Prácticamente todas las lenguas están, en alguna medida, en contacto con otras. Pero esto es especialmente cierto en el caso de lenguas como el español que a partir de sus orígenes históricos han vivido un proceso de expansión que les ha llevado hasta muy lejos de su hogar originario.
El castellano se originó a partir del latín en un territorio en el que antes se había hablado una lengua prerromana, probablemente el vasco, y este sustrato lingüístico tuvo también alguna influencia en la constitución de la nueva lengua. Luego al comenzar su expansión el castellano entró en contacto con otras lenguas neolatinas surgidas en su proximidad, concretamente el asturiano leonés y el aragonés, a los que bloqueó su expansión. En su avance hacia el sur entró en contacto con hablas mozárabes y con el árabe. Y al mismo tiempo convivía con las otras lenguas románicas peninsulares, con el gallego, luego galaico portugués, y con el catalán. Una convivencia que se hizo más fuerte cuando se alcanzo la unidad española y el castellano, ya con la denominación de español se convirtió en la lengua administrativa y la lengua culta de todo el territorio. (En esta exposición las denominaciones español y castellano se utilizan como sinónimas.)
A raíz de la expansión ultramarina iniciada por el descubrimiento de América el español entró en contacto con otras lenguas, las lenguas habladas por los indígenas de los territorios en los que se establecieron los colonizadores españoles. La colonización automáticamente colocaba a las lenguas indígenas en situación de inferioridad, una situación que la independencia de las antiguas colonias no eliminó, sino que más bien agravó. La coexistencia mantenida durante siglos ha producido en algunos casos la práctica desaparición de las lenguas indígenas, mientras en otros han mantenido su existencia aunque sea en condiciones de fuerte marginación social y, en algunos casos, han conseguido incluso una teórica igualdad.
Más recientemente, y como resultado de la afluencia masiva de emigrantes hispanos a los Estados Unidos, el español conoce una situación de contacto de considerables dimensiones, pero una situación de características muy distintas, y en cierto modo inversas, a las anteriores. Aquí la lengua políticamente fuerte y la lengua social y culturalmente prestigiada es el inglés, mientras el español es la lengua de unas minorías en buena parte marginadas y escasamente cohesionadas.
Finalmente, dada la globalización actual de los sistemas de comunicación y de información, se puede decir que el inglés en muchos aspectos es omnipresente y por ello que todas las otras lenguas, y con ellas el español, están en contacto con el inglés.
Esta intervención se refiere sólo a las situaciones propias de España, pero no resulta inútil empezar recordando esta variedad.
Las situaciones de contactos de lenguas y sus consecuencias pueden abordarse desde dos perspectivas distintas. La primera se refiere a la manera como el contacto afecta al corpus de cada una de las lenguas en presencia, entendiendo por corpus el conjunto de palabras con sus significados que constituyen la lengua y de las reglas o normas morfológicas y sintácticas que permiten modificarlas o combinarlas para expresar la riqueza de nuestro pensamiento, reglas que incluyen también las fonéticas y ortográficas.
La segunda se refiere a la manera como el contacto se traduce sobre el estatus social de cada una de las lenguas en presencia. Generalmente la coexistencia supone que una de las lenguas tiene un papel predominante en la sociedad, es la lengua del poder, de la cultura o de la enseñanza, mientras la otra queda reducida a funciones privadas o coloquiales. Este desequilibrio, para el que se ha popularizado la denominación de diglosia, admite muchísimas variantes. E incluso es posible una diglosia cruzada en la que, en ciertos lugares y para ciertas funciones una de las lenguas es la más prestigiosa, mientras en otros lugares y para otras funciones lo es la otra.
A veces la lengua usada en las funciones cultas no es la primera lengua de nadie, sino que se usa exclusivamente para estas funciones. Así ocurría con el latín en la Edad Media. Pero muy a menudo la coexistencia de dos lenguas en un mismo territorio implica la coexistencia de dos poblaciones que tiene una u otra lengua como su primera lengua. En estos casos el predominio de la lengua puede implicar el predominio político o social de los que la hablan. En estos casos, por otra parte muy frecuentes, el índice más claro de la diglosia es la proporción de bilingües en uno y otro grupo. Los hablantes de la lengua predominante no sienten la necesidad de conocer y de utilizar la lengua débil, mientras que a los hablantes de la lengua débil les ocurre lo contrario.
En principio las dos perspectivas: influencia sobre el corpus e influencia sobre el estatus, son independientes, pero en la práctica el corpus de la lengua está fácilmente influido por su estatus. Es más fácil que la lengua débil acepte préstamos o calcos de la lengua fuerte que no a la inversa. Y la presión de la lengua fuerte sobre la débil puede ser tan fuerte que acabe con su desaparición de ésta, pero este proceso de decadencia está marcado tanto por la disminución del número de hablantes como por el aumento de la contaminación en el léxico y en la sintaxis.
