Normas regionales y socioculturales en el español de Venezuela Mercedes Sedano
Directora del Instituto de Filología «Andrés Bello» de la Universidad Central de Venezuela

0. Introducción

El español de Venezuela presenta características particulares, porque particulares son también la historia, la cultura y la estructura social de ese país. La conveniencia de describir la actual situación del español venezolano radica en que seguramente hay aspectos compartidos con otros países hispanohablantes que, una vez descritos, pueden ayudar a configurar un panorama general destinado a trazar una adecuada planificación lingüística de alcance supranacional, si ello es posible.

Antes de entrar en el tema, conviene recordar que, en lo que respecta al uso de la lengua, existen dos tipos de normas, que denominaré habituales y académicas. Las normas habituales son las que se trasmiten generalmente de forma inconsciente a través de los usos recurrentes de un determinado grupo. Las normas académicas son las que emanan, de forma explícita o implícita, de las autoridades e instituciones encargadas de velar por la unidad de la lengua y por la adecuada estandarización de la misma a través de gramáticas, diccionarios y manuales de enseñanza.

En Venezuela, como en cualquier otro país hispanohablante, hay normas habituales en lo que al uso del español se refiere. Las normas varían en primer lugar dentro de cada zona dialectal considerada. Se trata de normas regionales que, en buena medida, son el resultado de la historia económica, social y cultural de la región. El voseo característico de la región zuliana del país, por ejemplo, se justifica, de acuerdo con Páez Urdaneta (1981), por dos razones: por el aislamiento de la zona durante el período de colonización española, y porque los colonizadores de dicha zona no eran personas provenientes directamente de España sino de regiones venezolanas que tenían por norma el voseo. La ausencia de voseo en la costa venezolana, a su vez, también tiene una justificación histórica: durante el período colonial, los frecuentes contactos de Venezuela con la metrópoli a través de los puertos abrieron el camino para que los venezolanos de la costa, siguiendo el modelo imperante en la metrópoli durante los siglos xvii y xviii, abandonaran el uso de vos para sustituirlo por .

Dentro de las normas dialectales, resulta particularmente notable el llamado acento o deje que, con su melodía particular, es una auténtica marca de identidad regional, sobre todo en los niveles más populares o rústicos de la población.

Además de la variación regional o dialectal, existe la variación sociocultural, que se relaciona con el nivel sociocultural de los distintos grupos que conviven en una determinada zona. Cada grupo sociocultural se caracteriza por seguir unas normas lingüísticas que le resultan habituales y que los niños aprenden sin darse cuenta. Esas normas facilitan la comunicación y, al mismo tiempo, sirven para manifestar la pertenencia de un individuo a su propio grupo. La variación en el nivel sociocultural de los hablantes se refleja de una forma muy marcada en los usos lingüísticos. En Venezuela, mientras un hablante de bajo nivel cultural puede decir haiga, me di de cuenta o estábanos, uno de nivel alto dirá haya, me di cuenta y estábamos. La diferenciación lingüística entre grupos socioculturales extremos de una misma comunidad puede ser incluso mayor que la que se da entre personas cultas de muy distintos países.1 Rosenblat (1970:40) señala al respecto que las diferencias regionales hispanoamericanas se «borran o se suavizan en los sectores cultos».

Las normas lingüísticas dialectales y socioculturales se ven complementadas por las normas asociadas a la situación comunicativa, y, en función de ésta, al registro empleado. Se suele señalar que los cambios de registro entre una situación y otra no son radicales. López Morales (1993:46) dice al respecto que «la variación diafásica es un continuo que va desde la coloquialidad hasta la formalidad extrema». Cualquier hablante posee un repertorio más o menos variado de registros en función de la situación en que se encuentra. Un venezolano culto, por ejemplo, puede emplear en una conversación coloquial expresiones como vengo llegando; mi hijo llegó fue de madrugada; y en esa fiesta había un poco de niños, pero seguramente no las dirá en un diálogo formal, donde esas frases serán sustituidas por estoy llegando; mi hijo no llegó sino en la madrugada; y en esa fiesta había muchos niños, respectivamente. Sobre la relevancia de la variación estilística, De Sterck (2000:301) señala que «las diferencias entre registros son más significativas que las que median entre continentes o áreas geográficas menores».

Además de las variaciones ya mencionadas, existen las relacionadas con las modalidades hablada y escrita de la lengua. Aunque tampoco entre ellas hay una oposición radical sino un continuum, no hay duda de que, en las situaciones más prototípicas (lengua escrita formal y lengua hablada coloquial), hay notables diferencias, que se hacen tanto más acusadas cuanto más se desciende en el nivel sociocultural de los hablantes. Silva-Corvalán (1989:11) indica lo siguiente: «La lengua escrita presenta una variedad menos diferenciada que la lengua común». De Sterck (2000:301), por su parte, concluye de su propio análisis empírico que «por lo común, la lengua escrita manifiesta una mayor unidad que la lengua hablada».

1. La situación lingüística en Venezuela

1.1. Regiones dialectales

A lo largo del siglo xx varios autores venezolanos han hecho propuestas para dividir el territorio nacional en zonas dialectales cuyo número oscila entre cinco y siete zonas, según el autor.2 Una propuesta de división bastante simple pero empíricamente acertada es la basada en Henríquez Ureña (1921), quien establece para Hispanoamérica una separación entre el español de las tierras altas y el de las tierras bajas. Rosenblat (1970:39) distingue jocosamente esas tierras de la manera siguiente: «las tierras altas se comen las vocales, las tierras bajas se comen las consonantes». López Morales (1998:146-7) también acepta esta división y especifica:

En las primeras se dan, casi sistemáticamente, los debilitamientos consonánticos (aspiración y pérdida de ‘s’ final, confusión de ‘l’ y ‘r’, aspiración de ‘j’, velarización de ‘n’) mientras que en las segundas el consonantismo final es muy fuerte y mantenido.

Obediente (1998:17), siguiendo a Rosenblat (1987), aplica a Venezuela la división de tierras altas y tierras bajas y, tomando en cuenta la pronunciación de los segmentos, separa la región de los Andes del resto del país.3 Según Obediente, los Andes venezolanos se caracterizan por «la no-velarización de -n posnuclear, a lo que se juntan la no-confusión de -l y -r implosivas y la presencia (aunque no general es esa región) de s apical y s asibilada». Contrariamente a la creencia general de que en las tierras altas el segmento -s posnuclear se pronuncia como tal, el autor afirma que en la región andina de Venezuela hay un proceso que conduce a la glotarización y elisión de -s posnuclear, y esto tanto en las ciudades andinas como en el medio rural.4 Añade:

«Si admitimos como cierto que décadas atrás en los Andes se pronunciaban distintamente todas las s finales, como se lee en la mayoría de los artículos publicados que tratan del tema, debemos entonces concluir que estamos en presencia de un cambio lingüístico en proceso que se está dando de manera más bien acelerada».

