Este artículo será simplemente un resumen de tesis que he venido sosteniendo durante ya casi treinta años y que no parecen haber tenido eco entre los estudiosos del tema. Condenso, pues, aquí una serie de estudios que se inician en 1982. Quizá convenga aclarar que la tesis es básicamente la misma que no ha cambiado en lo fundamental desde sus primeras formulaciones. Ella consiste en la necesidad de partir para una clasificación dialectal del español de una bipartición o separación inicial en dos grandes variedades o superdialectos: uno, el que mantiene la -s implosiva como sibilante y otro, el que la modifica aspirándola, suprimiéndola o realizando diversas alteraciones en los sonidos contiguos. Por supuesto que esta norma de mantenimiento de la sibilante o su alteración es solo el rasgo básico para la clasificación de estos superdialectos al lado del cual se agrupan otras varias normas.
Estos trabajos se inician en «El español de Colombia. Propuesta de clasificación dialectal» (1982) en donde menciono la polémica sobre el andalucismo de América (M. L. Wagner, Pedro Henríquez Ureña, Rafael Lapesa, etc.), el concepto de «español atlántico» (Diego Catalán, Rafael Lapesa, Germán de Granda) y la tesis de Fernández Sevilla que, manteniendo el concepto de «español atlántico», lo mejora en mi concepto al establecer la división entre español centro-septentrional y español meridional: el primero en «la mitad septentrional de la Península y las tierras altas de América» y el segundo en «la mitad meridional de la Península, Canarias y las tierras bajas del continente americano» (Fernández Sevilla, 470). Partiendo, pues de esta propuesta del malogrado Fenández Sevilla realicé mi intento de clasificación del español de Colombia: aceptando esta inicial división del diasistema español en dos grandes variedades propuse una clasificación dialectal del español de Colombia estableciendo inicialmente, también para Colombia, dos variedades o superdialectos, uno de carácter meridional, el costeño y otro, el interiorano o andino, de carácter centro-norteño o castellanizante como lo han llamado otros investigadores.
Esta tesis de la bipartición se mantiene en Dialectología general e hispanoamericana (1982) que plantea, p. 124, «Valdría la pena también considerar una primera gran división del español americano (¿y peninsular?) en dos grandes variantes: el español meridional, o 'atlántico' o costero o de tierras bajas y el español serrano o central o interiorano o como pareciera mejor llamarlo».
En 1984, en «Para una teoría dialectal del español» presenté un rápido esbozo de la historia de la dialectología del español, anoté su insuficiencia teórica y la necesidad de superarla, esbocé algunos principios teóricos generales de dialectología y con base en ellos postulé la división del diasistema español en dialectos heterogéneos1 o sólo por subordinación y dialectos homogéneos o histórico-estructurales y de estos últimos en superdialecto A (dialectos del centro-norte peninsular y dialectos continentales o interiores de América) y superdialecto B (andaluz y hablas meridionales de España, canario y español insular o costero en América). Aquí por primera vez se incluye el esquema que pretende representar por medio de una serie de pirámides concéntricas la totalidad del diasistema español.
En la ponencia presentada en el II Congreso Internacional sobre el español de América (Méjico, 1986) y publicada en las Actas de este Congreso intenté integrar la tesis de la bipartición en un cuadro general de la división de la lingüística en sistémica e idiomática, poner la norma como base de la idiomática, y la intraidiomática como equivalente de la dialectología en cuanto estudio de la variedad en un idioma o lengua histórica; y repetí la clasificación que se ha esbozado en el parágrafo precedente.
En la segunda edición de Dialectología (1987) expongo nuevamente la tesis de la bipartición, algunos hechos que la fundamentan, ofrezco un cuadro de las grandes divisiones del diasistema español y reproduzco el esquema de las pirámides a que me referí en el apartado precedente.
La tesis de la bipartición la he empleado también en varios trabajos sobre el español de Colombia; «El español hablado en Colombia» (1992), «Colombia», en Manual de dialectología hispánica. El español de América (1996), etc.
