas que se refieren a realidades o conceptos americanos, que no existen en Europa o resultan exóticas para un europeo (como animales del mundo tropical que aunque se puedan ver en un jardín zoológico de España no pertenecen a la realidad propiamente española). Estas realidades tendrían que describirse ampliamente en un diccionario de este tipo, con cierto lujo de detalles enciclopédicos, que muchas veces excedería el marco de una explicación lingüística del significado. No sobraría información, por ejemplo, sobre el hecho de que la carne de un animal, al que se refiere una voz, se suele comer o que una planta, a la que se refiere una voz, se asocia, por valor simbólico, con otros determinados conceptos de importancia en la cultura del país cuya variedad del español se describe. Desde luego, por ejemplo, en el caso de fitónimos y zoónimos, no estaría de más cierta cantidad de datos botánicos o zoológicos, respectivamente.
Diccionarios dedicados al registro de elementos léxicos de origen americano no deberían contentarse con una selección diferencial de los lemas e indicaciones etimológicas del tipo voz americana, voz de origen indígena o del arahuaco. Tendrían que ofrecer una amplia gama de datos de índole histórica, diacrónica y etimológica que, en gran parte, suelen faltar en los diccionarios de americanismos aunque éstos invoquen como criterio de selección de lemas el del origen americano. Clases de información que irían al caso serían:
- la indicación de la forma del étimo en la lengua de origen;
- información sobre el significado del étimo en la lengua de origen;
- la indicación de la lengua de origen;
- la indicación de variantes formales de la voz respectiva en la lengua receptora;
- datos referidos a un comportamiento del préstamo en la lengua receptora que no obedezca a las reglas a las que obedecen las unidades léxicas patrimoniales del mismo tipo: rasgos fónicos, ortográficos, morfológicos y sintácticos propios de préstamos;
- indicaciones sobre la fecha de la supuesta penetración en la lengua receptora y la fecha de la primera ocurrencia documentada en ésta;
- datos sobre la historia de la unidad léxica en la lengua receptora: cambios fónicos, gráficos, semánticos, morfológicos, sintácticos y de marcación;
- testimonios textuales que demuestren o ilustren lo que es objeto de las otras indicaciones, con identificación de la fuente;
- en el caso de préstamos de lenguas extintas: datos comparativos sobre lenguas actuales emparentadas con ellas;
- en el caso de préstamos tomados en épocas lejanas de lenguas todavía existentes hoy: datos comparativos acerca del uso actual en la lengua de origen;
- en casos problemáticos, además: discusión de diferentes explicaciones etimológicas;
- eventualmente, datos bibliográficos sobre las obras donde se encuentre información etimológica e histórica sobre la respectiva unidad léxica.
Huelga decir que diccionarios que reunieran estas características no corresponderían principalmente a una finalidad práctica de uso, sino, sobre todo, a intereses científicos.
El tipo de diccionario diferencial que más corresponde a metas prácticas es el contrastivo de orientación sincrónico-descriptiva. Algunos diccionarios diferenciales del español americano existentes presentan ya alguno o varios rasgos contrastivos, como los siguientes:
- Indicaciones estandarizadas sobre el tipo de diferencia que se observa en el uso de una unidad léxica entre el español del país al que está dedicado el diccionario y la variedad del español que constituye la marca de referencia contrastiva. Indicaciones de este tipo son las marcas contrastivas que se emplean en un diccionario del español chileno (DECH 1984-1987; véase la crítica a la sistemática de estas marcas contrastivas en Werner 1991, pp. 255-260) y las indicaciones formalizadas sobre diferencias diatópicas empleadas en los diccionarios procedentes del proyecto de Augsburgo. En el sistema de las indicaciones de este tipo aplicado en los diccionarios elaborados en el marco de este último proyecto se observan modificaciones que se han introducido a lo largo del proyecto. Pueden distinguirse tres diferentes fases en la evolución del sistema de las indicaciones estandarizadas (1.ª fase: NDCol 1993; 2.ª fase: NDArg 1993 y NDU 1993; 3.ª fase: DECu 2000 y DEArg 2000). El sistema aplicado en los últimos dos diccionarios, publicados por la editorial Gredos, se está aplicando también en los próximos tomos de la serie.