(opus cit., p. 17).

Otro cambio lingüístico que podría estar empezando a darse en la región andina es el relacionado con la pronunciación de -n implosiva, que, en principio, suele ser velar en las tierras bajas y alveolar en Los Andes. Leamos lo que señala Obediente (1998:15) al respecto:

En los Andes […] predomina la asimilación; comienza, sin embargo, a oírse una nasal velar en posición final ante pausa y ante vocal, reemplazando a la alveolar, que en esas posiciones sigue siendo la realización más frecuente entre los hablantes de esa región.

Estos cambios, cualquiera que sea su estado actual, son indicio de que en Venezuela el español de las tierras altas va lentamente en camino de asemejarse al español de las tierras bajas. Y, aunque puede haber factores internos que favorecen el cambio, no hay duda de que existe un poderoso factor externo y es el de la influencia de las ciudades de las tierras bajas, sobre todo de la capital, Caracas.

1.2. Importancia lingüística de las ciudades

Las ciudades son puntos neurálgicos en lo que respecta a aspectos administrativos, políticos, comerciales, culturales y hasta sanitarios. Esta característica reviste de prestigio a las formas de hablar citadinas, lo cual convierte a las ciudades en grandes centros difusores de lengua. Y si esto es así en cualquier ciudad de provincia ¿qué decir de la ciudad capital, núcleo del poder político y económico del país? En la capital tienen sede las principales cadenas de televisión y de radio, los periódicos y revistas de ámbito nacional, las editoriales de mayor prestigio y las más reconocidas universidades. Todo ello contribuye a que el español que emana de la capital sea valorado positivamente por los habitantes de la provincia.

La importancia del habla de las ciudades en general y de la capital en particular ha sido ampliamente reconocida por los estudiosos del tema. Lope Blanch (1997:84) dice, por ejemplo: «Las normas de las ciudades tienen un gran poder irradiador». Lipski (1996:155), añade: «El estándar de prestigio de un país se suele basar en el habla de su capital». Sobre el influjo del habla de las ciudades en los pobladores del medio rural, Moreno Fernández (1998:62) indica que hay «una proletarización urbana del campesinado». Montes Giraldo (1991:139) señala, por su parte, que los patrones lingüísticos del medio rural están desapareciendo bajo el influjo de las ciudades, «más unificadoras».

En Venezuela, Paéz Urdaneta (1989) atribuye un gran poder irradiador al español empleado en las ciudades, sobre todo al de Caracas, lo cual favorece el que ciertos fenómenos caracterizadores del habla andina vayan siendo sustituidos por los propios de la capital.5 La tendencia a seguir el modelo capitalino es ilustrada, entre otros, por el propio Páez Urdaneta (1981), quien hace notar que en los Andes venezolanos hay una cierta evaluación negativa de su tradicional voseo6 —empleado para las relaciones entre amigos y con los subordinados—, lo cual conduce lentamente a la sustitución de vos por el pronombre , usado en Caracas. El citado autor también observa la paulatina sustitución del voseo de la región zuliana7 por el caraqueño:

En Maracaibo, es últimamente usado por personas de los altos niveles sociales (téngase presente que el tuteo es la norma de la capital, Caracas), aunque también lo están asimilando (muy) lentamente las personas de las otras clases socioeconómicas.

(Páez Urdaneta 1981:91).

Todo parece indicar entonces que el español de Venezuela, si bien presenta variación en las distintas regiones dialectales del país, tiene como modelo fundamental el habla de Caracas. Conviene resaltar este aspecto ya que explica por qué los hablantes de los Andes venezolanos, aunque objetivamente y por razones históricas se asemejen en su manera de hablar a los colombianos de la meseta, en lo que respecta a su ideal de lengua se sienten venezolanos y, como muestra de su solidaridad nacional, buscan imitar el modelo de Caracas y no ya el de Bogotá. Lipski (1996:383) señala al respecto:

El prestigio del habla de Caracas, en la que se debilita /s/ normalmente, se ha hecho sentir en la Venezuela andina. Este es uno de los pocos casos en Hispanoamérica en que un dialecto con debilitamiento de /s/ constituye la norma de prestigio en un nivel de igualdad con los dialectos que la mantienen […].

¿Pero qué modelo rige en Caracas? Hablar de modelo caraqueño significa reducir a una sola variedad un universo sociocultural y lingüístico muy complejo. Para los numerosos emigrantes que llegan a la capital venezolana procedentes de Colombia o Ecuador, por ejemplo, el modelo a seguir es el empleado en los medios de difusión, pero también el de los caraqueños que escuchan a su alrededor, no importa cuán cultos o incultos sean. Para los venezolanos cultos, en cambio, el modelo es un español supranacional asociado a los más reconocidos escritores de nuestra lengua.

1.3. Español estándar venezolano y español panhispánico

En cada país hispanohablante existe hoy en día una variedad de español que sirve de modelo, de ideal de lengua, y que es «la más representativa de la lengua histórica» (Rojo 1986:34-35). Esa variedad, que podemos denominar estándar, es la empleada por las personas cultas en situaciones formales. El estándar de un país, parcialmente distinto al de otros países, es tan válido como cualquiera de ellos, pues, como señala Rosenblat (1967:24): «No hay más remedio que admitir que el habla culta de Bogotá, de Lima, de Buenos Aires o de México es tan aceptable como la de Madrid. La realidad lingüística postula, para la lengua hablada culta, una pluralidad de normas».

Sobre la validez de cada norma estándar nacional se pronuncia también Lope Blanch (1997:95):

Los hablantes hispanoamericanos piensan —y no deja de haber razones poderosas para que puedan pensar así— que la norma de prestigio a que cada uno de ellos pertenece, o que cada uno de ellos practica, es tan propia, tan legítima y “correcta” como puede serlo cualquier otra.

Si se me pidiera citar un modelo de español estándar venezolano no dudaría en referirme al reflejado en los escritos y presentaciones radiales y televisivas del ilustre venezolano Arturo Uslar Pietri, que tanto hizo por mejorar la cultura y la educación del país. Aunque este pensador era, a mi modo de ver, el epítome del buen hablar venezolano, no hay duda de que el estándar del país está dado por el español formal de las personas cultas.

