En los años más recientes se ha notado una incursión cada vez mayor de las editoriales españolas en los Estados Unidos. Esta expansión por medio de alianzas con editoras estadounidenses y por sus propias distribuidoras responde al gran crecimiento de la población hispano parlante residente en los Estados Unidos.
Hoy, ese país se puede considerar el quinto de habla hispana en el mundo. En 10 años, sólo México tendrá una población hispana más grande que la de los Estados Unidos. Los hispanos hoy representan la minoría étnico-racial más grande de los Estados Unidos, con más de 35 millones de habitantes, y se estima que esta cifra oficial del censo no refleja una población adicional de posiblemente hasta dos o tres millones más de habitantes indocumentados.
Para el año 2050, el número de hispanos en los Estados Unidos representará la cuarta parte de la población total de la nación. Para ese entonces, los habitantes de origen mexicano en EE. UU. igualarán al 80 % de la población de México. Los Ángeles es la segunda ciudad mexicana más grande; Nueva York, la ciudad puertorriqueña más grande; Miami, la segunda ciudad cubana.
Estas cifras también implican datos de mercadotecnia que especifican el poder adquisitivo de los hispanos en los miles de millones de dólares, su nivel de educación, sus hábitos de lectura y el consumo de material informativo y cultural. Los siguientes datos explican la gran atracción para las editoriales que producen libros en castellano. Existen alrededor de 500 periódicos hispanos en los Estados Unidos con una circulación cercana a 11 millones de lectores. Existen alrededor de 550 emisoras de radio en español, cifra que representa un aumento del cien por ciento en los últimos diez años. Hay tres redes televisivas en español, tres o cuatro más que se inician en estos días, incluyendo una red de compra o subasta por televisión. Además, hay centenares de programas en inglés o español que se difunden por medio de estaciones locales no hispano parlantes, pero sí dirigidos a la comunidad hispana. El motivo de lucro no es el único en la creación y difusión de programación hispana: uno de los programas más difundidos es el de la Cámara de Comercio Hispana de los Estados Unidos, una asociación sin fines de lucro, cuyo programa llega a los setenta mercados más importantes. (Se puede observar el mismo fenómeno en el mundo editorial: la casa editorial hispana más grande de los Estados Unidos opera sin fines de lucro, Arte Público Press, un programa asociado con la Universidad de Houston.)
Hay alrededor de 150 librerías españolas, la mayoría pequeñas y especializadas. Mayormente sobreviven por su relación con los distritos escolares que tienen dificultad en conseguir libros en español. En adición, hay alrededor de 150 librerías religiosas cuya clientela es la hispano parlante. Dada la población hispana tan inmensa y la escasez de librerías generales capacitadas para llegar a ese gran público, en una nación donde el costo de las comunicaciones es tan alto como la competencia comercial, cualquier intento de distribución del libro por venta directa tendrá barreras considerables.
Por otra parte, hay un sector del público lector que cada día es más grande y potencialmente revolucionario en cuanto a un posible mercado para el libro escrito en castellano. La educación bilingüe español-inglés se imparte a millones de estudiantes de la escuela primaria, y ha gozado de tanto éxito que ha habido una reacción de nativistas anglosajones y de segunda o tercera generación de euro americanos que quieren eliminarla e imponer una ley declarando el inglés como idioma oficial de los Estados Unidos. No se podrá resolver este problema de índole esencialmente política, y no pedagógica, hasta que los hispanos adquieran suficiente poder político, un poder que se corresponde con su poder demográfico y votante. Será inevitable ceder ese poder a los hispanos como será inevitable extender el uso del castellano a todas las esferas de la vida del país. Mientras que las grandes corporaciones que compiten por comunicarse con sus clientes hispanos en español dentro de los Estados Unidos, la integración de las economías de Canadá, México y los Estados Unidos, y futuras integraciones con las economías iberoamericanas tendrán que convertir el desprestigiado castellano en lengua franca en las Américas y dentro mismo de los Estados Unidos.
El hecho de que más de un millón de estudiantes universitarios estudian lengua y literatura en castellano cada año apoya este futuro inevitable. El castellano es el idioma «extranjero» que se le enseña a más del ochenta por ciento de los estudiantes de idiomas. La enseñanza del castellano en el currículum universitario y en las secundarias también ha tenido tanto éxito que muchos departamentos de francés, alemán y latín se han visto sin alumnos suficientes, y muchos han clausurado sus programas de estudios avanzados o han desaparecido.