- Presentación de voces de la variedad elegida como marca de referencia contrastiva que son heterónimos de una voz registrada de la respectiva variedad americana del español en una determinada acepción. Amplia información de este tipo se encuentra en los diccionarios elaborados en el marco del proyecto de Augsburgo (NDCol 1993, NDArg 1993, NDU 1993, DECu 2000, DEArg 2000). También con respecto a este elemento contrastivo se observa un cambio metodológico. En el primer diccionario confeccionado en el proyecto (NDCol 1993) aún se aprecia un concepto menos riguroso en cuanto a la supuesta heteronimia entre una voz del español del país americano y otra del español peninsular. En los siguientes «los sinónimos pertenecen al mismo registro de la lengua y tienen las mismas restricciones de uso» (Aleza-Izquierdo 2000, p. 35). En los diccionarios procedentes del proyecto de Augsburgo la indicación sobre heterónimos peninsulares y sinónimos usuales en el español del respectivo país americano se separa estrictamente de las definiciones (sobre problemas relacionados con la insuficiente distinción entre explicación semántica e información sobre heterónimos véase la reseña de DIVE 1983-1993, t. I: Werner 1985a, pp. 376-377).
- Un metalenguaje lexicográfico que evita las ambigüedades que puedan resultar cuando en las explicaciones que proporciona la obra lexicográfica se utilizan unidades léxicas usuales sólo en una de las variedades del español que se coteja en el diccionario, sea la que se describe en él o sea la que constituye el punto de referencia en el cotejo, o usuales sólo en una de las dos variedades con la acepción con la que se emplean en la respectiva formulación explicativa. Los únicos diccionarios diferenciales del español americano que proceden de modo consecuente a este respecto son los elaborados en el marco del proyecto de Augsburgo (NDCol 1993, NDArg 1993, NDU 1993, DECu 2000, DEArg 2000). En las definiciones que ofrecen los artículos de estos diccionarios se evitan, en general, como elementos de las que se integran éstas tanto elementos léxicos usuales en el español peninsular pero no usuales en el español del respectivo país americano, como elementos no usuales en el español peninsular. Pero se admiten excepciones a esta regla en dos casos. El primer caso se da cuando como elemento explicativo, por no encontrarse ninguna unidad léxica adecuada de igual uso común al español peninsular y al español del respectivo país americano, tendría que emplearse una paráfrasis muy complicada o hasta incomprensible. Del segundo caso se trata cuando el uso de un elemento léxico propio del español del respectivo país y ausente en el español peninsular es deseable o necesario por razones de afinidad conceptual o de estructuras semánticas. Ambos casos pueden ilustrarse mediante las palabras bagre y bagrero. La voz bagre es usual en varios países sudamericanos, donde se refiere a peces de la familia de los pimelólidos. Una persona española común y corriente no conoce estas especies de peces ni la palabra bagre. Por lo tanto, a la palabra bagre se le dedica un artículo en los diccionarios diferenciales del español de varios países sudamericanos. En el español de algunos de estos países también es usual la palabra bagrero, con una de las dos acepciones anzuelo especial usado en la pesca de bagres y hombre que suele enamorar a mujeres feas o con ambas. Es casi imposible no recurrir en la explicación de la primera de estas dos acepciones a la palabra bagre. Sería casi imposible y no tendría sentido sustituir la respectiva definición por una paráfrasis de la acepción de bagre explicada más arriba. En el caso de bagre con la acepción que se refiere a hombres que suelen enamorar a mujeres feas no sería difícil evitar el uso de la palabra bagre en la definición. Pero de la definición hombre que suele enamorar a mujeres feas no se podría deducir su relación semántica con la otra acepción de bagre, la de mujer fea, basada en un uso metafórico que se explica por el hecho de que los peces llamados bagres se consideran muy feos. En la explicación de ambas acepciones de bagrero sería inoportuno evitar el uso de la palabra bagre. Pero puesto que se trata de una palabra cuyo significado, a su vez, debe explicarse en el diccionario diferencial que coteja el uso lingüístico sudamericano con el peninsular, la palabra bagre, al utilizarse en la explicación de las acepciones de bagrero, se destaca como elemento léxico no usual en el español de España y que es objeto de explicación en otro artículo del mismo diccionario, al que se remite explícitamente (sobre más detalles relacionados con problemas de la definición lexicográfica en diccionarios diferenciales véase Werner 1993/1994).