Contrariamente a lo que autores como Lara (1991) o Garza Cuadrón (1994), señalan para México, donde todavía podría existir la idea de que el español de España es el modelo a seguir, en Venezuela, como en otros países de Hispanoamérica, «No se hace ningún esfuerzo por imitar el español peninsular» (Lipski 1996:168).

Para confirmar la aseveración de Lipski, conviene recordar que, en un estudio sobre actitudes lingüísticas realizado en Caracas y Madrid por Bentivoglio y Sedano (1999), se hacía oír una cinta-estímulo con grabaciones de habla de siete ciudades hispanohablantes a caraqueños y madrileños de nivel cultural medio o alto.8 El 85 % de los caraqueños fue capaz de identificar el habla de Madrid en la cinta-estímulo; sin embargo, los caraqueños en general adjudicaron poca importancia a la variedad madrileña en cuanto a ideal de lengua, armoniosidad, etc. Es más, varios caraqueños calificaron de «seco» el acento de Madrid y lo asociaron a regaño y protesta, en tanto que valoraron positivamente su propia variedad caraqueña y también la de Bogotá. En la investigación se muestra asimismo que los caraqueños identifican en una proporción bastante más alta que los madrileños los dialectos empleados en las ciudades hispanoamericanas de la cinta-estímulo.

Los resultados de ese estudio, aunque no sean definitivos, permiten pensar que el ideal de lengua venezolano es un español panhispánico, o quizá panhispanoamericano, pero desde luego no uno basado fundamentalmente en el español de la península. Desde esa perspectiva, un venezolano podrá usar en su discurso formal y escrito formas hispanoamericanas neutras, producto de la confluencia de varios dialectos hispanoamericanos, pero no formas marcadamente peninsulares, como el pretérito compuesto para referirse a una acción concluida, por muy próxima que esté en el tiempo (ya he desayunado), el leísmo (ayer le vi, a Juan), o bien términos como coche, ordenador o grifo [del agua].

En el Informe Fundesco (1996:184) se afirma lo siguiente: «Se está desarrollando la conciencia de una lengua hispana cuya lenta separación del castellano peninsular es innegable». En mi opinión, un símbolo de esa separación está, por ejemplo, en el hecho de que, mientras en España las películas extranjeras se doblan al español peninsular, en Hispanoamérica las películas que se trasmiten por televisión se doblan, generalmente en México, a un español hispanoamericano bastante neutro. No deja de resultar significativo entonces que a ambos lados del océano se prefieran diferentes doblajes de las lenguas extranjeras al español.

Aunque hoy en día existen muchas posibilidades de comunicación entre los países, me atrevería a afirmar que, en lo que respecta a Venezuela, el contacto del ciudadano medio con el español hablado en España es parcialmente limitado por varias razones:

  1. los españoles ya no emigran a Venezuela como solían hacerlo en el pasado;
  2. en este país no se trasmite un programa oficial de radio hecho en España para Hispanoamérica, a diferencia de lo que hacen otros países como Gran Bretaña, Francia o Alemania, que sí tienen una presencia cultural importante a través de esos programas;
  3. las películas españolas tienen en Venezuela un público muy particular, que, por lo demás, se lamenta de no entender bien lo que en ellas se dice; esto podría atribuirse a problemas de sonido, al carácter muchas veces subestándar del español utilizado, pero también a que hay un cierto alejamiento entre las normas del español vigentes en España y las que hay en Venezuela;
  4. el canal internacional de Televisión España, que tanto hace por difundir la cultura del país, ofrece un español modélico en muchos de sus noticieros, documentales y entrevistas a personas cultas; el problema es que el acceso a esos programas es por suscripción, y no todos los venezolanos están en capacidad de pagar la cuota correspondiente;
  5. como argumento adicional está el testimonio de los venezolanos que estudian postgrados en el exterior; estos estudiantes por lo general afirman que, al entablar conocimiento con otros hispanohablantes, les resulta más fácil entender el español de los mexicanos, peruanos, etc., que el español peninsular.

Parece contradictorio que, mientras los venezolanos parecen considerar su español bastante ajeno el español de España, sobre todo al de Castilla —entre otras cosas, por el sistema fonológico de este último y por las realizaciones fonéticas del mismo, así como por un sistema pronominal en el que el uso de vosotros impone sus propias normas en lo que respecta, por ejemplo, a la conjugación verbal—, lo que se trata de enseñar en las escuelas fundamentalmente son unas normas académicas basadas en gran medida en ese español. Wagner (1997:44), preocupado por una situación que parece generalizada en Hispanoamérica, se pregunta lo siguiente:

¿Por qué razón en la mayoría de los países de nuestra América de habla hispana, si no en todos, la enseñanza de la lengua materna se confunde con la enseñanza de la gramática, y nuestros colegas de EGB y EM están convencidos, además, de que se trata de enseñar el castellano hablado en España y no el que se habla en sus propios países?

El modelo normativo de la Real Academia Española, a pesar de lo problemático que puede resultar, suele ser el que con pequeñas variantes se imparte a los educandos. Basta revisar algunas obras utilizadas como guías del español en Venezuela —la situación no debe ser muy diferentes en los otros países— para observar en qué medida lo que en ellas se considera «correcto» o «incorrecto» se ajusta más a las normas académicas que a la manera de hablar típica del país.9

La disociación entre el español estándar venezolano y lo que los educandos se ven obligados a aprender en las escuelas puede ser una de las causas del desinterés de los alumnos por la materia de castellano. Hay otras causas, desde luego, a las que me referiré más adelante.

1.4. Normas socioculturales y registros

Dada la importancia de la interrelación entre nivel sociocultural y registro, trataré de describir la situación en Venezuela partiendo del español más general e integrador hasta llegar al más particular y desintegrador.