Queda así señalado cómo he estado ocupándome del tema por casi tres decenios.
Sería casi enteramente superfluo argumentar que el español es una lengua que mantiene su unidad idiomática2 fundamental, dentro, naturalmente, de las múltiples variedades coexistentes que se dan en cualquier lengua histórica. Las previsiones pesimistas de Cuervo3 y de algunos otros estudiosos respecto a la posible fragmentación del español parecen hoy muy lejos de cumplirse y aun podría decirse que han perdido toda vigencia ante la realidad de la evolución histórica que, como ya lo decía García de Diego en 1964, no anuncia disgregaciones sino uniones de pueblos y de lenguas, aun de los más diversos. Como lo he venido recalcando de tiempo atrás no hay lugar a pensar que la evolución interna lleve por acumulación de diferencias dialectales a la creación de nuevas lenguas. Pero también me parece claro que el turbión arrasador del extranjerismo (angloamericanismo) llevará al deterioro cada vez mayor de la estructura interna, sintáctico-semántica del idioma de no cambiar en plazo históricamente breve las condiciones sociopolíticas actuales.4 De todos modos, creo que hay consenso general en que el español mantiene su unidad y —por ahora al menos— su identidad propia.
Por consiguiente, si se acepta la unidad del español parece obvio concluir que es necesario postular una clasificación dialectal que dé razón del conjunto de los dialectos de esa lengua unitaria; y esto es lo que no han hecho quienes han propuesto clasificaciones dialectales del español de América (Henríquez Ureña, J. P. Rona, Zamora Muné, etc.), ni desde luego los españoles que se han ocupado de los dialectos peninsulares (Zamora Vicente, García de Diego y otros).
La dialectología ha heredado de la lingüística histórico-comparativa el uso preferente de fenómenos fónicos como base del establecimiento de límites lingüísticos: los dialectos germánicos (alto y bajo alemán) se han delimitado por rasgos fónicos:
Some forty kilometers east of the Rhine the isoglosses of the great bundle that separates Low German and High German begin to separate […] The isoglosses of northern [k] versus southern [x] in the word 'make' cross the Rhine.
(Hockett, 482)
En el dominio español desde luego también han sido los rasgos fónicos los más usados en las clasificaciones dialectales. Tomás Navarro Tomás para establecer «La frontera del andaluz» examina las realizaciones de /s/ y /z/ (seseo, ceceo); lo mismo hace Zamora Vicente en Dialectología, mapa XXI, «Algunos límites fonéticos del andaluz». Y G. Salvador:
El límite entre la aspiración y elisión de la s implosiva podrìa servir para señalar la frontera de las que pudiéramos llamar, generalizando, hablas meridionales de la Península Ibérica.
(en Samper Padilla, 59)
En diversos lugares he citado unos conceptos de Manuel Alvar, respecto a este rasgo:
Como ha señalado von Wartburg, “el cambio fonético más diferenciador e importante, y de mayores consecuencias entre todos los que ocurren en el interior de la Romania, es, sin duda, el que ofrece el tratamiento de la -s final”; justamente ese tratamiento no hace otra cosa que continuar un viejo problema latino: el de la debilitación y pérdida de -s final en las hablas populares y el de su reposición entre los cultos. De la conservación o pérdida de la -s en los plurales nació la tradicional diferencia entre Romania oriental u occidental, por todos archisabida.
(Alvar, 287)
La pérdida de la -s final nos ha situado hasta este momento ante varios hechos: la diferenciación del plural por medio de un prefijo en los casos como el francés z-arbre o el andaluz q-árbo; la indiferenciación de la unidad o la multiplicidad como categorías gramaticales en casos como el francés livre(s) o el andaluz muncho(s) toro(s); la distensión articulatoria de la -s- intervocálica que, sin valor morfológico, altera notoriamente la estructura fonética de las palabras y la creación de una aspiración caduca entre vocales distintas cuando una de ellas acaba en -s y la siguiente empieza por vocal, con resultados secundarios. A pesar de todo esto queda —a mi modo de ver— lo más importante que las influencias de la pérdida de la -s conlleva consigo: la del plural apofónico (Alvar, 296-97).