Si el poder demográfico y adquisitivo del hispano es atractivo para la difusión del libro en castellano en los Estados Unidos, hay otros factores que representan barreras para tal difusión. La mayoría de los hispanos son menores de 21 años de edad y no tienen el poder adquisitivo para comprar libros directamente, ni el poder para influenciar a los compradores para las librerías, las escuelas y las bibliotecas, aunque sí consumen impresos en castellano en las escuelas y las bibliotecas públicas, pero no necesariamente de su preferencia o elección. El hábito y el gusto de buscar y comprar un libro en castellano hasta ahora es ajeno a la mayoría de ellos, sencillamente porque el libro hispano está ausente de su medio ambiente: su casa y su vecindad. Además la institución de más poder, la escuela, sólo valoriza fuentes escritas en inglés como fidedignas y activamente propagandiza el consumo de información sólo en inglés. En las instituciones primarias y secundarias el castellano sigue siendo «la lengua de la pobreza»; hasta las clases de educación bilingüe sirven de transición al inglés y no para el mantenimiento del idioma nativo de los estudiantes. Comúnmente esta transición se cumple después de dos o tres años en el sistema bilingüe, cuya meta es preparar a los alumnos para seguir los demás años de su educación en clases que se impartirán sólo en inglés.
Estamos hablando de la población escolar que tiene acceso al libro hispano por medio de las instituciones educativas y culturales. Pero, la mitad de los estudiantes hispanos abandonan la escuela antes de terminar sus estudios de secundaria. Se supone que esta población se ausenta del potencial mercado para el libro hispano.
La gran mayoría de la población hispana es de clase obrera con bajo nivel de ingresos y de educación formal. Se supone que en el orden de valores y prioridades, su sueldo se destina a las necesidades vitales de vivienda y comestibles, y que lo que sobra para el ocio se destina a la música y el deporte, sin mencionar el alcohol. (Sobre esta suposición, muy común en el mundo editorial, entre otros mundos comerciales, tendré que hacer unas distinciones más adelante).
A pesar de la alta tasa de deserción escolar y del predominio de la clase obrera entre los hispanos en los Estados Unidos, no se sabe con ninguna certeza la verdadera tasa de analfabetismo. La falta de escolaridad no necesariamente indica analfabetismo, ya que el castellano, por tener un sistema ortográfico más fonético que el inglés y otros idiomas, es mucho más fácil de leer y de aprender a leer. Hay posiblemente millones de hispanos en los Estados Unidos sin educación formal que leen el castellano. No se debe subestimar el valor de los pocos años de educación recibida en la patria, ni el poder del autodidacta en un medio ambiente letrado y tecnológicamente avanzado. Tampoco se debe subestimar la habilidad de transferir el concepto y las destrezas aprendidos en la escuela al castellano jamás estudiado. Además, como muchos de los hispanos son inmigrantes ansiosos por mejorar la situación económica de sus familias, creen en el poder de la educación para mejorar el futuro de sus hijos y, por eso, después de proveer vivienda y nutrición para sus hijos, la prioridad es la educación de los mismos. Todo esto es por decir que sí hay un gran mercado potencial para el libro en castellano, sobre todo si toma en cuenta las siguientes implicaciones derivadas de la clase y la cultura de los hispanos en los Estados Unidos:
1) La relevancia étnica, social y lingüística del material. El material debe proveer información y valor de acuerdo con la cultura del inmigrante, su nacionalidad y dialecto nacional, sus menesteres en el país adoptivo.
2) Las necesidades de sus hijos para progresar en la escuela y subir en la escala social en los Estados Unidos.
3) La conveniencia o facilidad de compra o préstamo. El material debe estar disponible en las tiendas y supermercados y centros de asistencia frecuentados por los hispanos, no en las grandes librerías de cadena que no se extienden a los hispanos.
4) Los medios más candentes para promover las ventas entre los hispano parlantes son, primero, la radio, y segundo, la televisión. Hasta ahora no se ha probado la eficacia de promover la lectura por medio de los periódicos hispanos. Pero ni uno ni el otro medio ha resuelto el problema de la falta de libreros hispanos y lugares de compra.
Si lo anterior es complicado, lo es mucho más la fragmentación del mercado hispano. Los hispanos representan un grupo heterogéneo en los Estados Unidos que, más o menos, reproducen las bases étnicas, lingüísticas y raciales d sus distintos países de origen. Representan:
1. Distintos grupos étnicos y dialectos nacionales.
2. Variados niveles socio-económicos, aunque predomina la clase obrera.
3. Están dispersos en distintas regiones y ciudades de los Estados Unidos.
4. Ni siquiera todos hablan el mismo idioma, por la pérdida del castellano entre los jóvenes y el avance del inglés como primera lengua.
Hay distintos problemas en acceder a este mercado con el libro en castellano:
1. Falta la infraestructura de promoción del libro en español: reseñas y entrevistas en los periódicos, revistas, televisión, radio, etc., ferias del libro en castellano, capital para anunciar los libros en los medios de comunicación…
2. Faltan vías de distribución: casas distribuidoras nacionales con fuerza de vendedores, casas de mayoreo, libreros… Las distribuidoras nacionales y regionales y las casas de mayoreo manejan poco el libro en castellano, y de la parte que sí manejan, 20-25 % es para Puerto Rico; estas casas carecen de compradores competentes en español, manejan mucho material importado y prefieren no bregar con las editoras pequeñas en los Estados Unidos que producen material en español. El efecto es que estas distribuidoras sirven como un filtro contra el libro minoritario, el libro escrito y producido por los hispanos en los Estados Unidos y que mejor cumple con los requisitos bosquejados arriba.