A lo largo de su historia el castellano o español ha incorporado un gran número de palabras surgidas en las restantes lenguas habladas en la península. Y en cualquier historia de la lengua se pueden encontrar abundantes ejemplos e incluso repertorio completo. Pero también en la actualidad en los lugares en los que el español coexiste con otras lenguas y donde abundan los bilingües se pueden advertir peculiaridades en el español que derivan directamente de este contacto y que lógicamente se consideran incorrecciones, pero de las que algunas es posible que se incorporen al acervo común.
La influencia se produce también en el sentido inverso y con mucha mayor fuerza. El catalán en sus distintas variedades, igual que el gallego o el vasco, han estado fuertemente influidos y modificados por su coexistencia con el castellano. El mayor prestigio político y social y cultural del castellano explica esta mayor influencia. El hecho de que no existiese enseñanza en estas lenguas y que su uso escrito fuese muy limitado aumentaba su vulnerabilidad.
La prueba patente de esta debilidad lo ofrecía el hecho de que el español tenía una norma y una institución encargada de fijarla y de interpretarla, lo que no ocurría con las otras lenguas con las que convivía. No es extraño que cuando a mediados del siglo xix se producen intentos de recuperación del uso literario de estas lenguas surja al mismo tiempo el deseo de dotarlas de normas y el deseo de modernizarlas.
El catalán lo consiguió a comienzos del siglo xx con la creación del IEC y la redacción de una gramática normativa y unas normas ortográficas que muy pronto fueron aceptadas, prácticamente sin discusión, en la mayor parte del ámbito lingüístico catalán. Posteriormente no sólo el valor de las normas, sino la unidad de la lengua se ha puesto en cuestión en Valencia en una disputa con implicaciones políticas que ha tenido una gran repercusión y que sólo recientemente parece haber entrado en vías de solución.
También a comienzos del siglo xx se creó la Academia de la Lengua Gallega, aunque sólo publicó sus normas mucho más tarde, en 1970 y en 1982. Normas que encontraron la oposición de los lusitanistas o reintegracionistas que entendían que la norma debía acercarse lo más posible al portugués, de modo que el gallego se pudiese considerar un dialecto del portugués, con lo que se convertía en una variante de una de las grandes lenguas del mundo. A pesar de esta ventaja la propuesta ha ido debilitándose.
Más complejo era el caso del vasco, que si por un lado había conseguido mantener su existencia gracias al aislamiento, y se podía considerar relativamente libre de interferencias, en cambio el mismo aislamiento había provocado su fragmentación dialectal, que llegaba a dificultar la intercomunicación entre los hablantes de distintos dialectos. De manera que aunque existía desde muy antiguo una Academia de la Lengua Vasca, no fue hasta 1971 cuando se acometió la tarea de unificarla y sentar las bases de su modernización, como única posibilidad de utilizarla en la enseñanza y en la administración. El estatus legal de las lenguas.
Por primera vez en la historia constitucional española la Constitución de 1978 reconoce la pluralidad lingüística de España. Su artículo 3.º dice:
«1. El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho de usarla.
2. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en sus respectivas comunidades autónomas de acuerdo con sus Estatutos.
3. La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección».
De acuerdo con la misma Constitución, España se ha organizado territorialmente en 17 comunidades autónomas, cada una de ellas con una amplia autonomía que incluye un gobierno regional y un parlamento con capacidades legislativas. En los Estatutos de Autonomía de seis de estas comunidades se reconoce a otra lengua como cooficial junto con el castellano o español: en Cataluña y en las Islas Baleares el catalán, en Valencia el valenciano, una variedad del catalán, en Galicia el gallego, en el País Vasco el vasco o euskera y en Navarra también el vasco o euskera, aunque sólo en una parte de su territorio.
Para completar este panorama hay que añadir que el Estatuto de Cataluña reconoce la existencia en el valle de Arán de una lengua propia, el aranés, una variedad de la lengua occitana. El Estatuto de Asturias reconoce la existencia del bable, forma actual del asturiano, aunque no le concede carácter de cooficial. Y el Estatuto de Aragón recomienda proteger el aragonés, que se ha mantenido en algunos valles pirenaicos, y el catalán hablado en una zona fronteriza con Cataluña.