Pero no es sólo el plural apofónico mencionado por Alvar y que por lo menos para América es menos que seguro, aparentemente inexistente según los últimos estudios, lo que señala una importancia decisiva al fenómeno de la aspiración y pérdida de la -s.
Siendo ésta [la pérdida de -s] bastante general, el plural ha pasado a expresarse por la -e (papele), por el verbo (la cosa tan buena) y por dos procedimientos que no sé que se den fuera de la República Dominicana: adición de -se (mucháchase, cásase) o de la -s final del artículo plural [hetudjánte, haßogádo, plurales].
(J. J. Montes en reseña de Max Jiménez Sabater, Más datos sobre el español de la República Dominicana, en BICC, LI, 1986, 313)
Como se ve por el texto anterior, los efectos de la caída de -s no se reducen para el español al supuesto carácter apofónico del plural andaluz (negado implícitamente para América, al menos para Santo Domingo, por los fenómenos presentados por Jiménez Sabater). Por el contrario, se ve una profunda alteración de la estructura de las palabras que pasan de paroxítonas a proparoxítonas o que alteran de otra manera su estructura fonológica al pasar a iniciarse con una aspiración. Y todos sabemos de otras alteraciones más extendidas como la conversión en sorda de una sonora por el efecto ensordecedor de la aspiración [raxúño, lah jáka].
De modo que, si seguimos la tradición más general de utilizar rasgos fónicos para delimitar los dialectos, y si atendemos también el consejo de Ferguson y Gumperz (en Zamora Muné, 60) de utilizar isoglosas que cubran grandes áreas, no hay, sin duda, en el español actual, ninguna norma diferenciadora que reúna como la de -s > h iguales características en cuanto a importancia por sus repercusiones en el sistema, extensión panhispánica y posibilidad de delimitarla geográficamente con precisión aceptable.
Por consiguiente, creo que sobran los argumentos para tomar la norma de la aspiración y/o pérdida de la -s como base de una primera bipartición del diasistema español.
Tal vez la única isoglosa fónica de amplia extensión panhispánica, fuera de -s > h, es la del lle-yeísmo. Pero aparte de su mínima importancia sistémica (son poquísimas las palabras que se diferencian solo por la /ll/ o la /y/) hoy la distinción de estos dos fonemas es un rasgo en franco retroceso, ya casi de zonas rurales o de pequeños poblados, y la pérdida de esta oposición no tiene ninguna repercusión notable en el sistema.
Es cierto que pueden señalarse algunos americanismos generales en la pronunciación como la articulación oclusiva de -t haciendo sílaba con la l en el grupo -tl, [a-tlán-ti-ko], a diferencia de la pronunciación peninsular, [ad-lán-ti-ko], tal vez también el mantenimiento como oclusiva de la d tras -r, [kordéro], etc. Y en el terreno morfosintáctico la absoluta generalidad del cruce dativo-acusativo en frases del tipo «El libro, ¿quién se los prestó?» o la pérdida de la segunda persona del plural, vosotros. ¿Pero podría equipararse alguno de estos fenómenos (sobre todo en lo fónico) al de -s > h por su importancia sistémica?. Parece claro que no.
Como lo he dicho en algún lugar las diferencias que separan a la lengua de España y América parecen ser más de carácter socioidiomático que propiamente lingüístico (sistémico, interno): es más un matiz general manifiesto entre otras cosas en mayor generalidad de los tratamientos distanciadores o respetuosos, en la más amplia presencia del eufemismo o de la atenuación, rasgos todos que son consecuencia de las circunstancias que se crearon durante la colonia entre españoles e indígenas, del carácter dicotómico de la sociedad colonial, como lo ha señalado José Luis Rivarola (Rivarola, 46). Ahora bien, es obvio que estos caracteres socioidiomáticos más que lingüísticos no se prestan para una clasificación dialectal o al menos creo que son completamente inusitados para tal fin.