En la escritura formal, sobre todo en los ensayos o artículos de interés científico, se observa un gran parecido entre el español venezolano y el español de los otros países hispanohablantes. Puede haber pequeñas diferencias cuantitativas o cualitativas, desde luego, pero que afectarán poco o nada la interpretación del escrito. Conviene señalar, sin embargo, que ante el hecho de escribir, un venezolano con plena conciencia de la diversidad de normas, tiene ante sí dos posibilidades: mantener los usos del estándar venezolano o bien emplear otros que podrían considerarse panhispánicos o al menos panhispanoamericanos. Si hace esto último, quizá emplee automóvil en lugar de carro, anteayer en lugar de antier, ninguna otra persona en lugar de más nadie10 o hacía tiempo que lo estaba solicitando en lugar de tenía tiempo solicitándolo; también podría invertir el orden del adverbio ya y decir yo ya lo intuía en lugar de ya yo lo intuía, que es el orden habitual en Venezuela en este tipo de construcciones.11 Desde luego puede no hacerlo y mantener su norma estándar y escribir carro, antier, más nadie, tenía tiempo solicitándolo y ya yo lo intuía como demostración de que su español estándar venezolano es tan válido como el de las otras zonas hispanohablantes. Es una decisión que él mismo debe tomar. En cualquier caso, y por mucho cuidado que ponga en ser lo más panhispánico posible, siempre habrá algunos usos del estándar venezolano que el escritor utilizará porque los otros usos posibles le resultan artificiales. Éste es el caso, por ejemplo, de expresiones como llegarán en la mañana en lugar de llegarán por la mañana; por eso es que la situación ha empeorado en lugar de por eso es por lo que la situación ha empeorado, lo mandaron a pedir ayuda en lugar de le mandaron pedir ayuda, o bien me informaron que cortarían el suministro de agua en lugar de me informaron de que cortarían el suministro de agua.12

Estrechamente asociada a la lengua culta escrita formal está la variedad culta hablada formal, que se emplea (o se debería emplear) en los medios de comunicación, en la enseñanza, y en situaciones que exigen el máximo respeto a las normas académicas. Esta variedad, a pesar de ser muy semejante en los distintos países hispanohablantes, no deja de presentar diferencias, asociadas sobre todo a los factores segmentales y suprasegmentales. Un caraqueño culto, por ejemplo, por muy formal que sea su discurso, glotarizará la /s/ en posición implosiva, de acuerdo con las normas habituales en la mayor parte del país porque, de no hacerlo, su español será calificado de artificial. Conviene hacer notar también que el estándar hablado venezolano, por muy formal que sea, es menos planificado que el escrito y que en él pueden aparecer usos que en otros países se considerarían subestándar, por ejemplo, el empleo de le en lugar de les en expresiones como le di un regalo a mis hijos, el uso de se los por se lo en expresiones como se los dije,13 la utilización del verbo aspirar como transitivo en un contexto como aspira ganar las elecciones en lugar de aspira a ganar las elecciones o la colocación de un sujeto léxico o pronominal delante del infinitivo como en para nosotros mejorar14 en lugar de para mejorar nosotros.

A medida que el español se hace coloquial, incluso en un venezolano culto, aumentan las diferencias fonéticas, morfológicas, sintácticas o léxicas. En lo fonético, se incrementa el debilitamiento de algunas consonantes en posición posnuclear;15 en lo morfosintáctico, aparecen algunos morfemas derivativos característicos de Venezuela como -mentazón (a las dos de la mañana hubo una tiramentazón terrible), o bien palabras formadas por derivativos del español general, pero que en Venezuela tienen otro significado o distinta productividad, como en llora-dera ‘llanto’, barr-ial ‘lugar lleno de barro’, o mujer-ero ‘muchas mujeres’;16 en lo sintáctico, es frecuente la pluralización de haber en la formas habían, hayan (pero no habemos), el empleo del subjuntivo en -ra en la apódosis de las condicionales (yo me comprara esa casa si tuviera dinero) o bien el uso de una expresión focalizadora como te llamé fue para pedirte un favor; también puede utilizarse un poco de para significar ‘mucho’ (había un poco de niños ‘había muchos niños’) o la adjetivación del adverbio medio (media cansada, media enferma);17 en lo léxico, se incrementa el empleo de términos coloquiales venezolanos como chévere, coroto, encaletarse, gafo, etc.

Para no alargar demasiado la exposición, completaré el panorama refiriéndome a la variedad más extrema, es decir, al español popular hablado coloquial. En el aspecto fonético de esta variedad se registra no sólo debilitamiento de ciertas consonantes en posición final (por ejemplo -s, -r, -d), sino también elisión de las mismas (Caraca por Caracas, cantá por cantar, o salú por salud) y, en algunos casos, confusión entre -r/-l (borsa por bolsa, o puelta por puerta); también es frecuente la elisión de /d/ en contexto intervocálico con vocal acentuada antepuesta (partío por partido); en lo suprasegmental, puede darse lo que D’Introno y Sosa (1986) denominan «tensión laríngea», sobre todo en la pronunciación de las vocales; en lo morfológico, aumenta el número de combinaciones derivativas típicamente venezolanas (perraje, aguaje, perolazo, jamonear, negrear, moridera); en lo sintáctico, se dan usos que podían aparecer ya en el registro coloquial del nivel culto, además de otros privativos del nivel bajo, como estábanos, fuéramos ido, hacen días, lo más que como es pan, o tuvimos bailando.

La variedad popular coloquial, sumamente empleada en Venezuela, y muy importante en la medida en que es un símbolo «de identidad con el grupo, localidad o región» (Moreno Fernández 1998:30), es la más fragmentadora con respecto a la unidad del español, pues presenta numerosos elementos contrarios a la norma estándar, los cuales pueden entorpecer la comunicación con personas ajenas al grupo o que están poco familiarizadas con la particular forma de hablar de éste. El peligro de las formas típicas de la variedad popular es que, ampliamente justificables dentro de su propio ámbito, pueden sin embargo pasar a la variedad coloquial de los hablantes de otros niveles socioculturales, y de ahí a variedades más formales. Éste es el caso, por ejemplo, de la forma habemos o de una locución como a la final, que resultan cada día más frecuentes en el español de Venezuela. Al pasar este tipo de expresiones al habla de las personas tenidas por cultas, se les da un estatus que puede conducir al empleo de las mismas en el registro formal; y puesto que es en este registro donde mejor se mantiene el lazo de unión con el español general, cada uso diferenciado aumenta el peligro de desunión con la comunidad hispanohablante.

1.5. Factores que atentan contra la unidad del español

Los factores que atentan actualmente contra la unidad del español son muchos y de muy variada índole; algunos son problemas generales del mundo actual, otros son particulares de la propia Venezuela. A continuación citaré los que considero más importantes.

1.5.1. Educación

A pesar de las considerables ventajas de manejar la variedad estándar de la lengua, el Informe Fundesco (p. 187) señala lo siguiente: «El prestigio de la lengua requiere una base educativa fuerte y esa base se encuentra en crisis». La crisis de la educación, que parece generalizada, es un problema que preocupa grandemente a los educadores.