Haciendo uso de sus facultades legislativas todas estas comunidades, entre 1982 y 1986, aprobaron leyes que definen su política lingüística, la mayoría de las cuales se titulan «leyes de normalización lingüística». En su introducción todas estas leyes señalan la necesidad de proteger estas lenguas para compensar la marginación que durante mucho tiempo han sufrido, y en su parte dispositiva todas tiene una estructura similar, con la única excepción de la de Navarra que limita sus objetivos a la zona vascoparlante. Todas las restantes empiezan por afirmar la cooficialidad de las dos lenguas, lengua española y lengua propia de la comunidad autónoma, y por tanto la igualdad de valor jurídico de los documentos extendidos en cualquiera de las dos lenguas. Todas también prevén su uso en la administración pública regional y local, y concretamente afirman que los ciudadanos podrán utilizar indiferentemente cualquiera de las dos en sus relaciones con la administración regional y local. Todas igualmente regulan la presencia de sus lenguas en el sistema educativo, prescribiendo su enseñanza de tal modo que al término de la enseñanza obligatoria todos los alumnos han de ser capaces de utilizar las dos. Todas afirman el derecho de los gobiernos autónomos a establecer medios de comunicación: periódicos, radio, TV… en la lengua propia de la comunidad y todas asumen la responsabilidad por promover actividades culturales: libros, teatro, cine… en esta lengua.
Todas estas leyes fueron aprobadas por unanimidad, o por casi unanimidad, por sus respectivos parlamentos, y la mayoría se ha mantenido sin modificaciones hasta hoy. Sólo en Navarra se aprobó una nueva ley que extiende considerablemente la protección del vasco y en Cataluña una nueva ley ha ampliado también la protección del catalán. Y en todas las comunidades consideradas existen órganos administrativos encargados por la aplicación de estas leyes, denominados, en la mayoría de los casos, Dirección de Política Lingüística.
Para completar este cuadro legal podemos añadir que en casos de conflictos de competencia o interpretación en materia lingüística tanto las decisiones del Gobierno español como las de las comunidades autónomas pueden ser recurridas ante el Tribunal Constitucional.
Aunque la estructura de estas leyes sea muy similar, e incluso sea similar su contenido, en la práctica los resultados conseguidos son muy distintos. El primer dato a tener en cuenta para explicar estas diferencias es la situación sociolingüística de partida, el prestigio de la lengua propia: muy alto en unos casos y muy bajo en otros, el nivel de conocimiento de la lengua por parte de la población y por supuesto los índices demográficos y la importancia de la inmigración, factores todos ellos que condicionan o influyen en la aplicación de la política lingüística y en sus resultados. Y hay que añadir todavía la influencia de la distancia lingüística entre las lenguas en presencia; catalán, gallego y castellano son lenguas neolatinas y por tanto muy próximas entre sí, de modo que la adquisición de la una desde la otra es relativamente fácil, mientras la distancia entre el castellano y el vasco es máxima y la adquisición de la una desde la otra muy difícil A las diferencias en la situación inicial hay que añadir, por supuesto, la forma en que se han aplicado estas leyes según la voluntad política de los respectivos gobiernos. El hecho de que, a diferencia de otras comunidades, desde el comienzo de la autonomía, en los gobiernos de Cataluña y el País Vasco hayan predominado los partidos nacionalistas ha tenido una influencia decisiva en la aplicación. Gobiernos por otra parte democráticamente elegidos y que por tanto respondían a las aspiraciones de sus votantes. Todo lo cual obliga a describir en forma singularizada las distintas situaciones.
Entre todas las lenguas que en Europa no tienen la consideración de lenguas oficiales de un Estado, la lengua catalana es la que tiene una situación más favorable tanto por el número de hablantes como por la variedad de actividades en las que se utiliza. Tiene en su favor un pasado medieval y renacentista brillante y también el hecho de que aunque a partir de la unificación española dejó de tener un uso administrativo y literario, la mayoría de la población mantuvo su uso como lengua habitual. En el siglo xix, coincidiendo con el desarrollo económico de Cataluña, se produjo un renacimiento literario de la lengua y posteriormente un movimiento político de signo nacionalista estrechamente relacionado con la reivindicación de la lengua. Al lado de estos factores favorables a la lengua hay que tener en cuenta uno negativo: la industrialización y el desarrollo económico de Cataluña produjeron, desde comienzos del siglo veinte, una emigración masiva castellano hablante. Después de la guerra civil la descalificación que hizo el régimen franquista de la lengua catalana considerándola una amenaza a la unidad de España y los intentos de limitar su uso tuvieron consecuencias opuestas a las pretendidas, de modo que la lucha por la democracia se identificó con la lucha por la lengua incluso entre los sectores más obreristas.
La situación sociolingüística en el momento de la transición podía resumirse así: la mitad aproximadamente de la población de Cataluña tenía el catalán como lengua principal, aunque todos ellos eran capaces de hablar y de escribir en castellano y aunque la mayor parte de ellos no se consideraban capaces de escribir en catalán. Aproximadamente la otra mitad tenía el castellano como lengua principal y habitual aunque una parte de ellos entendía el catalán y algunos incluso eran capaces de hablarlo.