La aceptación de las dos grandes variedades de español, presentes ambas a uno y otro lado del Atlántico, se ha aceptado, en general, no sólo por Fernández Sevilla sino por Menéndez Pidal con su tesis de «Sevilla frente a Madrid» o de español cortesano y español de la flota y, aunque limitándose a América, los que han hablado de la separación entre tierras bajas y tierras altas (Henríquez Ureña, Rosenblat y otros).
En cuanto a los diversos países americanos:
Pues algunas de las isoglosas correspondientes a la debilitación consonántica y la propia de la debilitación vocálica, en buena medida, se complementan, dando por resultado una fragmentación en zonas que, en pocas palabras, podría enunciarse de la siguiente forma: las hablas de las costas debilitan las consonantes (por lo menos algunas de las que aquí se estudian, por ejemplo la -s en posición implosiva); las hablas del altiplano, como ya se vio, relajan las vocales (las átonas sobre todo).
(Moreno de Alba, 66-67)
Existe más afinidad —al menos fonética— entre hablas caribeñas y canarias o andaluzas, que entre aquéllas y la altiplanicie mexicana o inclusive las de la vecina península de Yucatán.
(J. M. Lope B., en BAAL, 1992, 235)
Los investigadores que se han ocupado de delimitar las diferentes zonas dialectales americanas coinciden en señalar que Venezuela pertenece a dos zonas distintas: una andina y otra caribe.
(P. Bentivoglio, HPEA, 775)
En el Ecuador, parece que se perfilan por ahora dos zonas lingüísticas […] por un lado la Costa [….] y por otro la Sierra y el Oriente, con Loja que queda aislada.
(A. Quilis, HPEA, 606)
El uso del español en el Perú incluye tres variedades lingüísticas, como ya ha sido descrito en 1978 por Alberto Escobar. Estas variedades incluyen el español andino y el español no andino, ambas variedades maternas de español.
(A. M. Escobar, Lexis, XVI-2, 1992, 190)
En el espacio peruano se reconocen tradicionalmente tres regiones características definidas: la costeña, la serrana o andina y la amazónica.
(R. Caravedo, HPEA, 729)
Sorprende, por otro lado, la gran similaridad entre algunos fenómenos del español andino y del amazónico.
(Ibid., 734)
La s implosiva de final de sílaba […] mayormente de final de palabra, se aspira suavemente […] Así en ehcalera (escalera), cahpa (caspa), interéh (interés) y en todos los plurales. La aspiración se intensifica un tanto y adquiere mayor notoriedad cuando dentro de una frase a la s con que termina una palabra sigue otra que empieza por vocal […] la honce de la noche.
(Hernado Sanabria, El habla popular de Santa Cruz, La Paz, Lib. Edit. Juventud, 1975, 27-28)
El alófono oral, glotal, fricativo [h] presenta un predominio notorio sobre el alófono oral, alveolar, fricativo [s], cuya restricción es notoria, [h] tiene preferencia como marcador de plural. Sin embargo, la tendencia va en una progresión importante hacia la pérdida total, especialmente en fin de grupo de entonación.
(E. Haverbeck [y otros], Relatos de la tradición popular región de Atacama, Valdivia,1992, 25).
En cuanto a los cambios que generan situaciones de variación lingüística que permanecen como tales en el habla bonaerense, el caso más claro es el de la variación [-s] ~ [-h] ~ [q] que aparece testimoniado desde muy temprano en el Río de La Plata y que en el siglo xviii muestra una profusa documentación. La variación persiste en nuestra región hasta la actualidad.
(M. B. Fontanella, ALH, I, 1985, 63)
Ver también Claudio P. Behn, «La modalidad argentina de español I: su historia y sus variantes», en Iberoamericana Pragensia, XXVII, 1992, 47-65, mapa de la p. 59, que muestra que la aspiración de la s se extiende por todo el país, a excepción de una pequeña zona alrededor de Santiago del Estero y un pequeño rincón en el extremo noreste.