Con respecto al dominio del español, Lázaro Carreter (1997) señala que, mientras en el pasado se valoraba altamente el dominio de la lengua y el poder de la misma para desarrollar y enriquecer las ideas, hoy en día los estudiantes se sienten satisfechos con su propio lenguaje, lleno de «vulgarismos, tics callejeros y clichés» (p. 91). Páez Urdaneta (1984:159), al referirse a la situación de Venezuela, escribe lo siguiente:

Nuestros bachilleres hablan español, pero no saben expresar por escrito u oralmente nada que no sea una voluntaria o forzada memorización, una copia de lenguajes ajenos. Así, la gran mayoría de nuestros ciudadanos educados no “habla”, no participa en la construcción ideológica de la nación porque, orwellianamente, el español nacional es posesión de unos pocos.

La pregunta que deben hacerse los educadores es qué está fallando en la educación actual para que sea tan bajo el dominio de la lengua por parte de un gran número de estudiantes. En lo que respecta a la enseñanza del español en Venezuela, me atrevería a citar rápidamente cinco factores, pero hay sin duda bastantes más:

  1. Muchos maestros y profesores carecen de una adecuada orientación en materia de lenguaje; por eso, a la hora de enseñar castellano, enfocan su clase no ya hacia estimulantes ejercicios de práctica de la lengua que conduzcan al dominio de ésta, sino hacia una gramática descriptiva-prescriptiva bastante estéril y que se basa además en modelos parcialmente ajenos al modelo estándar venezolano, lo que produce desorientación y desinterés entre los alumnos.
  2. Algunos maestros y profesores, deseosos de ganarse la aceptación de los estudiantes, emplean un lenguaje similar al de éstos, o, en todo caso, sumamente coloquial, en lugar de utilizar un lenguaje sencillo pero modélico que permita a los alumnos familiarizarse con el español estándar.
  3. Con frecuencia existe una disociación entre el español que los alumnos oyen en su entorno (su familia y amigos), e incluso en los medios de comunicación, y el que se pretende que aprendan en la escuela. Esa disociación, que puede ser leve en el caso de los alumnos acostumbrados a leer y que crecen en un medio culto, es enorme en los niveles socioculturales bajos.
  4. El elevado número de alumnos en las aulas venezolanas, tanto en la educación pública como en la privada, no facilita la atención individualizada de los profesores, ni la corrección o supervisión de las tareas que deberían realizarse en materia de lenguaje: exposición de las ideas, redacción, ejercicios, etc.
  5. Muchos estudiantes no leen ni escriben sino lo absolutamente imprescindible. La importantísima práctica del español que representa leer y escribir escapa así a los quehaceres diarios de la mayoría.

La situación en Venezuela es particularmente grave si se piensa que el año 2000 el índice oficial de analfabetismo era de 9 % y el porcentaje de deserción en Educación Básica de 6 %.18

Para dar una solución a los problemas de la educación en Venezuela, y en particular a los de la enseñanza del español, convendría tomar en consideración los planteamientos y recomendaciones de Rosenblat (1975), Uslar Pietri (1981), Páez Urdaneta (1984 y 1996), Serrón (1998), y Molero de Cabeza et al. (1998), entre otros. En un ámbito hispánico más amplio, deberían revisarse también los trabajos de Lázaro Carreter (1971), Wagner (1997) o De Kock (2000).

1.5.2. Modelos ajenos al español estándar venezolano

Como seguramente sucede en otros países, el modelo de español de los venezolanos debería ser el estándar venezolano, es decir, el español hablado y escrito por los venezolanos cultos en las situaciones formales. Ese modelo es el que convendría emplear en los medios de comunicación: televisión, radio, periódicos, revistas, etc. Sucede, sin embargo, que dichos medios son utilizados no sólo por las personas que poseen un buen dominio del español, sino también por otras que no lo poseen. En los casos en que estas últimas personas, por una u otra razón, gozan del favor del público, su español se convierte en un modelo digno de ser imitado. Como dice Moreno Fernández (1998:38): «El modelo de prestigio no es siempre el normativo».

En Venezuela no es infrecuente ver y/o oír programas televisivos o radiales, sobre todo de entretenimiento, en los que abundan por un lado las hipercorrecciones, y por el otro los usos subestándar. Entre las hipercorrecciones puedo mencionar, por ejemplo, la pronunciación del grafema v como [v] labiodental en lugar de bilabial en palabras como vaso,19 o la del fonema /k/ en posición implosiva como [p] (reptor en lugar de rector); también el empleo especificativo de el/la cual en lugar de que (nos visita una señora la cual llega de Cabinas), o el uso del subjuntivo en -se en la apódosis de una condicional (yo me comprase una casa si tuviera dinero).20 Entre los usos calificados de subestándar están los ilustrados en la sección 1.4. como propios del registro coloquial, sobre todo cuando son empleados por las personas de nivel sociocultural bajo.

Lugar aparte ocupa el español utilizado en periódicos y revistas. De Kock y De Mello (1997) señalan, con bases objetivas, que el español de la prensa en general es una lengua híbrida, que «parece un remedo de la prosa de los escritores consagrados» (p. 20). Los mencionados autores hacen notar, por ejemplo, que el uso en la prensa de los pronombres quien o cuyo es muy diferente al de los escritores de reconocido renombre.

En lo que respecta a la prensa venezolana, se observa que, al lado de artículos muy bien escritos, hay otros en los que los errores de sintaxis, de puntuación y hasta de ortografía ponen en duda la profesionalidad de los que escriben. En mis propias investigaciones hago notar, por ejemplo, que en la prensa caraqueña se registran abundantes usos del gerundio que podrían considerarse poco canónicos;21 estos usos se justifican por su utilidad funcional en algunos contextos, pero también porque se sienten como propios del español escrito, lo cual les otorga un inmerecido valor.

La prensa y las revistas, por el prestigio de que goza la palabra escrita, contribuyen a expandir y legitimar usos que se alejan del español venezolano estándar y, desde luego, también del español de los grandes escritores de nuestro idioma.

1.5.3. Registros

Ya se dijo anteriormente que los distintos registros van desde el más formal hasta el más coloquial. El grado de formalidad asignado a una determinada situación puede variar de un país a otro, de una comunidad a otra y también de una época a otra. Actualmente, de la misma forma que se están democratizando las normas con respecto a la vestimenta que se ha de usar, por ejemplo, cuando se asiste a una representación teatral, también se están democratizando las relacionadas con los estilos que deben emplearse en cada situación comunicativa. La tendencia a aumentar las situaciones en las que puede emplearse un registro informal a expensas del formal se ve fomentada en Venezuela por la actitud del actual presidente Hugo Chávez, quien introduce muchos usos coloquiales en los discursos a la nación, que por esencia deberían ser formales. Bolívar (2001) señala al respecto que el discurso de toma de posesión del mencionado presidente «se transformó en una conversación casi informal que fue elaborada a partir de unas notas».