Desde la instauración del régimen autonómico y de la promulgación de la ley de normalización lingüística, el Gobierno catalán ha mantenido una política lingüística fuertemente comprometida con la defensa y la promoción de la lengua. Con el tiempo el consenso inicial ha dado paso a disentimientos de los que el ejemplo más representativo es que la segunda ley lingüística no fue aprobada por unanimidad, sino que contó con los votos contrarios de ERC por considerarla insuficiente y del PP por considerarla excesiva. Aunque posteriormente prácticamente se ha recuperado el consenso para dejar la lengua al margen de las disputas partidistas.
Como resultado de esta política el catalán es la lengua de funcionamiento de la Administración autonómica y de las administraciones provinciales y locales (ayuntamientos). Pero el aspecto más visible de la política lingüística es la enseñanza. Desde muy pronto no sólo se introdujo el catalán como materia enseñada, sino que el catalán se ha convertido en el medio principal de enseñanza en todo el sistema público de enseñanza. Y también en las universidades de Cataluña el catalán es la lengua de su funcionamiento administrativo y la lengua de más de la mitad de sus enseñanzas. Existe una emisora de TV con dos canales en catalán y en catalán se editan varios periódicos diarios y bastantes revistas. Y las editoriales en catalán publican alrededor de 5000 títulos al año.
En las Islas Baleares se ha hablado catalán desde la conquista cristiana en el siglo xii. Y en el siglo xix por influencia del renacimiento literario catalán se produjo un movimiento similar, pero que, a diferencia de Cataluña, no se acompañó de un movimiento político paralelo. Ha sido sólo a partir de la instauración de la democracia que los partidos políticos se han interesado por la política lingüística, lo que permitió la aprobación de una ley lingüística similar a la de Cataluña.
Durante un tiempo el Gobierno autonómico de las Islas ha estado presidido por el Partido Popular que, aunque asumía la política definida por la ley, lo hacía sin excesivo entusiasmo. El Gobierno actual, una coalición de partidos socialistas y autonomistas, propone una política más enérgica. Pero más que por razones políticas la recuperación de la lengua catalana en las Islas está amenazada por la creciente dedicación al turismo, una dedicación que al mismo tiempo que ha elevado el nivel de vida de la población, ha atraído una emigración importante desde la península y por tanto de lengua castellana y también una población extranjera que en parte es transeúnte y estacional, pero que cada vez más es de residentes estables, sobre todo alemanes, escasamente interesados por la lengua.
También en Valencia desde la conquista a los árabes en el siglo xii el catalán, en una variante conocida como valenciano, se ha mantenido como lengua popular. Pero en cambio en el siglo xix el renacimiento literario fuese casi inapreciable y no se acompaño de un movimiento político. A pesar de lo cual, cuando se restableció la democracia el interés por la lengua fue bastante fuerte como para impulsar una ley de normalización lingüística muy similar a las aprobadas en Cataluña y en las Islas Baleares. Aunque es verdad que su aplicación ha sido en conjunto muy moderada. La primera razón para ello es la ausencia de partidos específicamente valencianos, de modo que el Gobierno autónomo lo ha detentado durante años el Partido Socialista y en la actualidad el Partido Popular. Pero la política lingüística ha estado empañada, además, por una cuestión política de fondo. En la época de la lucha contra Franco algunos intelectuales decidieron que si en Valencia se hablaba en catalán los valencianos debían asumir el proyecto nacional catalán, una propuesta que fue rechazada por muchos sectores de la sociedad valenciana, que llevaron su rechazo hasta afirmar que la lengua hablada en Valencia es una lengua distinta del catalán. Así se produjo un enfrentamiento sobre la norma lingüística, ya recordado antes, que ha afectado negativamente a toda la política lingüística y que sólo muy lentamente parece que está en camino de resolverse a través de la recién creada Academia de la Lengua Valenciana.
El gallego se ha mantenido a lo largo de los siglos como la lengua popular de los habitantes de Galicia, más todavía que el catalán en Cataluña. Sin embargo ya se ha señalado antes su debilidad. Galicia ha sido tradicionalmente un país muy pobre, condenado a la emigración y ella lengua gallega aparecía así asociada a la pobreza y a la ignorancia y el hablar en castellano era el primer peldaño en el ascenso social. Prácticamente no existía una burguesía y una clase media que apoyasen la lengua. En estas condiciones el nacionalismo, o más simplemente la reivindicación de la lengua, quedaba reducido a algunos grupos intelectuales.