En cuanto al Paraguay el mejor conocedor y mayor estudioso de su español nos dice: «Así se explica, por ejemplo, la amplitud que revisten, aún hoy, fenómenos como la aspiración y deleción de la /s/» (G. de Granda, HPEA, 655).
Por lo que hace al español de Colombia, creo que puedo suponer suficientemente conocido mi trabajo de 1982 en el que se explica y fundamenta con base en los datos del ALEC la forma como en Colombia se distribuyen los dos superdialectos del español, como los llamo allí por primera vez: continental interior y costero insular o A y B, etc. Y sobre los países del Caribe sobra, creo, todo comentario acerca del carácter de su español: una notable profusión de estudios en los últimos años se ha encargado de informarnos con bastante detalle sobre su tipo de español, sobre todo desde el punto de vista fonético-fonológico, y con ello se ha hecho más claro y patente su gran similitud con las hablas andaluzas.
Mis planteamientos sobre la clasificación dialectal del español (panhispánica y americana) podrían resumirse así:
1. En forma general, y tomando la norma como concepto básico de la idiomática, he representado las relaciones entre las diversas normas dentro de un sistema normativamente autónomo (idioma o lengua histórica) como una serie de triángulos concéntricos que de menor a mayor figuran las normas local, regional, nacional e internacional (Figura 1).
2. En aplicación concreta al diasistema español y tomando como norma básica la de -s > h ~ ø propongo considerar una primera gran división o bipartición en la que quedarían de un lado las hablas centro-norteñas de España y las interioranas o de tierras altas en América, conservadoras de la articulación sibilante de -s; y del otro las hablas meridionales de España (andaluz, canario, etc.) y las insulares o costeras en América (Figura 2). En este esquema se incluyen los dialectos heterogéneos o sólo por subordinación, concepto del que creo ser el introductor en la dialectología del español.
3. Ya para el caso de América he propuesto aceptar también la bipartición panhispánica y agregar la norma morfosintáctica de voseo-tuteo. Tendríamos así una clasificación inicial del español americano según la fonética (articulación de la -s implosiva) y según la morfosintaxis. Ello nos daría la distribución dialectal que se sugiere en Montes, 1997, y que se resume en el cuadro siguiente, que es una adaptación del presentado por Zamora Muné.
/-s/ | voseo | ||
---|---|---|---|
I | Antillas Costa oriental de México Mitad oriental de Panamá Costa norte de Colombia Venezuela (excepto los Andes) |
- | - |
II | México (excepto la costa oriental
y Las regiones limítrofes con Guatemala) |
+ | - |
III | Centroamérica Regiones limítrofes de México Mitad occidental de Panamá |
- | ± |
IV | Colombia, excepto las costas Cordillera de Venezuela |
+ | ± |
V | Costa pacífica de Colombia y Ecuador | - | ± |
VI | Costa del Perú, excepto el extremo sur | - | - |
VII | Ecuador y Perú, excepto regiones
en las dos zonas anteriores Occidente y centro de Bolivia Noroeste de Argentina |
+ | ± |
VIII | Chile | - | ± |
IX | Oriente de Bolivia Paraguay Uruguay Argentina, excepto el noroeste |
- | + |
4. Mi clasificación del diasistema español pretende dar razón de todos los idiomas o variedades que se han considerado —implícita o explícitamente— como dialectos del español introduciendo para ello el concepto de dialecto heterogéneo que nos permite justificar la inclusión del catalán, gallego, vasco, etc. en textos de dialectología española (Zamora Vicente, García de Diego) y el uso inveterado en América de dialecto para las lenguas amerindias.
5. Finalmente, si el español es todavía una lengua unitaria es claro que debe hacerse una clasificación dialectal que corresponda a este hecho, que describa la totalidad del diasistema y ello es quizá lo básico de mi propuesta. Y como queda expresado atrás mi propuesta de clasificación dialectal del español de Colombia se integra en una propuesta que abarca todo el diasistema español incluyendo aun los idiomas estructuralmente ajenos a esta lengua, pero de alguna manera partícipes de un mismo sistema idiomático-normativo.