- Acceso a la información sobre unidades léxicas de la variedad del español que es objeto de la descripción lexicográfica a partir de unidades léxicas de la variedad del español que constituye el punto de referencia en el cotejo contrastivo. Un acceso de este tipo también lo ofrecen los diccionarios elaborados en el marco del proyecto de Augsburgo (NDCol 1993, NDArg 1993, NDU 1993, DECu 2000, DEArg 2000). Cada uno de estos diccionarios contiene un índice de todas aquellas unidades léxicas del español peninsular que están indicadas en calidad de sinónimos o heterónimos de las voces registradas, en la parte principal de la obra lexicográfica, como propias del español del respectivo país americano en comparación con el español peninsular, por lo menos, en una determinada acepción o en un determinado uso. Aunque este elemento estructural significa cierto avance en la metodología de la lexicografía diferencial del español americano, no cabe ninguna duda de que significa sólo una solución de compromiso en comparación con las soluciones que podría ofrecer un diccionario diferencial bidireccional. En un diccionario de este tipo podrían dedicarse entradas a todas las unidades léxicas que presentan diferencias entre las dos variedades del español cotejadas en él. Podrían distinguirse tres tipos de unidades léxicas que serían objeto de descripción en él según el criterio diferencial:
- voces existentes sólo en la variedad A o existentes en ella en un uso no documentado para la variedad B;
- voces existentes sólo en la variedad B o existentes en ella en un uso no documentado para la variedad A;
- voces existentes en ambas variedades, pero documentadas en cada una con usos no observados en la otra respectiva variedad.
El diccionario diferencial contrastivo de este tipo tendría que describir todo uso de una voz no documentado para una de las dos variedades pero documentado para la respectiva otra. Además, podría registrar los usos comunes a las dos variedades en todos los casos en los que para una unidad léxica tuviera que registrarse un uso propio en una de las dos variedades, no comprobado para la respectiva otra.
— Información sobre cómo se usa en la variedad de referencia una unidad léxica registrada en el diccionario debido a su uso propio en la variedad del español que es objeto de descripción diferencial y no documentado en la variedad de referencia. Cuando en un diccionario diferencial de determinados países americanos, por ejemplo, se registra la acepción de bocadillo referida a una especie de dulce de guayaba, acepción no usual en el español peninsular, sería útil añadir a la información sobre el uso americano información sobre una acepción no usual en el español de estos países, pero usual en el español peninsular, la de panecillo partido longitudinalmente en dos mitades entre las que están colocados alimentos como, por ejemplo, jamón o queso. Ninguno de los diccionarios diferenciales del español americano publicados hasta ahora ofrece sistemáticamente esta clase de indicaciones. Algunos de ellos (véase Chuchuy 1994b), también de los más antiguos, brindan información de este tipo ocasionalmente. Malaret (1931), por ejemplo, registra en el artículo dedicado a limatón, para el español de Colombia, Cuba y Honduras la acepción «Lima para desgastar y alisar metales, madera, etc.» y agrega a esta información semántica la indicación contrastiva «(Acepción castellana: Lima de figura redonda, gruesa y áspera.)». Parece que lo que motivó al autor a añadir esta información contrastiva era la fuerte afinidad semántica entre la acepción registrada como americana y aquélla que suponía como peninsular (la mayoría de las indicaciones de este tipo ya no aparece en Malaret 1946). También los diccionarios elaborados en el marco del proyecto de Ausgburgo (NDCol 1993, NDArg 1993, NDU 1993, DECu 2000, DArg 2000) brindan esta clase de indicaciones excepto en casos muy especiales, en observaciones previstas para clases de datos lexicográficos que no se prevén sistemáticamente para todos los artículos.