Aunque desde la transición política existe en Galicia un Bloque nacionalista, es minoritario y el Gobierno de la comunidad autónoma ha estado detentado durante algunos años por el Partido Socialista y luego por el Partido Popular. Pero además, en el tiempo trascurrido desde la transición política, Galicia ha experimentado cambios importantes, ha dejado de ser una tierra exclusivamente agraria y se ha modernizado. Paralelamente el Gobierno de Galicia ha asumido la defensa de la lengua y, aunque sus opositores nacionalistas consideran insuficiente la política aplicada, es un hecho que el desprestigio social que tradicionalmente acompañaba a la lengua gallega en parte ha cedido. Esta mayor valoración de la lengua gallega se puede considerar como un resultado directo de la Ley de normalización lingüística, o sea, del hecho de que en la escuela se enseña esta lengua, de que exista una TV que emite en gallego y de que los diputados en el Parlamento gallego se expresen en esta lengua y las disposiciones que aprueban se publiquen igualmente en esta lengua.
Aunque exista, desde 1906, una Academia de la Lengua Gallega que hace tiempo elaboró una normativa de la lengua en Galicia, se ha producido también un conflicto lingüístico. Algunos consideraron las normas de la Academia Gallega demasiado cercanas al castellano y defendieron con el nombre de lusitanismo unas normas más próximas al portugués; más todavía: propusieron que se considerase el gallego como una variante o dialecto del portugués, con lo que automáticamente la lengua hablada en Galicia se convertía en lengua oficial e internacional. Aunque la propuesta fue muy bien recibida en ciertos núcleos nacionalistas y durante un tiempo repercutió negativamente sobre la política lingüística, no ha logrado ningún apoyo popular y parece en camino de olvidarse.
A lo largo de la historia el territorio donde se hablaba vasco se había ido reduciendo progresivamente y en los días de la República, inmediatamente antes de la guerra civil, en el País Vasco español los hablantes de vasco, una parte de ellos monolingües en vasco, no superaban el 20 % de la población. Y el Partido Nacionalista Vasco, con posturas maximalistas, no conseguía más allá de la tercera parte de los votos. En la época del franquismo la persecución de la lengua y de las instituciones vascas radicalizó todavía el nacionalismo, pero tuvo además otras consecuencias. Probablemente escandalizados por el ejemplo de los irlandeses, que habían conseguido la independencia pero estaban en camino de perder la lengua, los nacionalistas decidieron hacer un esfuerzo por extender su conocimiento, lo que les llevó a establecer la red de ikastolas, escuelas en lengua vasca sostenidas con el apoyo popular y distribuidas por todo el territorio. Pero para utilizar la lengua en la enseñanza era necesaria antes haberla unificado, algo nada fácil dada la dispersión de los dialectos y la falta de un modelo común. En 1971 la Academia de la Lengua Vasca aprobó las directrices que llevaron a una norma común, euskera batua (lengua común), basado en los dialectos centrales y con un decidido esfuerzo de modernización.
La política lingüística aplicada en el País Vasco es similar a la que hemos comentado en otras comunidades autónomas: uso de la lengua en las instituciones políticas y administrativas, presencia de la lengua en el sistema educativo, bien como lengua enseñada bien como lengua de enseñanza, uso de la lengua en los medios de comunicación y en la TV en primer lugar, apoyo a las manifestaciones culturales de todo orden…
El hecho de que desde la autonomía el Partido Nacionalista Vasco, solo o en coalición, haya ocupado el Gobierno del País Vasco explica que esta política se haya aplicado con vigor y continuidad. En conjunto ha contado con la aquiescencia relativamente generalizada de las distintas fuerzas políticas, aunque, como es fácil suponer, con acusaciones de insuficiencia por parte de los grupos más radicales y reservas por parte de las fuerzas políticas no nacionalistas. Y teniendo como trasfondo las profundas divisiones que la presencia de ETA ha causado en la sociedad vasca.