La democratización de las situaciones formales puede tener dos consecuencias importantes:

  1. una parte de los usos propios del español venezolano coloquial podrían emplearse en situaciones tradicionalmente reservadas al habla formal;
  2. algunos usos coloquiales muy frecuentes podrían hacerse tan familiares en todos los niveles de la población que comenzaran a sentirse como propios del español venezolano estándar, al menos del estándar hablado.

Desde el punto de vista de la unidad de la lengua, lo deseable es que el español venezolano estándar mantenga sus normas habituales y que, salvo para efectos estilísticos particulares, se contamine lo menos posible de los usos coloquiales.

2. Hacia un español panhispánico

A lo largo de este trabajo me he referido a las distintas variedades regionales, sociales y estilísticas existentes en Venezuela. Si multiplicamos el número de variedades de este país por los veinte países cuya lengua oficial es el español, nos daremos cuenta de cuán complejo y difícil ha de ser el mantenimiento de una lengua común. Y, sin embargo, el deseo de unidad idiomática está plenamente justificado por razones afectivas, históricas, culturales y sociales. Como señala Alvar (1991:149):

Somos lo que somos no por los genes que nos formaron sino por la visión del mundo que tenemos. Y la visión del mundo nos la da la lengua, nos conforma la lengua y la transmitimos por la lengua.

La conveniencia de mantenernos unidos por la lengua no es sólo histórica y cultural. También hay razones prácticas y económicas para ello. La razón práctica de mayor peso es que gracias al español hablado o escrito podemos comunicarnos con un elevadísimo número de usuarios. Las razones económicas se fundamentan, entre otras cosas, en la industria editorial, en la industria de la enseñanza del español como lengua extranjera, y en el aporte de nuestra lengua al desarrollo de las autopistas de la información (cf. Informe Fundesco).

La búsqueda de la unidad, dentro de la natural diversidad, es una tarea que debe emprenderse a través de una adecuada política lingüística en dos niveles, internacional y nacional.

2.1. Política lingüística internacional

A nivel internacional, las dos instituciones destinadas a velar por la unidad y buen funcionamiento del español son el Instituto Cervantes22 y la Asociación de Academias de la Lengua Española. Este último organismo, sumamente activo hoy en día, busca fundamentar sus afirmaciones y recomendaciones no ya sólo en escritores del pasado, básicamente españoles, sino también en bancos de datos provenientes de muy variadas fuentes del español, unas del pasado, como sucede con el Corpus diacrónico del español (CORDE) y otras del presente, como en el Corpus de referencia del español actual (CREA). Además de los mencionados corpus, existen muchos otros que pueden arrojar luz sobre los usos reales del español empleado en la actualidad: De Sterck (2000:305-310) ofrece un índice de los corpus oral y escrito estudiados por el grupo de Lovaina; los autores del libro editado por De Koch (2001) suministran valiosos datos sobre otros corpus del español actual. Bentivoglio (1998:40), informa sobre varios corpus de habla recogidos en Venezuela. Caravedo (1999), por su parte, analiza los aspectos teóricos y metodológicos de los distintos tipos de corpus con los que se pueden hacer investigaciones lingüísticas. Por si esto fuera poco, Rojo (2001:256) anuncia que «estamos hoy en la fase de incorporar a los corpus el resultado del análisis sintáctico, semántico y pragmático», y describe la Base de datos del español actual (BDS) como una base de datos sintácticos. Los materiales mencionados hasta ahora, muchos de ellos a disposición del público, están siendo estudiados, entre otras cosas, para establecer cuáles son los elementos comunes al español actual de los más variados países hispanohablantes, lo cual permitirá trazar una política de asesoramiento en lo que a la enseñanza del español se refiere.

En varios trabajos se han señalado las semejanzas existentes hoy en día entre los distintos estándares nacionales. Lope Blanch (1997:27) comprueba empíricamente que la «estructura de la cláusula culta es casi igual en Madrid que en las ciudades hispanoamericanas». López Morales (2000:528) se basa también en investigaciones empíricas para afirmar que «una buena parte del léxico usado en nuestros días en las muy diversas zonas del Mundo Hispánico es común a todos los hablantes». Los estudios comparativos del habla culta de varias ciudades hispanohablantes indican que no hay una división radical entre el español de España por un lado y el de América, por el otro, sino que hay diferencias mucho más cuantitativas que cualitativas (cf., por ejemplo, De Mello 1991 y 1995, De Koch y De Mello 1997, Bentivoglio, De Stefano y Sedano 1999, y De Sterck 2000). En esos estudios se observa además que muchos usos sintácticos desviados de las normas académicas, como el queísmo (me enteré que estuvieron en aquella fiesta), el dequeísmo (creo de que la situación mejorará), el que galicado o la reduplicación del objeto directo (una libertad que nadie ni nada puede arrebatársela) se dan en mayor o menor grado en las distintas ciudades estudiadas.

Las diferencias entre los distintos estándares nacionales existen, desde luego. Dejando aparte las grandes diferencias intercontinentales,23 entre los fenómenos divergentes pueden mencionarse, por ejemplo, el empleo de hasta en construcciones como lo entierran hasta mañana en lugar de no lo entierran hasta mañana, fenómeno circunscrito a México y a algunos países americanos (cf. Lope Blanch 1997); el uso del antepresente para indicar una acción concluida con límite en el pasado como en ayer he visto a Juan en el cine, que es propio del español peninsular pero no suele darse en Hispanoamérica (cf. De Kock y De Mello 1997); el empleo de se los por se lo en oraciones como se los dije, que «no se da en Madrid, pero es más o menos común en Hispanoamérica» (De Kock y De Mello 1997:68). En lo que respecta a estas y a otras muchas diferencias, convendría analizar cada fenómeno desde varias perspectivas: zonas dialectales donde se da; grado de extensión del fenómeno dentro de cada zona dialectal; registro en que aparece; nivel sociocultural de los usuarios; justificación histórica o funcional, si es que existe, etc.

Lope Blanch (1997:43) cree en la conveniencia de «corregir las anomalías divergentes fragmentadoras». Según este autor, la forma más armoniosa de mantener la unidad del español es tomar decisiones consensuadas en las que todos los países sacrifiquen algo por el bien común. Entre los usos divergentes que deberían ser objeto de una política lingüística de corrección, Lope Blanch menciona, por ejemplo, el hasta mexicano, el uso peninsular de cansao o contrariao, así como el ensordecimiento rehilado de ll e y en Argentina, que puede afectar la comprensión del mensaje por cuanto la pronunciación de mayo se acerca a la de macho, y la de ella, a la de hecha.