3. Las librerías en general, y las de cadena en particular, casi no ofrecen libros en español y, cuando sí lo hacen, es mediante una sección paupérrima que se dedica a diccionarios, unos libros infantiles y una muy limitada sección de autores hispanoamericanos del Boom y de best sellers traducidos del inglés. No han hecho ningún esfuerzo de promoción para atraer al hispano a la librería, concretando su prejuicio de que el hispano no lee ni compran es capaz de escribir y crear literatura digna de leer.
4. El librero y el distribuidor hispanos se dedican más que nada a importar libros y se benefician del dólar fuerte en su compra de libros en el exterior, lo cual produce un perjuicio económico en contra de libros producidos por la industria editorial hispana en los Estados Unidos por sus costos de producción altos; esto también perjudica la circulación y la venta de libros escritos por hispanos en los Estados Unidos basados en su propia cultura. Como estos libreros son los mismos que abastecen con libros en español a muchas escuelas y bibliotecas públicas, este perjuicio económico es reflejado en la escasez del libro hispano de EE. UU. en estas instituciones. Pero, claramente me refiero a instituciones que sienten las necesidad de comprar libros en español o libros que reflejen la cultura hispana minoritaria; hay muchas instituciones, que deben servir a los hispanos y, sin embargo, no hacen nada para obtener el libro hispano.
Todo lo anterior tiene el efecto de disuadir al editor en los Estados Unidos de publicar libros en castellano. Las casas editoriales no se pueden dar el lujo de publicar libros para un mercado no bien definido, organizado y servible por ahora.
Con esto, quisiera poner fin a uno de los estereotipos vigentes en cuanto a los hispanos en los Estados Unidos, el de que ya no escriben en castellano, tomando el ejemplo de nuestra casa editorial, Arte Público Press. Un 40 % del material sometido para publicación está escrito en lengua castellana. Pero nosotros no podemos editar más de un 10 % de nuestros libros en la lengua de Cervantes. Porque no podemos darnos el lujo de almacenar libros que no podemos promocionar y vender por las mismas razones expuestas arriba. Si publicáramos más libros en castellano, les aseguro que se someterían aún más manuscritos en castellano.
Éste ha sido el panorama actual del libro en español en los Estados Unidos. Hoy en día existe una asociación comercial para la industria del libro en español, se reúne bajo el auspicio de Book Expo America cada año y principalmente se dedica a promover el crecimiento del mercado para el libro en español en los Estados Unidos. Los editores, distribuidores (mayormente importadores), publicistas y algunos libreros de la asociación mayormente están interesados en la venta de libros en español sin ningún otro motivo que el beneficio comercial. En su mayoría se trata de libros que resultan sencillamente una traducción de la cultura escrita anglosajona al castellano sin reflejar en lo más mínimo la cultura de las comunidades hispanas en los Estados Unidos. Es un mercado que estos representantes de la industria han definido como una extensión de la cultura popular en inglés representada en televisión, cine, música y best sellers de género romántico, policiales y thriller. También difunden la traducción de libros pedagógicos de toda índole. En síntesis, se cree que al público hispano se le puede ofrecer sólo traducciones y, en cuanto a la literatura comercial, se cree que se le puede promocionar el mismo material, con frecuencia de poca calidad, que se le entrega al lector angloparlante. Nadie en el grupo cuestiona el imperialismo cultural de sus decisiones. Representa la misma lógica que opera en la exportación de material cultural estadounidense para el resto del mundo.
En la última década ha habido alianzas entre editores españoles y las grandes editoras comerciales de Nueva York para importar y distribuir libros escritos por autores españoles en nuestras comunidades hispanas de los Estados Unidos. Mayormente lo que se ha ofrecido es una serie de obras por autores españoles desconocidos en nuestras comunidades con el efecto, otra vez, de negar y silenciar la existencia de nuestra cultura y nuestros autores locales. Ha sido otra expresión del colonialismo yanqui en combinación con el colonialismo español borrando la cultura autóctona con cánones, modelos y valores foráneos. No insisto mucho en esto porque, por una parte, soy partidario de la distribución de cualquier tipo de libro en castellano. Por otra parte, el experimento ha fallado en grande, ya que su ejecución no ha implementado los requisitos expuestos arriba.
Lo que proponemos en Arte Público Press es el desarrollo de la comunidad hispana de los Estados Unidos mediante el fomento editorial de su arte, historia y cultura tanto en inglés como en español. Algunos de nuestros autores tomarán la palabra en esta mesa redonda. Para conocer mejor nuestros libros, les ruego que lean nuestro catálogo o consulten nuestra página de Internet.