Volviendo a la política lingüística, hay que tener en cuenta que el esfuerzo por aumentar el conocimiento y el uso del euskera no es un empeño fácil. En primer lugar por el menor número de hablantes, pues mientras en otras comunidades al aprobarse las leyes de normalización lingüística la mayoría de la población es capaz de hablar en la lengua de la comunidad, en el País Vasco era sólo el 20 %. Pero además, y sobre todo, porque la adquisición del euskera desde el castellano es mucho más difícil que la adquisición de una lengua neolatina. A un hablante de castellano que se instala en Cataluña y tiene el deseo de aprender el catalán le bastará con un esfuerzo moderado durante unos meses para al menos entenderlo. Y lo mismo puede decirse en Galicia. En cambio, para alcanzar el mismo resultado en el País Vasco se necesita un esfuerzo mucho más intenso y mantenido durante mucho más tiempo. Por ello prácticas lingüísticas que se pueden proponer en Cataluña o en Galicia resultan imposibles en el País Vasco. Para poner un ejemplo bien ilustrativo: en el Parlamento catalán prácticamente todas las intervenciones se hacen en lengua catalana y en el Parlamento de Galicia en gallego, mientras en el de las Baleares son una mayoría, pero no todos los diputados que intervienen en catalán, y en el de Valencia la mayoría lo hacen en castellano. Pero en todos estos casos se da por supuesto que todos los presentes entienden las dos lenguas. Esta suposición no es posible hacerla en el Parlamento vasco, donde incluso algunos diputados del PNV no conocen bastante el vasco como para intervenir en esta lengua, lo que obliga a disponer de un sistema de traducción simultánea. Tampoco es posible en la Universidad del País Vasco utilizar la regla vigente en las universidades de Cataluña o en las gallegas, por la que se da por supuesto que profesores y alumnos conocen las dos lenguas y cada profesor puede dar la clase en la que prefiera. En la Universidad del País Vasco, para introducir la enseñanza de una disciplina en vasco, hay que prever grupos en una lengua y en la otra.
A pesar de estas dificultades, el conocimiento y el uso han aumentado en proporciones apreciables, lo que implica no sólo que ha aumentado el conocimiento del euskera, sino que hay quienes aprendieron a hablar en español y luego aprendieron posteriormente el euskera, que han convertido esta lengua en su lengua principal y en la lengua que trasmitirán a sus hijos.
En Navarra, al final de la época franquista, la proporción de la población que hablaba habitualmente en vasco era menor todavía que en el País Vasco y además estaban concentrados en comarcas al norte y al este del país. Y aunque los partidos nacionalistas vascos, que defienden la unidad política de Euskalerria (País Vasco español, Navarra y País Vasco francés) estén también representados en Navarra nunca han formado parte del Gobierno navarro. Por estas razones la primera ley lingüística que aprobó el Parlamento navarro era muy restrictiva y limitada las acciones a favor del euskera a las comarcas donde se mantenía vivo. Una ley posterior ha ampliado el campo de actuación y actualmente existen medidas a favor del euskera, especialmente en la enseñanza, que se extienden a la totalidad del territorio navarro. Y al mismo tiempo la proximidad física al País Vasco hace que muchas de las iniciativas a favor de la lengua adoptadas por esta comunidad repercutan también sobre Navarra, la TV por ejemplo. De manera que también en Navarra el conocimiento y el uso de la lengua han aumentado, aunque sea en forma modesta.
Que la Constitución española no sólo reconozca la pluralidad lingüística de España, sino que afirme que es un patrimonio cultural que hay que defender, implica que la promoción y la defensa de las distintas lenguas no sólo corresponde a las comunidades en las que se hablan, sino al propio Estado español.
Una primera forma de reconocimiento de la pluralidad sería su presencia en lo que pueden considerarse símbolos del Estado: moneda, sellos de correos, pasaporte, documento de identidad… Hasta ahora no se ha producido ningún cambio en este sentido y sólo existen planes para que el DNI se redacte en forma plurilingüe. Lo que sí se ha hecho es que el Boletín Oficial del Estado, además de la edición principal en español, se publica también en las distintas lenguas cooficiales.
En cuanto a los órganos legislativos, existe el proyecto de convertir el Senado en cámara de representación territorial, con representantes de las comunidades autónomas y en la que se puedan utilizar las distintas lenguas, pero por ahora es sólo un proyecto.
En cuanto a la promoción del conocimiento de estas lenguas por parte del Estado español el único punto destacable es que el Instituto Cervantes, dedicado a la promoción del español en el extranjero, organiza cursos de catalán, de gallego o de euskera en algunas de sus delegaciones.
En las comunidades autónomas en las que el castellano coexiste con otras lenguas, los órganos de la Administración pública en principio deben posibilitar el que los ciudadanos puedan acceder a ellos en al lengua que prefieran. Ello ocurre en formas muy variadas según las comunidades y según los departamentos de la Administración. Así, por poner un ejemplo representativo, en Cataluña la posibilidad de utilizar el catalán en una comisaría de policía es mínima, mientras que se puede hacer sin dificultad en una delegación de Hacienda.
La administración de la justicia, que es independiente de la autoridad política, en principio admite la posibilidad de usar estas lenguas en sus actuaciones, pero en la práctica esta posibilidad resulta muy limitada.