Como ya he subrayado varias veces, preferible a la elaboración de diccionarios diferenciales unidireccionales que prevean los tipos de información contrastiva enumerados sería la de diccionarios diferenciales bidireccionales (compárese Hausmann 1986; Werner 1991, pp. 242-247; Werner 1993/1994, pp. 511-512).
4. Recuperación sistemática de información contenida en diccionarios del español americano ya existentes
Aunque los diccionarios diferenciales del español americano, en su mayoría, no cumplen con estándares correspondientes al estado actual de la teoría y la metodología lexicográficas, podrían constituir, en su conjunto, una riquísima fuente de información que podría aprovecharse sistemáticamente para distintos tipos de estudios sobre el léxico del español americano y sobre la historia de la lexicografía hispánica. La idea de aprovechar un corpus de diccionarios diferenciales del español americano como base para estudios analíticos no es nueva. El intento más ambicioso de realizar un análisis lingüístico basado en un corpus de obras lexicográficas ha sido emprendido por cuatro autores rumanos (Sala / Munteanu / Neagu / Şandru-Olteanu 1977 y Sala / Munteanu / Neagu / Şandru-Olteanu 1982). Desafortunadamente, se observa una discrepancia considerable entre la aparente sistematicidad del análisis aplicado en sus obras y el método empírico de documentación aplicado (véase Werner 1985b).
Para facilitar un amplio acceso sistemático al caudal de datos lexicográficos contenidos en los centenares de obras lexicográficas dedicadas al español de América y de los distintos países hispanoamericanos se impone la necesidad de disponer de obras en las que se recupere y se compile, según métodos científicos modernos, la información contenida en aquéllas. Dos métodos podrán proporcionar en el futuro un acceso más fácil, más confiable y en mayor escala a la inmensa cantidad de datos ya acumulados a lo largo de la historia de la lexicografía del español americano:
- la elaboración de cuidadosas ediciones críticas de obras lexicográficas antiguas, clásicas y de difícil acceso hoy día;
- la compilación sinóptica de información contenida en diferentes obras lexicográficas dedicadas al español americano y al español de los diferentes países de Hispanoamérica.
La primera de las dos tareas no sólo ha sido descubierta ya como necesaria, sino que, además, ya se ha iniciado con mucho éxito. Quienes quieran dedicarse a ella cuentan con el excelente modelo que constituye la edición, según normas científicas, de varias obras clásicas de la lexicografía hispanoamericana por la editorial Arco/Libros (Ayala 1995, Granada 1998, Malaret 1999).
La segunda de las dos tareas mencionadas, mucho más espinosa, es la de la compilación sinóptica de información procedente de diccionarios ya publicados, un «tesoro lexicográfico» (en el sentido de Gili Gaya 1947) o «dicionário dos dicionários» (en el sentido de Messner 1994-) del español americano o del español de un determinado país de Hispanoamérica, parece no haberse emprendido aún. Con miras a las técnicas a las que hoy puede acudirse, a la cantidad de información que tendría que almacenarse y a las exigencias que debería satisfacer tal obra con respecto a facilidades múltiples de acceso a la información lexicográfica, así como en cuanto a las posibilidades del procesamiento posterior de los datos recopilados, ésta debería estar disponible sobre soporte electrónico (en CD-ROM o, aún mejor, como base de datos, continuamente ampliable y actualizable, que estuviera accesible online). Aunque no se les puede negar cierto valor, a saber, el de brindar un acceso más cómodo a obras antiguas y de difícil acceso por vía bibliotecaria, no van al caso simples ediciones facsimilares publicadas en forma de CD-ROM (como Tavera 2000).5 A lo que debe de aspirarse es a recopilaciones de datos lexicográficos consecuentemente digitalizados que permitan un acceso sinóptico y simultáneo a todas las entradas dedicadas a la misma unidad léxica en las diferentes obras lexicográficas cuyo contenido se ha ingresado en la base de datos, con posibilidades de seleccionar y comparar conjuntos de datos de diferentes tipos para su posterior procesamiento. No son suficientes puras colecciones de textos lexicográficos que en su forma impresa puedan leerse en la pantalla de un ordenador.