En mi opinión, la política lingüística que se ha de adoptar en lo que respecta a los usos fragmentadores ha de ser rigurosamente estudiada para no resultar contraproducente. Como dice Martínez de Sousa (2000): «Si el usuario no acepta de buena gana la autoridad de las entidades encargadas de legislar, de nada sirve que exista una norma». Señalo esto porque hay usos nacionales como el hasta mexicano que, aunque pueden carecer de justificación histórica, están tan arraigados en ese país que los mexicanos quizá los sienten como una marca de su propia identidad nacional.

Muchos usos del español están ya establecidos y resultan difíciles de cambiar. Lo importante ahora es velar por el futuro, de manera que se emprendan políticas nacionales comunes y mayoritariamente aceptadas sobre los diversos aspectos de la lengua. Desde esa perspectiva, es bienvenida, por ejemplo, la política de canalizar los términos relacionados con las nuevas tecnologías con el fin de adoptar un solo y mismo término para un determinado referente y no dos o más, como fue el caso de ordenador, computador o computadora. Ante el e-mail del inglés también se debería adoptar una política común auténticamente hispánica, que promueva una forma única y breve para sustituir tanto al españolizado imeil como el jocoso emilio.

Una medida complementaria para lograr que todos los hispanohablantes podamos comunicarnos sin problemas sería la de aumentar los programas destinados a una mayor comprensión y respeto para los distintos países por parte de la comunidad hispanohablante. Este paso, que desde luego ya ha sido dado por las obras literarias y por los trabajos de divulgación científica, debería fortalecerse en lo que respecta al cine y a los programas de radio y televisión.

El temor de Bello y Cuervo a que el español pueda llegar a desintegrarse como sucedió con el latín no puede rechazarse del todo. Es cierto que hoy en día la comunicación entre los países hispanohablantes es bastante fluida; es igualmente cierto que existe una clara conciencia de pertenecer a una cultura común, que la escolarización ha aumentado considerablemente, que hay métodos de comprobación empírica de las similitudes y diferencias lingüísticas existentes, y que hay entidades supranacionales que pueden suministrar un asesoramiento adecuado en beneficio de la unidad del español. Conviene recordar, sin embargo, que el español es una de las lenguas más extendidas del mundo, que se emplea oficialmente en veinte países, y que si no hay acuerdos reguladores para buscar una razonable unidad, el español de cada país puede seguir caminos diferentes.

2.2. Política lingüística nacional

Entre las tareas prioritarias que deberían llevarse a cabo en Venezuela en materia de lenguaje está la de establecer empíricamente:

  1. las características del español estándar del país, tanto el oral como el escrito;
  2. las semejanzas y diferencias entre el español venezolano estándar y las distintas variedades regionales, socioculturales y estilísticas;
  3. las semejanzas y diferencias entre el español venezolano estándar y las normas académicas.

Para realizar esta tarea se cuenta ya con varios corpus de habla venezolana (cf. Bentivoglio 1998:40), así como con los resultados de numerosos trabajos sobre el español de Venezuela.24 También se cuenta con dos diccionarios de venezolanismos de publicación bastante reciente,25 así como con el Atlas Lingüístico de Venezuela, realizado por Alvar (2001). Una vez concluidos los estudios pertinentes se podrá, por un lado, participar con una base objetiva en las negociaciones que se lleven a cabo internacionalmente para establecer una política lingüística destinada a preservar la unidad del español; por el otro lado, se podrá establecer una política nacional en materia de lenguaje que permita una mayor coherencia en los programas educativos destinados a la enseñanza de la lengua materna y que, al mismo tiempo, proporcione una orientación adecuada a los medios de comunicación.

Dentro de la política lingüística nacional, sería importante divulgar que no hay ningún amo de la lengua y que el español estándar de Venezuela es tan importante como el de Colombia, España o México. Igualmente habría que divulgar que las variedades del español de Venezuela, tanto las regionales como las socioculturales, tienen idéntica validez desde una perspectiva lingüística, y que todas ellas son útiles dentro del ámbito correspondiente, puesto que cada una permite expresar la identificación y solidaridad de cada individuo con su propio grupo regional o sociocultural. Convendría asimismo señalar las diferencias entre un registro y otro, así como indicar lo beneficioso que resulta adecuar cada registro a la situación comunicativa tradicionalmente asignada para ese registro. Finalmente, habría que resaltar la importancia que reviste el dominio de las variedades oral y escrita del estándar nacional por su flexibilidad, complejidad gramatical y riqueza léxica; ese dominio, que se adquiere cabalmente en la educación formal, ofrece varias ventajas, entre ellas, una comunicación fácil y efectiva con el resto de los hispanohablantes, así como la posibilidad de desarrollar y expresar pensamientos e ideas con el máximo de matices intelectuales posibles. Como señala Lázaro Carreter (1997:86): «Para forjar la personalidad hace falta, entre otras cosas, una posesión suficiente del idioma».

Cuando de educar se trata, los hábitos quizá más difíciles de cambiar son los fonéticos, que se adquieren y fijan en la primera infancia. Es importante, por lo tanto, saber cuáles de esos hábitos pueden afectar más la comunicación con el resto de los hispanohablantes para tratar de modificarlos o al menos de suavizarlos antes de que sea demasiado tarde. En el español de Venezuela habría que corregir con especial cuidado la realización de /r/ por /l/ o viceversa, así como la elisión de /r/ final en el infinitivo y, sobre todo, la elisión de /s/ implosiva dado que /s/ es, entre otras cosas, una importante marca de pluralidad (lo/s, niño/s).

Está de más decir que el objetivo de una política lingüística en materia de lenguaje no puede ser solamente el que los estudiantes manejen con soltura el español estándar nacional y, mucho menos, que ciertos usos como haiga, estábanos, etc. sean sustituidos por las formas estándar correspondientes (haya, estábamos). Si se modifican algunos usos subestándar, pero no se domina la lengua, de nada servirán las reglas, por fuerza limitadas, que se hayan enseñado. De lo que se trata en última instancia es de dominar la lengua para acceder a todos los beneficios que de ella se derivan, fundamentalmente el poder de comunicarse con toda la comunidad hispanohablante, el de explorar y expresar el propio pensamiento, así como el de abrir una ventana al inagotable mundo del conocimiento. A ese fin deben ir encaminadas las técnicas del habla, de la lectura y la escritura. De ese fin han de tener plena conciencia los maestros y los discípulos. Una vez que los usuarios hayan puesto en práctica ese dominio, ya no será necesario enseñarles las normas académicas: su propio conocimiento y su propia capacidad crítica serán las mejores guías.