Tradicionalmente las afirmaciones sobre el conocimiento y el uso de las distintas lenguas se basaban en meras apreciaciones subjetivas; en la actualidad la situación ha cambiado completamente. En España, como en la mayoría de países, se efectúan censos de población cada cinco años. En el censo de 1975 la ciudad de Barcelona añadió al censo unas preguntas sobre el nivel de conocimiento de catalán. Cinco años después, en1981, constituido ya el Gobierno de Cataluña, las preguntas se extendieron a toda la población de Cataluña. Posteriormente otras comunidades autónomas adoptaron la iniciativa y en la actualidad son todas las comunidades con lengua diferenciada las que cada cinco años efectúan un censo lingüístico.
En el cuadro que figura a continuación se muestra, para las distintas comunidades, la proporción de la población que es capaz de hablar en la lengua propia de la comunidad, los que solo la entienden aunque no la hablan y las que no la entienden. Los datos están extraídos de los últimos censos publicados. (Cuadro 1)
Cataluña | Valencia | I. Baleares | Galicia | País Vasco | Navarra | |
---|---|---|---|---|---|---|
Habla | 79 | 55 | 72 | 89 | 28 | 16 |
Sólo entiende | 18 | 34 | 21 | 10 | 15 | 7 |
No entiende | 3 | 11 | 7 | 1 | 57 | 71 |
La serie temporal de los censos permite advertir que, desde que la actual Constitución abrió la puerta a los regímenes autonómicos, el conocimiento de estas lenguas ha aumentado continuamente. En Cataluña, que constituye el caso más significativo, la proporción de los que dicen ser capaces de hablar en catalán ha pasado del 53 % de la población en censo de 1981 al 79 % en el censo del 1995. Y la proporción de los que dicen no entenderlo a descendido del 15 % al 3 %. En las restantes comunidades los aumentos son igualmente significativos.
En los censos de población las preguntas lingüísticas han de ser necesariamente pocas y muy concretas. Para conseguir más información sobre los comportamientos y las actitudes lingüísticas de la población, hay que acudir a encuestas dirigidas a muestras más o menos representativas. Citaré las más importantes.
La más antigua es la que se efectuó en 1981 en el área metropolitana de Barcelona, encuesta que se repitió en 1986. Algún tiempo después, en 1991, se llevó cabo en Galicia una encuesta que por su amplitud, cerca de 40 000 entrevistados, y por su representatividad, es probablemente la encuesta sociolingüística más ambiciosa que se haya llevado a cabo en ninguna lengua. Y en el País Vasco, también en 1991, se llevó a cabo una encuesta que abarcaba no sólo el País Vasco español, Navarra y el País Vasco francés, encuesta que se repitió en 1996 con el mismo planteamiento, pero con más amplitud.
Todas estas encuestas se refieren sólo a una lengua y a un territorio y tienen planteamientos propios, lo que hace difíciles las comparaciones. Existen también algunas encuestas para el conjunto de las lenguas distintas del español y los territorios en los que se hablan. La más amplia es la que realizó el Centro de Investigaciones Sociológicas en 1993 y en 1998 bajo la dirección de quien firma estas páginas.
Una novedad de esta encuesta es que no sólo pregunta a los sujetos por sus competencias lingüísticas, sino por la lengua que utilizan habitualmente y que consideran su lengua principal. Ello permite distinguir las siguientes categorías:
Los resultados están recogidos en el cuadro 2.
Cataluña | Valencia | I. Baleares | Galicia | País Vasco | Navarra | |
---|---|---|---|---|---|---|
1 | 41 | 29 | 41 | 46 | 11 | 6 |
2 | 16 | 8 | 12 | 17 | 5 | 4 |
3 | 22 | 18 | 18 | 26 | 12 | 6 |
4 | 18 | 34 | 21 | 10 | 15 | 7 |
5 | 3 | 11 | 8 | 1 | 57 | 77 |
Si antes he dicho que el conocimiento de estas lenguas ha aumentado rápidamente a lo largo de los últimos 25 años, en cambio la proporción de los que la tienen como lengua principal apenas ha variado. Esto ha ocurrido porque en Cataluña, por ejemplo, la proporción de los que tenían el español como primera lengua y desconocían el catalán ha disminuido, y ha aumentado en cambio la de los que teniendo el español como primera lengua entienden también el catalán y son incluso capaces de hablarlo. En otras comunidades autónomas sucede algo parecido aunque sea en menores proporciones. Sólo en el País Vasco parece observarse un número apreciable de sujetos que dicen haber cambiado de lengua principal, o sea, personas que aprendieron a hablar en español, adquirieron más tarde el euskera y lo han adoptado como lengua principal y así lo transmitirán a sus hijos. Aunque, dada la pequeña proporción de los que en el País Vasco y en Navarra tienen el euskera como lengua principal, la influencia de este cambio en la situación de conjunto sigue siendo pequeña.