5. Hacia una lexicografía más profesional del español americano
Al esplendor histórico de la lexicografía del español americano han contribuido no pocos lexicógrafos diletantes —en el mejor sentido de esta palabra—; su miseria se debe en buena parte al diletantismo de personas y entidades de las que podría expectarse un mayor grado de profesionalidad en el trabajo (compárese Zimmermann 1994). Las tareas pendientes en la lexicografía del español de América deben ser elaboradas por lingüistas, organismos científicos y editoriales que se dediquen a una producción diccionarística profesional en todos los aspectos.
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Notas
- 1. Sirviéndome del concepto de profesionalización no quiero establecer una distinción entre autores de mayor o menor capacidad científica, sino destacar tan sólo la base logística relativamente sistemática, aunque lejana de ser satisfactoria, con la que cuentan algunas empresas lexicográficas.
- 2. Se publicaron ya antes algunos diccionarios bilingües del español americano con el alemán como lengua de las explicaciones (como Schwauß 1970, Schwauß 1977, Schwauß 1986, obras extremadamente diletantes, véase Werner 1979 y Werner 1988; antecesor: Geiringer 1943). De una situación especial se trata en el caso de los diccionarios del español hablado en Estados Unidos (como Cobos 1983, Galván / Teschner 1977, con las reediciones Galván / Teschner 1985 y Galván / Teschner 1989). No interesa aquí un buen número de glosarios de poco volumen que ofrecen equivalentes en otra lengua y que se dirigen a turistas o buscan efectos humorísticos (ejemplos: McDonough 1972 y Brennan / Taboada 1996).
- 3. Por supuesto, también en la elaboración de diccionarios diferenciales puede aprovecharse un corpus de textos. El corpus en los que se basan algunos diccionarios de americanismos abarca, sin embargo, sólo textos de procedencia hispanoamericana, y dicho corpus no se contrasta con un corpus de textos provenientes de España. Además, el corpus sirve, en este tipo de diccionario, en primer lugar, sólo como fuente de ejemplos de uso auténticos (ejemplos: Steel 1990, Steel 1999; Richard et al. 1997, Richard et al. 2000), no como material primario, compuesto según criterios de representatividad estadística, del que se deduzca empíricamente toda la información esencial que contiene la obra lexicográfica.
- 4. Un diccionario que no confunde los dos criterios aunque incluye vocabulario recogido según ambos es STEEL (1999), el cual registra, en primer lugar, americanismos según el criterio sincrónico-descriptivo, pero contiene en una sección aparte artículos para vocablos «de origen hispanoamericano pero de uso actual en el español general» (Steel 1999, p. X).
- 5. Esta obra no sólo no aprovecha las posibilidades técnicas que habrían estado al alcance para una edición más adecuada desde el punto de las exigencias de lingüistas e historiadores de la lengua profesionales, sino que ofrece también una selección un poco arbitraria y al azar de obras lexicográficas y ediciones de éstas. En parte, esta selección parece no obedecer siquiera al criterio de un acceso especialmente difícil a una obra por parte de los destinatarios, sino, más bien, al criterio del acceso no demasiado difícil por parte de los responsables de la edición. Incluso el título de la obra es sintomático de la falta de criterios editoriales que deberían ser de rigor en una empresa de este tipo. Lo que se ha compilado no son, como pretende el título, Textos clásicos sobre la Historia de la Lexicografía del Español de América, sino textos clásicos o históricos de la lexicografía del español americano.