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Notas

  • 1. Lope Blanch (1997:70), por ejemplo, afirma que hay más diferencias entre el habla culta y popular de México que la que puede haber entre las hablas cultas de las distintas ciudades hispanohablantes.Volver
  • 2. Cabe mencionar entre esos autores a Lisandro Alvarado (1929), Páez Urdaneta (1989) y Mora (1996). Una síntesis de las mencionadas divisiones puede encontrarse en el prólogo del Español Actual n.º 69, volumen dedicado al español venezolano.Volver
  • 3. Esta división bidialectal del español venezolano se ve reflejada también en los estudios dialectales de Hispanoamérica, que sitúan a Venezuela en dos áreas dialectales hispanoamericanas: la andina y la caribeña (cf. por ejemplo, Zamora-Munné y Guitart 1982).Volver
  • 4. Longmire (1976:176), por su parte, al referirse a la ciudad de Mérida, afirma lo siguiente: «In spite of Mérida’s Andean location, the Spanish of Merida has all the characteristics of lowland Spanish».Volver
  • 5. Sobre las características del habla de Caracas puede consultarse, por ejemplo, Mosonyi (1971).Volver
  • 6. El voseo andino presenta el siguiente patrón para los tiempos verbales del indicativo: i) presente: vos tomás, comés, vivís; ii) pretérito: vos tomates, comites, vivites; iii) futuro: vos tomarás/és, comerás/és, vivirás/rés; en cuanto al imperativo, el patrón es vos tome, coma, viva (cf. Páez Urdaneta 1981:91-94).Volver
  • 7. El voseo zuliano, diferente del andino, presenta el siguiente patrón para los tiempos verbales del indicativo: i) presente: vos tomáis, coméis, vivís; ii) pretérito: vos tomastes, comistes, vivistes; iii) futuro: vos tomaréis, comeréis, viviréis; en cuanto al imperativo, el patrón es vos tomá, comé, viví (cf. Páez Urdaneta 1981:91-94).Volver
  • 8. Las ciudades seleccionadas fueron La Habana, Buenos Aires, Las Palmas de Gran Canaria, Ciudad de México, Caracas, Madrid y Bogotá.Volver
  • 9. A modo de ilustración, voy a mencionar algunas de las observaciones aparecidas en textos venezolanos. En la gramática de Mendoza y De Stefano (1986) se consideran «incorrectos» usos ampliamente difundidos en la población venezolana como a las diez es que me caso (p. 135), detrás mío (p. 142) o estoy seguro que el desayuno le va a gustar (p. 161). Balza Santaella (1998) también condena ciertos usos sintácticos como fue entonces que atendió (en lugar de fue entonces cuando atendió) (p. 15); llovió todo el día (en lugar de llovió durante todo el día) (p. 16); van a haber más problemas (en lugar de va a haber problemas) (p. 17); ahora es que falta (en lugar de ahora es cuando falta) (p. 18); fui y me devolví (en lugar de fui y me volví) (p. 21), o no vi a más nadie (en lugar de no vi a nadie más) (p. 21) Ese mismo autor opina que no se debe decir diábetes sino diabetes (p. 24) ni restorán sino restaurante (pp. 20 y 50). Algo similar parece suceder con Franco (1999:197), quien rechaza la palabra diábetes (en lugar de diabetes) por considerarla un vicio de prosodia, así como antier (en lugar de anteayer), a la que califica de «barbarismo léxico» (p. 357).Volver
  • 10. Sobre los usos de más nadie y más nada en el habla de Caracas, puede consultarse Miyoshi (1995).Volver
  • 11. Cf. Pérez Arreaza (1999).Volver
  • 12. A pesar de su respeto a las normas académicas, la frase «El servicio contestador de Telefónica le informa de que no tiene mensajes…», tan escuchada hoy en día en España, le resulta muy extraña a un venezolano.Volver
  • 13. Estos usos, según Lope Blanch (1997), se dan también en México.Volver
  • 14. Cf. Bentivoglio (1987).Volver
  • 15. En Bentivoglio (1998) se ofrece una síntesis de los trabajos sobre fenómenos de variación sociofonológica en Venezuela.Volver
  • 16. Cf., por ejemplo, Chumaceiro (1998).Volver
  • 17. Cf., por ejemplo, Sedano (1998).Volver
  • 18. Estos datos aparecen en OCEI y PNUD (2000).Volver
  • 19. La hipercorrección puede llegar al extremo de pronunciar el grafema b también como [v] en una palabra como bello.Volver
  • 20. El empleo tradicional en este tipo de construcciones es en -ra, no en -se.Volver
  • 21. A continuación se ofrecen algunos ejemplos de gerundio extraídos por Sedano (2001) de dos periódicos de alta circulación en Venezuela:
    a. toda motivación y propósito electoralista deberían ser en este momento supeditados a la situación de galopante deterioro político que vive el país, posponiendo los escarceos electoralistas para un tiempo más oportuno (E-Univ-C1-1).
    b. Aproximadamente el 70 por ciento de las fábricas de San Petersburgo producen equipos militares, tornando difícil a las autoridades municipales concertar operaciones de trueque por alimentos con otras repúblicas (E-Nac-CA-16).
    c. Este nuevo documento […] tiene por objeto la regulación, control y vigilancia en la formulación y comercialización de los plaguicidas […], previéndose la libre importación de estos productos siempre y cuando estén autorizados en el país de origen y registrados en el Ministerio de Agricultura y Cría (E-Univ-C2-1).Volver
  • 22. Sobre las actividades de este Instituto, consúltense, por ejemplo, los Anuarios que publica esta institución desde 1998.Volver
  • 23. Esas diferencias se relacionan, en lo fonológico, con el sistema de 19 fonemas consonánticos en el centro-norte de España vs. 17 en Hispanoamérica; en lo gramatical, con el uso en España de vosotros, así como las formas verbales y posesivas correspondientes vs. la ausencia de esas formas en Hispanoamérica.Volver
  • 24. Sobre los mencionados trabajos puede consultarse el volumen 69 del Español Actual, así como la bibliografía citada en Montes Giraldo, Chumaceiro y Malaver (1999). Entre los artículos que ofrecen una visión general del español de Venezuela, cabe mencionar los de Ledezma y Barrera Linares (1985), Bentivoglio y Sedano (1992) y Sedano y Bentivoglio (1996).Volver
  • 25. Se trata del Diccionario de venezolanismos (1993), dirigido por M.ª Josefina Tejera, y del Diccionario del habla actual de Venezuela (1994), de Rocío Núñez y Francisco Javier Pérez.Volver