La encuesta a la que me refiero ofrece muchos datos sobre comportamientos lingüísticos en determinadas situaciones. Como ejemplo de los datos que ofrece la encuesta se puede tomar la pregunta sobre la lengua en la que los sujetos acostumbran a visionar la TV. (Cuadro 3)
Cataluña | Valencia | I.Baleares | Galicia | PaísVasco | Navarra | |
---|---|---|---|---|---|---|
1 | 1 | 1 | 1 | 1 | — | — |
2 | 34 | 14 | 8 | 11 | 6 | 6 |
3 | 35 | 26 | 27 | 43 | 13 | 6 |
4 | 22 | 39 | 41 | 38 | 20 | 5 |
5 | 7 | 20 | 19 | 5 | 60 | 81 |
6 | 1 | — | 4 | 2 | 1 | 2 |
Las respuestas posibles son:
En Cataluña existen dos canales de TV gestionados por el Gobierno autonómico, los dos en catalán; en el País Vasco existen dos canales gestionados por el Gobierno vasco, uno en euskera y otro en castellano. En Valencia uno en valenciano y en Galicia uno en gallego. En las Islas Baleares es posible recibir la TV catalana y en Navarra la del País Vasco.
Excepto en Cataluña, en las restantes comunidades la proporción de la población que prefiere el español supera a la de los que prefieren la lengua propia de la comunidad, aunque en todas las comunidades de lengua latina hay una proporción alta de televidentes que dicen no tener en cuenta la lengua a la hora de elegir los programas. En líneas generales una pauta similar se advierte en otras muchas actividades (espectáculos, medios de información, etc.).
Y también presentan una pauta similar las respuestas a las preguntas sobre la lengua preferida para efectuar gestiones administrativas o comerciales. Así, a la pregunta de en qué lengua prefieren ser atendidos en una oficina pública, las respuestas se distribuyen como se muestra en el cuadro 4.
Cataluña | Valencia | I. Baleares | Galicia | País Vasco | Navarra | |
---|---|---|---|---|---|---|
Vernácula | 38 | 21 | 35 | 36 | 13 | 7 |
Indiferente | 34 | 29 | 24 | 36 | 12 | 5 |
Español | 28 | 50 | 40 | 27 | 75 | 88 |
NC | — | — | 1 | 1 | — | — |
Pero si en las respuestas separamos las de los mayores de cuarenta años de las de los menores de esta edad, encontraremos otras diferencias entre las distintas comunidades. En Cataluña y en Galicia entre los jóvenes disminuye la proporción de los que prefieren una lengua u otra y aumenta la proporción de los que se declaran indiferentes. En el País Vasco aumenta entre los jóvenes la proporción de los que se declaran indiferentes, pero también la de los que prefieren el euskera. Mientras en Valencia y en las Islas Baleares aumenta la proporción de los que se declaran indiferentes y la de los que prefieren el español.
Los grandes esfuerzos desplegados en el marco de la Autonomía de las Comunidades con lengua propia a favor de estas lenguas han aumentado sensiblemente su conocimiento por parte de la población, pero no parece que este aumento afecte al conocimiento del castellano o español. En todas las comunidades los que tienen como lengua principal una lengua distinta del castellano siguen conociéndolo y siendo capaces de utilizarlo. Y la población que tiene el castellano como lengua principal es cierto que ha aumentado su conocimiento de la lengua propia del territorio, pero sigue teniendo el castellano como lengua principal.
Y si la proporción de los que tienen una u otra lengua como lengua principal en conjunto no ha variado, podemos suponer que los usos informales de la lengua, en las relaciones personales y en las relaciones públicas informales, la frecuencia de uso de una y otra lengua se mantienen apenas sin variación.
Lo que sí ha aumentado son los usos formales, por ejemplo administrativos, de las otras lenguas, y en estos casos pueden interpretarse como una disminución de los usos del castellano. Y también ha existido un aumento de la presencia de estas lenguas en los usos cultos como los libros o en los espectáculos: cine, teatro, y en los medios de comunicación: prensa, radio, TV. A pesar de lo cual en todas las comunidades la presencia del español sigue siendo mayoritaria y sin muestras de que vaya a disminuir en un futuro próximo.
A la hora de predecir este futuro los datos capitales pueden reducirse a dos. Por un lado, la desproporción en el número de hablantes y en el peso político, tanto a nivel estatal como internacional, que existe en favor del español y que lógicamente se mantendrá. Y por otra parte la decisión de las comunidades autónomas con lengua distinta del español de seguir promoviendo sus lenguas que previsiblemente también se va a mantener. En la medida en que ambos factores sigan actuando se mantendrá la situación actual de coexistencia. Una situación de lenguas en contacto a la que habrá que añadir todavía una mayor presencia del inglés y la necesaria atención a las lenguas de los inmigrantes, cada vez más numerosos.